JMJ
Pax
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 17-29
En aquel tiempo, Herodes había mandado apresar a Juan el Bautista y lo había metido y encadenado en la cárcel. Herodes se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía:
"No está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano".
Por eso Herodes lo mandó encarcelar.
Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería quitarle la vida, pero no sabía cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo.
La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea, con motivo de su cumpleaños la hija Herodías bailó durante la fiesta y su baile le gustó a mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven:
"Pídeme lo que quieras y yo te lo daré".
Y le juró varias veces:
"Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".
Ella fue a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?" Su madre le contestó:
"La cabeza de Juan el Bautista".
Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo:
"Quiero que me des ahora mismo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue,
lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su madre.
Al enterarse de esto, lo discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las “palabras de vida eterna” (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=272692
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: “si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). “Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso”. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: “quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación” (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesar pecados graves al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
Dia 29/08 Martirio de san Juan Bautista (blanco)
Antífona de Entrada
Comentaré tus preceptos ante los reyes, Señor, y no me avergonzaré; serán mi delicia tus mandatos, que tanto amo.
Oración Colecta
Oremos:
Señor, Dios nuestro, tú has querido que san Juan Bautista fuese el precursor del nacimiento y de la muerte de tu Hijo; concédenos, por tu intercesión, que, así como él murió mártir de la verdad y la justicia, luchemos nosotros valerosamente por la confesión de nuestra fe.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén
Primera Lectura
Diles todo lo que yo te mando. No temas delante de ellos
Lectura del libro del profeta Jeremías 1, 17-19
En aquellos días, el Señor me dirigió estas palabras:
"Cíñete y prepárate; ponte en pie y diles lo que yo te mando. No temas, no titubees delante de ellos, para que yo no te quebrante.
Mira: hoy te hago ciudad fortalecida, columna de hierro y muralla de bronce, frente a toda esta tierra, así se trate de los reyes de Judea, como de sus jefes, de sus sacerdotes o de la gente del campo; te harán la guerra, pero no podrán contigo, porque yo estoy a tu lado para salvarte".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del Salmo 70
Proclamaré, Señor, tu misericordia.
A ti, Señor, me acojo, que no quede yo nunca defraudado; tú que eres justo, ayúdame y defiéndeme, escucha mi oración y ponme a salvo.
Proclamaré, Señor, tu misericordia.
Sé para mí, refugio y salvación, pues eres tú mi roca y mi baluarte; del poder del inicuo y del violento, ven, Dios mío, a librarme.
Proclamaré, Señor, tu misericordia.
Desde mi juventud, Señor, mi esperanza tú fuiste; desde antes de nacer me apoyé en ti y tú me protegiste.
Proclamaré, Señor, tu misericordia.
Yo proclamaré siempre tu justicia, y tu gran compasión, a todas horas. Me enseñaste a alabarte desde joven y no he dejado de anunciar tus obras.
Proclamaré, Señor, tu misericordia.
Yo proclamaré siempre tu justicia, y tu gran compasión, a todas horas. Me enseñaste a alabarte desde joven y no he dejado de anunciar tus obras.
Proclamaré, Señor, tu misericordia.
Yo proclamaré siempre tu justicia, y tu gran compasión, a todas horas. Me enseñaste a alabarte desde joven y no he dejado de anunciar tus obras.
Proclamaré, Señor, tu misericordia.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos, dice el Señor.
Aleluya.
Evangelio
Quiero que me des ahora mismo, en una charola, la cabeza de Juan el Bautista
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 17-29
En aquel tiempo, Herodes había mandado apresar a Juan el Bautista y lo había metido y encadenado en la cárcel. Herodes se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía:
"No está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano".
Por eso Herodes lo mandó encarcelar.
Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería quitarle la vida, pero no sabía cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo.
La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea, con motivo de su cumpleaños la hija Herodías bailó durante la fiesta y su baile le gustó a mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven:
"Pídeme lo que quieras y yo te lo daré".
Y le juró varias veces:
"Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".
Ella fue a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?" Su madre le contestó:
"La cabeza de Juan el Bautista".
Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo:
"Quiero que me des ahora mismo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue,
lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su madre.
Al enterarse de esto, lo discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Por estos dones que te presentamos, concédenos, Señor, seguir tus caminos rectamente, como san Juan Bautista, voz que clama en el desierto, nos enseñó de palabra y selló con su sangre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Y al celebrar hoy la gloria de Juan el Bautista, Precursor de tu Hijo y el mayor de los nacidos de mujer, proclamamos tu grandeza. Porque él saltó de alegría en el vientre de su madre al llegar el Salvador de los hombres, y su nacimiento fue motivo de gozo para muchos.
