JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 21, 19b-25
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús le dijo a Pedro:
«Sígueme».
Pedro miró alrededor y vio que, detrás de ellos, venía el otro discípulo a quien
Jesús tanto amaba, el mismo que en la última cena estuvo reclinado sobre el
pecho de Jesús y le había preguntado: "Señor, ¿quién es el que te va a
entregar?"
Cuando Pedro lo vio preguntó a Jesús:
«Señor, y éste ¿qué?»
Jesús le respondió:
«Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva de nuevo, ¿a ti qué? Tú,
sígueme».
Estas palabras fueron interpretadas por los hermanos en el sentido de que este
discípulo no iba a morir. Sin embargo, Jesús no había dicho a Pedro que aquel
discípulo no moriría, sino: "Si yo quiero que él permanezca hasta que yo venga
de nuevo, ¿a ti qué?"
Este es el discípulo que da testimonio de todas estas cosas y las ha escrito. Y
nosotros
sabemos que dice la verdad.
Jesús hizo muchas otras cosas. Si se pusieran todas por escrito, pienso que ni
en el mundo entero cabrían los libros.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
sab 7a. Sem Pascua
Antífona de Entrada
Animados de un mismo espíritu, los discípulos perseveraban en la oración, en
compañía de algunas mujeres, entre ellas María, la Madre de Jesús, y con sus hermanos.
Aleluya.
Oración Colecta
Oremos:
Dios todopoderoso, concédenos conservar siempre en nuestra vida y en nuestras
costumbres la alegría de estas fiestas de pascua que nos disponemos a clausurar.
Por nuestro Señor, Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Pablo permaneció en Roma y predicaba el Reino de Dios
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 28, 16-20.30-31
En aquellos días, cuando entramos en Roma, le permitieron a Pablo quedarse en
una casa particular, con un soldado que lo custodiara. Tres días después, Pablo
convocó a los judíos principales. Cuando llegaron les dijo:
«Hermanos, sin haber hecho nada contra el pueblo ni contra las costumbres de
nuestros antepasados, fui detenido en Jerusalén y entregado a los romanos.
Ellos, después de interrogarme, quisieron ponerme en libertad, porque no
encontraron en mí ningún cargo por el que mereciera la muerte. Pero, como los
judíos se opusieron, me vi obligado a apelar al emperador, aunque sin intención
de acusar a mi pueblo. Este es, pues, el motivo de haberlos llamado. Quería
verlos y conversar con ustedes, pues a causa de la esperanza de Israel llevo
estas cadenas».
Pablo estuvo dos años enteros en una casa alquilada por él, y allí recibía a
todos los que iban a verlo. Podía anunciar el reino de Dios y enseñar cuanto se
refiere a Jesucristo, el Señor, con toda libertad y sin obstáculo alguno.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 10, 5-6.8
El Señor verá a los justos con complacencia.
El Señor está en su templo santo, el Señor tiene su trono en los cielos; sus ojos están observando, sus pupilas examinan a los hombres.
El Señor verá a los justos con complacencia.
El Señor examina al justo y al malvado, y aborrece al que ama la violencia. Porque el Señor es justo y ama la justicia, los honrados contemplarán su rostro.
El Señor verá a los justos con complacencia.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Yo les enviaré el Espíritu de la Verdad y los irá guiando hacia la verdad plena,
dice el Señor.
Aleluya.
Evangelio
Este es el discípulo que ha escrito estas cosas, y su testimonio es verdadero
† Lectura del santo Evangelio según san Juan 21, 19b-25
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús le dijo a Pedro:
«Sígueme».
Pedro miró alrededor y vio que, detrás de ellos, venía el otro discípulo a quien
Jesús tanto amaba, el mismo que en la última cena estuvo reclinado sobre el
pecho de Jesús y le había preguntado: "Señor, ¿quién es el que te va a
entregar?"
Cuando Pedro lo vio preguntó a Jesús:
«Señor, y éste ¿qué?»
Jesús le respondió:
«Si yo quiero que él permanezca hasta que yo vuelva de nuevo, ¿a ti qué? Tú,
sígueme».
Estas palabras fueron interpretadas por los hermanos en el sentido de que este
discípulo no iba a morir. Sin embargo, Jesús no había dicho a Pedro que aquel
discípulo no moriría, sino: "Si yo quiero que él permanezca hasta que yo venga
de nuevo, ¿a ti qué?"
Este es el discípulo que da testimonio de todas estas cosas y las ha escrito. Y
nosotros
sabemos que dice la verdad.
