viernes, 28 de junio de 2013

[ † ] Solemnidad de San Pedro y San Pablo. 29/06/2013. En su día, lo que más agrada a María, es la Misa matutina.


JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-19

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, de camino hacia la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
"¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?"
Ellos le contestaron:
"Unos que Juan el Bautista; otros que Elías; otros que Jeremías o uno de los profetas".
Jesús les preguntó:
"Y según ustedes, ¿quién soy yo?"
Simón Pedro respondió:
"Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Jesús le dijo:
"Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque eso no te lo ha revelado ningún mortal, sino mi Padre que está en los cielos. Yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no podrá contra ella. Te daré las llaves del Reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

San Pedro y San Pablo (29 jun)

Antífona de Entrada

Estos son los que, mientras estuvieron en la tierra, con su sangre plantaron la Iglesia: bebieron el cáliz del Señor y lograron ser amigos de Dios.

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Dios nuestro, tú que nos llenas de santa alegría en la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, haz que tu Iglesia se mantenga siempre fiel a las enseñanzas de estos apóstoles, de quienes recibió el primer anuncio de la fe. 
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Ahora sí estoy seguro de que el Señor envió a su ángel, para librarme de las manos de Herodes

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 12, 1-11

En aquellos días, el rey Herodes inició una persecución contra algunos miembros de la Iglesia. Mandó ejecutar a Santiago, hermano de Juan, y, viendo que este modo de proceder agradaba a los judíos, se propuso arrestar también a Pedro. En aquellos días se celebraba la fiesta de la pascua. Así que lo detuvo, lo metió en la cárcel y encomendó su custodia a cuatro escuadras de soldados, con intención de hacerlo comparecer ante el pueblo después de la pascua. Mientras Pedro estaba en la cárcel, la Iglesia oraba sin cesar a Dios por él.
La noche anterior al día en que Herodes pensaba hacerlo comparecer, estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, atado con dos cadenas, mientras dos guardias vigilaban la puerta de la cárcel. En esto, el ángel del Señor se presentó y un resplandor iluminó la celda. El ángel despertó a Pedro tocándole el costado y le dijo:
"¡Rápido, levántate!"
Y las cadenas se le cayeron de las manos. El ángel le dijo:
"Vístete y ponte las sandalias".
Pedro lo hizo así, y el ángel le dijo:
"Cúbrete con tu manto y sígueme".
Pedro salió detrás de él, sin darse cuenta de que era realidad aquello que sucedía por intervención del ángel; pensaba más bien que se trataba de una visión. Después de pasar la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que da a la calle, y se les abrió sola. Salieron y llegaron al final de la calle; de pronto, el ángel desapareció de su lado. Y Pedro, volviendo en sí, dijo:
"Ahora me doy cuenta de que el Señor ha enviado a su ángel, para librarme de Herodes y de todo lo que los judíos tramaban contra mí".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 33, 2-3.4-5.6-7.8-9

El Señor me libró de todos mis temores.

Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca. Mi ser se gloría en el Señor, que los humildes lo oigan y se alegren.
El Señor me libró de todos mis temores.

Engrandezcan conmigo al Señor, ensalcemos juntos su nombre. Busqué al Señor y él me respondió, me libró de todos mis temores.
El Señor me libró de todos mis temores.

Miren hacia él, quedarán radiantes, y la vergüenza no cubrirá sus rostros. Cuando el humilde invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de todas sus angustias.
El Señor me libró de todos mis temores.

El ángel del Señor viene a acampar en trono a sus fieles y los protege. Gusten y vean qué bueno es el Señor, dichoso el hombre que se refugia en él.
El Señor me libró de todos mis temores.

Segunda Lectura

Ahora sólo espero la corona merecida

Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8.17-18

Querido hermano: Yo estoy a punto de ofrecer mi vida, y el momento de mi partida es inminente. He combatido el buen combate, he concluido mi carrera, he conservado la fe. Sólo me queda recibir la corona de la salvación, que aquel día me dará el Señor, juez justo, y no sólo a mí, sino también a todos los que esperan con amor su venida gloriosa.
El Señor estuvo a mi lado y me fortaleció, para que el mensaje fuera plenamente anunciado por mí, y lo escucharan todos los paganos. Fui librado de la boca del león. El Señor me librará de todo mal y me dará la salvación en su reino celestial. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, Aleluya.
Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y los poderes del infierno no 
prevalecerán sobre ella, dice el Señor. 
Aleluya.

Evangelio

Tú eres Pedro y yo te daré las llaves del Reino de los cielos

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-19

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, de camino hacia la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
"¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?"
Ellos le contestaron:
"Unos que Juan el Bautista; otros que Elías; otros que Jeremías o uno de los profetas".
Jesús les preguntó:
"Y según ustedes, ¿quién soy yo?"
Simón Pedro respondió:
"Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Jesús le dijo:
"Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque eso no te lo ha revelado ningún mortal, sino mi Padre que está en los cielos. Yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la muerte no podrá contra ella. Te daré las llaves del Reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Celebrante:
En el gozo de la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, imploremos la misericordia divina para con la Iglesia, edificada sobre la roca de Pedro, y pidamos por el mundo entero, iluminado por la predicación de Pablo:
(Respondemos a cada petición: Te rogamos que nos escuches).

