JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 8, 5-17
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún se le acercó un oficial romano rogándole:
"Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama paralítico, y sufre mucho".
Jesús le contestó:
"Voy a curarlo".
Pero el oficial le replicó:
"Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero con que digas una sola palabra mi criado quedará sano.
Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y cuando le digo a uno que se vaya, se va; o a otro que venga, y viene; y si le digo a mi criado que haga algo, lo hace".
Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían:
"Yo les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande. Les aseguro que muchos vendrán de Oriente y de Occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob
en el reino de Dios; en cambio, a los herederos del Reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación".
Jesús le dijo al oficial romano:
"Vuelve a tu casa; que se te cumpla lo que has creído".
Y en aquel momento se curó el criado.
Al llegar Jesús a la casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama con fiebre. Entonces le tomó la mano y desapareció la fiebre; ella se levantó y se puso a servirles.
Al atardecer le trajeron muchos endemoniados; Jesús expulsó a los demonios con su palabra y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo dicho por el profeta Isaías: "El hizo suyas nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te quiero, pero no te quiero ver todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados graves al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
sab 12a. Ordinario año Par
Antífona de Entrada
El Señor es mi protector; él me libro de las manos de mis enemigos y me salvó, porque me ama.
Oración Colecta
Oremos:
Concédenos, Señor, que el curso de los acontecimientos del mundo se desenvuelva, según tu voluntad, en la justicia y en la paz, y que tu Iglesia pueda servirte con tranquilidad y alegría.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Jerusalén, clama al Señor con toda el alma
Lectura del libro de las Lamentaciones 2, 2. 10-14. 18-19
El Señor ha destruido sin piedad todas las moradas de Jacob, en su furor ha destruido las fortalezas de Judá, ha echado por tierra y deshonrado al rey y a sus príncipes.
En el suelo silenciosos están sentados los ancianos de Sión, se han echado ceniza en la cabeza y se han vestido de sayal; humillan su cabeza hasta la tierra las doncellas de Jerusalén.
Mis ojos se consumen de tanto llorar y el dolor me quema las entrañas; la bilis me amarga la boca por el desastre de mi pueblo, al ver que los muchachos y niños de pecho desfallecen en las plazas de la ciudad.
Los niños les preguntan a sus madres:
"¿Dónde hay pan?", y caen sin fuerzas, como heridos, en las plazas de la ciudad, mientras expiran en brazos de sus madres.
¿Con quién podré compararte, Jerusalén?, ¿con quién te podré asemejar? ¿O qué palabras te podré decir para consolarte, virgen, hija de Sión?
Inmensa como el mar es tu desgracia: ¿quién podrá curarte?
Tus profetas te engañaron con sus visiones falsas e insensatas; no te hicieron ver tus pecados para evitarte así el cautiverio, y sólo te anunciaron falsedades e ilusiones. Clama, pues, al Señor con toda el alma; gime, Jerusalén, deja correr a torrentes tus lágrimas, de día y de noche, no te concedas descanso y que no dejen de llorar las niñas de tus ojos.
Levántate y clama al Señor durante toda la noche, derrama como agua tu corazón en la presencia de Dios, alza tus manos hacia él y ruega por la vida de tus pequeñuelos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del salmo 73
No te olvides, Señor, de nosotros.
¿Por qué, Dios nuestro, nos has abandonado y está ardiendo tu cólera contra las ovejas de tu rebaño? Acuérdate de la comunidad que adquiriste desde antiguo, de la tribu que rescataste para posesión tuya, del monte Sión donde pusiste tu morada.
No te olvides, Señor, de nosotros.
Ven a ver estas ruinas interminables: el enemigo ha arrasado todo el santuario; rugieron los agresores en medio de tu asamblea, levantaron sus estandartes.
No te olvides, Señor, de nosotros.
Parecía que se abrían paso a hachazos en medio de la maleza. Con martillos y mazos destrozaron todas las puertas, prendieron fuego a tu santuario, derribaron y profanaron tu morada.
No te olvides, Señor, de nosotros.