El fue escogido entre todos los profetas para mostrar a las gentes el Cordero que quita el pecado del mundo. El bautizó en el Jordán al autor del Bautismo, y el agua viva tiene, desde entonces, poder de salvación para los hombres. Y él dio, por fin, su sangre como supremo testimonio por el nombre de Cristo.
Por eso,
como los ángeles te cantan en el cielo, te aclamamos nosotros en la tierra diciendo sin cesar:
Antífona de la Comunión
Contestó Juan: El tiene que crecer y yo tengo que menguar.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Concédenos, Señor, al celebrar el martirio de san Juan Bautista, comprender y venerar estos sacramentos que hemos recibido y percibir en nosotros su fruto abundante.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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mie 21a. Ordinario año Par
Antífona de Entrada
Acuérdate, Señor de tu alianza; no olvides por más tiempo la suerte de tus pobres. Levántate, Señor, a defender tu causa; no olvides las voces de los que te buscan.
Oración Colecta
Oremos:
Dios eterno y todopoderoso, a quien confiadamente podemos llamar ya Padre nuestro; haz crecer en nuestros corazones el espíritu de hijos adoptivos tuyos, para que podamos gozar, después de esta vida, de la herencia que nos has prometido.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
El que no quiera trabajar, que no coma
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 3, 6-10.16-18
Hermanos: En nombre de Jesucristo, el Señor, les mandamos que se aparten de todo aquel que viva ociosamente y no se porte según la enseñanza que de nosotros recibió. Conocen perfectamente el ejemplo que les hemos dado, porque no hemos vivido ociosamente entre ustedes, ni hemos comido de balde el pan de otros; al contrario, hemos trabajado con esfuerzo y fatiga día y noche para no ser una carga a ninguno de ustedes. ¡Y no por no tener derecho a eso! Pero quisimos darles ejemplo para que nos imitaran. Porque cuando estábamos con ustedes les dábamos esta norma: El que no quiera trabajar, que no coma.
Que el Señor de la paz les conceda la paz siempre y en todas sus formas. El Señor esté con todos ustedes. El saludo es de mi puño y letra. Así firmo yo, Pablo, en todas mis cartas; esta es mi letra. La gracia de nuestro Señor Jesucristo este con todos ustedes.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 127, 1-2.4-5
Dichosos los que respetan al Señor.
Dichoso el que respeta al Señor y sigue sus caminos. Comerás del trabajo de tus manos, serás afortunado y feliz.
Dichosos los que respetan al Señor.
Así será bendecido el hombre que respeta al Señor: Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida.
Dichosos los que respetan al Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
En aquél que cumple la palabra de Cristo, el amor de Dios ha llegado a su plenitud.
Aleluya.
Evangelio
Son hijos de los asesinos de los profetas
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 23, 27-32
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a los escribas y los fariseos:
"¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados; por fuera su apariencia es hermosa, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre! Lo mismo pasa con ustedes: por fuera parecen justos ante los hombres, pero por dentro están llenos de hipocresía y de perversidad.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que edifican sepulcros a los profetas y adornan los mausoleos de los justos! Dicen: "Si hubiéramos vivido en tiempos de nuestros antepasados, no habríamos colaborado en la muerte de los profetas". Con lo cual confirman que son hijos de quienes mataron a los profetas. ¡Completen, pues, lo que sus antepasados comenzaron!"
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, con bondad estos dones que has puesto en manos de tu Iglesia, y con tu poder conviértelos en el sacramento de nuestra salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Restauración universal en Cristo
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
A quien hiciste fundamento de todo y de cuya plenitud quisiste que participáramos todos. El cual, siendo Dios, se anonadó a sí mismo, y por su sangre derramada en la cruz, puso en paz todas las cosas; y así,
constituido Señor del universo, es fuente de salvación eterna para cuantos creen en él.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
Alaba, Jerusalén, al Señor,
porque te alimenta con lo mejor de su trigo.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que la recepción de esta Eucaristía nos confirme, Señor, en tu amor y nos ayude a conseguir la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
† Meditación diaria
21ª semana. Miércoles
AMAR EL PROPIO TRABAJO PROFESIONAL
— El ejemplo de San Pablo.
— La calidad humana del trabajo.
— Amar el propio quehacer profesional.
I. El trabajo es un don de Dios, un gran bien para el hombre, aunque lleve consigo “el signo de un bien arduum, según la terminología de Santo Tomás (...). Y es no solo un bien útil o para disfrutar, sino un bien digno, es decir, que corresponde a la dignidad del hombre, un bien que expresa esta dignidad y la aumenta”1. Una vida sin trabajo se corrompe, y en el trabajo el hombre “se hace más hombre”2, más digno y más noble, si lo lleva a cabo como Dios quiere.
