martes, 4 de febrero de 2014

[ † ] Miércoles de San José. 05/02/2014. Santa Agueda ¡ruega por nosotros!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (6, 1-6)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: "¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?" Y estaban desconcertados.

Pero Jesús les dijo:

"Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos.

Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

alma mía, bendice al Señor

Feria de la 4a. semana del Tiempo Ordinario

Perdona, Señor, nuestros pecados

Antífona de Entrada

Señor Dios, tú eres mi auxilio y el único apoyo de mi vida; te ofreceré de corazón un sacrificio y te daré gracias, Señor, porque eres bueno.

Oración Colecta

Oremos:

Míranos, Señor, con amor y multiplica en nosotros los dones de tu gracia para que, llenos de fe, esperanza y caridad, permanezcamos siempre fieles en el cumplimiento de tus mandatos.

Por nuestro Señor Jesucristo…

Amén.

 

Primera Lectura

Lectura del segundo libro de Samuel (24, 2. 9-17)

En aquellos días, el rey David dio a Joab y a los jefes del ejército que estaban con él, esta orden:

"Recorran todas las tribus de Israel, desde la ciudad de Dan hasta la de Bersebá, para hacer el censo de la población, a fin de que pueda yo saber cuánta gente tengo".

Joab entregó al rey los resultados del censo: en Israel había ochocientos mil hombres aptos para la guerra, y en Judá quinientos mil. Pero a David le remordió la conciencia por haber mandado hacer el censo y dijo al Señor:

"He pecado gravemente; pero tú, Señor, perdona la culpa de tu siervo, porque he cometido una gran locura".

Aquella misma noche el Señor le habló al profeta Gad, consejero de David, y le dijo:

"Ve a ver a David y dile que yo, el Señor, le mando decir esto:

'Te propongo tres castigos.Escoge uno y yo lo realizaré'".

Por la mañana, Gad se presentó ante David y le preguntó:

"¿Qué castigo prefieres; tres años de hambre en tu territorio; tres meses de huir, perseguido por tus enemigos; o tres días de peste en tus dominios? Piénsalo y dímelo, para que pueda yo contestarle al Señor, que me ha enviado".

David le respondió:

"Estoy en un gran apuro. Pero prefiero caer en manos de Dios, que es el Señor de la misericordia, que en manos de los hombres". Y escogió la peste.

Era la época de la cosecha del trigo, cuando el Señor envió la peste sobre Israel, desde aquella misma mañana hasta el tiempo señalado. Desde Dan hasta Bersebá murieron setenta mil hombres. Pero, cuando el ángel del Señor había extendido ya su mano hacia Jerusalén, para desatar ahí la peste, el Señor tuvo compasión y le dijo:

"¡Basta ya! Retira tu mano".

En ese momento, el ángel se hallaba cerca de Jerusalén, en los campos de Arauná,

el yebuseo.

Entonces el rey David, angustiado por el exterminio, oró así: "Soy yo, Señor, el que ha pecado; soy yo, el pastor, quien ha obrado mal. ¿Qué culpa tienen ellos, que son las ovejas? Castígame, pues, a mí y a los míos".

Palabra de Dios.

Te alabamos, Señor.

 

Salmo Responsorial Salmo 31

Perdona, Señor, nuestros pecados.

Dichoso aquel que ha sido absuelto de su culpa y su pecado. Dichoso aquel en el que Dios no encuentra ni delito ni engaño.

Perdona, Señor, nuestros pecados.

Ante el Señor reconocí mi culpa, no oculté mi pecado. Te confesé, Señor, mi gran delito y tú me has perdonado.

Perdona, Señor, nuestros pecados.

Por eso, en el momento de la angustia, que todo fiel te invoque, y no lo alcanzarán las grandes aguas, aunque éstas se desborden.

Perdona, Señor, nuestros pecados.

 

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.

Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen.

Aleluya.

 

Evangelio

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos (6, 1-6)

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: "¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?" Y estaban desconcertados.

Pero Jesús les dijo:

"Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos.

Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos.

Palabra del Señor.

Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Dios nuestro, que con la muerte de tu Hijo llevaste a término y perfección los sacrificios de la antigua alianza, acepta y bendice estos dones, como aceptaste y bendijiste los de Abel, para que lo que cada uno te ofrece, sea de provecho para la salvación de todos.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Prefacio Común II

La salvación por Cristo

El Señor esté con ustedes.

Y con tu espíritu.

Levantemos el corazón.

Lo tenemos levantado hacia el Señor.

Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Pues por amor creaste al hombre, y, aunque condenado justamente, lo redimiste por tu misericordia. Por Cristo nuestro Señor.

Por él, los ángeles y arcángeles, y todos los coros celestiales celebran tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces, cantando humildemente tu alabanza:

Santo, Santo, Santo…

 

Antífona de la Comunión

Para perpetuar su amor, el Señor nos ha dejado el memorial de sus prodigios, y ha dado a sus amigos el signo de un banquete que les recuerde para siempre su alianza.

Oración después de la Comunión

Oremos:

Señor, tú que nos has concedido participar en esta Eucaristía, míranos con bondad y ayúdanos a vencer nuestra fragilidad humana para poder vivir

como hijos tuyos.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

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Dia 5/02 Santa Agueda (virgen y mártir, rojo)

Antífona de Entrada

Los santos, que siguieron las huellas de Cristo, viven gozosos en el cielo. Derramaron la sangre por su amor; por eso se alegran con Cristo para siempre.