Acuérdate de tu alianza, Señor, pues todo el país está lleno de violencia. Que el humilde no salga defraudado y los pobres y afligidos alaben tu nombre.
No te olvides, Señor, de nosotros.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Cristo hizo suyas nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores.
Aleluya.
Evangelio
Que se te cumpla lo que has creído
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 8, 5-17
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún se le acercó un oficial romano rogándole:
"Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama paralítico, y sufre mucho".
Jesús le contestó:
"Voy a curarlo".
Pero el oficial le replicó:
"Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero con que digas una sola palabra mi criado quedará sano.
Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes, y cuando le digo a uno que se vaya, se va; o a otro que venga, y viene; y si le digo a mi criado que haga algo, lo hace".
Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían:
"Yo les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande. Les aseguro que muchos vendrán de Oriente y de Occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob
en el reino de Dios; en cambio, a los herederos del Reino los echarán fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación".
Jesús le dijo al oficial romano:
"Vuelve a tu casa; que se te cumpla lo que has creído".
Y en aquel momento se curó el criado.
Al llegar Jesús a la casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama con fiebre. Entonces le tomó la mano y desapareció la fiebre; ella se levantó y se puso a servirles.
Al atardecer le trajeron muchos endemoniados; Jesús expulsó a los demonios con su palabra y curó a todos los enfermos. Así se cumplió lo dicho por el profeta Isaías: "El hizo suyas nuestras debilidades y cargó con nuestros dolores".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Que este pan y este vino que tú mismo nos das para ofrecértelos nos ayuden, Señor, convertidos en el Cuerpo y Sangre de tu Hijo, a conseguir el premio de la felicidad eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Cristo, huésped y peregrino en medio de nosotros
En verdad es justo darte gracias,
Señor, Padre santo, Dios de la alianza y de la paz, porque tú llamaste a Abrahán y le mandaste salir de su tierra, para constituirlo padre de todas las naciones. tú suscitaste a Moisés para librar a tu pueblo y guiarlo a la tierra de promisión.
Tú, en la etapa final de la historia, has enviado a tu Hijo, como huésped y peregrino en medio de nosotros, para redimirnos del pecado y de la muerte. Y has derramado el Espíritu, para hacer de todas las naciones un solo pueblo nuevo,
que tiene como meta tu reino; como estado, la libertad de tus hijos; y como ley, el precepto del amor.
Por estos dones de tu benevolencia, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos con gozo el himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho, y entonaré un himno de alabanza al Dios altísimo.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Te pedimos, Padre misericordioso, que por este sacramento con que ahora nos fortaleces, nos hagas algún día participar de la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
12ª semana. Sábado
MARíA, CORREDENTORA CON CRISTO
— María, presente en el sacrificio de la Cruz.
— Corredentora con Cristo.
— María y la Santa Misa.
I. A lo largo de la vida terrena de Jesús, su Madre Santa María cumplió la voluntad divina de atenderle con amorosa solicitud: en Belén, en Egipto, en Nazaret. Tuvo con Él todos los cuidados normales que necesitó, iguales a los de cualquier otro niño, y también los desvelos extraordinarios que fueron necesarios para proteger su vida. El Niño creció, entre María y José, en un ambiente lleno de amor sacrificado y alegre, de protección firme y de trabajo.
Más tarde, durante su vida pública, María pocas veces le sigue físicamente de cerca, pero Ella sabía en cada momento dónde se encontraba, y le llegaba el eco de sus milagros y de su predicación. Algunas veces Jesús fue a Nazaret, y estaba entonces más tiempo con su Madre; la mayoría de sus discípulos ya la conocían desde aquella boda en Caná de Galilea1. Salvo el milagro de la conversión del agua en vino, en el que tuvo una parte tan importante, los Evangelistas no señalan que estuviera presente en ningún otro milagro. Tampoco estuvo presente en los momentos en que las gentes desbordaban entusiasmo por su Hijo. "No la veréis entre las palmas de Jerusalén, ni –fuera de las primicias de Caná– a la hora de los grandes milagros.
