viernes, 28 de noviembre de 2014

[ † ] Domingo por la Santísima Trinidad. 30/11/2014. Excepto causa grave, no asistir a Misa dominical es pecado GRAVE (CIC 2042, 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). Precepto: Misa ENTERA. Víspera del Domingo comienza el Sábado a las 15

JA

JMJ

Pax

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 13, 33-37

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). ¿Qué pensaríamos de un cónyuge que le dice a su pareja: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

Adviento (1er.dom) Ciclo B

Antífona de entrada

A ti, Señor, levanto mi alma; Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado. Que no se burlen de mí mis enemigos; pues los que esperan en ti, no quedan defraudados.

 

No se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Señor, despierta en nosotros el deseo de prepararnos a la venida de Cristo con la práctica de las obras de misericordia para que, puestos a su derecha el día del juicio, podamos entrar al Reino de los cielos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

¡Ojalá, Señor, rasgaras el cielo y bajaras!

Lectura del profeta Isaías 63, 16b-17;19; 64, 3b-8

Tú, Señor, eres nuestro padre y nuestro redentor; ése es tu nombre desde siempre. ¿Por qué, Señor, nos has permitido alejarnos de tus mandamientos y dejas endurecer nuestro corazón hasta el punto de no temerte? Vuélvete por amor a tus siervos, a las tribus que son de tu heredad. Ojalá rasgaras los cielos y b ajaras, estremeciendo las montañas con tu presencia.
Descendiste y los montes se estremecieron con tu presencia. Jamás se oyó decir, ni nadie vio jamás que otro Dios, fuera de ti, hiciera tales cosas en favor de los que esperan en él. Tú sales al encuentro del que practica alegremente la justicia y no pierde de vista tus mandamientos.
Estabas airado porque nosotros pecábamos y te éramos siempre rebeldes. Todos éramos impuros y nuestra justicia era como trapo asqueroso; todos estábamos marchitos, como las hojas, y nuestras culpas nos arrebataban, como el viento.
Nadie invocaba tu nombre, nadie se levantaba para refugiarse en ti, porque nos ocultabas tu rostro y nos dejabas a merced de nuestras culpas.
Sin embargo, Señor, tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro y tú el alfarero; todos somos hechura de tus manos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del Salmo 79

Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.

Escúchanos, pastor de Israel; tú que estás rodeado de querubines, manifiéstate, despierta tu poder y ven a salvarnos.
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.

Señor, Dios de los ejércitos, vuelve tus ojos, mira tu viña y visítala; protege la cepa plantada por tu mano, el renuevo que tú mismo cultivaste.
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.

Que tu diestra defienda al que elegiste, al hombre que has fortalecido. Ya no nos alejaremos de ti; consérvanos la vida y alabaremos tu poder.
Señor, muéstranos tu favor y sálvanos.

Segunda Lectura

Aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1, 3-9

Hermanos: Les deseamos la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y de Cristo Jesús, el Señor.
Continuamente agradezco a mi Dios los dones divinos que les ha concedido a ustedes por medio de Cristo Jesús, ya que por él los ha enriquecido con abundancia en todo lo que se refiere a la palabra y al conocimiento; porque el testimonio que damos de Cristo ha sido confirmado en ustedes a tal grado, que no carecen de ningún don ustedes, los que esperan la manifestación de nuestro Señor Jesucristo. él los hará permanecer irreprochables hasta el fin, hasta el día de su advenimiento. Dios es quien los ha llamado a la unión con su Hijo Jesucristo, y Dios es fiel.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
Aleluya.

Evangelio

Velen, pues no saben cuándo vendrá el dueño de la casa

Lectura del santo Evangelio según san Marcos 13, 33-37

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes, pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo. Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Se dice "Credo".

Oración de los fieles

Celebrante:
Oremos, hermanos y hermanas, al Señor, y pidámosle confiadamente que despierte su poder y venga a salvarnos.
Respondemos a cada petición: Te rogamos, Señor, óyenos.