Para que el santo Padre, el Papa, gobierne con la sabiduría del Espíritu y la firmeza de la fe apostólica a la Iglesia del Dios vivo, roguemos al Señor.
Te rogamos que nos escuches.

Para que Dios, que envió a san Pablo a los paganos para anunciarles el mensaje de salvación, envíe también hoy misioneros que proclamen el Evangelio a los pueblos que lo desconocen, roguemos al Señor. 
Te rogamos que nos escuches.

Por los que sufren persecuciones y por los que están encarcelados a causa de su fe, para que con la oración perseverante de la Iglesia obtengan su libertad, roguemos al Señor. 
Te rogamos que nos escuches.

Para que quienes nos encontramos hoy reunidos aquí, perseveremos cimentados firmemente en la doctrina apostólica y en la integridad de la fe y anunciemos a Cristo al mundo, roguemos al Señor. 
Te rogamos que nos escuches.

Celebrante:
Protege, Señor, a este pueblo que te busca sinceramente y, por la intercesión de los santos apóstoles Pedro y Pablo, concédele los bienes que te ha pedido. 
Por Jesucristo, nuestro Señor. 
Amén.

Oración sobre las Ofrendas

Haz, Señor, que la oración de tus apóstoles acompañe esta ofrenda que te presentamos y nos vuelva agradables a ti al celebrar este santo sacrificio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

La doble misión de san Pedro y san Pablo en la Iglesia

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso, y eterno por Cristo, Señor nuestro.
Porque en los apóstoles Pedro y Pablo has querido dar a tu Iglesia un motivo de alegría: Pedro fue el primero en confesar la fe; Pablo, el maestro insigne que la interpretó; Pedro fundó la primitiva Iglesia con los israelitas que creyeron; Pablo la extendió a todas las gentes.
De esta forma, Señor, por caminos diversos, los dos congregaron la única Iglesia de Cristo, y a los dos, coronados por el martirio, celebra hoy tu pueblo con una misma veneración.
Por eso,
con todos los ángeles y santos, te alabamos proclamando sin cesar:

Antífona de la Comunión

Dijo Pedro a Jesús: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo". Jesús le respondió: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra

edificaré mi Iglesia".

Oración después de la Comunión

Oremos:
Tú que nos has alimentado con esta Eucaristía, haz, Señor, que la participación perseverante en el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, y la fidelidad a la doctrina de los apóstoles, nos conserven unidos en tu amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor:
Amén

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Meditación diaria

29 de junio

SAN PEDRO, APÓSTOL*

Solemnidad

— La vocación de Pedro.

— El primero de los discípulos de Jesús.

— Su fidelidad hasta el martirio.

I. Simón Pedro, como la mayor parte de los primeros seguidores de Jesús, era de Betsaida, ciudad de Galilea, en la ribera del lago de Genesaret. Era pescador, como el resto de su familia. Conoció a Jesús a través de su hermano Andrés, quien poco tiempo antes, quizá el mismo día, había estado con Juan toda una tarde en su compañía. Andrés no guardó para sí el inmenso tesoro que había encontrado, "sino que lleno de alegría corrió a contar a su hermano el bien que había recibido"1.

Llegó Pedro ante el Maestro. Intuitus eum Iesus..., mirándolo Jesús... El Maestro clavó su mirada en el recién llegado y penetró hasta lo más hondo de su corazón. ¡Cuánto nos hubiera gustado contemplar esa mirada de Cristo, que es capaz de cambiar la vida de una persona! Jesús miró a Pedro de un modo imperioso y entrañable. Más allá de este pescador galileo, Jesús veía toda su Iglesia hasta el fin de los tiempos. El Señor muestra conocerle desde siempre: ¡Tú eres Simón, el hijo de Juan! Y también conoce su porvenir: Tú te llamarás Cefas, que quiere decir Piedra. En estas pocas palabras estaban definidos la vocación y el destino de Pedro, su quehacer en el mundo.

Desde los comienzos, "la situación de Pedro en la Iglesia es la de roca sobre la que está construido un edificio"2. La Iglesia entera, y nuestra propia fidelidad a la gracia, tiene como piedra angular, como fundamento firme, el amor, la obediencia y la unión con el Romano Pontífice; "en Pedro se robustece la fortaleza de todos"3, enseña San León Magno. Mirando a Pedro y a la Iglesia en su peregrinar terreno, se le pueden aplicar las palabras del mismo Jesús: cayeron las lluvias y los ríos salieron de madre, y soplaron los vientos y dieron con ímpetu sobre aquella casa, pero no fue destruida porque estaba edificada sobre roca4, la roca que, con sus debilidades y defectos, eligió un día el Señor: un pobre pescador de Galilea, y quienes después habían de sucederle.