"—Pero no huye del desprecio del Gólgota: allí está, "juxta crucem Jesu" —junto a la cruz de Jesús, su Madre"2. Ella se encuentra normalmente en Nazaret, en perfecta unión con su Hijo, ponderando en su corazón todo lo que iba ocurriendo; pero en la hora del dolor y del abandono, allí se encuentra María.
Dios la amó de un modo singular y único. Sin embargo, no la dispensó del trance del Calvario, haciéndola participar en el dolor como nadie, excepto su Hijo, haya jamás sufrido. Podría quizá haberse retirado a la intimidad de su casa, lejos del Calvario, en la compañía amable de las mujeres; "al fin y al cabo, nada podía hacer, y su presencia no evitaba ni aliviaba los dolores de su Hijo ni su humillación. Y no lo hizo por la misma razón por la que una madre permanece junto al lecho de su hijo agonizante en lugar de marcharse a distraerse, en vista de que no puede hacer nada para que siga viviendo o deje de sufrir. La Virgen se solidarizó con su Hijo; su amor la llevó a sufrir con Él"3. Poco a poco se fue aproximando a la Cruz; al final, los soldados le permitieron estar muy cerca. Mira a Jesús, y su Hijo la mira. En una estrechísima unión, ofrece a su Hijo a Dios Padre, corredimiendo con Él. En comunión con su Hijo doliente y agonizante, soportó el dolor y casi la muerte; "abdicó de los derechos de madre sobre su Hijo, para conseguir la salvación de los hombres; y para apaciguar la justicia divina, en cuanto dependía de Ella, inmoló a su Hijo, de suerte que se puede afirmar con razón que redimió con Cristo al linaje humano"4.
La Virgen no solo "acompañaba" a Jesús, sino que estaba unida activa e íntimamente al sacrificio que se ofrecía en aquel primer altar. De modo voluntario participaba en la redención de la humanidad, consumando su fiat, que años antes había pronunciado en Nazaret. Por eso, podemos pensar que en cada Misa, centro y corazón de la Iglesia, se encuentra María. En muchas ocasiones nos ayudará esta realidad a vivir mejor el sacrificio eucarístico –uniendo a la entrega de Cristo la nuestra, que también ha de ser holocausto–, sintiéndonos en el Calvario, muy cerca de Nuestra Señora.
II. Desde la Cruz, Jesús confía su Cuerpo Místico, la Iglesia, a Santa María, en la persona de San Juan. Sabía que constantemente necesitaríamos de una Madre que nos protegiera, que nos levantara y que intercediera por nosotros. A partir de ese momento, "Ella lo custodia y custodiará con la misma fidelidad y la misma fuerza con que custodió a su Primogénito: desde el portal de Belén, a través del Calvario, hasta el Cenáculo de Pentecostés, donde tuvo lugar el nacimiento de la Iglesia. María está presente en todas las vicisitudes de la Iglesia (...). De modo muy particular está unida a la Iglesia en los momentos más difíciles de su historia (...). María aparece particularmente cercana a la Iglesia, porque la Iglesia es siempre como su Cristo, primero Niño, y después Crucificado y Resucitado"5.
La Virgen Santa María intercede para que Dios imprima en las almas de los cristianos el mismo afán que puso en la suya, el deseo corredentor de que vuelvan a ser amigos de Dios todos los hombres. "La fe, la esperanza y la ardiente caridad de la Virgen en la cima del Gólgota, que la hacen Corredentora con Cristo de modo eminente, son también una invitación a crecernos, a ser fuertes humana y sobrenaturalmente ante las dificultades externas; a insistir, sin desanimarnos, en la acción apostólica, aunque en alguna ocasión parezca que no hay frutos, o el horizonte aparezca oscurecido por la potencia del mal.
