lunes, 19 de enero de 2015

[ † ] Martes por los ángeles custodios. 20/01/2015. San Fabián ¡ruega por nosotros!

JA

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 23-28

Gloria a ti, Señor.

Un sábado pasaba Jesús a través de unos campos sembrados, y sus discípulos comenzaron a cortar espigas según pasaban. Los fariseos le dijeron:
"¿Te das cuenta que hacen en sábado lo que no está permitido?"
Jesús les respondió:
"¿No han leído nunca lo que hizo David cuando tuvo necesidad y sintió hambre él y sus compañeros? ¿Cómo entró en la casa de Dios en tiempos del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes sagrados, que sólo a los sacerdotes les estaba permitido comer, y dio también a quienes lo acompañaban?"
Luego añadió Jesús:
"El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. Así que el Hijo del hombre
también es señor del sábado".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). ¿Qué pensaríamos de un cónyuge que le dice a su pareja: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

mar 2a. Ordinario año impar

Antífona de Entrada

Entremos y adoremos de rodillas al Señor, creador nuestro: El es nuestro Dios.

 

Oración Colecta

Oremos:
Señor, que tu amor incansable cuide y proteja siempre a estos hijos tuyos, que han puesto en tu gracia toda su esperanza.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Contamos con la esperanza, que es como una ancla firme y segura

Lectura de la carta a los Hebreos 6, 10-20

Hermanos: Dios no es injusto para olvidar las obras y el amor que ustedes han mostrado a su nombre, a través de los servicios que prestaron y que aún prestan a los creyentes. Sólo deseamos que cada uno de ustedes dé hasta el final, muestras del mismo entusiasmo en orden a la plena realización de su esperanza, de modo que, en lugar de descuidarse, sigan el ejemplo de aquellos que, por su fe y su perseverancia, son ya herederos de las promesas divinas.
Así, cuando Dios hizo la promesa
a Abrahán, no teniendo otro mayor por quien jurar, juró por sí mismo, diciendo: Te colmaré de
bendiciones y haré innumerable tu descendencia. Y así, gracias a su firme esperanza, obtuvo Abrahán la realización de la promesa.
Los hombres juran por alguien que es mayor que ellos, y el juramento es una garantía que pone fin a toda discusión. Por eso también Dios, queriendo mostrar más solemnemente a los herederos de la promesa que su resolución no cambiaría, hizo un juramento, para que, apoyados en esas dos garantías inmutables según las cuales es imposible que Dios engañe, nos veamos firmemente impulsados a adherirnos
a la esperanza que nos propone; esperanza a la que nos aferramos como ancla segura y firme para nuestra vida, y que penetra hasta el interior del santuario, adonde ya ha entrado Jesús como precursor nuestro, en calidad de sumo sacerdote para siempre a la manera de Melquisedec.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Sal 110, 1-2.4-5. 9 y 10c

El Señor recuerda siempre su alianza.

Doy gracias al Señor de todo corazón, en la reunión de los buenos y en la asamblea. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman.
El Señor recuerda siempre su alianza.

Ha hecho maravillas memorables, el Señor es compasivo y misericordioso: da alimento a los que lo respetan, acordándose siempre de su alianza.
El Señor recuerda siempre su alianza.

Envió la redención a su pueblo, confirmó su alianza para siempre; su nombre es santo y digno de respeto; los que así proceden serán para siempre alabados. El Señor se recuerda siempre de su alianza.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Que el Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine nuestras mentes, para que podamos comprender cuál es la esperanza que nos da su llamamiento.
Aleluya.

Evangelio

El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado

† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 2, 23-28

Gloria a ti, Señor.