El encuentro de Pedro con Jesús debió de impresionar hondamente a los testigos presentes, familiarizados con las escenas del Antiguo Testamento. Dios mismo había cambiado el nombre del primer Patriarca: Te llamarás Abrahán, es decir, Padre de una muchedumbre5. También cambió el nombre de Jacob por el de Israel, es decir, Fuerte ante Dios6. Ahora, el cambio de nombre de Simón no deja de estar revestido de cierta solemnidad, en medio de la sencillez del encuentro. "Yo tengo otros designios sobre ti", viene a decirle Jesús.

Cambiar el nombre equivalía a tomar posesión de una persona, a la vez que le era señalada su misión divina en el mundo. Cefas no era nombre propio, pero el Señor lo impone a Pedro para indicar la función de Vicario suyo, que te será revelada más adelante con plenitud7. Nosotros podemos examinar hoy en la oración cómo es nuestro amor con obras al que hace las veces de Cristo en la tierra: si pedimos cada día por él, si difundimos sus enseñanzas, si nos hacemos eco de sus intenciones, si salimos con prontitud en su defensa cuando es atacado o menospreciado. ¡Qué alegría damos a Dios cuando nos ve que amamos, con obras, a su Vicario aquí en la tierra!

II. Este primer encuentro con el Maestro no fue la llamada definitiva. Pero desde aquel instante, Pedro se sintió prendido por la mirada de Jesús y por su Persona toda. No abandona su oficio de pescador, escucha las enseñanzas de Jesús, le acompaña en ocasiones diversas y presencia muchos de sus milagros. Es del todo probable que asistiera al primer milagro de Jesús en Caná, donde conoció a María, la Madre de Jesús, y después bajó con Él a Cafarnaún. Un día, a orillas del lago, después de una pesca excepcional y milagrosa, Jesús le invitó a seguirle definitivamente8. Pedro obedeció inmediatamente –su corazón ha sido preparado poco a poco por la gracia– y, dejándolo todo –relictis omnibus–, siguió a Cristo, como el discípulo que está dispuesto a compartir en todo la suerte del Maestro.

Un día, en Cesarea de Filipo, mientras caminaban, Jesús preguntó a los suyos: Vosotros, ¿quién decís que soy Yo? Respondió Simón Pedro y dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo9. A continuación, Cristo le promete solemnemente el primado sobre toda la Iglesia10. ¡Cómo recordaría entonces Pedro las palabras de Jesús unos años antes, el día en que le llevó hasta Él su hermano Andrés: Tú te llamarás Cefas...!

Pedro no cambió tan rápidamente como había cambiado de nombre. No manifestó de la noche a la mañana la firmeza que indicaba su nuevo apelativo. Junto a una fe firme como la piedra, vemos en Pedro un carácter a veces vacilante. Incluso en una ocasión Jesús reprocha al que va a ser el cimiento de su Iglesia que es para Él motivo de escándalo11. Dios cuenta con el tiempo en la formación de cada uno de sus instrumentos y con la buena voluntad de estos. Nosotros, si tenemos la buena voluntad de Pedro, si somos dóciles a la gracia, nos iremos convirtiendo en los instrumentos idóneos para servir al Maestro y llevar a cabo la misión que nos ha encomendado. Hasta los acontecimientos que parecen más adversos, nuestros mismos errores y vacilaciones, si recomenzamos una y otra vez, si acudimos a Jesús, si abrimos el corazón en la dirección espiritual, todo nos ayudará a estar más cerca de Jesús, que no se cansa de suavizar nuestra tosquedad. Y quizá, en momentos difíciles, oiremos como Pedro: hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?12. Y veremos junto a nosotros a Jesús, que nos tiende la mano.

III. El Maestro tuvo con Pedro particulares manifestaciones de aprecio; no obstante, más tarde, cuando Jesús más le necesitaba, en momentos particularmente dramáticos, Pedro renegó de Él, que estaba solo y abandonado. Después de la Resurrección, cuando Pedro y otros discípulos han vuelto a su antiguo oficio de pescadores, Jesús va especialmente en busca de él, y se manifiesta a través de una segunda pesca milagrosa, que recordaría en el alma de Simón aquella otra en la que el Maestro le invitó definitivamente a seguirle y le prometió que sería pescador de hombres.

Jesús les espera ahora en la orilla y usa los medios materiales –las brasas, el pez...– que resaltan el realismo de su presencia y continúan dando el tono familiar acostumbrado en la convivencia con sus discípulos. Después de haber comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?...13.

Después, el Señor anunció a Simón: En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven te ceñías tú mismo e ibas a donde querías; pero cuando envejezcas extenderás tus manos y otro te ceñirá y llevará a donde no quieras14. Cuando escribe San Juan su Evangelio esta profecía ya se había cumplido; por eso añade el Evangelista: Esto lo dijo indicando con qué muerte había de glorificar a Dios. Después, Jesús recordó a Pedro aquellas palabras memorables que un día, años atrás, en la ribera de aquel mismo lago, cambiaron para siempre la vida de Simón: Sígueme.