Para que los fieles despierten del sueño de sus indolencias y reciban con alegría la salvación que se acerca, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Para que se afiance la paz en el mundo, y las riquezas de la creación se transformen en instrumento de progreso y bienestar para todos los humanos, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Para que el Señor, con su venida, alivie los dolores de los enfermos, dé paz y alegría a los que sufren en su espíritu y libre al mundo de sus males, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Para que nosotros mismos vivamos siempre alerta, sin que las preocupaciones de la vida nos impidan mantenernos en pie cuando llegue el Hijo del hombre, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Celebrante:
Señor Dios, Padre y Redentor nuestro, que nunca olvidas las obras de tus manos; escucha las plegarias de tu pueblo y no permitas que nos desviemos de tu camino, sino que, como siervos responsables, vivamos siempre en vela, aguardando la venida de tu Hijo Jesucristo. él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

 

Oración sobre las ofrendas

Acepta, Señor, este pan y este vino, escogidos de los bienes que hemos recibido de ti, y concédenos que esta Eucaristía que nos permites celebrar ahora, en nuestra vida mortal, sea para nosotros prenda de salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Las dos venidas de Cristo

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Quien al venir por vez primera en la humildad de nuestra carne, realizó el plan de redención trazado desde antiguo y nos abrió el camino de la salvación; para que cuando venga de nuevo en la majestad de su gloria, revelando así la plenitud de su obra, podamos recibir los bienes
prometidos que ahora, en vigilante espera, confiamos alcanzar.
Por eso,
con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Antífona de la comunión

El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto.

 

Oración después de la comunión

Oremos:
Señor, que fructifique en nosotros la celebración de estos sacramentos con los que tú nos enseñas, ya en nuestra vida mortal, a descubrir el valor de los bienes eternos y a poner en ellos nuestro corazón.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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Meditación diaria

Adviento. Primer domingo

ADVIENTO: EN LA ESPERA DEL SEÑOR

— Vigilantes ante la llegada del Mesías.

— Principales enemigos de nuestra santidad: las tres concupiscencias. La Confesión, medio para preparar la Navidad.

— Vigilantes mediante la oración, la mortificación y el examen de conciencia.

I. Dios todopoderoso, aviva en tus fieles, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro con Cristo, acompañados por las buenas obras1.

Quizá hayamos tenido la experiencia –decía R. Knox en un sermón sobre el Adviento2– de lo que es caminar en la noche y arrastrar los pies durante kilómetros, alargando ávidamente la vista hacia una luz en la lejanía que representa de alguna forma el hogar. ¡Qué difícil resulta apreciar en plena oscuridad las distancias! Lo mismo puede haber un par de kilómetros hasta el lugar de nuestro destino, que unos pocos cientos de metros. En esa situación se encontraban los profetas cuando miraban hacia adelante en espera de la redención de su pueblo. No podían decir, con una aproximación de cien años ni de quinientos, cuándo habría de venir el Mesías. Solo sabían que en algún momento la estirpe de David retoñaría de nuevo, que en alguna época se encontraría una llave que abriría las puertas de la cárcel; que la luz que solo se divisaba entonces como un punto débil en el horizonte se ensancharía al fin, hasta ser un día perfecto. El pueblo de Dios debía estar a la espera.

Esta misma actitud de expectación desea la Iglesia que tengamos sus hijos en todos los momentos de nuestra vida. Considera como una parte esencial de su misión hacer que sigamos mirando al futuro, aunque ya se ha cumplido el segundo milenio de aquella primera Navidad, que la liturgia nos presenta inminente. Nos alienta a que caminemos con los pastores, en plena noche, vigilantes, dirigiendo nuestra mirada hacia aquella luz que sale de la gruta de Belén.

Cuando el Mesías llegó, pocos le esperaban realmente. Vino a los suyos, y los suyos no le recibieron3. Muchos de aquellos hombres se habían dormido para lo más esencial de sus vidas y de la vida del mundo.

Estad vigilantes, nos dice el Señor en el Evangelio de la Misa. Despertad, nos repetirá San Pablo4. Porque también nosotros podemos olvidarnos de lo más fundamental de nuestra existencia.

Convocad a todo el mundo, anunciadlo a las naciones y decid: Mirad a Dios nuestro Salvador, que llega. Anunciadlo y que se oiga; proclamadlo con fuerte voz5. La Iglesia nos alerta con cuatro semanas de antelación para que nos preparemos a celebrar de nuevo la Navidad y, a la vez, para que, con el recuerdo de la primera venida de Dios hecho hombre al mundo, estemos atentos a esas otras venidas de Dios, al final de la vida de cada uno y al final de los tiempos. Por eso, el Adviento es tiempo de preparación y de esperanza.

"Ven, Señor, y no tardes". Preparemos el camino para el Señor que llegará pronto; y si advertimos que nuestra visión está nublada y no vemos con claridad esa luz que procede de Belén, de Jesús, es el momento de apartar los obstáculos. Es tiempo de hacer con especial finura el examen de conciencia y de mejorar en nuestra pureza interior para recibir a Dios. Es el momento de discernir qué cosas nos separan del Señor, y tirarlas lejos de nosotros. Para ello, este examen debe ir a las raíces mismas de nuestros actos, a los motivos que inspiran nuestras acciones.