Oración Colecta

Oremos:
Te rogamos, Señor, que la virgen santa Agueda nos alcance tu perdón, pues ella fue agradable a tus ojos por la fortaleza que mostró en su martirio y por el mérito de su castidad.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

Primera Lectura

Dios ha elegido a los débiles del mundo

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 26-31

Hermanos: Consideren que entre ustedes, los que han sido llamados por Dios, no hay muchos sabios, ni muchos poderosos, ni muchos nobles, según los criterios humanos. Pues Dios ha elegido a los ignorantes de este mundo, para humillar a los sabios; a los débiles del mundo, para avergonzar a los fuertes; a los insignificantes y despreciados del mundo, es decir, a los que no valen nada, para reducir a la nada a los que valen; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios.
En efecto, por obra de Dios, ustedes están injertados en Cristo Jesús, a quien Dios hizo nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación y nuestra redención. Por lo tanto, como dice la Escritura: "El que se gloría, que se gloríe en el Señor".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 30

Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

Sé tú mi fortaleza y mi refugio, mi muro de resguardo. Pues eres mi refugio y fortaleza, por tu nombre, Señor, guía mis pasos.
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

En tus manos encomiendo mi espíritu y tu lealtad me librará, Dios mío. Tu amor, Señor, me llenará de gozo cuando te hayas de mí compadecido.
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

Líbrame del poder de mi enemigo que viene tras mis pasos. Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervo y por tu amor tan grande, ponme a salvo.
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Dichosos ustedes, si los injurian por ser cristianos, porque el Espíritu de Dios descansa sobre ustedes.
Aleluya.

Evangelio

El que pierda su vida por mi causa, ése la encontrará

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 9, 23-26

Gloria a ti Señor.

En aquel tiempo, Jesús le dijo a la multitud:
"Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ése la encontrará. En efecto, ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo o se destruye?
Por otra parte, si alguien se avergüenza de mí y de mi doctrina, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga revestido de su gloria y de la del Padre y de la gloria de los santos ángeles".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Oración sobre las Ofrendas

Recibe, Padre Santo, las ofrendas que te presentamos en la fiesta de tu mártir santa Agueda; y concédenos la gracia de permanecer siempre firmes en la confesión de tu nombre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

Prefacio

El martirio, testimonio y ejemplo

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque la sangre de la gloriosa mártir santa Agueda, derramada, como la de Cristo, para confesar tu nombre, manifiesta las maravillas de tu poder; pues en su martirio, Señor, has sacado fuerza de lo débil, haciendo de la fragilidad tu propio testimonio, por Cristo, Señor nuestro.
Por eso,
como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros en la tierra te aclamamos diciendo sin cesar:

Antífona de la Comunión

Ustedes son los que han perseverado conmigo en mis pruebas, y yo les transmito el Reino, dice el Señor: comerán y beberán a mi mesa en mi Reino.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Señor y Dios nuestro, que iluminaste el misterio de la cruz en la muerte gloriosa de tus mártires; escucha nuestra súplica y haz que, fortalecidos por este sacrificio, nos unamos en Cristo fielmente y trabajemos en la Iglesia por la salvación de todos los humanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

4ª semana. Miércoles

TRABAJAR BIEN

— Vida de trabajo de Jesús en Nazaret. La santificación del trabajo.

— El trabajo nos hace partícipes de la obra creadora de Dios. Jesús y el mundo del trabajo.

— Sentido redentor del trabajo. Acudir a San José para que nos enseñe a trabajar con competencia y a corredimir con nuestras tareas.

I. Después de un tiempo, Jesús volvió a Nazaret, su ciudad, con sus discípulos1. Allí le esperaba su Madre con inmensa alegría. Quizá fue la primera vez que aquellos primeros seguidores del Maestro conocieron el lugar donde se había desarrollado la vida de Jesús; y en casa de María repondrían fuerzas. La Virgen tendría particulares atenciones con ellos; les serviría como nadie hasta entonces lo había hecho.

En Nazaret todos conocen a Jesús. Le conocen por su oficio y por la familia a la que pertenece, como a todo el mundo: es el artesano, el hijo de María. Como ocurre a tantos en la vida, el Señor siguió el oficio de quien hizo de padre suyo aquí en la tierra. Por eso también le llaman el hijo del artesano2; tuvo la profesión de José, que ya habría muerto, quizá hacía años. Su familia, que custodiaba el mayor de los tesoros, el Verbo de Dios hecho hombre, fue una más entre las del vecindario, querida y apreciada por todos. "El mismo Verbo encarnado quiso hacerse partícipe de esta humana solidaridad. Tomó parte en las bodas de Caná, se invitó a casa de Zaqueo, comió con publicanos y pecadores. Reveló el amor del Padre y la excelsa vocación del hombre, echando mano de las realidades más vulgares de la vida social y sirviéndose del lenguaje y de las imágenes de la existencia más corriente. Santificó las relaciones humanas, sobre todo las relaciones familiares, de las que brotan las relaciones sociales, siendo voluntariamente un súbdito más de las leyes de su patria. Llevó una vida idéntica a la de cualquier obrero de su tiempo y región"3.

Jesús debió de estar varios días en casa de su Madre, y visitar a otros parientes y conocidos... Y llegado el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. Las gentes de Nazaret quedaron sorprendidas. Uno que les ha construido muebles y aperos de labranza, que se los ha arreglado cuando se estropeaban, les habla con suma autoridad y sabiduría, como nadie lo había hecho hasta entonces. Solo ven en Él lo humano, lo que habían observado durante treinta años: la normalidad más completa. Les cuesta trabajo descubrir al Mesías detrás de esa "normalidad".

También la ocupación de la Virgen fue la de cualquier ama de casa de su tiempo, con su forma peculiar de hablar, propia de las mujeres galileas, con el modo de vestir sencillo y común de aquella región. Todo igual a las demás mujeres..., menos, claro está, su amor a Dios, que jamás podrá ser igualado.