Un sábado pasaba Jesús a través de unos campos sembrados, y sus discípulos comenzaron a cortar espigas según pasaban. Los fariseos le dijeron:
"¿Te das cuenta que hacen en sábado lo que no está permitido?"
Jesús les respondió:
"¿No han leído nunca lo que hizo David cuando tuvo necesidad y sintió hambre él y sus compañeros? ¿Cómo entró en la casa de Dios en tiempos del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes sagrados, que sólo a los sacerdotes les estaba permitido comer, y dio también a quienes lo acompañaban?"
Luego añadió Jesús:
"El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. Así que el Hijo del hombre
también es señor del sábado".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Señor, Dios nuestro, tú que nos has dado este pan y este vino para reparar nuestras fuerzas, conviértelos para nosotros en sacramento de vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Jesús, buen samaritano

En verdad es justo darte gracias, y deber nuestro alabarte, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, en todos los momentos y circunstancias de la vida, en la salud y en la enfermedad, en el sufrimiento y en el gozo, por tu siervo, Jesús, nuestro Redentor.
Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal.
También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza.
Por este don de tu gracia, incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche del dolor, vislumbramos la luz pascual en tu Hijo, muerto y resucitado.
Por eso,
unidos a los ángeles y a los santos, cantamos a una voz el himno de tu gloria:

Antífona de la Comunión

Demos gracias al Señor por su misericordia, por las maravillas que hace por su pueblo; porque da de beber al sediento y da de comer al hambriento.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Señor, tú que has querido hacernos participar de un mismo pan y de un mismo cáliz, concédenos vivir de tal manera unidos en Cristo que nuestro trabajo sea eficaz para la salvación del mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén


Dia 20/01-2 San Fabián (Papa y mártir, rojo )

Antífona de Entrada

Este santo luchó hasta la muerte por la ley de Dios y no se aterrorizó ante la amenaza de los impíos, pues estaba afianzado sobre roca firme.

 

Oración Colecta

Oremos:
Dios omnipotente y misericordioso, que mantuviste firme en medio de los tormentos a tu santo mártir san Fabián, protege a quienes celebramos hoy su triunfo, para que no caigamos nunca en las tentaciones del enemigo.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Apacienten el rebaño de Dios que él les ha confiado

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 5,1-4

Hermanos: Me dirijo ahora a los pastores de las comunidades de ustedes, yo, que también soy pastor como ellos y además he sido testigo de los sufrimientos de Cristo y participante de la gloria que se va a manifestar.
Apacienten el rebaño que Dios les ha confiado y cuiden de él no como obligados por la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por ambición de dinero, sino con entrega generosa; no como si ustedes fueran los dueños de las comunidades que se les han confiado, sino dando buen ejemplo. Y cuando aparezca el Pastor supremo, recibirán el premio inmortal de la gloria.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 39

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Con una gran confianza esperé en el Señor; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. El me puso en la boca un canto nuevo, un himno a nuestro Dios.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Sacrificios y ofrendas ya no quieres, en cambio me has dejado oír tu voz; no pides expiaciones ni holocaustos, así que dije: "Aquí estoy".
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

En el libro sagrado se me ordena cumplir lo que tú mandas. Me agrada hacer tu voluntad, Dios mío, pues tu ley es la entraña de mi entraña.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

He dado a conocer tu salvación ante todo tu pueblo; tú bien sabes, Señor, que no guardé silencio.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Yo soy el buen pastor, dice el Señor; yo conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí.
Aleluya.

Evangelio

Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 21, 15-17

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, le preguntó Jesús a Simón Pedro:
"Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?"
El le contestó:
"Sí, Señor, tú sabes que te quiero".
Jesús le dijo:
"Apacienta mis corderos".
Por segunda vez le preguntó:
"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?"
El le respondió:
"Sí, Señor, tú sabes que te quiero".
Jesús le dijo:
"Pastorea mis ovejas".
Por tercera vez le preguntó:
"Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?"
Pedro se entristeció de que Jesús le hubiera preguntado por tercera vez si lo quería, y le contestó:
"Señor, tú lo sabes todo; tú bien sabes que te quiero".
Jesús le dijo:
"Apacienta mis ovejas".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Santifica, Señor, con tu bendición estas ofrendas y enciende en nosotros ese amor a ti, por el que tu santo mártir Fabián fue capaz de soportar todos los tormentos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Testimonio y ejemplo de los mártires

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque la sangre del glorioso mártir san Fabián, derramada como la de Cristo para proclamar su fidelidad a ti, manifiesta tu admirable poder, que convierte la fragilidad en fortaleza y al hombre débil robustece para que sea testigo tuyo.
Por eso,
como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros en la tierra te aclamamos, diciendo sin cesar:

Antífona de la Comunión

Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga, dice el Señor.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Que el sacramento que hemos recibido nos dé, Señor, la misma fortaleza con la que tu santo mártir san Fabián fue fiel en tu servicio y generoso en el sufrimiento.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén


Dia 20/01-1 San Sebastián (Mártir, rojo)

Antífona de Entrada

Este hombre es un verdadero mártir, ya que derramó su sangre por Cristo; no temió las amenazas de quienes lo juzgaron y mereció así el Reino de los cielos.

