JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (1, 18-24)
Gloria a ti, Señor.
Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.
Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: "José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados".
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros.
Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). ¿Qué pensaríamos de un cónyuge que le dice a su pareja: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
Bendito sea el Señor, Dios de Israel
Feria de Adviento: día 18
El Señor es nuestra justicia
Antífona de Entrada
Vendrá Cristo, nuestro Rey, el Cordero cuya venida fue anunciada por Juan.
Oración Colecta
Oremos:
Concédenos, Señor, vernos libres de la antigua esclavitud del pecado por el renovado misterio del nacimiento de tu Hijo que vamos a celebrar. El cual vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Jeremías (23, 5-8)
"Miren: Viene un tiempo, dice el Señor, en que haré surgir un renuevo en el tronco de David: será un rey justo y prudente y hará que en la tierra se observen la ley y la justicia.
En sus días será puesto a salvo Judá, Israel habitará confiadamente y a él lo llamarán con este nombre: 'El Señor es nuestra justicia'.
Por eso, miren que vienen tiempos, palabra del Señor, en los que no se dirá: 'Bendito sea el Señor, que sacó a los israelitas de Egipto', sino que se dirá: 'Bendito sea el Señor, que sacó a los hijos de Israel del país del norte y de los demás países donde los había dispersado, y los trajo para que habitaran de nuevo su propia tierra' ".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 71
Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Comunica, Señor, al rey tu juicio y tu justicia, al que es hijo de reyes; así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente.
Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Al débil librará del poderoso y ayudará al que se encuentra sin amparo; se apiadará del desvalido y pobre y salvará la vida al desdichado.
Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Bendito sea el Señor, Dios de Israel, el único que hace grandes cosas. Que su nombre glorioso sea bendito y la tierra se llene de su gloria.
Ven, Señor, rey de justicia y de paz.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Señor nuestro, que guiaste a tu pueblo por el desierto y le diste la ley a Moisés en el Sinaí, ven a redimirnos con tu poder.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (1, 18-24)
Gloria a ti, Señor.
Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.
Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: "José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados".
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros.
Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración
sobre las Ofrendas
Señor, que el sacrificio que vamos a ofrecerte nos haga menos indignos de ti, para que podamos participar de la vida eterna de tu Hijo, que, al hacerse mortal como nosotros, nos devolvió la inmortalidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de Adviento II
La doble espera de Cristo
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor. A quien todos los profetas anunciaron y la Virgen esperó con inefable amor de madre; Juan lo proclamó ya próximo y lo señaló después entre los hombres.
El es quien nos concede ahora prepararnos con alegría al misterio de su nacimiento, para encontrarnos así cuando llegue, velando en oración y cantando su alabanza.
Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
Y le pondrán por nombre Emmanuel, que quiere decir: Dios-con-nosotros.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que esta Eucaristía, en la que hemos tomado parte, nos ayude, Señor, a prepararnos con fe y con amor, a celebrar las fiestas ya cercanas, del nacimiento de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
† Meditación diaria
Adviento. 18 de diciembre
LA VIRGINIDAD DE MARÍA. NUESTRA PUREZA
— Virginidad, celibato apostólico y matrimonio.
— La santa pureza en el matrimonio y fuera de él. Los frutos de esta virtud. La pureza, necesaria para amar.
— Medios para vivir esta virtud.
I. La Virginidad de María es un privilegio íntimamente unido al de la Maternidad divina, y armoniosamente relacionado con la Inmaculada Concepción y la Asunción gloriosa. María es la Reina de las vírgenes: "la dignidad virginal comenzó con la Madre de Dios"1.
La Virgen es el ejemplo acabado de toda vida dedicada por completo a Dios.
La renuncia al amor humano por Dios es una gracia divina que impulsa y anima a entregar el cuerpo y el alma al Señor con todas las posibilidades que el corazón posee. Dios es entonces el único destinatario de este amor que no se comparte. Es en Él donde el corazón encuentra su plenitud y su perfección, sin que exista la mediación de un amor terreno. Entonces el Señor concede un corazón más grande para querer en Él a todas las criaturas.