El trabajo es consecuencia del mandato de dominar la tierra3 dado por Dios a la humanidad, que se volvió penoso por el pecado original4, pero que constituye el “quicio de nuestra santidad y el medio sobrenatural y humano apto para que llevemos con nosotros a Cristo y hagamos el bien a todos”5. Es como la columna vertebral del hombre, en la que se sostiene su vida entera, y medio a través del cual hemos de alcanzar la propia santidad y la de los demás. Un descentramiento en el trabajo ordinario, en el quehacer profesional, puede repercutir en toda la vida del hombre; también en sus relaciones con Dios. Por esto, comprendemos bien los males que llevan consigo la pereza, el trabajo mal hecho, la chapuza, las tareas a medio terminar... “El hierro que yace ocioso, consumido por la herrumbre, se torna blando e inútil; mas si se lo emplea en el trabajo, es mucho más útil y hermoso y apenas si le va en zaga por su brillo a la misma plata. La tierra que se deja baldía no produce nada sano, sino malas hierbas, cardos y espinas y árboles infructuosos; mas la que goza de cultivo se corona de suaves frutos. Y, para decirlo en una palabra, todo ser se corrompe por la ociosidad y se mejora por la operación que le es propia”6; el hombre, por su trabajo.
San Pablo, como leemos en la Primera lectura de la Misa7, señala a los primeros cristianos de Tesalónica su manera de comportarse con ellos, mientras les predicaba la Buena Nueva de Jesús: Recordad -les dice- nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie...8“. Y más tarde, en la segunda Carta: Ya sabéis cómo tenéis que imitar mi ejemplo: no viví entre vosotros sin trabajar, nadie me dio de balde el pan que comí, sino que trabajé y me cansé día y noche, a fin de no ser carga para nadie9. El Espíritu Santo, con este ejemplo, nos ha inculcado un principio práctico bien claro a seguir: el que no trabaje, que no coma.
Hoy, en nuestra oración serena y sosegada, hemos de tener presente que este mismo espíritu de laboriosidad, de trabajo intenso, que se vivió entre los primeros cristianos, lo espera también el Señor de nosotros. Uno de los escritos más antiguos nos ha dejado este admirable testimonio: “Todo el que llegue a vosotros en nombre del Señor, sea recibido; luego, examinándole, le conoceréis (...). Si el que llega es un caminante, no permanecerá entre vosotros más de dos días o, si hubiera necesidad, tres. Pero si quiere establecerse entre vosotros, teniendo un oficio, que trabaje y así se alimente. Mas si no tiene oficio, proveed según vuestra prudencia, de modo que no viva entre vosotros ningún cristiano ocioso. Si no quiere hacerlo así, es un traficante de Cristo; estad alerta contra los tales”10.
II. El Señor nos dio, en sus años de Nazaret, un ejemplo admirable de la importancia del trabajo y de la perfección humana y sobrenatural con que hemos de realizar la tarea profesional. “Jesús, creciendo y viviendo como uno de nosotros, nos revela que la existencia humana, el quehacer corriente y ordinario, tiene un sentido divino. Por mucho que hayamos considerado estas verdades, debemos llenarnos siempre de admiración al pensar en los treinta años de oscuridad, que constituyen la mayor parte del paso de Jesús entre sus hermanos los hombres. Años de sombra, pero para nosotros claros como la luz del sol”11. Su misma manera de hablar, las parábolas e imágenes que utilizará después en su predicación revelan a un hombre que ha conocido muy de cerca el trabajo; habla siempre para quien se “afana, para una vida ordinaria en la que rige siempre la ley de la normalidad, la aparición previsible de los mismos problemas para las mismas personas. Este es el ambiente de la predicación de Cristo; sus enseñanzas han quedado gráficamente conectadas con este clima. No era el “filósofo”, ni el “visionario”, sino el artesano. Uno que trabaja, como todos”12.
En San José, nuestro Padre y Señor, encontramos una existencia también llena de trabajo, una vida corriente como la nuestra, y al que en el día de hoy podemos encomendar nuestras tareas profesionales. Él inició a Jesús en su oficio y le enseñó hasta adquirir la maestría de un verdadero profesional en el manejo de la sierra, del escoplo, de la garlopa y del cepillo.
Durante su vida pública, el Maestro llamó a personas habituadas al trabajo: San Pedro, pescador de oficio, volverá de nuevo a sus tareas de pesca apenas se le ofrezca la primera oportunidad13; San Mateo recibirá la llamada para seguir al Señor mientras ejercía su oficio de recaudador de impuestos, y así todos los demás.