 

Oración Colecta

Oremos:
Dios todopoderoso y eterno, que otorgaste a san Sebastián la gracia de luchar por la fe hasta el martirio; concédenos, por su intercesión, soportar por tu amor todas las adversidades y caminar incansablemente hacia ti, que eres nuestra vida.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

No teman las amenazas ni se asusten

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 3, 14-17

Hermanos: Dichosos ustedes si tienen que sufrir por ser buenos. No teman las amenazas ni se asusten.
Veneren en sus corazones a Cristo, el Señor, dispuestos siempre a dar, al que las pidiere, las razones de la esperanza de ustedes. Pero háganlo con sencillez y respeto y estando en paz con su conciencia. Así quedarán avergonzados los que denigran la conducta cristiana de ustedes, pues mejor es padecer haciendo el bien, si tal es la voluntad de Dios, que padecer haciendo el mal.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 33

El Señor me libró de todos mis temores.

Bendeciré al Señor a todas horas, no cesará mi boca de alabarlo. Yo me siento orgulloso del Señor; que se alegre su pueblo al escucharlo.
El Señor me libró de todos mis temores.

Proclamemos qué grande es el Señor y alabemos su nombre. Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores.
El Señor me libró de todos mis temores.

Vuélvanse a él y quedarán radiantes, jamás se sentirán decepcionados. El Señor siempre escucha al afligido, de su tribulación lo pone a salvo.
El Señor me libró de todos mis temores.

A quien teme al Señor, el ángel del Señor lo salva y cuida. ¡Prueben! Verán qué bueno es el Señor; dichoso quien en él confía.
El Señor me libró de todos mis temores.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Dichoso el hombre que sufre la tentación porque, después de haberla superado, recibirá en premio la corona de la vida.
Aleluya.

Evangelio

No tengan miedo a los que matan el cuerpo

†Lectura del santo Evangelio según san Mateo 10, 28-33

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles:
"No tengan miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman, más bien, a quien puede arrojar al lugar de castigo el alma y el cuerpo.
¿No es verdad que se venden dos pajarillos por una moneda? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae por tierra si no lo permite el Padre. En cuanto a ustedes, hasta los cabellos de su cabeza están contados. Por lo tanto, no tengan miedo, porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del mundo.
A quien me reconozca delante de los hombres, yo también los reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos; pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre, que está en los cielos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Padre misericordioso, bendice nuestros dones y fortalécenos en la fe que tu santo mártir san Sebastián atestiguó con su propia sangre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Testimonio y ejemplo de los mártires

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque la sangre del glorioso mártir san Sebastián derramada como la de Cristo para proclamar su fidelidad a ti, manifiesta tu admirable poder, que convierte la fragilidad en fortaleza y al hombre débil robustece para que sea testigo tuyo.
Por eso,
como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros en la tierra te aclamamos, diciendo sin cesar:

Antífona de la Comunión

Yo soy la vid y ustedes los sarmientos, dice el Señor; el que permanece en mí y en el cual yo permanezco, ese dará fruto abundante.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Concédenos, Señor, imitar, confortados con este sacramento, la admirable entereza de san Sebastián, a fin de obtener así el premio eterno, prometido a los que sufren por causa de tu nombre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén


Meditación diaria

2ª semana. Martes

DIGNIDAD DE LA PERSONA

— La grandeza y dignidad de la persona humana.

— Dignidad de la persona en el trabajo. Principios de doctrina social de la Iglesia.

— Una sociedad justa.