El taller de José, que luego heredaría Jesús, era como los otros existentes en aquellos tiempos en Palestina. Quizá era el único de Nazaret. Olía a madera y a limpio. José cobraba lo habitual; quizá daba más facilidades a quien estaba con apuros económicos, pero cobraba lo justo. Los trabajos que se realizaban en aquel pequeño taller eran los propios de ese oficio, en el que se hacía un poco de todo: construir una viga, fabricar un armario sencillo, arreglar una mesa desajustada, pasarle la garlopa a una puerta que no encajaba bien... No se fabricaban allí cruces de madera, como nos presentan algunos grabados piadosos: ¿quién les iba a encargar un objeto semejante? Tampoco importaban del cielo las maderas, sino de los bosques vecinos.

Los habitantes de Nazaret se escandalizaron de Él. La Virgen, no. Ella sabe bien que su hijo es el Hijo de Dios. Le mira con inmenso amor y con una admiración sin límites. Ella le comprende bien.

La meditación de este pasaje, en el que indirectamente queda reflejada la vida anterior de Jesús en Nazaret, nos ayuda a examinar si nuestra vida corriente, llena de trabajo y de normalidad, es camino de santidad, como lo fue la de la Sagrada Familia. Así será si procuramos llevarla a cabo con perfección humana, con honradez y, a la vez, con fe y sentido sobrenatural. No debemos olvidar que, permaneciendo en nuestro lugar, con nuestros quehaceres aquí en la tierra nos ganamos el Cielo y ayudamos a toda la Iglesia y a la humanidad entera.

II. El Señor manifestó conocer muy bien el mundo del trabajo. En su predicación utiliza frecuentemente imágenes, parábolas, comparaciones de la vida de trabajo que Él vivió o vivieron sus paisanos.

Quienes le oyen entienden bien el lenguaje que emplea. Jesús hizo su trabajo en Nazaret con perfección humana, acabándolo en sus detalles, con competencia profesional. Por eso ahora, cuando vuelve a su ciudad, es conocido precisamente como el artesano, por su oficio. A nosotros nos enseña hoy el valor de la vida corriente, del trabajo y de las tareas que debemos desempeñar cada día4.

Si nuestras disposiciones son realmente sinceras, Dios nos concederá siempre la luz sobrenatural para imitar el ejemplo del Señor, buscando en la ocupación profesional no solo el cumplir, sino el sobreabundar en la abnegación y el sacrificio, en un empeño gustoso, con amor. Nuestro examen personal ante el Señor y nuestra conversación con Él versará frecuentemente sobre esas tareas que nos ocupan: debemos llegar al fondo, con valentía. Hemos de realizar el trabajo a conciencia, haciendo rendir el tiempo, sin dejarnos dominar por la pereza; mantener la ilusión por mejorar día a día la preparación profesional; cuidar los detalles en la tarea cotidiana; abrazar con amor la Cruz, la fatiga de la labor de cada día.

El trabajo, cualquier trabajo noble hecho a conciencia, nos hace partícipes de la Creación y corredentores con Cristo. "Esta verdad –enseña Juan Pablo II–, según la cual el hombre, a través del trabajo, participa en la obra de Dios mismo, su Creador, ha sido particularmente puesta de relieve por Jesucristo, aquel Jesús ante el que muchos de sus primeros oyentes en Nazaret permanecían estupefactos y decían: ¿De dónde sabe estas cosas? ¿Y qué sabiduría es la que se le ha dado?... ¿No es este el artesano?"5.

Los años de Jesús en Nazaret son el libro abierto donde aprendemos a santificar lo de cada día. La misma ausencia forzosa de trabajo, la enfermedad... es una situación querida o permitida por Dios para ejercitar las virtudes sobrenaturales y las humanas6. Todo cuanto hacéis de palabra o de obra, todo sea en el nombre del Señor, dando gracias a Dios7.

III. La extrañeza de los vecinos de Nazaret –¿no es este el artesano...?– es para nosotros una luminosa enseñanza: nos revela que la mayor parte de la vida del Redentor fue de trabajo, como la de los demás hombres. Y esta tarea realizada día a día fue instrumento de redención, como todas las acciones de Cristo. Siendo una tarea humana sencilla (la propia de un carpintero que en un pueblo pequeño debía hacer otras muchas labores) se convierte en acciones de valor infinito y redentor por estar realizadas por la Segunda Persona de la Trinidad Beatísima hecha hombre.

El cristiano, al ser otro Cristo por el Bautismo, ha de convertir sus quehaceres humanos rectos en tarea de corredención. Nuestro trabajo, unido al de Jesús, aunque según el juicio de los hombres sea pequeño y parezca de poca importancia, adquiere un valor inconmensurable.

El mismo cansancio que todo trabajo lleva consigo, consecuencia del pecado original, adquiere un nuevo sentido. Lo que aparecía como castigo es redimido por Cristo y se convierte en mortificación gratísima a Dios, que sirve para purificar nuestros propios pecados y para corredimir con el Señor a la entera Humanidad. Aquí radica la diferencia profunda entre el trabajo humanamente bien realizado por un pagano y el de un cristiano que, además de estar bien acabado, es ofrecido en unión con Cristo.

La unión con el Señor, buscada en el trabajo diario, reforzará en nosotros el propósito de hacer todo solamente por la gloria de Dios y el bien de las almas. Nuestro prestigio, noblemente acrecentado, atraerá a nuestro lado a los mejores colegas y será abundante la ayuda del Cielo para empujar a otras muchas personas por el camino de una intensa vida cristiana. De ese modo irán a la par en nuestra vida la santificación del trabajo y el afán apostólico en nuestra labor profesional, índice claro de que trabajamos realmente con rectitud de intención.

San José enseñó a Jesús su oficio. Lo hizo poco a poco, según crecía aquel Niño que el mismo Dios le había encomendado. Un día le explicó cómo se manejaba la garlopa; otro, la sierra, la gubia, el formón... Jesús supo pronto distinguir las clases de maderas y las que debían utilizarse en cada caso; aprendió a fabricar la cola para ensamblar las juntas, el modo de encajar una cuña para ajustar dos piezas... Jesús seguía las indicaciones de José sobre el modo de cuidar los instrumentos, aprendió de él a recoger las virutas después de la jornada, a dejar las herramientas ordenadas en su sitio...

