martes, 15 de abril de 2014

[ † ] Miércoles SANTO. 16/04/2014. PELICULA. Santa Bernardita (vidente de Lourdes) ¡ruega por nosotros!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 26, 14-25

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, uno de los Doce, el llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:
"¿Qué me dan si les entrego a Jesús?"
Ellos le ofrecieron treinta monedas de plata.
Y desde ese momento buscaba la oportunidad para entregarlo.
El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron:
"¿Dónde quieres que te preparemos la cena de pascua?"
El respondió:
"Vayan a la ciudad, a casa de Fulano, y díganle: "El Maestro dice: Se acerca el momento, y quiero celebrar la pascua en tu casa con mis discípulos"".
Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de pascua.
Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce, y mientras cenaban les dijo:
"Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar".
Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno:
"¿Acaso soy yo, Señor?"
Jesús respondió:
"El que come en el mismo plato que yo, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, tal como está escrito de él; pero ¡ay de aquél que entrega al Hijo del hombre! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!"
Entonces preguntó Judas, el traidor:
"¿Soy yo acaso, maestro?"
Y Jesús le respondió:
"Tú lo has dicho".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

Miércoles Santo

Antífona de Entrada

Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, porque el Señor se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz; por eso Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

 

No se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Padre misericordioso, que para librarnos del poder del enemigo quisiste que tu Hijo sufriera el suplicio de la cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

No he sustraído mi rostro a los insultos y salivazos

Lectura del libro del profeta Isaías 50, 4-9a

En aquel entonces dijo Isaías:
"El Señor me ha dado una lengua de discípulo para que sepa sostener con mi palabra al
cansado. Cada mañana me despierta el oído, para que escuche como los discípulos. El Señor me ha abierto el oído, y yo no me he resistido ni me he echado atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, mis mejillas a los que tiraban mi barba; no oculté la cara ante los insultos y salivazos. El Señor me ayuda, por eso soportaba las ofensas, por eso endurecí mi cara como una
piedra, sabiendo que no quedaría defraudado. Mi defensor está cerca, ¿quién me denunciará? ¡Comparezcamos juntos! ¿Quién me va a acusar? ¡Que venga a decírmelo! Sepan que el Señor me ayuda: ¿Quién me condenará?"
Palabra de Dios.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Salmo Responsorial

Sal 68, 8-10.21bcd-22.31 y 33-44

Por tu bondad, Señor, socórreme.

Por ti sufro el insulto y la vergüenza cubre mi rostro. Soy un extranjero para mis hermanos, un extraño para los hijos de mi madre. Me desvelo por defender tu templo, y el insulto de los que te insultan cae sobre mí.
Por tu bondad, Señor, socórreme.

Los insultos me han roto el corazón y casi muero; espero compasión, y no la hay; consoladores, y no los encuentro. Me pusieron veneno en la comida, me dieron a beber vinagre para mi sed.
Por tu bondad, Señor, socórreme.

Yo alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza dándole gracias. Véanlo ustedes, los humildes, y alégrense, recobren el ánimo los que buscan a Dios. Porque el Señor escucha a los necesitados, y no rechaza a sus cautivos.
Por tu bondad, Señor, socórreme.

Aclamación antes del Evangelio

Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor Jesús, rey nuestro, sólo tú has tenido compasión de nuestras faltas.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.

Evangelio

¡Ay de aquél por quien el Hijo del hombre va a ser entregado!

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 26, 14-25

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, uno de los Doce, el llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:
"¿Qué me dan si les entrego a Jesús?"
Ellos le ofrecieron treinta monedas de plata.
Y desde ese momento buscaba la oportunidad para entregarlo.
El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron:
"¿Dónde quieres que te preparemos la cena de pascua?"
El respondió:
"Vayan a la ciudad, a casa de Fulano, y díganle: "El Maestro dice: Se acerca el momento, y quiero celebrar la pascua en tu casa con mis discípulos"".
Ellos hicieron lo que Jesús les había ordenado y prepararon la cena de pascua.
Al atardecer, se puso a la mesa con los Doce, y mientras cenaban les dijo:
"Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar".
Muy entristecidos, se pusieron a decirle uno por uno:
"¿Acaso soy yo, Señor?"
Jesús respondió:
"El que come en el mismo plato que yo, ése me entregará. El Hijo del hombre se va, tal como está escrito de él; pero ¡ay de aquél que entrega al Hijo del hombre! ¡Más le valdría a ese hombre no haber nacido!"
Entonces preguntó Judas, el traidor:
"¿Soy yo acaso, maestro?"
Y Jesús le respondió:
"Tú lo has dicho".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

No se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Celebrante:
Pongamos, hermanos y hermanas, nuestra mirada en Jesús, elevado en la cruz para que todos los que crean en él tengan vida eterna, y oremos al Señor los unos por los otros:
(Respondemos a cada petición: Señor, ten piedad).

Para que el Señor, que fue entregado a sus enemigos por nosotros, tenga misericordia de aquéllos que, como Judas, lo han traicionado y abandonado, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad

Para que el Señor, que con su sangre preciosa limpió los pecados del mundo, se muestre ante el Padre amigo y defensor de todos los seres humanos, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad

Para que los pobres, los agobiados, los desesperanzados y todos los que con sus sufrimientos participan de la cruz de Cristo encuentren consuelo en la pasión del Señor, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad

Para que cuantos por el bautismo hemos sido sumergidos en la muerte de Cristo participemos también de su resurrección, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad

Celebrante:
Dios todopoderoso y eterno, que has querido salvar al mundo con la muerte de tu Hijo, concede a quienes recordamos con amor su pasión gloriosa obtener los dones que te pedimos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, los dones que te presentamos, y concédenos la gracia de traducir, en una vida de amor y de obediencia a tu voluntad, el misterio de la pasión de tu Hijo que estamos celebrando.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

La victoria de la pasión

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque se acercan ya los días santos de la pasión salvadora y la gloriosa resurrección de Jesucristo nuestro Señor, en los que celebramos su triunfo sobre la soberbia del demonio y recordamos el misterio de nuestra redención.
Por eso,
los ángeles te cantan con júbilo eterno y nosotros nos unimos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:

Antífona de la Comunión

El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino para servir y dar su vida para redención de todos.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Concédenos, Señor, Dios nuestro, creer profundamente que por la muerte de tu Hijo, padecida en el Calvario y anunciada en cada Eucaristía, tú nos has dado la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

Miércoles Santo
Pasión de Nuestro Señor

CAMINO DEL CALVARIO

— Jesús con la Cruz a cuestas por las calles de Jerusalén. Simón de Cirene.

— Jesús acompañado de dos ladrones en su camino hacia el Calvario. Modos de llevar la cruz.

— El encuentro con su Santísima Madre.

I. Tras una noche de dolor, de burlas y desprecio, Jesús, roto por el terrible tormento de la flagelación, es llevado para ser crucificado. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberle hecho azotar, se lo entregó para que fuera crucificado1, dice sobriamente el Evangelio de San Mateo.

El pueblo no aceptó el canje por Barrabás, del que era inocente por quien era culpable de robo con homicidio. Jesús es condenado a sufrir un doloroso castigo y la muerte reservada a los criminales. Al poco tiempo, todos ven que está demasiado débil para llevar sobre sus hombros la cruz hasta el Calvario. Un hombre, Simón de Cirene, que va camino de su casa, es forzado a cargar con ella. ¿Dónde están tus discípulos? Jesús les había hablado de llevar la cruz2, y todos ellos habían afirmado con gran seguridad que estaban dispuestos a ir con Él hasta la muerte3. Ahora ni siquiera encuentra a uno para que le ayude a llevar el madero hasta el lugar de la ejecución. Lo ha de hacer un extraño, y obligado a la fuerza. Alrededor del Señor no hay rostros amigos y nadie quiso comprometerse. Hasta quienes recibieron beneficios y curaciones quieren pasar ahora inadvertidos. Se cumplió al pie de la letra lo que profetizó Isaías muchos siglos antes: He pisado el lagar yo solo, sin que nadie de entre las gentes me ayudase... Miré, y no había quien me auxiliase; me maravillé de que no hubiera quien me apoyara4.

Cogió Simón el extremo de la cruz y lo cargó sobre sus hombros. El otro, el más pesado, el del amor no comprendido, el de los pecados de cada hombre, ese lo llevó Cristo, solo.

Hay una excepción en este desamparo en que el Señor se encuentra, y que nos ha sido transmitida por tradición: una mujer –a la que se conoce por el nombre de Verónica– se acerca con un paño para limpiar el rostro de Jesús, y en la tela quedó impreso el rostro del Señor. "El velo de la Verónica es el símbolo del conmovedor diálogo entre Cristo y el alma reparadora. La Verónica respondió al amor de Cristo con su reparación; una reparación especialmente admirable, porque fue hecha por una débil mujer que no temió las iras de los enemigos de Cristo (...). ¿Se imprime en mi alma (...) el rostro de Jesús, como en el velo de la Verónica?"5.

