JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (7, 21. 24-27)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No todo el que me diga '¡Señor, Señor!', entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los cielos.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente, que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre imprudente, que edificó su casa sobre arena. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos, dieron contra aquella casa y la arrasaron completamente".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). ¿Qué pensaríamos de un cónyuge que le dice a su pareja: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
Bendito el que viene en el nombre del Señor
Feria de Adviento: jueves de la 1a. semana o memoria libre de san Juan Damasceno
Te damos gracias, Señor, porque eres bueno
Antífona de Entrada
Tú estás cerca, Señor, y todos tus caminos son derechos. Desde el principio comprendí que tu alianza la estableciste para siempre.
Oración Colecta
Oremos:
Muestra, Señor, tu poder y ven en nuestra ayuda para que la abundancia de tu misericordia apresure el momento de la salvación que nuestros pecados han retardado.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Isaías (26, 1-6)
Aquel día se cantará este canto en el país de Judá: "Tenemos una ciudad fuerte; ha puesto el Señor, para salvarla, murallas y baluartes. Abran las puertas para que entre el pueblo justo, el que se mantiene fiel, el de ánimo firme para conservar la paz, porque en ti confió. Confíen siempre en el Señor, porque el Señor es nuestra fortaleza para siempre; porque él doblegó a los que habitaban en la altura; a la ciudad excelsa la humilló, la humilló hasta el suelo, la arrojó hasta el polvo donde la pisan los pies, los pies de los humildes, los pasos de los pobres".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 117
Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Más vale refugiarse en el Señor, que poner en los hombres la confianza; más vale refugiarse en el Señor, que buscar con los fuertes una alianza.
Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Abranme las puertas del templo, que quiero entrar a dar gracias a Dios. Esta es la puerta del Señor y por ella entrarán los que le viven fieles. Te doy gracias, Señor, pues me escuchaste y fuiste para mí la salvación.
Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Libéranos, Señor, y danos tu victoria. Bendito el que viene en nombre del Señor. Que Dios desde su templo nos bendiga. Que el Señor, nuestro Dios, nos ilumine.
Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (7, 21. 24-27)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No todo el que me diga '¡Señor, Señor!', entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los cielos.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente, que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre imprudente, que edificó su casa sobre arena. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos, dieron contra aquella casa y la arrasaron completamente".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, estas ofrendas que hemos tomado de tus mismos dones, y concédenos que esta Eucaristía que estamos celebrando, nos alcance la salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de Adviento III
Cristo, Señor y juez de la historia
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo darte gracias, es nuestro deber cantar en tu honor himnos de bendición y de alabanza, Padre todopoderoso, principio y fin de todo lo creado.
Tú nos has ocultado el día y la hora en que Cristo, tu Hijo, Señor y juez de la historia, aparecerá, revestido de poder y de gloria, sobre las nubes del cielo.
En aquel día terrible y glorioso pasará la figura de este mundo y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva.
El mismo Señor que se nos mostrará entonces lleno de gloria viene ahora a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento, para que lo recibamos en la fe y por el amor demos testimonio de la espera dichosa de su reino.
Por eso, mientras aguardamos su última venida, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo...
Antífona de la Comunión
Vivamos en este mundo como hombres responsables, justos y que sirven a Dios, en espera de que se cumpla la feliz esperanza: la manifestación gloriosa de Jesucristo, nuestro Dios y salvador.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Por nuestra participación en esta Eucaristía, enséñanos, Señor, a no poner nuestro corazón en las cosas pasajeras, sino en los bienes eternos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
† Meditación diaria
4 de diciembre. 5º Día de la Novena
ROSA MÍSTICA
— Siempre con Jesús. Vida de oración.
— Aprender a rezar.
— Las oraciones vocales. El Santo Rosario.
