miércoles, 11 de junio de 2014

[ † ] Jueves del Santísimo Sacramento. 12/06/2014. FIESTA: Jesús, sumo y eterno sacerdote. Santos 108 mártires polacos de la Segunda Guerra ¡rueguen por nosotros!

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 22, 14-20

Gloria a ti, Señor.

Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con sus discípulos. Y les dijo:
"¡Cómo he deseado celebrar esta pascua con ustedes antes de morir! Porque les digo que no la volveré a celebrar hasta que tenga su cumplimiento en el reino de Dios".
Tomó entonces un cáliz, dio gracias y dijo:
"Tomen esto y repártanlo entre ustedes; pues les digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta que llegue el reino de Dios".
Después tomó pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo:
"Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía".
Y después de la cena, hizo lo mismo con el cáliz diciendo:
"Este es el cáliz de la nueva alianza sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

(Jueves después de Pentecostés)

Antífona de Entrada

Cristo, Mediador de una Nueva Alianza, como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa.

 

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
¡Oh Dios!, que para gloria tuya y salvación del género humano constituiste a tu Hijo único Sumo y Eterno Sacerdote; concede, a quienes él eligió para ministros y dispensadores de sus ministerios, la gracia de ser fieles en el cumplimiento del ministerio recibido.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

El fue traspasado por nuestros crímenes

Lectura del libro del profeta Isaías 52, 13-15; 53, 1-12

He aquí que mi siervo tendrá éxito, crecerá y llegará muy alto. Lo mismo que muchos se horrorizaban al verlo, porque estaba tan desfigurado que no parecía hombre ni tenía aspecto humano, así asombrará a muchas naciones. Los reyes se quedarán sin palabras al ver algo que nunca les habían contado y comprender algo que nunca habían oído.
¿Quién creyó nuestro anuncio? ¿A quién se manifestó el poder del Señor? Creció ante el Señor como un retoño, como raíz en tierra árida. No tenía gracia ni belleza para que nos fijáramos en él, tampoco aspecto atractivo para que lo admiráramos. Fue despreciado y rechazado por los hombres, abrumado de dolores y habituado al sufrimiento; como alguien a quien no se quiere mirar, lo despreciamos y lo estimamos en nada.
Sin embargo, él llevaba nuestros sufrimientos, soportaba nuestros dolores. Nosotros lo creíamos castigado, herido por Dios y humillado, pero eran nuestras rebeldías las que lo traspasaban, y nuestras culpas las que lo trituraban. Sufrió el castigo para nuestro bien y con sus heridas nos sanó.
Andábamos todos errantes como ovejas, cada uno por su camino, y el Señor cargó sobre él todas nuestras culpas. Cuando era maltratado, él se sometía, y no abría su boca; como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría su boca.
Sin defensa ni juicio se lo llevaron, y ¿quién se preocupó de su suerte? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, lo hirieron por los pecados de mi pueblo; lo enterraron con los malhechores, lo sepultaron con los malvados, aunque él no cometió ningún crimen ni hubo engaño en su boca.
Pero el Señor quiso quebrantarlo con sufrimientos. Y si él entrega su vida como expiación, verá su descendencia, tendrá larga vida y por medio de él, prosperarán los planes del Señor. Después de una vida de amarguras verá la luz, comprenderá su destino. Mi siervo, el justo, traerá a muchos la salvación cargando con las culpas de ellos.
Por eso, le daré un puesto de honor entre los grandes, y con los poderosos participará del triunfo, por haberse entregado a la muerte y haber compartido la suerte de los pecadores. Pues él cargó con los pecados de muchos e intercedió por los pecadores.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 39, 6.10-11

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

¡Cuántas maravillas has hecho, Señor Dios mío! ¡Cuántos proyectos para nosotros! ¡No hay nadie como tú! Yo quisiera contarlos, publicarlos, pero son innumerables.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

He proclamado tu fidelidad en la gran asamblea; tú sabes, Señor, que no me he callado. No he ocultado tu fidelidad en el fondo de mi corazón, proclamé tu lealtad y tu salvación, no oculté tu amor en la gran asamblea.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Segunda Lectura

Con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los que ha santificado

Lectura de la carta a los Hebreos 10, 12-23

Hermanos: Cristo no ofreció más que un sacrificio por el pecado, y se sentó para siempre a la derecha de Dios. Unicamente espera que Dios ponga a sus enemigos como estrado de sus pies. Con está única ofrenda ha hecho perfectos de una vez para siempre a quienes han sido consagrados a Dios. Es lo que también nos atestigua el Espíritu Santo, pues después de haber dicho:
Esta es la alianza que yo haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: pondré mis leyes en sus corazones y las escribiré en sus mentes.
Añade:
Y no me acordaré más de sus pecados ni de sus iniquidades.
Ahora bien, cuando los pecados han sido perdonados, ya no hay necesidad de ofrenda por el pecado.
Así pues, hermanos, ya que tenemos libre entrada en el santuario gracias a la sangre de Jesús, el cual inauguró para nosotros un camino nuevo y vivo a través del velo, es decir, de su cuerpo, y ya que tenemos un gran sacerdote en la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, con plena confianza, purificando el corazón de todo mal de que tuviéramos conciencia, y lavado el cuerpo con agua pura. Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, pues quien nos ha hecho la promesa es digno de confianza.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
He aquí mi siervo, en quien me apoyo, en el que se complace mi alma. He puesto mi espíritu sobre él, traerá la ley a las naciones.
Aleluya.

Evangelio

Hagan esto en memoria mía

† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 22, 14-20

Gloria a ti, Señor.

Llegada la hora, Jesús se sentó a la mesa con sus discípulos. Y les dijo:
"¡Cómo he deseado celebrar esta pascua con ustedes antes de morir! Porque les digo que no la volveré a celebrar hasta que tenga su cumplimiento en el reino de Dios".
Tomó entonces un cáliz, dio gracias y dijo:
"Tomen esto y repártanlo entre ustedes; pues les digo que ya no beberé del fruto de la vid hasta que llegue el reino de Dios".
Después tomó pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo:
"Esto es mi cuerpo, que se entrega por ustedes; hagan esto en memoria mía".
Y después de la cena, hizo lo mismo con el cáliz diciendo:
"Este es el cáliz de la nueva alianza sellada con mi sangre, que se derrama por ustedes".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración de los Fieles

Celebrante:
Acudamos hermanos y hermanas, a Cristo, a quien Dios ha puesto como instrumento de propiciación y ha constituido sacerdote y justificador de cuantos creen en él:
(Respondemos a cada petición: Escúchanos, Señor).

Para que el Hijo de Dios, Sumo y Eterno Sacerdote de la nueva alianza, conceda a los obispos y presbíteros ser predicadores humildes y valientes de la Palabra divina y administradores fieles de los sacramentos de la Iglesia, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para que Cristo, constituido sacerdote de los hombres para en todo aquello que tiene referencia a Dios, con su intercesión conduzca a la humanidad al conocimiento y al amor del Padre, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para que Cristo, sacerdote capaz de ser indulgente con los que pecan, pues él mismo experimentó nuestra debilidad, interceda por los pecadores y por los que yerran, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Para que los que han sido elegidos y consagrados para hacer visible y presente a Cristo, cabeza de la Iglesia, realicen con fidelidad la misión recibida, y todos sepamos verlos como imagen de Cristo, sacerdote, maestro y pastor, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor.

Celebrante:
Señor Jesucristo, que has querido ser sacerdote en favor de la humanidad y has establecido que tu misión sacerdotal fuera ejercida por aquéllos que tú mismo has elegido y consagrado por la imposición de la manos, concede a los obispos y presbíteros realizar con fidelidad la misión que les has confiado; y haz que todos nosotros sepamos descubrir en su ministerio tu presencia santificadora y tu intercesión constante en favor de toda la humanidad. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

 

Oración sobre las Ofrendas

Jesucristo, nuestro Mediador, te haga aceptables estos dones, Señor, y nos presente juntamente con él como ofrenda agradable a tus ojos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Que constituiste a tu único Hijo Pontífice de la Alianza nueva y eterna por la unción del Espíritu Santo, y determinaste, en tu designio salvífico, perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio.
El no sólo ha conferido el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano, elige hombres de este pueblo para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada misión.
Ellos renuevan en nombre de Cristo el sacrificio de la redención, preparan a tus hijos el banquete pascual, presiden a tu pueblo santo en el amor, lo alimentan con tu palabra y lo fortalecen con tus sacramentos.
Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti y por la salvación de los hermanos, van configurándose a Cristo, y han de darle así testimonio constante de fidelidad y amor.
Por eso, nosotros, Señor, con los ángeles y los santos, cantamos tu gloria diciendo.

Antífona de la Comunión

Sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo, dice el Señor.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
La Eucaristía que hemos ofrecido y recibido nos dé la vida, Señor, para que, unidos a ti en caridad perpetua, demos frutos que siempre permanezcan.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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jue 10a. Ordinario año Par

Antífona de Entrada

Señor, no me abandones, no te me alejes, Dios mío. Ven de prisa a socorrerme, Señor, mi salvador.

 

Oración Colecta

Oremos:
Dios omnipotente y misericordioso, de cuya mano proviene el don de servirte y de alabarte, ayúdanos a vencer en esta vida cuanto pueda separarnos de ti.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Elías hizo oración y cayó un fuerte aguacero

Lectura del primer libro de los Reyes 18, 41-46

En aquellos días, dijo Elías a Ajab:
"Vete a comer y a beber, pues ya se oye el ruido de la lluvia".
Ajab se fue a comer y a beber. Elías, mientras tanto, subió a la cumbre del monte Carmelo, se arrodilló y con su cabeza tocó la tierra. Entonces le dijo a su criado:
"Ve a divisar el mar".
El criado fue a ver y le dijo:
"No se ve nada".
Elías insistió:
"Ve otra vez".
El criado volvió siete veces, y a la séptima le dijo:
"Una nubecilla, como la palma de la mano, sube del mar".
Entonces Elías le dijo:
"Ve a decirle a Ajab que enganche su carro y se vaya, para que no lo detenga la lluvia".
Y en un instante el cielo se oscureció de nubes, empezó a soplar el viento y cayó un fuerte aguacero.
Ajab montó en su carro y se fue a Yezrael, y Elías, por inspiración y con la fuerza del Señor, se ciñó la túnica y fue corriendo delante del carro de Ajab hasta la entrada de Yezrael.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 64

Señor, danos siempre de tu agua.

Señor, Tú cuidas de la tierra; la riegas y la colmas de riquezas. Las nubes del Señor van por los campos, rebosantes de agua, como acequias.
Señor, danos siempre de tu agua.

Tú preparas las tierras para el trigo: riegas los surcos, aplanas los terrenos, reblandeces el suelo con la lluvia, bendices los renuevos.
Señor, danos siempre de tu agua.

Tú coronas el año con tus bienes, tus senderos derraman abundancia, están verdes los pastos del desierto, las colinas con flores adornadas.
Señor, danos siempre de tu agua.

Los prados se visten de rebaños, de trigales los valles se engalanan. Todo aclama al Señor. Todo le canta.
Señor, danos siempre de tu agua.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor: Que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.
Aleluya.

Evangelio

Todo el que se enoje contra su hermano, será llevado ante el tribunal

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 20-26

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los Cielos. Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo: todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo.
Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda.
Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Que este sacrificio que vamos a ofrecerte en comunión con toda tu Iglesia, te sea agradable, Señor, y nos obtenga la plenitud de tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Jesús, buen samaritano.