"Luchemos –¡lucha tú!– contra ese acostumbramiento, contra ese ir tirando monótonamente, contra ese conformismo que equivale a la inacción. Mira a Cristo en la Cruz, mira a Santa María junto a la Cruz: ante su mirada se abren cauce, con seguridad pasmosa, la traición, la burla, los insultos...; pero Cristo, y secundando esa acción redentora, María, siguen fuertes, perseverantes, llenos de paz, con optimismo en el dolor, cumpliendo la misión que la Trinidad les ha confiado. Es un aldabonazo para cada uno de nosotros, recordándonos que a la hora del dolor, de la fatiga y de la contradicción más horrenda, Cristo –y tú y yo hemos de ser otros Cristos– da cumplimiento a su misión (...). Me decido a aconsejarte que vuelvas tus ojos a la Virgen, y le pidas, para ti y para todos: Madre, que tengamos confianza absoluta en la acción redentora de Jesús, y que –como tú, Madre– queramos ser corredentores..."6. Participar en la Redención, cooperar en la santificación del mundo, salvar almas para la eternidad: ¿cabe un ideal más grande para llenar toda una vida? La Virgen corredime ahora junto a su Hijo en el Calvario, pero también lo hizo cuando pronunció su fiat al recibir la embajada del Ángel, y en Belén, y en el tiempo que permaneció en Egipto, y en su vida corriente de Nazaret... Como Ella, podemos ser corredentores todas las horas del día, si las llenamos de oración, si trabajamos a conciencia, si vivimos una amable caridad con quienes encontremos en nuestras tareas, en la familia..., si ofrecemos con serenidad las contrariedades que cada día lleva consigo.
III. Jesús, viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a su Madre: Mujer, he ahí a tu hijo7. Era la última donación de Jesús antes de su Muerte; nos dio a su Madre como Madre nuestra.
Desde entonces el discípulo de Cristo tiene algo que le es propio: tiene a María como Madre suya. Su puesto de Madre en la Iglesia será para siempre: Desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa8. Aquella es la hora de Jesús, que inaugura con su Muerte redentora una era nueva hasta el fin de los tiempos. Desde entonces, "si queremos ser cristianos, debemos ser marianos"9; para ser buen cristiano es preciso tener un gran amor a María. La obra de Jesús se puede resumir en dos maravillosas realidades: nos ha dado la filiación divina, haciéndonos hijos de Dios, y nos ha hecho hijos de Santa María.
Un autor del siglo iii, Orígenes, hace notar que Jesús no dijo a María "ese es también tu hijo", sino "he ahí a tu hijo"; y como María no tuvo más hijo que Jesús, sus palabras equivalen a decirle: "ese será para ti en adelante Jesús"10. La Virgen ve en cada cristiano a su hijo Jesús. Nos trata como si en nuestro lugar estuviera Cristo mismo. ¿Cómo se olvidará de nosotros cuando nos vea necesitados? ¿Qué no conseguirá de su Hijo en favor nuestro? Nunca podremos imaginar, ni de lejos, el amor de María por cada uno.
Acostumbrémonos a encontrar a Santa María mientras celebramos o participamos en la Santa Misa. Allí, "en el sacrificio del Altar, la participación de Nuestra Señora nos evoca el silencioso recato con que acompañó la vida de su Hijo, cuando andaba por la tierra de Palestina. La Santa Misa es una acción de la Trinidad; por voluntad del Padre, cooperando con el Espíritu Santo, el Hijo se ofrece en oblación redentora. En ese insondable misterio, se advierte, como entre velos, el rostro purísimo de María: Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa de Dios Espíritu Santo.
"El trato con Jesús, en el Sacrificio del Altar, trae consigo necesariamente el trato con María, su Madre. Quien encuentra a Jesús, encuentra también a la Virgen sin mancilla, como sucedió a aquellos santos personajes –los Reyes Magos– que fueron a adorar a Cristo: entrando en la casa, hallaron al Niño con María, su Madre (Mt 2, 11)"11. Con Ella podemos ofrecer toda nuestra vida –todos los pensamientos, afanes, trabajos, afectos, acciones, amores– identificándonos con los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús12: ¡Padre Santo!, le decimos en la intimidad de nuestro corazón, y lo podemos repetir interiormente durante la Santa Misa, por el corazón Inmaculado de María os ofrezco a Jesús vuestro Hijo muy amado y me ofrezco yo mismo en Él, con Él y por Él a todas sus intenciones y en nombre de todas las criaturas13.
