JMJ
Pax
+ Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús exclamó:
"¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien!
El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave, y mi carga ligera".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
Dia 29/04 Santa Catalina de Siena (virgen y doctora de la Iglesia, blanco)
Antífona de Entrada
Esta es una virgen sabia y prudente, que salió a recibir a Cristo con la lámpara encendida.
Oración Colecta
Oremos:
Señor Dios, que hiciste a santa Catalina de Siena arder de amor divino en la contemplación de la pasión de tu Hijo y en su entrega al servicio de la Iglesia; concédenos, por su intercesión, vivir asociados al misterio de Cristo para que podamos llenarnos de alegría con la manifestación de su gloria.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
La sangre de Cristo nos purifica de todo pecado
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 1,5-10; 2, 1-2
Queridos hermanos: Este es el mensaje que hemos escuchado de labios de Jesucristo y que ahora les anunciamos: Dios es luz y en él no hay nada de oscuridad. Si decimos que estamos con Dios, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no vivimos conforme a la verdad. Pero, si vivimos en la luz, como él vive en la luz, entonces estamos unidos unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado.
Si decimos que no tenemos ningún pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si, por el contrario, confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos purificará de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, hacemos pasar a Dios por mentiroso y no hemos aceptado verdaderamente su palabra.
Hijitos míos, les escribo esto para que no pequen. Pero, si alguien peca, tenemos como intercesor ante el Padre, a Jesucristo, el justo. Porque él se ofreció como víctima de expiación por nuestros pecados, y no sólo por los nuestros, sino por los del mundo entero.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del salmo 102
Bendice al Señor, alma mía.
Bendice al Señor, alma mía, y todo lo que soy, su santo nombre. Bendice al Señor, alma mía, y no eches al olvido sus favores.
Bendice al Señor, alma mía.
Pues el Señor perdona tus pecados y tus dolencias cura; él rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor y de ternura.
Bendice al Señor, alma mía.
El Señor es clemente y bondadoso, lento al enojo, pronto a la indulgencia; no está siempre acusando ni su rencor por siglos alimenta.
Bendice al Señor, alma mía.
Como un padre amoroso con su hijo, así es tierno el Señor con quien lo quiere; pues sabe bien de lo que estamos hechos y no olvida que somos barro débil.
Bendice al Señor, alma mía.
El amor del Señor por siempre permanece, y su justicia llega hasta los hijos y a la generación siguiente de los hombres que cumplen con su alianza y sus leyes recitan y obedecen.
Bendice al Señor, alma mía.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios del Reino a la gente sencilla.
Aleluya.
Evangelio
Has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla
+ Lectura del santo Evangelio según san Mateo 11, 25-30
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús exclamó:
"¡Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien!
El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo los aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave, y mi carga ligera".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Recibe, Señor, el sacrificio de salvación que te ofrecemos en la conmemoración de santa Catalina; que ella nos instruya con sus enseñanzas para que podamos darte gracias con mayor fervor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Eficacia de la acción de los santos
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno por Cristo, Señor nuestro.
Porque mediante el testimonio admirable de tus santos fecundas sin cesar a tu Iglesia con vitalidad siempre nueva, dándonos así pruebas evidentes de tu amor. Ellos nos estimulan con su ejemplo en el camino de la vida y nos ayudan con su intercesión.
Por eso,
ahora, nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y los santos diciendo:
Antífona de la Comunión
Sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor, el alimento del cielo que hemos recibido y que sustentó la vida temporal de santa Catalina, sea para nosotros prenda segura de gloria eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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mar 2a. Sem Pascua
Antífona de Entrada
Alegrémonos, regocijémonos y demos gracias, porque el Señor, nuestro Dios omnipotente, ha establecido su reinado. Aleluya.
Oración Colecta
Oremos:
Haz, Señor, que nuestra vida toda sea testimonio vivo del poder de Cristo resucitado, que nos ha hecho morir con él al pecado para que podamos resucitar con él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Primera Lectura
Tenían un solo corazón y una sola alma
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 32-37
En el grupo de los creyentes todos pensaban y creían lo mismo, y nadie consideraba como propio nada de lo que poseía, sino que tenían en común todas las cosas. Por su parte, los apóstoles daban testimonio con mucha fortaleza de la resurrección del Señor Jesús, y todos gozaban de gran estima. No había entre ellos necesitados, porque todos los que tenían bienes o casas los vendían, llevaban el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad.
