viernes, 23 de enero de 2015

[ † ] Domingo por la Santísima Trinidad. 25/01/2015. Excepto causa grave, no asistir a Misa dominical es pecado GRAVE (CIC 2042, 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). Precepto: Misa ENTERA. Víspera del Domingo comienza el Sábado a las 15

JA

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 14-20

Gloria a ti, Señor.

Después del arresto de Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea proclamando la buena noticia de Dios. Decía:
"El plazo se ha cumplido el. El Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el Evangelio".
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que estaban echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo:
"Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres".
Ellos dejaron inmediatamente las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan. Estaban en la barca reparando las redes. Jesús los llamó también; y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con sus trabajadores, se fueron con él.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

 

Misal

 

3er. Dom Ord Ciclo B

Antífona de Entrada

Canten al Señor un cántico nuevo, cante al Señor toda la tierra. Honor y majestad le preceden, fuerza y esplendor están en su templo.

 

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Dios todopoderoso y eterno: ayúdanos a llevar una vida según tu voluntad, para que podamos dar en abundancia frutos de buenas obras en nombre de tu Hijo predilecto. Que vive y reina contigo...
Amén.

 

Primera Lectura

Los habitantes de Nínive se arrepintieron de su mala conducta

Lectura del libro del profeta Jonás 3, 1-5.10

En aquellos días, vino de nuevo la palabra del Señor a Jonás:
"Vete ahora mismo a Nínive, la gran capital, y proclama allí lo que yo te diré".
Jonás partió de inmediato a Nínive, como le había mandado el Señor. Nínive era una ciudad enorme; se necesitaban tres días para recorrerla. Jonás entró en la ciudad y caminó durante todo un día, pregonando:
"Dentro de cuarenta días Nínive será destruida".
Los ninivitas creyeron en Dios, ordenaron un ayuno y todos, desde el más grande hasta el más pequeño, se vistieron con ropa de penitencia.
Al ver Dios lo que hacían y cómo se habían convertido, se arrepintió y no llevó a cabo el castigo con que los había amenazado.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 24, 4bc-5ab.6-7bc.8-9

Muéstrame, Señor, tus caminos.

Muéstrame, Señor, tus caminos, muéstrame tus sendas. Guíame en tu verdad; enséñame, pues tú eres el Dios que me salva.
Muéstrame, Señor, tus caminos.

Acuérdate, Señor, de que tu ternura y tu amor son eternos; acuérdate de mí, por tu amor, por tu bondad, Señor.
Muéstrame, Señor, tus caminos.

El Señor es bueno y recto y señala el camino a los pecadores; guía por la senda del bien a los humildes, les enseña el camino.
Muéstrame, Señor, tus caminos.

Segunda Lectura

Este mundo que vemos es pasajero

Lectura de la primera carta de apóstol san Pablo a los Corintios 7, 29-31

Hermanos: Les digo esto: el tiempo se termina. En lo que falta, los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que se alegran, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran; los que disfrutan del mundo, como si no disfrutaran. Porque la apariencia de este mundo pasa.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
El Reino de Dios está cerca, dice el Señor; conviértanse y crean en el Evangelio.
Aleluya.

Evangelio

Arrepiéntanse y crean en el Evangelio

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 14-20

Gloria a ti, Señor.

Después del arresto de Juan el Bautista, Jesús se fue a Galilea proclamando la buena noticia de Dios. Decía:
"El plazo se ha cumplido el. El Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el Evangelio".
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que estaban echando las redes en el lago, pues eran pescadores. Jesús les dijo:
"Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres".
Ellos dejaron inmediatamente las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan. Estaban en la barca reparando las redes. Jesús los llamó también; y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con sus trabajadores, se fueron con él.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Celebrante:
Oremos, hermanos y hermanas, a Dios Padre todopoderoso, en cuyas manos está el destino del universo, y pidámosle confiadamente que escuche las oraciones de su pueblo:
(Respondemos a cada petición: Señor, ten piedad).

Por la santa Iglesia de Dios para que busque cada día con mayor afán el rostro de su Señor, y sus fieles se esfuercen en purificarse de todas sus faltas y pecados, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad.

Por los que gobiernan las naciones, para que trabajen con interés y constancia por la paz y bienestar de los ciudadanos, a fin de que reine entre los pueblos la justicia y la paz, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad.

Por los enfermos, los encarcelados y por todos los que sufren, para que Dios, Padre de misericordia, venga en auxilio de sus males, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad.

Por todos lo que estamos aquí reunidos, para que el Señor nos conceda perseverar en la fe y progresar en el mutuo amor, roguemos al Señor.
Señor, ten piedad.

Celebrante:
Dios nuestro, que en Cristo, el Verbo eterno, nos has dado la plenitud de tu palabra: escucha la oración de la Iglesia y haz que sintamos la urgencia de convertirnos a ti y de adherirnos con toda el alma al Evangelio, para que toda nuestra vida anuncie a los que dudan y viven alejados al único salvador de los seres humanos, Jesucristo, tu Hijo y Señor nuestro, que vive y reina por los siglos de siglos.
Amén.

 

Oración Sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, las ofrendas que te presentamos para esta Eucaristía en la que se realiza un glorioso intercambio; a fin de que, al ofrecerte tus propios dones, podamos recibirte a ti mismo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

La salvación por la obediencia de Cristo

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque tu amor al mundo fue tan misericordioso que no sólo nos enviaste como redentor a tu propio Hijo, sino que lo quisiste en todo semejante a nosotros, menos en el pecado, para poder así amar en nosotros lo que en él amabas. Con su obediencia nos devolviste aquellos dones que por nuestra desobediencia habíamos perdido.
Por eso,
ahora nosotros, llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y los santos diciendo:

Antífona de la Comunión

Acudan al Señor, pongan en él su confianza y no quedarán defraudados.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Te damos gracias, Señor, por habernos alimentado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y te pedimos que este don tuyo sea para nosotros fuente inagotable de vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén


Meditación diaria

Tercer Domingo
ciclo b

Desprendimiento para seguir a Cristo

— Los discípulos, dejadas todas las cosas, siguen a Jesús. Necesidad de un desprendimiento completo para responder a las llamadas que nos dirige el Señor.

— Algunos detalles de pobreza cristiana y de desprendimiento.

— La limosna y el desprendimiento de los bienes materiales.

I. El Evangelio de la Misa nos narra la llamada de Cristo a cuatro de sus discípulos: Pedro, Andrés, Santiago y Juan1. Los cuatro eran pescadores y se encuentran trabajando, echando las redes o arreglándolas, cuando Jesús pasa y les llama. Estos Apóstoles ya conocían al Señor2 y se habían sentido profundamente atraídos por su Persona y por su doctrina. El llamamiento que ahora reciben es el definitivo: Seguidme y os haré pescadores de hombres. Jesús, que les ha buscado en medio de su trabajo, emplea un símil sacado de su profesión, la pesca, para señalarles su nueva misión.

Estos pescadores, al instante, lo dejaron todo para seguir al Maestro. También de San Mateo se nos dice que, relictis omnibus, dejadas todas las cosas, se levantó de la mesa donde cobraba los tributos y se fue con Cristo. Y el resto de los Apóstoles, cada uno en las peculiares circunstancias en que los encontró Jesús, debieron de hacer lo mismo.

