JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (18, 12-14)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿acaso no deja las noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se le perdió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda uno solo de estos pequeños".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354
Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). ¿Qué pensaríamos de un cónyuge que le dice a su pareja: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
Ya viene el Señor a renovar el mundo
Feria de Adviento: martes de la 2a. semana o memoria libre de san Juan Diego
"Reina el Señor", digamos a los pueblos
Antífona de Entrada
Vendrá el Señor, mi Dios, y con él, todos sus santos; y brillará en aquel día una gran luz.
Oración Colecta
Oremos:
Señor y Dios nuestro, que has hecho llegar a todos los rincones de la tierra la buena nueva de la venida del salvador, concédenos esperar con sincera alegría las fiestas con que celebramos el día de su nacimiento.
Por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Primera Lectura
Lectura del libro del profeta Isaías (40, 1-11)
"Consuelen, consuelen a mi pueblo, dice nuestro Dios. Hablen al corazón de Jerusalén y díganle a gritos que ya terminó el tiempo de su servidumbre y que ya ha satisfecho por sus iniquidades, porque ya ha recibido de manos del Señor castigo doble por todos sus pecados".
Una voz clama: "Preparen el camino del Señor en el desierto, construyan en el páramo una calzada para nuestro Dios. Que todo valle se eleve, que todo monte y colina se rebajen; que lo torcido se enderece y lo escabroso se allane. Entonces se revelará la gloria del Señor y todos los hombres la verán". Así ha hablado la boca del Señor.
Una voz dice: "¡Griten!", y yo le respondo: "¿Qué debo gritar?" "Todo hombre es como la hierba y su grandeza es como flor del campo. Se seca la hierba y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre".
Sube a lo alto del monte, mensajero de buenas nuevas para Sión; alza con fuerza la voz, tú que anuncias noticias alegres a Jerusalén. Alza la voz y no temas; anuncia a los ciudadanos de Judá:
"Aquí está su Dios. Aquí llega el Señor, lleno de poder, el que con su brazo lo domina todo. El premio de su victoria lo acompaña y sus trofeos lo anteceden. Como pastor apacentará a su rebaño; llevará en sus brazos a los corderitos recién nacidos y atenderá solícito a sus madres".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial Salmo 95
Ya viene el Señor a renovar el mundo.
Cantemos al Señor un nuevo canto; que le cante al Señor toda la tierra; cantemos al Señor y bendigámoslo, proclamemos su amor día tras día.
Ya viene el Señor a renovar el mundo.
Su grandeza anunciemos a los pueblos; de nación en nación, sus maravillas. "Reina el Señor", digamos a los pueblos, gobierna a las naciones con justicia.
Ya viene el Señor a renovar el mundo.
Alégrense los cielos y la tierra, retumbe el mar y el mundo submarino. Salten de gozo el campo y cuanto encierra, manifiesten los bosques regocijo.
Ya viene el Señor a renovar el mundo.
Regocíjese todo ante el Señor, porque ya viene a gobernar el orbe. Justicia y rectitud serán las normas con las que rija a todas las naciones.
Ya viene el Señor a renovar el mundo.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Ya está cerca el día del Señor.
Ya viene el Señor a salvarnos.
Aleluya.
Evangelio
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo (18, 12-14)
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿acaso no deja las noventa y nueve en los montes, y se va a buscar a la que se le perdió? Y si llega a encontrarla, les aseguro que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que no se le perdieron. De igual modo, el Padre celestial no quiere que se pierda uno solo de estos pequeños".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Que te sean agradables, Señor, nuestras humildes ofrendas y oraciones, y que tu misericordia supla la extrema pobreza de nuestros méritos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio de Adviento III
Cristo, Señor y juez de la historia
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo darte gracias, es nuestro deber cantar en tu honor himnos de bendición y de alabanza, Padre todopoderoso, principio y fin de todo lo creado.
Tú nos has ocultado el día y la hora en que Cristo, tu Hijo, Señor y juez de la historia, aparecerá, revestido de poder y de gloria, sobre las nubes del cielo.
En aquel día terrible y glorioso pasará la figura de este mundo y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva.
El mismo Señor que se nos mostrará entonces lleno de gloria viene ahora a nuestro encuentro en cada hombre y en cada acontecimiento, para que lo recibamos en la fe y por el amor demos testimonio de la espera dichosa de su reino.