Una piadosa tradición cuenta que, durante la cruenta persecución de Nerón, Pedro salía, a instancias de la misma comunidad cristiana, para buscar un lugar más seguro. Junto a las puertas de la ciudad se encontró a Jesús cargado con la Cruz, y habiéndole preguntado Pedro: "¿A dónde vas, Señor?" (Quo vadis, Domine?), le contestó el Maestro: "A Roma, a dejarme crucificar de nuevo". Pedro entendió la lección y volvió a la ciudad, donde le esperaba su cruz. Esta leyenda parece ser un eco último de aquella protesta de Pedro contra la cruz la primera vez que Jesús le anunció su Pasión15. Pedro murió poco tiempo después. Un historiador antiguo refiere que pidió ser crucificado con la cabeza abajo por creerse indigno de morir, como su Maestro, con la cabeza en alto. Este martirio es recordado por San Clemente, sucesor de Pedro en el gobierno de la Iglesia romana16. Al menos desde el siglo iii, la Iglesia conmemora en este día 29 de junio, el martirio de Pedro y de Pablo17, el dies natalis, el día en que de nuevo vieron la Faz de su Señor y Maestro.

Pedro, a pesar de sus debilidades, fue fiel a Cristo, hasta dar la vida por Él. Esto es lo que le pedimos nosotros al terminar esta meditación: fidelidad, a pesar de las contrariedades y de todo lo que nos sea adverso por el hecho de ser cristianos. Le pedimos la fortaleza en la fe, fortes in fide18, como el mismo Pedro pedía a los primeros cristianos de su generación. "¿Qué podríamos nosotros pedir a Pedro para provecho nuestro, qué podríamos ofrecer en su honor sino esta fe, de donde toma sus orígenes nuestra salud espiritual y nuestra promesa, por él exigida, de ser fuertes en la fe?"19.

Esta fortaleza es la que pedimos también a Nuestra Madre Santa María para mantener nuestra fe sin ambigüedades, con serena firmeza, cualquiera que sea el ambiente en que hayamos de vivir.

1 San Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. VII, p. 113. — 2 Pablo VI, Alocución 24-XI-1965. — 3 San León Magno, En la fiesta de San Pedro Apóstol, Homilía 83, 3. — 4 Mt 7, 25. — 5 Cfr. Gen 17, 5. — 6 Cfr. Gen 32, 28. — 7 Cfr. Mt 16, 16-18. — 8 Cfr. Lc 5, 11. — 9 Mt 16, 15-16. — 10 Mt 16, 18-9. — 11 Cfr. Mt 16, 23. — 12 Mt 14, 31. — 13 Jn 21, 15 ss. — 14 Jn 21, 18-19. — 15 Cfr. O. Hophan, Los Apóstoles, Palabra, Madrid 1982, p. 88. — 16 Cfr. Pablo VI, Exhor. Apost. Petrum et Paulum, 22-II-1967. — 17 Juan Pablo II, Ángelus 29-VI-1987. — 18 1 Pdr 5, 9. — 19 Pablo VI, Exhor. Apost. Petrum et Paulum, cit.

* Solemnidad de los primeros tiempos del Cristianismo. "Los Apóstoles Pedro y Pablo son considerados por los fieles cristianos, con todo derecho, como las primeras columnas, no solo de la Santa Sede romana, sino además de la universal Iglesia de Dios vivo, diseminada por el orbe de la tierra" (Pablo VI). Fundadores de la Iglesia de Roma, Madre y Maestra de las demás comunidades cristianas, fueron quienes impulsaron su crecimiento con el supremo testimonio de "su martirio, padecido en Roma, con fortaleza: Pedro, a quien Nuestro Señor Jesucristo eligió como fundamento de su Iglesia y Obispo de esta esclarecida ciudad, y Pablo, el Doctor de las gentes, maestro y amigo de la primera comunidad aquí fundada" (Pablo VI).

 

 

29 de junio

SAN PABLO, APóSTOL

Solemnidad

— El Señor elige a los suyos.

— Llamada de Dios y vocación apostólica.

— El apostolado, una tarea sacrificada y alegre.

I. ¿Qué he de hacer, Señor?1, preguntó San Pablo en el momento de su conversión. Le respondió Jesús: Levántate, entra en Damasco y allí se te dirá lo que has de hacer. El perseguidor, transformado por la gracia, recibirá la instrucción cristiana y el Bautismo por medio de un hombre –Ananías–, según las vías ordinarias de la Providencia. Y enseguida, teniendo a Cristo como lo verdaderamente importante de su vida, se dedicará con todas sus fuerzas a dar a conocer la Buena Nueva, sin que le importen los peligros, las tribulaciones y sufrimientos y los aparentes fracasos. Sabe que es el instrumento elegido para llevar el Evangelio a muchas gentes: Aquel que me escogió desde el seno materno y me llamó a su gracia, se dignó revelar a su Hijo en mí, para que yo lo anunciara a los gentiles...2, leemos en la Segunda lectura de la Misa.