I. María, por su parte, guardaba estas cosas y las meditaba en su corazón1. Su Madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón2. Por dos veces el Evangelista hace referencia a esta actitud de María ante los acontecimientos que se van sucediendo: en la Nochebuena de Belén, y en Nazareth, a la vuelta de Jerusalén, después de encontrar a Jesús en el Templo. La insistencia del Evangelista parece ser el eco de la repetida reflexión de María, quien debió contarlo a los Apóstoles después de la Ascensión de Jesús al Cielo.
La Virgen conserva y medita. Sabe de recogimiento interior, y valora, guarda en su intimidad y hace tema de su oración los sucesos grandes y pequeños de su vida. Esta plegaria continua de María es como el aroma de la rosa "que constantemente se eleva hacia Dios. Esta elevación suya no cesa jamás, tiene una frescura igual a la primera; es siempre jubilosamente nueva y virginal. Si la brisa de nuestras plegarias o los vientos tormentosos de este mundo pasan junto a Ella y la rozan, el perfume de la oración se levanta entonces más fuerte y perceptible; se convierte en intercesora incluyendo nuestra oración en la suya para presentarla al Padre en Cristo Jesús, su Hijo"3.
Cuando estaba aquí en la tierra todo lo hacía en referencia a su Hijo: cada vez que hablaba a Jesús oraba, pues eso es la oración: hablar con Dios: y cuando le miraba, y siempre que le sonreía o pensaba en Él4.
En Caná de Galilea, en las bodas de aquellos parientes o amigos, nos enseña con qué delicadeza e insistencia se debe pedir. "Era su Madre, le había acunado en sus brazos, y, con todo, se abstiene de indicarle lo que puede hacer. Expone la necesidad y deja todo lo demás a su arbitrio, segura de que la solución que dé al problema, cualquiera que sea, y en cualquier sentido, es la mejor, la más indicada, la que lo resuelve de manera más conveniente. Deja al Señor el campo totalmente libre para que haga sin compromisos ni violencias su voluntad, pero es porque Ella estaba segura de que su voluntad era lo más perfecto que podía hacerse y lo que de verdad resolvía el asunto. No le ata las manos forzándole a adoptar un camino, a hacer algo determinado: confía en su sabiduría, en su superior conocimiento, en su visión más amplia y profunda de las cosas que abarca aspectos y circunstancias que Ella podía, quizá, desconocer, Ni siquiera se planteó Nuestra Señora la cuestión de que a lo mejor Él no consideraba conveniente intervenir: expone lo que ocurre y lo deja en sus manos. Y es que la fe deja a Dios comprometido con más fuerza que los argumentos más sagaces y contundentes"5.
Al pie de la Cruz nos anima a estar siempre junto a Cristo, en oración silenciosa, en los momentos más duros de la vida. La última noticia que de Ella nos dan los Evangelios nos refiere que se encuentra con los Apóstoles, orando juntamente con ellos6, en espera de la llegada del Espíritu Santo. El mismo Señor debió de aprender de su Madre muchas oraciones que se habían transmitido en el pueblo de Israel de generación en generación, de modo parecido a las que nosotros aprendimos de nuestras madres.
"El Santo Evangelio, brevemente, nos facilita el camino para entender el ejemplo de Nuestra Madre: María conservaba todas estas cosas dentro de sí, ponderándolas en su corazón (Lc 2, 19). Procuremos nosotros imitarla, tratando con el Señor, en un diálogo enamorado, de todo lo que nos pasa, hasta de los acontecimientos más menudos. No olvidemos que hemos de pesarlos, valorarlos, verlos con ojos de fe, para descubrir la Voluntad de Dios"7. A eso ha de llevarnos nuestra meditación diaria: a identificarnos plenamente con Jesús: a dar un contenido divino a los pequeños acontecimientos diarios.
II. El aroma de nuestra oración ha de subir constantemente a nuestro Padre Dios. Es más, le pedimos a Nuestra Señora que ya está en el Cielo en cuerpo y alma- que diga a Jesús constantemente cosas buenas de nosotros: Recordare, Virgo Mater..., in conspectu Domini, ut loquaris pro nobis bona... Acuérdate, Madre de Dios, cuando estés en la presencia del Señor, de hablarle cosas buenas de nosotros8. Y Ella, desde el Cielo, nos alienta siempre a no dejar jamás la oración, el trato con Dios, pues es nuestra fortaleza diaria.