Cuando San Pablo se retiró de Atenas y vino a Corinto, encontró allí a un judío llamado Aquila, originario del Ponto, y a su esposa Priscila. Se juntó con ellos. Y como era del mismo oficio, se hospedó en su casa y trabajaba en su compañía, pues eran ambos fabricantes de lonas14. Durante esta estancia de año y medio en Corinto, San Pablo escribe esas exhortaciones exigentes a los cristianos de Tesalónica, convencido de que muchos de los males que se estaban originando en aquella comunidad cristiana se debían a que algunos eran más dados a hablar y a corretear de casa en casa que a ocuparse de su propio trabajo.
Nosotros debemos examinar con frecuencia la calidad humana de nuestro quehacer: si lo comenzamos y lo terminamos según el horario previsto, aunque alguno de nuestros compañeros, o todos, por las razones que sea, no lo vivieran; si lo hacemos con orden, no dejando para el final, sin razón, lo más costoso, lo menos grato; si trabajamos con intensidad, aprovechando las horas, procurando evitar conversaciones, llamadas por teléfono inútiles o menos necesarias; si tenemos afán de mejorar en ese trabajo con el estudio oportuno, procurando estar al día en las nuevas cuestiones que surgen en toda profesión; si nos excedemos, como ocurre con aquello que amamos, pero con temple y rectitud, sin detrimento del tiempo que debemos a la familia, a los hermanos, al apostolado, a la propia formación... Pensemos también si cuidamos los instrumentos que utilizamos, sean nuestros o de la empresa. Contemplemos a Jesús en su taller de Nazaret, pidamos al Señor entrar allí con los ojos de la fe, y veremos entonces si nuestro trabajo tiene la calidad y la hondura que Él pide a quienes le siguen.
III. Hemos de amar y cuidar la propia tarea porque es un mandato de nuestro Padre Dios. Con el trabajo ordinario se desarrolla la personalidad, se gana lo necesario para las necesidades de la familia y de uno mismo, y para ayudar a obras buenas de apostolado, de formación, etc. Hemos de amarlo, y ha de ser a la vez materia de oración, porque, además, el trabajo es uno de los más altos valores humanos, medio con el que cada uno debe contribuir al progreso de la sociedad y, sobre todo, porque es camino de santidad. Cada día podemos llevar al Señor tantas cosas que procuramos estén bien hechas: el estudiante podrá ofrecer horas de estudio intensas y completas; la madre de familia presentará el desvelo eficaz por sus hijos, por el marido, el cuidado de los mil detalles que hacen de su casa un verdadero hogar; el médico, junto a la competencia profesional, el trato amable y acogedor con los pacientes; la enfermera, esas horas llenas de un continuo servicio, como si cada uno de los enfermos fuera el mismo Cristo... En la realización del trabajo surgirán con frecuencia peticiones de ayuda al Señor, acciones de gracias, deseos de dar gloria a Dios con aquello que tenemos entre manos...
Los cristianos corrientes, los laicos, no nos santificamos a pesar del trabajo, sino a través del trabajo; encontramos al Señor en las variadas incidencias que lo componen, unas agradables y otras menos, el campo en el que se ejercitan las virtudes humanas y las sobrenaturales.
El amor al propio quehacer profesional nos llevará frecuentemente a permanecer, quizá muchos años o toda la vida, en la misma tarea. Ello no achica la sana ambición de procurar ascender y conseguir una situación o un puesto de trabajo mejor. Pero ese deseo legítimo, que forma parte de la buena mentalidad profesional, no debe ocasionar intranquilidad ni desasosiego, como si el éxito profesional y ganar dinero fueran los móviles únicos o predominantes. Los cristianos no debemos medir los trabajos solo por el dinero, como si esto fuera lo único que en definitiva importara. La profesión es el lugar donde se desarrolla y perfecciona la propia personalidad, es un modo de servir a otras personas, el medio para colaborar al progreso social y donde encontramos a Dios15. Y todo eso hay que valorarlo al juzgar el propio trabajo profesional.
San Pablo, como otros muchos hombres, dedicaba un tiempo a trabajar para ganarse el pan. En su trabajo profesional seguía siendo el Apóstol de las gentes, el elegido por Dios, y se servía de su misma profesión para acercar a otros a Cristo. Así hemos de hacer nosotros, cualquiera que sea nuestro oficio y nuestro lugar en la sociedad. Y si nos tocara estar impedidos o enfermos, esas mismas circunstancias deben ser luz, quizá incluso más brillante, para que otros muchos vean el camino que lleva a Dios y se sientan movidos a seguirlo.