En verdad es justo darte gracias, y deber nuestro alabarte, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, en todos los momentos y circunstancias de la vida, en la salud y en la enfermedad, en el sufrimiento y en el gozo, por tu siervo, Jesús, nuestro Redentor.
Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal. También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.
Por este don de tu gracia, incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche del dolor, vislumbramos la luz pascual en tu Hijo, muerto y resucitado.
Por eso,
unidos a los ángeles y a los santos, cantamos a una voz el himno de tu gloria:

Antífona de la Comunión

Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Continúa, Señor, en nosotros tu obra de salvación por medio de esta Eucaristía
para que, cada vez más unidos a Cristo en esta vida, merezcamos vivir con él eternamente.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

Jueves después de Pentecostés

JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE*

Memoria

— Jesús supremo Sacerdote para siempre.

— Alma sacerdotal de todos los cristianos. La dignidad del sacerdocio.

— El sacerdote, instrumento de unidad.

I. El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec1.

La Epístola a los Hebreos define con exactitud al sacerdote cuando dice que es un hombre escogido entre los hombres, y está constituido en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios, para ofrecer dones y sacrificios por los pecados2. Por eso, el sacerdote, mediador entre Dios y los hombres, está íntimamente ligado al Sacrificio que ofrece, pues este es el principal acto de culto en el que se expresa la adoración que la criatura tributa a su Creador.

En el Antiguo Testamento, los sacrificios eran ofrendas que se hacían a Dios en reconocimiento de su soberanía y en agradecimiento por los dones recibidos, mediante la destrucción total o parcial de la víctima sobre un altar. Eran símbolo e imagen del auténtico sacrificio que Jesucristo, llegada la plenitud de los tiempos, habría de ofrecer en el Calvario. Allí, constituido Sumo Sacerdote para siempre, Jesús se ofreció a Sí mismo como Víctima gratísima a Dios, de valor infinito: quiso ser al mismo tiempo sacerdote, víctima y altar3. En el Calvario, Jesús, Sumo Sacerdote, hizo la ofrenda de alabanza y acción de gracias más grata a Dios que puede concebirse. Fue tan perfecto este Sacrificio de Cristo que no puede pensarse otro mayor4. A la vez, fue una ofrenda de carácter expiatorio y propiciatorio por nuestros pecados. Una gota de la Sangre derramada por Cristo hubiera bastado para redimir todos los pecados de la humanidad de todos los tiempos. En la Cruz, la petición de Cristo por sus hermanos los hombres fue escuchada con sumo agrado por el Padre, y ahora continúa en el Cielo siempre vivo para interceder por nosotros5. «Jesucristo en verdad es sacerdote, pero sacerdote para nosotros, no para sí, al ofre»6. Este es hoy nuestro propósito.

II. De la misión redentora de Cristo Sacerdote participa toda la Iglesia, «y su cumplimiento se encomienda a todos los miembros del Pueblo de Dios que, por los sacramentos de iniciación, se hacen partícipes del sacerdocio de Cristo para ofrecer a Dios un sacrificio espiritual y dar testimonio de Jesucristo ante los hombres»7. Todos los fieles laicos participan de este sacerdocio de Cristo, aunque de un modo esencialmente diferente, y no solo de grado, que los presbíteros. Con alma verdaderamente sacerdotal, santifican el mundo a través de sus tareas seculares, realizadas con perfección humana, y buscan en todo la gloria de Dios: la madre de familia sacando adelante sus tareas del hogar, el militar dando ejemplo de amor a la patria a través principalmente de las virtudes castrenses, el empresario haciendo progresar la empresa y viviendo la justicia social... Todos, reparando por los pecados que cada día se cometen en el mundo, ofreciendo en la Santa Misa sus vidas y sus trabajos diarios.

Los sacerdotes –Obispos y presbíteros– han sido llamados expresamente por Dios, «no para estar separados ni del pueblo mismo ni de hombre alguno, sino para consagrarse totalmente a la obra para la que el Señor los llama. No podrían ser ministros de Cristo si no fueran testigos y dispensadores de una vida distinta de la terrena, ni podrían servir si permanecieran ajenos a la vida y condiciones de los mismos»8. El sacerdote ha sidoentresacado de entre los hombres para ser investido de una dignidad que causa asombro a los mismos ángeles, y nuevamente devuelto a los hombres para servirles especialmente en lo que mira a Dios, con una misión peculiar y única de salvación. El sacerdote hace en muchas circunstancias las veces de Cristo en la tierra: tiene los poderes de Cristo para perdonar los pecados, enseña el camino del Cielo..., y sobre todo presta su voz y sus manos a Cristo en el momento sublime de la Santa Misa: en el Sacrificio del Altar consagra in persona Christi, haciendo las veces de Cristo. No hay dignidad comparable a la del sacerdote. «Solo la divina maternidad de María supera este divino ministerio»9.

El sacerdocio es un don inmenso que Jesucristo ha dado a su Iglesia. El sacerdote es «instrumento inmediato y diario de esa gracia salvadora que Cristo nos ha ganado. Si se comprende esto, si se ha meditado en el activo silencio de la oración, ¿cómo considerar el sacerdocio una renuncia? Es una ganancia que no es posible calcular. Nuestra Madre Santa María, la más santa de las criaturas –más que Ella solo Dios– trajo una vez al mundo a Jesús; los sacerdotes lo traen a nuestra tierra, a nuestro cuerpo y a nuestra alma, todos los días: viene Cristo para alimentarnos, para vivificarnos, para ser, ya desde ahora, prenda de la vida futura»10.

Hoy es un día para agradecer a Jesús un don tan grande. ¡Gracias, Señor, por las llamadas al sacerdocio que cada día diriges a los hombres! Y hacemos el propósito de tratarlos con más amor, con más reverencia, viendo en ellos a Cristo que pasa, que nos trae los dones más preciados que un hombre puede desear. Nos trae la vida eterna.

III. San Juan Crisóstomo, bien consciente de la dignidad y de la responsabilidad de los sacerdotes, se resistió al principio a ser ordenado, y se justificaba con estas palabras: «Si el capitán de un gran navío, lleno de remeros y cargado de preciosas mercancías, me hiciera sentar junto al timón y me mandara atravesar el mar Egeo o el Tirreno, yo me resistiría a la primera indicación. Y si alguien me preguntara por qué, respondería inmediatamente: porque no quiero echar a pique el navío»11. Pero, como comprendió bien el Santo, Cristo está siempre muy cerca del sacerdote, cerca de la nave. Además, Él ha querido que los sacerdotes se vean amparados continuamente por el aprecio y la oración de todos los fieles de la Iglesia: «Ámenlos con filial cariño, como a sus pastores y padres –insiste el Concilio Vaticano II–; participando de sus solicitudes, ayuden en lo posible, por la oración y de obra, a sus presbíteros, a fin de que estos puedan superar mejor sus dificultades y cumplir más fructuosamente sus deberes»12: para que sean siempre ejemplares y basen su eficacia en la oración, para que celebren la Santa Misa con mucho amor y cuiden de las cosas santas de Dios con el esmero y respeto que merecen, para que visiten a los enfermos y cuiden con empeño de la catequesis, para que conserven siempre esa alegría que nace de la entrega y que tanto ayuda incluso a los más alejados del Señor...

Hoy es un día en el que podemos pedir más especialmente para que los sacerdotes estén siempre abiertos a todos y desprendidos de sí mismos, «pues el sacerdote no se pertenece a sí mismo, como no pertenece a sus parientes y amigos, ni siquiera a una determinada patria: la caridad universal es lo que ha de respirar. Los mismos pensamientos, voluntad, sentimientos, no son suyos, sino de Cristo, su vida»13.

El sacerdote es instrumento de unidad. El deseo del Señor es ut omnes unum sint14, que todos sean uno. Él mismo señaló que todo reino dividido contra sí será desolado y que no hay ciudad ni hogar que subsista si se pierde la unidad. Los sacerdotes deben ser solícitos en conservar la unidad15, y esta exhortación de San Pablo «se refiere, sobre todo, a los que han sido investidos del Orden sagrado para continuar la misión de Cristo»16. Es el sacerdote el que principalmente debe velar por la concordia entre los hermanos, el que vigila para que la unidad en la fe sea más fuerte que los antagonismos provocados por diferencias de ideas en cosas accidentales y terrenas17. Al sacerdote corresponde, con su ejemplo y su palabra, mantener entre sus hermanos la conciencia de que ninguna cosa humana es tan importante como para destruir la maravillosa realidad del cor unum et anima una18 que vivieron los primeros cristianos y que hemos de vivir nosotros. Esta misión de unidad la podrá lograr con más facilidad si está abierto a todos, si es apreciado por sus hermanos. «Pide para los sacerdotes, los de ahora y los que vendrán, que amen de verdad, cada día más y sin discriminaciones, a sus hermanos los hombres, y que sepan hacerse querer de ellos»19.

El Papa Juan Pablo II, dirigiéndose a todos los sacerdotes del mundo, les exhortaba con estas palabras: «Al celebrar la Eucaristía en tantos altares del mundo, agradecemos al eterno Sacerdote el don que nos ha dado en el sacramento del Sacerdocio. Y que en esta acción de gracias se puedan escuchar las palabras puestas por el evangelista en boca de María con ocasión de la visita a su prima Isabel: Ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre (Lc 1, 49). Demos también gracias a María por el inefable don del Sacerdocio por el cual podemos servir en la Iglesia a cada hombre. ¡Que el agradecimiento despierte también nuestro celo (...)!

»Demos gracias incesantemente por esto; con toda nuestra vida; con todo aquello de que somos capaces. Juntos demos gracias a María, Madre de los sacerdotes. ¿Cómo podré pagar al Señor todo el bien que me ha hecho? La copa de salvación levantaré e invocaré el nombre del Señor (Sal 115, 12-13)»20.

1 Antífona de entrada. Sal 109, 4. — 2 Heb 5, 1. — 3 Misal Romano, Prefacio pascual V. — 4 Cfr. Santo Tomás,Suma Teológica, 3, q. 48, a. 3. — 5 Heb 7, 25. — 6 Pío XII, Enc. Mediator Dei, 20-II-1947, 22. — 7 A. del Portillo, Escritos sobre el sacerdocio, p. 39. — 8 Conc. Vat. II, Decr. Presbyterorum ordinis, 3. — 9 R. Garrigou-Lagrange, La unión del sacerdote con Cristo, Sacerdote y Víctima, Rialp, 2ª ed., Madrid 1962, p. 173. — 10 San Josemaría Escrivá, Amar a la Iglesia, pp. 71-72. — 11 San Juan Crisóstomo, Tratado sobre el sacerdocio, III, 7. — 12 Conc. Vat. II, loc. cit., 9. — 13 Pío XII, Discurso póstumo, cit. por Juan XXIII en Sacerdotii Nostri primordia, 4-VIII-1959. — 14 Jn 17, 21. — 15 Ef 4, 3. — 16 Conc. Vat. II, Decr. Unitatis redintegratio, 7. — 17 Cfr. F. Suárez, El sacerdote y su ministerio, Rialp, Madrid 1969, pp. 24-25. — 18 Hech 4, 32. — 19 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 964. — 20 Juan Pablo II, Carta a los sacerdotes, 25-III-1988.