Este fue el caso de José, un levita nacido en Chipre, a quien los apóstoles llamaban Bernabé, que significa "el que trae consuelo". Este tenía un campo, lo vendió, trajo el dinero y lo puso a disposición de los apóstoles.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 92, 1ab.1c-2.5
El Señor es un rey magnífico.
El Señor es rey; está vestido de esplendor; el Señor, vestido y rodeado de poder.
El Señor es un rey magnífico.
Firme e inconmovible está la tierra. Tu trono está firme desde siempre, tú existes desde la eternidad.
El Señor es un rey magnífico.
Tus mandamientos son inmutables, Señor, la santidad adorna tu templo por años sin fin.
El Señor es un rey magnífico.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
El Hijo del hombre debe ser levantado en la cruz, para que los que creen en él tengan vida eterna.
Aleluya.
Evangelio
Nadie ha subido al cielo sino el Hijo del hombre, que bajó del cielo
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 11-15
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo:
"Yo te aseguro que hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto; pero ustedes rechazan nuestro testimonio. Si no me creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo van a creerme cuando les hable de las cosas del cielo?
Nadie ha subido al cielo, a no ser el que vino de allí, es decir, el Hijo del hombre.
Lo mismo que Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto, el Hijo del hombre tiene que ser levantado en alto, para que todo el que crea en él tenga vida eterna".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Concédenos, Señor, que este sacrificio pascual nos llene siempre de alegría, prosiga en nosotros tu obra redentora y nos obtenga de ti la felicidad eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Cristo vive por siempre e intercede por nosotros
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca en este tiempo en que Cristo, nuestra pascua, ha sido inmolado.
Porque él no cesa de ofrecerse por nosotros, de interceder por todos ante ti; inmolado, ya no vuelve a morir; sacrificado, vive para siempre.
Por eso,
con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar el himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
Era necesario que Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos, para entrar en su gloria. Aleluya.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, precio de nuestra redención, nos ayuden, Señor, a cumplir tus mandamientos y a obtener nuestra felicidad eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
Pascua. 2ª semana. Martes
PRIMEROS CRISTIANOS. UNIDAD
— La unidad entre los cristianos, querida por Cristo, es un don de Dios. Pedirla.
— Lo que rompe la unidad fraterna.
— La caridad une, la soberbia separa. La fraternidad de los primeros cristianos. Evitar lo que pueda dañar la unidad.
I. La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma1. Estas palabras de los Hechos de los Apóstoles son como un resumen de la profunda unidad y del amor fraterno de los primeros cristianos, que tanto llamó la atención de sus conciudadanos. «Los discípulos daban testimonio de la Resurrección no solo con la palabra sino también con sus virtudes»2. Brilla entre ellos la actitud –nacida de la caridad– que busca siempre la concordia.
La unidad de la Iglesia, manifestada desde sus mismos comienzos, es voluntad expresa de Cristo. Él nos habla de un solo pastor3, pone de relieve la unidad de un reino que no puede estar dividido4, de un edificio que tiene un único cimiento5... Esta unidad se fundamentó siempre en la profesión de una sola fe, en la práctica de un mismo culto y en la adhesión profunda a la única autoridad jerárquica, constituida por el mismo Jesucristo. «No hay más que una Iglesia de Jesucristo -enseñaba Juan Pablo II en su catequesis por España-, la cual es como un gran árbol en el que estamos injertados. Se trata de una unidad profunda, vital, que es un don de Dios. No es solamente ni sobre todo unidad exterior, es un misterio y un don (...).
»La unidad se manifiesta, pues, en torno a aquel que, en cada diócesis, ha sido constituido pastor, el obispo. Y en el conjunto de la Iglesia se manifiesta en torno al Papa, sucesor de Pedro»6.
La unidad de fe era entre los primeros cristianos el soporte de la fortaleza y de la vida que se desbordaba hacia afuera. La misma vida cristiana es vivida desde entonces por gentes muy diferentes, cada una con sus peculiares características individuales y sociales, raciales y lingüísticas. Allí donde hubiese cristianos, «participaban, expresaban y transmitían una sola doctrina con la misma alma, con el mismo corazón y con idéntica voz»7.