II. Como en este tiempo queremos de verdad acercarnos más a Dios, examinaremos a fondo nuestra alma. Allí encontraremos los verdaderos enemigos que luchan sin tregua para mantenernos alejados del Señor. De una forma u otra, allí están los principales obstáculos para nuestra vida cristiana: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y el orgullo de la vida6.

"La concupiscencia de la carne no es solo la tendencia desordenada de los sentidos en general (...), no se reduce exclusivamente al desorden de la sensualidad, sino también a la comodidad, a la falta de vibración, que empuja a buscar lo más fácil, lo más placentero, el camino en apariencia más corto, aun a costa de ceder en la fidelidad a Dios (...).

"El otro enemigo (...) es la concupiscencia de los ojos, una avaricia de fondo, que lleva a no valorar sino lo que se puede tocar (...).

"Los ojos del alma se embotan; la razón se cree autosuficiente para entender todo, prescindiendo de Dios. Es una tentación sutil, que se ampara en la dignidad de la inteligencia, que Nuestro Padre Dios ha dado al hombre para que lo conozca y lo ame libremente. Arrastrada por esa tentación, la inteligencia humana se considera el centro del universo, se entusiasma de nuevo con el seréis como dioses (Gen 3, 5) y, al llenarse de amor por sí misma, vuelve la espalda al amor de Dios.

"La existencia nuestra puede, de este modo, entregarse sin condiciones en manos del tercer enemigo, de la superbia vitae. No se trata solo de pensamientos efímeros de vanidad o de amor propio: es un engreimiento general. No nos engañemos, porque este es el peor de los males, la raíz de todos los descaminos"7.

Puesto que el Señor viene a nosotros, hemos de prepararnos. Cuando llegue la Navidad, el Señor debe encontrarnos atentos y con el alma dispuesta; así debe hallarnos también en nuestro encuentro definitivo con Él. Necesitamos enderezar los caminos de nuestra vida, volvernos hacia ese Dios que viene a nosotros. Toda la existencia del hombre es una constante preparación para ver al Señor, que cada vez está más cerca, pero en el Adviento la Iglesia nos ayuda a pedir de una manera especial; Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad: enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador8.

Prepararemos este encuentro en el sacramento de la Penitencia. Cercana ya la Navidad de 1980, el Papa Juan Pablo II estuvo con más de dos mil niños en una parroquia romana. Y comenzó la catequesis: ¿Cómo os preparáis para la Navidad? Con la oración, responden los chicos gritando. Bien, con la oración, les dice el Papa, pero también con la Confesión. Tenéis que confesaros para acudir después a la Comunión. ¿Lo haréis? Y los millares de chicos, más fuerte todavía, responden: ¡Lo haremos! Sí, debéis hacerlo, les dice Juan Pablo II. Y en voz más baja: El Papa también se confesará para recibir dignamente al Niño Dios.

Así lo haremos también nosotros en las semanas que faltan para la Nochebuena, con más amor, con más contrición cada vez. Porque siempre podemos recibir con mejores disposiciones este sacramento de la misericordia divina, como consecuencia de examinar más a fondo nuestra alma.

III. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Estad sobre aviso, velad y orad, porque no sabéis cuándo será el tiempo (...). Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa: si a la tarde, o a media noche, o al canto del gallo, o a la mañana. No sea que cuando viniere de repente, os halle durmiendo. Y lo que a vosotros digo a todos digo, velad9.

Para mantener este estado de vigilia es necesario luchar, porque la tendencia de todo hombre es vivir con los ojos puestos en las cosas de la tierra. Especialmente en este tiempo de Adviento, no vamos a dejar que se ofusquen nuestros corazones con la glotonería y embriaguez y los cuidados de esta vida, y perder de vista así la dimensión sobrenatural que deben tener todos nuestros actos. San Pablo compara esta vigilia sobre nosotros a la guardia que hace el soldado bien armado que no se deja sorprender10. "Este adversario enemigo nuestro por dondequiera que pueda procura dañar; y pues él no anda descuidado, no lo andemos nosotros"11.

Estaremos alerta si cuidamos con esmero la oración personal, que evita la tibieza y, con ella, la muerte de los deseos de santidad; estaremos vigilantes si no descuidamos las mortificaciones pequeñas, que nos mantienen despiertos para las cosas de Dios. Estaremos atentos mediante un delicado examen de conciencia, que nos haga ver los puntos en que nos estamos separando, casi sin darnos cuenta, de nuestro camino.