Jesús hizo muchas otras cosas. Si se pusieran todas por escrito, pienso que ni
en el mundo entero cabrían los libros.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Que la venida del Espíritu Santo nos prepare, Señor, a participar fructuosamente
en tus sacramentos, porque él es el perdón de todos los pecados.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
En la espera de la venida del Espíritu Santo
En verdad es justo y necesario que todas las criaturas, en el cielo y en la
tierra, se unan en tu alabanza, Dios todopoderoso y eterno, por Jesucristo, tu
Hijo, Señor del universo.
El cual, habiendo entrado una vez para siempre en el santuario del cielo, ahora
intercede por nosotros, como mediador que asegura la perenne efusión del
Espíritu.
Pastor y obispo de nuestras almas, nos invita a la plegaria unánime, a ejemplo
de María y los apóstoles, en la espera de un nuevo Pentecostés.
Por este misterio de santificación y de amor, unidos a los ángeles y a los
santos, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
El Espíritu Santo me glorificará, porque recibirá de mí lo que les irá
comunicando, dice el Señor.
Aleluya.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor de misericordia, escucha nuestras súplicas y, ya que nos has hecho pasar
de los ritos antiguos a los sacramentos de la nueva alianza, ayúdanos a pasar de
nuestra antigua vida de pecado a la nueva vida del espíritu.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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† Meditación diaria
Pascua. 7ª semana. Sábado
Víspera de Pentecostés
EL ESPÍRITU SANTO Y MARÍA
— Esperar la llegada del Paráclito junto a la Virgen Santísima.
— El Espíritu Santo en la vida de María.
— La Virgen María, "corazón de la Iglesia naciente", colabora activamente en la acción del Espíritu Santo en las almas.
I. Mientras dura la espera de la venida del Espíritu Santo prometido, todos perseveraban unánimemente en la oración juntamente con las mujeres y con María, la Madre de Jesús...1. Todos están en un mismo lugar, en el Cenáculo, animados de un mismo amor y de una sola esperanza. En el centro de ellos se encuentra la Madre de Dios. La tradición, al meditar esta escena, ha visto la maternidad espiritual de María sobre toda la Iglesia. "La era de la Iglesia empezó con la "venida", es decir, con la bajada del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos en el Cenáculo de Jerusalén junto con María, la Madre del Señor"2.
Nuestra Señora vive como un segundo Adviento, una espera, que prepara la comunicación plena del Espíritu Santo y de sus dones a la naciente Iglesia. Este Adviento es a la vez muy semejante y muy diferente al primero, el que preparó el nacimiento de Jesús. Muy parecido porque en ambos se da la oración, el recogimiento, la fe en la promesa, el deseo ardiente de que esta se realice. María, llevando a Jesús oculto en su seno, permanecía en el silencio de su contemplación. Ahora, Nuestra Señora vive profundamente unida a su Hijo glorificado3.
Esta segunda espera es muy diferente a la primera. En el primer Adviento, la Virgen es la única que vive la promesa realizada en su seno; aquí, aguarda en compañía de los Apóstoles y de las santas mujeres. Es esta una espera compartida, la de la Iglesia que está a punto de manifestarse públicamente alrededor de nuestra Señora: "María, que concibió a Cristo por obra del Espíritu Santo, el amor de Dios vivo, preside el nacimiento de la Iglesia el día de Pentecostés, cuando el mismo Espíritu Santo desciende sobre los discípulos y vivifica en la unidad y en la caridad el Cuerpo místico de los cristianos"4.
El propósito de nuestra oración de hoy, víspera de la gran solemnidad de Pentecostés, es esperar la llegada del Paráclito muy unidos a nuestra Madre, "que implora con sus oraciones el don del Espíritu Santo, que en la Anunciación ya la había cubierto a Ella con su sombra"5, convirtiéndola en el nuevo Tabernáculo de Dios. Antes, en los comienzos de la Redención, nos dio a su Hijo; ahora, "por medio de sus eficacísimas súplicas, consiguió que el Espíritu del divino Redentor, otorgado ya en la Cruz, se comunicara con sus prodigiosos dones a la Iglesia, recién nacida el día de Pentecostés"6.
"Quien nos transmite ese dato es San Lucas, el evangelista que ha narrado con más extensión la infancia de Jesús. Parece como si quisiera darnos a entender que, así como María tuvo un papel de primer plano en la Encarnación del Verbo, de una manera análoga estuvo presente también en los orígenes de la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo"7.
