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martes, 15 de junio de 2021
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viernes, 11 de junio de 2021
Re: Hola a todos!
"Discurso sobre el nombre de dios" Arnau de Vilanova
http://www.4shared.com/archive/R0gf-W3-/ADV_DSENDD.html
Hola Hermoso Grupa!!--Cuánto tiempo que personalmente no entro por aqui!..¿Como han estado? ( no hablemos del periodo que hemos atravesado todos!)No se si sigue vigente, pero espero que si! Actualmente ando buscando un libro que me urge por problemas de salud de mi padre y son los libros de Carlos de Vilanova.....alguièn los tiene para compartir?Se les agradece...Muchas Gracias y Bendiciones a todos!!!Belen
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Hola a todos!
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jueves, 3 de junio de 2021
[ † ] Jueves del Santísimo Sacramento. 03/06/2021. San Carlos Lwanga y compañeros mártires ¡rueguen por nosotros!
JMJ
Pax
Este es el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 28b-34
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
"¿Cuál es el primero de todos los mandamientos ?"
Jesús le respondió:
"El primero es: Escucha Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas. El segundo es éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos".
El escriba replicó:
"Muy bien, Maestro. Tienes razón cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios".
Jesús, viendo que había respondido muy sensatamente, le dijo:
"No estás lejos del Reino de Dios".
Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk
El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).
† Misal
jue 9a. Ord. año impar desp Pentecostés
Dios nuestro y protector nuestro, un sólo día en tu casa es más valioso para tus elegidos, que mil días en cualquier otra parte.
Oremos:
Enciende, Señor, nuestros corazones con el fuego de tu amor a fin de que, amándote en todo sobre todo,
podamos obtener aquellos bienes que no podemos nosotros ni siquiera imaginar y has prometido tú a los que te aman.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
Señor, que los dos juntos vivamos felices hasta la vejez
Lectura del libro de Tobías 6, 10-11a; 7, 1.9-17; 8, 4-10
En aquellos días, cuando entraron a la provincia de Media y se acercaban a la ciudad de Ecbatana, Rafael le dijo al joven Tobías:
"Tobías, hermano".
El le contestó:
"¿Qué quieres?"
Rafael le dijo:
"Es necesario que pasemos esta noche en casa de Ragüel, pariente tuyo, que tiene una hija llamada Sara".
Al llegar a Ecbatana, Tobías le dijo a Rafael:
"Azarías, hermano, condúceme por el camino más corto a casa de Ragüel, nuestro hermano".
Rafael lo condujo a casa de Ragüel, a quien encontraron sentado en la puerta de su patio, y lo saludaron. El les contestó:
"Mucho gusto, hermanos. Sean bienvenidos".
Y los hizo entrar en su casa. Después de lavarse y bañarse, se sentaron a la mesa. Entonces Tobías le dijo a Rafael:
"Amigo Azarías, dile a Ragüel que me dé la mano de mi pariente Sara".
Ragüel oyó lo que decía y le dijo a Tobías:
"Come, bebe y descansa tranquilamente esta noche. Nadie tiene más derecho que tú, hermano, para casarse con mi hija Sara, y a nadie se la puedo yo dar sino a ti, porque tú eres mi pariente más cercano. Pero tengo que decirte una cosa, hijo. Se la he entregado a siete parientes nuestros y todos murieron antes de tener relaciones con ella. Por eso, hijo, come y bebe y el Señor cuidará de ustedes".
Tobías replicó:
"No comeré ni beberé, hasta que no hayas tomado una decisión acerca de lo que te he pedido".
Ragüel le contestó:
"Está bien. Según la ley de Moisés, a ti se te debe dar. Dios mismo manda que te la entregue. Cásate, pues, con tu hermana. Desde hoy y para siempre será tu esposa. Hijo, que el Señor del cielo los acompañe durante esta noche, tenga misericordia de ustedes y les conceda su paz". Ragüel llamó a su hija Sara, la tomó de la mano y se la entregó a Tobías, diciéndole:
"Recíbela, pues, según lo prescrito en la ley de Moisés, que manda que te sea entregada por esposa. Tómala y llévala con salud a casa de tu padre. Que el Dios del cielo los llene de paz".
Luego llamó a la madre y le pidió papel en el que escribió el contrato matrimonial, según el cual se la entregaba a Tobías como esposa conforme a lo mandado en la ley de Moisés. Y después se sentaron a cenar.
Ragüel llamó a su esposa Edna, y le dijo:
"Mujer, prepárales la habitación y lleva allí a Sara".