Para seguir a Cristo es necesario tener el alma libre de todo apegamiento: del amor a sí mismo en primer lugar, de la excesiva preocupación por la salud, del futuro..., de las riquezas y bienes materiales. Porque cuando el corazón se llena de los bienes de la tierra, ya no queda lugar para Dios. A unos les pedirá el Señor la renuncia absoluta para disponer de ellos con más plenitud, como hizo con los Apóstoles, con el joven rico3, con tantos, a lo largo de los siglos, que han encontrado en Él su tesoro y su riqueza. Y a todo el que pretenda seguirle, le exige Cristo un desprendimiento efectivo de sí mismo y de lo que tiene y usa. Si este desasimiento es real, se manifestará en muchos hechos de la vida ordinaria, pues siendo bueno el mundo creado, el corazón tiende a apegarse desordenadamente a las criaturas y a las cosas. Por eso necesita el cristiano una vigilancia continua y un examen frecuente, para que los bienes creados no impidan la unión con Dios, sino que sean un medio para amarle y servirle. "Vigilen, pues, todos para ordenar rectamente sus afectos –advierte el Concilio Vaticano II–, no sea que, en el uso de las cosas de este mundo y en el apego a las riquezas, encuentren un obstáculo que les aparte, contra el espíritu de pobreza evangélica, de la búsqueda de la perfecta caridad, según el aviso del Apóstol: Los que usan de este mundo, no se detengan en eso, porque los atractivos de este mundo pasan (Cfr. 1 Cor 7, 31)"4. Estas palabras de San Pablo a los cristianos de Corinto, que recoge la Segunda lectura de la Misa, son una invitación a poner nuestro corazón en lo eterno, en Dios.

La renuncia que pide el Señor ha de ser efectiva y concreta. Como dirá más tarde el mismo Jesús, es imposible servir a Dios y a las riquezas5. Si renunciamos a la propia vida por Cristo, con más motivo hemos de hacerlo con los bienes pasajeros que, en definitiva, duran poco y valen poco.

II. El desasimiento cristiano no es desprecio de los bienes materiales, si se adquieren y se utilizan conforme a la voluntad de Dios, sino hacer realidad en la propia vida aquel consejo del Señor: Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura6. Cuanto mayor es el desprendimiento, se descubre que mayor es la capacidad de querer a los demás y de apreciar la bondad y belleza de la creación.

Pero un corazón tibio y dividido, dado a compaginar el amor a Dios con el amor a los bienes, a la comodidad y al aburguesamiento, muy pronto desalojará a Cristo de su corazón y se encontrará prisionero de los bienes, que entonces se han convertido para él en males. No debemos olvidar que todos arrastramos como secuela del pecado original la tendencia a una vida más fácil, al aburguesamiento, al afán de dominio, a la preocupación por el futuro. A esta tendencia, que existe en todo corazón, se une la carrera desenfrenada por la posesión y el disfrute de medios materiales, como si fuera lo más importante de la vida, que parece extenderse cada vez más en la sociedad en que vivimos. En todas partes se observa una clara tendencia, no al legítimo confort, sino al lujo, a no privarse de nada placentero. Es una gran presión que se hace sentir por todas partes y que no debemos olvidar, si queremos de verdad mantenernos libres de estas ataduras para seguir a Cristo y ser ejemplos vivos de templanza, en medio de esa sociedad que debemos conducir hasta el Señor. La abundancia y el disfrute de bienes materiales nunca darán la felicidad al mundo; el corazón humano solo encontrará en su Dios y Señor la plenitud para la que fue creado. Cuando no se actúa con la necesaria fortaleza para vivir ese desprendimiento, "el corazón queda entonces triste e insatisfecho; se adentra por caminos de un eterno descontento y acaba esclavizado ya en la tierra, víctima de esos mismos bienes que quizá se han logrado a base de esfuerzos y renuncias sin cuento"7.

La pobreza y el desasimiento cristianos no tienen nada que ver con la suciedad y dejadez, con el desaliño o la falta de educación. Jesús va bien vestido. Su túnica, confeccionada seguramente por su Madre, es en el Calvario objeto de sorteo, porque era sin costura y de un solo tejido de arriba abajo8; era una vestidura orlada9. También observamos cómo en casa de Simón nota la falta de las normas usuales de educación y le echa en cara que no le haya ofrecido agua para lavarse los pies ni le haya saludado con el beso de la paz y que no unja su cabeza con óleo...10. La casa de la Sagrada Familia en Nazaret era modesta, limpia, sencilla, ordenada, alegre, sin desperfectos no recompuestos por dejadez o desidia, agradable, donde daba gusto estar. Frecuentemente no faltarían unas flores o algún pequeño detalle de adorno colocado con gusto.

La pobreza del cristiano que se ha de santificar en medio del mundo está muy ligada al trabajo del que vive y sostiene a su familia; en el estudiante su pobreza se relaciona con un estudio serio y un tiempo bien aprovechado, con la clara conciencia de que contrae con su formación una deuda con la sociedad y con los suyos, y que debe prepararse con competencia para ser útil; la pobreza de la madre de familia estará íntimamente unida al cuidado de su hogar, de la ropa, de los muebles..., para que duren, al prudente ahorro, que la llevará a evitar los caprichos personales, al examen de calidades en lo que compra, lo que supondrá en ocasiones recorrer más de una tienda, comparar precios... Y en relación a los hijos, ¡cómo agradecen luego el haber sido educados con esa cierta austeridad, que entra por los sentidos y que no necesita demasiadas explicaciones cuando se ve hecha vida en los padres! Y esto aunque se trate de una familia de posición desahogada. Los padres les dejan una gran herencia cuando descubren que el trabajo es el mejor y más sólido capital, cuando muestran el valor de las cosas y enseñan a gastar teniendo en cuenta las necesidades que padecen muchos en la tierra, cuando les educan para ser generosos.

III. El desprendimiento efectivo de los bienes supone sacrificio. Un desprendimiento que no cuesta es poco real. El estilo de vida cristiana supone un cambio radical de actitud frente a los bienes terrenos: se procuran y se usan no como si fueran un fin, sino como medio para servir a Dios, a la familia, a la sociedad. El fin de un cristiano no es tener cada vez más, sino amar más y más a Cristo, a través de su trabajo, de su familia, también a través de los bienes. La generosa preocupación por las necesidades ajenas que vivían los primeros cristianos11 y que San Pablo enseñó a vivir también a los fieles de las comunidades que iba fundando, será siempre un ejemplo de permanente vigencia: un cristiano jamás podrá contemplar con indiferencia las necesidades espirituales o materiales de los demás, y debe poner los medios para contribuir generosamente a solucionar esas necesidades. Unas veces con su aportación económica, otras cediendo su tiempo para obras buenas, sabiendo que entonces no solo se remedian las necesidades de los santos (de otros hermanos en la fe), sino que también se contribuye mucho a la gloria del Señor12.

La generosidad en la limosna a personas necesitadas o a obras buenas ha sido siempre una manifestación, no única, del desprendimiento real de los bienes y del espíritu de pobreza evangélica. Limosna, no solo de lo superfluo, sino aquella que se compone principalmente a base de sacrificios personales, de pasar necesidad en algún campo. Esta ofrenda, hecha con sacrificio de aquello que nos parecía quizá necesario, es gratísima al Señor. La limosna brota de un corazón misericordioso, y "es más útil para quien la ejerce que para aquel que la recibe. Porque quien la ejerce saca de allí un provecho espiritual, mientras quien la recibe solo temporal"13.