Acudamos hoy a San José para pedirle que nos enseñe a trabajar bien y a amar nuestro quehacer. José es Maestro excepcional del trabajo bien realizado, pues enseñó su oficio al Hijo de Dios; de él aprenderemos, si acudimos a su patrocinio mientras trabajamos. Y si amamos nuestros quehaceres, los realizaremos bien, con competencia profesional, y entonces podremos convertirlos en tarea redentora, al ofrecerlos a Dios.

1 Mc 6, 1-6. — 2 Cfr. Mt 13, 55. — 3 Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 32. — 4 Cfr. J. L. Illanes, La santificación del trabajo, p. 29. — 5 Juan Pablo II, Enc. Laborem exercens, 14-IX-1981. — 6 Cfr. Pablo VI, Discurso a la Asociación de Juristas Católicos, 15-XII-1963. 7 Col 3, 17.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Santa Agueda, vírgen y mártir (Año 251)

Agueda significa "la buena", "la virtuosa".
Un himno latino sumamente antiguo canta así: "Oh Agueda: tu corazón era tan fuerte que logró aguantar que el pecho fuera destrozado a machetazos y tu intercesión es tan poderosa, que los que te invocan cuando huyen al estallar el volcán Etna, se logran librar del fuego y de la lava ardiente, y los que te rezan, logran apagar el fuego de la concupiscencia.".

Agueda nación en Catania, Sicilia, al sur de Italia, hacia el año 230.

Como Santa Inés, Santa Cecilia y Santa Lucía
decidió conservarse siempre pura y virgen, por amor a Dios.

En tiempos de la persecución del tirano emperador Decio, el gobernador Quinciano se propone enamorar a Agueda, pero ella le declara que se ha consagrado a Cristo.

Para hacerle perder la fe y la pureza el gobernador la hace llevar a una casa de mujeres de mala vida y estarse allá un mes, pero nada ni nadie logra hacerla quebrantar el juramento de virginidad y de pureza que le ha hecho a Dios. Allí, en esta peligrosa situación, Agueda repetía las palabras del Salmo 16: "Señor Dios: defiéndeme como a las pupilas de tus ojos. A la sombra de tus alas escóndeme de los malvados que me atacan, de los enemigos mortales que asaltan.

El gobernador le manda destrozar el pecho a machetazos y azotarla cruelmente. Pero esa noche se le aparece el apóstol San Pedro y la anima a sufrir por Cristo y la cura de sus heridas.

Al encontrarla curada al día siguiente, el tirano le pregunta: ¿Quién te ha curado? Ella responde: "He sido curada por el poder de Jesucristo". El malvado le grita: ¿Cómo te atreves a nombrar a Cristo, si eso está prohibido? Y la joven le responde: "Yo no puedo dejar de hablar de Aquél a quien más fuertemente amo en mi corazón".

Entonces el perseguidor la mandó echar sobre llamas y brasas ardientes, y ella mientras se quemaba iba diciendo en su oración: "Oh Señor, Creador mío: gracias porque desde la cuna me has protegido siempre. Gracias porque me has apartado del amor a lo mundano y de lo que es malo y dañoso. Gracias por la paciencia que me has concedido para sufrir. Recibe ahora en tus brazos mi alma". Y diciendo esto expiró. Era el 5 de febrero del año 251.

Desde los antiguos siglos los cristianos le han tenido una gran devoción a Santa Agueda y muchísimos y muchísimas le han rezado con fe para obtener que ella les consiga el don de lograr dominar el fuego de la propia concupiscencia o inclinación a la sensualidad.

Propósito: Digámosle a Dios: "Señor, aquí están todas mis concupiscencias y malas inclinaciones. Mi vida se puede convertir fácilmente en un desorden. Toma en tus manos estas mis malas inclinaciones y cálmalas y cúralas, tu que curaste las heridas de tu sierva Agueda y le diste fortaleza para resistir al fuego. Creo que el poder y la bondad de mi Dios podrán obtener lo que mis pobres fuerzas no han logrado. Dios puede mejorar radicalmente mi personalidad. ¿Cuántas veces pondré en manos de Dios mis concupiscencias y malas inclinaciones para que El las cure y las calme? ¿Cuántas veces cada día?

San Felipe de Jesús, mártir (1572 – 1597)

Felipe nació en la ciudad de México el año 1572, hijo de honrados inmigrantes españoles. En su niñez se caracterizó por su índole inquieta y traviesa. Se cuenta que su aya, una buena negra cristiana, al comprobar las diarias travesuras de Felipillo, solía exclamar, con la mirada fija en una higuera seca que, en el fondo del jardín, levantaba a las nubes sus áridas ramas: "Antes la higuera seca reverdecerá, que Felipe llegue a ser santo" El chico no tenía madera de santo.

Pero un buen día entró en el noviciado de los franciscanos dieguinos; más no pudiendo resistir la austeridad, otro buen día se escapó del convento.

Regresó a la casa paterna y ejerció durante algunos años el oficio de platero, si bien con escasas ganancias; por lo que su padre, Alonso de las Casas, lo envió a las islas Filipinas a probar fortuna. Felipe contaba ya para entonces 18 años. Se estableció en el emporio de artes, riquezas y placeres que era en esos tiempos la ciudad de Manila.

Nuestro joven gozó por un tiempo de los deslumbrantes atractivos de aquella ciudad, pero pronto se sintió angustiado: el vacío de Dios se dejó sentir muy hondo, hasta las últimas fibras de su ser; en medio de aquel doloroso vacío, volvió a oír la tenue llamada de Cristo: "Si quieres venir en pos de Mí, renuncia a ti mismo, toma tu cruz y sígueme" (Mt. 16, 24).