"Hermanos –nos dice San Bernardo–, a vosotros, como a los niños, Dios revela lo que ha ocultado a los sabios y entendidos: los auténticos caminos de la salvación. Meditad en ellos con suma atención. Profundizad en el sentido de este Adviento. Y, sobre todo, fijaos quién es el que viene, de dónde viene y a dónde viene, para qué, cuándo y por dónde viene. Tal curiosidad es buena. La Iglesia universal no celebraría con tanta devoción este Adviento si no contuviera algún gran misterio"12.

Salgamos con corazón limpio a recibir al Rey supremo, porque está para venir y no tardará, leemos en las antífonas de la liturgia.

Santa María, Esperanza nuestra, nos ayudará a mejorar en este tiempo de Adviento. Ella espera con gran recogimiento el nacimiento de su Hijo, que es el Mesías. Todos sus pensamientos se dirigen a Jesús, que nacerá en Belén. Junto a Ella nos será fácil disponer nuestra alma para que la llegada del Señor no nos encuentre dispersos en otras cosas, que tienen poca o ninguna importancia ante Jesús.

1 Colecta de la Misa del día. — 2 Cfr. R. A. Knox, Sermón sobre el Adviento, 21-XII-1947. — 3 Jn 1, 11.— 4 Cfr. Rom 13, 11. — 5 Salmo responsorial. Lunes de la I Semana de Adviento. — 6 1 Jn 2, 16. — 7 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 5-6. — 8 Salmo responsorial de la Misa del día. Ciclo C. Sal 24. — 9 Mc 13, 33-37. Evangelio de la Misa del día. Ciclo B. — 10 Cfr. 1 Tes 5, 4-11. — 11 Santa Teresa, Camino de perfección, 19, 13. — 12 San Bernardo, Sermón sobre los seis aspectos del Adviento, 1.


30 de noviembre

SAN ANDRÉS, APÓSTOL*

Fiesta

— El primer encuentro con Jesús.

— Apostolado de la amistad,

— La llamada definitiva. Desprendimiento y prontitud para seguir al Señor.

I. Fueron y vieran dónde vivía, y permanecieron aquel día con Él. Era alrededor de la hora décima1.

Andrés y Juan fueron los primeros Apóstoles llamados por Jesús, según nos relata el Evangelio. El Maestro ha comenzado su ministerio público y enseguida, al día siguiente, comienza a llamar a los que estarán más cercanos a su Persona. Se encontraba el Bautista con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dijo: He aquí el Cordero de Dios2. Y los dos se fueron detrás del Señor. Se volvió Jesús y, viendo que le seguían, les preguntó: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives? Les respondió: Venid y veréis. Era en realidad una amable invitación a que le acompañaran. Durante aquel día Jesús les hablaría de mil cosas con sabiduría divina y encanto humano, y quedaron ya para siempre unidos a su Persona. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y le siguieron. Juan, después de muchos años, pudo anotar en su Evangelio la hora del encuentro: Era alrededor de la hora décima, hacia las cuatro de la tarde. Jamás olvidó aquel momento en que Jesús les dijo: ¿Qué buscáis? Andrés también recordaría siempre aquel día definitivo.

Nunca se olvida el encuentro decisivo con Jesús. Aceptar la llamada del Señor, ser recibido en el círculo de sus más íntimos, es la mayor gracia que se puede recibir en este mundo. Representa ese día feliz, inolvidable, en el que somos invadidos por la clara invitación del Maestro, ese don inmerecido, tanto más valioso por cuanto viene de Dios, que da sentido a la vida e ilumina el futuro. Hay llamadas de Dios que son como una invitación dulce y silenciosa; otras, como la de San Pablo, fulminantes como un rayo que rasga la oscuridad, y también hay llamadas en las que el Maestro pone sencillamente la mano sobre el hombro, mientras dice: ¡Tú eres mío! ¡Sígueme! Entonces, el hombre, lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel Campo3, porque en él está su tesoro. Ha descubierto, entre los muchos dones de la vida, como un experto que busca perlas finas4, la de mayor valor5.

Venid y veréis. Es en el trato personal con el Señor donde Andrés y Juan conocieron, por experiencia personal, aquello que con las solas palabras no hubieran entendido, del todo6. Es en la oración personal, en la intimidad con Cristo, donde conocemos sus múltiples invitaciones y llamadas a seguirle más de cerca. Ahora, mientras hablamos con Él, nos podríamos preguntar si tenemos el oído atento a su voz inconfundible, si estamos respondiendo hasta el fondo a lo que nos pide, porque Cristo pasa junto a nosotros y llama. Él sigue presente en el mundo, con la misma realidad de hace veinte siglos, y busca colaboradores que le ayuden a salvar almas. Vale la pena decir que sí a esta empresa divina.