El Señor, como a los Apóstoles, nos ha invitado a seguirle, cada uno en unas peculiares condiciones, y para responder a esa llamada debemos vigilar si también nosotros hemos dejado todas las cosas, aunque de hecho tengamos que usar de ellas. Examinemos si somos generosos con lo que tenemos y usamos, si estamos desprendidos del tiempo, de la salud, si nuestros amigos nos conocen por ser personas que habitualmente viven con sobriedad, si somos generosos en la limosna, si evitamos gastos que son en el fondo capricho, vanidad, aburguesamiento, si cuidamos aquello que usamos: libros, instrumentos de trabajo, ropa; veamos, en definitiva, si nuestro deseo de seguir al Señor va acompañado del necesario desprendimiento de las cosas, y si este desprendimiento es real, si se expresa en hechos concretos. También Jesús pasa a nuestro lado; no dejemos que por cuatro cosas –basura las llama San Pablo14–, estemos retrasando esa unión más honda con Cristo.

1 Mc 1, 14-20. — 2 Jn 1, 35-42. — 3 Mc 10, 21. — 4 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 42. 5 Lc 16, 13. 6 Mt 6, 33. 7 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 118. — 8 Jn 19, 23. — 9 Mt 9, 20; 14, 36. — 10 Lc 7, 36-50. — 11 Cfr. Hech 2, 44-47. — 12 2 Cor 9, 12. — 13 Santo Tomás, Comentario a la 2ª Epístola a los Corintios, 8, 10. — 14 Flp 3, 8.


25 de enero

LA CONVERSIÓN DE SAN PABLO*

Fiesta

— En el camino de Damasco.

— La figura de San Pablo, ejemplo de esperanza. Correspondencia a la gracia.

— Afán de almas.

I. Sé de quién me he fiado, y estoy firmemente persuadido de que tiene poder para asegurar hasta el último día, en que vendrá como juez justo, el encargo que me dio1.

Pablo, gran defensor de la Ley de Moisés, consideraba a los cristianos como el mayor peligro para el judaísmo; por eso, dedicaba todas sus energías al exterminio de la naciente Iglesia. La primera vez que aparece en los Hechos de los Apóstoles, verdadera historia de la primitiva cristiandad, lo vemos presenciando el martirio de San Esteban, el protomártir cristiano2. San Agustín hace notar la eficacia de la oración de Esteban sobre el joven perseguidor3. Más tarde, Pablo se dirige hacia Damasco, con poderes para llevar detenidos a Jerusalén a quienes encontrara, hombres y mujeres, seguidores del Camino4. El cristianismo se había extendido rápidamente, gracias a la acción fecunda del Espíritu Santo y al intenso proselitismo que ejercían los nuevos fieles, aun en las condiciones más adversas: los que se habían dispersado iban de un lugar a otro anunciando la palabra del Evangelio5.

Pablo iba camino de Damasco, respirando amenazas y muerte contra los discípulos del Señor; pero Dios tenía otros planes para aquel hombre de gran corazón. Y estando ya cerca de la ciudad, hacia el mediodía, de repente le envolvió de resplandor una luz del cielo. Y cayendo en tierra oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Respondió: ¿Quién eres tú, Señor? Y Él: Yo soy Jesús, a quien tú persigues6. Y enseguida la pregunta fundamental de Saulo, que es ya fruto de su conversión, de su fe, y que marca el camino de la entrega: ¿Señor, qué quieres que haga?7. Pablo ya es otro hombre. En un momento lo ha visto todo claro, y la fe, la conversión, le lleva a la entrega, a la disponibilidad absoluta en las manos de Dios. ¿Qué tengo que hacer de ahora en adelante?, ¿qué esperas de mí?

Muchas veces, quizá cuando más lejos estábamos, el Señor ha querido meterse de nuevo hondamente en nuestra vida y nos ha manifestado esos planes grandes y maravillosos que tiene sobre cada hombre, sobre cada mujer. "¡Dios sea bendito!, te decías después de acabar tu Confesión sacramental. Y pensabas: es como si volviera a nacer.

"Luego, proseguiste con serenidad: "Domine, quid me vis facere?" -Señor, ¿qué quieres que haga?

"-Y tú mismo te diste la respuesta: con tu gracia, por encima de todo y de todos, cumpliré tu Santísima Voluntad: "serviam!" -¡te serviré sin condiciones!"8. También ahora se lo repetimos una vez más. ¡Tantas veces se lo hemos dicho ya, en tonos tan diversos! Serviam! Con tu ayuda, te serviré siempre, Señor.

II. Vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí9.

Siempre recordaremos esos instantes en que Jesús, quizá inesperadamente, nos detuvo en nuestro camino para decirnos que se quiere meter de lleno en nuestro corazón. Nunca olvidó San Pablo aquel momento único, cuando tuvo lugar el encuentro personal con Cristo resucitado: en el camino de Damasco..., indica a veces, como si dijera: allí comenzó todo. En otras ocasiones señala que aquel fue el instante decisivo de su existencia. Y en último lugar, como a un abortivo, se me apareció a mí también...10.

La vida de San Pablo es una llamada a la esperanza, pues "¿quién dirá, cargado con el peso de sus faltas, "Yo no puedo superarme", cuando (...) el perseguidor de los creyentes se transforma en propagador de su doctrina?"11. Esta misma eficacia sigue operando hoy en los corazones. Pero la voluntad del Señor de sanarnos y convertirnos en apóstoles en el lugar donde trabajamos y donde vivimos necesita nuestra correspondencia; la gracia de Dios es suficiente, pero es necesaria la colaboración del hombre, como en el caso de Pablo, porque el Señor quiere contar con nuestra libertad. Comentando las palabras del Apóstol -no yo, sino la gracia de Dios en mí señala San Agustín: "Es decir, no solo yo, sino Dios conmigo; y por ello, ni la gracia de Dios sola, ni él solo, sino la gracia de Dios con él"12.

Contar siempre con la gracia nos llevará a no desanimarnos jamás, a pesar de que una y otra vez experimentemos la inclinación al pecado, los defectos que no acaban de desaparecer, las flaquezas e incluso las caídas. El Señor nos llama continuamente a una nueva conversión y hemos de pedir con constancia la gracia de estar siempre comenzando, actitud que lleva a recorrer con paz y alegría el camino que conduce a Dios –afianzados en la filiación divina y que mantiene siempre la juventud del corazón. Pero es necesario corresponder en esos momentos bien precisos en los que, como San Pablo, le diremos a Jesús: Señor, ¿qué quieres que haga?, ¿en qué debo luchar más?, ¿qué cosas debo cambiar? Jesús se nos hace encontradizo muchas veces; entonces, "es menester sacar fuerzas de nuevo para servir –escribe Santa Teresa y procurar no ser ingratos, porque en esa condición las da el Señor; que si no usamos bien del tesoro y del gran estado en que nos pone, nos los tornará a tomar y quedarnos hemos muy más pobres, y dará su Majestad las joyas a quien luzca y aproveche con ellas a sí y a otros"13.

Señor, ¿qué quieres que haga? Si se lo decimos de corazón -como una jaculatoria muchas veces a lo largo del día, Jesús nos dará luces y nos manifestará esos puntos en los que nuestro amor se ha detenido o no avanza como Dios desea.