I. Iba Jesús atravesando un sembrado, y los discípulos desgranaban algunas espigas para comerlas. Era un día de sábado; los fariseos se dirigieron al Maestro para que les llamara la atención, pues –según su propia casuística– no era lícito realizar aquel pequeño trabajo en sábado. Jesús salió en defensa de sus discípulos y del propio descanso sabático, y para esto acude a la Sagrada Escritura: ¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando se vio necesitado, y tuvo hambre él y los que estaban con él? ¿Cómo entró en la Casa de Dios en tiempos de Abiatar, Sumo Sacerdote, y comió los panes de la proposición, que no es lícito comer más que a los sacerdotes, y los dio también a los que estaban con él? Y les decía: El sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. Y a continuación les da todavía una razón más alta: el Hijo del Hombre es señor hasta del sábado1. Todo está ordenado en función de Cristo y de la persona; también el descanso del sábado.

Los panes de la proposición eran doce panes que se colocaban cada semana en la mesa del santuario, como homenaje de las doce tribus de Israel2; los que se retiraban del altar quedaban reservados para los sacerdotes que atendían el culto.

La conducta de David anticipó la doctrina que Cristo enseña en este pasaje. Ya en el Antiguo Testamento, Dios había establecido un orden en los preceptos de la Ley de modo que los de menor rango ceden ante los principales. Así se explica que un precepto ceremonial, como era este de los panes, cediese ante un precepto de ley natural3. El precepto del sábado tampoco estaba por encima de las necesidades elementales de subsistencia.

El Concilio Vaticano II se inspira en este pasaje para subrayar el valor de la persona por encima del desarrollo económico y social4. Después de Dios, el hombre es lo primero; si no fuera así sería un verdadero desorden, como vemos desgraciadamente que ocurre con frecuencia.

La Humanidad Santísima de Cristo arroja una luz que ilumina nuestro ser y nuestra vida, pues solo en Cristo conocemos verdaderamente el valor inconmensurable de un hombre. "Cuando os preguntéis por el misterio de vosotros mismos –decía Juan Pablo II a numerosos jóvenes–, mirad a Cristo, que es quien da sentido a la vida"5. Solo Él; ningún otro puede dar sentido a la existencia, y por eso no cabe definir al hombre a partir de las realidades inferiores creadas, y menos por su producción laboral, por el resultado material de su esfuerzo. La grandeza de la persona humana se deriva de la realidad espiritual del alma, de la filiación divina, de su destino eterno, recibido de Dios. Y esto la sitúa por encima de toda la naturaleza creada. La dignidad, y el respeto inmenso que merece, le es otorgada en el momento de su concepción, y fundamenta el derecho a la inviolabilidad de la vida y la veneración a la maternidad.

El título que, en último término, funda la dignidad humana está en ser la única realidad de la creación visible a la que Dios ha amado en sí misma, creándola a su imagen y semejanza y elevándola al orden de la gracia. Pero además, el hombre adquirió un valor nuevo después que el Hijo de Dios, mediante su Encarnación, asumiera nuestra naturaleza y diera su vida por todos los hombres: propter nos homines et propter nostram salutem descendit de coelis. Et incarnatus est. Por eso, nos interesan todas las almas que nos rodean: no hay ninguna que quede fuera del Amor de Cristo, ninguna que alejemos de nuestro respeto y consideración. Miremos a nuestro alrededor, a las personas que diariamente vemos y saludamos, y veamos en la presencia del Señor si de hecho es así, si manifestamos a los demás ese aprecio y veneración.

II. La dignidad de la criatura humana –imagen de Dios– es el criterio adecuado para juzgar los verdaderos progresos de la sociedad, del trabajo, de la ciencia..., y no al revés6. Y la dignidad del hombre se expresa en todo su quehacer personal y social; de modo particular, en el campo del trabajo, donde se realiza y cumple a la vez el mandato de su Creador, que lo sacó de la nada y lo puso en una tierra sin pecado ut operaretur, para que trabajara7 y así le diera gloria. Por eso, la Iglesia defiende la dignidad de la persona que trabaja, y a la que se falta cuando se la estima solo en lo que produce, cuando se considera el trabajo como mera mercancía, valorando más "la obra que el obrero", "el objeto más que el sujeto que la realiza"8 –dice de modo expresivo Juan Pablo II–, cuando se le utiliza como elemento para la ganancia, estimándolo solo en lo que produce.