El Señor sigue su camino; algún alivio físico le ha llegado. Pero la vía es tortuosa y el suelo irregular. Sus energías están cada vez más mermadas; nada tiene de extraño que Jesús caiga. Una, dos, tres veces. Cae y a duras penas se levanta. Y a los pocos metros vuelve a caer. Al levantarse nos dice lo mucho que nos ama; al caer expresa la gran necesidad que siente de que le amemos.

"No es tarde, ni todo está perdido... Aunque te lo parezca. Aunque lo repitan mil voces agoreras. Aunque te asedien miradas burlonas e incrédulas... Has llegado en un buen momento para cargar con la Cruz: la Redención se está haciendo –¡ahora!–, y Jesús necesita muchos cirineos"6.

II. En otro momento de ese caminar hacia el Calvario, Jesús pasa delante de un grupo de mujeres que lloran por Él. Las consuela y hace una "llamada al arrepentimiento, al verdadero arrepentimiento, al pesar, en la verdad del mal cometido. Jesús dice a las hijas de Jerusalén que lloran a su vista: No lloréis por mí; llorad más bien por vosotras mismas y por vuestros hijos (Lc 23, 28). No podemos quedarnos en la superficie del mal, hay que llegar a su raíz, a las causas, a la más honda verdad de la conciencia (...). Señor, ¡dame saber vivir y andar en la verdad!"7.

A Jesús, formando parte del cortejo, y para hacer más humillante su muerte, le acompañan dos ladrones. Un espectador recién llegado, que nada supiera, vería tres hombres, cada uno cargado con su cruz, camino de la muerte. Pero solo uno es el Salvador del mundo, y una sola la Cruz redentora.

Hoy también se puede llevar la cruz de distintas formas. Hay una cruz llevada con rabia, contra la que el hombre se revuelve lleno de odio o, al menos, de un profundo malestar; es una cruz sin sentido y sin explicación, inútil, que incluso aleja de Dios. Es la cruz de los que en este mundo solo buscan la comodidad y el bienestar material, que no soportan el dolor ni el fracaso, porque no quieren comprender el sentido sobrenatural del sufrimiento. Es una cruz que no redime: es la que lleva uno de los ladrones.

Camino del Calvario marcha una segunda cruz llevada con resignación, quizá incluso con dignidad humana, aceptándola porque no hay más remedio. Así la lleva el otro ladrón, hasta que poco a poco se da cuenta de que muy cerca de él está la figura soberana de Cristo, que cambiará por completo los últimos instantes de su vida aquí en la tierra, y también la eternidad, y le hará convertirse en el buen ladrón.

Hay un tercer modo de llevarla. Jesús se abraza a la Cruz salvadora y nos enseña cómo debemos cargar con la nuestra: con amor, corredimiendo con Él a todas las almas, reparando por los propios pecados. El Señor ha dado un sentido profundo al dolor. Pudiendo redimirnos de muchas maneras lo hizo a través del sufrimiento, porque nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos8.

Las personas santas han descubierto que el dolor, el sufrimiento, la contrariedad dejan de ser algo negativo en el momento en que no se ve la cruz sola, sino con Jesús que pasa y sale a nuestro encuentro. "¡Dios mío!, que odie el pecado, y me una a Ti, abrazándome a la Santa Cruz, para cumplir a mi vez tu Voluntad amabilísima..., desnudo de todo afecto terreno, sin más miras que tu gloria..., generosamente, no reservándome nada, ofreciéndome contigo en perfecto holocausto"9.

Simón de Cirene conoció a Jesús a través de la Cruz. El Señor le recompensará la ayuda prestada dando la fe también a sus dos hijos, Alejandro y Rufo10; serían pronto cristianos destacados de la primera hora. Debemos pensar que Simón de Cirene más tarde sería un discípulo fiel, estimado por la primera comunidad cristiana de Jerusalén. "Todo empezó por un encuentro inopinado con la Cruz.

"Me presenté a los que no preguntaban por mí, me hallaron los que no me buscaban (Is 65, 1).

"A veces la Cruz aparece sin buscarla: es Cristo que pregunta por nosotros. Y si acaso ante esa Cruz inesperada, y tal vez por eso más oscura, el corazón mostrara repugnancia... no le des consuelos. Y, lleno de una noble compasión, cuando los pida, dile despacio, como en confidencia: corazón, ¡corazón en la Cruz!, ¡corazón en la Cruz!"11.

La meditación de hoy es un momento oportuno para que nos preguntemos a nosotros mismos cómo llevamos las contrariedades, el dolor. Buena ocasión para examinar si nos acercan a Cristo, si estamos corredimiendo con Él, si nos sirven para expiar nuestras culpas.

III. "Caminaba el Salvador, el cuerpo inclinado con el peso de la Cruz, los ojos hinchados y como ciegos de lágrimas y de sangre, el paso lento y dificultoso por su debilidad; le temblaban las rodillas, se arrastraba casi detrás de sus dos compañeros de suplicio. Y los judíos se reían, los verdugos y los soldados le empujaban"12. En el cuarto misterio doloroso del Rosario contemplamos a Jesús con la Cruz a cuestas camino del Calvario "Estamos tristes, viviendo la Pasión de Nuestro Señor Jesús. —Mira con qué amor se abraza a la Cruz. —Aprende de Él. —Jesús lleva Cruz por ti: tú, llévala por Jesús.

"Pero no lleves la Cruz arrastrando... Llévala a plomo, porque tu Cruz, así llevada, no será una Cruz cualquiera: será... la Santa Cruz (...).

"Y de seguro, como Él, encontrarás a María en el camino"13.

En el Vía Crucis meditamos que, en una de aquellas callejuelas, Jesús se encontró con su Madre. Se paró un instante. "Con inmenso amor mira María a Jesús, y Jesús mira a su Madre; sus ojos se encuentran, y cada corazón vierte en el otro su propio dolor. El alma de María queda anegada en amargura, en la amargura de Jesucristo.

"¡Oh vosotros cuantos pasáis por el camino: mirad y ved si hay dolor comparable a mi dolor! (Lam 1, 12).

"Pero nadie se da cuenta, nadie se fija, solo Jesús (...).

"En la oscura soledad de la Pasión, Nuestra Señora ofrece a su Hijo un bálsamo de ternura, de unión, de fidelidad, un sí a la voluntad divina"14.

El Señor continúa su camino y María le acompaña a pocos metros de distancia, hasta el Calvario. La profecía de Simeón se está cumpliendo con perfecta exactitud.

"¿Qué hombre no lloraría, si viera a la Madre de Cristo en tan atroz suplicio?

"Su Hijo herido... Y nosotros lejos, cobardes, resistiéndonos a la Voluntad divina.

"Madre y Señora mía, enséñame a pronunciar un sí que, como el tuyo, se identifique con el clamor de Jesús ante su Padre: non mea voluntas... (Lc 22, 42): no se haga mi voluntad, sino la de Dios"15.

Cuando el dolor y la aflicción nos aquejen, cuando se hagan más penetrantes, acudiremos a Santa María, Mater dolorosa, para que nos haga fuertes y para aprender a santificarlos con paz y serenidad.

1 Mt 27, 26. — 2 Mt 16, 24. — 3 Mt 26, 35. — 4 Is 63, 3 y 5. — 5 J. Ablewicz, Seréis mis testigos, Madrid 1983. Vía Crucis, Sexta estación, pp. 334-335. — 6 San Josemaría Escrivá, Vía Crucis, V, 2. — 7 K. Wojtyla, Signo de contradicción, Madrid 1978. Vía Crucis, Octava estación, pp. 244-245. — 8 Cfr. Jn 15, 13. — 9 San Josemaría Escrivá, loc. cit., IX. — 10 Cfr. Mc 15, 21. — 11 San Josemaría Escrivá, loc. cit., V. — 12 L. de la Palma, La pasión del Señor, p. 168. — 13 San Josemaría Escrivá, Santo Rosario, cuarto misterio doloroso. — 14 ídem, Vía Crucis, IV. — 15 Ibídem, IV, 1.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Bernardita Soubirous, Santa Vidente de Lourdes, Abril 16   INCORRUPTA DESPUES DE 130 AÑOS !!!

Bernardita Soubirous, Santa

Virgen

Martirologio Romano: En Nevers, también en Francia, santa María Bernarda Soubirous, virgen, la cual, nacida en Lourdes de una familia muy pobre, siendo aún niña asistió a las apariciones de la Inmaculada Santísima Virgen María y, después, abrazando la vida religiosa, llevó una vida escondida y humilde (1879).

Etimológicamente: Bernarda = Aquella que es una guerrera, es de origen germánico.

 

El 11 de febrero, fiesta de la Santísima Virgen de Lourdes, nos recuerda las apariciones de la Virgen a una niña de 14 años que no sabía ni leer ni escribir, pero que rezaba todos los días el rosario, Bernardita Soubirous. Nació en Lourdes en 1844 de padres muy pobres. Por medio de ella la Virgen hizo surgir la prodigiosa fuente del milagro, a la cual acuden peregrinos de todo el mundo para reavivar su fe y su esperanza. Muchos regresan de Lourdes curados también en su cuerpo. La Virgen, durante la segunda aparición, le dijo: "No te prometo hacerte feliz en este mundo, pero sí en el otro".

