sábado, 31 de julio de 2010

[uniendo letras:34254] La historia se hace siem­pre desde el presente





El País de hoy:

(Leído y resumido ... ¡si claro y corto ... bueno o mejor!)

 

Santos Juliá (Ferrol, 1940) ha reunido 13 ensayos recientes que vuelven sobre la España del siglo XX y pro­ponen una manera distinta de ver las cosas. Dice:

 

La historia se hace siem­pre desde el presente. Y una cosa es lo que ven en el pasado los que padecieron una dictadura que excluyó a España del mundo y otra, muy diferente, lo que en­cuentran allí quienes vuelven atrás desde una democracia más o menos sólida. Fue­ron, sobre todo, una serie de historiado­res económicos quienes, al volver a estu­diar lo que pasó durante las primeras décadas del siglo XX, comprendieron que no todo había sido aquí un fracaso. Descu­brieron que entonces había ya parlamen­tarios, una cultura floreciente, una clase media viajera, profesionales competen­tes. Y eso significa que la industria y la agricultura tenían por fuerza que haber cambiado.

 

A partir de 1910, aproximadamen­te, se observa que las grandes ciudades prácticamente duplican sus habitantes. Eso significa que el campo se está transformando y ya no necesita tanta mano de obra y significa también que ha surgido una trama de empresas de distinto tama­ño que ofrecen empleo a los que llegan de fuera.

 

Hay una tesis que ha tenido mucha fortuna, la de que España era una socie­dad atrasada, que dependía por comple­to del campo y que carecía de clases me­dias. De esto se deduce que los conflictos terminarían por explotar y que una gue­rra civil era inevitable. Aun reconociendo que en España hubo atraso, en la década de los diez el país empieza a crecer y, en los veinte, ese crecimiento se acelera. Es entonces cuando se produce el golpe de Primo de Rivera, que consigue acabar con el contencioso marroquí pero que no tarda en darle forma a la dictadura a tra­vés de un régimen corporativo, organicista, católico. Lo grave es que, en ese proce­so, la dictadura arrastra a la Corona, que pierde su carácter constitucional.

 

La proclamación de la República fue una gran fies­ta popular. Y se comenzó a gobernar so­bre un equívoco, que todos eran republi­canos, que el pueblo era republicano, y que solo quedaban al margen algunos representantes de esa vieja España que estaba condenada a desaparecer. Así que se llevó al límite el programa: Fuerzas Armadas, reforma agraria, laicismo... Los cambios no gustaron mucho ni al Ejército, ni a la Iglesia, ni a los terratenientes, y muchos pequeños propieta­rios recelaban de la inseguridad jurídica. La reacción se produjo en nombre de la nación española y el Ejército se convirtió en la columna vertebral del golpe de Esta­do de 1936.

        

Las características específicas que tu­vo el franquismo… por lo pronto, Franco bloqueó to­das las transformaciones que se habían iniciado en la sociedad española a partir de 1910. Tras la victoria, surgieron los primeros roces entre la Falange y la Igle­sia, y lo que hubo aquí no fue un régimen fascista, aunque fuera la Falange la que le dio inicialmente su carácter totalitario. Pero el relato que se impuso fue el de la Iglesia y fagocitó el discurso fascista. Es­paña se había salvado como nación cató­lica. Hubo un jefe enviado por Dios y una cruzada con sus mártires: a partir de ahí se montó el mito de la salvación y se orquestó el culto a los caídos en la guerra para frenar la expansión masónica, comu­nista, liberal.

 

La fórmula que se impuso en 1959 cuando el Opus Dei tomó las riendas de la economía fue la de buena administra­ción y poca política. A López Rodó no le interesaban las libertades políticas, que­ría un Estado que funcionara. El impulso democrático vino de los sectores que se opusieron al régimen y, en ese proceso, fue muy importante el papel de la clase obrera, que aprendió las reglas de la de­mocracia cuando negociaba las mejoras de los contratos de trabajo.

 

Los nietos, que no participaron del proceso de reconciliación de la Transición, tienen el sentimiento de que aquí no se ha hecho justicia. Sus referentes son los procesos que se dieron en las transiciones de distintos países de Lati­noamérica, y entienden, que aquí hubo amnesia y olvido. Es un proceso muy complejo, que no se ha sabido gestionar bien. Durante los primeros años de la Transición, hacia 1977-1979, Se habló mucho de las fosas, pero no existía la necesidad de recuperar a los que caye­ron durante la brutal represión franquis­ta. Los alcaldes comunistas y socialistas, que podían haberlo hecho, pensaban en­tonces en el futuro. No había que remover la historia, pensaban, de lo que se trataba era de construir una nueva demo­cracia.

 

(Hoy no es ayer. Ensayos sobre la España del siglo XX. Santos Juliá. RBA. Barcelona. 2010. 384 páginas. 25 euros)

 

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