JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 6, 27-38
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman. Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; y al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pide, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
Traten a los demás como quieren que los traten a ustedes.
Si aman sólo a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien sólo a los que les hacen el bien, ¿qué mérito tienen? Lo mismo hacen los pecadores. Y si prestan sólo cuando esperan cobrar, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a otros
pecadores con intención de cobrárselo.
Ustedes amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada; así su recompensa será grande y serán hijos del Altísimo, que es bueno hasta con los malos e ingratos. Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso.
No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados; den y se les dará: recibirán una medida buena, generosa, apretada, rebosante. Porque con la medida con que midan serán medidos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
jue 23a. Ordinario año Par
Antífona de Entrada
Escucha, Señor, mi voz y mis clamores y ven en mi ayuda; no me rechaces, no me abandones, Dios, salvador mío.
Oración Colecta
Oremos:
Dios nuestro, fuerza de todos los que en ti confían; ayúdanos con tu gracia sin la cual nada puede nuestra humana debilidad, para que podamos serte fieles en la observancia de tus mandamientos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Haciendo daño a la conciencia de sus hermanos, pecan ustedes contra Cristo
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 8, 1-13
Hermanos: Respecto de las carnes sacrificadas a los ídolos, todos tenemos el conocimiento apropiado. Pero el conocimiento llena de soberbia; sólo el amor es realmente provechoso. Si alguno cree que conoce algo, es que aún no ha llegado a conocer como debe; ahora bien, si alguno ama a Dios es porque ha sido conocido amorosamente por Dios.
En cuanto a comer carnes sacrificadas a los ídolos, sabemos que el ídolo no es nada en el mundo y que Dios no hay más que uno. Existen, en verdad, quienes reciben el nombre de dioses, tanto en el cielo como en la tierra -y ciertamente son muchos esos dioses y señores-, para nosotros no hay más que un Dios, el Padre, de quien proceden todas las cosas y para quien nosotros existimos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien han sido creadas todas las cosas y por quien también nosotros existimos.
Sin embargo, no todos tienen ese conocimiento; algunos, acostumbrados a la idolatría hasta hace poco, comen pensando que la carne está consagrada al ídolo, y como su conciencia está insegura, se siente inseguro. No será, por supuesto, un alimento lo que nos haga gratos a Dios; y no seremos mejores por no comer, ni peores por comer. Procuren, sin embargo, que esa libertad de ustedes no sea ocasión de caída para los pocos formados. Pues si alguien te ve a ti, que tienes el debido conocimiento, tomando parte en el banquete de un templo de los ídolos, ¿no será inducida su conciencia, por estar poco formada, a comer de lo sacrificado a los ídolos? Así tu conocimiento llevará el desastre al inseguro, a un hermano por quien Cristo murió. Al pecar de esa manera contra los hermanos, turbando su conciencia insegura, pecan contra Cristo.
Por tanto, si por cuestión de alimentos peca un hermano mío, jamás comeré ese alimento, para no ponerlo en peligro de pecar.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 138, 1-3.13-14ab.23-24
Señor, no dejes que me pierda.
Tú me conoces, Señor, profundamente: tú conoces cuando me siento y me levanto, desde lejos sabes mis pensamientos; tú observas mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares.
Señor, no dejes que me pierda.
Tú formaste mis entrañas, me tejiste en el seno materno. Te doy gracias por tan grandes maravillas; soy un prodigio y tus obras son prodigiosas.
Señor, no dejes que me pierda.
Examíname, Dios mío, para conocer mi corazón, ponme a prueba para conocer mis sentimientos; y si mi camino se desvía, no dejes que me pierda.
Señor, no dejes que me pierda.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.
Aleluya.
Evangelio
Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 6, 27-38
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los aborrecen, bendigan a quienes los maldicen y oren por quienes los difaman. Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; y al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pide, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.
Traten a los demás como quieren que los traten a ustedes.
Si aman sólo a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a quienes los aman. Si hacen el bien sólo a los que les hacen el bien, ¿qué mérito tienen? Lo mismo hacen los pecadores. Y si prestan sólo cuando esperan cobrar, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a otros
pecadores con intención de cobrárselo.