La vocación a un celibato apostólico –por amor del Reino de los Cielos2– es una gracia especialísima de Dios y uno de los dones más grandes a su Iglesia. "La virginidad –dice Juan Pablo II– mantiene viva en la Iglesia la conciencia del misterio del matrimonio y lo defiende de toda reducción y empobrecimiento. Haciendo libre de modo especial el corazón del hombre (Cfr. 1 Cor 7, 32) (...), la virginidad testimonia que el Reino de Dios y su justicia son la perla preciosa que se debe preferir a cualquier otro valor aunque sea grande; es más, hay que buscarlo como el único valor definitivo. Por eso, la Iglesia, durante toda su historia, ha defendido siempre la superioridad de este carisma frente al del matrimonio, por razón del vínculo singular que tiene con el Reino de Dios.
"Aun habiendo renunciado a la fecundidad física, la persona virgen se hace espiritualmente fecunda, padre y madre de muchos, cooperando a la realización de la familia según el designio de Dios"3.
A los llamados, por una específica vocación divina, a la renuncia del amor humano, el Señor les pide todo el afecto de su corazón, y encuentran en Él la plenitud del amor y de la vida afectiva. Vivir la virginidad o el celibato apostólico significa vivir la perfección del amor, y "dan al alma, al corazón y a la vida externa de quien los profesa, aquella libertad de la que tanta necesidad tiene el apóstol para poderse prodigar en el bien de las otras almas. Esta virtud, que hace a los hombres espirituales y fuertes, libres y ágiles, los habitúa al mismo tiempo a ver a su alrededor almas y no cuerpos, almas que esperan luz de su palabra y de su oración, y caridad de su tiempo y de su afecto.
"Debemos amar mucho el celibato y la castidad perfecta, porque son pruebas concretas y tangibles de nuestro amor de Dios y son, al mismo tiempo, fuentes que nos hacen crecer continuamente en este mismo amor"4.
"La virginidad y el celibato apostólico no solo no contradicen la dignidad del matrimonio, sino que la presuponen y la confirman"5.
La Iglesia necesita siempre de gentes que entreguen su corazón indiviso al Señor como hostia viva, santa, agradable a Dios6. La Iglesia necesita también familias santas, hogares cristianos, que sean verdadera levadura de Cristo y den al Señor muchas vocaciones de entrega plena a Dios.
II. Para solteros y casados, la Virginidad de María es también una llamada a vivir con finura la santa pureza, indispensable para contemplar a Dios y para servir a nuestros hermanos los hombres. Esta virtud quizá chocará frontalmente con el ambiente y no será entendida por muchas personas cegadas por el materialismo; incluso será combatida con celo. Sin embargo, nos es absolutamente necesaria incluso para ser un poco más humanos y poder mirar a Dios. Esta virtud es imprescindible para ser contemplativos.
El Espíritu Santo ejerce una acción especial en el alma que vive con delicadeza la castidad. La santa pureza produce en el alma muchos frutos: agranda el corazón y facilita un desarrollo normal de la afectividad; da una alegría íntima y profunda aun en medio de contrariedades; posibilita el apostolado; fortalece el carácter ante las dificultades; nos hace más humanos, con más capacidad de entender y de compadecernos de los problemas de los demás.
La impureza provoca insensibilidad en el corazón, aburguesamiento y egoísmo. La lujuria incapacita para amar y crea en el hombre el clima propicio para que se den en el alma, como hierbas malas, todos los vicios y deslealtades. "Mirad que el que está podrido por la concupiscencia de la carne, espiritualmente no logra andar, es incapaz de una obra buena, es un lisiado que permanece tirado como un trapo. ¿No habéis visto a esos pacientes con parálisis progresiva, que no consiguen valerse, ni ponerse de pie? A veces, ni siquiera mueven la cabeza. Eso ocurre en lo sobrenatural a los que no son humildes y se han entregado cobardemente a la lujuria. No ven, ni oyen, ni entienden nada. Están paralíticos y como locos. Cada uno de nosotros debe invocar al Señor, a la Madre de Dios, y rogar que nos conceda la humildad y la decisión de aprovechar con piedad el divino remedio de la confesión"7.