1 Juan Pablo II, Enc. Laborem exercens, 14-IX-1981, I, 9. — 2 Ibídem. — 3 Cfr. Gen1, 28. — 4 Cfr. Gen 3, 17. — 5 San Josemaría Escrivá, Carta 14-II-1950. — 6 San Juan Crisóstomo, Homilía sobre Priscila y Aquila. — 7 Primera lectura. Año 1. 1 Tes 2, 9-13; Año II. 2 Tes 3, 6-10, 16-18. — 8 1 Tes 2, 9. — 9 2 Tes 3, 7-8. — 10 Didaché oDoctrina de los Doce Apóstoles, en Padres Apostólicos griegos, BAC, Madrid 1950, 12, 2-4 — 11 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 14. — 12 R. Gómez Pérez,La fe y los días, Palabra, Madrid 1973, p. 20. — 13 Cfr. Jn 21, 3. — 14 Cfr. Hech 18, 1-3. — 15 Cfr. Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 34.
29 de agosto
MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA*
Memoria
— Fortaleza de Juan.
— Su martirio.
— Llevar con alegría las contradicciones que podamos encontrar por seguir fielmente a Cristo.
I. Comentaré tus preceptos ante los reyes, Señor, y no me avergonzaré; serán mi delicia tus mandatos, que tanto amo1.
El día 24 de junio celebró la Iglesia el nacimiento de San Juan Bautista; hoy conmemora su dies natalis, el día de su muerte, ordenada por Herodes. Este rey, como lo llama San Marcos, es uno de los personajes más tristes del Evangelio. Durante su gobierno Cristo predicó y se manifestó como el Mesías esperado. También tuvo la ocasión de conocer a Juan, el encargado de señalar al Mesías: Este es el Cordero de Dios, había indicado a algunos de sus discípulos. Herodes llegó incluso a oírle con gusto2. Y por él podía haber conocido a Jesús, a quien mostró deseos de ver. Pero cometió la enorme injusticia de mandar decapitar al que le podía haber llevado hasta Él. La inmoralidad de sus costumbres, sus malas pasiones, le cegaron para descubrir la Verdad y no solamente le llevaron a cometer este gran crimen, sino que cuando realmente se encontró frente a frente con el Señor de cielos y tierra3, con gran ceguera de mente y de corazón, pretendió que entretuviera con alguno de sus prodigios a él y a sus amigos.
San Juan predicaba a cada cual lo que necesitaba: a la multitud del pueblo, a los publicanos, a los soldados4; a los fariseos y saduceos5, y al mismo Herodes. Con su ejemplo humilde, íntegro y austero, avalaba su testimonio sobre el Mesías, que ya había llegado6. Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano7. Y no temió a los grandes y a los poderosos, ni le importaron las consecuencias de sus palabras. Tenía presente en su alma la advertencia del Señor al Profeta Jeremías, que hoy nos recuerda la Primera lectura de la Misa:Tú cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que Yo te mando. No les tengas miedo, que si no, Yo te meteré miedo de ellos. Mira: Yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo; lucharán contra ti, pero no te podrán, porque Yo estoy contigo para librarte8.
El Señor nos pide también a nosotros esa fortaleza y coherencia en lo ordinario, para que sepamos dar un testimonio sencillo, a través, en primer lugar, de una vida ejemplar, y también con la palabra, manifestando nuestro amor a Cristo y a su Iglesia, sin miedos ni respetos humanos.
II. San Marcos nos narra cómo el tetrarca había mandado prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, a la cual había tomado como mujer9. Herodías odiaba a Juan porque este reprochaba a Herodes su ilegítima unión y el escándalo notorio para el pueblo; por esto, buscaba la ocasión para matarlo. Pero Herodes temía a Juan, sabiendo que era un varón justo y santo, y le protegía, y al oírlo tenía muchas dudas pero le escuchaba con gusto. La ocasión se presentó cuando el rey dio un banquete en su cumpleaños, al que invitó a los hombres principales de la región. Bailó la hija de Herodías delante de todos, y gustó a Herodes y a los comensales. Entonces el rey le prometió: Pídeme lo que quieras y te lo daré. Y le juró varias veces: Cualquier cosa que me pidas te daré, aunque sea la mitad de mi reino. Y por instigación de su madre, le demandó la cabeza de Juan el Bautista. El rey se entristeció; pero, a causa del juramento y de los comensales, no quiso contrariarla. Los discípulos del Bautista recogieron luego su cuerpo y lo pusieron en un sepulcro. Muchos de ellos, con toda seguridad, serían más tarde fieles seguidores de Cristo.