Debemos aprender a tratar cada vez mejor al Señor en la oración mental esos ratos que dedicamos a hablarle calladamente de nuestros asuntos, a darle gracias, a pedirle ayuda, a decirle que le amamos...- y mediante la oración vocal, empleando muchas veces las que han servido a tantas generaciones para elevar su corazón y sus peticiones al Señor y a su Madre Santísima, y quizá con esas otras que aprendimos de labios de nuestra madre.
La oración nos hace fuertes contra las tentaciones. A veces, podremos oír también nosotros las mismas palabras que Jesús dirigió a sus discípulos en Getsemaní: ¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer en tentación9. Hemos de rezar siempre, pero hay momentos en los que debemos intensificar esa oración, cuidarla mejor, esmerarnos en prestar más atención..., porque quizá son mayores las dificultades familiares o en el trabajo, o son más fuertes las tentaciones. Ella nos mantiene vigilantes ante el enemigo que acecha, nos ayuda a trabajar mejor, a cumplir las obligaciones y deberes con la familia y con la sociedad, a tratar mejor a los demás.
La Virgen Santa María nos enseña hoy a ponderar en nuestro corazón, a darle sentido en la presencia de Dios a todo aquello que constituye nuestra vida: lo que nos parece una gran desgracia, las pequeñas penas normales de toda vida, las alegrías, el nacimiento de un hijo o de un hermano, la muerte de un ser querido, las incidencias del trabajo o de la vida familiar, la amistad... También, como María, nos acostumbramos a buscar al Señor en la intimidad de nuestra alma en gracia. "Gózate con Él en tu recogimiento interior. Alégrate, con Él, ya que le tienes tan cerca.
"Deséale ahí; adórale ahí; no vayas a buscarle fuera de ti porque te distraerás y cansarás y no le hallarás; no le podrás gozar con más certeza, ni con más rapidez ni más cerca que dentro de ti"10.
Ninguna persona de este mundo ha sabido tratar a Jesús como su Madre; y, después de Ella, San José, quien pasó largas horas mirándole, contemplándole, hablando con Él de las pequeñas incidencias de un día cualquiera, con sencillez y veneración. Si acudimos a ellos con fe al comenzar nuestro diálogo habitual con el Señor, experimentaremos enseguida su eficaz ayuda.
III. En la oración mental tratamos al Señor de modo personal, entendemos lo que quiere de nosotros, vemos con más profundidad el contenido de la Sagrada Escritura, pues "crece la comprensión de las palabras y de las cosas transmitidas cuando los fieles las contemplan y estudian repasándolas en su corazón"11.
Junto a ese "ponderar las cosas en el corazón", la oración vocal es muy grata al Señor, como lo fue sin duda la de la Virgen, pues Ella ciertamente recitaría salmos y otras fórmulas contenidas en el Antiguo Testamento, propias del pueblo hebreo12. Cuando comenzamos el trabajo, al terminarlo, al caminar por la calle, al subir o bajar las escaleras..., se enciende el alma con las oraciones vocales y se convierte nuestra vida, poco a poco, en una continuada oración: el Padrenuestro, el Avemaría, jaculatorias que nos han enseñado o que hemos aprendido al leer y meditar el Santo Evangelio, expresiones con que muchos personajes pedían al Señor la curación, el perdón o su misericordia, y otras que inventó nuestro amor. Algunas las aprendimos de niños: "son frases ardientes y sencillas, enderezadas a Dios y a su Madre, que es Madre nuestra. Todavía recordaba San Josemaría Escrivá, por las mañanas y por las tardes, no un día, habitualmente, renuevo aquel ofrecimiento que me enseñaron mis padres: ¡oh Señora mía, oh Madre mía!, yo me ofrezco enteramente a Vos. Y, en prueba de mi filial afecto, os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón... ¿No es esto –de alguna manera– un principio de contemplación, demostración evidente de confiado abandono?"13.