Y Felipe volvió a tomar la cruz: entró con los franciscanos de Manila y ahora sí tomó muy en serio su conversión... oró mucho, estudió, cuidó amorosamente a los enfermos y necesitados, y un buen día le anunciaron que ya podía ordenarse sacerdote, y que, por gracia especial, esa ordenación tendría lugar precisamente en su ciudad natal, en México.

Se embarcó juntamente con Fray Juan Pobre y otros franciscanos rumbo a la Nueva España; pero una gran tempestad arrojó el navío a las costas de Japón, entonces evangelizado, entre otros, por Fray Pedro Bautista y algunos Hermanos de la provincia franciscana de Filipinas. Felipe se sintió dichoso: ahora podría ahondar más en su conversión esforzándose por convertir a muchos japoneses.

Las conversiones en Japón aumentaban día a día; pero entonces estalló la persecución de Taicosama contra los franciscanos y sus catequistas.

Nuestro Felipe, por su calidad de náufrago hubiera podido evitar honrosamente la prisión y los tormentos, como habían hecho Fray Juan Pobre y otros compañeros de naufragio. Pero Felipe rechazó esa manera fácil de rehuir su actividad. Quería convertirse siempre más a fondo, hasta abrazarse del todo con la cruz de Cristo. Siguió, pues, hasta el último suplicio a San Pedro Bautista y demás misioneros franciscanos que desde hacía años evangelizaban el Japón.

Felipe, juntamente con ellos, fue llevado en procesión por algunas de las principales ciudades para que se burlaran de él. Sufrió pacientemente que le cortaran, como a todos los demás, una oreja, y, finalmente en Nagasaki, en compañía de otros 21 franciscanos, cinco de la Primera Orden y quince de la Tercera Orden, además de tres jóvenes jesuitas, se abrazó a la cruz de la cual fue colgado, suspendido mediante una argolla y atravesado por dos lanzas. Felipe fue el primero en morir en medio de todos aquellos gloriosos mártires. Sus últimas palabras fueron: "Jesús, Jesús, Jesús".

Felipe se había convertido plena y totalmente a Cristo. Era el 5 de febrero de 1597. Cuenta la leyenda que ese mismo día la higuera seca de la casa paterna reverdeció de pronto y dio fruto. Felipe fue beatificado, juntamente con sus compañeros de cruento martirio, el 14 de septiembre de 1627, y canonizado el 8 de junio de 1862.

Felipe, el joven que supo convertirse hasta dar la vida por Cristo, ha sido declarado patrono de la Ciudad de México y de su arzobispado.

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Fuente: ACI Prensa
Isabel Canori Mora, Beata Laica, Febrero 5  

Isabel Canori Mora, Beata

Laica

Martirologio Romano: En Roma, beata Isabel Canori Mora, madre de familia, que tras haber sufrido mucho tiempo, con caridad y paciencia, la infidelidad del marido, angustias económicas y la persecución de familiares, ofreció su vida a Dios por la conversión, salud, paz y santificación de los pecadores, y entró a formar parte de la Tercera Orden de la Santísima Trinidad (1825).

Etimología: Isabel = Aquella a quien Dios da salud, es de origen hebreo.

Por un minuto piensa en las personas que viven en tu vecindario. ¿Podrías llamar a alguno santo? Hubo un barrio en Italia donde efectivamente una santa vivía en la casa contigua. La beata Isabella Canori Mora quien llevó su vida de madre y esposa a la plena conformación con Cristo en la cotidianeidad y en la adversidad de tener un esposo que la maltrataba.

Quién fue

Nació en Roma el 21 de noviembre de 1774. Hija de Tommaso y Teresa Primoli, en el seno de una familia de posición acomodada, profundamente cristiana y diligente en la educación de sus hijos.

Estudió con las Hermanas Agustinas de Cascia (1785-88), donde destacó por su inteligencia, una profunda vida interior y su espíritu de penitencia. De regreso a Roma, tuvo una vida tranquila hasta que en 1796 -cuando tenía 21 años- se casó con el joven abogado romano Cristóforo Mora.

Para ella, el matrimonio fue una decisión reflexionada, madura, pero después de algunos meses, la fragilidad psicológica de Cristóforo comprometió la serenidad de la familia.

Cristóforo convirtió a una mujer de mal vivir en su amante y a medida que pasaba el tiempo, humilló y abusó de su esposa en distintas formas, no ejerció más la abogacía, y gastó tanto dinero en sus aventuras que terminó llevando a su esposa e hijas a la extrema pobreza y una creciente deuda.

A la violencia física y psicológica de su esposo, Isabella respondió siempre con absoluta fidelidad. Nunca puso excusas, conveniencias o intereses para justificar un abandono de su hogar, para ella sólo primaba el código de fidelidad de amor y rendición total.

Elizabeth trató a su marido con paciencia gentil, ofreciendo penitencias y oraciones por su conversión. Nunca pensó en separarse de él, a pesar de los consejos de familiares y amigos. En vez de esto, siempre amó, apoyó y perdonó a su esposo esperando su conversión.

En 1801 sufrió una misteriosa enfermedad que la puso al borde de la muerte. Se curó de forma inexplicable y tuvo su primera experiencia mística.

Esta es una vidente italiana de las tribulaciones de los últimos tiempos de la Iglesia, que fue favorecida con los dones de la visión y de la profecía.

El Señor le hizo alcanzar la madurez para recibir las visiones y las ilustraciones sobre el destino de la Iglesia. Recibió en forma clara los estigmas de la pasión de Cristo, y en sus visiones vio las tremendas batallas que tendrá que sostener la Iglesia en los últimos tiempos bajo el poder de las tinieblas.