Juan lo dio todo por el Señor: no solo dedicó todos sus esfuerzos a preparar su llegada y a los primeros discípulos que tendría el Maestro, sino la vida misma. “No debemos poner en duda comenta San Beda- que San Juan sufrió la cárcel y las cadenas y dio su vida en testimonio de nuestro Redentor, de quien fue precursor, ya que si bien su perseguidor no lo forzó a que negara a Cristo, sí trató de obligarlo a que callara la verdad: ello fue suficiente para afirmar que murió por Cristo (...). Y la muerte que de todas maneras había de acaecerle por ley natural era para él algo deseable, teniendo en cuenta que la sufría por la confesión del nombre de Cristo y que con ella alcanzaría la palma de la vida eterna. Bien lo dice el Apóstol: Dios os ha dado la gracia de creer en Jesucristo y aun de padecer por Él. El mismo Apóstol explica, en otro lugar, por qué sea un don el hecho de sufrir por Cristo: los padecimientos de esta vida presente tengo por cierto que no son nada en comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros”10.
A lo largo de los siglos, quienes han seguido de cerca a Cristo se han alegrado cuando por su fe han tenido que sufrir persecución, tribulaciones o contrariedades. Muchos han sido los que siguieron el ejemplo de los Apóstoles: después que fueron azotados, los conminaron a no hablar del nombre de Jesús y los soltaron. Ellos salían gozosos de la presencia del Sanedrín porque habían sido dignos de ser ultrajados a causa del Nombre11. Y, lejos de vivir acobardados y temerosos, todos los días, en el Templo y en las casas, no cesaban de enseñar y anunciar el Evangelio12. Seguramente se acordaron de las palabras del Señor, recogidas por San Mateo: Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el Cielo: de la misma manera persiguieron a los profetas que os precedieron13.
¿Vamos nosotros a entristecernos o a quejarnos si alguna vez tenemos que padecer algo por nuestra fe, o por ser fieles a la llamada que hemos recibido del Señor?
III. La historia de la Iglesia y de sus santos nos muestra cómo todos aquellos que han querido seguir de cerca las pisadas de Cristo se han encontrado, de un modo u otro, con la Cruz y la contradicción. Para subir al Calvario y corredimir con Cristo no se encuentran caminos fáciles y cómodos. Ya en los primeros tiempos, San Pedro escribe a los cristianos, dispersos por todas partes, una Carta con acentos claros de consuelo por lo que sufrían. No se trataba de la persecución sangrienta que vendría más tarde, sino de la situación incómoda en la que muchos se encontraban por ser consecuentes con su fe: unas veces era en el ámbito familiar, donde los esclavos tenían que soportar las injusticias de sus amos14 y las mujeres intolerancias de sus maridos15; otras, eran calumnias o injurias, o discriminaciones... San Pedro les recuerda que las contrariedades que padecen no son inútiles: han de servirles para purificarse, sabiendo que Dios es quien juzga, no los hombres. Sobre todo, han de tener presente que a imitación de Jesucristo atraerán muchos bienes, incluso la fe, a sus mismos perseguidores, como así sucedió. Les llama bienaventurados y les anima a soportar con gozo los sufrimientos. Les hace considerar que el cristiano está incorporado a Cristo y participa de su misterio pascual: por sus padecimientos participa de su Pasión, Muerte y Resurrección. Él es el que da sentido y plenitud a la Cruz de cada día16.
Desde San Juan el Bautista, muchos han sido los que han dado la vida por su fidelidad a Cristo. También hoy. “El entusiasmo que Jesús despertó entre sus seguidores y la confianza que infundió el contacto inmediato con Él, se conservaron vivos en la comunidad cristiana y constituyeron la atmósfera en la que vivían los primeros cristianos; era la que otorgaba a su fe denuedo y firmeza... Jesucristo tiene a su favor el testimonio de una historia casi bimilenaria. El cristianismo ha producido frutos buenos y magníficos. Ha penetrado en el interior de los corazones, a pesar de todas las oposiciones externas y todas las resistencias ocultas. El cristianismo ha cambiado el mundo y se ha convertido en la salvaguarda de todos los valores nobles y sagrados. El cristianismo ha superado con el mayor éxito la prueba de su persistencia de la cual habló un día Gamaliel (Hech 5, 28). No es, por tanto, obra de los hombres, ya que, de ser así, se hubiera desmoronado y extinguido hace ya mucho tiempo”17. Por el contrario, vemos la fuerza que la fe y el amor a Cristo tiene en nuestras almas y en millones de corazones que le confiesan y le son fieles, a pesar de dificultades y contradicciones, a veces graves y difíciles de llevar.