El Bendita sea tu pureza, el Acordaos... encierran para muchos cristianos el recuerdo y el candor de la primera vez que los rezaron. No dejemos que se pierdan esas bellísimas oraciones; cumplamos el deber de enseñarlas a otros. De modo muy particular podemos cuidar el Santo Rosario en estos días de la Novena, la oración tantas veces recomendada en la Iglesia.
Se encontraba el Papa Pío IX en su lecho de muerte, y uno de los prelados que le asistían le preguntó qué era lo que en aquella hora suprema pensaba, y el Papa contestó: "Mira: estoy contemplando dulcemente los quince misterios que adornan las paredes de esta sala, que son otros tantos cuadros de consuelo. ¡Si vieses cómo me animan! Contemplando los misterios de gozo, no me acuerdo de mis dolores; pensando en los de la cruz, me siento confortado en gran manera, pues veo que no voy solo en el camino del dolor, sino que delante de mí va Jesús; y cuando considero los de gloria, siento gran alegría, y me parece que todas mis penas se convierten en resplandores de gloria. ¡Cómo me consuela el rosario en este lecho de muerte!". Y dirigiéndose después a los que le rodeaban, dijo: "Es el rosario un evangelio compendiado y dará a los que lo rezan los ríos de paz de que nos habla la Escritura; es la devoción más hermosa, más rica en gracias y gratísima al corazón de María. Sea este, hijos míos decía a quienes le rodeaban, mi testamento para que os acordéis de mí en la tierra"14.
Hagamos en este día el propósito de cuidar mejor nuestro rato de meditación diaria y, las oraciones vocales, especialmente el Santo Rosario, con el que alcanzaremos tantas gracias para nosotros y para aquellos que queremos acercar al Señor.
1 Lc 2, 19. — 2 Lc 2, 51. — 3 F. M. Mosghner, Rosa mística, p. 201. — 4 Cfr. Card. J. H. Newman, Rosa mística, p. 79. — 5 F. Suárez, La Virgen Nuestra Señora, pp. 266-267. — 6 Hech 1, 14. — 7 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 285. — 8 Cfr. Graduale Romanum, 1979, p. 422. — 9 Lc 22, 46. — 10 San Juan de la Cruz, Cántico espiritual, 1, 8. — 11 Conc. Vat. II, Const. Dei Verbum, 8. — 12 Cfr. F. M. Willian, Vida de María, p. 160. — 13 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 296. — 14 Cfr. H. Marín, Doctrina Pontificia, IV; Documentos marianos, BAC, Madrid 1954, n. 322.
Adviento. 1ª semana. Jueves
VINO A CUMPLIR LA VOLUNTAD DEL PADRE
— Identificar nuestra voluntad con la del Señor. Cómo nos manifiesta Dios su voluntad. Voluntad de Dios y santidad.
— Otros modos de manifestarse la voluntad de Dios en nuestra vida: la obediencia. Imitar a Jesús en su ardiente deseo de cumplir la voluntad de su Padre Dios. Humildad.
— Cumplir la voluntad de Dios en momentos en que cuesta o resulta ingrata o difícil.
I. La vida de una persona se puede edificar sobre muy diferentes cimientos: sobre roca, sobre barro, sobre humo, sobre aire... El cristiano sólo tiene un fundamento firme en el que apoyarse con seguridad: el Señor es la Roca permanente1.
El Señor nos habla en el Evangelio de la Misa2 de dos casas. En una de ellas quizá se quiso ahorrar la cimentación, quizá hubo prisa por terminarla. No se puso el debido cuidado. Al que edificó de esta manera el Señor le llama hombre loco. Las dos casas quedaron terminadas y parecían iguales, pero tenían muy distinto fundamento: una de ellas estaba cimentada sobre piedra firme; la otra, no. Pasó algún tiempo y llegaron las dificultades que pondrían a prueba la solidez de la edificación. Un día hubo temporal: cayó la lluvia, y los ríos salieron de madre y soplaron los vientos contra aquella casa.