Celebrar o asistir como conviene al Santo Sacrificio del Altar es el mejor servicio que podemos prestar a Jesús, a su Cuerpo Místico y a toda la humanidad. Junto a María, en la Santa Misa estamos particularmente unidos a toda la Iglesia.
1 Cfr. Jn 2, 1-10. — 2 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 507. — 3 F. Suárez, La Virgen Nuestra Señora, p. 294. — 4 Benedicto XV, Epist. Inter sodalicia, 22-V-1918. — 5 K. Wojtyla, Signo de contradicción, pp. 261-262. — 6 A. del Portillo, Carta pastoral 31-V-1987, n. 19. — 7 Jn 19, 26. — 8 Jn 19, 27. — 9 Pablo VI, Homilía 24-IV-1970. — 10 Orígenes, Comentario sobre el Evangelio de San Juan, 1, 4, 23. — 11 San Josemaría Escrivá, La Virgen, en Libro de Aragón, Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja, Zaragoza 1976. — 12 Cfr. Flp 2, 5. — 13 P. M. Sulamitis, Oración de la Ofrenda al Amor Misericordioso, Madrid 1931.
30 de junio
SANTOS PROTOMÁRTIRES ROMANOS*
Memoria
— Ejemplares en medio del mundo.
— Actitud ante las contradicciones.
— Apostolado en toda circunstancia.
I. La fe cristiana llegó muy pronto a Roma, centro en aquellos momentos del mundo civilizado; quizá los primeros cristianos de la capital del Imperio fueron judíos conversos que habían conocido la fe en el mismo Jerusalén o en otras ciudades del Asia Menor evangelizadas por San Pablo. La fe se transmitía de amigo a amigo, entre colegas que tenían la misma profesión, entre los parientes... La llegada de San Pedro, hacia el año 43, significó el fortalecimiento definitivo de la pequeña comunidad romana. A través de Roma, la religión se difundió a muchos lugares del Imperio. La paz interior que se gozaba entonces, la mejora de las comunicaciones, que facilitaba los viajes y la rápida transmisión de ideas y noticias, favoreció la extensión del Cristianismo. Las calzadas romanas, que, partiendo de la Urbe, llegaban hasta los más remotos confines del Imperio, y las naves comerciales que cruzaban regularmente las aguas del Mediterráneo fueron vehículos de difusión de la novedad cristiana por toda la extensión del mundo romano1.
Es difícil describir el proceso de cada persona que se convertía al Cristianismo en aquella Roma del siglo i, como lo sigue siendo ahora, pues cada conversión es siempre un milagro de la gracia y de la correspondencia personal. Influencia decisiva fue sin duda la ejemplaridad cristiana –el bonus odor Cristi2–, que se reflejaba en el modo de trabajar, en la alegría, en la caridad y en la comprensión con todos, en la austeridad de vida y en la simpatía humana... Son hombres y mujeres que, en medio de sus quehaceres diarios, tratan de vivir plenamente su fe. Abarcan todos los estratos de la sociedad: "joven era Daniel; José, esclavo; Aquila ejercía una profesión manual; la vendedora de púrpura estaba al frente de un taller; otro era guardián de una prisión; otro, centurión, como Cornelio, otro estaba enfermo, como Timoteo; otro era un esclavo fugitivo, como Onésimo; y, sin embargo, nada de eso fue obstáculo para ninguno de ellos, y todos brillaron por su virtud: hombres y mujeres, jóvenes y viejos, esclavos y libres, soldados y paisanos"3.
De la caridad y de la hospitalidad de los cristianos romanos nos han dejado un precioso testimonio los Hechos de los Apóstoles, al relatar la acogida que hicieron a Pablo cuando este llegó prisionero a Roma. Los hermanos -dice San Lucas-, al enterarse de nuestra llegada, vinieron desde allí a nuestro encuentro hasta el Foro Apio y Tres Tabernas. Al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró ánimos4. Pablo se sintió confortado por estas muestras de caridad fraterna.