No se trata de una cuestión de formas externas, de trato, pues incluso con unos modos humanos cordiales puede atentarse contra la dignidad de los demás, si se les subordina a fines meramente utilitarios, como mecanismo, por ejemplo, para elevar la productividad o mantener la paz en la empresa: hemos de venerar en todo hombre la imagen de Dios.

Lejos estaríamos de una visión cristiana si en algo mantuviéramos una visión chata, pegada a la tierra: los indicadores más fieles de la justicia en las relaciones sociales no son el volumen de la riqueza creada ni su distribución..., es necesario examinar "si las estructuras, el funcionamiento, los ambientes de un sistema económico, son tales que comprometen la dignidad humana de cuantos en él despliegan su propia actividad..."9. Hemos de tener presente que el criterio supremo en el uso de los bienes materiales debe ser "el de facilitar y promover el perfeccionamiento espiritual de los seres humanos, tanto en el orden natural como en el sobrenatural"10, comenzando, como es lógico, por aquellos que los producen.

Por eso, la íntima conexión entre trabajo y propiedad pide, para su propia perfección, que quien lo realiza pueda considerar de alguna forma "que está trabajando en algo propio"11.

La dignidad del trabajo viene expresada en un salario justo, base de toda justicia social; incluso en el caso en el que se trate de un contrato libre, pues, aunque el salario estipulado fuera conforme a la letra de la ley, esto no legitima cualquier retribución que se acuerde. Y si quien contrata (el director de una academia, el constructor, el patrono, el ama de casa...) quisiera aprovecharse de una situación en la que haya excedente de mano de obra, por ejemplo, para pagar unos salarios contrarios a la dignidad de las personas, ofendería a esas personas y a su Creador, pues estas tienen un derecho natural irrenunciable a los medios suficientes para el propio mantenimiento y el de sus familias, que está por encima del derecho a la libre contratación12. Otra "consecuencia lógica es que todos tenemos el deber de hacer bien nuestro trabajo... No podemos rehuir nuestro deber, ni conformarnos con trabajar medianamente"13. La pereza y el trabajo mal hecho también atentan contra la justicia social.

III. Es preciso tener presente que la finalidad principal del desarrollo económico "no es un mero crecimiento de la producción, ni el lucro o el poder, sino el servicio del hombre integral, teniendo en cuenta sus necesidades de orden material y las exigencias de su vida intelectual, moral, espiritual y religiosa"14. Esto no niega un campo de legítima autonomía para la ciencia económica: la autonomía que es propia del orden temporal, que llevará a estudiar las causas de los problemas económicos, sugerir soluciones técnicas y políticas, etc. Pero estas soluciones se deben someter siempre a un criterio superior, de orden moral, pues no son absolutamente independientes y autónomas; y no se ha de confiar en acciones puramente técnicas cuando nos encontramos con problemas que tienen su origen en un desorden moral.

Es largo el camino hasta llegar a una sociedad justa en la que la dignidad de la persona, hija de Dios, sea plenamente reconocida y respetada. Pero ese cometido es nuestro, de los cristianos, junto a todos los hombres de buena voluntad. Porque "no se ama la justicia, si no se ama verla cumplida con relación a los demás. Como tampoco es lícito encerrarse en una religiosidad cómoda, olvidando las necesidades de los otros. El que desea ser justo a los ojos de Dios se esfuerza también en hacer que la justicia se realice de hecho entre los hombres"15. Debemos vivir, con todas sus consecuencias y en los campos más variados, el respeto a toda persona: defendiendo la vida ya concebida, porque allí hay un hijo de Dios con un derecho a vivir que Él le ha dado y que nadie le puede quitar; a los ancianos y más débiles, para quienes hemos de tener entrañas de misericordia, esa misericordia que el mundo parece perder. Como empleados u obreros, siendo buenos trabajadores y expertos profesionales, o como empresarios, conociendo muy bien la doctrina social de la Iglesia para llevarla a la práctica.