* De la misión redentora de Cristo Sacerdote participa toda la Iglesia. A través de los sacramentos de la iniciación cristiana los fieles laicos participan de este sacerdocio de Cristo y quedan capacitados para santificar el mundo a través de sus tareas seculares. Los presbíteros, de un modo esencialmente diferente y no solo de grado, participan del sacerdocio de Cristo y son constituidos mediadores entre Dios y los hombres, especialmente a través del Sacrificio de la Misa, que realizan in Persona Christi. Hoy es un día en el que de modo particular debemos pedir por todos los sacerdotes.

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10ª semana. Jueves

MOTIVOS PARA LA PENITENCIA

— Quitar lo que estorba. Renuncia al propio yo. Corredención.

— Invitación de la Iglesia a la penitencia. Su influencia en la oración. Sentido penitencial de los viernes.

— Algunos campos de la mortificación. Condiciones.

I. Convocó Jesús a la muchedumbre y a sus discípulos, y les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará1.

El Señor ya había enseñado que para ser su discípulo era necesario desasirse de los bienes materiales2; aquí pide un desprendimiento más profundo: la renuncia a lo que se es, al propio yo, a lo más íntimo de la persona. Pero en el discípulo de Cristo cada entrega lleva consigo una afirmación: dejar de vivir para mí mismo, a fin de que Cristo viva en mí3. La "vida en Cristo", por cuyo amor todo lo sacrifiqué...4, escribe San Pablo a los cristianos de Filipo, es una verdadera realidad de la gracia. La existencia cristiana es toda ella una afirmación: de vida, de amor, de amistad. Yo he venido -nos dice Jesús- para que tengan vida y la tengan en abundancia5. Nos ofrece la filiación divina, la participación en la vida íntima de la Trinidad Beatísima. Y lo que estorba a esta admirable promesa es el apegamiento a nuestro yo, a la comodidad, al bienestar, al propio éxito... Por eso es necesaria la mortificación, que no es algo negativo, sino desprendimiento de sí para permitir que Jesús esté en nosotros. De ahí la paradoja: "para Vivir hay que morir"6: morir a sí mismo para tener vida sobrenatural. Si vivís según la carne, moriréis; si con el espíritu mortificáis las obras de la carne, viviréis7.

Si alguno quiere venir en pos de mí... Para responder a la invitación de Jesús, que pasa a nuestro lado, necesitamos caminar paso a paso, progresar de continuo. Es preciso "morir cada día un poco", negarse: negar al hombre viejo8, que llevamos dentro de nosotros, aquellas obras que nos separan de Dios o dificultan crecer en su amistad. Para caminar hacia la santidad a la que el Señor nos ha llamado es necesario someter las inclinaciones desordenadas, las pasiones, pues después del pecado original y de los pecados personales ya no están debidamente sujetas a la voluntad. Para progresar en pos de Cristo debemos ser dueños de nosotros mismos y orientar nuestros pasos en una determinada dirección: "somos como un hombre que lleva un asno; o conduce al asno o el asno le conduce a él. O gobernamos las pasiones o ellas nos gobernarán"9. Cuando no hay mortificación, "parece como si el "espíritu" se fuera reduciendo, empequeñeciendo, hasta quedar en un puntito... Y el cuerpo se agranda, se agiganta, hasta dominar. —Para ti escribió San Pablo: "castigo mi cuerpo y lo esclavizo, no sea que, habiendo predicado a otros, venga yo a ser reprobado""10.

El mismo San Pablo nos señala otro motivo de penitencia: Ahora me gozo en mis padecimientos por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo en beneficio de su cuerpo que es la Iglesia11. ¿Es que la Pasión de Cristo no fue suficiente por sí sola para salvarnos? –se pregunta San Alfonso Mª de Ligorio–. Nada faltó, sin duda, de su valor y fue plenamente suficiente para salvar a todos los hombres. Con todo, para que los méritos de la Pasión se nos apliquen, debemos cooperar por nuestra parte, llevando con paciencia los trabajos y tribulaciones que Dios nos mande, para asemejarnos a Jesús12.

Nosotros somos los primeros que nos beneficiamos de esta participación en los sufrimientos de Cristo13 cuando le seguimos con una mortificación generosa; además, la eficacia sobrenatural de la penitencia alcanza a la propia familia, de modo particular a los más necesitados, a los amigos, a los colegas, a esas personas que queremos acercar al Señor, a toda la Iglesia y al mundo entero.

II. "La Iglesia –al paso que reafirma la primacía de los valores religiosos y sobrenaturales de la penitencia (valores capaces como ninguno para devolver hoy al mundo el sentido de Dios y de su soberanía sobre el hombre, y el sentido de Cristo y de su salvación)– invita a todos a acompañar la conversión interior del espíritu con el ejercicio voluntario de obras externas de penitencia"14. El dolor, la enfermedad, cualquier tipo de sufrimiento físico o moral, ofrecido a Dios con espíritu penitente, en lugar de ser algo inútil y dañino adquiere un sentido redentor "para la salvación de sus hermanos y hermanas. Por lo tanto, no solo es útil a los demás, sino que realiza incluso un servicio insustituible. El sufrimiento, más que todo lo demás, hace presente en la historia de la humanidad la fuerza de la Redención"15.

La Iglesia nos recuerda frecuentemente la necesidad de la mortificación. Si alguno quiere venir en pos de mí... De modo particular ha querido que un día a la semana, el viernes, consideremos la necesidad y los frutos del negarse a uno mismo y que nos propongamos alguna mortificación especial: la abstinencia de la carne, o bien algo costoso (trabajo mejor realizado, hacer la vida más grata a aquellos con quienes convivimos...) o una práctica piadosa (lectura espiritual, el Santo Rosario, la Visita al Santísimo, el ejercicio piadoso del Vía Crucis...) o alguna obra de misericordia (hacer compañía a un enfermo, dedicar tiempo a alguien que está necesitado, limosna...). Pero no debemos contentarnos solo con esta muestra de penitencia semanal, que es recuerdo de la Pasión de Nuestro Señor, de lo que sufrió por nosotros y del valor del sacrificio; diariamente espera el Señor que sepamos negarnos en pequeñas cosas, que vivificarán el alma y harán fecundo el apostolado.

III. En primer lugar, debemos tener presentes las llamadas mortificaciones pasivas: ofrecer con amor aquello que nos llega sin esperarlo o que no depende de nuestra voluntad (calor, frío, dolor, ser pacientes ante una espera que se prolonga más allá de lo previsto, una contestación brusca que nos desconcierta...). Junto a las mortificaciones pasivas, aquellas que tienden a facilitar la convivencia (poner empeño en ser puntuales, escuchar con interés verdadero, hablar cuando se hace sentir un silencio incómodo, ser afables siempre venciendo los estados de ánimo, vivir con delicadeza las normas habituales de cortesía: dar las gracias, pedir disculpas cuando sin querer hemos podido molestar a alguien...) y el trabajo (intensidad, orden, acabar con perfección la tarea, ayudar y facilitar la tarea a otros...). Mortificación de la inteligencia (evitar actitudes críticas que faltan a la caridad, mortificación de la curiosidad, no juzgar con precipitación) y de la voluntad (luchar con empeño contra el amor desordenado de sí mismo, evitar que las conversaciones se centren en nosotros, en lo que hemos hecho, en nuestras cosas, en lo que personalmente nos interesa...). Mortificación activa de los sentidos (de la vista, del gusto, viviendo la sobriedad y ofreciendo un pequeño sacrificio que nos cueste en las comidas...). Mortificación de la sensibilidad, de la tendencia a "pasarlo bien" como primer objetivo de la vida... Mortificación interior (pensamientos inútiles que retardan el camino de la santidad..., de modo muy particular cuando estos pensamientos se presentan en la oración, en la Santa Misa, en el trabajo).

Examinemos en la presencia de Dios si de verdad podemos decir con alegría que llevamos una vida mortificada. Si cada día dominamos el cuerpo, si hemos ofrecido al Señor, con afán redentor, el dolor y la contrariedad que, de algún modo, siempre están presentes en todo camino. Si de verdad estamos decididos a perder la vida –paso a paso, poco a poco– por amor de Cristo y del Evangelio.

Nuestra mortificación y penitencia en medio del mundo tiene una serie de cualidades. En primer lugar, ha de ser alegre. "A veces –comentaba aquel enfermo consumido de celo por las almas– protesta un poco el cuerpo, se queja. Pero trato también de transformar "esos quejidos" en sonrisas, porque resultan muy eficaces"16. Muchas sonrisas y gestos amables deben nacer –si somos mortificados– en medio del dolor y de la enfermedad.

Continua, que facilite la presencia de Dios allí donde nos encontremos, que ayude a realizar un trabajo más intenso y acabado, y nos lleve a mantener unas relaciones sociales más amables, donde el espíritu apostólico esté siempre presente.

Discreta, amable, llena de naturalidad, que se note por sus efectos en la vida ordinaria, con sencillez, más que por unas manifestaciones poco normales en un fiel corriente.

Por último, la mortificación ha de ser humilde y llena de amor, porque nos mueve la contemplación de Cristo en la Cruz, a quien deseamos unirnos con todo nuestro ser; nada queremos si no nos lleva a Él.

En la mortificación, como en el Calvario, encontramos a María: pongamos en sus manos los propósitos concretos de este rato de oración, pidámosle que nos enseñe a comprender en toda su hondura la necesidad de una vida mortificada.

1 Mc 8, 34-39. — 2 Cfr. Lc 14, 33. — 3 Gal 2, 20. — 4 Flp 3, 8. — 5 Jn 10, 10. — 6 Cfr. San Josemaría Escrivá, Camino, n. 187. — 7 Rom 8, 13. — 8 Ef 4, 21. — 9 E. Boylan, El amor supremo, p. 113. — 10 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 841. — 11 Col 1, 24. — 12 Cfr. San Alfonso Mª de Ligorio, Reflexiones sobre la Pasión, 10. — 13 Cfr. Pablo VI, Const. Apost. Paenitemini, 17-II-1966, II. — 14 Ibídem. — 15 Juan Pablo II, Carta Apost. Salvifici doloris, 11-II-1984, 27. 16 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 253.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

San Juan de Sahagún
Predicador

Sahagún es una cuidad de España, y allá nació nuestro santo en el año 1430.

Sus padres no tenían hijos y dispusieron hacer una novena de ayunos, oraciones y limosnas en honor de la Santísima Virgen y obtuvieron el nacimiento de este que iba a ser su honor y alegría.

Educado con los monjes benedictinos, demostró muy buena inclinación hacia el sacerdocio y el señor obispo lo hizo seguir los estudios sacerdotales y después de ordenado sacerdote lo nombró secretario y canónigo de la catedral. Pero estos cargos honoríficos no le agradaban, y pidió entonces ser nombrado para una pobre parroquia de arrabal.

Después de varios años de sacerdocio, sintió el deseo de especializarse en teología y se matriculó como un estudiante ordinario en la Universidad de Salamanca. Allí estuvo cuatro años hasta completar todos sus estudios teológicos. Al principio era bastante desconocido pero un día fue invitado a hacer el sermón en honor de San Sebastián, patrono de uno de los colegios, y su predicación agradó tanto que empezó a ser muy popular entre la gente de la ciudad.