III. Sé en quién he creído...

Estas palabras explican toda la vida posterior de Pablo. Ha conocido a Cristo, y desde ese momento todo lo demás es como una sombra, en comparación a esta inefable realidad. Nada tiene ya valor si no es en Cristo y por Cristo. "La única cosa que él temía era ofender a Dios; lo demás le tenía sin cuidado. Por esto mismo, lo único que deseaba era ser fiel a su Señor y darlo a conocer a todas las gentes"14. Lo que deseamos nosotros; lo único que queremos.

Desde el momento de su encuentro con Jesús, Pablo se convirtió a Dios de todo corazón. El mismo afán que le llevaba antes a perseguir a los cristianos lo pone ahora, aumentado y fortalecido por la gracia, en el servicio del ideal grandioso que acaba de descubrir. Hará suyo el mensaje que recibieron los demás Apóstoles y que recoge el Evangelio de la Misa: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación15. Pablo aceptó este compromiso e hizo de él, desde ese momento, la razón de su vida. "Su conversión consiste precisamente en esto: en haber aceptado que Cristo, al que encontró por el camino de Damasco, entrará en su existencia y la orientará hacia un único fin: el anuncio del Evangelio. Me debo tanto a los griegos como a los bárbaros, tanto a los sabios como a los ignorantes... Yo no me avergüenzo del Evangelio: es fuerza de salvación para todos los que creen en él (Rom 1, 13-16)"16.

Sé en quién he creído... Por Cristo afrontará riesgos y peligros sin cuento, se sobrepondrá continuamente a la fatiga, al cansancio, a los aparentes fracasos de su misión, a los miedos, con tal de ganar almas para Dios. Cinco veces recibí cuarenta azotes menos uno; tres veces fui azotado con varas; una vez fui lapidado; tres veces naufragué; un día y una noche pasé náufrago en alta mar; en mis frecuentes viajes sufrí peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi raza, peligros de los gentiles, peligros en ciudades, peligros en despoblado, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; trabajos y fatigas, frecuentes vigilias, con hambre y sed, en frecuentes ayunos, con frío y desnudez; y además de otras cosas, mi responsabilidad diaria: la solicitud por todas las iglesias. ¿Quién desfallece sin que yo desfallezca? ¿Quién tiene un tropiezo sin que yo me abrase de dolor?17.

Pablo centró su vida en el Señor. Por eso, a pesar de todo lo que padeció por Cristo, podrá decir al final de su vida, cuando se encuentra casi solo y un tanto abandonado: Abundo y sobreabundo de gozo en todas mis tribulaciones... La felicidad de Pablo, como la nuestra, no estuvo en la ausencia de dificultades sino en haber encontrado a Jesús y en haberle servido con todo el corazón y todas las fuerzas.

Terminamos esta meditación con una oración de la liturgia de la Misa: Señor, Dios nuestro, Tú que has instruido a todos los pueblos con la predicación del apóstol San Pablo, concédenos a cuantos celebramos su conversión caminar hacia Ti, siguiendo su ejemplo, y ser ante el mundo testigos de tu verdad18. A nuestra Madre Santa María le pedimos que no dejemos pasar esas gracias bien concretas que nos da el Señor para que, a lo largo de la vida, volvamos una y otra vez a recomenzar.

1 Antífona de entrada. 2 Tim 1, 12; 4, 8. — 2 Cfr. Hech 7, 60. — 3 Cfr. San Agustín, Sermón 315. — 4 Hech 9, 2. — 5 Hech 8, 4. — 6 Hech 9, 3-5. — 7 Hech 22, 10. — 8 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 238. — 9 Antífona de comunión. Gal 2, 20. — 10 1 Cor 15, 8-10. — 11 San Bernardo, Sermón 1º en la Conversión de San Pablo, 1. — 12 San Agustín, Sobre la gracia y el libre albedrío, 5, 12. — 13 Santa Teresa, Vida, 10. — 14 Liturgia de las Horas, Segunda lectura; San Juan Crisóstomo, Homilía 2 sobre las alabanzas de San Pablo. — 15 Mc 16, 15. — 16 Juan Pablo II, Homilía 25-I-1987. — 17 2 Cor 11, 24-29. — 18 Misal Romano, Oración colecta de la Misa.

* Termina hoy el Octavario por la unidad de los cristianos conmemorando la conversión del Apóstol de las gentes. La gracia de Dios convierte a San Pablo de perseguidor de los cristianos en mensajero de Cristo. Este hecho nos enseña que la fe tiene su origen en la gracia y se apoya en la libre correspondencia humana, y que el mejor modo de acelerar la unidad de los cristianos consiste en fomentar cada día la conversión personal.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

La Conversión de San Pablo

La Sagrada Biblia, en el capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles, narra así La Conversión de San Pablo:
"Saulo, respirando amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al Sumo Sacerdote y le pidió cartas de recomendación para las sinagogas de los judíos de Damasco, para que si encontraba algunos seguidores de Cristo, los pudiera llevar presos y encadenados a Jerusalén.
Y sucedió que yendo de camino, cuando estaba cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo; cayó en tierra y oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿Por qué me persigues?". El respondió: ¿Quién eres tú Señor? Y oyó que le decían: "Yo soy Jesús a quien tú persigues. Pero ahora levántate; entra en la ciudad, y allí se te dirá lo que tendrás que hacer".

Los hombres que iban con él se habían detenido mudos de espanto, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron de la mano y lo hicieron entrar en Damasco. Pasó tres días sin comer y sin beber.

Había en Damasco un discípulo llamado Ananías. El Señor le dijo en una visión: ¡Ananías! El respondió: "Aquí estoy Señor" y el Señor le dijo: "Levántate. Vete a la calle Recta y pregunta en la casa de Judas por uno de Tarso que se llama Saulo; mira: él está en oración y está viendo que un hombre llamado Ananías entra y le coloca las manos sobre la cabeza y le devuelve la vista.

Respondió Ananías y dijo: "Señor, he oído a muchos hablar de ese hombre y de los males que ha causado a tus seguidores en Jerusalén, y que ha venido aquí con poderes de los Sumos Sacerdotes para llevar presos a todos los que creen en tu nombre".

El Señor le respondió: "Vete, pues a éste lo he elegido como un instrumento para que lleve mi nombre ante los que no conocen la verdadera religión y ante los gobernantes y ante los hijos de Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre".

Fue Ananías. Entró en la casa. Le colocó sus manos sobre la cabeza y le dijo: "Hermano Saulo: me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías. Y me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo". Al instante se le cayeron de los ojos unas como escamas y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado. Tomó alimento y recobró las fuerzas.

Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y enseguida se puso a predicar en favor de Jesús, en las sinagogas o casas de oración, y decía que Jesús es el Hijo de Dios. Todos los que lo escuchaban quedaban admirados y decían: ¿No es éste el que en Jerusalén perseguía tan violentamente a los que invocaban el nombre de Jesús? Y ¿No lo habían enviado los Sumos Sacerdotes con cartas de recomendación para que se llevara presos y encadenados a los que siguen esa religión? "Pero Saulo seguía predicando y demostraba a muchos que Jesús es el Mesías, el salvador del mundo".