Los primeros fieles defendieron esta unidad llegando a afrontar persecuciones y el mismo martirio. La Iglesia ha impulsado constantemente a sus hijos a que velen y rueguen por ella. El Señor la pidió en la Última Cena para toda la Iglesia: Ut omnes unum sint... que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y yo en Ti, que así ellos estén en nosotros8.
La unidad es un inmenso bien que debemos implorar cada día, puestodo reino dividido contra sí no permanecerá y toda ciudad o casa dividida contra sí no se mantendrá9. Y comenta San Juan Crisóstomo: «La casa y la ciudad, una vez divididas, se destruyen prontamente; y lo mismo un reino, que es lo más fuerte que existe, siendo la unión de los súbditos la que afirma los reinos y las casas»10. Unidad con el Papa, unidad con los obispos, unidad con nuestros hermanos en la fe y con todos los hombres para atraerlos a la fe de Cristo.
II. «Lo uno –enseña Santo Tomás– no se opone a lo múltiple, sino a la división, y la multitud tampoco excluye la unidad; lo que excluye es la división de cada cosa en sus componentes»11. Divide lo que separa de Cristo: cualquier pecado, aunque esa separación sea más tangible en las faltas de caridad que aíslan de los demás y en las faltas de obediencia a los pastores que Cristo ha constituido para regir la Iglesia. A la unidad no se opone la variedad de caracteres, de razas, de modos de ser... Por eso la Iglesia puede ser católica, universal, y ser una y la misma en cualquier tiempo y lugar. Es «esa unidad interior –afirmaba Pablo VI– (...) lo que le confiere la sorprendente capacidad de reunir a los hombres más diversos respetando, aún más, revalorizando, sus características específicas, con tal de que sean positivas, es decir, verdaderamente humanas; lo que le confiere la capacidad de ser católica, de ser universal»12.
Los Apóstoles y sus sucesores hubieron de sufrir el dolor que provocaban quienes difundían errores y divisiones. «Hablan de paz y hacen la guerra -se dolía San Ireneo-, se tragan el camello y cuelan el mosquito. Las reformas que predican jamás podrán curar los destrozos de la desunión»13.
Los primeros cristianos estaban persuadidos de que si su fe «gozaba de buena salud, no tenían nada que temer»14. Debemos pedir mucho la unidad para toda la Iglesia: que todos seamos uno, que seamos fieles a la fe recibida, que sepamos obedecer prontamente los mandatos y las indicaciones del Romano Pontífice y de los obispos en unión con él.
La unidad está estrechamente ligada a la lucha ascética personal por ser mejores, por estar más unidos a Cristo. «Muy poco podremos hacer en el trabajo por toda la Iglesia (...), si no hemos logrado esta intimidad estrecha con el Señor Jesús: si realmente no estamos con Él y como Él santificados en la verdad; si no guardamos su palabra en nosotros, tratando de descubrir cada día su riqueza escondida»15.
La unidad de la Iglesia, cuyo principio vital es el Espíritu Santo, tiene como punto central a la Sagrada Eucaristía, que es «signo de unidad y vínculo de amor»16. El alejar las discordias y pedir por la unidad «nunca se hace más oportunamente que cuando el cuerpo de Cristo que es la Iglesia, ofrece el mismo Cuerpo y la misma Sangre de Cristo en el sacramento del pan y del vino»17.
III. San Pablo hace frecuentes llamamientos a la unidad: Os ruego –pide a los cristianos de Éfeso– (...) que viváis una vida digna de la vocación a la que habéis sido llamados, con toda humildad y mansedumbre, con longanimidad, sobrellevándoos unos a otros con caridad, solícitos por conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz.
A continuación hace referencia a una antigua aclamación, posiblemente usada en la liturgia primitiva durante las ceremonias bautismales. En ella se pone de relieve la unidad de la Iglesia, como fruto de la unicidad de la esencia divina. A su vez, las tres personas de la Santísima Trinidad, que actúan en la Iglesia y son causa de su unidad, quedan reflejadas en el texto sagrado18. Siendo un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como habéis sido llamados a una sola esperanza, la de vuestra vocación. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos: el que es sobre todos los seres, por todos y en todos19.
San Pablo enumera diversas virtudes: humildad, mansedumbre, longanimidad..., manifestaciones diversas de la caridad, que es el vínculo de la unidad en la Iglesia. «El templo del Rey no está arruinado, ni agrietado, ni dividido; el cemento de las piedras vivas es la caridad»20. La caridad une, la soberbia separa.