Los primeros cristianos no abandonaban sus quehaceres profesionales o sociales (esto lo harán algunos, por una llamada concreta de Dios, pasados algo más de dos siglos), y se consideraban parte constituyente de ese mundo, del que se sentían sal y luz, con sus vidas y con sus palabras: "lo que es el alma para el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo"5, resumía un escritor de los primeros tiempos.
Nosotros podemos examinar hoy si, como aquellos primeros, somos también ejemplares, hasta tal punto que de hecho movamos a otros a acercarse más a Cristo: en la sobriedad, en los gastos, en la alegría, en el trabajo bien hecho, en el cumplimiento fiel de la palabra dada, en el modo de vivir la justicia con la empresa, con los subordinados y compañeros, en el ejercicio de las obras de misericordia, en que nunca hablamos mal de nadie...
II. Los primeros cristianos encontraron, en ocasiones, graves obstáculos e incomprensiones, que en no pocos casos les llevaron a la muerte por defender su fe en el Maestro. Hoy celebramos el testimonio de los primeros mártires romanos, ocurrida a raíz del incendio de Roma del año 646. Esta catástrofe desencadenó la primera gran persecución. A San Pedro y San Pablo, cuya fiesta celebramos ayer, "se les agregó una gran multitud de elegidos que, padeciendo muchos suplicios y tormentos por envidia, fueron el mejor modelo entre nosotros"7, leemos en un testimonio vivo de los primeros escritos cristianos.
Los obstáculos e incomprensiones con que se encontraban quienes se convertían a la fe no siempre les llevaron al martirio, pero con frecuencia experimentaron en sus vidas las palabras del Espíritu Santo que recoge la Escritura: Y todos los que aspiran a vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución8. A veces, esas actitudes enfrentadas de los paganos contra los seguidores de Jesús provenían de que aquellos no podían soportar la lozanía y resplandor de la vida cristiana. Otras veces, quienes habían recibido la fe tenían el deber de abstenerse de las manifestaciones religiosas tradicionales, estrechamente ligadas a la vida pública, y consideradas incluso como exponentes de fidelidad cívica a Roma y al emperador. En consecuencia, los paganos que abrazaban el Cristianismo se exponían a sufrir incomprensiones y calumnias "por no ser como los demás".
Es más que probable que el Señor no nos pida derramar la sangre por confesar la fe cristiana; aunque, si esto lo permitiera Dios, le pediríamos su gracia para dar la vida en testimonio de nuestro amor a Él. Pero sí encontraremos, de una forma u otra, la contrariedad en formas muy diferentes, pues "estar con Jesús es, seguramente, toparse con su Cruz. Cuando nos abandonamos en las manos de Dios, es frecuente que Él permita que saboreemos el dolor, la soledad, las contradicciones, las calumnias, las difamaciones, las burlas, por dentro y por fuera: porque quiere conformarnos a su imagen y semejanza, y tolera también que nos llamen locos y que nos tomen por necios (...). Así esculpe Jesús las almas de los suyos, sin dejar de darles interiormente serenidad y gozo"9.
Las calumnias, el ver quizá que se nos cierran puertas en lo profesional, amigos o compañeros que vuelven la espalda, palabras despectivas o irónicas..., si el Señor permite que lleguen, nos han de servir para vivir la caridad de modo más heroico con aquellos mismos que no nos aprecian, quizá por ignorancia. Actitud siempre compatible con la defensa justa, cuando sea necesaria, sobre todo cuando se han de evitar escándalos o daños a terceros. Estas situaciones nos ayudarán mucho a purificar los propios pecados y faltas y a reparar por los ajenos, y, en definitiva, a crecer en las virtudes y en el amor al Señor. Dios quiere a veces limpiarnos como se limpia al oro en el crisol. "El fuego limpia el oro de su escoria, haciéndolo más auténtico y más preciado. Lo mismo hace Dios con el siervo bueno que espera y se mantiene constante en medio de la tribulación"10.
