sábado, 29 de octubre de 2011

[amro] ''Canek'', Ermilo Abreu Gómez (fragmento)

Un saludo de su amigo Sören Garza, desde México.

 

 

Canek

 

 

2

 

Pobre del niño Guy. Es el sobrino del dueño de la hacienda y nadie le quiere. Parece tonto. Su familia lo ha enviado al campo para que se asolee, coma cosas fuertes y se divierta. Esto es lo que dice su familia. En realidad lo han mandado al campo para que no estorbe. Es tan flaco, dice tales cosas, se le ocurren tales simplezas, que su presencia molesta. Sus hermanos han llega do a decir que no es de la familia. Cuando Guy oye esto se le humedecen los ojos, pero entonces no dice nada. En la hacienda estará bien —dijeron sus tías: unas mujeronas altas y secas; las más estiradas de la casa, siempre pendientes de que la consola esté limpia, los candelabros luzcan tersos y las flores tengan agua. Lo trajeron y lo abandonaron. Lleva un mes de soledad. Canek es su amigo; le ha regalado un caracol marino y con él se entretiene horas y horas. Se lo pone en las orejas y se queda absorto, con los ojos grandes, luminosos, húmedos. Su alma se va por los caminos invisibles del viento y del mar. Entonces con sus dedos débiles, en la tierra roja, escribe unas palabras raras que Canek no se atreve a borrar.

 

 

3

 

Llegó a la hacienda doña Charo, una de las tías de Guy. Llegó remilgosa y asmática. Se pasaba el día sentada en el estrado tomando té y pastillas de menta. De pronto corrió desalada, en aspas las manos, apechugado el corpiño, arremangada la falda y se refugió en la sala. Cien veces dijo que no quería ver más indios; y menos a uno que estaba ahí, horrible, enjuto, como piedra rota. Al decir horrible, se cubría la cara; se santiguaba y bisbiseaba:

 

—Tiene las manos sarmentosas; los ojos hinchados; los pies llagados y la piel agrietada.

 

Canek le dijo:

 

—Niña, es que trabajan en los hornos de cal; en los secadores de tabaco, en las cié nagas y en las salinas.

 

 

4

 

Ni Canek ni nadie sabe quién es ni de dónde viene Exa. Una mañana apareció correteando entre los cerditos. Tenía la cara llena de tizne y las manos sucias. Al mediodía se le vio acarrear agua para los bebederos del corral. Hasta esparció en ellos manojos de azahares. Sonreía. Por la tarde, como no tenía qué hacer en el campo, se sentó junto a las indias en la cocina y se puso a desgranar maíz. Llenó su delantal de granos amarillos, blancos, negros, morados y azules. Los levantaba entre sus dedos y sonreía. Por la noche se acurrucó en un rincón de la despensa. Al día siguiente renovó sus tareas; correteó entre los cerditos, acarreó agua y desgranó maíz. Sólo hubo una variante: comió una tortilla untada de manteca que le dio Guy.

 

 

Canek, Ermilio Abreu Gómez.



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