Los primeros cristianos pusieron de manifiesto su amor a la Iglesia mediante la caridad, que superó todas las barreras sociales, económicas, de raza o cultura. El que tenía bienes materiales los compartía con quienes carecían de ellos21, y todos rezaban unos por otros, animándose a perseverar en la fe de Cristo. Uno de los primeros apologistas, en el siglo ii, describía así el proceder de los primeros cristianos: «se aman unos a otros, no desprecian a las viudas y libran al huérfano de quien le trata con violencia; y el que tiene, da sin envidia al que no tiene...»22.
Sin embargo, la mejor caridad se dirigía a fortalecer en la fe a los hermanos. Las Actas de los Mártires recogen casi en cada página detalles concretos de esta preocupación por la fidelidad de los demás. Verdaderamente «fue con amor como se abrieron paso en aquel mundo pagano y corrompido»23. Amor a los hermanos en la fe y amor a los paganos. También nosotros llevaremos nuestro mundo a Dios, si sabemos imitar a los primeros cristianos en nuestra comprensión y cariño por todos, aunque en ocasiones no sean correspondidos nuestros desvelos y nuestras atenciones por los demás. Y fortaleceremos en la fe a quienes flaquean, con el ejemplo, con la palabra y con nuestro trato siempre amable y acogedor: El hermano ayudado por su hermano es como una ciudad amurallada, enseña la Sagrada Escritura24.
Por amor a la Iglesia, pondremos los medios para no dañar, ni de lejos, la unidad de los cristianos: «Evita siempre la queja, la crítica, las murmuraciones...: evita a rajatabla todo lo que pueda introducir discordia entre hermanos»25. Por el contrario, fomentaremos siempre todo aquello que es ocasión de entendimiento mutuo y de concordia. Si alguna vez no podemos alabar, callaremos26. Y la liturgia pide al Señor: Que sepamos rechazar hoy el pecado de discordia y de envidia27.
Para aprender a vivir bien la unidad dentro de la Iglesia acudimos a nuestra Madre Santa María. «Ella, Madre del Amor y de la unidad, nos une profundamente para que, como la primera comunidad nacida del Cenáculo, seamos un solo corazón y una sola alma. Ella, "Madre de la unidad", en cuyo seno el Hijo de Dios se unió a la humanidad, inaugurando místicamente la unión esponsalicia del Señor con todos los hombres, nos ayude para ser "uno" y para convertirnos en instrumentos de unidad entre los cristianos y entre todos los hombres»28.
1 Primera lectura de la Misa. Hech 4, 32. — 2 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre los Hechos de los Apóstoles, 11. — 3 Cfr. Jn 10, 16. — 4 Cfr. Mt 12, 25. — 5 Cfr. Mt16, 18. — 6 Juan Pablo II, Homilía en la parroquia de Orcasitas. Madrid, 3-XI-1982. — 7 San Ireneo, Contra las herejías, 1, 10, 2. — 8 Jn 17, 21. — 9 Mt 12, 25. — 10 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 48. — 11 Santo Tomás, Suma Teológica, 1, q. 30, a. 3. — 12 Pablo VI, Alocución, 30-III-1965. — 13 San Ireneo, Contra las herejías, 4, 33, 7. — 14 Tertuliano, De praescr. haert., 2. — 15 Juan Pablo II,Mensaje para la Unión de los Cristianos, 23-I-1981. — 16 San Agustín, Trat. sobre el Evangelio de San Juan, 26. — 17 San Fulgencio de Ruspe, Liturgia de las Horas, Martes 2ª Semana de Pascua. Segunda lectura. — 18 Cfr. Sagrada Biblia, Epístolas de la cautividad, EUNSA, Pamplona 1986, p. 100. — 19 Ef 4, 1-6. — 20 San Agustín,Comentario sobre el salmo 44. — 21 Cfr. Hech 4, 32 ss. — 22 Arístides, Apología XV, 5-7. — 23 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 172. — 24 Prov 18, 19. — 25San Josemaría Escrivá, Surco, n. 918. — 26 ídem, Cfr. Camino, n. 443. — 27 Preces de laudes. Martes 2ª Semana de Pascua. — 28 Juan Pablo II, Homilía, 24-III-1980.