Si nos llegan contrariedades y molestias por seguir de cerca a Jesús, hemos de estar especialmente alegres y dar gracias al Señor, que nos hace dignos de padecer algo por Él, como hicieron los Apóstoles. Ellos salían gozosos de la presencia del Sanedrín, porque habían sido dignos de ser ultrajados a causa del nombre de Jesús11. Los Apóstoles recordarían sin duda las palabras del Maestro, como las meditamos nosotros en esta fiesta de los santos mártires romanos de la primera generación: Bienaventurados seréis cuando os injurien y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el Cielo: de la misma manera persiguieron a los profetas que os precedieron12.
III. A pesar de las calumnias burdas, de las infamias, de las persecuciones abiertas, nuestros primeros hermanos en la fe no dejaron de hacer un proselitismo eficaz, dando a conocer a Cristo, el tesoro que ellos habían tenido la suerte de encontrar. Es más, su comportamiento sereno y alegre ante la contradicción, y ante la misma muerte, fue la causa de que muchos encontraran al Maestro.
La sangre de los mártires fue semilla de cristianos13. La misma comunidad romana, después de tantos hombres, mujeres y niños como dieron su vida en esta gran persecución, siguió adelante más fortalecida. Años más tarde escribía Tertuliano: "Somos de ayer y ya hemos llenado el orbe y todas vuestras cosas: las ciudades, las islas, los poblados, las villas, las aldeas, el ejército, el palacio, el senado, el foro. A vosotros solo hemos dejado los templos..."14.
En nuestro propio ámbito, en las actuales circunstancias, si sufrimos alguna contradicción, quizá pequeña, por permanecer firmes en la fe, hemos de entender que de aquello resultará un gran bien para todos. Es entonces, con serenidad, cuando más hemos de hablar de la maravilla de la fe, del inmenso don de los sacramentos, de la belleza y de los frutos de la santa pureza bien vivida. Hemos de entender que hemos elegido "la parte ganadora" en este combate de la vida, y también en la otra que nos espera un poco más adelante. Nada es comparable a estar cerca de Cristo. Aunque no tuviéramos nada, y nos llegaran las enfermedades más dolorosas o las calumnias más viles, teniendo a Jesús lo tenemos todo. Y esto se ha de notar hasta en el porte externo, en el sentido y en la conciencia de ser en todo momento, también en esas circunstancias, la sal de la tierra y la luz del mundo, como nos dijo el Maestro.
San Justino, refiriéndose a los filósofos de su tiempo, afirmaba con verdad que "cuanto de bueno está dicho en todos ellos, nos pertenece a nosotros los cristianos, porque nosotros adoramos y amamos, después de Dios, al Verbo, que procede del mismo Dios ingénito e inefable; pues Él, por amor nuestro, se hizo hombre para participar de nuestros sufrimientos y curarnos"15.
Con la liturgia de la Misa, pedimos hoy: Señor, Dios nuestro, que santificaste los comienzos de la Iglesia romana con la sangre abundante de los mártires, concédenos que su valentía en el combate nos infunda el espíritu de fortaleza y la santa alegría de la victoria16 en este mundo nuestro que hemos de llevar hasta Ti.
1 Cfr. J. Orlandis, Historia de la Iglesia, Palabra, 3ª ed., Madrid 1977, vol. I. p. 11 ss. — 2 2 Cor 2, 15. — 3 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 43, 5. — 4 Hech 28, 15. — 5 Epístola a Diogneto, 6, 1. — 6 Cfr. Tácito, Annales 15, 44. — 7 San Clemente Romano, Carta a los Corintios, 5. — 8 2 Tim 3, 12. — 9 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 301. — 10 San Jerónimo Emiliano, Homilía a sus hermanos de religión, 21-VI-1535. — 11 Hech 5, 41. — 12 Mt 5, 11-12. — 13 Cfr. Tertuliano, Apologético, 50. — 14 Ibídem, 37. — 15 San Justino, Apología, 11, 13. — 16 Misal Romano, Oración colecta de la Misa del día.
* Después de Jerusalén y de Antioquía, Roma fue el núcleo cristiano primitivo más importante. Muchos cristianos provenían de la colonia judía existente en Roma; los más, llegaron del paganismo.