Ustedes amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada; así su recompensa será grande y serán hijos del Altísimo, que es bueno hasta con los malos e ingratos. Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso.
No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados; den y se les dará: recibirán una medida buena, generosa, apretada, rebosante. Porque con la medida con que midan serán medidos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Dios nuestro, que en estos dones que te presentamos has otorgado al ser humano el pan que lo alimenta y el sacramento que da nueva vida, haz que nunca llegue a faltarnos este sustento del cuerpo y del espíritu.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Restauración universal en Cristo
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
A quien hiciste fundamento de todo y de cuya plenitud quisiste que participáramos todos. Siendo él de condición divina, se despojó de su rango, y por su sangre derramada en la cruz puso en paz todas las cosas; y así, constituido Señor del universo, es fuente de salvación eterna para cuantos creen en él.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Antífona de la Comunión
Una sola cosa he pedido al Señor y es lo único que busco: habitar en su casa todos los días de mi vida.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que nuestra participación en este sacramento, signo de la unión de los fieles en ti, contribuya, Señor, a la unidad de tu Iglesia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
† Meditación diaria
23ª semana. Jueves
EL MÉRITO DE LAS BUENAS OBRAS
— La recompensa sobrenatural de las buenas obras.
— Los méritos de Cristo y de María.
— Ofrecer a Dios nuestra vida corriente. Merecer por los demás.
I. El Señor nos habla muchas veces del mérito que tiene hasta la más pequeña de nuestras obras, si las realizamos por Él: ni siquiera un vaso de agua ofrecido por Él quedará sin su recompensa1. Si somos fieles a Cristo encontraremos un tesoro amontonado en el Cielo por una vida ofrecida día a día al Señor. La vida es en realidad el tiempo para merecer, pues en el Cielo ya no se merece, sino que se goza de la recompensa; tampoco se adquieren méritos en el Purgatorio, donde las almas se purifican de la huella que dejaron sus pecados. Este es el único tiempo para merecer: los días que nos queden aquí en la tierra; quizá, pocos.
En el Evangelio de la Misa de hoy2 nos enseña el Señor que las obras del cristiano han de ser superiores a las de los paganos para obtener esa recompensa sobrenatural. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores aman a quienes los aman. Y si hacéis bien a quienes os hacen bien, ¿qué mérito tendréis?, pues también los pecadores prestan a los pecadores para recibir otro tanto... La caridad debe abarcar a todos los hombres, sin limitación alguna, y no debe extenderse solo a quienes nos hacen bien, a los que nos ayudan o se portan correctamente con nosotros, porque para esto no sería necesaria la ayuda de la gracia: también los paganos aman a quienes los aman a ellos. Lo mismo ocurre con las obras de un buen cristiano: no solo han de ser "humanamente" buenas y ejemplares, sino que el amor de Dios hará que sean generosas en su planteamiento, y sean así sobrenaturalmente meritorias.
El Señor ya había asegurado por el Profeta Isaías: Electi mei non laborabunt frustra3, mis elegidos no trabajarán nunca en vano, pues ni la más pequeña obra hecha por Dios quedará sin su fruto. Muchas de estas ganancias las veremos ya aquí en la tierra; otras, quizá la mayor parte, cuando nos encontremos en la presencia de Dios en el Cielo. San Pablo recordó a los primeros cristianos que cada uno recibirá su propia recompensa, según su trabajo4. Y, al final, cada uno recibirá el pago debido a las buenas o a las malas acciones que haya hecho mientras estaba revestido de su cuerpo5. Ahora es el tiempo de merecer. "Vuestras buenas obras deben ser vuestras inversiones, de las que un día recibiréis considerables intereses"6, enseña San Ignacio de Antioquía. Ya en esta vida el Señor nos paga con creces.