Es muy posible que el Señor no nos pida a nosotros una confesión de fe que nos lleve a la muerte por Él. Si nos la pidiera, la daríamos con gozo. Lo normal será, quizá, que quiera de cada uno la paz y la alegría en medio de las resistencias que opone a la fe un ambiente muchas veces pagano: la calumnia, la ironía, el ser dejados a un lado... Nuestro gozo será grande aquí en la tierra, y mucho más en el Cielo. Estos inconvenientes los vemos también con sentido positivo. “Crécete ante los obstáculos. La gracia del Señor no te ha de faltar: “inter medium montium pertransibunt aquae!” ¡pasarás a través de los montes!”18. Pero hace falta fe, “fe viva y penetrante. Como la fe de Pedro. Cuando la tengas lo ha dicho Él apartarás los montes, los obstáculos, humanamente insuperables, que se opongan a tus empresas de apóstol”19. Además, nunca nos faltará el consuelo de Dios. Y si alguna vez se nos hace más duro el caminar cerca de Cristo acudiremos a Nuestra Señora, Auxilio de los cristianos, y nos dará amparo y cobijo.
1 Antífona de entrada. Sal 118, 46-47. — 2 Mc 6, 17-20. — 3 Lc 23, 6-9. — 4 Lc 3, 10-14. — 5 Mt 3, 7-12. — 6 Jn 1, 29; 36-37. — 7 Mc 6, 18. — 8 Jer 1, 17-19. — 9 Mc6, 17 ss. — 10 Liturgia de las Horas, Segunda lectura. San Beda, Homilía 23. — 11Hech 5, 40-41. — 12 Hech 5, 42. — 13 Mt 5, 11-12. — 14 Cfr. 1 Pdr 2, 18-25. — 15Cfr. 1 Pdr 3, 1-3. — 16 Cfr. Sagrada Biblia, Epístolas Católicas, EUNSA, Pamplona 1988, pp. 116-117. — 17 A. Lang, Teología fundamental, Rialp, Madrid 1966, vol. 1, pp. 319-320. — 18 Cfr. San Josemaría Escrivá, Camino, n. 12. — 19 Ibídem, n. 489.
* San Juan es el único santo de quien la Iglesia conmemora el nacimiento y la muerte. Con su ejemplo lleno de fortaleza, el Precursor nos enseña a cumplir, a pesar de todos los obstáculos, la misión que cada uno hemos recibido de Dios.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
El martirio de San Juan Bautista
Año 30
Señor: te rogamos por tantas parejas que viven sin casarse y en pecado. Perdónales y concédeles la verdadera conversión. Y te suplicamos que nunca dejes de enviarnos valientes predicadores, que como Juan Bautista no dejen a los pecadores estar tranquilos en su vida de pecado por que los puede llevar a la perdición, y que despierten las conciencias de sus oyentes para que cada uno prefiera morir antes que pecar.
El evangelio de San Marcos nos narra de la siguiente manera la muerte del gran precursor, San Juan Bautista: "Herodes había mandado poner preso a Juan Bautista, y lo había llevado encadenado a la prisión, por causa de Herodías, esposa de su hermano Filipos, con la cual Herodes se había ido a vivir en unión libre. Porque Juan le decía a Herodes: "No le está permitido irse a vivir con la mujer de su hermano". Herodías le tenía un gran odio por esto a Juan Bautista y quería hacerlo matar, pero no podía porque Herodes le tenía un profundo respeto a Juan y lo consideraba un hombre santo, y lo protegía y al oírlo hablar se quedaba pensativo y temeroso, y lo escuchaba con gusto".
"Pero llegó el día oportuno, cuando Herodes en su cumpleaños dio un gran banquete a todos los principales de la ciudad. Entró a la fiesta la hija de Herodías y bailó, el baile le gustó mucho a Herodes, y le prometió con juramento: "Pídeme lo que quieras y te lo daré, aunque sea la mitad de mi reino".
La muchacha fue donde su madre y le preguntó: "¿Qué debo pedir?". Ella le dijo: "Pida la cabeza de Juan Bautista". Ella entró corriendo a donde estaba el rey y le dijo: "Quiero que ahora mismo me des en una bandeja, la cabeza de Juan Bautista".
El rey se llenó de tristeza, pero para no contrariar a la muchacha y porque se imaginaba que debía cumplir ese vano juramento, mandó a uno de su guardia a que fuera a la cárcel y le trajera la cabeza de Juan. El otro fue a la prisión, le cortó la cabeza y la trajo en una bandeja y se la dio a la muchacha y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse los discípulos de Juan vinieron y le dieron sepultura (S. Marcos 6,17).
Herodes Antipas había cometido un pecado que escandalizaba a los judíos porque esta muy prohibido por la Santa Biblia y por la ley moral. Se había ido a vivir con la esposa de su hermano. Juan Bautista lo denunció públicamente. Se necesitaba mucho valor para hacer una denuncia como esta porque esos reyes de oriente eran muy déspotas y mandaban matar sin más ni más a quien se atrevía a echarles en cara sus errores.
Herodes al principio se contentó solamente con poner preso a Juan, porque sentía un gran respeto por él. Pero la adúltera Herodías estaba alerta para mandar matar en la primera ocasión que se le presentara, al que le decía a su concubino que era pecado esa vida que estaban llevando.