A pesar de haber sido dócil instrumento para extener la devoción a la Inmaculada, Bernardita no se contaminó con la gloria humana. El día que el obispo de Lourdes, ante 50.000 peregrinos, colocó la estatua de la Virgen sobre la roca de Massabielle, Bernardita tuvo que permanecer en su celda, víctima de un ataque de asma. Y cuando el dolor físico se hacía más insoportable, suspiraba: "No, no busco alivio, sino sólo la fuerza y la paciencia". Su breve existencia transcurrió en la humilde aceptación del sufrimiento físico como generosa respuesta a la invitación de la Inmaculada para pagar con la penitencia el rescate de tantas almas que viven prisioneras del mal.

Mientras junto a la gruta de las apariciones se estaba construyendo un grande santuario para acoger a los numerosos peregrinos y enfermos en busca de alivio, Bernardita pareció desaparecer en la sombra. Pasó seis años en el instituto de Lourdes, de las Hermanas de la Caridad de Nevers, y en el que después fue admitida como novicia.
Su entrada se demoró debido a su delicada

Bernardita Soubirous, Santa

salud. En la profesión tomó el nombre de Sor María Bernarda. Durante los quince años de vida conventual no conoció sino el privilegio del sufrimiento. Las mismas superioras la trataban con indiferencia, por un designio providencial que les impide a las almas elegidas la comprensión y a menudo hasta la benevolencia de las almas mediocres. Al principio fue enfermera dentro del convento, después sacristana, hasta cuando la enfermedad la obligó a permanecer en la cama, durante nueve años, siempre entre la vida y la muerte.

A quien la animaba le contestaba con la radiante sonrisa de los momentos de felicidad cuando estaba a la presencia de la blanca Señora de Lourdes: "María es tan bella que quienes la ven querrían morir para volver a verla". Bernardita, la humilde pastorcita que pudo contemplar con sus propios ojos a la Virgen Inmaculada, murió el 16 de abril de 1879.

Fue beatificada el año 1935 y el Papa Pío XI la elevó al honor de los altares el 8 de diciembre de 1933.

En Francia se la festeja el 18 de febrero.

Su cuerpo permanece milagrosamente incorrupto después de más de 130 años:

http://www.gloria.tv/?media=89245

 

Película:

Jean Delannoy http://www.gloria.tv/?media=36541

La pasión de Bernadette : http://www.gloria.tv/?media=34884

 

Dibujo para niños:

http://www.gloria.tv/?media=115486

 

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San Benito José Labre
Mendigo
(1783)

Si los vagabundos tuvieran un santo patrono, sería San Benito José Labre. Desde niño le atraía dominar con la miseria su cuerpo, para que el alma quedara más libre para volar hacia Dios. Ya a los doce años ponía como cabecera para dormir una tabla y desde los 16 hasta su muerte durmió siempre en el duro suelo. Tanto que la gente llegó a llamarlo "el santo que duerme en el suelo".

Oración

Este buen hombre sí que cumplió aquello que dijo Jesús: "Si el grano de trigo cae en la tierra y muere, produce mucho fruto". Quiera Dios que como él sepamos mortificarnos en esta vida para reinar por siempre en la eternidad.

Historia

Nació en Bologna, Francia, en 1748. Era el mayor de los quince hijos de un librero acomodado. Sus padres lo colocaron a estudiar junto a un tío sacerdote, el Padre Santiago, que todo se lo daba a los pobres y a quien la gente llamaba "un nuevo San Vicente".
Benito José sentía una enorme inclinación a la lectura de la Sagrada Escritura y a leer Vidas de Santos y libros religiosos. Tanto que su tío tenía que recordarle de vez en cuando que debía dedicar también tiempo suficiente a estudiar otras materias. Otra de sus inclinaciones era hacia la vida retirada del mundo, hacia la vida de oración y de meditación, apartado del trato con los demás.
Su tío sacerdote murió por atender a enfermos de peste, y entonces Benito José se propuso entrar a algún convento donde la vida fuera totalmente dedicada a la oración, el silencio y las penitencias. Viajando a pie centenares de kilómetros, muchas veces por entre la nieve, visitó varios conventos de Cartujos y de Trapenses (monjes en perpetuo silencio) pero en cada convento le respondieron que la edad mínima para entrar era de 24 años, y que como sólo tenía 20 años, no podía ser admitido. Al fin en un convento hicieron una excepción y lo admitieron, pero entonces le llegó la enfermedad de los escrúpulos (imaginar que es pecado lo que no lo es) y le empezaron terribles angustias, que el mismo Superior tuvo que aconsejarle que se retirara, porque su temperamento no era para vivir encerrado en un convento. Benito bajó humildemente la cabeza y dijo: "Hágase la santa voluntad de Dios", y se alejó meditabundo
Desde entonces empieza Benito José una vida poco común. Dispone conseguir la santidad siendo un perpetuo mendigo, un peregrino errante, de santuario en santuario. Benito se propuso dedicar muchos años de su vida a visitar los santuarios más famosos de Europa, a pie, descalzo, pidiendo limosna, vestido como un pordiosero y dedicado únicamente a rezar, meditar y hacer penitencia.

Andaba descalzo (aun en plena nieve, pedregales o barro) con un vestido sumamente viejo y descolorido, lleno de remiendos. Con un pobre morral donde únicamente llevaba la Imitación de Cristo y un Devocionario para leer los Salmos y otras oraciones, practicaba el consejo de Jesús: "No llevéis alforja con provisiones, ni dinero, ni dos túnicas" (Mr. 6,8). Se propuso ser un monje errante, un vagabundo de Dios, un ser tan espiritual que olvidado de su cuerpo, vivirá de lo que a los demás les sobre. Para siempre será ya un peregrino errante. Sobre su camisa remendada lleva un escapulario y un crucifijo. Las primeras tres noches que estuvo en Roma (después de viajar centenares y centenares de kilómetros desde Francia, a pie, pidiendo limosna) las pasó en un hospicio de pobres, pero luego le pareció que eso era demasiado lujo para él y en adelante dormirá siempre a la intemperie o en el quicio de una puerta, o bajo un puente, o al abrigo de una escalera, o donde la noche lo sorprenda. Nunca aceptaba un lecho o una cama. Lo más que aceptaba era un costal para acostarse en él. Quería asemejarse a Jesús que no tenía ni una piedra para recostar la cabeza. Su filosofía era la de las avecillas del cielo, a las cuales Dios alimenta y que no viven preocupadas por el día de mañana, porque el Padre Dios sabe muy bien que es lo que vamos a necesitar. Las personas ordinarias al verlo sentían desprecio por él y los orgullosos hasta le tenían asco, pero las personas muy espirituales sentían hacia él una honda admiración.
Como si fuera un monje cartujo, por los caminos no hablaba con nadie, a no ser que sintiera la inspiración para decirle alguna palabra espiritual a alguien. Cuando le daban una limosna (que él nunca pidió a nadie) daba las gracias y buscaba a otro más pobre para dársela a él. Andaba por todos esos caminos de Europa de santuario en santuario, desde España hasta Francia, Alemania, Italia, etc., absorto, como dedicado a la contemplación y a hablar con Dios. Cuando llegaba a un santuario se pasaba los días enteros orando allí ante la santa imagen. Cuando oraba ante el Santísimo Sacramento o ante un crucifijo se le pasaban las horas sin darse cuenta y a veces se elevaba varios centímetros por los aires.
A un sacerdote que le preguntó de qué estaba compuesto él para ser capaz de soportar semejante vida le dijo: "Mi cerebro está compuesto de fuego para amar a Dios. Mi corazón es de carne para poder tener caridad para con el prójimo. Mi voluntad es de bronce para tratarme duro a mí mismo".
A otro que le recomendó que no durmiera en el suelo le respondió: "Me parece que Dios quiere que yo le sirva de esta manera. Los pobres dormimos en el lugar donde nos llega la noche… los que ya nos acostumbramos a la pobreza no necesitamos cama demasiado cómoda para dormir… además en este modo de vivir siento más facilidad para comunicarme con el buen Dios".
Las gentes le demostraban mucho desprecio y nada deseaba él tanto como ser despreciado y tenido por nada. Pero nunca lo lograban despreciar los otros como se despreciaba a sí mismo. Un hombre le regaló un día una limosna y Benito José se apresuró a obsequiársela a otro más pobre que él. El que le había dado la limosna creyó que eso era un desprecio y le dio una fueteara. Benito se dejó golpear sin pronunciar una sola palabra. En un santuario lo confundieron con un ladrón y lo sacaron a rastras del templo hacia la plaza. El no se defendió. En Gascuña se acercó a atender a un herido y las gentes dijeron que era él quien lo había atracado y le dieron una paliza. No dijo ni una palabra. Imitaba a Jesús de quien siete veces dice el Evangelio que callaba, mientras lo maltrataban.
Era tan flaco y desgastado que al dormir enroscado en un rincón las gentes lo confundían con un perro dormido y le daban patadas para que se fuera.
Y mientras más se humillaba él, más se preocupaba Dios por elevarlo. Su padre confesor que al principio dudaba mucho de él, se fue convenciendo cada día más y más de que se trataba de un verdadero santo y fue recogiendo datos para su biografía. Don Jorge Zittli un convertido, vio un día que Benito José se acercaba a una mujer que lloraba porque su hijito agonizaba y le dijo: "Deja de llorar mujer, que tu niño ya está bien", y al colocarle la mano sobre la cabeza del niño, éste quedó instantáneamente curado.
Desde 1777 su devoción preferida será asistir a las "Cuarenta horas", esta hermosa devoción que consiste en exponer la Santa Hostia (o sea el cuerpo de Cristo), y dedicarse los parroquianos durante 40 horas a rendirle, por turnos, piadosa adoración. Donde quiera que en Roma hubiera 40 horas en un templo, allí estaba Benito José los tres días adorando al Santísimo Sacramento. Tanto que la gente lo llamaba "El santo de las cuarenta horas".
El padre Daffini vio a Benito en el templo de los Santos Apóstoles, rodeado por un gran resplandor, mientras adoraba la Santa Hostia. María Poeti lo vio lleno de resplandores y elevarse sobre el suelo mientras adoraba al Señor en la Eucaristía. El padre Pompei, Capellán de Santa María La Mayor vio que sobre el corazón de nuestro santo se veían llamaradas mientras adoraba la Santa Hostia.
Los últimos años pasaba los días enteros en los templos orando y por las noches iba a dormir en las ruinas del Coliseo.
La debilidad lo obligó en sus últimos días a aceptar ser recibido en un albergue de mendigos de Roma, y allí su obediencia y su piedad llamaron la atención a los encargados. Benito era siempre el último en acudir a recibir su porción de sopa, y con frecuencia la regalaba a otro que tenía más hambre que él.
A principios de la cuaresma de 1783 adquirió un violento resfriado y el Miércoles Santo estando rezando en un templo cayó desmayado. Muchos acudieron a socorrerlo y un carnicero lo llevó a su casa para atenderlo. Le aplicaron la Unción de los Enfermos y el Jueves Santo - 16 de abril - a la madrugada pasó a la eternidad. Aquella mañana mientras las campanas de los templos de Roma repicaban en la ceremonia del Jueves Santo, su alma volaba a escuchar los repiques de gloria en el Reino de los Cielos.
Apenas se supo la noticia de su muerte, muchos niños empezaron a gritar por las calles: "¡Ha muerto el santo! ¡Ha muerto el santo!", y un gentío enorme acudió a venerar sus despojos y empezó una cadena admirable de milagros junto a sus reliquias.
Exactamente cien años después de su muerte, en 1883, fue declarado santo por el Sumo Pontífice. Varios volúmenes de documentos en Roma comprueban su gran santidad.