II. Electi mei non laborabunt frustra... Las obras de cada día –el trabajo, los pequeños servicios que prestamos a los demás, las alegrías, el descanso, el dolor y la fatiga llevados con garbo y ofrecidos al Señor– pueden ser meritorias por los infinitos merecimientos que Cristo nos alcanzó en su vida aquí en la tierra, pues de su plenitud recibimos todos gracia sobre gracia7. A unos dones se añaden otros, en la medida en que correspondemos; y todos brotan de la fuente única que es Cristo, cuya plenitud de gracia no se agota nunca. "Él no tiene el don recibido por participación, sino que es la misma fuente, la misma raíz de todos los bienes: la Vida misma, la Luz misma, la Verdad misma. Y no retiene en sí mismo las riquezas de sus bienes, sino que los entrega a todos los demás; y habiéndolos dispensado, permanece lleno; no disminuye en nada por haberlos distribuido a otros, sino que llenando y haciendo participar a todos de estos bienes permanece en la misma perfección"8.
Una sola gota de su Sangre, enseña la Iglesia, habría bastado para la Redención de todo el género humano. Santo Tomás lo expresó en el himno Adoro te devote, que muchos cristianos meditan frecuentemente para crecer en amor y devoción a la Sagrada Eucaristía: Pie pellicane, Iesu Domine, me immundum munda tuo sanguine... Misericordioso pelícano, Señor Jesús, // purifica mis manchas con tu Sangre, // de la cual una sola gota es suficiente // para borrar todos los pecados del mundo entero.
El menor acto de amor de Jesús, en su niñez, en su vida de trabajo en Nazaret..., tenía un valor infinito para obtener la gracia santificante, la vida eterna y las ayudas necesarias para llegar a ella, a todos los hombres pasados, presentes y a los que han de venir9.
Nadie como la Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, participó con tanta plenitud de los méritos de su Hijo. Por su impecabilidad, sus méritos fueron mayores, incluso más estrictamente "meritorios", que los de todas las demás criaturas, porque, al estar inmune de las concupiscencias y de otros estorbos, su libertad era mayor, y la libertad es el principio radical del mérito. Fueron meritorios todos los sacrificios y pesares que le llevó el ser Madre de Dios: desde la pobreza de Belén, la zozobra de la huida a Egipto..., hasta la espada que atravesó su corazón al contemplar los sufrimientos de Jesús en la Cruz. Y fueron meritorias todas las alegrías y todos los gozos que le produjeron su inmensa fe y su amor que todo lo penetraba, pues no es lo oneroso de una acción lo que la hace meritoria, sino el amor con que se hace. "No es la dificultad que hay en amar al enemigo lo que cuenta para lo meritorio, si no es en la medida en que se manifiesta en ella la perfección del amor, que triunfa de dicha dificultad. Así, pues, si la caridad fuera tan completa que suprimiese en absoluto la dificultad, sería entonces más meritoria"10, enseña Santo Tomás de Aquino. Así fue la caridad de María.
Debe darnos una gran alegría considerar con frecuencia los méritos infinitos de Cristo, la fuente de nuestra vida espiritual. Contemplar también las gracias que Santa María nos ha ganado fortalecerá la esperanza y nos reanimará de modo eficaz en momentos de desánimo o de cansancio, o cuando las personas que queremos llevar a Cristo parece que no responden y nos damos cuenta de la necesidad de merecer por ellas. "Me decías: "me veo, no solo incapaz de ir adelante en el camino, sino incapaz de salvarme –¡pobre alma mía!–, sin un milagro de la gracia. Estoy frío y –peor– como indiferente: igual que si fuera un espectador de 'mi caso', a quien nada importara lo que contempla. ¿Serán estériles estos días?
"Y, sin embargo, mi Madre es mi Madre, y Jesús es –¿me atrevo?– ¡mi Jesús! Y hay almas santas, ahora mismo, pidiendo por mí".
"—Sigue andando de la mano de tu Madre, te repliqué, y "atrévete" a decirle a Jesús que es tuyo. Por su bondad, Él pondrá luces claras en tu alma"11.
III. Electi mei non laborabunt frustra. El mérito es el derecho a la recompensa por las obras que se realizan, y todas nuestras obras pueden ser meritorias, de tal manera que convirtamos la vida en un tiempo de merecimiento. Enseña la teología12 que el mérito propiamente dicho (de condigno) es aquel por el que se debe una retribución, en justicia o, al menos, en virtud de una promesa; así, en el orden natural, el trabajador merece su salario. Existe también otro mérito, que se suele llamar de conveniencia (de congruo), por el que se debe una recompensa, no en estricta justicia ni como consecuencia de una promesa, sino por razones de amistad, de estima, de liberalidad...; así, en el orden natural, el soldado que se ha distinguido en la batalla por su valor merece (de congruo) ser condecorado: su condición militar le pide esa valentía, pero si pudo ceder y no cedió, si pudo limitarse a cumplir y se esmeró en su cometido, el general magnánimo se ve movido a recompensar sobreabundantemente –por encima de lo estipulado– aquella acción.