Y sucedió que le sobrevino una gravísima enfermedad con serio peligro de muerte y no había más remedio que hacerle una difícil operación quirúrgica (y con los métodos tan primarios de ese tiempo). Fue entonces cuando prometió a Dios que si le devolvía la salud mejoraría totalmente sus comportamientos y entraría de religioso. Dios le concedió la salud y Juan entró de religioso agustino.

En el noviciado lo pusieron a lavar platos y barrer corredores y desyerbar campos, y siendo todo un doctor, lo hacía todo con gran humildad y total esmero. Después lo pusieron a servir el vino a la comunidad, y todavía se conserva la vasija con la cual hizo el milagro de que con un poco de vino sirvió a muchos comensales y le sobró vino. En cumplimiento de sus deberes, en penitencias, en obediencia y en humildad, no le ganaba ninguno de los otros religiosos.

El convento de los padres Agustinos en Salamanca tenía fama de gran santidad, pero desde que Juan de Sahagún llegó allí, esa buena fama creció enormemente. Era un predicador muy elocuente y sus sermones empezaron a transformar a las gentes. En la ciudad había dos partidos que se atacaban sin misericordia y el santo trabajó incansablemente hasta que logró que los cabecillas de los partidos se amistaran y firmaran un pacto de paz, y se acabaron la violencia y los insultos.

Los biógrafos dicen que Fray Juan era un hombre de una gran amabilidad con todos, devotísimo del Santísimo Sacramento y muy amigo de dedicar largos ratos a la oración. Las gentes cuando lo veían rezar decían: "parece un ángel". El estudio que más le agradaba era el de la Sagrada Biblia, para lograr comprender y amar más la palabra de Dios. A veces gastaba todo el día visitando enfermos, tratando de poner paz en familias desunidas y ayudando a gentes pobres y hasta se olvidaba de ir a comer.

Algunos lo criticaban porque en la confesión era muy rígido con los que no querían enmendarse y se confesaban sólo para comulgar, sin tener propósito de volverse mejores. Pero su rigidez transformó a muchos que estaban como adormilados en sus vicios y malas costumbres. Confesarse con él era empezar a enmendarse.

Otro defecto que le criticaban sus superiores era que tardaba mucho tiempo en celebrar la Santa Misa. Pero para ello había una explicación: y es que nuestro santo veía a Jesucristo en la Sagrada Eucaristía y al verlo se quedaba como en éxtasis y ya no era capaz por mucho rato de proseguir la celebración. Pero las gentes gustaban de asistir a sus misas porque les parecían más fervorosas que las de otros sacerdotes.

San Juan de Sahagún predicaba muy fuerte contra los ricos que explotan a los pobres. Y una vez un rico, amargado por estas predicaciones, pagó a dos delincuentes para que atalayaran al santo y le dieran una paliza. Pero cuando llegaron junto a él sintieron tan grande terror que no fueron capaces de mover las manos. Luego confesaron muy arrepentidos que los había invadido un temor reverencial y que no habían sido capaces de golpearlo.

En un pueblo habló muy fuerte contra los terratenientes que no pagaban lo debido a los campesinos y desde entonces aquellos ricachones no le permitieron volver a predicar en ese pueblo.

Sus preferidos eran los huérfanos, los enfermos, los más pobres y los ancianos. Para ellos recogía limosnas y buscaba albergues o asilos. A las muchachas en peligro les conseguía familias dignas que les dieran sanas ocupaciones y las protegieran.

Hizo frecuentes milagros, y obtuvo con sus oraciones que a Salamanca la librara Dios, durante la vida del santo, de la peste del tifo negro, que azotaba a otras regiones cercanas. Un joven se cayó a un hondo pozo. Fray Juan le alargó su correa y, sin saber cómo, salió el joven desde el abismo, prendido de la tal correa. La gente se puso a gritar "¡Milagro! ¡Milagro!", pero él se escondió para no recibir felicitaciones.

Salamanca sufría un terrible verano. El les anunció que con su muerte llegarían lluvias abundantes. Y así sucedió: apenas murió, enseguida llegaron muy copiosas y provechosas lluvias.

Y sucedió que un hombre que tenía una amistad de adulterio con una mala mujer, al escuchar los sermones de Fray Juan, se apartó totalmente de tan dañosa amistad. Entonces aquella pérfida y malvada exclamó: "Ya verá el tal predicador que no termina con vida este año". Y mandó echar un veneno en un alimento que el santo iba a tomar. Desde entonces Fray Juan empezó a enflaquecerse y a secarse, y en aquel mismo año de 1479, el santo predicador murió de sólo 49 años.

A su muerte, dejaba la ciudad de Salamanca completamente transformada, y la vida espiritual de sus oyentes renovada de manera admirable.

Que Dios nos mande muchos valientes predicadores como San Juan de Sahagún.

Dijo Jesús: El que pierda su vida por mi en este mundo, la salvará para la vida eterna (Jn. 12, 25).

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Fuente: Franciscanos.net
Guido (Guy) de Cortona, Beato Franciscano, 12 de junio  

Guido (Guy) de Cortona, Beato

Sacerdote de la Primera Orden Franciscana
(1190•1250)

Su culto y misa fueron concedidos por Gregorio XIII en 1583.

Guido, compañero de San Francisco, nació en Cortona hacia el 1190, de la familia Vignotelli. Pasó su juventud adquiriendo una buena cultura que le permitió llegar a ser sacerdote, y dado a la oración, la mortificación y el trabajo en ayuda de los pobres.

En 1211 el Poverello de Asís fue huésped suyo. Comieron juntos y cuando tomaban el postre, le confió al Santo con gran sencillez su deseo de hacerse discípulo suyo. Preguntó qué debía hacer y la respuesta fue breve. Dar todo a los pobres, renunciando a todos los bienes terrenos. Guido no perdió tiempo. Siguió con tanta rapidez el consejo del Pobrecillo, que al otro día, arreglados todos sus asuntos, pudo recibir el hábito y ceñir la cuerda de la penitencia franciscana.

Cortona tuvo así en las afueras de los muros su conventillo de Hermanos Menores, del cual Guido fue el alma y guía. Fue sacerdote y hermano, sin faltar en nada a la humildad franciscana y a la perfecta modestia. El Santo de Asís lo quiso sinceramente y lo estimó como a pocos otros discípulos.

Pero quien lo amó particularmente fue el pueblo de Cortona, del cual el Beato fue un gran bienhechor. La devoción popular le atribuye clamorosos milagros, como el del agua convertida en vino, de la harina prodigiosamente multiplicada, de la curación de un paralítico y sobre todo el de volver a la vida a una muchacha caída en un pozo. Entre los milagros y las muchas buenas obras, la oración y la penitencia, las prácticas religiosas y el cuidado del convento transcurrió serena y luminosa la vida de Guido.

Con el Seráfico Padre se retiró por algún tiempo a un lugar solitario a un kilómetro de Cortona, llamado el conventico de Las Celdas, que se considera uno de los primeros construidos en la Orden, y cultivó más intensamente la vida de piedad y de mortificación. Más tarde visitó a San Francisco de Asís y obtuvo el permiso de la predicación, con la cual, como con sus milagros, recogió abundantes frutos de bien. Al volver Francisco a Cortona, fue nuevamente a donde él, y recibió del mismo un gran elogio delante de los cortoneses, que obtuvieron la seguridad de la poderosa intercesión que él siempre había ejercitado en su favor, predicción que no quedó sin cumplirse.

Un día el Patriarca de Asís, muerto hacía cerca de veinte años, se apareció al fraile cortonés
anunciándole la hora de la recompensa. Cuando ésta llegó, pareció que Guido partiera para un viaje largamente ansiado, en compañía de la persona más amada: "He aquí a mi querido San Francisco, exclamó agonizando. Todos de pies! Vamos tras él". A los 60 años de edad, voló su alma de la tierra al cielo en junio de 1250. Su cuerpo permaneció donde vivió y murió, en Cortona, que así vino a ser la ciudad del Beato Guido, antes de ser, unos decenios después, la ciudad de Santa Margarita, la mujer apasionada, después del hombre generoso y bienhechor.

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Fuente: Enciclopedia Católica | ACI Prensa
León III, Santo XCVI Papa, Junio 12  

León III, Santo

XCVI Papa

Fecha de nacimiento desconocida; murió en 816. Fue elegido el mismo día que fue enterrado su predecesor (26 de diciembre de 795), y consagrado al día siguiente.

Es bastante probable que esta prisa fuera debida a un deseo de los romanos de evitar cualquier interferencia por parte de los francos en su libertad de elección. León era romano, hijo de Aciupio e Isabel. En el momento de su elección era cardenal de Santa Susana, y aparentemente también "vestiarius", o sea jefe del tesoro pontificio (o guardarropa).

Junto con la carta dirigida a Carlomagno en la que le informaba de que había sido elegido papa por unanimidad, León le envió las llaves de la confesión de San Pedro y el estandarte de la ciudad. Esto lo hizo para mostrar que consideraba al rey franco el protector de la Santa Sede. A cambio recibió de Carlomagno cartas de felicitación y una parte considerable del tesoro que el rey había tomado a los ávaros. La adquisición de esta riqueza fue una de las causas que permitieron a León ser un gran benefactor de las iglesias e instituciones de caridad de Roma.

Empujados por los celos, por la ambición o por sentimientos de odio y venganza, un cierto número de parientes del Papa Adriano I urdieron un plan para hacer a León indigno de ejercer su sagrado oficio. Con ocasión de la procesión de las Grandes Letanías (25 de abril de 799), cuando el papa se dirigía hacia la Puerta Flaminia, fue repentinamente atacado por un grupo de hombres armados. Fue arrojado al suelo, donde intentaron arrancarle la lengua y sacarle los ojos. Después de un tiempo sangrando en la calle, fue trasladado por la noche al monasterio de San Erasmo, en el Celio. Allí, de una manera al parecer bastante milagrosa, recuperó el uso total de los ojos y la lengua. Huyendo del monasterio, se trasladó, acompañado de muchos romanos, a la corte de Carlomagno. Fue recibido por el rey franco con todos los honores en Paderborn, a pesar de que sus enemigos habían llenado los oídos del rey de maliciosas acusaciones contra él.

Después de unos meses de estancia en Alemania, el monarca franco le envió con una escolta de vuelta a Roma, donde fue recibido con gran demostración de júbilo por todo el pueblo, tanto naturales como extranjeros.

Los enemigos del papa fueron juzgados por los enviados de Carlomagno y, como no fueron capaces de probar la culpa de León ni la inocencia de ellos mismos, fueron enviados como prisioneros a Francia (Reino de los francos). Al año siguiente (800) Carlomagno en persona fue a Roma, y el papa y sus acusadores fueron puestos frente a frente. Los obispos reunidos declararon que no tenía derecho a juzgar al papa; pero León, por su propia voluntad, con el objetivo, como dijo, de disipar cualquier sospecha en las mentes de aquellos hombres, declaró bajo juramento que era totalmente inocente de los cargos que se habían presentado contra él.

A petición suya, la pena de muerte emitida contra sus principales enemigos fue conmutada por una sentencia de exilio.