II. Dijo Andrés a su hermano Simón: ¡Hemos encontrado al Mesías! (que significa Cristo). Y lo llevó a Jesús7.

El encuentro con Jesús dejó a Andrés con el alma llena de felicidad y de gozo; una alegría nueva que era necesario comunicar enseguida. Parece como si no pudiera retener tanta dicha. Al primero que encontró fue a su hermano Pedro. Y comenta San Juan Crisóstomo que, después de haber estado con Jesús, después de haberle tratado durante aquel día, "no guardó para sí este tesoro, sino que se apresuró a acudir a su hermano, para hacerle partícipe de su dicha"8. Andrés debió hablar a Pedro con entusiasmo de su descubrimiento: ¡Hemos encontrado al Mesías!, le dice con ese tono especial del que está convencido, pues logra que Pedro, quizá cansado después de una jornada de trabajo, vaya hasta el Maestro, que ya le esperaba: Y lo llevó hasta Jesús. Esa es nuestra tarea: llevar a Cristo a nuestros parientes, amigos y conocidos, hablándoles con ese convencimiento que persuade. Este anuncio es propio del alma que "se llena de gozo con su aparición y que se apresura a anunciar a los demás algo tan grande. Esta es la prueba del verdadero y sincero amor fraternal, el mutuo intercambio de bienes espirituales"9. Verdaderamente, quien encuentra a Cristo lo encuentra para todos y, en primer lugar, para los más cercanos: parientes, amigos, colegas...

Nosotros hemos tratado con intimidad ¡quizá desde hace no pocos años! a Cristo, que pasó cerca de nuestra vida: "como Andrés, también nosotros, por la gracia de Dios, hemos descubierto al Mesías y el significado de la esperanza que hay que transmitir a nuestro pueblo"10. El Señor se vale con frecuencia de los lazos de la sangre, de la amistad... para llamar a otras almas a seguirle. Esos vínculos pueden abrir la puerta del corazón de nuestros parientes y amigos a Jesús, que a veces no puede entrar debido a los prejuicios, los miedos, la ignorancia, la reserva mental o la pereza. Cuando la amistad es verdadera no son necesarios grandes esfuerzos para hablar de Cristo: la confidencia surgirá como algo normal. Entre amigos es fácil intercambiar puntos de vista, comunicar hallazgos... ¡Sería tan poco natural que no habláramos de Cristo, siendo lo más importante que hemos descubierto y el motor de nuestro actuar!

La amistad, con la gracia de Dios, puede ser el cauce natural y divino a un mismo tiempo para un apostolado hondo, capilar, hecho uno a uno. Muchos descubrirán por nuestras palabras llenas de esperanza y de alegría a Jesús cercano, como lo encontró Pedro, como quizá lo hallamos en otro tiempo nosotros. "Un día no quiero generalizar, abre tu corazón al Señor y cuéntale tu historia, quizá un amigo, un cristiano corriente igual a ti, te descubrió un panorama profundo y nuevo, siendo al mismo tiempo viejo como el Evangelio. Te sugirió la posibilidad de empeñarte seriamente en seguir a Cristo, en ser apóstol de apóstoles. Tal vez perdiste entonces la tranquilidad y no la recuperaste, convertida en paz, hasta que libremente, porque te dio la gana que es la razón más sobrenatural-, respondiste que sí a Dios. Y vino la alegría, recia, constante, que solo desaparece cuando te apartas de Él"11. Esa alegría que solo hemos encontrado al seguir los pasos del Maestro, y que deseamos que muchos participen.

III. Un tiempo más tarde, mientras caminaban junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón el llamado Pedro y Andrés su hermano, que echaban la red al mar, pues eran pescadores. Y les dijo Jesús: Seguidme y os haré pescadores de hombres. Ellos, al instante dejaron las redes y le siguieron12. Es la llamada definitiva, culminación de aquel primer encuentro con el Maestro. Andrés, como los demás Apóstoles, respondió al instante, con prontitud. San Gregorio Magno, al comentar esta llamada definitiva de Jesús y el desprendimiento de todo lo que poseían con que respondieron aquellos pescadores, enseña que el reino de los cielos "vale tanto cuanto tienes"13. Ante Jesús que pasa no podemos reservarnos nada. Mucho dejaron Pedro y Andrés, "puesto que ambos dejaron los deseos de poseer"14. El Señor necesita corazones limpios y desprendidos. Y cada cristiano que sigue a Cristo ha de vivir, según su peculiar vocación, este espíritu de entrega. No puede haber algo en nuestra vida que no sea de Dios. ¿Qué nos vamos a reservar cuando el Maestro está tan cerca, cuando le vemos y le tratamos todos los días?