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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Engracia, Santa Virgen y Mártir, Abril 16  

Engracia, Santa

Virgen y Mártir

Martirologio Romano: En Zaragoza, en la Hispania Tarraconense, santa Engracia, virgen y mártir, que sufrió duros suplicios, quedándole las llagas como testimonio de su martirio (s. IV).

Etimológicamente: Engracia = Aquella que se encuentra en estado de gracia, es de origen latino.

 

Habían proliferado los cristianos en el Imperio al amparo de la menor presión de las leyes en tiempo de Galieno. Los había en el campo y más en las ciudades, se les conoce en el foro, se les ve entre los esclavos, en el ejército y en los mercados. Han contribuido otras causas a desparramar la fe de Cristo entre las gentes: el aburrimiento del culto a los vanos dioses paganos, el testimonio que dieron los mártires y que muchos vieron, la transmisión boca a boca de los creyentes y el buen ejemplo.

Diocleciano ha conseguido la unidad territorial, política y administrativa; quiere unificar también la religión y para ello debe hacer sucumbir la religión de Cristo frente a la del Estado. Da cuatro edictos al respecto y elige cuidadosamente a las personas que sean capaces de hacerlos cumplir. Daciano será quien siembre el territorio de España, bajando desde el noreste hasta el centro, con semillas de cristianos.

Engracia es la joven novia graciosa que viaja desde Braccara, en Galecia, hasta el Rosellón, en Francia, para reunirse con su amado. Dieciocho caballeros de la casa y familia la acompañan y le dan cortejo. Al llegar a Zaragoza y enterarse de las atrocidades que está haciendo el prefecto romano, se presenta espontáneamente ante Daciano para echarle en cara la crueldad, injusticia e insensatez con que trata a sus hermanos. Termina martirizada, con la ofrenda de su vida y la de sus compañeros.

Las actas del martirio -¡qué pena sean del siglo VII , tan tardías, y por ello con poco valor histórico!- describen los hechos martiriales con el esquema propio a que nos tienen acostumbrados en el que es difícil atreverse a separar qué cosa responde a la realidad y qué es producto imaginativo consecuencia de la piedad de los cristianos.

El diálogo entre la frágil doncella y el cruel mandatario aparece duro y claro; ella emplea razonamientos plenos de humanidad y firmes en la fe con los que asegura la injusticia cometida -hoy se invocarían los derechos humanos-, la existencia de un Dios único a quien sirve, la necedad de los dioses paganos y la disposición a sufrir hasta el fin por el Amado; él utiliza los recursos del castigo, la amenaza, la promesa y el regalo. En resumen, la pormenorizada y prolija descripción del tormento de la joven cuenta que primero es azotada, luego sufre los horrores de ser atada a un caballo y arrastrada, le rajan el cuerpo con garfios, llegan a cortarle los pechos y le meten en su cuerpo un clavo; para que más sufra, no la rematan, la abandonan casi muerta sometida al indecible sufrimiento por las heridas hasta que muere. Los dieciocho acompañantes fueron degollados a las afueras de la ciudad.

Un siglo más tarde del glorioso lance cantó Prudencio en su Peristephanon las glorias de los innumerables mártires cesaraugustanos, nombró a los dieciocho sacrificados y a la joven virgen Engracia, invitando al pueblo a postrarse ante sus túmulos sagrados.

Engracia es la figura de la mártir que el pueblo, siempre sensible a la grandeza, ha sabido mirar con simpatía, la ha dorado con el mimo del agradecimiento, la bendice por su valentía, la compadece por sus sufrimientos y quisiera imitarla en su fidelidad.

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Fuente: Mercaba.org
Lamberto de Zaragoza, Santo Mártir, Abril 16  

Lamberto de Zaragoza, Santo

Mártir

Martirologio Romano: En Zaragoza, en Hispania, san Lamberto, mártir (c. s. VIII)

Etimológicamente: Lamberto = Aquel que es popular en su país, es de origen germánico.

 

En la noche del 13 al 14 de agosto de 1808 volaba, con horrísono estruendo, la fábrica secular del monasterio de Santa Engracia, de Zaragoza. Los franceses dejaban ese triste recuerdo al tener que levantar el sitio. Conservamos una descripción contemporánea, en la que se nos narra la pena de los zaragozanos cuando, al día siguiente, contemplaron aquel espectáculo de desolación y de horror. La voladura había arrastrado consigo la destrucción de valiosísimos elementos arqueológicos y de un archivo que nos podría ilustrar sobre muchos aspectos de la historia de la gloriosa sede cesaraugustana.

No obstante, aunque, como consecuencia de tan triste acontecimiento, la actual cripta de la parroquia de Santa Engracia no presente prácticamente nada de su primitiva planta ni casi de sus primeros materiales, sabemos que se trata de uno de los templos más antiguos y venerables de la cristiandad. Se construyó la cripta en época constantiniana, para recoger en ella los restos de los mártires zaragozanos. Un sarcófago del siglo IV, en el que arqueólogos y teólogos quieren ver la primera representación iconográfica del misterio de la Asunción de Nuestra Señora, es testimonio de la gran antigüedad de la cripta. En ella se conservaban, y se conservan, las cenizas de los mártires de Zaragoza, las "santas masas", junto a las de Santa Engracia y a las de San Lamberto.

De todos estos mártires hace mención el 16 de abril el martirologio romano. No obstante, la fiesta de San Lamberto se celebra en la diócesis de Zaragoza y en algunas otras de Aragón el día 19 de junio, impedida como está la fecha del 16 de abril por la fiesta misma de Santa Engracia. Por otra parte, en este mismo día 19 se encontraba su fiesta en alguno de los antiguos martirológios, incluido el romano, en sus primeras ediciones.

Esta coincidencia en una misma fecha de la conmemoración de los mártires de Zaragoza y de San Lamberto dio pie a una antigua leyenda, que, según los Bolandos. y según el unánime criterio de todos los historiadores modernos, en manera alguna puede sostenerse, falta por completo del más mínimo apoyo documental o arqueológico. Según ella San Lamberto, por los mismos días de Daciano, había sido decapitado por odio a su religión cristiana. Tomando entonces su cabeza entre las manos, había marchado al lugar en que estaban las cenizas de los mártires, y su cuerpo se había unido a ellas, conservándose únicamente la cabeza. Ni el nombre de Lamberto, de clara estirpe nórdica y desusado, por tanto, en la España romana, ni el corte de la narración, claramente inspirada en una errónea interpretación de la costumbre medieval de presentar a los mártires decapitados con su cabeza entre las manos, ni la debilidad del fundamento de dar algún martirologio su nombre el mismo día que el de los otros mártires, permiten tomar esta leyenda en serio.