Para estar bien dispuestos a una mayor intimidad con el Paráclito, para ser más dóciles a sus inspiraciones, el camino es Nuestra Señora. Los Apóstoles lo entendieron así; por eso los vemos junto a María en el Cenáculo.
Examinemos cómo es nuestro trato habitual con Nuestra Señora; concretemos para el día de hoy algún propósito: cuidemos mejor el rezo del Santo Rosario, contemplando sus misterios; ofrezcámosle alguna pequeña mortificación distinta a las que acostumbramos durante la semana; cuidemos mejor el saludarla a través de sus imágenes, que encontraremos en la calle, en la habitación...
II. La Virgen Santísima recibió el Espíritu Santo con una plenitud única el día de Pentecostés, porque su corazón era el más puro, el más desprendido, el que de modo incomparable amaba más a la Trinidad Beatísima. El Paráclito descendió sobre el alma de la Virgen y la inundó de una manera nueva. Es el "dulce Huésped" del alma de María. Nuestro Señor había prometido al que ame a Dios: Vendremos sobre él y en él haremos nuestra morada8. Esta promesa se realiza, ante todo, en Nuestra Señora.
Ella, "la obra maestra de Dios"9, había sido preparada con inmensos cuidados por el Espíritu Santo para ser tabernáculo vivo del Hijo de Dios. Por eso el Ángel la saluda: Salve, llena de gracia10. Y ya poseída por el Espíritu Santo y llena de su gracia, recibió todavía una nueva y singular plenitud de ella: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra11. "Redimida de modo eminente, en previsión de los méritos de su Hijo, y unida a Él con un vínculo estrecho e indisoluble, está enriquecida con la suma prerrogativa y dignidad de ser la Madre de Dios Hijo y, por eso, Hija predilecta del Padre y Sagrario del Espíritu Santo; con el don de una gracia tan extraordinaria que aventaja con creces a todas las criaturas, celestiales y terrenas"12.
Durante su vida, Nuestra Señora fue creciendo en amor a Dios Padre, a Dios Hijo (su Hijo Jesús), a Dios Espíritu Santo. Ella correspondió a todas las inspiraciones y mociones del Paráclito, y cada vez que era dócil a estas inspiraciones recibía nuevas gracias. En ningún momento opuso la más pequeña resistencia, nunca negó nada a Dios; el crecimiento en las virtudes sobrenaturales y humanas (que estaban bajo una especial influencia de la gracia) fue continuo.
Los que son movidos por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios13. Ninguna criatura se dejó llevar y guiar por el Espíritu Santo como nuestra Madre Santa María: ninguna vivió la filiación divina como Ella.
El Espíritu Santo, que ha habitado en María desde el misterio de su Concepción Inmaculada, en el día de Pentecostés vino a fijar en Ella su morada, de una manera nueva. Todas las promesas que Jesús había realizado acerca del Paráclito se cumplen plenamente en el alma de la Virgen: Él os recordará todas las cosas14. Él os guiará a la verdad completa15.
La Virgen es la Criatura más amada de Dios. Pues si a nosotros, a pesar de tantas ofensas, nos recibe como el padre al hijo pródigo; si a nosotros, siendo pecadores, nos ama con amor infinito y nos llena de bienes cada vez que correspondemos a sus gracias, "si procede así con el que le ha ofendido, ¿qué hará para honrar a su Madre, inmaculada, Virgo fidelis, Virgen Santísima, siempre fiel?
"Si el amor de Dios se muestra tan grande cuando la cabida del corazón humano –traidor, con frecuencia– es tan poca, ¿qué será en el Corazón de María, que nunca puso el más mínimo obstáculo a la Voluntad de Dios?"16.
III. Todo cuanto se ha hecho en la Iglesia desde su nacimiento hasta nuestros días, es obra del Espíritu Santo: la evangelización del mundo, las conversiones, la fortaleza de los mártires, la santidad de sus miembros... "Lo que el alma es al cuerpo del hombre –enseña San Agustín–, eso es el Espíritu Santo en el Cuerpo de Jesucristo que es la Iglesia. El Espíritu Santo hace en la Iglesia lo que el alma hace en los miembros de un cuerpo"17, le da vida, la desarrolla, es su principio de unidad... Por Él vivimos la vida misma de Cristo Nuestro Señor en unión con Santa María, con todos los ángeles y los santos del Cielo, con quienes se preparan en el Purgatorio y los que peregrinan aún en la tierra.