San Agustín afirma que el celo apasionado anterior a su encuentro con Cristo era como una selva impracticable que, siendo un gran obstáculo, era sin embargo el indicio de la fecundidad del suelo. Luego, el Señor sembró allí la semilla del Evangelio y los frutos fueron incontables3. Lo que sucedió con Pablo puede ocurrir con cada hombre, aunque hayan sido muy graves sus faltas. Es la acción misteriosa de la gracia, que no cambia la naturaleza sino que la sana y purifica, y luego la eleva y la perfecciona.

San Pablo está convencido de que Dios contaba con él desde el mismo momento de su concepción, desde el seno materno, repite en diversas ocasiones. En la Sagrada Escritura encontramos cómo Dios elige a sus enviados incluso antes de nacer4; se pone así de manifiesto que la iniciativa es de Dios y antecede a cualquier mérito personal. El Apóstol lo señala expresamente: Nos eligió antes de la constitución del mundo5, declara a los primeros cristianos de Éfeso. Nos llamó con vocación santa, no en virtud de nuestras obras, sino en virtud de su designio6, concreta aún más a Timoteo.

La vocación es un don divino que Dios ha preparado desde la eternidad. Por eso, cuando el Señor se le manifestó en Damasco, Pablo no pidió consejo "a la carne y a la sangre", no consultó a ningún hombre, porque tenía la seguridad de que Dios mismo le había llamado. No atendió a los consejos de la prudencia carnal, sino que fue plenamente generoso con el Señor. Su entrega fue inmediata, total y sin condiciones. Los Apóstoles, cuando escucharon la invitación de Jesús, también dejaron las redes al instante7 y, relictis omnibus, abandonadas todas las cosas8, se fueron tras el Maestro. Saulo, antiguo perseguidor de los cristianos, sigue ahora al Señor con toda prontitud.

Todos nosotros hemos recibido, de diversos modos, una llamada concreta para servir al Señor. Y a lo largo de la vida nos llegan nuevas invitaciones a seguirle en nuestras propias circunstancias, y es preciso ser generosos con el Señor en cada nuevo encuentro. Hemos de saber preguntar a Jesús en la intimidad de la oración, como San Pablo: ¿qué he de hacer, Señor?, ¿qué quieres que deje por Ti?, ¿en qué deseas que mejore? En este momento de mi vida, ¿qué puedo hacer por Ti?

II. Dios llamó a San Pablo con signos muy extraordinarios, pero el efecto que produjo en él es el mismo que ocasiona la llamada específica que Dios hace a muchos para que le sigan en medio de sus tareas seculares. A todos los cristianos llama el Señor a la santidad y al apostolado; se trata de una vocación exigente, en muchos casos heroica, pues el Señor no quiere seguidores tibios, discípulos de segunda fila. Pero a algunos, permaneciendo en sus propios quehaceres del mundo, Cristo les llama a una particular entrega para extender su reinado entre todos los hombres. Y cada uno, respondiendo a la vocación específica a la que ha sido llamado, si quiere ser discípulo del Maestro, ha de tener un sentido apostólico de la vida que le llevará a no dejar ninguna oportunidad de acercar a otros a Cristo, que es, a la vez, llevarlos a la alegría, a la paz, a la plenitud.

El apostolado fue en Pablo, y lo es en cada cristiano que vive su vocación, parte de su vida o, mejor, su vida misma; el trabajo se convierte en apostolado, en deseos de dar a conocer a Cristo, y lo mismo el dolor o el tiempo de descanso..., y a la vez este celo apostólico es el alimento imprescindible del trato con Jesucristo. Conocer al Señor con intimidad lleva forzosamente a comunicar este hallazgo: es la "señal cierta de tu entregamiento"9. Cuando seguir a Cristo es una realidad, llega "la necesidad de expandirse, de hacer, de dar, de hablar, de transmitir a los demás el propio tesoro, el propio fuego (...). El apostolado se convierte en expansión continua de un alma, en exuberancia de una personalidad poseída de Cristo y animada por su Espíritu; se siente la urgencia de correr, de trabajar, de intentar todo lo posible para la difusión del reino de Dios, para la salvación de los otros, de todos"10. ¡Ay de mí si no evangelizara!11, exclama el Apóstol.

Cuando llevamos la Buena Nueva a otros estamos cumpliendo el mandato que Cristo nos ha dado: Id al mundo entero y predicad el Evangelio a toda criatura12. Además, la vida interior queda enriquecida, como la planta que recibe el agua necesaria en el momento oportuno. San Pablo nos da hoy ejemplo y nos ayuda a hacer examen de ese interés vivo que tenemos para acercar a los demás un poco más a Dios. Identificado con Cristo –el descubrimiento supremo de su vida–, que no vino a ser servido sino a servir y dar su vida en redención por muchos13, el Apóstol se hace siervo de todos para ganar a los más que pueda. Con los judíos -les dice a los de Corinto- me hice judío, para ganar a los judíos... Me hice débil con los débiles, para ganar a los débiles. Me he hecho todo para todos, para salvar de cualquier manera a algunos14.