Saulo se cambió el nombre por el de Pablo. Y en la carta a los Gálatas dice: "Cuando Aquél que me llamó por su gracia me envió a que lo anunciara entre los que no conocían la verdadera religión, me fui a Arabia, luego volví a Damasco y después de tres años subí a Jerusalén para conocer a Pedro y a Santiago". Las Iglesias de Judea no me conocían pero decían: "El que antes nos perseguía, ahora anuncia la buena noticia de la fe, que antes quería destruir". Y glorificaban a Dios a causa de mí.

Apóstol San Pablo: que tu conversión sea como un ideal para todos y cada uno de nosotros. Que también en el camino de nuestra vida nos llame Cristo y nosotros le hagamos caso y dejemos nuestra antigua vida de pecado y empecemos una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado.

Si lo que busco es agradar a la gente, no seré siervo de Cristo.

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La Beata María Gabriela de la Unidad

 

"Ahora he entendido verdaderamente

que la gloria de Dios y el ser víctima

no consiste en hacer grandes cosas,

sino en el sacrificio total del propio yo"

 

"La conversión, la cruz y la oración son esencialmente los elementos sobre los que se basa el movimiento para reconstruir la unidad de los cristianos. Toda la vivencia de la Beata María Gabriela, a través de la vocación trapense primero y la ofrenda de su vida por la unidad de los cristianos después, se destaca sobre tres valores esenciales: conversión, inmolación por los hermanos, oración. No podía ser de otro modo.

 

Así lo confirma el Concilio Vaticano II con estos términos: "No puede haber verdadero ecumenismo sin conversión interior, porque el deseo de la unidad nace y madura por la renovación del espíritu, de la abnegación de sí mismo y del pleno ejercicio de la caridad. Por eso debemos implorar del espíritu divino la gracia de una sincera abnegación, de la humildad, de la mansedumbre en el servicio y de la fraterna generosidad de ánimo hacia los demás... Esta conversión del corazón y esta santidad de vida, unida a la oración privada y pública por la unidad de los cristianos, se debe tener como el alma de todo el movimiento ecuménico y se puede justamente llamar ecumenismo espiritual."

Es ella, además, históricamente la primer beata que sale de las filas de la Acción Católica Femenina, la priemera entre los jóvenes de Cerdeña, la primera entre los monjes y monjas trapenses, la primera entre los que trabajan por la unidad.

El ofrecimiento de su vida por la unidad, que el Señor le inspiró durante la semana de oración en esos días de 1938 y que Él aceptó como agradable holocausto de amor, no es el inicio sino la cumbre de la carrera espiritual de la joven atleta.

La Beata María Gabriela Sagheddu que unió graciosamente al nombre del Ángel de la Anunciación aquel de la Virgen de la escucha, se convierte en signo de los tiempos y modelo del ecumenismo espiritual al cual nos ha llamado el Concilio. Ella nos alienta a mirar con optimismo más allá de las dificultades propias del hombre, las maravillosas prospectivas de la unidad eclesial, cuyo progresivo afirmarse está unido siempre al profundo deseo de convertirnos a Cristo, para hacer operante y eficaz el anhelo de Cristo: Ut omnes unum sint! (S.S. Juan Pablo II, Ceremonia de beatificación de María Gabriela de la Unidad, 25 de enero de 1983).

Su infancia

María Sagheddu nació el 17 de marzo de 1914 en Dorgali, provincia de Nuoro, sobre la costa oriental de Cerdeña. Su Papá, Marcoantonio Sagheddu, era pastor de ovejas y trabajaba para un rico propietario de la isla. Su mamá, Caterina Cucca, pertenecía a una familia tradicional. Tenía dos hermanos y dos hermanas más grandes, después de ella siguen tres: dos mujeres y un varón.

En la época en que nació María la familia gozaba de un modesto bienestar, pero la prueba no se hizo esperar. El 1° de agosto de 1914 se desata la guerra franco-alemana y al año siguiente Italia entra en conflicto. En 1919, murió su hermano Bartolomé de solo un año y a los quince días su papá, sin alcanzar los cincuenta años de edad. Fue un golpe duro para la señora Sagheddu, y también para los hijos. María tenía sólo cinco años y medio. A esta edad ya se vislumbra el fuerte carácter de la niña: es caprichosa e irascible y cuando quiere una cosa, no descansa hasta obtenerla. La educación de la mamá, de la maestra y de la catequista dulcifican paulatinamente aquel carácter duro. María se convierte así en una niña más dulce pero frecuentemente obedece quejándose, o muchas veces niega la orden, aunque luego cumple fielmente aquello que se le pidió. Nunca se dejó abatir por las dificultades, superándolas con paciencia y buen humor. Siempre autoritraia, sabía poner en su lugar a los demás, a veces de modo brusco. Sus grandes pasiones eran la lectura y el juego de las cartas.

Debido a la difícil situación familiar, María no pudo finalizar los estudios pues tuvo que empezar a trabajar en su casa para ayudar la familia.

Vocación

Acudía a la Parroquia de Santa Catalina, la cual contaba con numerosos jóvenes de la Acción Católica. María rechazó varias veces la invitación de la presidenta para formar parte del movimiento, pero finalmente, a los 17 años, ella misma pidió su inscripción en la Asociación. En esta época María toma conciencia que la Virgen la ama y que Jesús la quiere para sí, pero que sus defectos son un obstáculo para una vida de intimidad con Él. Emprende entonces la lucha despiadada contra los defectos y las imperfecciones que caracterizará aquel período de su existencia. Así testimonian sus conocidos: "A los 18 años cambió completamente, se corrigió de todos sus defectos".

Mediante la Eucaristía y la oración, y junto a la Virgen María, la joven crecía espiritualmente. Un año antes de entrar a Grottaferrata confiesa que pensaba en la vida religiosa desde hacía varios años. Comenta un familiar suyo " Me habló de su intención de hacerse monja más o menos un año antes. Y cuando le pregunté el por qué de su decisión, me respondió: lo estoy pensando desde hace un año y más y antes de tomar la decisión he querido reflexionar mucho". Mas una vez tomada la decisión responde pronta y generosamente a la vocación sólo por motivos sobrenaturales: "para ser toda y siempre de Dios".

A los 20 años, su deseo de vida consagrada se hace más intenso y preciso. Espera que el Señor le haga esta gracia. Aquello que desea es donarse, poco le importa el lugar y el modo de la consagración.

Dice su confesor: "Ella era indiferente a cualquier Orden; yo conocía la Trapa, se la propuse y aceptó gustosa… Estaba dispuesta a ir a cualquier Instituto sin preferencia".

Ingreso a la vida religiosa

Entra a la Trapa el 6 de octubre de 1935. Toma el nombre de María Gabriela, por el ángel de la anunicación, ya que era éste uno de los misterios sobre los que caía su predilección. Lo meditaba en compañía del ángel Gabriel. Tenía una espiritualidad eminentemente mariana que deriva de la contemplación asidua de los misterios del Verbo Encarnado y de su Iglesia. Era muy devota del Santo Rosario: "Llevaba siempre el rosario en la mano. En las idas y venidas frecuentes en comunidad, y en muchas otras circunstancias, desgranaba el rosario con un gozo que transparentaba en su trato con las demás".