Cuando pidieron la cabeza de Juan Bautista el rey sintió enorme tristeza porque estimaba mucho a Juan y estaba convencido de que era un santo y cada vez que le oía hablar de Dios y del alma se sentía profundamente conmovido. Pero por no quedar mal con sus compinches que le habían oído su tonto juramento (que en verdad no le podía obligar, porque al que jura hacer algo malo, nunca le obliga a cumplir eso que ha jurado) y por no disgustar a esa malvada, mandó matar al santo precursor.
Este es un caso típico de cómo un pecado lleva a cometer otro pecado. Herodes y Herodías empezaron siendo adúlteros y terminaron siendo asesinos. El pecado del adulterio los llevó al crimen, al asesinato de un santo.
Juan murió mártir de su deber, porque él había leído la recomendación que el profeta Isaías hace a los predicadores: "Cuidado: no vayan a ser perros mudos que no ladran cuando llegan los ladrones a robar". El Bautista vio que llegaban los enemigos del alma a robarse la salvación de Herodes y de su concubina y habló fuertemente. Ese era su deber. Y tuvo la enorme dicha de morir por proclamar que es necesario cumplir las leyes de Dios y de la moral. Fue un verdadero mártir.
Una antigua tradición cuenta que Herodías años más tarde estaba caminando sobre un río congelado y el hielo se abrió y ella se consumió hasta el cuello y el hielo se cerró y la mató. Puede haber sido así o no. Pero lo que sí es histórico es que Herodes Antipas fue desterrado después a un país lejano, con su concubina. Y que el padre de su primera esposa (a la cual él había alejado para quedarse con Herodías) invadió con sus Nabateos el territorio de Antipas y le hizo enormes daños. Es que no hay pecado que se quede sin su respectivo castigo.
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Fuente: Clairval.com
María de la Cruz (Juana) Jugan, Santa Fundadora, 29 de agosto
Fundadora de la Martirologio Romano: En Renes, en Francia, beata María de la Cruz (Juana) Jugan, virgen, que fundó la Congregación de las Hermanitas de los Pobres, para pedir limosna por Dios para los pobres, y expulsada injustamente de la dirección del Instituto, pasó el resto de su vida en la oración y en la humildad (1879). |
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Eufrasia del Sagrado Corazón de Jesús Eluvathingal, Beata Carmelita Indú, 29 de agosto
Mártir Nació el 17 de octubre de 1877 en la aldea de Kattoor (India), en la parroquia de Edathuruthy, que formaba parte del entonces vicariato de Trichur (posteriormente pasó a ser diócesis y fue dividida) y que actualmente pertenece a la diócesis de Irinjalakuda. Era hija de Antony y Kunjethy de Eluvathingal Cherpukaran. Fue bautizada con el nombre de Rose. |
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Fuente: Santiebeati.it
Sancja Szymkowiak, Beata Religiosa, 29 de agosto
Religiosa Martirologio Romano: En Poznan, ciudad de Polonia, beata Sancja (Joanina) Szymkowiak, virgen, de la Congregación de la Hijas de la Bienaventurada Virgen María de los Dolores, que, en medio de las dificultades de la guerra, se ocupó con gran entrega de los detenidos en las cárceles (1942). Sor Sancja Szymkowiak, nació el 10 de julio de 1910 en Możdżanów (Ostrów Wielkopolski, Polonia). Fue la última de los hijos que tuvieron Agostino y Maria Duchalska, luego de haber procreado a cuatro varones, de los que uno se hiso sacerdote. El día del bautismo recibió el nombre de Giannina. De su familia, acomodada e intensamente creyente, recibe una sólida educación. Desde la primera juventud se distinguió por la excepcional bondad y la auténtica devoción, fascinando con su serenidad y sencillez. Después de la escuela superior estudió en la Facultad de Lenguas y Literatura Extranjeras en la universidad de Poznan, empeñándose intensamente tanto en el crecimiento intelectual como en el espiritual. Toma parte activa en la Asociación Mariana, desarrollando un apostolado discreto y eficaz y transmitiéndoles a los jóvenes la alegría de vivir. Encuentra tiempo para prestarle atención a todo, de modo particularmente sensible en ayudar a los más débiles y abatidos, se dedica con fervor a las obras de caridad en el barrio más pobre de la ciudad. La eucaristía fue el centro y el manantial de su gran celo apostólico. |
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Sabina de Roma, Santa Mártir, 29 de agosto
Mártir Martirologio Romano: En Roma, conmemoración de santa Sabina, cuya iglesia titular construida en el monte Aventino lleva su venerable nombre (122-132).
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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