Por eso, mientras aguardamos su última venida, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo…
Antífona de la Comunión
El Señor, justo juez, dará la corona merecida a todos los que esperan con amor su venida gloriosa.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Como fruto de nuestra participación en este sacramento de vida eterna, enséñanos, Señor, a no sobrevalorar las cosas terrenales y a estimar las del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
† Meditación diaria
Adviento. 2ª semana. Martes
NUESTROS PECADOS Y LA CONFESIÓN
— Confesión de los pecados y propósito de enmienda. Confesión individual, auricular y completa.
— Ante el mismo Jesucristo. Confesión frecuente.
— Cada Confesión, un bien para toda la Iglesia. La Comunión de los Santos y el sacramento de la Penitencia.
I. Una voz grita en el desierto: preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa un camino para nuestro Dios. Que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece, y lo escabroso se iguale1.
El mejor modo de disponer nuestra alma al Señor que llega es preparar muy bien la Confesión. La necesidad de este sacramento, fuente de gracia y de misericordia a lo largo de toda nuestra vida, se pone especialmente de manifiesto en este tiempo en el que la liturgia de la Iglesia nos impulsa y nos anima a esperar la Navidad.
Ella nos ayuda a rezar pidiendo: Señor Dios, que para librar al hombre de la antigua esclavitud del pecado enviaste a tu Hijo a este mundo; concede, a los que esperamos con devoción su venida, la gracia de tu perdón soberano y el premio de la libertad verdadera2.
La Confesión es también el sacramento, junto a la Sagrada Eucaristía, que nos dispone para el encuentro definitivo con Cristo al fin de nuestra existencia. Toda nuestra vida es un continuado adviento, una espera del instante último para el que no dejamos de prepararnos día tras día. Nos consuela pensar que es el mismo Señor quien ardientemente desea que estemos con Él en la tierra nueva y en el cielo nuevo que nos tiene preparados3.
Cada Confesión bien hecha es un impulso que recibimos del Señor para seguir adelante, sin desánimos, sin tristezas, libres de nuestras miserias. Y Cristo nos dice de nuevo: Ten confianza, tus pecados te son perdonados4, hijo mío, vuelve a empezar... Es Él mismo quien nos perdona después de la humilde manifestación de nuestras culpas. Confesamos nuestros pecados "a Dios mismo, aunque en el confesonario los escuche el hombre-sacerdote. Este hombre es el humilde y fiel servidor de ese gran misterio que se ha realizado entre el hijo que retorna y el Padre"5.
"Las causas del mal no deben buscarse en el exterior del hombre, sino, sobre todo, en el interior de su corazón. También su remedio parte del corazón. Por consiguiente los cristianos, mediante la sinceridad en su propio empeño de conversión, deben rebelarse frente al achatamiento del hombre, y proclamar con su propia vida la alegría de la verdadera liberación del pecado (...) mediante un sincero arrepentimiento, de un firme propósito de enmienda, y de una firme confesión de las culpas"6.
Para quienes han caído en pecado mortal después del Bautismo, este sacramento es tan necesario para la salvación como lo es el Bautismo para los que aún no han sido regenerados a la vida sobrenatural: "es el medio para saciar al hombre con la justicia que proviene del mismo Redentor"7. Y es de tanta importancia para la Iglesia, que "los sacerdotes pueden verse obligados a posponer o incluso dejar otras actividades por falta de tiempo, pero nunca el confesonario"8.
Todos los pecados mortales cometidos después del Bautismo, y las circunstancias que modifiquen su especie, deben pasar por el tribunal de la Penitencia, en una Confesión auricular y secreta con absolución individual.
El Santo Padre nos pide a todos que hagamos cuanto esté en nuestras manos "para ayudar a la comunidad eclesial a apreciar plenamente el valor de la Confesión individual como un encuentro personal con el Salvador misericordioso que nos ama, y a ser fieles a las directrices de la Iglesia en un asunto de tanta importancia"9.
"No podemos olvidar que la conversión es un acto interior de una especial profundidad, en el que el hombre no puede ser sustituido por otros, no puede hacerse "reemplazar" por la comunidad"10.
II. La Confesión, además de ser completa en lo que se refiere a los pecados graves, ha de ser sobrenatural: conscientes de que vamos a pedir perdón al mismo Señor, a quien hemos ofendido, pues todo pecado, también aquellos que se refieren a nuestros hermanos, son ofensa directa a Dios.