Edna fue, preparó el lecho como su esposo le había indicado y, llorando por la suerte de Sara, la condujo allí. Se enjugó las lágrimas y le dijo:
"Hija mía, ten valor, que el Señor del cielo cambie tu tristeza en alegría. Ten valor".
Y salió de la habitación. Cuando Ragüel y Edna se retiraron, Tobías se levantó y le dijo a Sara:
"Levántate, mujer. Oremos y supliquemos al Señor, nuestro Dios, que tenga misericordia de nosotros y nos proteja".
Se levantó Sara y empezaron a rezar al Señor que los protegiera, diciendo:
"Bendito seas, Dios de nuestros padres y bendito sea tu nombre por los siglos de los siglos. Que te bendigan los cielos y todas las criaturas por los siglos de los siglos. Tú creaste a Adán y le diste a Eva como ayuda y apoyo, y de ambos procede el género humano. Tú dijiste: "No es bueno que el hombre esté solo, voy a hacer a alguien como él, para que le ayude". Ahora, Señor, si yo tomo por esposa a esta pariente mía, no es por satisfacer mis pasiones, sino por un fin honesto. Compadécete, Señor, de ella y de mí y haz que los dos juntos vivamos felices hasta la vejez".
Y los dos dijeron:
"Amén, amén".
Y se durmieron en paz.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 127
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos: comerá del fruto de su trabajo, será dichoso, le irá bien.
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.
Su mujer como vid fecunda en medio de su casa; sus hijos, como renuevos de olivo alrededor de su mesa.
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.
Esta es la bendición del que teme al Señor: "Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida".
Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Jesucristo, nuestro salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio.
Aleluya.
Este es el primer mandamiento. El segundo es semejante a éste
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 28b-34
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
"¿Cuál es el primero de todos los mandamientos ?"
Jesús le respondió:
"El primero es: Escucha Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todas tus fuerzas. El segundo es éste: amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos".
El escriba replicó:
"Muy bien, Maestro. Tienes razón cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios".
Jesús, viendo que había respondido muy sensatamente, le dijo:
"No estás lejos del Reino de Dios".
Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Acepta, Señor, los dones que te presentamos para esta Eucaristía a fin de que, a cambio de ofrecerte lo que tú nos has dado, podamos recibir de ti, tu misma vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
El misterio de nuestra salvación en Cristo
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias, Padre santo, siempre y en todo lugar, por Jesucristo, tu Hijo amado. Por él, que es tu Palabra, hiciste todas las cosas; tú nos lo enviaste
para que , hecho hombre por obra del Espíritu Santo y nacido de María, la Virgen, fuera nuestro Salvador y Redentor.
El, en cumplimiento de tu voluntad, para destruir la muerte y manifestar la resurrección extendió sus brazos en la cruz y así adquirió para ti un pueblo santo.
Por eso,
con los ángeles y los santos, proclamamos tu gloria, diciendo:
Mi alma espera al Señor con más ansia que los centinelas el amanecer, porque con el Señor viene la misericordia y la abundancia de su gracia.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Tú que nos has hecho partícipes de la vida de Cristo en este sacramento, transfórmanos, Señor, a imagen de tu Hijo, para que participemos también de su gloria en el cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
9ª semana. Jueves
EL PRIMER MANDAMIENTO
— Adorar al único Dios. La idolatría moderna.
— Razones para amar a Dios. Algunas faltas y pecados contra el primer mandamiento.
— El primer mandamiento abarca todos los aspectos de nuestra vida. Manifestaciones del amor a Dios.
I. El Evangelio de la Misa narra la pregunta de un escriba, quien, lleno de buena voluntad, quiere saber cuál de los preceptos de la ley es el esencial, el más importante1. Jesús ratifica lo que ya había expresado con claridad la Antigua Ley: Escucha, Israel, el Señor Dios nuestro es el único Señor; y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El escriba se identifica plenamente con la enseñanza de Jesús, y a continuación repite despacio las palabras que acaba de oír. El Señor tiene para él una palabra cariñosa que incita a la definitiva conversión: No estás lejos del Reino de Dios.