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29 de abril
SANTA CATALINA DE SIENA*
Memoria
— Amor a la Iglesia y al Papa, «el dulce Cristo en la tierra».
— Santa Catalina ofreció su vida por la Iglesia.
— Afán de dar a conocer con claridad la verdad y de influir positivamente en la opinión pública, según la capacidad de cada cual.
I. Sin una instrucción particular (aprendió a escribir siendo ya muy mayor) y con una corta existencia, Santa Catalina pasó por la vida, llena de frutos, «como si tuviese prisa de llegar al eterno tabernáculo de la Santísima Trinidad»1. Para nosotros es modelo de amor a la Iglesia y al Romano Pontífice, a quien llamaba «el dulce Cristo en la tierra»2, y de claridad y valentía para hacerse oír por todos.
Los Papas residían entonces en Avignon, con múltiples dificultades para la Iglesia universal, mientras que Roma, centro de la Cristiandad, se volvía poco a poco una gran ruina. El Señor hizo entender a la Santa la necesidad de que los Papas volvieran a la sede romana para iniciar la deseada y necesaria reforma. Incansablemente oró, hizo penitencia, escribió al Papa, a los Cardenales, a los príncipes cristianos...
A la vez, Santa Catalina proclamó por todas partes la obediencia y amor al Romano Pontífice, de quien escribe: «Quien no obedezca a Cristo en la tierra, el cual está en el lugar de Cristo en el Cielo, no participa del fruto de la Sangre del Hijo de Dios»3.
Con enorme vigor dirigió apremiantes exhortaciones a Cardenales, Obispos y sacerdotes para la reforma de la Iglesia y la pureza de las costumbres, y no omitió graves reproches, aunque siempre con humildad y respeto a su dignidad, pues son «ministros de la sangre de Cristo»4. Es principalmente a los pastores de la Iglesia a los que dirige una y otra vez llamadas fuertes, convencida de que de su conversión y ejemplaridad dependía la salud espiritual de su rebaño.
Nosotros pedimos hoy a la Santa de Siena alegrarnos con las alegrías de nuestra Madre la Iglesia, sufrir con sus dolores. Y podemos preguntarnos cómo es nuestra oración diaria por los pastores que la rigen, cómo ofrecemos, diariamente, alguna mortificación, horas de trabajo, contrariedades llevadas con serenidad..., que ayuden al Santo Padre en esa inmensa carga que Dios ha puesto sobre sus hombros. Pidamos también hoy a Santa Catalina que nunca le falten buenos colaboradores al «dulce Cristo en la tierra».
«Para tantos momentos de la historia, que el diablo se encarga de repetir, me parecía una consideración muy acertada aquella que me escribías sobre lealtad: "llevo todo el día en el corazón, en la cabeza y en los labios una jaculatoria: ¡Roma!"»5. Esta sola palabra podrá ayudarnos a mantener la presencia de Dios durante el día y expresar nuestra unidad con el Romano Pontífice y nuestra petición por él. Quizá nos pueda servir hoy para aumentar nuestro amor a la Iglesia.
II. Santa Catalina fue profundamente femenina, sumamente sensible6. A la vez, fue extraordinariamente enérgica, como lo son aquellas mujeres que aman el sacrificio y permanecen cerca de la Cruz de Cristo, y no permitía debilidades en el servicio de Dios. Estaba convencida de que, tratándose de uno mismo y de la salvación de las almas que Cristo rescató con su Sangre, era improcedente una excesiva indulgencia, adoptar por comodidad o cobardía una débil filantropía, y por eso gritaba: «¡Basta ya de ungüento! ¡Que con tanto ungüento se están pudriendo los miembros de la Esposa de Cristo!».
Fue siempre fundamentalmente optimista, y no se desanimaba si, a pesar de haber puesto los medios, no salían los asuntos a la medida de sus deseos. Durante toda su vida fue una mujer profunda, delicada. Sus discípulos recordaron siempre su abierta sonrisa y su mirada franca; iba siempre limpia, amaba las flores y solía cantar mientras caminaba. Cuando un personaje de la época, impulsado por un amigo, acude a conocerla, esperaba encontrar a una persona de mirada esquinada y sonrisa ambigua. Su sorpresa fue grande al encontrarse con una mujer joven, de mirada clara y sonrisa cordial, que le acogió «como a un hermano que volviera de un largo viaje».