Hoy nosotros le pedimos un corazón grande como el suyo, para pasar por encima de las pequeñas humillaciones o de los aparentes fracasos que todo apostolado lleva consigo. Y le decimos a Jesús que estamos dispuestos a convivir con todos, a ofrecer a todos la posibilidad de conocer a Cristo, sin tener demasiado en cuenta los sacrificios y molestias que nos pueda acarrear.

III. San Pablo exhorta a Timoteo y a todos nosotros a hablar de Dios opportune et importune15, con ocasión y sin ella; es decir, también cuando las circunstancias sean adversas. Pues vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus pasiones para halagarse el oído. Cerrarán sus oídos a la verdad y se volverán a los mitos16. Parece como si el Apóstol estuviera presente en nuestros tiempos. Pero tú -señala a Timoteo, y en él a cada cristiano- sé sobrio en todo, sé recio en el sufrimiento, esfuérzate en la propagación del Evangelio, cumple perfectamente tu ministerio17. Los sacerdotes lo harán principalmente con la predicación de la palabra de Dios, con el ejemplo personal, con su caridad, con los consejos en el sacramento de la Penitencia. Los seglares –la inmensa mayoría del Pueblo de Dios–, ordinariamente a través de la amistad, con el consejo amable, con la conversación a solas con el amigo que parece que se aleja del Señor o con el que nunca estuvo cerca de Él... Y esto a la salida de la Facultad o del trabajo, en el mismo lugar donde se pasa el verano... Los padres con los hijos..., aprovechando el mejor momento o creando la ocasión...

Juan Pablo II alentaba a los jóvenes –y todo cristiano que tiene a Cristo permanece siempre joven en su corazón– a un apostolado vivo, directo y alegre: "Sed profundamente amigos de Jesús y llevad a la familia, a la escuela, al barrio, el ejemplo de vuestra vida cristiana, limpia y alegre. Sed siempre jóvenes cristianos, verdaderos testigos de la doctrina de Cristo. Más aún, sed portadores de Cristo en esta sociedad perturbada, hoy más que nunca necesitada de Él. Anunciad a todos con vuestra vida que solo Cristo es la verdadera salvación de la humanidad"18.

Hemos de pedir hoy a San Pablo saber convertir en oportuna cualquier situación que se nos presente. Incluso "quienes viajan por motivo de obras internacionales, de negocios o de descanso, no olviden que son en todas partes heraldos itinerantes de Cristo y que deben portarse como tales con sinceridad"19, con la sinceridad que expresa un alma que ha constituido a Cristo como eje sobre el cual se organizan todos los demás asuntos de su vida. Hasta los niños –¡qué buenos instrumentos del Espíritu Santo pueden ser!– tienen su propia actividad apostólica, según señala el Concilio Vaticano II, pues "según su capacidad, son testigos vivientes de Cristo entre sus compañeros"20.

Es sorprendente, dichosamente sorprendente, la infatigable labor apostólica del Apóstol. Y quien verdaderamente ama a Cristo sentirá la necesidad de darlo a conocer, pues –como dice Santo Tomás de Aquino– lo que admiran mucho los hombres lo divulgan luego, porque de la abundancia del corazón habla la boca21.

Pidamos a Nuestra Señora –Regina Apostolorum– que cada vez comprendamos mejor que el apostolado es una tarea alegre, aunque sea sacrificada, y la gran responsabilidad que tenemos respecto a todos los hombres, y particularmente con los que cada día nos relacionamos.

1 Hech 22, 10. — 2 Gal 1, 15-16. — 3 Cfr. San Agustín, Contra Fausto, 22, 70. — 4 Cfr. Jer 1, 5; Is 49, 1-5; etc. — 5 Ef 1, 4. — 6 2 Tim 1, 9.— 7 Mt 4, 20-22; Mc 1, 18. — 8 Lc 5, 11. — 9 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 810. — 10 Pablo VI, Homilía 14-X-1968. — 11 Cfr. 1 Cor 9, 16. — 12 Mc 16, 15. — 13 Mt 20, 28. — 14 Cfr. 1 Cor 9, 19-22. — 15 2 Tim 4, 2. — 16 2 Tim 4, 34. — 17 2 Tim 4, 5. — 18 Juan Pablo II, Homilía 3-XII-1978. 19 Conc. Vat. II, Decr. Apostolicam actuositatem, 14. — 20 Ibídem, 12. — 21 Cfr. Santo Tomás, en Catena Aurea, vol. IV, p. 37.