Al ingresar al Convento se debe hacer una elección, al menos provisoria: ¿la postulante sería corista o conversa? Como consagración al Señor, no hay diferencia, las dos hacen los mismos votos, aunque ser corista comporta una mayor exigencia. María sólo tenía los estudios elementales, y pensaba que sería conversa, sobre todo porque era totalmente ignorante en lo que respecta a la música y al canto. Sin embargo la Madre Abadesa decidió lo contrario; la postulante debía educar la voz y estudiar para conquistar los conocimientos que le faltaban. Es así que Sor María Gabriela, sentada en un banquito de frente a un piano, hace las escalas incansablemente, probando de acomodar la voz al sonido del instrumento. Trabajo ingrato y humillante que hace falta recomenzar por semanas y meses. Su corazón está divido entre el gozo que prueba de participar a la Lode divina junto a sus hermanas, y el sentimiento de ser incapaz de cumplir correctamente con su deber. La Madre Abadesa juzga satisfactorios los progresos, y la exhorta a perseverar con coraje. Ella, por el contrario, estará siempre insatisfecha, tan grande es su preocupación de perfección en todo. Comenta la Beata en una carta "Estoy en el coro, porque la Reverenda Madre lo ha querido así. Cantar sé bien poco, mas desafinar, mucho. Por esto habría querido retirarme del oficio, pero la Reverenda Madre no ha querido, diciendo que poco a poco aprenderé".

Toma de hábito

La ceremonia de toma de hábito tuvo lugar el 13 de abril de 1936, lunes siguiente a la Pascua. Para esta ocasión escribe a sus familiares: "Él, mi Jesús, habría podido elegir tantas otras almas más amantes, más puras, inocentes, más dignas. Pero no, Él ha querido elegirme a mi, si bien yo soy indigna…" "Podéis imaginar mi alegría... Rezad siempre para que sea fiel a mis obligaciones y a mi Regla, haciendo siempre la voluntad de Dios, sin ofenderle nunca y así vivir feliz para toda la vida en su casa".

Para San Benito el signo de una auténtica vocación monástica es una seria búsqueda de Dios. Y esta búsqueda de Dios debe intensificarse en el curso de la vida, hasta convertirse en una idea fija. Para él esta búsqueda o sed se traduce en un celo, es decir en una prisa por el servicio divino, por la obediencia y por los oprobios. El servicio divino es el primer deber de un monje y su principal ocupación y así lo es efectivamente para Sor María Gabriela, para quien se constituye en verdadera fuente de gozo espiritual. En una carta a su familia escribe: "La Reverenda Madre me ha puesto en el coro para salmodiar y cantar las alabanzas divinas. Debo ser muy atenta y agradecida por esta gracia especial que se me ha confiado… hago todo lo posible por estudiar y espero que Jesús me ayudará".

El segundo signo de la búsqueda de Dios es el celo por la obediencia. Obediencia es despojarse de la propia voluntad. San Benito invita a odiar la propia voluntad. Sor María Gabriela manifestó en su vida religiosa un apego verdadero a sus superiores, sin caer nunca en la obsecuencia. Los estimaba y amaba; 18 meses después de su entrada escribe: "De mis superioras, no podría haber deseado algo mejor". Y en otra ocasión: "Es una gran gracia vivir en el Monasterio, donde todas las acciones, aún las más viles, cuando son por obediencia, aportan un gran mérito". Demostró una verdadera devoción hacia los superiores. No buscó nunca apoyo, consejo o sugerencias fuera del Monasterio. Estaba siempre dispuesta a recibir cualquier reto con espíritu de humildad, con tal de no trasgredir mínimamente la Regla, esto se refleja en las palabras que dirige a los suyos: "Rueguen al Señor para que no sólo comprenda todo lo que me dicen, sino también ponga en práctica las enseñanzas, es decir, obedecer a los superiores y observar exactamente la Regla de mi Orden y así hacerme santa delante de Dios".

El tercer signo, según San Benito, es el celo o la solicitud por el abajamiento. Sor Gabriela se decía pobre pecadora. "Estaba siempre dispuesta a humillarse, siempre se ponía de rodillas y decía: Es mi culpa, ante cualquier observación…" Su característica era esconderse y desaparecer en el encuentro con los demás. Un signo de la humildad de Sor Gabriela es la falcilidad con la cual acogía los reproches. Se sometió a la guía de dos grandes religiosas: la Madre Pía Gullini y la Maestra de novicias, Madre Tecla.

Profesión religiosa

En la Fiesta de Cristo Rey del año 1937, realiza los votos religiosos. Sor Gabriela ya tenía el corazón dispuesto para el sacrificio, lo reflejan las palabras que escribió para ese día: "En la simplicidad de mi corazón te ofrezco todo alegremente, oh Señor. Tú te has dignado llamarme y yo vengo con arrojo a postrarme a tus pies. Tú en el día de tu fiesta real quieres hacer de esta mísera creatura la reina. Te agradezco con toda la efusión del alma y al pronunciar los santos votos me abandono enteramente a Ti. Haz Jesús que me mantenga siempre fiel a mis promesas y no quiera más volver a tomar lo que te ofrezco en este día. Ven y reina en mi alma como Rey de amor (…) Oh Jesús yo me ofrezco contigo a tu Sacrificio y si bien soy indigna y nada, espero firmemente que el divino Padre mire con ojos de complacencia mi pequeña ofrenda porque estoy unida a Ti, y del resto, he dado todo aquello que estaba en mi poder. ¡Oh Jesús! consúmame como una pequeña hostia de amor por tu Gloria y por la salvación de las almas. Padre eterno, mostrad que en este día vuestro Hijo va a las Bodas y establece su reino en todos los corazones, donde todos lo amen y lo sirvan conforme a vuestra divina voluntad. A mí dadme lo que necesito para ser una verdadera esposa de Jesús. Amén.

El ofrecimiento de su vida por la unidad de los cristianos

El momento decisivo de su vida se produjo con motivo de la semana de oración por la unidad de los cristianos en 1937. Esta semana de oración universal fue recibida por la Iglesia del converso sacerdote Francis Watson e iluminada según el pensamiento del Abad Couturier, su gran promotor en toda Europa. En el monasterio de Grottaferrata estos ideales calaron muy hondo pues la Madre Superiora, Madre Pía, mantenía comunicaciones frecuentes con Couturier y tenía firmes convicciones en el espíritu del apostolado de la penitencia en conformidad con las últimas apariciones de la Virgen en la Rue du Bac, en Lourdes y en La Salette. Ella decidió aplicar esta espiritualidad a las laceraciones infligidas por las divisiones entre los cristianos a la indivisible túnica de Cristo. Así fué que en octubre de 1937 propuso a sus hermanas la gran intención de rezar por la unidad.

En 1938, la Madre invitó al Capítulo Monástico al Abad Couturier, quien se expresaba: "La oración permanecerá el centro luminoso y vivo del ecumenismo, rico de una espléndida irradicación de universalidad y de simultaneidad visible a través de la cristiandad destrozada... La enseñanza irénica de búsquedas que nos unan, nos arroja de rodillas ante el corazón de Cristo para repetir todos juntos en un acto de amor único e inmenso: "venga ¡Oh Señor! aquella unidad que tú has pedido para todos aquellos que te aman. 'Congregavit nos in unum Christi amor'."