Este desprendimiento nos permitirá acompañar a Jesús que continúa su camino con paso rápido, que no sería posible seguir con demasiados fardos. El paso de Dios puede ser ligero, y sería triste que nos quedásemos atrás por cuatro cosas que no valen la pena. Él, de una forma u otra, pasa siempre cerca de nosotros y nos llama. Una veces lo hace a una edad temprana, otras en la madurez, y también cuando ya falta un trayecto más corto para llegar hasta Él, como se desprende de aquella parábola de los jornaleros que fueron contratados a diversas horas del día15. En cualquier caso, es necesario responder a esa llamada con la alegría estremecida que nos han dejado los Evangelistas cuando recuerdan su llamada. Es el mismo Jesús el que pasa ahora, el que nos ha invitado a seguirle.

Cuenta la tradición que San Andrés murió alabando la cruz, pues le acercaba definitivamente a su Maestro: "Oh cruz buena, que has sido glorificada por causa de los miembros del Señor, cruz por largo tiempo deseada, ardientemente amada, buscada sin descanso y ofrecida a mis ardientes deseos (...), devuélveme a mi Maestro, para que por ti me reciba el que por ti me redimió"16. No nos importarán los mayores sacrificios si vemos a Jesús detrás de ellos.

1 Jn 1, 39. — 2 Jn 1, 37. — 3 Mt 13, 44. — 4 Mt 13, 45. — 5 J. L. Sánchez de Alba, El Evangelio de San Juan, Palabra, 3.ª ed., Madrid 1987, nota a Jn 1, 35-51. — 6 Santo Tomás, Comentario al Evangelio de San Juan, in loc. — 7 Antífona de comunión. Jn 1, 41-42. — 8 Liturgia de las Horas, Segunda lectura, San Juan Crisóstomo, Homilías sobre el Evangelio de San Juan 19, 1. — 9 Ibídem. — 10 Juan Pablo II, Homilía 30-XI-1982. — 11 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 1. — 12 Mt 4, 18-20. — 13 San gregorio Magno, Homilías sobre Evangelios, I, 5, 2. — 14 Ibídem. — 15 Cfr. Mt 20, 1 ss. — 16 Pasión de San Andrés.

* San Andrés Apóstol era natural de Betsaida, hermano de Simón y pescador como él. Fue al principio discípulo de Juan el Bautista, y luego uno de los primeros que conoció a Jesús, y quien llevó a Pedro al encuentro con el Maestro. En la multiplicación de los panes, Andrés es quien dice a Jesús que había un muchacho con unos panes y unos peces. Según la tradición, predicó el Evangelio en Grecia y murió crucificado en Acaya en una cruz en forma de aspa.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Everardo, Santo Sacerdote, 30 de noviembre  

Noviembre 30

 

Etimológicamente significa "audaz, fuerte". Viene de la lengua alemana.

Incluso cuando haya en el creyente dudas, la presencia del Espíritu Santo permanece, en los días apacibles como en las horas de aridez.
Dios no hace acepción de personas. A todos los quiere y llama por igual para que hagan en la vida algo concreto que ayude a los demás y se santifiquen.

Este joven nació de una familia rica y con el título de condes de Stahleck.

En esa casa acomodada surgió la vocación para cisterciense en la abadía de Schoeneau. Tuvo dificultades al principio porque no tenía ninguna clase de estudios.

Entonces, cuando sólo tenía 16 años, se fue de ermitaño a una ermita que él mismo se construyó cerca de Maguncia.

Dios le guiaba en cada instante. Por eso le vino la idea de fundar allí un monasterio de monjas cistercienses.

Se dirigió al abad cercano, y éste le envió un grupo de religiosas de la abadía de Marienhausen.
Así nació la abadía de Chumbd.

En estas circunstancias, el abad le impuso el hábito de la Orden. Pronto lo hicieron el padre espiritual de las religiosas, una vez, claro está, que se ordenó de sacerdote.

Entre estas religiosas había dos hermanas suyas.
Cayó enfermo y así estuvo durante muchos años. Todo el mundo, comenzando por las religiosas, lo consideraban un verdadero santo que vivía entre ellas.

