Si alguna vez te sientes agradecido con Dios por todo lo que te ha
dado. Agrádesele de la siguiente manera:
Si escuchas voces que hablen de enojo e ira. Háblales de
paciencia y comprensión.
Si alguna vez, escuchas descalificativos hacia otras personas.
Habla de que en la escuela de la vida todos somos estudiantes.
Si alguna vez, ves sufrir a los niños por cosas que no entienden.
Háblales de que las lágrimas son el agua bendita que limpia nuestros
ojos para que podamos ver claramente lo que Dios nos tiene preparado
en nuestras vidas.
Si la vida te pusiera en medio de una multitud que te aclama por
tu grandeza, que te pide tu consejo, que te admira por tus obras;
cierra unos minutos tus ojos y eleva a Dios una plegaria de
agradecimiento por permitirte ser el instrumento para que Él
manifieste su grandeza. Pídele que te dé la humildad para aceptar el
amor de las multitudes sin manchar tu alma con el orgullo de obras que
han sido realizadas por Dios a través tuyo.
Si de pronto aquellos a quienes considerabas tus hermanos, o
aquellos a quienes amas, se voltean y te dan la espalda, te devuelven
indiferencia o insultos en respuesta a tus llamados de amor; cierra
tus ojos y refúgiate en tu corazón. Deja que las lágrimas limpien y
sanen lo que tenga que ser sanado. Piensa que los caminos de la vida
son la ruta que hemos de seguir para aprender las lecciones que la
vida nos tiene preparadas.
Si tus pasos te han conducido por el camino de la iluminación y
tus pensamientos están llenos de agradecimiento a tu Padre, si las
respuestas que tu mente y corazón te dan te permiten entender los
misterios de la vida y caminas con la sabiduría de los ancianos; date
un minuto, en medio de esos desbordes de amor, apártate a los rincones
de tu alma y reúnete con Dios. Si lo deseas, llora de felicidad, si lo
deseas, ríe de gozo y plenitud, pero no dejes pasar un día sin que te
encuentres con tu Padre y le manifiestes tu infinita gratitud.
Si al final del camino, sientes que la vida se está acabando para
ti, y crees que es necesario hacer un balance de tus obras; hazlo,
pero date tiempo primero para agradecer a Dios por la oportunidad que
te entregó de poder existir como criatura suya, por la oportunidad de
haber convivido con otros seres iguales a ti; agrádesele por las
lecciones aprendidas y por las olvidadas, por las que dejaste ir y por
las que te dejaron la experiencia que te permitió reír y llorar de las
cosas de la vida.Muéstrate ante Dios con la dignidad de aquél que ha
sabido que a la Tierra venía a aprender, con esa dignidad del que sabe
que Dios no castiga, del que sabe que Dios nos mandó a la Tierra para
que pudiéramos entender la vida y experimentar esa sublime sensación
llamada "Amor".
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