Unos días después, León y Carlomagno volvieron a reunirse. Fue el día de Navidad en San Pedro. Después de leer el Evangelio, el papa se acercó a Carlomagno, que estaba de rodillas ante la Confesión de San Pedro, y le colocó una corona en la cabeza. Inmediatamente la muchedumbre reunida en la basílica pronunció el siguiente grito: "¡A Carlos, el más pío Augusto, coronado por Dios, a nuestro grande y pacífico emperador, larga vida y victoria!" Por este acto, resurgió el Imperio de Occidente y, al menos en teoría, la Iglesia declaró que el mundo estaba sujeto a un solo poder temporal, como Cristo lo había hecho sujeto a un solo poder espiritual. Se entendió que la primera obligación del nuevo emperador era ser el protector de la Iglesia romana y de la Cristiandad contra los paganos. Con la vista puesta en la alianza entre Oriente y Occidente bajo el efectivo gobierno de Carlomagno, León se esforzó en promover el proyecto de un matrimonio del emperador con la princesa de Oriente Irene. Sin embargo, el destronamiento de ésta (801) impidió que este excelente plan pudiera ser llevado a cabo. Unos tres años después de la partida de Carlomagno de Roma (801), León volvió a cruzar los Alpes para verle (804). Según algunos, fue a discutir con el emperador la división de sus territorios entre sus hijos. En cualquier caso, dos años después fue invitado a dar su aprobación a las previsiones del emperador para la mencionada partición. Actuando igualmente en armonía con el papa, Carlomagno combatió la herejía del adopcionismo que había surgido en España, pero fue algo más allá que su guía espiritual cuando deseó provocar la inserción general del "Filioque" en el Credo de Nicea. No obstante, los dos actuaron de consuno cuando hicieron a Salzburgo la sede metropolitana de Baviera y cuando Fortunato de Grado fue compensado por la pérdida de su sede de Grado con la entrega de la de Pola. La acción conjunta del Papa y el Emperador se sintió incluso en Inglaterra. Gracias a ella, Eardulfo de Northumbria recuperó su reino y se resolvió la disputa entre Eambaldo, arzobispo de Cork, y Ulfredo, arzobispo de Canterbury.

Sin embargo, León tenía muchas relaciones con Inglaterra por su cuenta. Bajo su mandato, el sínodo de Beccanceld (o Clovesho, 803) condenó el nombramiento de laicos como superiores de monasterios. De acuerdo con los deseos de Etelardo, arzobispo de Carterbury, León excomulgó a Eadberto Praen por usurpar el trono de Kent; además, retiró el palio que había sido concedido a Litchfield, autorizando la restauración de la jurisdicción eclesiástica de la Sede de Canterbury "como lo había establecido San Gregorio Apóstol y patrono de los ingleses". León también fue llamado para solventar las diferencias entre el arzobispo Ulfredo y Cenulfo, rey de Mercia. Muy poco se sabe acerca de las diferencias entre ellos, pero, quienquiera que fuera el más culpable, lo cierto es que el arzobispo fue el que más sufrió. Parece que el Rey indujo al Papa a suspenderle en sus funciones episcopales y a mantener el reino bajo una especie de interdicto durante seis años. Hasta la hora de su muerte (822), el ansia de oro provocó que Cenulfo continuara la persecución del arzobispo. Lo mismo hizo con el monasterio de Abingdon: hasta que no recibió una gran suma de dinero de su abad, no decretó la inviolabilidad del monasterio, actuando, como declaró, a petición del señor apostólico y muy glorioso Papa León.

Durante el pontificado de León III, la Iglesia de Constantinopla se encontraba en una situación de tensión. Los monjes, que prosperaban durante este periodo bajo la guía de hombres como San Teodoro el Estudita, sospechaban de lo que ellos concebían como los principios laxos de su patriarca Tarasio, y se oponían vigorosamente a la malvada conducta de su emperador Constantino VI. Con el propósito de ser libre para casarse con Teodota, el soberano se había divorciado de su mujer, María. Aunque Tarasio condenó la conducta de Constantino, rehusó, emperador, para evitar males mayores, a excomulgarle. Por haber condenado su nuevo matrimonio, Constantino castigó a los monjes con las penas de prisión y destierro. Afligidos, los monjes pidieron ayuda a León, como hicieron cuando fueron maltratados por oponerse a la arbitraria rehabilitación del sacerdote a quien Tarasio había degradado por casar a Constantino con Teodota. El Papa replicó, no sólo con palabras de alabanza y ánimo, sino también con el envío de ricos presentes; y, tras la llegada de Miguel I al trono bizantino, ratificó el tratado entre Carlomagno y él para asegurar la paz entre Oriente y Occidente.

El Papa y el Emperador de los francos actuaron conjuntamente, no sólo en la última operación mencionada, sino en todos los asuntos de importancia. Siguiendo el consejo de Carlomagno, León, para rechazar las violentas incursiones de los sarracenos, mantuvo una flota, de suerte que la línea costera era regularmente patrullada por sus navíos de guerra. No obstante, debido a que no se consideraba competente para mantener a los piratas musulmanes fuera de Córcega, confío la protección de la isla al Emperador. Apoyado por Carlomagno, fue capaz de recuperar una parte del patrimonio de la Iglesia romana en los alrededores de Gaeta, y pudo administrarlo de nuevo a través de sus párrocos. Pero cuando murió el gran Emperador (28 de enero de 814), los malos tiempos volvieron a León. Una nueva conspiración se formó contra él, pero en esta ocasión el Papa fue informado de ella antes de que llegara a un punto crítico. Ordenó que los cabecillas de la conspiración fueran detenidos y ejecutados. Apenas se había eliminado esta conspiración cuando un grupo de nobles de la Campania se levantaron en armas y se dedicaron al pillaje por toda la región. Estaban preparándose para marchar sobre la misma Roma cuando fueron derrotados por el duque de Spoleto, a las órdenes del Rey de Italia (Langobardía o Lombardía). Las enormes sumas de dinero que Carlomagno entregó al tesoro papal permitieron a León llegar a ser un eficaz protector de los pobres y mecenas del arte; así, llevó a cabo obras de renovación en las iglesias de Romas e incluso en las de Ravena. Empleó el imperecedero arte del mosaico, no solamente para retratar las relaciones políticas entre Carlomagno y él mismo, sino fundamentalmente para decorar las iglesias, en particular su iglesia titular de Santa Susana. Hasta finales del siglo XVI se podía contemplar una figura de León en un mosaico de esa antigua iglesia.

León III fue enterrado en San Pedro (12 de junio de 816), donde se encuentran sus reliquias, junto a las de Santos León I, León II y León IV. Fue canonizado en 1673. Los denarios de plata de León III todavía existentes llevan el nombre del Emperador además del de León, mostrando así al Emperador como protector de la Iglesia y señor de la ciudad de Roma.

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Fuente: ACIprensa.com
María Cándida de la Eucaristía, Beata Carmelita, 12 de junio  

María Cándida de la Eucaristía, Beata

Carmelita Descalza

María Barba nació el 16 de enero de 1884 en Catanzaro (Italia), a donde la familia, oriunda de Palermo, se había trasladado momentáneamente por motivos de trabajo del padre, Pedro Barba, consejero del Tribunal Superior.

Cuando la niña tenía dos años la familia regresó a la capital siciliana y allí vivió María Barba su juventud, en el seno de una familia profundamente creyente, pero que se opuso obstinadamente a su vocación religiosa, experimentada desde los quince años de edad. María, en efecto, tuvo que luchar casi veinte años hasta ver realizada su aspiración, demostrando, durante esos años de espera y de sufrimiento interior, una sorprendente fortaleza de ánimo y una fidelidad poco común a la inspiración inicial.

En esta batalla, que se prolongó hasta su entrada en el Carmelo teresiano de Ragusa el 25 de septiembre de 1919, María Barba fue sostenida por una especialísima devoción al misterio eucarístico: en la Eucaristía veía ella el misterio de la presencia sacramental de Dios en el mundo, la muestra concreta de su amor infinito a los hombres, el motivo de nuestra plena confianza en sus promesas.

En ella, el amor a la Eucaristía se manifiesta desde la más tierna infancia. "Cuando era pequeñita —cuenta ella misma— y todavía no se me había dado Jesús, esperaba a mi madre, cuando volvía de la Santa Comunión, casi en el umbral de casa, y, de puntillas para llegar hasta ella, le decía: "A mí también el Señor!". Mi madre se inclinaba con afecto y alentaba sobre mis labios; yo la dejaba en seguida y, cruzando y apretando las manos sobre el pecho, llena de alegría y de fe, repetía saltando: "Yo también tengo al Señor! yo también tengo al Señor"". Son señales de una vocación y de una llamada de Dios, cuya iniciativa comienza a preparar un regalo extraordinario para la Iglesia.

Desde que, a los 10 años, fue admitida a la Primera Comunión, su mayor alegría era poder comulgar. Desde entonces, privarse de la Santa Comunión, era para ella "una cruz y un tormento bien grande". En efecto, tras la muerte de su madre en 1914, no podía acercarse a la Comunión sino raramente, por no reñir con sus hermanos que no le permitían salir sola de casa.

María Cándida de la Eucaristía, Beata



Entrada en el Carmelo, donde tomó el nombre, en cierto modo profético, de María Cándida de la Eucaristía, quiso "acompañar a Jesús, en su condición de Eucaristía, lo más que pudiese". Prolongaba sus horas de adoración, y, sobre todo, la hora de las 23 a las 24 de cada jueves, la pasaba ante el Tabernáculo. La Eucaristía polarizaba verdaderamente toda su vida espiritual, no tanto por las manifestaciones devocionales, cuanto por la incidencia vital en la relación entre su alma y Dios. De la Eucaristía sacó fuerzas María Cándida para consagrarse a Dios como víctima el 1 de noviembre de 1927.

María Cándida desarrolló plenamente lo que ella misma define como su "vocación a la Eucaristía" ayudada por la espiritualidad carmelitana, a la que se había acercado a través de la lectura de la Historia de un alma de Santa Teresita. Son bien conocidas las páginas en que santa Teresa de Jesús describe su especialísima devoción a la Eucaristía y cómo, en la Eucaristía, experimentó la santa Fundadora el misterio fecundo de la Humanidad de Cristo.

Elegida priora del monasterio en 1924, lo fue, salvo una breve interrupción, hasta 1947, infundiendo en su comunidad un profundo amor a las Constituciones de santa Teresa de Jesús y contribuyendo de forma directa a la expansión del Carmelo teresiano en Sicilia, fundación de Siracusa, y al retorno de la rama masculina de la Orden.

A partir de la solemnidad del Corpus Domini de 1933, año santo de la Redención, María Cándida comienza a escribir lo que podríamos definir como su pequeña obra maestra de espiritualidad eucarística, La Eucaristía, "verdadera joya de espiritualidad eucarística vivida". Se trata de una larga, intensa meditación sobre la Eucaristía, siempre tensa entre el recuerdo de la experiencia personal y la profundización teológica de esa misma experiencia. En la Eucaristía ve sintetizadas, la Madre Cándida, todas las dimensiones de la experiencia cristiana. La fe: "Oh mi Amado Sacramentado, yo Te veo, yo Te creo!... Oh Santa Fe". "Contemplar con Fe redoblada a nuestro Amado en el Sacramento: vivir de Él que viene cada día". La esperanza: "Oh mi divina Eucaristía, mi querida esperanza, todo lo espero de ti... Desde niña fue grande mi esperanza en la Santísima Eucaristía". La caridad: "Jesús mío, cuánto Te amo! Es un amor inmenso el que nutro en mi corazón por Ti, oh Amor Sacramentado... Cuán grande es el amor de un Dios hecho pan por las almas! De un Dios hecho prisionero por mí".