Nos queda, pues, bien poca cosa. La existencia de un mártir llamado Lamberto. La época probable de su martirio, muy verosimilmente cuando Zaragoza gemía bajo la dominación de los moros. El dato de que ese martirio ocurrió en Zaragoza. Y la tradición, que parece tener cierto fundamento, de que se trataba de un labrador. Esto es todo.

El caso de San Lamberto no es único, ni mucho menos, en el martirologio. Son legión los mártires de los que sólo nos ha quedado la mención escueta de sus nombres. Y aun algunos ni eso nos han dejado. Santos hay, como los cuatro coronados, que han pasado incluso al mismo culto litúrgico universal sin que sepamos cómo se llamaban. Fenómeno este que se presta a muy provechosas reflexiones.

Limitar la santidad únicamente a los santos de los que se ha tenido pormenorizada noticia y cuyo martirio o heroicas virtudes constan de forma plena y con todos los trámites jurídicos, sería hacer grande injuria a la verdad que todos los días presenciamos. En el siglo XX nos consta la existencia de martirios, tras el telón de acero por ejemplo, de los que nunca llegará a saberse con exactitud qué es lo que ocurrió. Dígase lo mismo de las virtudes heroicas. ¡En cuántas diócesis y en cuántas casas religiosas se conserva viva la memoria del olor de santidad que tras sí dejaron sacerdotes, seglares o religiosos, que luego, por circunstancias a veces de orden político, en ocasiones de tipo económico, en otras ocasiones de simple descuido humano, no se llegó a recoger y plasmar jurídicamente! La Iglesia recuerda a todos ellos en la fiesta de Todos los Santos. Y conserva con cariño la mención que la Historia le ha legado de algunos desconocidos, como San Lamberto, en su universal martirologio.

Los modernos hagiógrafos nos explican lo sucedido en estos casos. Lamberto era un labrador santo que dio su sangre por Cristo. A los primeros destinatarios del martirologio que recogió su nombre no hacía falta decirles más. Unos le recordarían personalmente: otros habrían oído hablar de él a sus padres o amigos. La simple mención de su martirio, el día de su natalicio para el cielo, bastaba. Pero los años pasaron; las circunstancias, que antes eran tan conocidas, se fueron borrando de la memoria de los hombres, y la hermosa y edificante historia del santo labrador quedó reducida a sólo su nombre en el martirologio. Es decir, no a eso sólo, porque Lamberto gozaba ya en el cielo del premio a su heroísmo e interponía su mediación en favor de quienes, corno los labradores de las tierras de Teruel, se refugiaban bajo su glorioso patrocinio.

Para el cristiano, su nombre, como el de tantos otros a quienes pudiéramos llamar "santos sin historia", es fuente de gran consuelo. Lo que al tender a la santificación buscamos no es una gloria humana, efímera y frágil, como lo demuestra el caso de estos hombres que un día hicieron actos heroicos que hoy desconocemos por completo, sino una gloria mil veces más firme y duradera. Lo que hoy no sabemos lo supo y lo sigue sabiendo Dios, que es quien se lo premia. Nuestras acciones buenas, aun las mal interpretadas por los hombres que nos rodean, son bien conocidas por Dios, nuestro supremo y último Juez. Y este su definitivo juicio, y no el contingente de la Historia, es el que verdaderamente nos interesa. Nada sabe la Historia hoy de San Lamberto. Pero él goza de la visión de Dios, que con sus desconocidas acciones mereció en sus tiempos.

Nos quedan, en cambio, sus reliquias. Perdida la memoria de la existencia misma de la cripta de Santa Engracia, el 12 de marzo de 1389, al realizar unas obras, apareció de nuevo, y se reavivó con esta ocasión el culto de los mártires. Pero todavía recibió mayor impulso con motivo del paso del papa Adriano VI por Zaragoza. Sabido es que este papa fue elegido encontrándose en Vitoria y que desde esta ciudad emprendió su viaje hasta Tortosa, donde embarcó para ir a Roma. Forzoso le era, siguiendo el curso del Ebro, pasar por Zaragoza, y así lo hizo, visitando entonces la iglesia de las Santas Masas, o de Santa Engracia. Mostró con esta ocasión particular devoción a Lamberto, glorioso homónimo de otros santos de ese mismo nombre, muy venerados en su tierra natal de Flandes. Y tanta fue su devoción, que mandó el Papa abrir el sepulcro para tomar de él alguna reliquia Y ocurrió que, al separar una quijada del santo cuerpo, salió tanta copia de sangre, según nos cuenta el célebre historiador padre Risco, que fue necesario recibirla en una fuente de plata, y hoy se conserva una buena porción de ella en un relicario de cristal.

La devoción mostrada por Adriano VI y el suceso prodigioso de salir sangre fresca del cuerpo santo, acrecentó la devoción de Zaragoza hacia San Lamberto. Por eso se determinó edificar en el sitio en que San Lamberto fue martirizado un convento de la Orden de la Santísima Trinidad. Se comenzó éste el año 1522, concurriendo los zaragozanos con copiosas limosnas, Para estimularles en esta tarea expidió el Papa el 22 de junio del mismo año un breve, en el que expresa con gran ternura su devoción hacia este santo. Cuenta Adriano VI cómo se había dirigido a él el padre Juan Ferrer, de la Orden de la Santísima Trinidad, exponiéndole el propósito que tenían de edificar el convento en el sitio en que se había verificado el martirio, y en el que aún se conservaba una mata plantada por el mismo Santo. "Nos, considerando el grandísimo afecto de devoción que ya desde hace tiempo teníamos a ese Santo, y continuamos teniéndole..., concedemos las indulgencias solicitadas."

Concluido el convento, se trasladó a él una canilla del brazo de San Lamberto con parte de la sangre de que se ha hecho memoria. En los tiempos siguientes se mejoró todavía más su fábrica, llegando a ser, cuando el padre Risco escribe, "un convento suntuoso, que mantiene un buen número de religiosos, cuya virtud y observancia hacen resplandecer el espiritual edificio".

Desaparecido el convento con los tristes avatares de la desamortización, la devoción a San Lamberto se refugió únicamente en la cripta de la iglesia de Santa Engracia. La voladura del monasterio, ocurrida en 1808, respetó las reliquias de los santos. Llevadas a la Seo, pasaron después a la sacristía del Pilar y a una de las parroquias de Zaragoza, hasta que, restaurada la cripta entre los años 1813 a julio de 1819, pudieron volver a ella. La cripta no tiene ya el carácter vetusto y primitivo que un día debió de tener. No obstante, los zaragozanos, a cuya diócesis se incorporó recientemente la parroquia de Santa Engracia, que durante siglos perteneció a la de Huesca, continúan siendo fieles a la devoción a sus gloriosos mártires, a los que el 26 de abril de 1480 tomaron por patronos de la ciudad. El Concejo de ésta ejerce, a su vez, patronato sobre la misma cripta.

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Fuente: Servidimaria.org
Joaquín de Siena, Beato Religioso Servita, Abril 16  

Joaquín de Siena, Beato

Religioso Servita

Martirologio Romano: En Siena, de la Toscana, beato Joaquín, religioso de la Orden de los Siervos de María, que se distinguió por su devoción a la Virgen María y cumplió la ley de Cristo asumiendo el cuidado de los pobres (1306)

Etimológicamente: Joaquín = Aquel que obra con la aprobación de Dios, es de origen hebreo.

 

Joaquín nació en el seno de una familia noble en la ciudad de Siena. Ya desde su infancia, cuando iba a la escuela, daba muestras de una especial devoción a la Virgen María: todo lo que podía tomar a hurtadillas de su casa, lo repartía luego entre[…] los que se lo pedían en el nombre y por amor de la Virgen. Toda planta de Dios ya desde el principio […] da señales de su buena cepea, y así, nuestro Beato, ya desde su niñez, manifestó su gran inclinación a la virtud y dio claros indicios de que buscaba, por encima de todo, el honor de la santísima Virgen; todos le tenían casi por santo y, como si adivinaran su futuro, se decían: "Este niño, si vive, llegará a ser una gran santo".

A la edad de catorce años tuvo un sueño en el que vio a la Virgen, nuestra Señora, que le decía: "Hijo dulcísimo, ven a mí: sé cuán grande es el amor que me tienes, y por esto te he tomado para siempre a mi servicio". Al despertar del sueño, movido por esta visión determinó firmemente entrar en la Orden de los Siervos de María.

Por aquel entonces, en el convento de Siena resplandecía aquella luz admirable que fue el bienaventurado Felipe, superior general de la Orden, hombre de gran santidad; él recibió a Joaquín en la Orden, y le preguntó qué nombre quería adoptar. El muchacho, que se llamaba Claramonte, por su ferviente devoción a la Virgen, eligió el nombre de Joaquín, padre de la Virgen María, con el propósito de estar más íntimamente unido a ella.

Así pues, habiendo ingresado en la Orden, el siervo de Dios Joaquín, se dio totalmente a la práctica de una profunda humildad: olvidándose de su noble linaje y comportándose, a pesar de u corta edad, como un hombre adulto, manifestó siempre una inclinación particular a realizar los trabajos más humildes y despreciables. Reconfortaba a los afligidos, servía a los enfermos y ejecutaba con sus propias manos, con gran espíritu de entrega, los menesteres que a los demás les repugnaban.