El Espíritu Santo es también el santificador de nuestra alma. Todas las obras buenas, las inspiraciones y deseos que nos impulsan a ser mejores, las ayudas necesarias para llevarlas a cabo... Todo es obra del Paráclito. "Este divino Maestro pone su escuela en el interior de las almas que se lo piden y ardientemente desean tenerle por Maestro"18. "Su actuación en el alma es suave, su experiencia es agradable y placentera, y su yugo es levísimo. Su venida va precedida de los rayos brillantes de su luz y de su ciencia. Viene con la verdad del genuino protector; pues viene a salvar, a curar, a enseñar, a aconsejar, a fortalecer, a consolar, a iluminar, en primer lugar la mente del que lo recibe y después, por las obras de este, la mente de los demás"19.
Y del mismo modo que el que se hallaba en tinieblas, al salir el sol, recibe su luz en los ojos del cuerpo y contempla con toda claridad lo que antes no veía, así también al que es hallado digno del don del Espíritu Santo se le ilumina el alma y, levantado por encima de su razón natural, ve lo que antes ignoraba.
Después de Pentecostés la Virgen es "como el corazón de la Iglesia naciente"20. El Espíritu Santo, que la había preparado para ser Madre de Dios, ahora, en Pentecostés, la dispone para ser Madre de la Iglesia y de cada uno de nosotros.
El Espíritu Santo no cesa de actuar en la Iglesia, haciendo surgir por todas partes nuevos deseos de santidad, nuevos hijos y a la vez mejores hijos de Dios, que tienen en Jesucristo el Modelo acabado, pues es el primogénito de muchos hermanos. Nuestra Señora, colaborando activamente con el Espíritu Santo en las almas, ejerce su maternidad sobre todos sus hijos. Por eso es proclamada con el título de Madre de la Iglesia, "es decir, Madre de todo el Pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los Pastores, que la llaman Madre amorosa, y queremos –proclamaba Pablo VI– que de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título"21.
Santa María, Madre de la Iglesia, ruega por nosotros y ayúdanos a preparar la venida del Paráclito a nuestras almas.
1 Hech 1, 14. — 2 Juan Pablo II, Enc. Dominum et vivificantem, 18-V-1986, 25. — 3 Cfr. M. D. Philippe, Misterio de María, Rialp, Madrid 1986, pp. 348-349. — 4 Pablo VI, Discurso, 25-X-1969. — 5 Conc. Vat. II, Const. Lumen Gentium, 59. — 6 Pío XII, Enc. Mystici Corporis, 29-VI-1943. — 7 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 141. — 8 Jn 14, 23. — 9 Cfr. San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 292. — 10 Lc 1, 28. — 11 Lc 1, 35. — 12 Conc. Vat. II, loc. cit., 53. — 13 Rom 8, 14. — 14 Cfr. Jn 14, 26. — 15 Cfr. Jn 16, 13. — 16 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 178. — 17 San Agustín, Sermón 267. — 18 Francisca Javiera del Valle, Decenario al Espíritu Santo, de la consideración para el día 4º. — 19 San Cirilo de Jerusalén, Catequesis 16, sobre el Espíritu Santo, 1. — 20 R. Garrigou-Lagrange, La Madre del Salvador, Rialp, Madrid 1976, p. 144. — 21 Pablo VI, Discurso al Concilio, 2-lX-1964.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Venerable Mateo Talbot
+ 7 de junio, 1925
SU VIDA
Muy joven todavía, un obrero auxiliar de Dublín, llamado Mateo (Matt) Talbot, empezó a beber y parecía que pronto sería una víctima más del alcoholismo. Aunque todas las mañanas, al despertarse de su borrachera, sentía una infinita vergüenza ante Dios y ante el mundo por su falta de carácter, y aunque su madre le rogaba casi de rodillas que cambiase su vida, todos los días de pago olvidaba sus promesas y buenas intenciones, llegando a vender cuanto llevaba encima para satisfacer su vicio. No era ninguna pena o sufrimiento especial lo que lo impulsaba hacia la cantina, sino una absoluta carencia de voluntad y responsabilidad.
A pesar de su pobreza era un muchacho alegre que mantenía en alto su fe y, cuando no estaba bebido, sus padres no tenían por qué avergonzarse de él.
Repentinamente, cuando ya había cumplido 24 años de edad y se le notaban los signos inconfundibles del bebedor, arrojó un día el vaso con licor por la ventana y juró que no volvería a beber ni una gota de alcohol. Jamás confió a nadie la causa de esta repentina decisión; se llevó el secreto a la tumba. Las causas de su transformación, aparentemente, no fueron ni un sentimiento de hastío o repugnancia, ni el temor natural a la ruina corporal, sino más bien se originó por un profundo movimiento de la gracia de Dios, una gracia que aún no se apagaba en su alma.