En el orden sobrenatural, nuestros actos merecen, en virtud del querer de Dios, una recompensa que supera todos los honores y toda la gloria que el mundo puede ofrecernos. El cristiano en estado de gracia logra con su vida corriente, cumpliendo sus deberes, un aumento de gracia en su alma y la vida eterna: por la momentánea y ligera tribulación nos prepara un peso eterno de incalculable gloria13.
Cada jornada, las obras son meritorias si las realizamos bien y con rectitud de intención: si las ofrecemos a Dios al comenzar el día, en la Santa Misa, o al iniciar una tarea o al terminarla. Especialmente serán meritorias si las unimos a los méritos de Cristo... y a los de la Virgen. Nos apropiamos así las gracias de valor infinito que el Señor nos alcanzó, principalmente en la Cruz, y los de su Madre Santísima, que tan singularmente corredimió con Él. Nuestro Padre Dios ve entonces estos quehaceres revestidos de un carácter infinito, del todo nuevo. Nos hacemos solidarios con los méritos de Cristo.
Conscientes de esta realidad sobrenatural, ¿procuramos ofrecer todo al Señor?, ¿lo ordinario de cada jornada y, si se presentan, las circunstancias más extraordinarias y difíciles: una grave enfermedad, la persecución, la calumnia? Especialmente entonces debemos recordar lo que ayer leíamos en el Evangelio de la Misa14: alegraos y regocijaos en aquel día, porque es muy grande vuestra recompensa. Son ocasiones para amar más al Señor, para unirnos más a Él.
También nos ayudará a realizar con perfección nuestros quehaceres el saber que, con un mérito de conveniencia, fundado en la amistad con el Señor, con estas obras –hechas en gracia de Dios, por amor, con perfección, buscando solo la gloria de Dios–, podemos merecer la conversión de un hijo, de un hermano, de un amigo: así han actuado los santos. Aprovechemos tantas oportunidades para ayudar a los demás en su camino hacia el Cielo. Con más interés y tesón a los que Dios ha puesto más cerca de nuestra vida y a quienes andan más necesitados de estas ayudas espirituales.
1 Cfr. Mt 10, 42. — 2 Lc 6, 27-38. — 3 Is 65, 23. — 4 1 Cor 3, 8. — 5 1 Cor 5, 10; Cfr. Rom 2, 5-6. — 6 San Ignacio de Antioquía, Epístola a San Policarpo. — 7 Jn 1, 16. — 8 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Juan, 14, 1. — 9 Cfr. R. Garrigou-Lagrange, El Salvador, p. 365. — 10 Santo Tomás, Cuestiones disputadas sobre la caridad, q. 8, ad 17. — 11 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 251. — 12 Cfr. R. Garrigou-Lagrange, o. c., p. 366. — 13 2 Cor 4, 17. — 14 Cfr. Lc 6, 20-26.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
El Señor de los Milagros de Buga
Antigua tradición narrada por el Franciscano Fray Francisco G. Rodríguez, en la novena que publicó en 1819.
"Allá por el año 1580 Buga era un pequeño caserío, en el valle del Cauca, Colombia. El río de Buga corría en aquel entonces por el sitio donde ahora está el templo del Señor de los Milagros. Al lado izquierdo del río había un ranchito de paja donde vivía una india anciana cuyo oficio era lavar ropa. Esta mujer era muy piadosa y estaba ahorrando y reuniendo dinero para comprarse un Santo Cristo y poder rezarle todos los días. Reunió 70 reales que era lo que necesitaba para comprarlo y traerlo desde Quito".