Tuvo cuatro hijos, pero los dos primeros murieron a los días de nacer. Con el abandono de su esposo, fue forzada a vivir trabajando con sus propias manos para seguir al cuidado de sus hijas Marianna y Luciana. Dedicó mucho tiempo a la oración, los pobres y los enfermos.

Su hogar pronto se convirtió en un punto de referencia para mucha gente en busca de ayuda material y espiritual. Se dedicó especialmente a cuidar de las familias en necesidad. Para ella, la familia implicaba dar un espacio a cada persona, un lugar que dé frutos de vida, fe, solidaridad y responsabilidad.

La familia, para ella, era el templo en el que recibía al "al amado Señor, Jesús de Nazaret" y a todos los que se dirigían a ella. A través de la auto negación, Elizabeth ofrecía su vida por la paz y la santidad de la Iglesia, la conversión de su esposo y la salvación de los pecadores.

En 1807 Elizabeth se unió a la Orden terciaria Trinitaria.

Respondió con dedicación a la vocación al matrimonio y la consagración secular. Sus admirables virtudes humanas y cristianas así como la fama de su santidad se difundieron a través de Roma, Albano y Marino, donde ganó fama de santidad.

En 5 de febrero de 1825, mientras era asistida por sus dos hijas, Isabella falleció. Fue enterrada en Roma en la iglesia trinitaria de San Carlino alle Quattro Fontane. Poco después de su muerte, como ella misma predijo, su esposo se convirtió uniéndose a la Orden Terciaria Trinitaria y después se ordenó sacerdote de los franciscanos conventuales. Murió el 9 de setiembre de 1845 y fue enterrado en la iglesia de los franciscanos conventuales de Sezze.

Fue beatificada junto al joven mártir Zaire Isidore Bakanja, y a otra madre italiana santa, Gianna Beretta Molla, por el Papa Juan Pablo II el 24 de abril de 1994, en el Año Mundial de la Familia.
Su fiesta se celebra cada 4 de febrero.


Algunas visiones de Isabella Canori

En una visión del 25 de marzo de 1816 vio:


"A los miserables que cada día con mayor orgullo y desfachatez, de palabra y de obra, con incredulidad y apostasía, van pisoteando la santa religión y la divina ley. Se sirven de las palabras de la Sagrada Escritura y del Evangelio, corrompiendo su verdadero sentido para respaldar así sus perversas intenciones y sus torcidos principios".

El 15 de octubre de 1818 tuvo otra visión terrible:

"De repente, dice, le fue mostrado el mundo. Lo veía todo en revolución, sin orden ni justicia. Los siete vicios capitales (soberbia, lujuria, ira, envidia, pereza, guía y avaricia) eran llevados en triunfo, y por todas partes se veía reinar la injusticia, el fraude, el libertinaje y toda clase de iniquidades. Vio también Sacerdotes despreciando la Santa Ley de Dios y cómo se cubría el Cielo de nubes negras; se levantaba un tremendo huracán y en el mayor desconcierto se mataban los hombres unos a otros. En castigo de los soberbios que con impía presunción intentaban demoler la Iglesia desde los cimientos, permitía Dios a los poderes de las tinieblas abandonar los abismos del infierno . . ."

El triunfo de la Iglesia:

En 1821 oyó al Señor hablar del triunfo de la Iglesia, pues ésta saldría renovada de aquellas tormentas, encendida en el primitivo celo de la Gloria de Dios, y que sería recordada universalmente por los pueblos. Vendrá la reforma de la Iglesia . . . "y la restauración de todas las cosas no se verificará sin un profundo trastorno de todo el mundo, de todas las poblaciones".

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Fuente: Enciclopedia Católica || ACI Prensa
Adelaida de Vilich, Santa Abadesa, Febrero 5  

Adelaida de Vilich, Santa

Abadesa

Martirologio Romano: En Colonia, de Lotaringia, santa Adalheide, que fue la primera abadesa del monasterio de Vilich, en el que introdujo la Regla de san Benito, pasando después al monasterio de Santa María de Colonia, donde falleció (1015).

Etimología: Adelaida = Aquella que es de noble familia, es de origen germánico.

Era hija de Megingoz, Conde de Guelders, y cuando aún era muy joven, entró en el convento de Santa Úrsula en Colonia, donde se seguía la regla de San Jerónimo. Cuando sus padres fundaron el convento de Villich, enfrente de la ciudad de Bonn, en el Rin, Adelaida se convirtió en Abadesa de este nuevo convento, y después de algún tiempo introdujo la regla de San Benito, que le pareció más estricta que la de San Jerónimo.

La fama de su santidad y de su don de realizar milagros atrajo pronto la atención de San Heriberto, Arzobispo de Colonia, quien quiso hacerla abadesa del convento de Santa María en Colonia, para suceder a su hermana Bertha, que había fallecido. Solo por la orden del Emperador Otón III aceptó Adelaida su nueva dignidad. Mientras era Abadesa de Santa María en Colonia, continuó siendo Abadesa de Villich.

Murió en su convento de Colonia el año 1015, pero fue enterrada en Villich, donde su fiesta se celebra solemnemente el 5 de Febrero, el día de su fallecimiento.

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Fuente: agenciacatolica.com
Jesús Méndez Montoya, Santo Sacerdote y Mártir, 5 de febrero  

Jesús Méndez Montoya, Santo

Sacerdote y Mártir

Martirologio Romano: En Valtiervilla, lugar de México, san Jesús Méndez, presbítero y mártir, que murió por Cristo durante la persecución mexicana (1928).

Nació en Tarímbaro, Michoacán, el 10 de junio de 1880, hijo de Florentino Méndez y de Maria Cornelia Montoya. Fue bautizado en la iglesia parroquial del lugar el 12 del mismo mes y recibió el sacramento de la confirmación ahí mismo el 12 de septiembre de 1881.