La Madre Tecla cuenta el impacto que aquellas palabras produjeron en Sor Gabriela: "Este hombre llegó al monasterio en enero de aquel año, con ocasión del octavario por la unidad. Él habló de algunas vidas ofrecidas al fin de la unidad. En aquellos días sor Gabriela me hizo la confidencia de cuanto el Señor le pedía: y que también ella quería ofrecer su vida por la unidad de la Iglesia... Le dije que debía hablar a la Madre Abadesa y atenerse a su decisión. Sor Gabriela se dirijió rápidamente a la Madre, se arrodilló delante de ella y con humildad y dulzura le suplicó que le concediese la gracia de ofrecer su vida por la unidad de la Iglesia ... "¿me deja ofrecer mi vida? En tanto, ¿qué valor tiene? Yo no hago nada, no he jamás hecho nada. Usted ha dicho que se puede hacer con el debido permiso". La Abadesa, pensando que fuese un ímpetu juvenil, le respondió fríamente. Pero a los pocos días volvió Gabriela, humilde y tímida a decirle: "Me parece que el Señor lo quiere, me siento apremiada y esto sin querer pensarlo", a lo cual la Madre respondió: "Yo no digo ni sí ni no, pero antes debes hablar con el Padre Capellán y luego el Señor decidirá lo que debas hacer". Sor Gabriela salió radiante de alegría de aquel encuentro, tomó consejo del Padre Capellán, y el ofrecimiento fue hecho en aquel mismo momento. No demoraron en hacerse sentir los síntomas de la enfermedad con la cual el Señor la inmolaría. La tarde de ese mismo día el Señor le hizo entender que había aceptado aquel ofrecimiento. Ella misma llega a decir a su director "desde el día de mi ofrecimiento, no he pasado un sólo día sin sufrir. Soy feliz por poder ofrecer algo por amor de Jesús. Mi alegría se hace más grande cuando pienso que el tiempo de las verdaderas bodas se acerca".

Como dijera el Santo Padre en la ceremonia de Beatificación de Sor María Gabriela, el 25 de enero de 1983 con ocasión de la clausura del Octavario de oración por la unidad de los cristianos: "El ofrecimiento de su vida por la unidad, que el Señor le inspiró durante la semana de oración en esos días de 1938 y que Él aceptó como agradable holocausto de amor, no es el inicio sino la cumbre de la carrera espiritual de la joven atleta. De la unión alcanzada con la Voz de Dios, surge la moción del Espíritu a abrirse a los hermanos.

"Yo me ofrecí enteramente a mi Jesús y no retiro la palabra".

El sacrificio consumado.

"El Señor como vosotros sabéis, me ha favorecido siempre con gracias especiales, pero ahora, con esta enfermedad me ha hecho la más grande de todas. Me he abandonado totalmente a las manos del Señor y he ganado muchísimo." Sor María Gabriela advirtió de manera imprevista una aguda llaga en la espalda, acompañada en los días sucesivos de un insólito agotamiento. Pronto vino una tos persistente que le significaba muy penoso su trabajo. Luego de algunas visitas del médico de la casa, fue llevada al hospital para una radiografía y como consecuencia su enfermedad fue confirmada: tisis. El tiempo en el hospital se prolongó por cuarenta días y esto significó para ella su más duro Calvario. Al final de estos días, considerando el médico que eran inútiles todas las curaciones, fue trasladada nuevamente al monasterio de Grottaferrata y allí en la pequeña enfermería, con su paciencia, su sonrisa y su adhesión a la voluntad de Dios, por todo el tiempo que duró su vida fue de gran edificación para toda la comunidad. Se mostraba siempre contenta y sufría de buena gana por el Señor. "Los últimos días fueron una revalación para todas. No se ha lamentado, es más: sufría y más buscaba de sonreír. Decía: -esta enfermedad es mi riqueza…". No sólo sufrimientos físicos debió soportar, sino también las más duras pruebas interiores. En una carta desde el hospital le escribe a la superiora: "Reverenda madre, imagine mi confusión y pena viéndome expuesta a las miradas de todos, pero viendo en un gran crucifijo que Jesús estaba desnudo y por amor mío, y así expuesto al público, pensé que mi sacrificio no era nada en comparación al suyo". Y escribe a su confesor: "Cuando pienso en el Monasterio y especialmente a la noche, las lágrimas caen de mis ojos y no puedo más que decir: Dios mío, tu gloria".

Sus superioras atestiguan que estuvo en un continuo estado de aridez, lo que hacía más difícil la virtud y las largas oraciones vocales. Fue en aquel momento que escribió a su madre: "¡Cómo es bueno el Señor! Mi felicidad es grande y ninguno me la puede quitar. Si es hermoso vivir en la casa del Señor, es también hermoso en ella morir... Yo soy feliz de sufrir algo por amor de Jesús. Siento amar a mi Señor con todo el corazón, pero quisiera amarlo todavía más. Quisiera amarlo por aquellos que no lo aman, por aquellos que lo desprecian, por aquellos que lo ofenden, en fin, mi deseo no es otro que amar".

Sus sufrimientos duraron muchos meses, hasta el domingo 23 de abril cuando su ofrecimiento fue consumado, mientras la liturgia de la Iglesia celebraba el Buen Pastor, y el Evangelio de aquel día anunciaba: "y habrá un solo rebaño y un solo pastor".

Ut unum sint, para que todos sean uno. De esta manera, ella presentó a todos los cristianos el modelo supremo en los esfuerzos por la unidad de los cristianos. Su vida fue coronada, como era su convencimiento: "sí, yo pobre creatura, seré reina porque el Señor así lo quiere". Y así Sor María Gabriela nos dejó sus palabras y su vida como un modelo acabado de virtudes para alcanzar la unidad tan deseada.

Mientras los cristianos de todas las confesiones se esforzaban por encontrar las vías de la paz, Sor María Gabriela Sagheddu entendió lo que tantos no alcanzaban a ver: que las grandes gracias tienen un precio de oblación que alguien debe pagar en unión con la Víctima Divina. Y para saldar esta deuda se eligió a sí misma.

Si la santidad es imitación de Jesucristo, difícilmente se pueda encontrar una mayor consonancia e imitación. Jesucristo, en el momento supremo de la despedida, antes de su inmolación, rezó por la unidad de sus discípulos y de todos los hombres. Después se ofreció a sí mismo. La Beata Gabriela de la Unidad, joven y de corazón ardiente, tuvo la gracia de transformarse en víctima del mismo ideal de la misma manera que Jesús. Por eso difícilmente se pueda encontrar mayor consonancia e imitación.

Y así esta humilde religiosa -mediante la generosidad de su entrega- se ha transformado en protectora y protagonista de esta gran empresa: la unidad. Ella constituye una cima en aquel camino de la unidad y bien se ha dicho que lo que Santa Teresa de Lisieux fue y es para las misiones, la Beata María Gabriela es y será para el ecumenismo.

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Fuente: Santopedia.com
Enrique Suso, Beato Dominico, Enero 25  

Enrique Suso, Beato

Martirologio Romano: En Ulm, ciudad de Suabia (hoy Alemania), beato Enrique Suso, presbítero de la Orden de Predicadores, que soportó pacientemente muchos contratiempos y enfermedades, compuso un tratado sobre la sabiduría eterna y predicó a menudo sobre el Nombre de Jesús (1366).

Etimológicmente: Enrique = Aquel que es el caudillo de su morada, es de origen germánico.

Místico alemán, nació en Constanza el 21 de Marzo probablemente de 1295; murió en Ulm, el 25 de Enero de 1366; fue declarado Beato en 1831 por Gregorio XVI.