En la Eucaristía, la Madre Cándida, entonces priora de su comunidad, descubre también el sentido profundo de los tres votos religiosos, que en una vida intensamente eucarística hallan, no sólo su plena expresión, sino también un ejercicio concreto de vida, una especie de profunda ascesis y de progresiva conformación al único modelo de toda consagración, Jesucristo muerto y resucitado por nosotros: "¿Qué himno no debería entonarse a la obediencia de nuestro Dios Sacramentado? Y ¿qué es la obediencia de Jesús en Nazareth, comparada con su obediencia en el Sacramento desde hace veinte siglos?". "Después de instruirme sobre la obediencia, cuánto me hablas, cuánto me instruyes en la pobreza, oh blanca Hostia! Quién más despojada, más pobre que Tú...No tienes nada, no pides nada!... Divino Jesús, haz que las almas religiosas estén sedientas de desprendimiento y de pobreza sincera!"."Si me hablas de obediencia y de pobreza..., qué fascinación de pureza no suscitas Tú con solo mirarte! Señor, si tu descanso lo encuentras en las almas puras, ¿qué alma, tratando contigo, no se hará tal?". De ahí el propósito: "Quiero permanecer junto a Ti por pureza y amor".

Pero es sin duda la Virgen María el verdadero modelo de vida eucarística, Ella que llevó en su seno al Hijo de Dios y que continuamente lo engendra en el corazón de sus discípulos: "Quisiera ser como María — escribe la María Cándida en una de las páginas más intensas y profundas de La Eucaristía —, ser María para Jesús, ocupar el puesto de su madre. En mis Comuniones, María la tengo siempre presente. De sus manos quiero recibir a Jesús, ella debe hacerme una sola cosa con Él. Yo no puedo separar a María de Jesús. Salve! Oh Cuerpo nacido de María!. Salve María, aurora de la Eucaristía!".

Para María Cándida, la Eucaristía es alimento, es encuentro con Dios, es fusión de corazón, es escuela de virtud, es sabiduría de vida. "El Cielo mismo no posee más. Aquel único tesoro está aquí, es Dios! Verdaderamente, sí verdaderamente: mi Dios y mi Todo". "Le pido a mi Jesús ser puesta como centinela de todos los sagrarios del mundo hasta el fin de los tiempos".

El Señor la llamó, después de algunos meses de agudos sufrimientos físicos, el 12 de junio de 1949, Solemnidad de la Santísima Trinidad en ese año.

Fue beatificada el 21 de marzo de 2004 por S.S. Juan Pablo II.

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Fuente: www.mercedesdejesus.com
Mercedes de Jesús Molina y Ayala, Beata La Rosa del Guayas, Junio 12  

Mercedes de Jesús Molina y Ayala, Beata

La Rosa del Guayas
Fundadora del Instituto de las Hermanas de Santa Mariana de Jesús

Nació en Baba, población perteneciente en esa época parte del Departamento de Guayaquil, provincia del Guayas (luego de una división administrativa Baba queda hoy en día en la provincia de Los Ríos), el 24 de septiembre de 1828, hija de don Miguel Molina y Arbeláez y de doña Rosa Ayala y Aguilar.

Dos años más tarde murió su padre, por lo que con su madre se trasladó a vivir a Guayaquil, donde ingresó a estudiar en una de las escuela de la ciudad. Por esa época su madre le enseñó a rezar y a conocer la doctrina cristiana.

A los quince años de edad sufrió el gran dolor de perder a su madre; era entonces una bella jovencita que atraía poderosamente a muchos gentiles galanes que rondaban su casa con pretensiones amorosas, pero en 1849, cuando acababa de cumplir veintiún años, renunció a un brillante matrimonio, y al frente de un asilo de huérfanos se dedicó a la acción social y evangélica. Entonces repartió todos los bienes que había heredado de sus padres -destinándolos a obras para los pobres-, y colaboró con la incipiente Junta de Beneficencia de Guayaquil (institución de servicio social existente hasta nuestros días).

Mercedes se entregó por entero a Dios y emitió votos de virginidad perpetua tomando el camino del sacrificio, la bondad, la oración y la meditación. Sucedió entonces que estando en oración contemplativa, siguiendo los pasos de
Mariana de Jesús a quien imitaba en su amor a Dios, éste le manifestó, a través de un rosal florido, que fundaría un colegio religioso.

En 1862 comenzó a levitar cuando oraba, perdía los sentidos y entraba en éxtasis después de comulgar. Al año siguiente su fama de beata se extendió por toda la ciudad ocasionando los más variados comentarios. Fue justamente por esa época cuando conoció a
Narcisa de Jesús Martillo Morán, con quien compartió su casa por largo tiempo para ayudarse mutuamente en el camino de la cruz, y practicar juntas la virtud, la oración y la penitencia.

En 1870 viajó al oriente con el propósito de evangelizar a los jíbaros, y tres años más tarde, luego de cumplir con su labor cristiana a costa de muchos sufrimientos, el Señor la condujo a la ciudad de Riobamba donde el 14 de abril de 1873 vio cristalizado su deseo de fundar un instituto religioso, al que puso bajo el patrocinio de la santa quiteña Mariana de Jesús.

Posteriormente continuó llevando una vida ejemplar, de amor al prójimo y de sacrificio hasta el heroísmo, y debido al ayuno y la penitencia su cuerpo se fue debilitando poco a poco hasta que la muerte la sorprendió, en olor a santidad, el 12 de junio de 1883.

El 8 de febrero de 1946, Su Santidad el Papa Pío XII decretó la introducción de la causa de su beatificación, y el 27 de noviembre de 1981, el Papa Juan Pablo II expidió el Decreto sobre las Virtudes Heroicas y le dio el título de Venerable. Cuatro años más tarde, el 1 de febrero de 1985, "La Rosa del Guayas" fue beatificada durante la visita pastoral que el Santo Padre realizó a la ciudad de Guayaquil.

Sus restos descansan en la ciudad de Riobamba, en la misma casa donde fundó la Congregación de las Marianitas.

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Fuente: www.passiochristi.org
Lorenzo Salvi, Beato Pasionista, Junio 12  

Lorenzo Salvi, Beato

El Misionero del Niño Jesús

Lorenzo Salvi es un hombre que ha gastado su vida al servicio de Dios y no se detuvo nunca por lo que mereció como apelativo "movimiento perpetuo". Otras de sus características fueron la mansedumbre y la humildad que aprendió en la escuela de Jesús a niño y de la familia de Nazareth.

Todo esto se dio cuando la suerte lo hizo nacer en Roma, en un ambiente aristocrático, el 30 de octubre de 1782 de Antonio y Mariana Biondi, en el palacio de los condes de Carpegna. El padre se desempeñaba como el administrador de esta noble familia y en aquel tiempo esto significaba casi gozar de los privilegios de la noble familia. Apenas un mes después de su nacimiento su madre muere, por suerte no padece por ello un gran trauma; en efecto esto sólo lo sabrá antes de su ordenación sacerdotal.

Desarrolla sus estudios bajo la guía de los preceptores de los Carpegna y frecuenta el cercano Colegio Romano, donde encuentra como compañero de escuela a S. Gaspare del Búfalo y se convierte en discípulo del camaldolense don Mauro Cappellari, que será Papa con el nombre de Gregorio XVI.

A 19 años se convierte en religioso y elige a los Pasionistas, que ha conocido por la fuerte personalidad y oratoria de S. Vicente Maria Strambi. El padre intenta retenerlo, para ello le pide esperar todavía un año más mientras le dice: "Por un año no me hables ni de curas, ni de frailes". Lorenzo obedece, pero terminado el año, se presenta puntualmente al padre y le pide:

"He obedecido, pero ahora debes mantener tu promesa". El Sr. Antonio no puede incumplir los pactos. Transcurre el año de noviciado en el monte Argentaro y emite la profesión religiosa el 20 de noviembre de 1802. Es ordenado Sacerdote en Roma el 29 de diciembre de 1805.

También le toca sufrir por la supresión de los conventos decretada por Napoleón; durante los años de 1811 al 1814 se refugia en el pequeño convento de Pievetorina (Mc). Pasada la tormenta napoleónica, es elegido como consejero provincial y como superior de varias comunidades, comprendida la casa general de los Santos Juan y Pablo en Roma, dónde tiene como vicario al B. Domingo Barberi. Lorenzo es un hombre activo y contemplativo y también un óptimo organista. Tiene los dones de la profecía y el éxtasis durante la oración. Realiza muchos hechos prodigiosos.

Es un misionero incansable y óptimo director espiritual. Muchos lo piden como guía espiritual debido a su gran piedad, su celo incansable y su prudencia. Son al menos 260 los cursos de misiones y ejercicios espirituales conducidos por él. Agradable y siempre buscado, prédica a toda clase de personas, desde las monjas de clausura hasta los presos con frutos abundantes. Su palabra es eficaz porque está acompañada del ejemplo de una vida santa y de muchos hechos prodigiosos.

Pero su característica principal es su tierna devoción al niño Jesús que en Pievetorina (Mc) en el año de 1812 se le apareció y lo curó de una grave enfermedad. Desde aquel momento el misterio de Belén es "el más dulce y el más suave de los misterios", este misterio se convierte en el alma de su vida ascética y mística, de su apostolado y de sus escritos. Con un voto particular y con la escritura de muchos libros se empeña en propagar esta devoción. Con la imagen del niño Jesús, que él llama cariñosamente "mi dulce pequeño emperador", realiza no poco milagros. Lo bautizan "el misionero del niño Jesús". Belén, en su decir, "es 1a primera escuela pública de todas las virtudes". Lorenzo, hombre activo y concreto, vive y enseña la bienaventuranza de los "pequeños" a los cuales Dios se complace en revelar "los misterios del reino de los cielos". La pequeña vía de la infancia "espiritual", que será después recorrida y difundida por santa Teresa de Lisieux, es la respuesta de Lorenzo a los desafíos culturales y sociales de su tiempo, a los que propone otras categorías y otros parámetros.

No sin emoción todavía hoy podemos admirar algunos "Niños Jesús" de cera construidos por él y un libro para enseñar a construirlos escrito por él mismo. También funda la asociación llamada la "Escuadra de la Sagrada Cuna" para quienes publica un reglamento. Nacido cuando la Ilustración había ya ofuscado muchas mentes, Lorenzo habla de un Dios que por amor se viste de humanidad y que, convertido en niño, invita a todos a caminar con sencillez de corazón.

En el 1856, a pesar de no sentirse con fuerzas, obedece a la invitación de los superiores de ir a Capranica (VT) para visitar algunos enfermos que desean su bendición. Va, pero advierte que no estará allí más que tres días. Llega el 9 de junio de 1856; acoge a los que lo visitan, confiesa a los penitentes, bendice a los enfermos, conforta a los dolientes. El 12 de junio muere por un ictus.

"Hemos perdido nuestro santo", dice la gente conmovida mientras acaparan sus reliquias. Antes de que Lorenzo sea reconducido al convento, quieren que su cuerpo sea llevado en procesión por todo el pueblo; con trabajos los guardias logran defenderlo de la excesiva devoción.

Y enterrado en el convento de S. Ángel de Vetralla VT. Juan Pablo II lo proclama beato el primero octubre de 1989.