La Confesión hecha con sentido sobrenatural es un verdadero acto de amor a Dios, se oye a Cristo en la intimidad del alma que dice, como a Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Y con las mismas palabras de este apóstol le podremos también decir: Domine, tu omnia nosti, tu scis quia amo te11. Señor, Tú sabes todas las cosas, Tú sabes que te amo..., a pesar de todo.
Después del pecado mortal, la mayor desgracia para el alma es el pecado venial, pues nos priva de muchas gracias actuales. Cada pequeña infidelidad es un gran tesoro perdido: disminuye el fervor de la caridad, aumenta las dificultades para la práctica de las virtudes, que cada vez se presentan como más difíciles; y predispone al pecado mortal, que llegará si no se reacciona con prontitud.
La Comunión y la Confesión frecuentes son la mejor ayuda en la lucha para evitar los pecados veniales. En la Confesión obtenemos, además, específicas gracias para evitar esos defectos y pecados de los que nos hemos acusado y arrepentido. Amar la Confesión frecuente es síntoma de finura de alma, de amor a Dios; su desprecio o indiferencia sugiere falta de delicadeza interior y, frecuentemente, verdadero endurecimiento para lo sobrenatural.
La frecuencia de la Confesión viene determinada por las particulares necesidades de nuestra alma. Cuando una persona esté seriamente determinada a cumplir la voluntad de Dios en todo y ser del todo de Dios, tendrá verdadera necesidad de acudir a este sacramento con más frecuencia y puntualidad: "la confesión renovada periódicamente, llamada "devoción", siempre ha acompañado en la Iglesia el camino de la santidad"12.
III. La reconciliación de cada hombre con Dios y con la Iglesia en el sacramento de la Penitencia es uno de los actos más íntimos y personales del hombre. Muchas cosas fundamentales cambian en el santuario de la conciencia en cada Confesión. A la vez, no podemos olvidar que este sacramento entraña una profunda e inseparable dimensión social. Muchas cosas cambian también en el ámbito familiar, en el estudio, en el trabajo, con los amigos, etcétera, de la persona que se confiesa.
El pecado, porque es la mayor tragedia para el hombre, produce un profundo descentramiento en quien lo comete. Y quien está descentrado, descentra también a quien tiene a su alrededor. En el sacramento de la Penitencia, el Señor coloca de nuevo las cosas en su sitio; además de perdonar el pecado, introduce en el alma el orden y la armonía perdidos.
Una Confesión bien hecha es un gran regalo a todos aquellos que conviven y trabajan con nosotros; también se beneficia de ella otra muchísima gente con la que nos relacionamos todos los días. Se hacen y se dicen las cosas de muy diferente manera cuando hemos recibido a su tiempo la gracia de este sacramento.
Cuando un fiel se confiesa, también se opera un bien incalculable en toda la Iglesia. Toda Ella se alegra y se enriquece misteriosamente cada vez que el sacerdote pronuncia las palabras de la absolución. Por la Comunión de los Santos, cada Confesión tiene sus resonancias bienhechoras en todo el Cuerpo Místico de Cristo.
En la vida íntima de la Iglesia –de la que Cristo es la piedra angular– cada fiel sostiene a los demás con sus buenas obras y merecimientos y es a la vez sostenido por ellos. Todos nos necesitamos y, de hecho, estamos continuamente participando de bienes espirituales comunes. Nuestros propios merecimientos están ayudando a nuestros hermanos los hombres repartidos por toda la tierra; así mismo, el pecado, la tibieza, los pecados veniales, el aburguesamiento, son lastre para todos los miembros de la Iglesia peregrina: si padece un miembro, todos los miembros padecen con él; y si un miembro es honrado, todos lo otros a una se gozan13.
"Es esta la otra cara de aquella solidaridad que, a nivel religioso, se desarrolla en el misterio profundo y magnífico de la comunión de los santos, merced a la cual se ha podido decir que "toda alma que se eleva, eleva al mundo". A esta ley de la elevación corresponde, por desgracia, la ley del descenso, de suerte que se puede hablar de una comunión del pecado, por el que un alma que se abaja por el pecado abaja consigo a la Iglesia y, en cierto modo, al mundo entero. En otras palabras, no existe pecado alguno, aun el más íntimo y secreto, el más estrictamente individual, que afecte exclusivamente a aquel que lo comete. Todo pecado repercute, con mayor o menor intensidad, con mayor o menor daño en todo el conjunto eclesial y en toda la familia humana"14.