SU VIDA

Su padre perteneció a una noble familia de Berg; su madre, una santa mujer de la cual él tomó su nombre, a una familia de Sus (o Süs, de ahí el nombre Suso o Susso). A los trece años de edad ingresó al convento de los Dominicos en Constanza, donde realizó estudios de preparatoria, filosofía y teología. De 1324 a 1327 tomó un curso suplementario de teología en el Estudio General de los Dominicos en Colonia, donde se sentó a los pies de Johann Eckhart "el Maestro", y probablemente fue condiscípulo de Tauler, ambos célebres místicos. De regreso a Constanza fue nombrado para el oficio de lector, del cual parece haber sido removido varias veces entre 1329 y 1334. En el último año comenzó su carrera apostólica. Para 1343 fue elegido superior de un convento, probablemente en Diessenhofen. Cinco años más tarde fue enviado de Constanza a Ulm donde permaneció hasta su muerte.

La vida de Susso como místico comenzó a los dieciocho años, cuando, rompiendo con sus malas costumbres de los cinco años anteriores, se hizo a sí mismo "el Sirviente de la Eterna Sabiduría", la cual él identificaba con la esencia Divina y, en una forma concreta, con la persona de la Eterna Sabiduría hecha hombre. De ahí en adelante, una ardiente amor por la Eterna Sabiduría dominaría sus pensamientos y controlaría sus acciones. Tuvo frecuentes visiones y éxtasis, practicó una severa austeridad (la que prudentemente moderó en sus años maduros), y soportó con paciencia inusual las aflicciones corporales, amargas persecuciones y dolorosas calumnias.

Se convirtió en el más destacado entre los Amigos de Dios en el trabajo por el restablecimiento de la observancia religiosa en los claustros. Su influencia fue especialmente fuerte en muchos conventos de mujeres, particularmente en el convento de las Dominicas de Katherinenthal, una famosa escuela de misticismo en los siglos XIII y XIV, y en el de Toss, donde vivía la mística Elsbeth Stagel, quien tradujo algunos de sus trabajos en Latín al Alemán, reunió y preservó la mayor parte de sus cartas existentes, y consiguió de él la historia de su vida, la cual después él mismo desarrolló y publicó.

En muchas partes era muy estimado como predicador, y fue escuchado en ciudades y pueblos de Suavia, Suiza, Alsacia y los Países Bajos. Sin embargo, su apostolado no era con las masas, sino con individuos de todas las clases, quienes le buscaban por su personalidad singularmente atractiva, y para los cuales él se convirtió en el director personal de su vida espiritual.

A menudo se ha dicho incorrectamente que él estableció entre los Amigos de Dios una sociedad llamada la Hermandad de la Eterna Sabiduría. La así llamada Regla de la Hermandad de la Eterna Sabiduría no es sino una traducción libre de un capítulo de su Horologium Sapientiae, y no hizo su aparición hasta el siglo XV.

SUS ESCRITOS

El primer escrito que salió de la pluma de Susso fue Büchlein der Wahrheit, el cual redactó mientras estudiaba en Colonia. Su doctrina fue criticada desfavorablemente en algunos círculos - muy probablemente a causa de la relación tan estrecha de su autor con Eckhart, quien había sido llamado para explicar o retractarse de ciertas proposiciones - pero se encontró que era completamente ortodoxa. Como en este, en sus otros escritos Susso, aunque revelaba la influencia de Eckhart, siempre evitó caer en los errores del "Maestro". En realidad, el libro fue escrito en parte contra las enseñanzas panteístas de los Beghards, y contra las enseñanzas libertinas de los Brethren del Espíritu Libre. El Padre Denifle lo considera como el "libro pequeño" más complejo entre los escritos de los místicos alemanes.

Mientras en este libro Susso se expresa como un contemplativo intelectual, en su siguiente Das Büchlein der ewigen Weisheit, publicado a principios de 1328, es eminentemente práctico y habla de su rebosante corazón a "hombres comunes que aún tienen imperfecciones por cancelar". Bihlmeyer acepta el juicio de Denifle de que es "el más bello fruto del misticismo Alemán", y lo pone a la par de las Homilías de San Bernardo, y de la Imitación de Cristo de Tomás de Kempis. En la segunda mitad del siglo XIV y en el siglo XV no hubo otro libro de meditación más leído en lengua alemana.

En 1334 Susso tradujo esta obra al Latín, pero aumentando considerablemente sus contenidos, haciendo de este un libro casi completamente nuevo al que dio el nombre de Horologium Sapientiae. Aún más elevado que el original, con un lenguaje acabado, rico en imágenes, ritmo y movimiento, se convirtió en un libro favorito en los claustros a finales de la Edad Media, no solo en Alemania, sino en los Países Bajos, Francia, Italia e Inglaterra.

A este mismo periodo de actividad literaria de Susso podría pertenecer Das Minnebüchlein pero su autenticidad es dudosa.

Luego de retirarse a Ulm, Susso escribió la historia de su vida interior (Vita o Leben Seuses), revisó el Büchlein der Wahrheit, y el Büchlein der ewigen Weisheit, con los cuales, y junto con once de sus cartas (el Briefbüchlein) y un prólogo, formó un libro conocido como el Exemplar Seuses.

Además de los escritos mencionados anteriormente, tenemos también cinco sermones de Susso y una colección de veintiocho de sus cartas (Grosses Briefbuch), las cuales se pueden encontrar en la edición de Bihlmeyer.

Susso es llamado por Wackernagel y otros un "Un poeta de amor en prosa y en el orden espiritual." El amor mutuo entre Dios y el hombre, el cual es su tema principal, le da calidez y color a su estilo. Aprovechó al máximo la flexibilidad del idioma alemán con una rara habilidad, y contribuyó en mucho a la formación de la bella prosa germana, especialmente matizando con nuevos significados palabras empleadas para describir sensaciones interiores. Su bagaje intelectual fue característico de los escolásticos de su época. En su doctrina jamás hubo el menor rastro de tendencias no ortodoxas.

Durante siglos ejerció gran influencia sobre escritores espirituales. Entre sus lectores y admiradores estuvieron Tomás de Kempis y el Beato Pedro Canisio.

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Elvira, Santa Abadesa, 25 de enero  

Elvira, Santa

Abadesa
Enero 25

 

Etimológicamente significa "prudente consejera", Viene de la lengua alemana.

Alguien, muy amante de la vida y profundamente creyente, decía a menudo:"Me alegro de cada instante que vivo".

Se le veía siempre con el rostro alegre repitiendo en su oración personal estas palabras: Jesús, mi alegría, mi esperanza y mi vida.

Un creyente que vive en esta dimensión, todo lo relativiza y sabe darle importancia cada día a lo que es fundamental.

Elvira celebra su santo en el mismo día que la Virgen del Carmen, devoción tan arraigada en España y en el mundo entero.

Elvira consagró su vida al Señor mediante los tres lazos imperecederos de la virginidad, la pobreza y la obediencia en el monasterio.

Su virtud resplandecía entre todas su hermanas.
Por eso, apenas tuvieron ocasión, la eligieron abadesa o superiora del monasterio.

Fue una alegría para todas. Supo dirigir el monasterio con tanta prudencia, amabilidad y buen consejo, que las monjas y cuantas personas la trataban quedaban encantadas ante el atractivo de su santidad y la delicia de sus corazón virgen.

El monasterio en el que surgió su apostolado, brilló por sus dotes de atención a los pobres y sus cualidades para gobernarlo según las reglas.

Se llama D´Ohren, ya que está situado a la vera de la Renania alemana.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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