Fue el momento en el que probaron su consistencia. Una se mantuvo firme en lo esencial; la otra se derrumbó estrepitosamente y el desastre fue completo.
Nuestra vida solo puede estar edificada sobre Cristo mismo, nuestra única esperanza, nuestro único fundamento. Y esto quiere decir, en primer lugar, que procuramos identificar nuestra voluntad con la suya. No es la nuestra una adhesión más o menos superficial a una borrosa figura de Cristo, sino una adhesión firme a su querer y a su Persona. No todo el que dice Señor, Señor, entrará en el reino de los Cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en los cielos, leemos también en el Evangelio de la Misa.
La voluntad de Dios es la brújula que nos indica en todo momento el camino que nos lleva a Él; es, al mismo tiempo, el sendero de nuestra propia felicidad. El cumplimiento del querer divino nos da también una gran fortaleza para superar los obstáculos.
¡Qué alegría poder decir al final de nuestros días: he procurado siempre buscar y seguir la voluntad de Dios en todo! No nos alegrarán tanto los triunfos cosechados, ni nos importarán demasiado los fracasos y los sufrimientos padecidos. Lo que nos importará, y mucho, es si hemos amado el querer de Dios sobre nuestra vida, que se manifestó unas veces de modo más general y otras de forma muy concreta. Siempre con la suficiente claridad, si no cegamos la luz del alma, que es la conciencia.
El cumplimiento amoroso de la voluntad de Dios es, a la vez, la cima de toda santidad: "Todos los fieles cristianos, en las condiciones, ocupaciones o circunstancias de su vida, y a través de todo eso, se santificarán más cada día si lo aceptan todo con fe, como venido de la mano del Padre celestial, y colaboran con la divina voluntad..."3. Es aquí donde se demuestra nuestro amor a Dios, y también el grado de unión con Él. Y el Señor nos manifiesta su voluntad a través de los Mandamientos, de las indicaciones, consejos y preceptos de nuestra Madre la Iglesia, y de las obligaciones que conlleva la propia vocación y estado.
Reconocer y amar la divina voluntad en esos deberes nos dará la fuerza necesaria para hacerlos con perfección, y en ellos encontraremos el lugar donde ejercitar las virtudes humanas y las sobrenaturales. La voluntad de Dios está muy relacionada con la sonriente caridad de todos los días, con el cumplimiento del deber aunque resulte dificultoso, con la ayuda que prestamos, en lo sobrenatural y en lo humano, a quienes están a nuestro lado.
II. La voluntad de Dios se nos manifiesta de una forma expresa a través de aquellas personas a quienes debemos obediencia, y a través de los consejos recibidos en la dirección espiritual.
La obediencia no tiene su fundamento último en las cualidades –personalidad, inteligencia, experiencia, edad– del que manda. Jesús superaba infinitamente –era Dios– a María y a José, y les obedecía4. Es más, "Jesucristo, en cumplimiento de la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio y realizó la redención con su obediencia"5.
Quienes piensan que la obediencia es un sometimiento indigno del hombre y propio de personas con escasa madurez han de considerar que el Señor se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz6. Cristo obedece por amor, por cumplir la voluntad de su Padre; ese es el sentido de la obediencia cristiana: la que se debe a Dios y a sus mandamientos, la que se debe a la Iglesia, a los padres, la que de un modo u otro rige en la vida profesional, social, etcétera, cada una en su orden.
Para obedecer como obedeció Jesús es necesario un ardiente deseo de cumplir la voluntad de Dios en nuestra vida, y ser humildes. El espíritu de obediencia no cabe en un alma dominada por la soberbia. Solo el humilde acepta gustosamente otro criterio distinto del suyo –el de Dios–, al que debe conformar sus actos.