Amó con intensidad la obediencia, a la que llamaba Mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre que está en los cielos (Jn 4, 34).

San Felipe lo mandó al convento de Arezzo, donde vivió un año entero, Sucedió que, acompañado una vez por la ciudad a fray Acquisto de Arezzo, hombre muy famoso, les sorprendió de noche un fuerte temporal y buscaron guarecerse en un hospicio. Había allí un hombre afligido por una larga y grave enfermedad. Joaquín oyó que se quejaba y le dijo: "Hermano, ten paciencia, porque esta enfermedad será para ti motivo de salvación". El enfermo le contestó: "Buen hermano, ponderar las ventajas espirituales de la enfermedad no cuesta nada, pero otra cosa es soportarla". Entonces Joaquín añadió: "Pues yo pido a Dios todopoderoso que te libre de esta enfermedad y la haga recaer sobre mí, su siervo, durante toda la vida, para que lleve continuamente la pasión de Cristo". Al instante, el enfermo se levantó de su lecho completamente curado, mientras que Joaquín contrajo allí mismo la epilepsia que lo atribuló toda la vida y él la aceptó como un martirio. Plugo al Altísimo coronarlo, además con otra enfermedad: algunas partes de su cuerpo fueron cubiertas por llagas purulentas, una corrosión que le llegaba hasta los huesos y en la que pululaban los gusanos. Él lo ocultaba en lo posible a los hermanos, pero cuando éstos se dieron cuenta les causó un profundo dolor y le suplicaban que pidiese a Dios por su propia curación; el siervo de Dios les respondía: "Queridos hermanos, eso no me conviene, porque esta enfermedad es la expiación de mis pecados y la fortaleza de mi alma, según aquella sentencia del Apóstol: Cuando soy débil, entonces soy fuerte (" Co 12, 10)".

Sabiendo por revelación divina que se acercaba el día de su muerte, pidió al Altísimo que lo llamara el mismo día en que el Salvador pasó de este mundo al Padre. Y el jueves santo, un día antes de su muerte, hallándose junto a él todos los frailes, les dijo: "Hermanos muy queridos, he estado con vosotros durante treinta y tres años, los mismos que el Señor vivió en este mundo. He recibido de vosotros innumerables atenciones , y me habéis ayudado con gran solicitud, siempre que lo he necesitado, No encuentro palabras para expresaros mi agradecimiento: Jesucristo, el Señor, os recompense todo lo que habéis hecho por mí. Yo, por mi parte, mañana me separaré de vosotros. Os pido que roguéis al Señor por mí, pecador, a fin de que pueda entrar en su morada. Antes de separarme de vosotros, quiero que nos expresemos un gesto de mutua caridad". Y a continuación bebió con ellos un poco de vino.

El viernes santo, mientras se cantaba la pasión del Señor, llamó al prior y le dijo: "Reverendo padre, dentro de poco el Señor me llamará de este mundo: aunque ya ayer recibí el cuerpo del Señor con vosotros, reunid junto a mí a los hermanos y administradme los sacramentos, porque no quiero marcharme sin veros antes". El prior no dio mucha importante a estas palabras; no obstante, por lo que pudiera pasar, mandó llamar a cuatro frailes. Joaquín no cesaba de orar y mientras se cantaba la pasión del Señor , a las palabras: Inclinando la cabeza, entregó el espíritu (Ab 16, 1306), elevando los ojos al cielo, en presencia de dichos hermanos, entregó su alma al Creador altísimo.

El culto del beato Joaquín fue aprobado por el papa Pablo V en 1609.

ORACION
Dios nuestro,
que enseñaste al beato Joaquín,
fiel seguidor de tu hIjo
y de su humilde Madre
a servir con delicadeza a sus hermanos
y aun a tomar sobre sí sus enfermedades,
concédenos, por su intercesión,
aprender a soportar nuestras penas
y a compartir los sufrimientos de los demás.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén

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Arcángel Canetoli, Beato Sacerdote, Abril 16  

Arcángel Canetoli, Beato

Arcángel nació en 1460 en un mundo violento, lleno de asesinatos y rivalidades, que caracterizaban la Bolonia de su días. Su propio padre y hermanos fueron asesinados cuando él era un infante.

El 29 de septiembre de 1484 vistió el abito de los Canónigos Regulares de Santa María de Reno, en el convento del Santísimo Salvador de Venecia, donde tuvo el encargo de acoger a los peregrinos, llegando incluso a dar la bienvenida a quienes asesinaron a su padre y hermanos.

Recibió la ordenación sacerdotal y en 1498 es trasladado al monasterio de San Ambrosio cerca de Gubbio.

Se pasó los siguientes doce años madurando en sabiduría y santidad, lo que notaban todos los que entraban en contacto con él, en quien encontraban una fuente inagotable de esperanza y valentía para los tiempos difíciles. Uno de los testigos dijo que "su santidad es como una luz que brilla siempre y en todas partes, y lo más hermoso y profundo es que aparece desde las sombras".

La fama aumentó y Arcángel dejó el monasterio de San Ambrosio para atender a los que lo necesitaban. Ricos y pobres buscaban por igual su guía y su consejo.

No aceptó el cargo de Arzobispo de Florencia, aunque se lo ofrecieron en más de una ocasión.

Murió en Gubbio el 16 de abril de 1513, con fama de ser el "apóstol de la vecindad"

El cardenal Próspero Lambertini, testigo presencial de la difusión de su culto, y que luego llegara a ser Papa con el nombre de Benedicto XIV, el 2 de octubre de 1748 decretó la oficialidad del título de "beato".

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Magno de Orcadas, Santo Mártir, Abril 16  

Magno de Orcadas, Santo

Mártir

Martirologio Romano: En Escocia, san Magno, mártir, que, siendo príncipe de las Islas Orcadas, abrazó la fe cristiana y, encontrándose en dificultades con el rey de Noruega por acusaciones que se le habían hecho, se presentó desarmado a su colega en el gobierno para firmar la paz, siendo asesinado traicioneramente (1116).

Etimológicamente: Magno = Aquel que tiene nobleza y moral; fuerza y potencia física, es de origen latino.

 

A través de su abuela paterna Ingebjørg Finnsdatter, Magnus se emparentaba con los reyes noruegos Olaf el Santo y Harald Haardrade. Su padre, Erlend Torfinnson, cogobernaba en las Orcadas junto a su hermano gemelo Pablo Torfinsson.

En 1098, el rey Magnus III de Noruega se apoderó de las islas y depuso del gobierno a Erlend y Pablo, mientras que designó como jarl a su hijo Sigurd. Dada la corta edad de Sigurd, Haakon Pålsson -hijo de Pablo- se hizo del poder de facto, enfrentándose a sus primos Magnus y Erling, hijos de Erlend.

Magnus, sin embargo, estaría al servicio del rey Magnus III de Noruega, y tomó parte en una expedición vikinga de éste sobre la costa occidental de Escocia, Inglaterra y Gales. Cerca de la isla de Anglesey, en Gales, la expedición se topó con una flota galesa, pero Magnus, por sus fuertes convicciones cristianas, se negó a entrar en batalla, y permaneció en cubierta cantando salmos.

Por esa actitud se enfriaron las relaciones con el monarca noruego, y Magnus tuvo que permanecer un tiempo en Escocia, en la corte del devoto rey Edgar, con el que tenía cierto grado de parentesco. La Saga de Magnus (Magnnussagaen) habla también de un período de penitencia en casa de un obispo galés y una temporada en Inglaterra.

En 1105 casó con una joven noble, que según Guillermo de Worcester tenía por nombre Ingarth, y según eso sería de linaje nórdico. Los esposos vivieron bajo votos de castidad, y Magnus no regresaría a las Orcadas mientras el rey Magnus III viviera.

A la muerte de Magnus III, Magnus Erlendsson decidió regresar a su tierra y reclamar su herencia. Entonces su primo Haakon Pålson acababa de ser investido formalmente como jarl de las islas, puesto que Sigurd había marchado a Noruega para ser coronado rey.

Magnus recibió el apoyo de campesinos y de familias poderosas de las islas, pero Haakon se negó a compartir el gobierno. Sin embargo, los nobles decidieron que el asunto fuese resuelto por decisión de los dos reyes de Noruega, Sigurd y Øystein Magnusson. Cuando Magnus llegó a Noruega, el rey Sigurd se hallaba en peregrinación en Jerusalén, y el rey Øystein apoyó a Magnus, nombrándolo jarl de la mitad de las Orcadas. Según las sagas, Magnus se distinguió como un buen gobernante y devoto cristiano.

Tras un breve período de paz, comenzaron las hostilidades entre ambos bandos. Magnus encontró el rechazo de una parte de la clase guerrera que pretendía continuar con las expediciones vikingas de saqueo por las Islas Británicas y que ante la negativa de Magnus se unió a Haakon.

Se estableció que el lugar de las negociaciones de paz sería la isla de Egilsay, a donde llegarían Haakon y Magnus, cada uno con dos barcos en la semana santa de 1115, Magnus llegó a la isla con dos barcos, pero Haakon llegó con ocho. Ante la superioridad numérica, Magnus ordenó a sus hombres no presentar batalla.