Este mandamiento, en el que se resumen toda la Ley y los Profetas, comienza por la afirmación de la existencia de un único Dios, y así ha sido recogido en el Credo: credo in unum Deum. Es una verdad conocida por la luz natural de la razón, y el pueblo elegido sabía bien que todos los dioses paganos eran falsos; y, sin embargo, los ídolos fueron para ellos una tentación constante, y una causa frecuente de su alejamiento del Dios verdadero, el que les sacó de la tierra de Egipto. Los Profetas se sentirán impulsados a recordarles la falsedad de aquellas deidades que conocían al ponerse en contacto con naciones cuyo poder y cultura, muy superior a la de ellos, les atraía y deslumbraba. Se trataba de pueblos más ricos, materialmente más avanzados, pero sumidos en la oscuridad de la superstición, de la ignorancia y del error. Con frecuencia, el pueblo elegido no supo apreciar la riqueza incomparable de la revelación, el tesoro de la fe. Dejaron la única Fuente de las aguas vivas para ir a cisternas rotas y agrietadas que ni tenían agua, ni capacidad para retenerla2.
Los antiguos paganos, hombres civilizados para la época en que vivieron, se inventaron ídolos a los que adoraban de formas diversas. Muchos hombres civilizados de nuestros días, nuevos paganos, levantan ídolos mejor construidos y más refinados: parece producirse en nuestros días una verdadera adoración e idolatría3 por todo aquello que se presenta bajo capa de «progreso» o que proporciona más bienestar material, más placer, más comodidad..., con un olvido prácticamente completo de su ser espiritual y de su salvación eterna. Son actuales aquellas palabras de San Pablo en la Carta a los Filipenses: su Dios es el vientre, y su gloria la propia vergüenza, pues ponen el corazón en las cosas terrenas4. Es la idolatría moderna, a la que se ven tentados también muchos cristianos, olvidando el inmenso tesoro de su fe, la riqueza del amor a Dios.
El primer mandamiento del Decálogo se lesiona cuando se prefieren otras cosas a Dios, aunque sean buenas, pues entonces se las está amando desordenadamente. En estos casos, el hombre pervierte la ordenación de las criaturas, usando de ellas para un fin opuesto o distinto de aquel para el que fueron creadas. Al romper el orden divino que el Decálogo nos señala, el hombre ya no encuentra a Dios en la creación; fabrica entonces su propio dios, detrás del cual radicalmente se esconde en su propio egoísmo y soberbia. Más aún, el hombre intenta neciamente colocarse en lugar de Dios, erigirse a sí mismo como fuente de lo que está bien y de lo que está mal, cayendo en la tentación que el demonio puso a nuestros primeros padres: seréis como dioses si no obedecéis los mandatos de Dios5. De aquí la necesidad –porque la tentación es real para cada hombre, para cada mujer– de preguntarnos muchas veces, y lo hacemos hoy en nuestra oración, si verdaderamente Dios es lo primero en nuestra vida, lo más importante, el Sumo Bien, que orienta nuestra conducta y nuestras decisiones. Y esto lo veremos mejor si examinamos el interés que ponemos en conocerle cada vez mejor, pues nadie ama lo que no conoce; si respetamos el tiempo que destinamos a nuestra formación doctrinal-religiosa...; si vivimos un desprendimiento efectivo de los bienes que poseemos o usamos para que nunca se conviertan en el bien primero... Amarás al Señor tu Dios... y a Él solo adorarás: el empeño en seguir el camino que Él quiere para nosotros –la vocación personal de cada uno– es el modo concreto de vivir ese amor y esa adoración.
II. Son muchas y muy poderosas las razones que nos mueven a amar a Dios: porque Él nos sacó de la nada y Él mismo nos gobierna, nos facilita las cosas necesarias para la vida y el sustento...6. Además, esta deuda que tenemos con Él por el mero hecho de existir, se vio aumentada al elevarnos al orden de la gracia y al redimirnos del poder del pecado por la Muerte y Pasión de su Hijo Unigénito y los incontables beneficios y dones que constantemente recibimos de Él: la dignidad de ser hijos suyos y templos del Espíritu Santo... Sería una tremenda ingratitud, si no le agradeciéramos lo que nos ha dado. Más aún –señala Santo Tomás–, sería como si nos fabricáramos otro Dios, como cuando los hijos de Israel, saliendo de Egipto, se hicieron un ídolo7.
El verdadero amor –el humano, y de modo eminente el amor a Dios– ennoblece y enriquece siempre al hombre, le hace parecerse un poco más a su Creador.
La historia personal de cada hombre pone de manifiesto cómo la dignidad y la felicidad, incluso humana, se logran en el camino del amor a Dios, nunca fuera de él; y cuando la razón última de una vida se cifra en cualquier otro motivo se está expuesto a caer bajo el dominio de las propias pasiones. Se ha dicho con verdad que «el camino del infierno es ya un infierno»; se cumplen aquellas palabras del Profeta Jeremías a quienes se sentían deslumbrados por los ídolos de las naciones vecinas: los dioses ajenos -decía el Profeta- no os concederán descanso8.