Le pedimos al Señor en nuestra oración de hoy que tenga misericordia de nosotros y que nos ayude a tener una mayor finura con Él: "¡Jesús, guarda nuestro corazón!, un corazón grande, fuerte y tierno y afectuoso y delicado, rebosante de caridad para Ti, para servir a todas las almas"8.
III. En este día podemos ofrecerle a la Virgen la entrega de nuestro corazón y una lucha más delicada en esta virtud de la santa pureza, que le es tan especialmente grata y que tantos frutos tiene en nuestra vida interior y en el apostolado.
Siempre ha enseñado la Iglesia que, con la ayuda de la gracia, y en este caso especialmente con la ayuda de los sacramentos de la Eucaristía y de la Penitencia, se puede vivir esta virtud en todos los momentos y circunstancias de la vida, si se ponen los medios oportunos. "¿Qué quieres que hagamos? ¿Subirnos al monte y hacernos monjes? –le preguntaban a San Juan Crisóstomo–, y él responde: eso que decís es lo que me hace llorar: que penséis que la modestia y la castidad son propias solo de los monjes. No. Cristo puso leyes comunes para todos. Y así, cuando dijo el que mira a una mujer para desearla (Mt 5, 28), no hablaba con el monje, sino con el hombre de la calle..."9.
La santa pureza exige una conquista diaria, porque no se adquiere de una vez para siempre. Y puede haber épocas en que la lucha sea más intensa y haya que recurrir con más frecuencia a la Santísima Virgen y poner, quizá, algún medio extraordinario.
Para alcanzar esta virtud lo primero que necesitamos es humildad, que tiene una manifestación clara e inmediata en la sinceridad en la dirección espiritual. La misma sinceridad conduce a la humildad. "Acordaos de aquel pobre endemoniado, que no consiguieron liberar los discípulos; solo el Señor obtuvo su libertad, con oración y ayuno. En aquella ocasión obró el Maestro tres milagros: el primero, que oyera: porque cuando nos domina el demonio mudo, se niega el alma a oír; el segundo, que hablara; y el tercero, que se fuera el diablo"10.
Otros medios para cuidar esta virtud serán las mortificaciones pequeñas habituales, que facilitan el tener sujeto al cuerpo en sus justos límites. "Si queremos guardar la más bella de todas las virtudes, que es la castidad, hemos de saber que ella es una rosa que solamente florece entre espinas y, por consiguiente, solo la hallaremos, como todas las demás virtudes, en una persona mortificada"11.
"Cuidad esmeradamente la castidad, y también aquellas otras virtudes que forman su cortejo –la modestia y el pudor–, que resultan como su salvaguarda. No paséis con ligereza por encima de esas normas que son tan eficaces para conservarse dignos de la mirada de Dios: la custodia atenta de los sentidos y del corazón; la valentía –la valentía de ser cobarde– para huir de las ocasiones; la frecuencia de los sacramentos, de modo particular la Confesión sacramental; la sinceridad plena en la dirección espiritual personal; el dolor, la contrición, la reparación después de las faltas. Y todo ungido con una tierna devoción a Nuestra Señora, para que Ella nos obtenga de Dios el don de una vida santa y limpia"12.
Llevamos este gran tesoro de la pureza en vasos de barro, inseguros y quebradizos; pero tenemos todas las armas para vencer y para que, con el tiempo, esta virtud vaya ganando en finura, es decir, en una mayor ternura con el Señor. "Terminamos este rato de conversación en la que tú y yo hemos hecho nuestra oración a Nuestro Padre, rogándole que nos conceda la gracia de vivir esa afirmación gozosa de la virtud cristiana de la castidad.