Creció Jesús Méndez en el ambiente sano de los pueblos. Sus estudios primarios los realizó en la escuela oficial. Ingresó al Seminario de Morelia a los 14 años de edad, dedicándose con tesón al estudio.

Su familia era muy pobre y algunos vecinos de su pueblo natal le ayudaban con gusto a su sostenimiento, lo mismo que toda su familia, en cuanto podía.

El 23 de julio de 1905 recibió el diaconado y fue ordenado sacerdote el 3 de junio de 1906 por imposición de manos del señor arzobispo Atenógenes Silva. Cantó su Primera Misa en su pueblo natal el 22 de junio del mismo año.

Desempeñó su ministerio sacerdotal en las siguientes parroquias: San Juan Huetamo, Mich., como vicario cooperador, de 1906 a 1907, en donde sufrió un agotamiento nervioso que alarmó a sus familiares.

Una vez repuesto de eso, se le mandó a Pedernales, en donde permaneció de abril de 1907 a febrero de 1913, pero de nuevo los nervios lo volvieron a traicionar, por lo que el señor arzobispo lo envió a Valtierrilla, Guanajuato, para que mejorara de salud.

En todas partes trabajó mucho. Se distinguió también por su devoción a la Santísima Virgen a la que procuraba venerar y honrar de una manera especial en las fiestas marianas, que celebraba con la mayor solemnidad posible.

Fundó y atendió asociaciones parroquiales: Catecismo, Apostolado de la Oración, Vela Perpetua, Hijas del María, Obreros Guadalupanos. Objeto especial de su preocupación pastoral fue la atención a la escuela parroquial. Promovió obras sociales y fundó una cooperativa de consumo.

En Valtierrilla, como en muchas otras partes, durante la persecución callista, muchos sacerdotes se alejaron de sus parroquias para esconderse buscando siempre lugares más seguros, pero el Padre Méndez siguió al pie del cañón aunque ejerciendo su ministerio de manera oculta, celebrando su misa muy temprano y, asimismo, bautizaba y confesaba a esas horas.

También por las noches salía a bautizar a las casas. Durante el día se dedicaba a atender a los enfermos.

Agotados los recursos pacíficos y legales para que se derogasen las leyes persecutorias, en diversos lugares de la Patria comenzaron a tomarse las armas en acto de legítima defensa.

Algunos en Vatierrilla quisieron sumarse a los cristeros y fijaron como fecha para el levantamiento el 5 de febrero de 1928, pero fueron delatados y vinieron los soldados de Sarabia, poblado cercano, a sofocar el levantamiento. El Padre Méndez nada tuvo que ver con ese asunto ya que jamás empuñó las armas.

El día cinco señalado, estaba el Padre Méndez terminando de celebrar su misa en una dependencia de la notaria cuando se oyeron los primeros disparos de la fuerza federal, que venían entrando al pueblo en busca de los que se iban a levantar en armas.

El Padre Méndez ante el inminente peligro, tomó el copón con las Hostias consagradas y lo escondió bajo su zarape, con el cual se cobijaba cuando hacía frío, mas sintió la necesidad de proteger mucho más al Santísimo y por lo mismo, trató de no hacerse visible.

Saltó por una ventana de la notaría que estaba al pie de la torre del templo. Los soldados, que se habían subido precisamente a lo alto del campanario para poder vigilar mejor los movimientos del pueblo, vieron que alguien abría la ventana tratando de escapar y avisaron a los de abajo, quienes hicieron salir al Padre Jesús.

Cuando vieron al padre, sin conocerlo, deben haber pensado que se trataba de algún cristero, creían que bajo la cobija llevaba alguna arma y le exigían que la entregara, a lo que respondió que no tenía arma.

Recibieron la orden de registrarlo, un soldado dio un jalón a la cobija descubriendo el copón que apretaba contra su pecho. Le hicieron la clásica pregunta: "¿Es usted Cura?" a lo cual respondió: "Sí soy Cura". Esto bastó para que lo aprehendieran.

El Padre Méndez les dijo: "A ustedes no les sirven las Hostias consagradas, dénmelas". Pidió a los soldados unos momentos para recogerse en oración, se puso de rodillas y comulgó. Dijeron después los soldados: "No queremos alhajas, deles esa joya a las viejas", refiriéndose a la hermana del padre, Luisa, y a la sirvienta de esta, María Concepción, que trataban de defender al sacerdote.

Les entregó el copón diciéndoles: "Cuídenlo y déjenme, es la voluntad de Dios", y dirigiéndose a los soldados: "Ahora haced de mí lo que queráis; estoy dispuesto".

Seis u ocho soldados lo llevaron al lugar del sacrificio, distante una media cuadra de la plaza. Lo sentaron en un tronco que había ahí, en medio de dos soldados. El capitán Muñiz intentó dispararle, pero la pistola no funcionó. Ordenó entonces a los soldados que le dispararan. Tres veces lo hizo cada uno con su rifle, pero ninguno hizo blanco, sea porque no hayan querido o no hayan podido hacerlo.

Enfadado el capitán, ordenó al prisionero que se pusiera de pie, lo registró y le quitó el crucifijo y unas medallas que traía, lo colocó junto a unos magueyes y le disparó. El Padre Jesús cayó al suelo ya muerto. Eran aproximadamente las siete de la mañana del día 5 de febrero de 1928.

Como a las tres de la tarde de ese mismo día 5, los restos del sacerdote mártir fueron llevados a Cortazar en una camioneta de redilas, propiedad del gobierno.

En ese lugar los soldados lo pusieron junto a la vía del tren, con el fin de que cuando este pasara lo destrozara, no sin antes hacer desfilar a todas las personas de Valtierrilla, Gto., que se habían llevado en calidad de detenidos.