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Santoral                   (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

 

Fuente: Franciscanos.org
Raimundo Lulio, Beato Doctor Iluminado, Junio 29  

Raimundo Lulio, Beato

Terciario Franciscano

En la isla de Mallorca, con las alas mayores que el nido, nació Ramón Llull (Raimundo Lulio), en año incierto del primer tercio del siglo XIII. Hijo de la primera generación de los conquistadores, acaudillados por don Jaime I, pudo identificarse ante el tribunal de la Sorbona, en París, y en un trance ambiguo, como catalán de Mallorca. No consiguió retenerle el sortilegio de su tierra natal y se hurtó al abrazo avaro de las costas mallorquinas. Tiempos hubo en que su nombre fue signo de contradicción y bandera de combate. Una anécdota falsa de su vida, la de un amor pecaminoso por una dama, cuyo pecho roía un cáncer con su diente asiduo, le aureoló con una celebridad romántica. Raimundo Lulio, para su gloria, no ha menester ninguna mentira.

Fue varón de deseos, como dijo el arcángel Gabriel, del profeta antiguo; pero lanzóse a la acción con ímpetu de arma arrojadiza. En su pecho, molido por la contrición, en el momento de su crisis espiritual, germinó un triple deseo, tan vasto, que su desmedida ambición predestinábale a un fracaso previsible. Quería la iluminación y enderezamiento de toda la infidelidad, desparramada por el universo mundo. Quería conquistar todas las mentes con el imperio incondicional de la verdad; e inventó un sistema científico, a su parecer irrebatible. Quería coronar esta total dedicación suya con el derramamiento de su sangre, sellándola con una roja rúbrica final.

Centrada y sustanciada así la vida de Raimundo Lulio, todo lo demás en ella es lateral y adjetivo. Son armas de combate al servicio de aquel deseo triple; y las abandona tan pronto como se convence de que no le sirven para la consecución de su ideal inmediato. A la Sorbona de París llevó su sistema filosófico, su Arte Magna, en la que tenía una fe tan ciega, que creíala recibida de Dios, por iluminación, como un don intelectual. No la entienden ni los graves doctores ni los leves escolares, que la conceptúan demasiado sutil de comprender. Raimundo sufre un inenarrable desencanto. Va a mitigar su duelo acerbísimo en las afueras de París, en una bella selva poblada de árboles, abundosa de fuentes, de verdes prados, de hierbas en flor y de aves canoras. Fracasado, como él mismo reconoce, por manera de saber, arrumba su Arte Magna, y sale de nuevo a la palestra a ver si triunfará por manera de amor. Fruto de esta crisis y de esta derrota, es su bellísimo y ameno Árbol de filosofía de amor, con el que se lanza a un camino nuevo.

En vaso infrangible lleva el tesoro del apostolado. Apóstol es, y apóstol incomparable que descuella en su multiforme y proteica personalidad. Apóstol cuando se sienta en los bancos o en la cátedra de la Universidad parisina, donde se le apoda Ramón Barbaflorida. Apóstol es cuando sueña, con antelación de doscientos años a Santo Tomás Moro, una suerte de cristianísima utopía, porque utopía es aquel delicioso libro de Blanquerna por el cual quiere atraer sobre el mundo el reino de la justicia, del amor y de la paz de Cristo. Apóstol cuando rima los versos anfractuosos y abruptos de los Cien Nombres de Dios. Apóstol cuando compone el rústico, digámosle romancerillo en prosa suelta, del Amigo y del Amado, con tantos versículos como tiene el año y dice al avecita cantora en la respuesta enramada de Miramar con un infinito amor franciscano: Si no nos entendemos por lenguaje, entendámonos por amor. Apóstol más que nunca, cuando con el favor de Jaime II de Mallorca, y anticipándose en cientos de años al Colegio de Propaganda Fide, funda el colegio de lenguas orientales, cuyo acabamiento y dilapidación hubo de ver con sus ojos mortales que derramaron las más amargas lágrimas de su vida, en el cáliz de ajenjo de su obra rimada: Desconsuelo. Apóstol cuando acude a la corte del rey de Francia, Felipe, le bel; y a la corte del rey de Aragón, Jaime II, y dedica el libro De oración a su esposa, la dulce doña Blanca de Anjou, reina blanca de blanca paz. Apóstol cuando acude a la corte de Roma, infructuosamente; y con sus ochenta años a cuestas, camina hacia el concilio de Viena, sobre el Ródano, durante la cautividad de Aviñón, y emplaza ante el tribunal de Cristo al papa Clemente V, de quien promete ser testigo de cargo, si el concilio se malogra. Apóstol cuando acude a los capítulos generales de las grandes órdenes religiosas de su tiempo. Apóstol cuando en su opúsculo De fine, sólo conocido por su versión latina, excogita y ofrece planes para la conquista del norte de África, pasando por Málaga y Granada, camino el más rápido y seguro y primer paso para la redención del Santo Sepulcro de Jerusalén. Apóstol en sus proyectos de evangelización del universo mundo, no por violencia de armas materiales, sino con el sistema con que lo cristianizaron los apóstoles, con predicación evangélica persuasiva y con derramamiento de lágrimas y de sangre. Apóstol siempre Raimundo Lulio y fiel a sus tres deseos originales, que fueron el poderoso motor de su vida; ¿consiguió el supremo galardón y la paga del apóstol, que es el martirio?