"Se lo pedimos por intercesión de Santa María, que es la pureza inmaculada. Acudimos a Ella –tota pulchra!–, con un consejo que yo daba, ya hace muchos años, a los que se sentían intranquilos en su lucha diaria para ser humildes, limpios, sinceros, alegres, generosos. Todos los pecados de tu vida parece como si se pusieran de pie. No desconfíes. Por el contrario, llama a tu Madre Santa María, con fe y abandono de niño. Ella traerá el sosiego a tu alma"13.
1 San Agustín, Sermón 51. — 2 Mt 19, 12. — 3 Juan Pablo II, Exhortac. apost. Familiaris consortio, 22-XII-1981, 16. — 4 S. Canals, Ascética meditada, p. 93. — 5 Cfr. Juan Pablo II, Ibídem. — 6 Rom 12, 2. — 7 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 181. — 8 Ibídem, 177. — 9 San Juan Crisóstomo, Homilías sobre San Mateo, 7, 7. — 10 San Josemaría Escrivá, o. c., 188. — 11 Santo Cura de Ars, Sermón sobre la penitencia. — 12 San Josemaría Escrivá, o. c., 185. — 13 Ibídem, 189.
Adviento. 3ª semana. Jueves
VIGILANTES ANTE LA LLEGADA DEL SEÑOR
— El Señor nos invita a estar en vela. Vigilar es amar. "Ven, Señor Jesús".
— Nuestra vigilancia ha de estar en las cosas pequeñas de cada día. La oración diaria, el examen de conciencia, las pequeñas mortificaciones... nos mantienen en vela.
— Purificación interior.
I. El Señor viene con esplendor a visitar a su pueblo con la paz y a comunicarle la vida eterna1.
Viene el Señor a visitarnos, a traernos la paz, a darnos la vida eterna prometida. Y ha de encontrarnos como el siervo diligente2 que no se duerme durante la ausencia de su amo, sino que cuando vuelve su señor lo encuentra en su puesto, entregado a la tarea.
Lo que a vosotros os digo, a todos lo digo: ¡velad!3. Son palabras dirigidas a todos los hombres de todos los tiempos. Son palabras del Señor dirigidas a cada uno de nosotros, porque los hombres tendemos a la somnolencia y al aburguesamiento. No podemos permitir que se ofusquen nuestros corazones con la glotonería y la embriaguez, y las preocupaciones de esta vida4, y perder así el sentido sobrenatural que debe animar todo cuanto hacemos.
El Señor viene a nosotros y debemos aguardar su llegada con espíritu vigilante, no asustados como quienes son sorprendidos en el mal, ni distraídos como aquellos que tienen el corazón puesto únicamente en los bienes de la tierra, sino atentos y alegres como quienes aguardan a una persona querida y largo tiempo esperada.
Vigilar es sobre todo amar. Puede haber dificultades para que nuestro amor se mantenga despierto: el egoísmo, la falta de mortificación y de templanza, amenazan siempre la llama que el Señor enciende una y otra vez en nuestro corazón. Por eso es preciso avivarla siempre, sacudir la rutina, luchar. San Pablo compara esta vigilia a la guardia que hace el soldado bien armado que no se deja sorprender5.
Los primeros cristianos repetían con frecuencia y con amor la jaculatoria: "Ven, Señor Jesús"6. Y aquellos fieles, al ejercitar así la fe y el amor, encontraban la fuerza interior y el optimismo necesarios para el cumplimiento de los deberes familiares y sociales, y se desprendían interiormente de los bienes terrenos, con el señorío que da la esperanza en la vida eterna.
Para el cristiano que se ha mantenido en vela, ese encuentro con el Señor no llegará inesperadamente, no vendrá como ladrón en la noche7, no habrá sorpresas, porque en cada día se habrán producido ya muchos encuentros con Él, llenos de amor y de confianza, en los Sacramentos y en los acontecimientos ordinarios de la jornada. Por eso la Iglesia reza: Escucha, Señor, la oración de tu pueblo, alegre por la venida de tu Hijo en carne mortal, y haz que cuando vuelva en su gloria, al final de los tiempos, podamos alegrarnos de escuchar de sus labios la invitación a poseer el reino eterno8.