Hoy se conmemora a los cristianos que sufrieron la primera persecución contra la Iglesia bajo el emperador Nerón, después del incendio de Roma en el año 64.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Primeros Mártires de la Santa Iglesia Romana, Santos Mártires, Junio 30
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Adolfo de Osnabrück, Santo Obispo, Junio 30
ObispoMartirologio Romano: En Osnabrück, en Sajonia, san Adolfo, obispo, que abrazó las costumbres cistercienses en el monasterio de Altenkamp (1224). |
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Marcial de Limoges, Santo Obispo, Junio 30
Obispo y ConfesorSan Marcial es un importante santo francés. De acuerdo con una biografía de Saturnino (el primer obispo de Tolosa) Marcial fue el primer obispo de Limoges (sur de Francia). |
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Erentrude, Santa Abadesa, Junio 30
AbadesaEtimológicamente significan "¿que sonríe, risueña?". Viene de la lengua alemana. |
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Fuente: www.cssr.com
Genaro María Sarnelli, Beato Redentorista, Junio 30
Genaro Maria Sarnelli, hijo del Barón de Ciorani, nace en Nápoles el 12 de septiembre de 1702. |
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Fuente: www.mercaba.org
Otón de Bamberg, Santo Obispo, Junio 30
San Otón fue obispo de Bamberg y es llamado el Apóstol de Pomerania . Nació en Suabia, Alemania, y vivió en el siglo XII. Huérfano de padre y madre, enfrentó muchas dificultades para costear sus estudios en filosofía y ciencias humanas. Partió a Polonia para ganarse la vida. Poco a poco se estableció y fundó una escuela que ganó prestigio y le dio buenas ganancias. |
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Fuente: Martirologio Romano
Felipe Powell, Beato Sacerdote y Mártir, Junio 30
En Londres, en Inglaterra, beato Felipe Powell, presbítero de la Orden de San Benito y márti. |
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Fuente: Vatican.va
Basilio Velyckovskyj, Beato Obispo y Mártir, 30 de junio
Obispo de la Iglesia greco-católica ucraniana "clandestina", de la Congregación del Santísimo Redentor (1903-1973). Mártir |
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Fuente: Santopedia.com
Zenon (Zynovij) Kovalyk, Beato Presbítero y Mártir, 30 de junio
Presbítero y MártirMartirologio Romano: En Lviv, en Ucrania, conmemoración del beato Zenon Kovalyk, presbítero de la Congregación del Santísimo Redentor y mártir, que en tiempo de un régimen hostil a Dios alcanzó la palma gloriosa en un día desconocido. (1941) Zynoviy Kovalyk nace el 18 de agosto de 1903 en la aldea de Ivachiv Horishniy cerca de Ternopil, en el seno de una familia campesina y pobre. Antes de hacerse religioso trabaja como maestro de primaria en su aldea. Tiene un carácter fuerte y no llega nunca a componendas con su fe. Desde su infancia, el sueño de Wynoviy es ser sacerdote. Una vez descubierta su vocación a la vida consagrada, Wynoviy Kovalyk entra en los Redentoristas. Profesa el 28 de agosto de 1926; poco después es enviado a Bélgica a fin de completar sus estudios de filosofía y teología. |
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Ladislao de Hungría, Santo Laico, 30 de junio
Rey de Hungría/h3>Martirologio Romano: En Nitra, en los montes Cárpatos, muerte de san Ladislao, rey de Hungría, que restableció en su reino las leyes cristianas dictadas por san Esteban, corrigió las costumbres, dando él mismo ejemplo de virtud, y propagó la fe cristiana en Croacia, que había sido incorporada al reino húngaro, estableciendo la sede episcopal de Zagreb. Murió cuando se disponía a una guerra con Bohemia, siendo enterrado en Varadino, en Transilvania (1095). Ladislao era hijo del rey húngaro Bela I y de la princesa polaca Richeza, hija de Mieszko II de Polonia y santa Riquilda de Lorena y hermano menor del también rey Géza I. Ladislao era miembro de la dinastía de los Árpádes. Fue san Ladislao, quien hizo que fuese canonizado el rey San Esteban. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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