También hemos de reconocer esa dignidad de la persona en las relaciones normales de la vida: considerando a quienes tratamos –por encima de sus posibles defectos– como hijos de Dios, evitando hasta la más pequeña murmuración y todo aquello que pueda dañarles. "Acostúmbrate a encomendar a cada una de las personas que tratas a su Ángel Custodio, para que le ayude a ser buena y fiel, y alegre"16. Entonces será más fácil el trato, y las relaciones ganarán en cordialidad, en paz y respeto mutuo.

El Hijo del Hombre es señor hasta del sábado. Todo debemos ordenarlo en función de Cristo –Sumo Bien– y de la persona humana, por cuya salvación Él se inmoló en el Calvario. Ningún bien terreno es superior al hombre.

1 Mc 2, 23-28. — 2 Cfr. Lev 24, 5-9. — 3 Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, EUNSA, Pamplona 1983, in loc. — 4 Cfr. Conc. Vat. II, Const Gaudium et spes, 26. — 5 Juan Pablo II, Nueva York, En el Madison Square Garden, 3-X-1979. — 6 Cfr. ídem, Discurso 15-VI-1982, 7. — 7 Gen 2, 15. — 8 Juan Pablo II, Discurso 24-XI-1979. — 9 Juan XXIII, Enc. Mater et Magistra, 15-V-1961, 83. — 10 Ibídem, 246. — 11 Juan Pablo II, Enc. Laborem exercens, 15. — 12 Cfr. Pablo VI, Enc. Populorum progressio, 24-III-1967, 59. — 13 Juan Pablo II, Discurso 7-XI-1982. — 14 Conc. Vat. II, loc. cit., 64. — 15 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 52. — 16 ídem, Forja, n. 1012.


20 de enero. 3er Día del Octavario

EL DEPÓSITO DE LA FE

— Fidelidad, sin concesiones, a la doctrina revelada. El diálogo ecuménico ha de basarse en el amor sincero a la verdad divina.

— Exponer la doctrina con claridad.

Veritatem facientes in caritate, proclamar la verdad con caridad, con comprensión siempre hacia las personas.

I. El Espíritu Santo impulsa a todos los cristianos a realizar múltiples esfuerzos para llegar a la plenitud de la unidad deseada por Cristo1. Es Él quien promueve los deseos del diálogo ecuménico para alcanzar esta unión. Pero este diálogo, para que tenga razón de ser, es necesario que tienda a la verdad y que se fundamente en ella. No consistirá, por tanto, en un simple intercambio de opiniones, ni en un mutuo acuerdo sobre la visión particular que cada uno tenga de los problemas que se presentan y de sus posibles soluciones. Por el contrario, el diálogo debe expresar con claridad y nitidez las verdades que Cristo dejó en depósito al Magisterio de la Iglesia, las únicas que pueden salvar; el diálogo debe explicar el contenido y el significado de los dogmas y, a la vez, fomentar en las almas un mayor deseo de seguir de cerca a Cristo, de santidad personal.

La verdad del cristiano es salvadora precisamente porque no es el resultado de profundas reflexiones humanas, sino fruto de la revelación de Jesucristo, confiada a los Apóstoles y a sus sucesores, el Papa y los Obispos, y transmitida por la Iglesia como por un canal divino, con la asistencia constante del Espíritu Santo. Cada generación recibe el depósito de la fe, el conjunto de verdades reveladas por Cristo, y lo transmite íntegro a la siguiente, y así hasta el fin de los tiempos.

Guarda el depósito a ti confiado2, escribía San Pablo a Timoteo. Y comenta San Vicente de Lerins: "¿qué es el depósito? Es lo que tú has creído, no lo que tú has encontrado; lo que recibiste, no lo que tú pensaste; algo que procede, no del ingenio personal, sino de la doctrina; no fruto de rapiña privada, sino de tradición pública. Es una cosa que ha llegado hasta ti, que por ti no ha sido inventada; algo de lo que tú no eres autor, sino guardián; no creador, sino conservador; no conductor, sino conducido. Guarda el depósito: conserva limpio e inviolado el talento de la fe católica. Lo que has creído, eso mismo permanezca en ti, eso mismo entrega a los demás. Oro has recibido, oro devuelve; no sustituyas una cosa por otra, no pongas plomo en lugar de oro, no mezcles nada fraudulentamente. No quiero apariencia de oro, sino oro puro"3.