Poco tiempo después de su llegada a Roma murió el Papa. Y con la elección del sucesor se inicia el cisma que tantas desgarraduras y tanto dolor habría de producir en la Iglesia. Santa Catalina hablará y escribirá a Cardenales y reyes, a príncipes y Obispos... Todo inútil. Exhausta y llena de una inmensa pena, se ofrece a Dios como víctima por la Iglesia. Un día del mes de enero, rezando ante la tumba de San Pedro, sintió sobre sus hombros el peso inmenso de la Iglesia, como ha ocurrido en ocasiones a otros santos. Pero el tormento duró pocos meses: el 29 de abril, hacia el mediodía, Dios la llamaba a su gloria. Desde el lecho de muerte, dirigió al Señor esta conmovedora plegaria: «¡Oh Dios eterno!, recibe el sacrificio de mi vida en beneficio de este Cuerpo Místico de la Santa Iglesia. No tengo otra cosa que dar, sino lo que me has dado a mí»7. Unos días antes había comunicado a su confesor: «Os aseguro que, si muero, la única causa de mi muerte es el celo y el amor a la Iglesia, que me abrasa y me consume...». Pidamos nosotros hoy a Santa Catalina ese amor ardiente por nuestra Madre la Iglesia, que es característica de quienes están cerca de Cristo.
Nuestros días son también de prueba y de dolor para el Cuerpo Místico de Cristo, por eso «hemos de pedir al Señor, con un clamor que no cese (cfr. Is 58, l), que los acorte, que mire con misericordia a su Iglesia y conceda nuevamente la luz sobrenatural a las almas de los pastores y a las de todos los fieles»8. Ofrezcamos nuestra vida diaria, con sus mil pequeñas incidencias, por el Cuerpo Místico de Cristo. El Señor nos bendecirá y Santa María –Mater Ecclesiae– derramará su gracia sobre nosotros con particular generosidad.
III. Santa Catalina nos enseña a hablar con claridad y valentía cuando los asuntos de que se trate afecten a la Iglesia, al Romano Pontífice o a las almas. En muchos casos tendremos la obligación grave de aclarar la verdad, y podemos aprender de Santa Catalina, que nunca retrocedía ante lo fundamental, porque tenía puesta su confianza en Dios.
En la Primera lectura de la Misa, enseña el Apóstol Juan: Os anunciamos el mensaje que hemos oído a Jesucristo: Dios es luz sin ninguna oscuridad9. Ahí tenía su origen la fuerza de los primeros cristianos y la de los santos de todos los tiempos: no enseñaban una verdad propia, sino el mensaje de Cristo que nos ha sido transmitido de generación en generación. Es el vigor de una Verdad que está por encima de las modas, de la mentalidad de una época concreta. Nosotros debemos aprender cada vez más a hablar de las cosas de Dios con naturalidad y sencillez, pero a la vez con la seguridad que Cristo ha puesto en nuestra alma. Ante la campaña de silencio organizada sistemáticamente –tantas veces denunciada por los Romanos Pontífices– para oscurecer la verdad, silenciar los sufrimientos que los católicos padecen a causa de su fe, o las obras rectas y buenas, que a veces apenas tienen ningún eco en los grandes medios de difusión, nosotros, cada uno en su ambiente, hemos de servir de altavoz a la verdad. Algunos Papas han calificado esta actitud de conspiración del silencio10 ante las obras buenas, literarias, científicas, religiosas, de promoción social, de buenos católicos o de las instituciones que las promueven. Por el hecho mismo de ser católicos, muchos medios de difusión callan o los dejan en la penumbra.
Nosotros podemos hacer mucho bien en este apostolado de opinión pública. A veces llegaremos solo a los vecinos o a los amigos que visitamos o nos visitan, o mediante una carta a los medios de comunicación o una llamada a un programa de radio que pide opiniones sobre un tema controvertido y que quizá tiene un fondo doctrinal que debe ser aclarado, respondiendo con criterio a una encuesta pública, aconsejando un buen libro... Debemos rechazar la tentación de desaliento, de que quizá «podemos poco». Un inmenso río que lleva un caudal enorme está alimentado de pequeños regueros que, a su vez, se han formado quizá gota a gota. Que no falte la nuestra. Así comenzaron los primeros cristianos en la difusión de la Verdad.