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Gaspar Luis Bertoni, Santo Fundador, Junio 12  

Gaspar Luis Bertoni, Santo

Fundador de la Congrecación
de los Sagrados Estigmas de Nuestro Señor Jesucristo

GASPAR BERTONI nació en Verona, en la República de Venecia, el 9 de octubre de 1777, hijo de Francis Bertoni y Brunora Ravelli de Sirmione. Fue bautizado al día siguiente por su tío abuelo, Fr. James Bertoni, en la iglesia de la parroquia de San Pablo, en el Campo Marzo de la sección de Verona.

En ambos lados de la familia, se ejercía la profesión de "Notario", y en un viejo documento legal, puede verse que la familia era bastante rica. Pero aun más aun rica, era sin embargo, la práctica de la fe.

A consecuencia de la temprana muerte de su pequeña hermana, Gaspar siguió siendo el único hijo. Tuvo el beneficio de una educación excelente, tanto en su casa como en la escuela de San Sebastían que era dirigida por la municipalidad luego de la supresión de los Jesuitas. Ellos, sin embargo, continuaban enseñando el enseñando y también dirigiendo la Congregación Mariana. El joven Bertoni ingresó aquí bajo la influencia de de Fr. Louis Fortis quien luego habría de ser el primer General de los Jesuítas luego de la reintegración de la Compañía de Jesús.

Como fruto de la gracia de su primera comunión, a edad de 11 años, Gaspar Bertoni fue llamado a una vida de unión mística. Su vocación al sacerdocio maduró, y a las 18 años, entró en el seminario. Asistiendo al curso teológico como un estudiante externo, él encontró en su profesor de teología moral, Fr. Nicolás Galvani, un director espiritual excelente.

Durante su primer año de teología, fue testigo de la invasión de los ejércitos franceses, (1 de junio de 1796). Esto era el principio de un periodo de 20 años de gran lucha para su ciudad natal. Inspirado por su profunda caridad, se dedicó a la ayuda de los enfermos y heridos, como un miembro de la Fraternidad del Evangelio para los Hospitales que había sido creada por el Siervo de Dios Fr. Peter Leonardi.

A su ordenación sacerdotal (el 20 de septiembre de 1800), se encontró en un mundo con necesidad de mucha ayuda para solucionar los serios problemas que perturbaban el alba de un nuevo siglo.

Se dedicó con todos su energías y gran habilidad organizativa a su nueva misión pastoral. Estableció un Oratorio bajo la forma de una "Cohorte Mariana", que tenía fomo meta el cristianizar y formar a los jóvenes. Todas esas organizaciones fueron suprimidas por un decreto de Napoleon (1807), y Fr. Bertoni guardó sus planes para tiempos mejores.

Entretanto, él tomó la dirección espiritual de una comunidad fundada en aquel entonces por Santa Magdalena de Canossa en el Convento de San José (mayo de 1808), aquí conoció a la Sierva de Dios Leopoldina Naudet, a quien él guiaría espiritualmente a lo más alto del misticismo del santo abandono y en la fundación de las Hermanas de la Sagrada Familia. Él extendió esta faceta de su ministerio a otra Sirvia de Dios, Teodora Campostrini, de noble cuna, quien también estaba en la etapa de discernimiento de su vocación, para la fundación de su Comunidad, la de las "Hermanas Mínimas" de la Caridad de la Madre Dolorosa.

En su espíritu de abandono a Dios, y servicio a la Iglesia, Fr. Bertoni fue guiado por el espíritu santo para fundar una Congregación llamada de los "Estigmatinos" quienes quiso que fueran "Misioneros Apostólicos para Ayudar a los Obispos".

El 4 de noviembre de 1816 se mudó con otros 2 religiosos a la casa de los estigmas de San Francisco, de la cual derivó parte del nombre de su congregación y en ella interiorizó sobre la meditación de los estigmas de Jesucristo, se abrió una escuela gratuita con otros servicios gratuitos a la comunidad.

Sus últimos años
Gaspar Bertoni cayó gravemente enfermo, y mientras era atendido en la enfermería de la casa generalicia, dijo sus últimas palabras: "Preciso sufrir".

Pronunciando estas palabras, murió el dia 12 de junio de 1853.

Fue canonizado el 1 de noviembre de 1989 por Juan Pablo II.

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Fuente: Franciscanos.org
Florida Cevoli, Beata Clarisa, Junio 12  

Florida Cevoli, Beata

Clarisa Capuchina

Florida Cevoli, en el siglo Lucrecia Elena, hija del conde Curzio Cevoli y de la condesa Laura della Seta, nació en Pisa (Italia) el 11 de noviembre de 1685. Educada en la fe en el seno de su familia, afinó su espíritu bajo la guía de las clarisas del monasterio de San Martín, de Pisa, adonde la llevaron a los 13 años y donde vivió como educanda durante cinco años. Aquel clima de silencio que se respiraba allí suscitó en ella un gran deseo de la vida religiosa.

A los 18 años ingresó en el monasterio de las Clarisas capuchinas de Città di Castello (Perusa), el 7 de junio de 1703; tomó el nombre de Florida. Guiada por los consejos y sobre todo por los ejemplos de santa Verónica Giuliani, maestra de las novicias, sor Florida demostró un espíritu de oración excepcional y un gran deseo de progresar en el camino de la contemplación. Se insertó en la vida comunitaria con espíritu atento y humilde, prodigándose en los trabajos más modestos. Hizo la profesión religiosa el 10 de junio de 1704.

Desempeñó varios oficios: cocinera, despensera, panadera, responsable de la farmacia, maestra de novicias, vicaria y abadesa. En 1716 sor Verónica fue nombrada abadesa del monasterio y sor Florida, vicaria; estaban tan compenetradas, que toda la comunidad recibió un gran impulso hacia el ideal de la íntima unión con Cristo: era la confidente de la Santa y además le ayudaba como secretaria. En 1727, al morir sor Verónica, fue llamada a ocupar su puesto, y hasta su muerte, ejerció el oficio de abadesa, reelegida en trienios consecutivos, con algunos intervalos.

Como su maestra, fue una gran reformadora: se distinguió por una vida de pobreza y austeridad, propia de la reforma de las capuchinas. Los sufrimientos de Cristo en su pasión y la presencia eucarística constituían el objeto primario de su contemplación y de su amor; tenía una devoción especial a la Virgen de los Dolores. Su fama de santidad en vida fue mayor que la de santa Verónica. Es de destacar el servicio que prestó a Città di Castello como mediadora de paz, con ocasión del levantamiento popular que estalló a la muerte del papa Benedicto XIV, en 1758. Murió el 12 de junio de 1767.

La beatificó Juan Pablo II el 16 de mayo de 1993.

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Autor: Archidiócesis de Madrid
Onofre, Santo Ermitaño, Junio 12  

Onofre, Santo

Ermitaño

Si no lo hubiera encontrado el abad san Panufcio, ya moribundo, y no hubiera escrito su vida es seguro que no conoceríamos a este personaje originalísimo. Es un ermitaño, morador de una cueva del desierto egipcio de la Tebaida.

Allí mismo donde la civilización faraónica había florecido siglos antes, ahora, en las primeras centurias del cristianismo, los monjes pueblan el despoblado y viven en solitario su intensa experiencia interior y espiritual.

A nuestra sociedad lo profundo le sabe a raro y los compromisos definitivos o las decisiones comprometedoras de por vida no están de moda. Onofre, sin embargo, nos ofrece un testimonio admirable de profundidad interior capaz de abarcar todo su paso por la tierra.

Se dedicó a la oración y, después de orar, a dar buen consejo a quien se lo requería. ¿Nada más? Y... nada menos: dejar que el alma rebose amor de Dios para que otros puedan descubrirlo y amarlo; dejarse afectar desde el centro de la propia personalidad por la Gracia y contagiarla a otros como la gran curación, la gran salud, la gran salvación.

Si en la Iglesia no existieran estos absolutos testimonios del Absoluto, todo sería aún más relativo de lo que es.

¡Estaríamos buenos!

Gracias, san Onofre, por liberarnos de relativismos estériles con tu testimonio.

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Fuente: ACI Prensa
108 mártires de Polonia durante la segunda guerra, Beatos Mártires, 12 de junio  

108 mártires de Polonia durante la segunda guerra, Beatos

El 13 de junio de 1999, el papa Juan Pablo II beatificó, en Varsovia, a 108 mártires de la última Guerra Mundial en Polonia, y estableció que su fiesta se celebre el 12 de junio. Entre ellos hay 3 obispos, 52 sacerdotes diocesanos, 26 sacerdotes religiosos, 3 clérigos, 7 religiosos no sacerdotes, 8 religiosas y 9 personas laicas.

Durante la II Guerra Mundial, en Polonia fueron numerosas las víctimas de la encarnizada persecución nazi contra la Iglesia. También otros muchísimos ciudadanos fueron perseguidos y asesinados en aquellas terribles circunstancias. Pero los 108 beatificados por el Papa fueron todos ellos asesinados por odio a la fe cristiana en diversas circunstancias o lugares, o murieron como consecuencia de los sufrimientos infligidos por el mismo motivo en las cárceles y campos de concentración. La mayoría de los sacerdotes murieron por no dejar de ejercer su ministerio, a pesar de las amenazas; muchos de estos mártires perdieron la vida por defender a judíos; las religiosas, por su parte, en su servicio amoroso y silencioso, aceptaron con espíritu de fe los sufrimientos y la muerte. Todos fueron en sentido estricto testigos de la fe de Cristo.

Los padecimientos de los 108 mártires polacos —torturados y ejecutados por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial —elevados a los altares por el Papa Juan Pablo II— evidencian los sufrimientos de la Iglesia durante la Segunda Guerra Mundial, así como la ayuda que ellos prestaron a judíos, comunistas y en general a todo perseguido por las fuerzas del Eje.

El Postulador General de los mártires, P. Tomasz Kaczmarek, informó que los 108 polacos, que murieron a manos de soldados alemanes durante la ocupación nazi (1939-1945) y que fueron declarados beatos el 13 de junio en Varsovia, proceden de 18 diócesis diferentes y 22 órdenes religiosas.

Salvadores de judíos

Entre los polacos a ser beatificados están 15 víctimas del campo de concentración de Auschwitz y otros 43 que sufrieron en Dachau, campo ubicado cerca de Munich. También se cuentan varios católicos que fueron perseguidos, torturados y ejecutados por salvar a judíos y comunistas que eran buscados por los soldados alemanes.

Así por ejemplo, dos religiosas, que se encuentran en la lista de los futuros beatos, fueron asesinadas por rescatar a decenas de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. De la misma manera, la religiosa dominica Julia Rodzinska (1899-1945) murió de tifus en el campo de concentración de Stutthof, luego de dar ayuda, junto con otras siete religiosas, a varias mujeres judías.

Los judíos hallados por los nazis en el ático del convento de las hermanas de la Inmaculada Concepción fueron causa de tortura y ejecución de las religiosas Bogumila Noiszewska (Maria Ewa) y Kazimiera Wolowska (Maria Marta), que murieron fusiladas en Slonim en 1942. Del mismo modo, el párroco de Gdeszyn, P. Zygmunt Pisarski, fue arrestado y asesinado en Dachau en 1943 por rechazar entregar a comunistas locales a la Gestapo.