El que no es humilde rechazará abiertamente el mandato unas veces, y otras lo aceptará aparentemente, pero sin darle cabida, en realidad, en su corazón, porque lo someterá a discusión crítica y a limitaciones, y perderá el sentido sobrenatural que tiene la obediencia. "Estemos precavidos, entonces, porque nuestra tendencia al egoísmo no muere, y la tentación puede insinuarse de muchas maneras. Dios exige que, al obedecer, pongamos en ejercicio la fe, pues su voluntad no se manifiesta con bombo y platillo. A veces el Señor sugiere su querer como en voz baja, allá en el fondo de la conciencia: y es necesario escuchar atentos, para distinguir esa voz y serle fieles.
"En muchas ocasiones, nos habla a través de otros hombres, y puede ocurrir que la vista de los defectos de esas personas, o el pensamiento de si están bien informados, de si han entendido todos los datos del problema se nos presente como una invitación a no obedecer"7. Sin embargo, nuestro deseo de cumplir la voluntad de Dios superará ese y otros obstáculos que se puedan presentar a nuestra obediencia.
La humildad da paz y alegría para realizar lo mandado hasta en los menores detalles. El humilde se siente gozosamente libre al obedecer. "Mientras nos sometemos humildemente a la voz ajena nos superamos a nosotros mismos en el corazón"8, superamos el propio egoísmo y rompemos con sus lazos, que nos esclavizan.
En el apostolado, la obediencia se hace indispensable. De nada sirven el esfuerzo, los medios humanos, las mortificaciones..., sin obediencia todo sería inútil ante Dios. De nada serviría trabajar con tesón toda una vida en una obra humana si no contáramos con el Señor. Hasta lo más valioso de nuestras obras quedaría sin fruto si prescindiéramos del deseo de cumplir la voluntad de Jesús: "Dios no necesita de nuestros trabajos, sino de nuestra obediencia"9.
III. La voluntad de Dios también se nos manifiesta en aquellas cosas que Él permite y que no resultan como esperábamos, o son incluso totalmente contrarias a lo que deseábamos o habíamos pedido con insistencia en la oración.
Es el momento entonces de aumentar nuestra oración y de fijarnos mejor en Jesucristo. Especialmente cuando nos resulten muy duros y difíciles los acontecimientos: la enfermedad, la muerte de un ser querido, el dolor de los que más queremos...
El Señor hará que nos unamos a su oración: No se haga como yo quiero, Padre, sino como quieres Tú10. No se haga mi voluntad, sino la tuya11. Él quiso incluso compartir con nosotros todo lo que a veces tiene de injusto y de incomprensible el dolor. Pero también nos enseñó a obedecer hasta la muerte, y muerte de cruz12.
Si alguna vez nos toca sufrir mucho, al Señor no le ofenden nuestras lágrimas. Pero enseguida hemos de decir: Padre, hágase tu voluntad. En nuestra vida puede haber momentos de mayor dureza, quizá de oscuridad y de dolor profundo, en los que cueste más aceptar la voluntad de Dios, con tentaciones de desaliento. La imagen de Jesús en el huerto de Getsemaní nos señala cómo hemos de proceder en esos momentos: hemos de abrazar la voluntad de Dios sin poner límite alguno ni condiciones de ninguna clase, y en una oración perseverante.
No serán pocas las veces en que, a lo largo de nuestra vida, tendremos que hacer actos de identificación con lo que es voluntad de nuestro Padre Dios. Y diremos interiormente en nuestra oración personal: "¿Lo quieres, Señor?... ¡Yo también lo quiero!"13. Y vendrá la paz, la serenidad a nuestra alma y a nuestro alrededor.
La fe nos hará ver una sabiduría superior detrás de cada acontecimiento: "Dios sabe más. Los hombres entendemos poco de su modo paternal y delicado de conducirnos hacia Él"14. Jesucristo nos consolará de todos nuestros pesares, y quedarán santificados.