Cuando alguien se acerca con buenas disposiciones a la Confesión es un momento de alegría para el propio penitente y para todos. Cuando encuentra la dracma, llama a sus amigas y vecinas y les dice: Alegraos conmigo15. Los bienaventurados del Cielo, las benditas almas del Purgatorio, y la Iglesia que todavía peregrina en este mundo se alegran cada vez que se imparte una absolución.
"Desatar" los vínculos del pecado es al mismo tiempo atar los nudos de la fraternidad. ¿No deberíamos ir a este sacramento con más alegría y con más prontitud, sabiendo que estamos ayudando, por el mismo hecho de confesarnos bien, a tantos otros cristianos y especialmente a quienes están más cerca de nosotros?
Pidamos a Dios con la Iglesia: que la presencia de tu Hijo, ya cercano, nos renueve y nos libre de volver a caer en la antigua servidumbre de pecado16.
1 Is 40, 1-11. — 2 Oración de la Misa. Sábado de la 1ª Semana de Adviento. — 3 Apoc 21, 1. — 4 Mt 9, 2. — 5 Juan Pablo II, Hom. Parroquia S. Ignacio de A., Roma, 16-III-1980. — 6 Cfr. ídem, Homilía, Roma, 5-IV-1979. — 7 ídem, Enc. Redemptor hominis, 20. — 8 ídem, Roma, 17-XI-1978. — 9 ídem, Alocución, Tokio, 23-II-1981. — 10 ídem, Enc. Redemptor hominis, 20. — 11 Jn 21, 17. — 12 Juan Pablo II, Alocución, 30-1-1981. — 13 1 Cor 12, 16. — 14 Juan Pablo II, Exhort. apost. Reconciliatio et Paenitentia, 2-XII-1984, 16. — 15 Lc 15, 19. — 16 Oración de la Misa. Martes de la 1ª Semana de Adviento.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
San Pedro Fourier
Fundador y educador
Año 1640
Dios, Padre misericordioso, quiera seguir enviando a su
Santa Iglesia muchos educadores, al estilo de San Pedro Fourier.
El que mucho cultiva, mucho cosechará (San Pablo).
Al santo de hoy se le ocurrieron en el año 1600 las ideas educadoras que más tarde iban a propagar por todo el mundo San Juan de la Salle (en 1700) y San Juan de Bosco (en 1850). Fue un precursor de la educación gratuita y popular.
Nació en Lorena (Francia) en 1565.
Habiendo terminado brillantemente sus estudios en la Universidad, fundó una escuela gratuita en su ciudad, caso bien raro en ese entonces. Luego ingresó en la comunidad de canónigos regulares de San Agustín y allá fue ordenado sacerdote.
Como se sentía indigno de celebrar la Santa Misa, duró tres meses sin hacer la celebración de su primera misa, desde su ordenación, preparándose para ello (algo parecido hizo San Ignacio de Loyola).
Le pusieron a escoger entre tres parroquias, para que dijera de cuál quería ser párroco. Él escogió la más abandonada, la que más problemas tenía, y la que más estaba necesitando de un trabajo fuerte y constante. Era un pueblecito de los Vosgos que estaba lleno de protestantes calvinistas y donde la moralidad estaba por el suelo. Allí trabajó San Pedro Fourier por treinta años (un caso parecido a los que sucederá siglos después en Ars, cuando llegó allá san Juan Vianey). Aún hoy, todavía allá, cuando hablan de nuestro santo lo llaman "el buen padre Pedro".
Lo primero que hizo para lograr convertir aquellas gentes fue dedicarse a orar, y a sacrificarse por ellas. Recordaba lo que decía Jesús: "ciertos malos espíritus no se alejan sino con la oración y los sacrificios". Aún en el más crudo invierno no encendía fuego para calentarse, y la estufa que iba a calentar el ambiente no se encendía sino cuando llegaban visitantes muy friolentos.