Precisamente el día en que la piadosa lavandera iba a llevar su dinero al señor Cura párroco para que le consiguiera la imagen, pasó por allí llorando un honrado padre de familia a quién iban a echar a la cárcel porque debía 70 reales y no tenía con qué pagarlos. La buena mujer se conmovió por esta tristeza de su vecino e inspirada por un pensamiento caritativo se propuso dejar para más tarde el conseguir su crucifijo, y le dio al pobre necesitado los 70 reales que tenía ahorrados. Aquel hombre lleno de alegría y de agradecimiento le deseó que Dios la bendijera y le ayudara mucho.
Unos días después, la anciana estaba lavando ropa en el río, cuando una ola colocó delante de ella un pequeño crucifijo de madera, que resultó para ella una joya más valiosa que todo el oro y la plata y las esmeraldas que le pudieran ofrecer. El crucifijo hallado de esta manera no podía haber pertenecido por allí cerca a ninguna otra persona, pues hacia arriba, a las orillas del río no vivía nadie. La feliz lavandera, llena de gozo y perfectamente tranquila en su conciencia, respecto a su posesión, se dirigió a su choza e improvisó allí un altarcito, sobre el cual colocó el santo Cristo que le había llegado de manera tan misteriosa, guardándolo cuidadosamente en una cajita de madera.
Una noche la anciana oyó golpecitos en el sitio donde guardaba la imagen y averiguando lo que pasaba se llevó una gran sorpresa al darse cuenta que el Santo Cristo y la cajita habían crecido notablemente, pero se imaginó que eso sería ilusión de sus ojos ya muy debilitados por la edad. Pero pocos días después advirtió que la imagen tenía ya ceca de un metro de estatura. Sorprendida por este milagro les avisó al Sr. Cura Párroco y a los señores más importantes del pueblo, los cuales visitaron enseguida la habitación de la anciana y comprobaron por sus propios ojos la verdad de lo que ella les había contado, y que esta pobre mujer poseía un crucifijo de un tamaño muy difícil de conseguir por aquellos alrededores, y que ella no tenía ni dinero ni amistades para conseguir semejante imagen, y que por lo tanto la existencia de aquel crucifijo allí no se podía explicar naturalmente y que tenía que ser un milagro.
Y resultó que la sagrada imagen se fue deformando porque los devotos le quitaban pedacitos de madera para llevarlos como reliquia y porque todos la tocaban con sus manos sudorosas, y se fue poniendo tan fea que ya a los muy amigos del arte, más que devoción les causaba repulsión. Entonces un visitador especial llegado de Popayán mandó que la dicha imagen fuera quemada y destruida por el fuego. Los devotos se estremecieron de sentimiento al conocer esta orden, pero era necesario obedecer.
Pero lo maravilloso fue que la imagen al ser echada a las llamas empezó a sudar y a sudar tan copiosamente que los vecinos empapaban algodones con aquel sudor para llevarlos como reliquias y obtener curaciones. Este milagro fue comprobado y atestiguado con la gravedad de juramento por numerosas personas. Y al terminar el sudor, la Sagrada imagen se había vuelto mucho más hermosa de lo que estaba antes, y se le fue lo que anteriormente tenía de desagradable.
La señora Luisa Sánchez que vivió en aquellos tiempos declaró con juramento: "El sudor duró dos días. Todos los vecinos de los alrededores venían con algodones a recoger sudor y llevarlo como reliquias, y yo también recogí allí de aquel sudor en algodones y todavía lo guardo. Y desde aquel milagro la gente le empezó a tener gran devoción a esta santa imagen y a considerarla como de hechura milagrosa y comenzaron a obtener favores de Dios que consideraron sobrenaturales y milagrosos. Y no sólo en esta ciudad sino en muchas otras ciudades y regiones de donde se han visto llegar muchos romeros y peregrinos a visitar la sagrada imagen. A muchos de ellos les hemos oído contar que se sanaron prodigiosamente de graves enfermedades. Otros narran que se libraron de gravísimos peligros al invocar al Señor de los Milagros". (Firmado y apoyado con juramento).
Sigue diciendo la crónica de 1819. "Después de estos sucesos extraordinarios el ranchito de la anciana se convirtió en sitio de oraciones y peregrinaciones. A los anteriores milagros siguieron muchos más y fue tal la cantidad que la gente le dio a esta imagen el nombre con el cual se le conoce desde hace siglos: El Señor de los Milagros".