II. Es necesario estar vigilantes contra los enemigos de Dios, pero también contra la complicidad que ofrecen nuestras malas inclinaciones: vigilad y orad para no caer en la tentación, porque si bien el espíritu está pronto, la carne es débil9.
Estamos alerta cuando nos esforzamos por hacer mejor la oración personal, que aumenta los deseos de santidad y evita la tibieza, y cuando cuidamos la mortificación, que nos mantiene despiertos para las cosas de Dios. También reforzamos nuestra vigilancia mediante un delicado examen de conciencia, para que no nos ocurra lo que señala San Agustín, como dicho por el Señor: "Ahora, mientras te dedicas al mal, llegas a considerarte bueno, porque no te tomas la molestia de mirarte. Reprendes a los otros y no te fijas en ti mismo. Acusas a los demás y tú no te examinas. Los colocas a ellos delante de tus ojos y a ti te pones a tu espalda. Pues cuando me llegue a mí el turno de argüirte, haré todo lo contrario: te daré la vuelta y te pondré delante de ti mismo. Entonces te verás y llorarás"10.
Nuestra vigilancia ha de estar en las cosas pequeñas que llenan el día. "Ese modo sobrenatural de proceder es una verdadera táctica militar. —Sostienes la guerra –las luchas diarias de tu vida interior– en posiciones, que colocas lejos de los muros capitales de tu fortaleza.
"Y el enemigo acude allí: a tu pequeña mortificación, a tu oración habitual, a tu trabajo ordenado, a tu plan de vida: y es difícil que llegue a acercarse hasta los torreones, flacos para el asalto, de tu castillo. —Y si llega, llega sin eficacia"11.
Si consideramos en nuestro examen de conciencia "las pequeñas cosas de cada día", encontraremos el verdadero camino y las raíces de nuestros fallos en el amor a Dios. Las cosas pequeñas suelen ser antesala de las grandes.
Nuestra meditación diaria nos mantendrá vigilantes ante el enemigo que no duerme, y nos hará fuertes para sobrellevar y vencer tentaciones y dificultades. Y en esa meditación encontraremos los medios para combatir al hombre viejo, esas tendencias menos rectas que continúan latentes en nosotros.
Para conseguir esa necesaria purificación interior es precisa una constante mortificación de la memoria y de la imaginación, porque gracias a ella será posible eliminar del entendimiento los estorbos que nos impiden cumplir con plenitud la voluntad de Dios. Afinemos por tanto en pureza interior, durante estos días de espera de la Navidad, para recibir a Cristo con una mente limpia en la que, eliminado todo lo que va contra el camino o está fuera de él, no quede ya nada que no pertenezca al Señor: "Esa palabra acertada; el chiste que no salió de tu boca; la sonrisa amable para quien te molesta; aquel silencio ante la acusación injusta; tu bondadosa conversación con los cargantes y los inoportunos; el pasar por alto cada día, a las personas que conviven contigo, un detalle y otro fastidiosos e impertinentes... Esto, con perseverancia, sí que es sólida mortificación interior"12.
III. Esa purificación del alma por la mortificación interior no es algo meramente negativo. Ni se trata solo de evitar lo que esté en la frontera del pecado; por el contrario, consiste en saber privarse, por amor de Dios, de lo que sería lícito no privarse.
Esta mortificación, que tiende a purificar la mente de todo lo que no es de Dios, se dirige en primer lugar a librar la memoria de recuerdos que vayan en contra del camino que nos lleva al Cielo. Esos recuerdos pueden asaltarnos mientras trabajamos o descansamos e, incluso, mientras rezamos. Sin violencia, pero con prontitud, pondremos los medios para apartarlos, sabiendo hacer el esfuerzo necesario para que la mente vuelva a llenarse del amor y del deseo divino que dirige nuestro día de hoy.