Al día siguiente, Viernes Santo -16 de abril de 1115-, se encontraron Magnus y Haakon. Magnus fue hecho prisionero. Según la tradición, pidió no ser asesinado, e hizo varias propuestas para que Haakon no cargara con el peso de su muerte: peregrinar a Roma o a Tierra Santa, ser exiliado a Escocia, o ser mutilado. La última propuesta fue aceptada por Haakon, pero una asamblea de jefes guerreros decidió que uno de los dos jarls debía morir. Uno de los hombres más cercanos a Haakon se negó a matar a Magnus, y la tarea sería cumplida por el cocinero, quien decapitó al prisionero con una hacha. Haakon sepultó el cadáver de su primo en el mismo lugar de su muerte, en un terreno pedegroso, donde según la leyenda hagiográfica brotó un césped verde.

Por solicitud de la madre de Magnus, los restos fueron trasladados a la iglesia de Birsay, el lugar donde ella vivía, en la isla Mainland. En ese tiempo se propagó el rumor de la santidad de Magnus, y se produjeron peregrinaciones a la iglesia desde distintos lugares de las Orcadas, las Shetland y Escocia. Hubo varios testimonios de milagros, y aunque el jarl había sido asesinado por motivos políticos, popularmente se le elevó a santo y mártir cristiano.

Mientras Haakon vivió, las peregrinaciones se realizaron en relativa clandestinidad y el obispo Guillermo el viejo las calificó de actos de supersticiones, pero posteriormente aceptó el culto e incluso participaría en el traslado de las reliquias a la iglesia de San Olaf, en Kirkwall, en 1135.

Con el reconocimiento de la santidad de Magnus por la Iglesia, Ragnvald Kalle Kollson, su sobrino, reclamó para sí la parte de las Orcadas perteneciente a Magnus, y comenzó las construcción de una gran catedral en Kirkwall que albergase las reliquias, la Catedral de San Magnus.

Se eligió el día 16 de abril, fecha de su muerte, como su festividad. Aunque su santidad fue aceptada por la Iglesia Católica desde poco después de su muerte, el proceso de canonización no se llevaría a cabo sino hasta el 11 de julio de 1898, por el papa León XIII: Así se convirtió Magnus en el único santo noruego en ser canonizado.

La vida de Magnus es relatada por dos sagas islandesas y por la saga Orkneyinga (Saga de los jarls de las Orcadas), además de que existen devocionarios en gaélico y latín.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Fructuoso de Braga, Santo Abad y Obispo, Abril 16  

Fructuoso de Braga, Santo

Adad y Obispo

Martirologio Romano: En Braga, de Lusitania, san Fructuoso, obispo, el cual, monje y fundador de monasterios, fue obispo de Dumio y, por voluntad de los Padres del décimo Concilio de Toledo, obispo metropolitano de Braga, sede que rigió con prudencia junto con sus monasterios (c. 665).

Etimológicamente: Fructuoso = Aquel que da Fruto, es de origen latino.

 

En los confines occidentales de España, ganados un siglo antes para la ortodoxia católica por el ilustre San Más Martín de Braga, floreció en el siglo VII uno de los mas eximios varones de la iglesia visigoda. Fructuoso, de noble familia emparentada con algunos reyes visigóticos, hijo de un jefe del ejército, púsose muy pronto en condiciones de servir a la Iglesia al iniciarse en las disciplinas eclesiásticas bajo la dirección de Conancio de Palencia. Allí recibió su educación sagrada, en compañía de numerosos jóvenes a los que había atraído la sabiduría y la discreción de este obispo; pero en su alma florecía la vocación monacal, manifestada desde niño con piadosos pensamientos al decir de su biógrafo, un sencillo monje discípulo y admirador suyo, que escribió una vida llena de detalles maravillosos y de milagros. Joven aún, renunció a sus bienes y dotó con ellos iglesias y benefició a los pobres, para saber desprenderse mejor de la atracción de las cosas del mundo. Y todo hace sospechar que se retiró al Bierzo, donde sus padres posean bienes cuantiosos. Allí le encontrarnos rodeado de discípulos, llevando austera vida de penitente, fortaleciendo a todos con su ejemplo y con su instrucción.

Nos narra su biografía que familias enteras se sentían arrastradas por el hondo movimiento espiritual que había iniciado al restablecer, con redoblado vigor, la vida monástica en retiros de soledad y en medio de exigente disciplina. Su biógrafo nos cuenta, admirado, cómo en varias ocasiones intentó huir a la soledad completa desde sus cenobios, para mejor y más intensamente consagrarse a Dios, sin que el fervor de sus discípulos se lo permitiera, pues no estaban dispuestos a quedarse privados de su guía.

En esta primera etapa de su actividad fundó Fructuoso muchos y diversos monasterios en el Bierzo, en Galicia, en el norte de Portugal, que pronto se vieron invadidos por una multitud creciente, tan grande que nos dice ingenuamente su biógrafo que los mismos jefes del ejército real llegaron a temer quedarse sin hombres que reclutar para sus campañas. Quizá en estas fundaciones puso por norma su regla, que presenta una enorme originalidad y muestra cómo no fue breve su conocimiento de los hombres que se le sometían para servir a Dios: regla dura y enérgica, adecuada a hombres del Norte, con vivo sentimiento de la comunidad y con un concepto de la obediencia muy desarrollado. En breve, un movimiento ascético de tal ímpetu trascendió los límites de Galicia, y el nombre de Fructuoso y su obra corrió por la Península entera; comienzan entonces las inquietudes apostólicas de Fructuoso, para quien se habían quedado pequeñas las soledades galaicas. Tenemos noticias de una peregrinación suya a Mérida, por devoción a Santa Eulalia, y de un viaje emprendido a continuación hacia el Sur hasta llegar a Sevilla y Cádiz. El respeto y las atenciones de que es objeto en su peregrinar nos revelan la fama de santidad y de grandeza que le antecedía: su incansable actividad le lleva a realizar también en estas regiones nuevas fundaciones en que aplicar su intensa disciplina, camino para adelantos mayores en la vía de la perfección.

No pocas leyendas piadosas nos transmite su biógrafo para mostrar la protección que Dios le dispensaba: unas veces, prodigiosamente, le evita el ser confundido con un animal al hallarse en medio de un matorral en oración simplemente cubierto de pieles; en otra ocasión puede atravesar con sus códices un río sin que sus tesoros de formación eclesiástica sufran el menor detrimento al contacto con el agua; en otra ocasión consigue un castigo para un malvado que injusta e inicuamente le ataca; en otro momento logra de manera maravillosa concluir un viaje que corría el riesgo de convertirse en tragedia por el agotamiento de los marineros que a golpe de remos impulsaban la barca, y no falta, en esta larga sucesión de milagros, la barquichuela arrastrada por las olas y recuperada por el Santo, que no vacila en lanzarse a caminar sobre el mar para poder traerla de nuevo a la orilla.

Incansable prosiguió Fructuoso la fundación de monasterios, hasta que, un día, decidió marchar al Oriente en peregrinación. Es probable que, además de visitar los Santos Lugares, como habían hecho tantos hombres ilustres del Occidente español, hubiera dispuesto en su ánimo dirigirse a Egipto, cuna y fuente de donde provino a la Iglesia occidental todo el monacato en que tantos espíritus se santificaron y fueron luz y guía del mundo cristiano, pero no pudo lograr su propósito porque el proyecto llegó a conocimiento del rey y de sus consejeros, que tomaron urgentes medidas para evitar que tal lumbrera de la Iglesia abandonara España. En medio de tanta actividad cuidaba Fructuoso de su propia formación intelectual y de la de sus monjes, y buscaba libros y explicaciones que satisficieran su sed y sus dudas e ignorancia: las vidas de santos, las narraciones de la vida y doctrina de los anacoretas egipcios, la Biblia, constituían el manjar predilecto de aquellos hombres cuya fama recorría más y más la Península de un lado al otro. Braulio de Zaragoza, el gran obispo amigo de San Isidoro, uno de los hombres de más completa y exquisita formación en la España de aquel tiempo, llama a Fructuoso brillante faro de la espiritualidad española, y reconoce y proclama el esfuerzo novador que de bosques y desiertos hacía un grupo de monjes que cantaba sin cesar las alabanzas de Dios.

El entusiasmo de Braulio, dictado, como él mismo dice, por la verdad y no por la adulación o la amistad, debía ser compartido por muchas gentes, que veían en nuestro Santo un hombre de Dios, entregado a su servicio y poderoso instrumento suyo. En aras de este servicio rinde Fructuoso poco después su deseo de soledad y oración, y acepta, no sin repugnancia, el honor de ser elevado a la dignidad episcopal como obispo abad de Dumio, notable monasterio próximo a Braga. Poco tiempo después, obligado por su cargo, asiste Fructuoso a un concilio nacional, presidido por el grande Eugenio de Toledo. Allí, depuesto Potamio, metropolitano de Braga, por diversas faltas de las que se acusó espontáneamente, con voto unánime, los Padres asistentes al concilio elevan a Fructuoso a la silla metropolitana de Braga, con la esperanza y la seguridad, dicen, de que daría ello mucha gloria a Dios y redundaría en gran beneficio de la Iglesia. Puede decirse que nada o casi nada se sabe de lo que hiciera en su paso por la sede bracarense; pero su celo incansable le mantenía tenso, y por ello una y otra vez acude ante el rey Recesvinto, cuyo comportamiento tanto aflige a los grandes obispos de este momento, para amonestarle, pedirle clemencia, aconsejarle.