Ante un sacerdote juró Matt Talbot renunciar en lo futuro al alcohol. No se fió de sus propias fuerzas, sino que, con la bendición de la Iglesia, con la fuerza del Señor, quiso emprender la lucha contra sus malas inclinaciones y resistió con heroísmo. Sin hacer caso a las burlas de los compañeros, dejaba pasar la botella si se la presentaban. Sin embargo, esa renuncia de ninguna manera le pareció una penitencia suficiente para expiar el pecado que lo había dominado durante diez largos años.
Dejó de fumar, prescindió de la comida completa del mediodía y vivía rigurosamente, como un ermitaño. Se conformaba con pocas horas de sueño después de sus diez horas de trabajo. Al estilo de los penitentes medievales, llevaba una cadena bajo la ropa de trabajo. Su jornada comenzaba a las dos de la madrugada. De rodillas rezaba hasta que las campanas llamaban a misa; después de escucharla se presentaba entre los primeros a la obra. A la hora del almuerzo se retiraba a una choza para proseguir sus rezos sin que lo vieran. Durante muchas noches cuidaba a algún amigo enfermo o leía libros religiosos.
Todo lo que logró ahorrar de su escaso salario se lo pasó a cuatro seminaristas de la misión en China, para sus estudios.
Nadie sabía de sus penitencias y de sus sacrificios voluntarios. Durante cuarenta años sólo fue uno más en la fila gris de los obreros que, al amanecer, marchaban por las calles de Dublín rumbo a su pesado trabajo, para regresar agotados al anochecer. El 7de junio de 1925 Matt Talbot, ya de 70 años, cayó desmayado en plena calle. Murió allí mismo, antes de que una mano solícita lo pudiese ayudar. A raíz de su muerte se manifestó la santidad oculta de este hombre sencillo, que había comprendido la palabra del Señor: "... el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan (Mt. 11,12)".
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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Isaac y compañeros, Mártires Mártires, Junio 7
Mártires En la ciudad los moros están cansados de matar; los cristianos que conviven allí están cansados también de aguantar insolencias y de sufrir humillaciones con peligro. Bastantes han preferido la salida y se han instalado en los alrededores, ocupando las cuevas de la montaña donde viven como ermitaños. Son más de los que se esperaba; casi se puede decir que han formado un cinturón cercando la ciudad de los emires. Con frecuencia reciben la visita de Eulogio que les conforta con la palabra clara, fuerte y enérgica que deja en sus almas regustos de mayor entrega a Dios, mezclada con deseos de fidelidad a la fe cristiana y a los derechos de la patria. |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
María Teresa de Soubiran, Santa Fundadora, 7 de junio
Fundadora de la Sociedad de María Auxiliadora La familia Soubiran pertenecía a la antigua nobleza. Sus orígenes datan por lo menos del siglo XIII, y entre sus antecesores indirectos se cuentan San Luis de Francia, San Eleazar de Sabran y su esposa la Beata Delfina, Santa Roselina de Villeneuve, Santa Isabel de Hungría y buena parte de las familias reales de Europa. En el segundo cuarto del siglo XIX, el jefe de la familia Soubiran era José de Soubiran la Louviere, quien vivía en Castelnaudary, cerca de Carcasona. José se casó con Noemí de Gélis de l´Isle d´Albi. Sofía Teresa Agus tina María, segunda hija de este matrimonio, nació el 16 de mayo de 1835. |
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Fuente: www.huerto.yocreo.com
Antonio María Gianelli, Santo Obispo y Fundador, Junio 7
Obispo y Antonio Gianelli nace en tierra Ligur, en Cereta, pequeña fracción de Carro, en una famila pobrísima que cultiva tierras arrendadas. En la escuela para niños fundada por el Párroco de Castello, realiza sus primeros estudios. |
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Fuente: Enciclopedia Católica | ACI Prensa
Roberto de Newminster, Santo Abad cisterciense, Junio 7
Nació en el distrito de Craven (Yorkshire), probablemente en el pueblo de Gargrave; murió el 7 de junio de 1159. |
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Fuente: Carmelnet.org
Ana de San Bartolomé, Beata Carmelita Descalza, Junio 7
Nació el 10.10.1549 en Almendral (Avila), de familia pobre en bienes materiales, pero muy buenos cristianos. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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