Con la imaginación puede suceder algo parecido: que moleste inventando novelas de muy diversos tipos, urdiendo historias fantásticas que no sirven para nada. "Aleja de ti esos pensamientos inútiles que, por lo menos, te hacen perder el tiempo"13. También entonces hay que reaccionar con rapidez y volver serenamente a nuestra tarea ordinaria.
De todas formas, la purificación interior no se limita a vaciar el entendimiento de pensamientos inútiles. Va mucho más allá: la mortificación de las potencias nos abre el camino a la vida contemplativa, en las diversas circunstancias en las que Dios nos haya querido situar. Con ese silencio interior para todo lo que es contrario al querer de Dios, impropio de sus hijos, el alma se encuentra dispuesta al diálogo continuo e íntimo con Jesucristo, en el que la imaginación ayuda a la contemplación –por ejemplo, al contemplar el Evangelio o los misterios del Santo Rosario– y la memoria trae recuerdos de las maravillas que Dios ha hecho con nosotros y de sus bondades, que encenderán de gratitud el corazón y harán más ardiente el amor.
La liturgia de Adviento nos repite muchas veces este anuncio apremiante: El Señor está para llegar, y hay que prepararle un camino ancho, un corazón limpio. Crea en mí, ¡oh Dios!, un corazón puro14, le pedimos. Y en nuestra oración hacemos hoy propósitos concretos de vaciar nuestro corazón de todo lo que no agrada al Señor, de purificarlo mediante la mortificación, y de llenarlo de amor a Dios con constantes muestras de afecto al Señor, como hicieron la Virgen Santísima y San José, con jaculatorias, actos de amor y de desagravio, con comuniones espirituales...
Muchas almas se beneficiarán también de este esfuerzo nuestro para preparar una morada digna al Salvador. Le podremos decir a muchos que nos acompañan por nuestros mismos senderos lo que expresa con sencillez aquella antigua copla popular: Yo sé de un camino llano / por donde se llega a Dios / con la Virgen de la mano.
A ella le pedimos que nuestra vida sea siempre, como pedía San Pablo a los primeros cristianos de Éfeso, un caminar en el amor15.
1 Antífona de entrada. Viernes de la 3ª Semana de Adviento: Cfr. Mc 13, 34-37. — 2 Mc 13, 37. — 3 Lc 21, 34. — 4 Cfr. 1 Tes 5, 4-11. — 5 1 Cor 16. — 6 Cfr. Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona 1981, nota Mc 13, 33-37. — 7 1 Tes 5, 2. — 8 Oración colecta del día 21 de diciembre. — 9 Mt 26, 41. — 10 San Agustín, Sermón 17. — 11 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 307. — 12 Ibídem, n. 173. — 13 Ibídem, n. 13. — 14 Sal 50, 12. — 15 Cfr. Ef 5, 2-5.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Autor: Archidiócesis de Madrid
La Expectación del Parto El gozo esperanzado que poseyó Santa María por el futuro próximo de su parto.
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San Modesto
Restaurador de Jerusalén
Año 634
Modesto significa: "el que observa la justa medida, el que se mantiene en los límites de lo justo" (Medus: medida).
Este santo se hizo especialmente benemérito de la Iglesia Católica por haber restaurado los templos de los Santos Lugares de Jerusalén, después del terrible destrozo que hicieron allí los persas.
En el año 600 el rey persa Cosroes, pagano y enemigo de la religión católica invadió la Tierra Santa de Palestina, y ayudado por los judíos y samaritanos fue destruyendo y quemando sistemáticamente todo lo que encontró de católico por allí: templos, casas religiosas, altares, etc. Mandó matar a millares de cristianos en Jerusalén, a muchos otros los vendió como esclavos y al resto los fue desterrando sin piedad. Al Arzobispo de Jerusalén, San Zacarías lo envió al destierro también.