Pidamos hoy a Santa Catalina que nos transmita su amor a la Iglesia y al Romano Pontífice, y que tengamos el afán santo de dar a conocer la doctrina de Jesucristo en todos los ambientes, con todos los medios a nuestro alcance, con imaginación, con amor, con sentido optimista y positivo, sin dejar a un lado una sola oportunidad. Y, con palabras de la Santa, rogamos a Nuestra Señora: «A Ti recurro, María, te ofrezco mi súplica por la dulce Esposa de Cristo y por su Vicario en la tierra, a fin de que le sea concedida la luz para regir con discernimiento y prudencia la Santa Iglesia»11.
1 Juan Pablo II, Homilía en Siena, 14-X-1980. — 2 Santa Catalina de Siena, Cartas, III, Ed. italiana de P. Misciateli, Siena 1913, 211. — 3 ídem, Carta 207, III, 270. — 4 Cfr.Pablo VI, Homilía en la proclamación de Santa Catalina como Doctora de la Iglesia, 4-X-1970. — 5 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 344. — 6 Cfr. Juan Pablo II, Homilía 29-IV-1980. — 7 Santa Catalina de Siena, Carta 371, V, 301-302. — 8 San Josemaría Escrivá, Amar a la Iglesia, Palabra, Madrid 1986 p. 55. — 9 1 Jn 1, 5. — 10 Cfr. Pío XI, Enc. Divini Redemptoris, 10-III-1937. — 11 Santa Catalina de Siena, Oración XI.
* Nació en Siena en el año 1347. Ingresó muy joven en la Tercera Orden de Santo Domingo, sobresaliendo por su espíritu de oración y de penitencia. Llevada de su amor a Dios, a la Iglesia y al Romano Pontífice, trabajó incansablemente por la paz y unidad en la Iglesia en los tiempos difíciles del destierro de Avignon. Se trasladó a esta ciudad y pidió al Papa Gregorio XI que regresara cuanto antes a Roma, donde el Vicario de Cristo en la tierra debía gobernar la Iglesia. «Si muero, sabed que muero de pasión por la Iglesia», declaró unos días antes de su muerte, ocurrida el 30 de abril de 1380.
Escribió innumerables cartas de las que se conservan alrededor de cuatrocientas, algunas oraciones y «elevaciones» y un solo libro, El Diálogo, que recoge las conversaciones íntimas de la Santa con el Señor. Fue canonizada por Pío II y su culto se extendió pronto por toda Europa. Santa Teresa dijo de ella que, después de Dios, debía a Santa Catalina, muy singularmente, el progreso de su alma. Pío IX la nombró segunda Patrona de Italia y Pablo VI la declaró Doctora de la Iglesia.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Santa Catalina de Siena
Virgen y doctora de la Iglesia
Nacida en 1347, Catalina (nombre que significa "Pura") era la menor del prolífico hogar de Diego Benincasa. Allí crecía la niña en entendimiento, virtud y santidad. A la edad de cinco o seis años tuvo la primera visión, que la inclinó definitivamente a la vida virtuosa. Cruzaba una calle con su hermano Esteban, cuando vio al Señor rodeado de ángeles, que le sonreía, impartiéndole la bendición.
Su padre, tintorero de pieles, pensó casarla con un hombre rico. La joven manifestó que se había prometido a Dios. Entonces, para hacerla desistir de su propósito, se la sometió a los servicios más humildes de la casa. Pero ella caía frecuentemente en éxtasis y todo le era fácil de sobrellevar.
Finalmente, derrotados por su paciencia, cedieron sus padres y se la admitió en la tercera orden de Santo Domingo y siguió, por tanto, siendo laica. Tenía dieciséis años. Sabía ayudar, curar, dar su tiempo y su bondad a los huérfanos, a los menesterosos y a los enfermos a quienes cuidó en las epidemias de la peste. En la terrible peste negra, conocida en la historia con el nombre de "la gran mortandad", pereció más de la tercera parte de la población de Siena.
A su alrededor muchas personas se agrupaban para escucharla. Ya a los veinticinco años de edad comienza su vida pública, como conciliadora de la paz entre los soberanos y aconsejando a los príncipes. Por su influjo, el papa Gregorio XI dejó la sede de Aviñon para retornar a Roma. Este pontífice y Urbano VI se sirvieron de ella como embajadora en cuestiones gravísimas; Catalina supo hacer las cosas con prudencia, inteligencia y eficacia.