Después de muerta la ancianita se pensó cual era el mejor lugar para colocar el Cristo. Su ranchito quedaba frente a las aguas y he aquí que el río creció muchísimo y cambió de cauce y se desvió hacia el sur, desde unas tres cuadras más arriba del punto de la aparición, y dejó así el sitio libre para construirle el templo al Santo Cristo, templo que al principio era un edificio pequeño y se le llamaba la ermita.
Apenas se fueron difundiendo las noticias de los maravillosos milagros que se conseguían junto al Cristo de Buga se desató una corriente de peregrinaciones y devociones (recordemos que quién hace los milagros no es la imagen que es de madera o yeso, y que no puede hacerle milagros a nadie. El que hace los milagros en Nuestro Señor Jesucristo cuya santísima Pasión y Muerte recordamos cuando veneramos la imagen del Santo Cristo).
En 1907 tuvo lugar la construcción y consagración de un nuevo templo construido con las donaciones de sus devotos agradecidos y se hizo una solemnísima traslación de la milagrosa imagen hacia su nuevo altar.
En 1937 el Papa Pío XII por medio de su secretario el Cardenal Pacelli (futuro Papa Pío XII) expidió un decreto por el cual decretaba que al templo del Señor de los Milagros de Buga se le concedía el título de Basílica.
Te adoramos oh Cristo y te bendecimos que por tu santa redimiste al mundo.
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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Pafnucio, Santo Obispo de Tebaida, 11 de septiembre
Obispo de Tebaida Martirologio Romano: Conmemoración de san Pafnucio, obispo en Egipto, que fue uno de aquellos confesores que, en tiempo del emperador Galerio Maximino, habiéndoles sacado el ojo derecho y desjarretado la pantorrilla izquierda, fueron condenados a las minas, y después, asistiendo al Concilio de Nicea, luchó denodadamente por la fe católica contra el arrianismo (s. IV).
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Fuente: Clairval.com
Juan Gabriel Perboyre, Santo Presbítero y Mártir, 11 de septiembre
Presbítero y Mártir Martirologio Romano: En la ciudad de Wuchang, de la provincia Hubei, en China, san Juan Gabriel Perboyre, presbítero de la Congregación de la Misión y mártir, que, dedicado a la predicación del Evangelio según costumbre del lugar, durante una persecución sufrió prolongada cárcel, siendo atormentado y, al fin, colgado en una cruz y estrangulado (1840). La misión divina de la Iglesia se hace extensiva a toda la tierra y en todos los tiempos, según la frase de Jesús: Id, pues, y enseñad a todas las naciones. "Nuestra religión debe enseñarse en todas las naciones y propagarse incluso entre los chinos, a fin de que conozcan al verdadero Dios y posean la felicidad en el cielo", afirmaba con valentía San Juan Gabriel Perboyre, misionero en la China, ante un mandarín encargado de interrogarlo. Y este último agregó: "¿Qué puedes ganar adorando a tu Dios? - La salvación de mi alma, el cielo al que espero subir después de haber muerto". |
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Fuente: Zenit.org
Francesco Giovanni Bonifacio, Beato Presbítero y Mártir, 11 de septiembre
Presbítero y Mártir
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Fuente: Franciscanos.org
Buenaventura de Barcelona (Miguel Butista Gran), Beato Religioso Franciscano, 11 de septiembre
Religioso Franciscano Martirologio Romano: En Roma, beato Buenaventura de Barcelona (Miguel) Gran, religioso de la Orden de Hermanos Menores, que, amante de la observancia regular, instituyó conventos para retiros espirituales en muchos lugares del territorio romano, mostrando siempre máxima austeridad de vida y caridad para con los pobres (1648). El Beato Buenaventura Gran vino al mundo en Riudoms, pueblecito de Cataluña cercano a Tarragona, el 24 de noviembre de 1620. Sus padres eran labradores pobres, pero muy temerosos de Dios. Lo llamaron Miguel Bautista, nombre que mudó más adelante en el convento por el de Buenaventura. Al paso que crecía en edad, sus padres le enseñaban las grandes verdades de nuestra fe, y excitaban en su corazón vivos sentimientos de amor a Dios, al par que una tierna y filial devoción a la Virgen María. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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