Dejar de amar a Dios es entrar por una senda en la que una cesión llama a otra, pues quien ofende al Señor «no se detiene en un pecado, sino, por el contrario, es empujado a consentir en otros: quien comete pecado esclavo es del pecado (Jn 8, 34). Por eso no es nada fácil salir de él, como decía San Gregorio: "el pecado que no se extirpa por la penitencia, por su mismo peso arrastra a otros pecados"»9. El amor a Dios lleva a detestar el pecado, a alejarse –con el auxilio de su gracia, con la lucha ascética– de cualquier ocasión en la que pueda haber ofensa a Dios, a hacer penitencia por las faltas y pecados de la vida pasada.
Debemos hacer con frecuencia actos positivos de amor y de adoración al Señor: llenando de contenido cada genuflexión –signo de adoración– ante el Sagrario, o quizá repitiendo las palabras Adoro te devote, o las que decimos al recitar el Gloria en la Santa Misa: Te alabamos, Te bendecimos, Te adoramos, Te glorificamos, Te damos gracias.
Se falta al amor de Dios cuando no se le da el culto debido, cuando no se ora o se ora mal, en las dudas voluntarias contra la fe, en la lectura de libros, periódicos o revistas que atentan a la fe o a la moral, al dar crédito a supersticiones o a doctrinas –aunque se presenten como científicas– que se oponen a la fe, ambas fruto de la ignorancia; al exponerse o exponer a los hijos, a aquellas personas que tenemos a nuestro cuidado a influencias dañinas para la fe o la moral; al desconfiar de Dios, de su poder o de su bondad... «Y este es el índice para que el alma pueda conocer con claridad si ama a Dios o no, con amor puro. Si le ama, su corazón no se centrará en sí misma, ni estará atenta a conseguir sus gustos y conveniencias. Se dedicará a buscar la honra y gloria de Dios y a darle gusto a Él. Cuanto más tiene corazón para sí misma menos lo tiene para Dios»10. Nosotros queremos tener puesto el corazón en el Señor y en las personas y en las tareas que realizamos por Él y con Él.
III. El amor a Dios no solo se expresa dando a Dios el culto que le es debido, de modo particular en la Santa Misa, sino que debe abarcar todos los aspectos de la vida del hombre, y tiene muchas manifestaciones. Amamos a Dios a través de nuestro trabajo bien hecho, del cumplimiento fiel de nuestros deberes en la familia, en la empresa, en la sociedad; con nuestra mente, con el corazón... con el porte exterior, propio de un hijo de Dios... Este mandamiento exige en primer lugar la adoración, dar gloria a Dios, que no es una actividad más entre otras diversas, sino la finalidad última de todas nuestras acciones, incluso de lo que puede parecer más vulgar: ya comáis, ya bebáis, o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios11. Esta actitud fundamental de adoración exige en la práctica hacerlo todo, al menos desear hacerlo, para agradar a Dios: es decir, actuar con rectitud de intención.
El amor a Dios, y el verdadero amor al prójimo, se alimenta en la oración y en los sacramentos, en la lucha constante por superar nuestros defectos, en el empeño por mantenernos en Su presencia a lo largo del día. De modo particular, la Sagrada Eucaristía debe ser la fuente donde se alimente continuamente nuestro amor al Señor. Así podremos decir, con las palabras del Adoro te devote: tibi se cor meum totum subiicit: Te adoro, Señor..., a Ti se somete mi corazón por completo.
Pensemos en qué tenemos puesto el corazón a lo largo del día. Veamos en nuestra oración si tenemos «industrias humanas» para acordarnos mucho del Señor en nuestras jornadas y así amarle y adorarle.
1 Mc 12, 28-34. — 2 Cfr. Jer 2, 13. — 3 Conc. Vat. II, Decr. Apostolicam actuositatem, 7. — 4 Flp 3, 19. — 5 Gen 3, 5. — 6 Catecismo Romano, III, 2, n. 6. — 7Cfr. Santo Tomás, Sobre el doble precepto de la caridad, 1. — 8 Jer 16, 13. — 9Santo Tomás, loc. cit. — 10 San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, 9, 5. — 11 1 Cor10, 31.
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9a. Ord. año impar desp Pentecostés