Nadie podía suponer que muriera tan joven: a los 28 años. Fue tal día como hoy del año 1191. Lo sepultaron en la iglesia del monasterio.
Sus restos se conservan en la actualidad en la abadía de Himmerod.

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José Otín Aquilué, Beato Mártir salesiano, 30 Noviembre  

José Otín Aquilué, Beato

Nacido en Huesca el 22 de Diciembre de 1901.

Ingresó a la Orden Salesiana, recibiendo el minisnterio sacerdotal en 1928.

Educador muy apreciado en Alcoy.

† Valencia, noviembre de 1936.

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José Marchand, Santo Mártir, 30 Noviembre  

José Marchand, Santo

Presbítero de la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París.

Fue sentenciado a recibir latigazos hasta morir por el emperador Minh M, en Vietnam

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Fuente: Osanet.org
Federico de Ratisbona, Beato Leñador, 30 Noviembre  

Federico de Ratisbona, Beato

Nació en Ratisbona (Alemania). Sus padres pertenecían a la clase media. Entró como hermano no clérigo en el convento de los agustinos, y sirvió a la comunidad como carpintero, con el encargo de proveer a la casa la leña necesaria para el uso cotidiano, un modesto trabajo llevado a cabo durante años unido a una profunda vida de oración.

Pronto fue apreciado por su religiosidad, por su humildad y en particular por su ardiente devoción a la Eucaristía. Murió el 29 de noviembre de 1329.

Es una lástima que sea poco lo que se sabe de su vida. Conocemos, eso sí, algunas relaciones legendarias, como las aparecidas al inicio del siglo XX, provenientes de un manuscrito existente en la biblioteca del capítulo metropolitano de Praga, publicadas por el canónigo Dr. Podlaha. El autor, P. Hieronymus Streitel, prior de Ratisbona y cronista de la Orden a principios del siglo XVI, recoge tradiciones orales, preferentemente las ya propuestas en el retrato historiado que uno de sus inmediatos predecesores al frente de la comunidad ratisbonense, el P. Konrad Schleier, había seleccionado para decorar con ellas la tumba de Federico.

Entre ellas, la más conocida, narra cómo un día en que no pudo asistir a la misa, en el mismo lugar donde se encontraba trabajando recibió la comunión de manos de un ángel.

La carga de colorido con la que se presentan y enmarcan los hechos históricos conformidad a los gustos del tiempo, hoy hace que tales relatos sean vistos con fuertes reservas, incluso con rechazo.

Pero hay que tener en cuenta que al narrador medieval, más que la misma vida de los santos le interesaba mostrar su testimonio, y la confirmación y reconocimiento divino de su santidad mediante el milagro. Su intención era la de representar ejemplos de virtud e ideales religiosos que animaran a seguirlos.

Episodios como el expuesto atestiguan la devoción eucarística de nuestro beato y prueban el profundo efecto producido entre sus contemporáneos y la continuidad de la piadosa memoria de que fue objeto a lo largo de los siglos.

Los esfuerzos del siervo de Dios, P. Pío Keller, lograron su cometido cuando el 12 mayo de 1909, el papa Pío X ratificó el ininterrumpido culto que Federico había gozado y lo proclamó beato.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina04
Cutberto (Cuthbert) Mayne, Santo Mártir, 30 Noviembre  

Cutberto (Cuthbert) Mayne, Santo

Nació en Yorkston, cerca de Barnstaple, Devonshire (bautizado el 20 de marzo de 1543 o 15444); murió en Launceston, Cornwall, el 29 Noviembre de 1577.

Era hijo de William Mayne; su tío era un sacerdote cismático que lo hizo educacar en la escuela primaria de Barnstaple.

Fue ordenado ministro protestante a la edad de dieciocho o diecinueve años. Entonces se fue a Oxford, primero a Saint Alban´s Hall, y luego a la Universidad de Saint John, donde se graduó en 1570.

Durante su permanencia en Oxford conoció al Dr. Gregorio Martin y al Beato Edmundo Champion, que era todavía protestante. Cutberto comprendió muy pronto que la verdad estaba en el catolicismo, pero no se atrevió a abandonar el protestantismo por miedo de perder cuanto tenía y quedarse en la miseria. Martin y Campion partieron al Colegio Inglés de Douai y desde allí escribieron varias veces a Cutberto para invitarle a reunirse con ellos.

En 1570,poco después de que Cutberto había obtenido la lincenciatura, una de esas cartas cayó en manos del obispo de Londres quien mandó arrestar a todos los estudiantes de Oxford cuyos nombres figuraban en ella. Cutberto estaba entonces ausente, de suerte que escapó de la prisión casi milagrosamente. Pero aquel incidente venció sus últimas resistencias: inmediatamente abjuró del protestantismo y, en 1573, ingresó en el Colegio de Douai.