Las mujeres de los oficiales, más sensatas y valientes, fueron a la vía del tren a quitar el cuerpo de ahí para llevarlo hacia un portalillo cercano. Acto seguido, los soldados cavaron una fosa en el machero de los caballos para enterrarlo, pero las soldaderas se opusieron, y como el señor Elías Torres les pidió el cuerpo para sepultarlo, se lo concedieron.

Un carpintero de Sarabia, Alberto Delgado, hizo el ataúd y fue velado el cuerpo en el portal de los Carmona y sepultado en Cortazar por Elías Torres.

El Padre Jesús Méndez Montoya fue sacrificado por odio a la fe. él conocía los riesgos de su ministerio; sin embargo jamás abandonó a su feligresía y en muchas ocasiones expresó su deseo de ser mártir.

Cinco años después, el Padre Segoviano, Vicario de Valtierrilla, junto con su feligresía fueron a Cortazar y exhumó los restos que fueron identificados por el señor Elías Torres; los familiares también los identificaron por un mechón blanco que tenía en el cabello y por la ropa que vestía. Además, el sitio de la sepultura era conocido por la gente del lugar.

El Padre Segoviano depositó la urna con los restos en el piso del presbiterio de la iglesia parroquial de Valtierrilla, Guanajuato, donde permanecen hasta la fecha.

El Padre Jesús Méndez Montoya fue declarado Beato por S.S. el Papa Juan Pablo II en la ceremonia efectuada en la Basílica de San Pedro en Roma, Festividad de Cristo Rey, el día 22 de noviembre de 1992, en compañía de sus 24 compañeros Mártires Mexicanos.

El día 21 de mayo del Año Santo 2000, Jubileo de la Encarnación de Jesucristo, el Papa Juan Pablo II realizó la ceremonia de Canonización de los 25 Mártires Mexicanos, incluido el Beato Jesús Méndez Montoya, en la Plaza de San Pedro, ante la presencia de más de cuarenta mil peregrinos.


"Los cristianos esperan encontrar en el sacerdote no sólo un hombre que los acoge, que los escucha con gusto y les muestra una sincera amistad, sino también y sobre todo un hombre que les ayude a mirar a Dios, a subir hacia él".

(Exhortación Pastoral "PASTORES DABO VOBIS", N. 47)

¡San Jesús Méndez Montoya, que durante tu ministerio sacerdotal tuviste un gran amor a Jesús en la Eucaristía, ruega por nosotros!


Fueron muchos los fieles que sufrieron el martirio por defender su fe, de entre ellos presentamos ahora a veinticinco que fueron proclamados santos de la Iglesia por Juan Pablo II.

Los 25 santos canonizados el 21 de mayo del 2000 fueron:

Cristobal Magallanes Jara, Sacerdote
Roman Adame Rosales, Sacerdote
Rodrigo Aguilar Aleman, Sacerdote
Julio Alvarez Mendoza, Sacerdote
Luis Batis Sainz, Sacerdote
Agustin Caloca Cortés, Sacerdote
Mateo Correa Magallanes, Sacerdote
Atilano Cruz Alvarado, Sacerdote
Miguel De La Mora De La Mora, Sacerdote
Pedro Esqueda Ramirez, Sacerdote
Margarito Flores Garcia, Sacerdote
Jose Isabel Flores Varela, Sacerdote
David Galvan Bermudez, Sacerdote
Salvador Lara Puente, Laico
Pedro de Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote
Jesus Mendez Montoya, Sacerdote
Manuel Morales, Laico
Justino Orona Madrigal, Sacerdote
Sabas Reyes Salazar, Sacerdote
Jose Maria Robles Hurtado, Sacerdote
David Roldan Lara, Laico
Toribio Romo Gonzalez, Sacerdote
Jenaro Sanchez Delgadillo
David Uribe Velasco, Sacerdote
Tranquilino Ubiarco Robles, Sacerdote

Para ver las biografías de los Mártires Mexicanos del siglo XX
Haz Click AQUI

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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando el santoral de este día, Febrero 5  

Otros Santos y Beatos

Santos Mártires del Ponto, mártires
En el Ponto, conmemoración de muchos santos mártires que murieron en la persecución bajo el emperador Maximiano. Unos fueron rociados con plomo derretido, otros atormentados con cañas entre las uñas, otros más vejados con repetidos tormentos, hasta merecer todos ellos del Señor la palma y la corona del martirio (s. III ex.).

San Avito, obispo
En Vienne, en la Galia Lugdunense, san Avito, obispo, que, en tiempo del rey Gundobaldo, con su fe y su actividad pastoral defendió a la Galia de la herejía arriana (518). ...[leer hagiografía]

San Ingenuino, obispo
En Sabiona, de la Recia, san Ingenuino, primer obispo de esta sede (c. 605).

San Lucas, abad
En Lucania, san Lucas, abad, que abrazó la vida monástica, según las instituciones de los santos orientales, primero en Sicilia, su patria, pero debido a la invasión de los sarracenos se mudó a otros lugares, muriendo en el monasterio de los Santos Elías y Anastasio del Carbone, que él mismo había fundado (995).

San Sabas, monje
En Roma, en el monasterio de San Cesareo, san Sabas, monje, llamado el Joven, que junto con su hermano san Macario difundió la vida cenobítica por Calabria y Lucania, en tiempo de la devastación causada por los sarracenos (995).

San Albuino, obispo
En Brixen, en la región de Trento, conmemoración de san Albuino, obispo, que trasladó a esta ciudad la sede episcopal de Sabiona (1005/1006)

Santa Francisca Mézière, virgen y mártir
En Laval, en Francia, beata Francisca Mézière, virgen y mártir, que habiéndose dedicado a educar niños y a curar enfermos, durante la Revolución Francesa fue condenada a muerte en odio a la fe (1794).

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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