Esta es la angustiosa incógnita de nuestros días y el más agudo tormento de sus biógrafos y de sus devotos. Por largos años y generaciones se creyó así. Hasta se fijó una fecha: la que corre desde los postreros días de junio de 1314 al 2 de julio, día de su triunfal arribo a su isla natal, efemérides honrada con la celebridad de su fiesta litúrgica y popular Nihil prius fide. El documento en que se basaba, parece amañado. Documentos auténticos, custodiados en el archivo de la corona de Aragón, atestiguan fechas de cuatro meses y aún más posteriores a aquella data. Su martirio, si fue, es fuerza que sea posterior, pero no nos lo dice la silenciosa historia; siempre queda, fuera de toda posible duda, que si no recibió el bautismo de sangre, durante los ochenta años rebasados de su vida mortal, sufrió a la continua el aguijón urente del bautismo de fuego.

Raimundo Lulio, en el generoso ímpetu de su conversión, en su grandiosa y quizá primogénita obra del Libro de contemplación, escribió estas palabras grávidas de fogoso deseo y llenas, tal vez, de clarividente presagio:

"Bienaventurados son, Señor, aquellos que en este mundo se visten de rojo color y de vestiduras bermejas, semejantes a las que vestisteis Vos el día de vuestra muerte. Esta bienaventuranza y esta gracia espera vuestro siervo, todos los días, de Vos; que sus vestidos sean tintos en sangre y mojados de lágrimas el día de su muerte, si es que a Vos pluguiere que él muera por amor vuestro y por amor de aquellos que os aman." Y aun, a veces, con golosa anticipación, deléitase saboreando el cáliz embriagante del martirio entrañablemente deseado y con ardientes votos que merecieron ser oídos de Dios:

"Tanto se dilata, Señor, el día en que yo tome martirio en medio del pueblo, confesando la santa fe cristiana, que todo me siento desfallecer y morir de deseo y añoranza porque no llegué a aquel día en que esté en medio del pueblo, acosado como león u otra salvaje alimaña, rodeada de cazadores que la matan y la despedazan."

La pesadumbre de más de dieciséis lustros gravitaba en sus hombros; su barba, que en sus días de París era florida, ahora pendía cuajada en larga nieve sobre su pecho; y su cabeza blanqueaba con los rayos fríos de una aurora polar. Era llegada la hora de disponer de aquellas cosas que el Amado le diera en comanda. La avara antigüedad nos ha conservado el testamento postrero. Raimundo, como el protagonista de su Árbol de filosofía de amor, dejó su cuerpo al polvo de la tierra para que lo dispersase ante la faz del viento. Distribuyó su rica pobreza entre los dos hijos de su carne, Domingo y Magdalena, esposa del prócer barcelonés Pedro de Sentmenat; los frailes predicadores, los frailes franciscanos; las monjas de Santa Clara y las de Santa Margarita y las de la Penitencia y los niños huérfanos de la ciudad de Mallorca, y la obra de la bienaventurada Virgen María de la Seo, comenzada por el rey don Jaime I. Mayor preocupación le merecen sus obras seniles.

"Quiero y mando que copien sobre pergamino los libros en romance y en latín, que, mediante la divina gracia, compilé." Quiere con voluntad muy firme que de todas sus obras de su invierno que saben a enjutez de tronco, pero amadas con una ternura especial, como son amados los benjamines, que se envíen ejemplares a la cartuja de París y que uno, en pergamino, se envíe a Micer Percival Spíniola, en Génova, que había de ser la última tierra cristiana que pisó, en saliendo para el supremo apostolado africano.

¿Cuándo volvió a Mallorca, vivo o muerto? No se sabe. ¡O vetustatis silentis obsoleta oblivio! Invidentur ista nobis... ¡Oh herrumbroso olvido de la silente antigüedad! Nos lo ocultó, por envidia, la callada vetustez con un dedo sobre la boca.

Raimundo Lulio, de quien se esperaba que pronto sería canonizado, fue sepultado, provisionalmente, en la sacristía de San Francisco de Asís. Llamado "Doctor Illuminatus" por sus conteporaneos.

Posteriormente, fue depositado el autor del dulcísimo Libro de Santa María, todo leche y miel, en la capilla de Nuestra Señora de la Consolación, del mismo templo, su coetáneo, en donde espera la resurrección de la carne. El sepulcro es bello y solemne, lleno de alegorías, construido por los Jurados de Mallorca, en el declivio del siglo XV. Es imposible acercarse al monumento sepulcral sin que a través del alabastro yerto el devoto no se imagine que va a oír los recios golpes de ala de un huracán aprisionado, o el crepitar del incendio de los huesos abrasados de aquel incendio que los abrasó en vida. Y como de la boca de un oráculo parécele que va a oír aquellas ardientes palabras que el mismo Raimundo escribió en el Amigo y el Amado:

"Si vosotros, amadores, queréis agua, venid a mis ojos, que son fuentes de lágrimas; y si queréis fuego, venid a mi corazón y encended en él vuestras antorchas."

 

 

Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

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