Perseguidos por ser católicos

El P. Kaszmarek afirmó también que la misma experiencia de sufrimiento fue vivida por Mons. Julian Nowowiejski, Arzobispo de Plock (1858-1941), quien fue duramente maltratado y finalmente asesinado en el campo de concentración de Dzialdow.

Otro de los obispos que fueron acosados por el nazismo fue el también prisionero en Dachau,
Michal Kozal (1893-1943), Obispo de Wloclawek, diócesis que sufrió el exterminio de la mitad de sus sacerdotes, once de los cuales están en la lista de beatificaciones.

"El odio a los polacos se mezcló con el ataque a la Iglesia Católica, que representaba un inconveniente obstáculo a la implementación de la insana visión de Hitler sobre la raza y la vida política y social", afirma el P. Kaczmarek.

El Postulador de la causa de los beatos cree que el Papa Wojtila conoció a uno de los mártires durante su juventud, cuando él estudiaba en Cracovia, el P. Jozef Kowalski, quien fue asesinado en Auschwitz en 1942 por rehusarse a cometer sacrilegio con su propio rosario.

Entre los 52 sacerdotes que pasaron por las torturas y ejecuciones nazis, la mayoría de ellos jóvenes, hay dos hermanos que ofrecieron sus vidas en virtud de su ministerio pastoral. Se trata de los padres Kazimierz y Stefan Grelewski, procedentes de Radom, el primero de los cuales fue colgado y el segundo torturado hasta morir en Dachau en 1943.

Otros dos ejemplos de sacrificio y amor a la Iglesia fueron el fray Anicet Koplinski (1875-1941), un capuchino nacido en Alemania que prefirió morir en las cámaras de gas a abandonar su orden, y dos marianistas Jerzy Kaszyra (1904-1943) y Antoni Leszczewicz (1890-1943), que murieron quemados en dos atrocidades cometidas en Rosica.

También laicos

Entre los 108 mártires polacos, existen un total de nueve laicos como Natalia Tulasiewicz, una agente pastoral de 39 años, que fue asesinada en una cámara de gas en Ravensbruck, y Mariana Biernacka (1888-1943), una campesina que pidió ser fusilada en lugar de su nuera que tenía varios meses de embarazo, en Grodno.

Documentación

El padre Kaczmarek explicó que las causas de los mártires fueron sólidamente fundadas en 92,000 páginas de documentación, que fueron entregados oportunamente al Vaticano en 1994. En la investigación han participado 600 especialistas, entre archivistas, historiadores y teólogos.

"Una pregunta me viene a la mente muchas veces: ¿por qué Dios ha querido revelar sus mártires a sus compatriotas contemporáneos justo ahora, en el umbral del Tercer Milenio? Una sola respuesta viene siempre a mi mente: necesitamos estos testigos para nuestros tiempos´´, dijo el padre Kaczmarek.

A continuación la lista de los 108 mártires:

- Adam Bargielski
- Aleksy Sobaszek
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Alfons Maria Mazurek
- Alicja Maria Jadwiga Kotowska
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Alojzy Liguda
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Anastazy Jakub Pankiewicz
- Anicet Koplinski
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Antoni Beszta-Borowski
- Antoni Julian Nowowiejski
- Antoni Leszczewicz
- Antoni Rewera
- Antoni Swiadek
- Antoni Zawistowski , sacerdote (1882-1942 KL Dachau)
- Boleslaw Strzelecki , sacerdote (1896-1941, Germania Auschwitz)
- Bronislaw Komorowski , sacerdote (1889-22.3.1940 KL Stutthof)
- Bronislaw Kostkowski , estudiante (1915-1942 KL Dachau)
- Brunon Zembol , religioso (1905-1922 KL Dachau)
- Czeslaw Jozwiak (1919-1942 prisionero en Dresden),
- Dominik Jedrzejewski , sacerdote (1886-1942 KL Dachau)
- Edward Detkens , sacerdote (1885-1942 KL Dachau)
- Edward Grzymala , sacerdote (1906-1942 KL Dachau)
- Edward Kazmierski (1919-1942 prisionero en Dresden),
- Edward Klinik (1919-1942 prisionero en Dresden),
- Emil Szramek, sacerdote (1887-1942 KL Dachau)
- Ewa Noiszewska, religiosa (1885-1942, Góra Pietrelewicka in Slonim)
- href="http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=42617" target="_blank">Fidelis Chojnacki, religioso (1906-1942 KL Dachau)
-
Florian Stepniak, religioso, sacerdote (1912-1942 KL Dachau)
- Franciszek Dachtera, sacerdote (1910-23.8.1942 KL Dachau)
- Franciszek Drzewiecki, religioso, sacerdote (1908-1942 KL Dachau)
- Franciszek Kesy (1920-1942 priosionero en Dresden),
-
Franciszek Rogaczewski, sacerdote (1892-11.1.1940)
- Franciszek Roslaniec, sacerdote (1889-1942 KL Dachau)
-
Francisco (Franciszek) Stryjas, padre de familia, (1882-31.7.1944 prisionero en Kalisz)
-
Gregorio (Grzegorz) Boleslaw Frackowiak, religioso (1911-1943 decapitado en Dresden)
- Henryk Hlebowicz, sacerdote (1904-1941 Borysewo)
-
Enrique (Henryk) Kaczorowski, sacerdote (1888-1942 KL Dachau)
-
Henryk Krzysztofik, religioso, sacerdote (1908-1942 KL Dachau)
-
Hilario (Pawel) Januszewski, religioso, sacerdote (1907-1945 KL Dachau)
-
Jan Antonin Bajewski, religioso, sacerdote (1915-1941 KL Auschwitz)
- Jan Nepomucen Chrzan, sacerdote (1885-1942 KL Dachau)
- Jarogniew Wojciechowski (1922-1942 prisionero en in Dresden).
- Jerzy Kaszyra, religioso,sacerdote (1910-1943, in Rosica),
- Jozef Achilles Puchala, religioso, sacerdote (1911-1943)
-
Jozef Cebula, religioso, sacerdote (1902-1941 KL Mauthausen)
- Jozef Czempiel, sacerdote (1883-1942 KL Mauthausen)
-
Jozef Innocenty Guz, religioso, sacerdote (1890-1940 KL Sachsenhausen)
- Jozef Jankowski, religioso,sacerdote, (1910 -16.10.1941, Auschwitz)
- Jozef Kowalski
- Jozef Kurzawa, sacerdote (1910-1940)
- Jozef Kut, sacerdote (1905-1942 KL Dachau)
- Jozef Pawlowski, sacerdote (1890-9.1.1942 KL Dachau)
- Jozef Stanek, religioso, sacerdote (1916-23.9.1944, morto a seguito delle torture in Varsavia)
- Jozef Straszewski, sacerdote (1885-1942 KL Dachau)
- Jozef Zaplata, religioso (1904-1945 KL Dachau)
-
Julia Rodzinska, religiosa (1899-20.2.1945 Stutthof);
- Karol Herman Stepien, religioso, sacerdote (1910-1943)
-
Katarzyna Celestyna Faron, religiosa (1913-1944 KL Auschwitz)
- Kazimierz Gostynski, sacerdote (1884-1942 KL Dachau)
- Kazimierz Grelewski, sacerdote (1907-1942 KL Dachau)
- Kazimierz Sykulski, sacerdote (1882-1942 KL Auschwitz)
-
Cristino (Krystyn) Gondek, religioso, sacerdote (1909-1942)
- Leon Nowakowski, sacerdote (1913-1939)
- Leon Wetmanski(1886-1941, Dzialdowo), Obispo
- Ludwik Gietyngier
-
Ludwik Mzyk, religioso, sacerdote (1905-1942)
-
Ludwik Pius Bartosik, religioso, sacerdote (1909-1941 KL Auschwitz)
- Maksymilian Binkiewicz, sacerdote (1913-24.7.1942, Dachau)
- Marcin Oprzadek, religioso (1884-1942 KL Dachau)
- Maria Antonina Kratochwil, religiosa (1881-1942)
- Maria Klemensa Staszewska, religiosa (1890-1943 KL Auschwitz)
- Marian Gorecki, sacerdote (1903-22.3.1940 KL Stutthof)
- Marian Konopinski, sacerdote (1907-1.1.1943 KL Dachau)
- Marian Skrzypczak, sacerdote (1909-1939 in Plonkowo)
-
Mariana Biernacka (1888-1943),
- Marta Wolowska, religiosa (1879-1942, Góra Pietrelewicka in Slonim)
- Michal Czartoryski, religioso, sacerdote (1897-1944)
-
Miguel (Michal) Ozieblowski, sacerdote (1900-1942 KL Dachau)
-
Michal Piaszczynski, sacerdote (1885-1940 KL Sachsenhausen)
- Michal Wozniak, sacerdote (1875-1942 KL Dachau)
- Mieczyslaw Bohatkiewicz, sacerdote (1904-4.3.1942 shot in Berezwecz)
- Mieczyslawa Kowalska, religiosa (1902-1941 KL Dzialdowo)
- Narcyz Putz, sacerdote (1877-1942 KL Dachau)
-
Narciso Turchan, religioso, sacerdote (1879-1942 KL Dachau)
-
Natalia Tulasiewicz (1906-31.3.1945 Ravensbrück),
-
Piotr Bonifacy Z|ukowski, religioso (1913-1942 KL Auschwitz)
-
Piotr Edward Dankowski, sacerdote (1908-3.4.1942 KL Auschwitz)
-
Roman Archutowski, sacerdote (1882-1943 KL Majdanek)
- Roman Sitko, sacerdote (1880-1942 KL Auschwitz)
-
Stanislaw Kubista, religioso, sacerdote (1898-1940 KL Sachsenhausen)
- Stanislaw Kubski, religioso, sacerdote (1876-1942 KL Dachau)
- Stanislaw Mysakowski, sacerdote (1896-1942 KL Dachau)
- Stanislaw Pyrtek, sacerdote (1913-4.3.1942 Berezwecz)
- Stanislaw Starowieyski, padre de familia (1895-13.4.1940/1 KL Dachau)
- Stanislaw Tymoteusz Trojanowski, religioso (1908-1942 KL Auschwitz)
-
Stefan Grelewski, sacerdote (1899-1941 KL Dachau)
-
Symforian Ducki, religioso (1888-1942 KL Auschwiitz)
-
Tadeusz Dulny, seminarita (1914-1942 KL Dachau)
- Wincenty Matuszewski, sacerdote (1869-1940)
- Wladyslaw Bladzinski, religioso, sacerdote (1908-1944)
- Wladyslaw Demski, sacerdote (1884-28.5.1940, Sachsenhausen)
- Wladyslaw Goral,(1898-1945 KL Sachsenhausen), Obispo
- Wladyslaw Mackowiak, sacerdote (1910-4.3.1942 Berezwecz)
- Wladyslaw Maczkowski, sacerdote (1911-20.8.1942 KL Dachau)
- Wladyslaw Miegon, sacerdote, (1892-1942 KL Dachau)
- Wlodzimierz Laskowski, sacerdote (1886-1940 KL Gusen)
- Wojciech Nierychlewski, religioso, sacerdote (1903-1942 KL Auschwitz)
- Zygmunt Pisarski, sacerdote (1902-1943)
- Zygmunt Sajna, sacerdote (1897-1940 Palmiry)

___________________________________________________________________________________________

 

Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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