Tres años después, recibió la ordenación sacerdotal y obtuvo el título de bachiller en teología.

En abril de 1576, fue enviado a Inglaterra con el Beato Juan Payne. Cutberto Mayne fue el décimo quinto sacerdote de Douai enviado a Inglaterra.

Nuestro Santo estableció su residencia en casa de Francisco Tregian, en Golden de Cornwall, donde se hizo pasar por un criado. Sabemos muy poco acerca de los ministerios de Cutberto. Lo cierto es que su presencia despertó sospechas porque un año después, el alcalde mayor, Ricardo Grenville, recorrió palmo a palmo la casa de Tregian.

El Padre Mayne fue arrestado por llevar al cuello un "Agnus Dei". También el señor Tregian fue detenido. El alcalde arrastró a Cutberto de la casa de un noble a otro. Finalmente, en Launceston le encerró en una horrible mazmorra y le encadenó a un poste del camastro.

Hacia el día de la fiesta de San Miguel, el Padre Mayne fue juzgado por varios crímenes: por haber obtenido de Roma y publicado en Golden "una facultad de absolver" a los súbditos de la reina (en realidad se trataba de un ejemplar de un ejemplar de la indulgencia del jubileo de 1575); por haber enseñado en la cárcel de Launceston que el obispo de Roma conservaba el poder espiritual sobre Inglaterra y haber dado el Señor Tregian "un objeto vano y supersticioso, vulgarmente llamado "Agnus Dei" (de lo cual no se adujo pruba alguna); y por haber celebrado la misa (pues se habían descubierto en Golden un misal, un cáliz y unos ornamentos sacerdotales). Todo ello era contrario a los estatutos de la reina.

El jurado dirigido por el fiscal Manwood, después de hablar muy largamente con el alcalde Grenville, declaró culpable al acusado, que fue condenado a muerte. Tres de los cuatro señores y los tres administradores de sus fincas fueron condenados a prisión perpetua y a la confiscación de sus bienes, por haber prestado ayuda al culpable.

Pero el segundo juez, que se llamaba Jeffrey, descontento de la forma en que se había llevado el proceso, consideró que el caso fuera estudiado nuevamente por todo el cuerpo judicial en Serjeants´Inn. Los jueces no lograron ponerse de acuerdo; pero, aunque la mayoría opinaba como Jeffrey, el Consejo Privado determinó que se ejecutase la sentencia para que sirviese de escarmiento a los sacerdotes que pasaban del continente a Inglaterra.

La víspera de la ejecución, se ofreció la libertad al Padre Mayne, a condición de que jurase la supremacía espiritual de la reina.

El beato pidió una Biblia, la besó y dijo: "La reina no ha sido ni será nunca la cabeza de la Iglesia en Inglaterra."

Fue conducido en un trineo al sitio de la ejecución y no se le permitió dirigir la palabra a la multitud desde el patíbulo. Como las autoridades tratasen de arrancarle una confesión contra el señor Tregian y su cuñado, Sir John Arundell, el Padre Mayne declaró: "Lo único que sé sobre ellos es que son hombres buenos y piadosos. El único que estaba al tanto de mi ministerio sacerdotal era yo mismo." El santo fue descuartizado vivo, pero probablemente ya había perdido el conocimiento cuando los verdugos enpezaron a desentrañarle.

Cutberto Mayne fue uno de los mártires beatificados por León XII. Su fiesta se celebra en Plymouth y algunas otras diócesis de Inglaterra. Las carmelitas de Lanherne poseen una importante reliquia del cráneo del santo; procede de Launceston, donde fue expuesta la cabeza después de la ejecución. Francisco Tregian fue desposeído de sus vienes y estuvo en diversas prisiones durante casi treinta años. Murió en Lisboa en 1608 y a sus reliquias se atribuyeron varios milagros. "Es de notar que ninguno de aquellos a los que el Padre Mayne reconcilió con la Iglesia, apostató de la fe católica, sin duda porque la habían conocido gracias a tan excelente maestro."

Pablo VI lo canonizó en 1970 como uno de los cuarenta mártires de Inglaterra y Gales.

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Ludovico Roch Gietyngier, Beato Sacerdote y Mártir, 30 Noviembre  

Ludovico Roch Gietyngier, Beato

Sacerdote diocesano, nacido en Zarki, Polonia, el 16 de Agosto de 1904.

Murió soportando tortura en Dachau, Alemania, en Noviembre de 1941.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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