El biógrafo de nuestro Santo, celoso como era de poner de relieve el espíritu monástico de Fructuoso, insiste ahora en la rigurosa vida ascética que mantuvo durante su tiempo de episcopado, en lo continuado de su actividad como fundador, hasta decir que, conocedor de su próximo fin, se entregó a tal frenesí de trabajo que no cesaba en su labor de dirección y construcción sin darse descanso ni de día ni de noche. Su última fundación parece haber sido el monasterio de Montelios, muy cerca de Braga, donde se conservó su cuerpo tras su muerte, hasta que siglos más tarde, en 1102, el arzobispo de Compostela, Gelmírez, le trasladó a Santiago.

Dícenos su biografía que, atacado de fiebre, comunicó su inmediata muerte a sus discípulos, llorosos por la pérdida que se avecinaba y asombrados por su alegría y tranquilidad en tales momentos; todavía entonces tuvo tiempo para disponer asuntos relacionados con el gobierno de varias de sus más importantes fundaciones; luego hizo ser llevado a la iglesia, donde recibió con sumo fervor y devoción la penitencia y donde permaneció toda la noche postrado en oración, hasta que, amaneciendo un día, que los libros litúrgicos de Braga dicen el de hoy, el año 665, entregó a Dios su alma.

Su biógrafo no olvida señalarnos que pronto comenzaron los milagros en torno a su sepulcro, pero ninguno más importante ni valioso que el gran milagro del cual había sido instrumento dócil y activo en manos de Dios: la gran renovación espiritual que inició en el siglo VII, todavía lleno de resabios de herejía, henchido de luchas políticas, de odios y rencores. Entregado a la oración y a la penitencia en medio de un siglo corrompido, logró con su ejemplo y su virtud hacer cristalizar unas ansias de renovación sentidas con toda intensidad. Su celo y su entusiasmo prendieron en multitud de creyentes, que aun bastante después de su muerte buscaban todavía su santificación siguiendo paso a paso los itinerarios de Fructuoso, y haciendo de sus retiros y lugares de oración parajes sagrados en los que sus almas encontraban más facilidad para acercarse a Dios; y aun siglos más tarde, los monasterios por él fundados sentíanse satisfechos de esta tradición, mostrando la huella de su paso apostólico.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Toribio de Astorga, Santo Obispo, Abril 16  

Toribio de Astorga, Santo

Obispo

Martirologio Romano: En Astorga, durante el reinado de los suevos, en Hispania, santo Toribio, obispo, que, por mandato del papa san León Magno, se enfrentó decididamente a la secta priscilianista que se difundía por Hispania (s. V).

Etimológicamente: Toribio = Ruidoso, es de origen griego.

 

El bienaventurado y celosísimo santo Toribio de Liébana, obispo de Astorga, fue natural de la provincia de Galicia, y a lo que se puede entender, hijo de una de las familias principales de la ciudad de Astorga.

Habiendo aprendido y aprovechado mucho en las letras humanas, distribuyó su patrimonio a los pobres y navegó a Jerusalén, donde el obispo de aquélla iglesia hizo tal estimación de su santidad, que le confió el riquísimo tesoro de las cosas sagradas y reliquias de la pasión de nuestro Señor Jesucristo, de las cuales trajo después muchas a España. Volviendo de los Santos Lugares a su patria, curó milagrosamente a una hija del rey de los Suevos, y a otros muchos enfermos, y con las crecidas limosnas que le dieron, edificó un templo al Salvador, y puso en él las reliquias que había traído.

A esa sazón, murió el Obispo de Astorga; y todos pusieron los ojos en santo Toribio, el cual aunque mucho se resistió, hubo de rendirse a la voluntad divina. Entonces fue cuando le acusó de un crimen de adulterio, un ambicioso diácono de Astorga, que pretendía aquélla cátedra, y el santo obispo, inspirado de Dios, se justificó plenamente. Porque habiendo ido a su catedral, un día de grande concurso dijo al pueblo la necesidad que tenía de volver por su honra y con muchas lágrimas pidió al Señor que deshiciese aquélla calumnia. Luego mandó traer al altar un brasero, y tomando en sus sagradas manos las ascuas encendidas, las envolvió en el sobrepelliz que traía puesto, y entonando el salmo de David, que comienza: "Levántese Dios, y sean disipados sus enemigos", rodeó toda la iglesia llevando las ascuas en el roquete; y todo el pueblo vio por sus ojos como ni el roquete ni las manos del Santo padecieron ninguna lesión de fuego, pues no quedó de él ni la más leve señal. Asombráronse todos de semejante maravilla, y el calumniador confesó a voces su pecado, y cayó muerto en la iglesia.

Pero la obra más excelente que hizo santo Toribio, fue el acabar con la herejía de los Priscilianos en España, para lo cual se armó de una carta en que refutaba victoriosamente aquellos errores, y la envió a algunos obispos españoles. Y con las Letras Apostólicas del Papa, que era san León el Magno, y la autoridad de un concilio nacional que se juntó en Toledo, y otro provincial que se celebró en Galicia, cortó la cabeza de aquélla herejía que inficionaba muchos pueblos de España. Finalmente después de haber cumplido santo Toribio las obligaciones de un buen pastor, y defendido su rebaño de los lobos infernales, des cansó en paz. En el siglo VIII, por causa de la invasión de los moros fueron trasladadas sus reliquias, y las que trajo de Jesucristo, al monasterio de san Martín de Liébana que se llamó después san Toribio de Liébana.

Priscilianismo: Herejía que confundía las tres personas divinas, alineándose en posiciones sabelianas. Ésta fue realmente la acusación más grave y frecuente, tanto de los cánones conciliares de los siglos y como de los antiguos heresiólogo. Cristológicamente el priscilianismo, lo mismo que el apolinarismo, apreciaba la realidad divina del alma de Cristo. Más aún, parece ser que consideraba el alma humana como de substancia divina. En línea con esta concepción, encontró un puesto en este movimiento una tendencia encratita, expresada en un desprecio altanero del mundo material, en las reiteradas invitaciones al ayuno y en la abstinencia absoluta del matrimonio y de la generación.

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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando el santoral de este día, Abríl 16  

Otros Santos y Beatos

Santos Leónidas y siete compañeras: Carissa, Galina, Teodora, Nica, Nunencia, Callis y Basilisa, mártires
En Corinto, de la Acaya, santos mártires Leónidas y siete compañeras: Carissa, Galina, Teodora, Nica, Nunencia, Callis y Basilisa, que, después de diversas torturas, fueron arrojados al mar (III/IV).

Santos Optato y sus diecisiete compañeros, mártires
En Zaragoza, en la Hispania Tarraconense, conmemoración de san Optato y sus diecisiete compañeros, mártires, que en la persecución bajo el emperador Diocleciano fueron ejecutados, después de ser atormentados, componiendo Prudencio unos versos sobre su glorioso martirio (s. IV). Sus nombres son: Luperco, Suceso, Marcial, Urbano, Julia, Quintiliano, Publio, Fronto, Félix, Ceciliano, Evodio, Primitivo, Apodemio y otros cuatro que llevaban todos el nombre de Saturnino.

Santos Cayo y Cremencio, mártires
También en Zaragoza, santos Cayo y Cremencio, que en la misma persecución perseveraron en la fe en Cristo, superando las torturas que se les infligieron (s. IV).

San Drogón, peregrino
En Sebourg, en Hainaut, san Drogón, pastor y peregrino por el Señor, que, buscando una vida sencilla y solitaria, acabó sus días recluso en una pequeña celda (c. 1186).

San Contardo, peregrino
En Brona, cerca de Pavía, en Lombardía, conmemoración de san Contardo, peregrino, que escogió vivir en pobreza total y, habiendo iniciado el camino de Santiago, contrajo una enfermedad que le causó la muerte (1249).

Beatos Pedro Delépine, Juan Ménard y veinticuatro compañeras, mártires
En Preuilly, del Anjou, en Francia, beatos Pedro Delépine, Juan Ménard y veinticuatro compañeras, casi todos campesinos, que fueron fusilados durante la Revolución Francesa en odio a la fe cristiana (1794). Son sus nombres: Renata Bourgeais, Juana Gourdon, María Gingueneau, Francisca Michoneau, Juana Onillon, Renata Séchet, María Roger, Francisca Suhard, Juana Thomas, viuda; Magdalena Cady, María Piou, Petrina Pottier, Renata Rigault, Juana Leduc, Magdalena Sallé, esposas; María Genoveva y Marta Poulain de la Forestrie, Petrina Bourigault, María Forestier, María Lardeux, Petrina Laurent, Ana Maugrain, Margarita Robin y María Rochard.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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