Hay una providencia detrás de cada acontecimiento, todo está ordenado y dispuesto para que sirva mejor a la salvación de cada uno; absolutamente todo, tanto lo que sucede en el ámbito más general como lo que ocurre cada día en el pequeño universo de nuestra profesión y familia. Todas las cosas pueden y deben ayudarnos a encontrar a Dios, y por tanto a encontrar la paz y la serenidad en nuestra alma: Todo contribuye al bien de los que aman a Dios15.
El cumplimiento de la voluntad de Dios es fuente de serenidad y de paz. Los santos nos han dejado el ejemplo de un cumplimiento sin condiciones de la divina voluntad. Así se expresaba San Juan Crisóstomo: "En toda ocasión yo digo: ¡Señor, hágase tu voluntad!: no lo que quiere este o aquel, sino lo que tú quieres que haga. Este es mi alcázar, y esta es mi roca inamovible, este es mi báculo seguro"16.
Terminamos nuestra oración pidiendo con la Iglesia: Señor y Dios nuestro, a cuyo designio se sometió la Virgen Inmaculada aceptando, al anunciárselo el ángel, encarnar en su seno a tu Hijo: tú, que la has transformado por obra del Espíritu Santo en templo de tu divinidad, concédenos, siguiendo su ejemplo, la gracia de aceptar tus designios con humildad de corazón17.
1 Primera lectura de la Misa. Is 26, 5. — 2 Mt 7, 21; 24-27. — 3 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 41. — 4 Lc 2, 51. — 5 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 3. — 6 Flp 2, 8. — 7 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 17. — 8 San Gregorio Magno, Moralia, 35, 14. — 9 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 56, 5. — 10 Mc 14, 36. — 11 Lc 22, 42. — 12 Flp 2, 8. — 13 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 762. — 14 A. del Portillo, en la presentación de "Amigos de Dios"; el subrayado es nuestro. — 15 Rom 8, 28. — 16 San Juan Crisóstomo, Homilía antes del exilio, 1-3. — 17 Colecta de la Misa del día 20 de diciembre.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
San Juan Damasceno
Obispo y Doctor de la Iglesia
Año 749
Se le llama "Damasceno", porque era de la ciudad de Damasco (en Siria).
Su fama se debe principalmente a que él fue el primero que escribió defendiendo la veneración de las imágenes.
Era hijo de un alto empleado del Califa de Damasco, y ejerció también el importante cargo de ministro de Hacienda en esa capital. Pero de pronto dejó todos sus bienes, los repartió entre los pobres y se fue de monje al monasterio de San Sabas, cerca de Jerusalén, y allí se dedicó por completo a leer y escribir.
Juan se dio cuenta de que Dios le había concedido una facilidad especial para escribir para el pueblo, y especialmente para resumir los escritos de otros autores y presentarlos de manera que la gente sencilla los pudiera entender.
Al principio sus compañeros del monasterio se escandalizaban de que Juan se dedicara a escurrir versos y libros, porque ese oficio no se había acostumbrado en aquella comunidad. Pero de pronto cambiaron de opinión y le dieron plena libertad de escribir (dice la tradición que este cambio se debió a que el superior del monasterio oyó en sueños que Nuestro Señor le mandaba dar plena libertad a Damasceno para que escribiera).
En aquel tiempo un emperador de Constantinopla, León el Isaúrico, dispuso prohibir el culto a las imágenes, metiéndose él en los asuntos de la Iglesia, cosa que no le pertenecía, y demostrando una gran ignorancia en religión, como se lo probó en carta famosa el Papa Gregorio II. Y fue entonces cuando le salió al combate con sus escritos San Juan Damasceno. Como nuestro santo vivía en territorios que no pertenecían al emperador (Siria era de los Califas mahometanos), podía escribir libremente sin peligro de ser encarcelado. Y así fue que empezó a propagar pequeños escritos a favor de las imágenes, y estos corrían de mano en mano por todo el imperio.