Aunque analfabeta, como gran parte de las mujeres y muchos hombres de su tiempo, dictó un maravilloso libro titulado Diálogo de la divina providencia, donde recoge las experiencias místicas por ella vividas y donde se enseñan los caminos para hallar la salvación. Sus trescientas setenta y cinco cartas son consideradas una obra clásica, de gran profundidad teológica. Expresa los pensamientos con vigorosas y originales imágenes. Se la considera una de las mujeres más ilustres de la edad media, maestra también en el uso de la lengua Italiana.
Santa Catalina de Siena, quien murió a consecuencia de un ataque de apoplejía, a la temprana edad de treinta y tres años, el 29 de abril de 1380, fue la gran mística del siglo XIV. El papa Pío II la canonizó en 1461. Sus restos reposan en la Iglesia de Santa María sopra Minerva en Roma, donde se la venera como patrona de la ciudad; es además, patrona de Italia y protectora del pontificado.
El papa Pablo VI, en 1970, la proclamó doctora de la Iglesia.
Ella, Santa Teresa de Avila y Santa Teresita de Lisieux son las tres únicas mujeres que ostentan este título.
Otros Santos cuya fiesta se celebra hoy: Santos: Paulino, Severo, obispos;
Agapio, Secundino, Tíquico, Torpetes, Emiliano, mártires; Pedro de Verona;
Roberto (Bob, Boby), monje; Tértula, Antonia, vírgenes; Hugo, abad.
CAMINO A LA SANTIDAD-SANTA CATALINA DE SIENA
Catalina. Corazón de Fuego.- Santa Catalina de Siena
SANTA CATALINA DE SIENA. Doctora de la Iglesia.
SANTA CATALINA DE SIENA Asalto al Cielo Video Oficial
Santa Catalina de Siena - Dibujos Animados
SANTA CATALINA DE SIENA-HISTORIETA-050
Diálogos de Santa Catalina de Siena (escaneado)
Diálogos de Santa Catalina de Siena (completos)
"Vida de Sta. Catalina de Siena", de Beato Raimundo de Capua
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Fuente: EnciclopediaCatolica.com | ACI Prensa
Roberto de Molesmes, Santo Abad, Abril 29
Martirologio Romano: En el monasterio de Molesmes, en Francia, san Roberto, abad, el cual, deseoso de una vida monástica más sencilla y más estricta, ya fundador de monasterios y superior esforzado, ya director de ermitaños y restaurador eximio de la disciplina monástica, fundó el monasterio de Cister, que rigió como primer abad, y llamado de nuevo como abad a Molesmes, allí descansó en paz (1111). Nacido alrededor del año 1029, en Champagne, Francia, de padres nobles llamados Thierry y Ermengarde; muerto en Molesmes, el 17 de Abril de 1111. |
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Cristino, Santo Mártir, Abril 29
Mártir |
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Antonio Kim Song-u, Santo Catequista y Mártir, Abril 29
Catequista y Mártir Martirologio Romano: En Seúl, en Corea, san Antonio Kim Song-u, mártir, que acostumbraba a reunir en su casa a varios fieles hasta que, encerrado en prisión, fue estrangulado (1841). Nació en Gusan, Corea del Sur, en el año 1795. |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Hugo de Cluny, Santo Abad, Agosto 29
Abad Martirologio Romano: En el monasterio de Cluny, en Borgoña (hoy Francia), san Hugo, abad, que gobernó santamente su cenobio durante sesenta y un años, mostrándose entregado a las limosnas y a la oración, mantenedor y promotor de la disciplina monástica, atento a las necesidades de la Iglesia y eximio propagador de la misma (1109).
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Fuente: santiebeati.it
Severo de Nápoles, Santo Obispo, Abril 29
Obispo Martirologio Romano: En Nápoles, de la Campania, san Severo, obispo, al que san Ambrosio amó como a un hermano y su Iglesia como a un padre (c. 409). En el catálogo de los obispos napolitanos ocupa el duodécimo lugar; de su vida anterior a su ministerio episcopal, no se sabe prácticamente nada. |
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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando el santoral de este día, Abril 29
San Tíquico, santo del NT |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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