Y fue entonces cuando Dios suscitó a un hombre dotado de especialísimas cualidades para reconstruir los sitios sagrados que habían sido destruidos. Fue Modesto, superior de uno de los conventos de Tierra Santa.
Después de varios años en que los habitantes de Palestina tuvieron que portar el régimen del terror de los persas o iraníes, los excesos del ejército del rey Cosroes y los desmanes de los judíos, que aprovecharon la situación para destruir cuanto templo católico pudieron, de pronto se apareció el emperador Heráclito con su ejército y fue derrotando a los persas y alejándolos de esas tierras.
Y aprovechando esa situación ventajosa, Modesto se dedicó con todas sus fuerzas y ayudado por sus monjes a recoger ayudas de todas partes y a reconstruir los templos destruidos o quemados por los paganos. Lo primero que reconstruyó fue el templo del Santo Sepulcro, y luego el de Getsemaní o el Huerto de los Olivos y la Casa de la Última Cena, o Cenáculo, y muchos más. Pedía ayudas por todas partes y poco a poco iba reconstruyendo cada templo, pero teniendo cuidado de que se conservara la antigua forma que tenía antes de la destrucción de los persas.
Las gentes contribuían con mucha generosidad, y así el Arzobispo de Alejandría en Egipto le envió mil cargas de harina para los obreros, mil trabajadores, mil láminas de hierro y mil bestias de carga. Y algo parecido hicieron los otros.
Cuando el emperador Heráclito de Constantinopla logró derrotar a Cosroes y quitarle la santa cruz que el otro se había robado de Jerusalén, el mismo emperador quiso presidir la procesión que devolvía la cruz de Cristo a la ciudad santa pero al llegar a aquellas tierras se encontró con una destrucción tan total y terrible de todo lo que fuera sagrado, que Heráclito no pudo menos que echarse a llorar.
Y como el Arzobispo San Zacarías había muerto en el destierro, al emperador le pareció que el que mejor podía ejercer ese cargo era Modesto y lo nombró Patriarca Arzobispo de Jerusalén. Fue una elección muy oportuna, porque entonces sí tuvo facilidad nuestro santo para dedicarse a reconstruir los centenares de templos y capillas y demás lugares santos destruidos por los bárbaros.
Modesto continuó incansable su labor de reconstruir templos, recoger ayudas e inspeccionar los trabajos en los diversos sitios. Pero un 18 de diciembre, mientras llevaba un valioso cargamento de ayudas para la restauración de los santos lugares fue envenenado por unos perversos para poder robarle los tesoros que llevaba, y así murió víctima de su gran trabajo de reconstrucción.
Gracias buen Modesto por tu gran interés por reconstruir y hermosear los templos de nuestra santa religión.
Mi casa es casa de oración – dice el Señor – no la convirtáis en cueva de ladrones.
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Rupo y Zosimo, Santos Mártires, 18 de diciembre
Diciembre 18
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Flabio, Santo Eremita, 18 de diciembre
Diciembre 18
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Miguel Syncelle, Santo Monje, 18 de diciembre
Diciembre 18
Etimológicamente significa " ¿quién como Dios?".Viene de la lengua hebrea. |
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Fuente: Vatican.va
Julia Nemesia Valle, Beata Virgen y Formadora de Jóvenes, 18 de diciembre
Formadora de la juventud Martirologio Romano: En Borgari, cerca de Turín, en Italia, beata Nemesia (Julia) Valle, virgen del Instituto de las Hermanas de la Caridad, que se dedicó de modo extraordinario a la formación y dirección de los jóvenes según el Evangelio, corriendo por el camino de los mandamientos del Señor por amor al prójimo (1916).
Julia, es el nombre que sus padres, Anselmo Valle y María Cristina Dalbar, eligen para ella. Nació en Aosta el 26 de junio de 1847, en el mismo día es bautizada en la antigua iglesia de San Orso. |
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Malaquías, Santo Profeta Antiguo Testamento, 18 Diciembre
Oriundo de Sofa, en Palestina, vivió en el siglo V antes de Cristo. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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