Las otras dos armas con las cuales se propuso ganar las almas de aquellos pecadores fueron la limosna y el buen ejemplo. Quería cumplir aquel mandato del Señor que dice: "De tal manera luzca ante los demás la luz de vuestro buen ejemplo, que los demás al ver vuestras buenas obras, glorifiquen al Padre Celestial". Y en cuanto a las limosnas los necesitados encontraban siempre dispuesto al Padre Pedro a darles alguna ayuda, pero acompañada de buenos consejos que les sirvieran también para la salvación de su alma.
En su parroquia existían numerosas personas que habían tenido bienes de fortuna pero por un mal negocio o un incendio o una enfermedad o un robo, etc., habían quedado en gran pobreza. Para ellos fundó nuestro santo una caja de Mutua Ayuda, en la cual depositaba las contribuciones que las gentes le hacían, y de allí iba sacando para prestar a quienes habían quedado en la ruina. Lo único que les exigía era que si un día lograban volver a tener otra vez los bienes suficientes, devolvieran lo que se les había prestado. Así muchas familias que no se atrevían mendigar, fueron socorridas a tiempo sin ser humilladas. La Caja progresó notablemente.
San Pedro Fourier estaba convencido de que para poder hacer apostolado sin desanimarse ni desorientarse es necesario asociarse con algún grupo apostólico donde a uno lo animen, lo corrijan, lo guíen y lo acompañen. Por eso fundó en su parroquia tres asociaciones apostólicas: la de San Sebastián, para hombres, la del Rosario para señoras y la de la Inmaculada para señoritas. Les hacía reunión semanal para cada grupo por separado y allí organizaba los trabajos de apostolado y se animaban para seguir adelante.
A San Pedro Fourier se le ocurrió en aquellos años algo que cien años después le iba a dar gran éxito a San Juan Bautista de la Salle, pero que en aquel 1600 todavía no encontraba ambiente favorable: fundar las escuelas gratuitas para el pueblo. Trató de hacerlo en su parroquia pero se encontró con que los sacerdotes no aceptaban dar clases en primaria y a los padres de familia si eran pobres, no les interesaba que sus hijos estudiaran, y los maestros que encontraba no tenían vocación para ello. Total: fracasó totalmente en su intento. El mismo lo reconoció humildemente. El terreno todavía no estaba abonado para tan grande cosecha. Solamente cuando La Salle un siglo después se dedique a preparar maestros totalmente entusiasmados por la educación, logrará llenar la nación de casas de educación.
Habiendo fracasado en cuanto a escuelas para los niños, nuestro santo se propuso hacer una fundación para las niñas. Pero amaestrado por la amarga experiencia anterior, se propuso preparar antes muy bien a las profesoras. Reunió cuatro muchachas (dirigidas por la beata Alicia, que fue la cofundadora de su comunidad) y empezó a darles a cada día una hora de clase de pedagogía y de técnicas para enseñar a la juventud. Luego las fue enviando a dar clases a grupos de jovencitas, y pronto ya pudo fundar con ellas la Comunidad de Hermanas de San Agustín, que fue aprobada en 1616 por el Sumo Pontífice. Los expertos en Roma decían que el Padre Pedro había obtenido en seis meses una aprobación que otras comunidades sólo habían conseguido en treinta años. Pero es que se hizo apoyar por unos padres jesuitas muy importantes y por varios padres franceses muy estimados en el Vaticano, y además su congregación había dado muestras del gran bien que se consigue educando a la juventud.
El Padre Pedro puso en práctica varios métodos educativos que después otros famosos educadores católicos popularizarán por todas partes. Lo primero: hacer que la educación fuera práctica. Que no se redujera sólo a aprender cuestiones teóricas, sino que enseñara a la juventud muchas cosas que en la vida práctica de cada día iban a ser necesarias. Y así le dio gran importancia a la contabilidad, tanto que sus colegios eran verdaderamente unos secretariados comerciales, donde las jóvenes se familiarizaban con todo lo que les iba a servir para ser después unas eficientes secretarias y unas hábiles contadoras. También se les enseñaban artes prácticas como bordado, pastelería, dibujo artístico, etc.