El iconoclasta León el Isaúrico, decía que los católicos adoran las imágenes (se llama iconoclasta al que destruye imágenes). San Juan Damasceno le respondió que nosotros no adoramos imágenes, sino que las veneramos, lo cual es totalmente distinto. Adorar es creer que una imagen en un Dios que puede hacernos milagros. Eso sí es pecado de idolatría. Pero venerar es rendirle culto a una imagen porque ella nos recuerda un personaje que amamos mucho, por ej. Jesucristo, la Sma. Virgen o un santo. Los católicos no adoramos imágenes (no creemos que ellas son dioses o que nos van a hacer milagros. Son sólo yeso o papel o madera, etc.) pero sí las veneramos, porque al verlas recordamos cuanto nos han amado Jesucristo o la Virgen o los santos. Lo que la S. Biblia prohibe es hacer imágenes para adorarlas, pero no prohibe venerarlas (porque entonces en ningún país podían hacerse imágenes de sus héroes y nadie podría conservar el retrato de sus padres).
San Juan Damasceno decía en sus escritos: "lo que es un libro para los que saben leer, es una imagen para los que no leen. Lo que se enseña con palabras al oído, lo enseña una imagen a los ojos. Las imágenes son el catecismo de los que no leen".
Dicen autores muy antiguos que el emperador León, por rabia contra San Juan Damasceno por lo bien que escribía en favor de las imágenes, mandó a traición que le cortaran la mano derecha, con la cual escribía. Pero el santo que era devotísimo de la Sma. Virgen, se encomendó a Ella con gran fe y la Madre de Dios le curó la mano cortada y con esa mano escribió luego sermones muy hermosos acerca de Nuestra Señora.
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Bárbara, Santa Virgen y mártir, Diciembre 4
Virgen y Mártir Martirologio Romano: Conmemoración de santa Bárbara, de la cual se dice que fue virgen y mártir en Nocomedia (s. III/IV). |
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Cirano (Sigiramnio), Santo Abad, Diciembre 4
Abad Martirologio Romano: En el territorio de Bourges, actualmente en Francia, San Cirano (Sigiramnio), monje, peregrino y abad de Longoret. |
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Ada (Adrehildis) de Le Mans, Santa Abadesa, Diciembre 4
Abadesa Martirologio Romano: En Cenómano (hoy Le Mans), de Neustria, santa Adrehildis o Ada, abadesa del monasterio de Santa María (c. 692). |
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Fuente: Kolping.net
Adolfo Kolping, Beato Presbítero y Fundador, Diciembre 4
Presbítero y Martirologio Romano: En Colonia, de Renania, en Prusia, beato Adolfo Kolping, presbítero, quien, ardientemente solícito para con los trabajadores y la justicia social, fundó una sociedad de jóvenes obreros, que difundió en muchos lugares (1865). |
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Fuente: Vatican.va
Juan Calabria, Santo Presbítero Fundador, Diciembre 4
Fundador de las Congregaciones de los Pobres Siervos |
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Fuente: Francisancos.net
Pedro de Siena (el Pectinario), Beato Penitente Franciscano, Diciembre 4
Religioso Franciscano Martirologio Romano: En Siena, de la Toscana, beato Pedro Pectinario, religioso de la Tercera Orden de San Francisco, insigne por su peculiar caridad hacia los pobres y los enfermos, y por su humildad y silencio (1289). |
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Fuente: FrateFrancesco.org
Francisco Gálvez, Jerónimo de Angelis y Simón Yempo. Beatos Religiosos Presbíteros, Diciembre 4
Mártires en Japón Martirologio Romano: En el lugar llamado Edo, de Japón, beatos mártires Francisco Gálvez, presbítero de la Orden de Hermanos Menores, Jerónimo de Angelis, presbítero, y Simón Yempo, religioso, estos dos últimos de la Compañía de Jesús, todos los cuales fueron quemados por odio a la fe (c. 1622/1623). |
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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando el santoral de este día, Diciembre 4
San Heracles, obispo |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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