Otro de sus métodos nuevos, fue el de enseñar por medio de la declamación. Como lo hará más tarde San Juan Bosco, a San Pedro Fourier se le ocurrió preparar dramas, sainetes, comedias, diálogos y recitales, donde mientras se hacía reír y se emocionaba a los oyentes, se iban enseñando verdades de la religión y de otras ciencias. Los domingos por la tarde daban sus alumnas representaciones muy amenas e instructivas para el pueblo, con notable asistencia. Era un modo de valerse del teatro para enseñar y hacer progresar. Y el mismo tener que declamar en público les daba a las jóvenes mayor facilidad para expresarse en reuniones de sociedad, y obtenían más habilidad para ser buenas maestras.
Su parroquia estaba infestada de calvinistas y evangélicos, lo cual era un serio peligro para los católicos. Lo primero que se propuso nuestro santo fue instruir a sus feligreses acerca de los 10 errores o herejías que enseñan los protestantes, para que no se dejaran engañar por ellos. Luego fue insistiendo en que el católico por pertenecer a la mejor religión del mundo debe tener un comportamiento mejor que el de los demás. Y a los protestantes les recordaba cuán bueno y provechoso es pertenecer a la Santa Iglesia Católica. Y los feligreses de su parroquia comentaban: "el Padre Pedro ha logrado más en cuanto a los protestantes en varios meses, que lo que habían logrado los otros sacerdotes en 30 años".
En 1622 nuestro santo fue nombrado superior de su comunidad de Canónigos de San Agustín, y al posesionarse de su alto cargo dijo: "Así como Jesucristo se entrega a nosotros en la Sagrada Comunión, sin esperar pago alguno, y buscando solamente el bien de los que la reciben, así me dedicaré desde este día a todos los que pertenecen a nuestra comunidad, no para obtener algún honor, o ventaja alguna, sino pensando solamente en la salvación de las almas". Programa verdaderamente digno de ser imitado, por todos los superiores en todas partes.
En su nuevo cargo se dedicó con todas sus fuerzas a mejorar el comportamiento de los socios de su comunidad, la cual había caído en bastante descuido en cuanto al cumplimiento de los reglamentos. Al principio encontró bastante resistencia, pero poco a poco fue logrando que los canónigos de San Agustín empezaran a ser verdaderamente fervorosos.
En 1636 el gobierno de Francia quiso exigirle que hiciera un juramento que iba contra su conciencia. En vez de jurar prefirió salir desterrado. Los últimos cuatro años de su vida los pasó en el destierro, enseñando en una escuela gratuita que él mismo había fundado allá.
Dios lo llamó a Sí el 9 de diciembre de 1640. El Sumo Pontífice lo declaró santo en 1897. El santuario donde están sus restos es visitado por numerosas peregrinaciones y su comunidad logró extenderse por varios países.
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Juan Diego Cuauhtlatoatzin, Santo Vidente de la Virgen de Guadalupe, 9 de Diciembre
Vidente de la Virgen de Guadalupe
muy bien a Nuestro Señor y a su preciosa Madre, quería seguirle, para estar juntos; "pero Juan Diego no accedió. Le dijo que convenía que se estuviera en su casa, para conservar las casas y tierras que sus padres y abuelos les dejaron".
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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Leocadia de Toledo, Santa Mártir, 9 de diciembre
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Fuente: sanpablo.com.co
Siro de Pavia, Santo Obispo, 9 Diciembre
Una leyenda que apareció en Italia identifica al obispo de Pavía, san Siro, con el niñito galileo que presentó a Jesús los panes y los peces para el milagro de la multiplicación. Una segunda leyenda, de origen francés, ve en ese jovencito a san Marcial. La primera leyenda la refiere el autor del De laudibus Papiae, un escrito del 1330, en el que se dice también que san Siro, primer obispo de Pavía, fue enterrado en la iglesia de los santos Gervasio y Protasio "que fue la primera iglesia ticinesa". |
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Clara Isabel Fornari, Beata Monja, 9 de diciembre
Monja
sentía consolada por Dios y le alentaba en el camino a la santidad. |
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Fuente: Passiochristi.org
Bernardo María Silvestrelli, Beato Sacerdote Pasionista, 9 Diciembre
Cesar Pedro Silvestrelli nace en un bello palacio gentilicio de Roma el 7 de noviembre de 1831. El padre Juan Tomás es un noble rico de Toscaza; la madre, Teresa Gozzani, pertenece a los marqueses de San Giorgio del Casale Monferrato (AL). Los Silvestrelli tenían una capilla familiar y un maestro eclesiástico para la asistencia en la formación escolar y cristiana de los hijos. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
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