No consiste el diálogo ecuménico en inventar nuevas verdades, ni en alcanzar un pensamiento concordado, un conjunto de doctrinas aceptado por todos, después de haber cedido cada uno un poco. En la doctrina revelada no cabe ceder, porque es de Cristo, y es la única que salva. El deseo de unión con todos y la caridad no puede llevarnos –dejaría de ser caridad– "a amortiguar la fe, a quitar las aristas que la definen, a dulcificarla hasta convertirla, como algunos pretenden, en algo amorfo que no tiene la fuerza y el poder de Dios"4. El deseo de diálogo con los hermanos separados, y con todos aquellos que dentro de la Iglesia se encuentran lejos de Cristo, nos ha de llevar a meditar con frecuencia en el empeño que ponemos en la propia formación, en el conocimiento adecuado de la doctrina revelada. Hoy, en la oración, podemos pensar en el aprovechamiento de esos medios que tenemos a nuestro alcance para una formación intensa y constante: lectura espiritual, dirección espiritual, retiros...

II. La buena nueva que proclama la Iglesia es precisamente fuente de salvación, porque es la misma verdad predicada por Cristo. "Consciente de ello, Pablo quiere confrontar el propio anuncio con el de los otros Apóstoles, para asegurarse de la autenticidad de su predicación (Gal 2, 10), y durante toda la vida no dejó nunca de recomendar la fidelidad a las enseñanzas recibidas, porque nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo (1 Cor 3, 11)"5.

La verdad que hemos recibido del Señor es una, inmutable, íntegramente conservada en los comienzos y a través de los siglos, y nunca será lícito relativizarla y aceptar de ella lo que parezca conveniente, pues "cualquier atentado a la unidad de la fe es un atentado contra Cristo mismo"6. Tan profundamente convencido está San Pablo de esta verdad que sus reconvenciones ante las pequeñas facciones que en aquella primera época iban apareciendo son continuas. Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que recibisteis, en el que os mantenéis firmes, y por el cual sois salvados (...), pues os transmití en primer lugar lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que fue visto por Cefas, y después por los Doce. Posteriormente se dejó ver por más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven todavía, y algunos murieron7.

El Apóstol anuncia a estos primeros cristianos que la doctrina que han de creer no es una teoría personal de él ni de ningún otro, sino la doctrina común de los Doce, testigos de la vida, muerte y resurrección de Cristo, de quien a su vez la recibieron. El contenido de la fe –en los primeros tiempos y ahora se halla resumido en el Credo, que tiene su origen en las enseñanzas de Jesús, transmitidas, con la asistencia constante del Espíritu Santo, por los Apóstoles. Este contenido no es una teoría abstracta acerca de Dios, sino la verdad salvadora revelada por el Señor, que tiene consecuencias prácticas y reales en nuestro modo de ser, de pensar, de trabajar, de actuar... Por no ser un convenio humano o una doctrina inventada por hombres, "es absolutamente necesario exponer con claridad toda la doctrina. Nada es tan ajeno al ecumenismo –enseña el Concilio Vaticano II- como aquel falso irenismo que desvirtúa la pureza de la doctrina católica y oscurece su sentido genuino"8.

El verdadero objetivo del diálogo ecuménico, y también de todo diálogo apostólico, está, pues, en buscar la comunión más perfecta con la verdad salvadora de Cristo. El progreso en el conocimiento y aceptación de esta verdad necesita la continua asistencia del Espíritu Santo, al que pedimos su luz en estos días, y el estudio y la reflexión para entender y explicar cada vez de modo más claro aquello mismo que nos reveló Jesucristo, y que se encuentra guardado como un tesoro en el seno de la Iglesia Católica. Podemos comprender entonces –afirmaba Pablo VI– por qué Ella, "ayer y hoy, da tanta importancia a la conservación rigurosa de la revelación auténtica, la considera un tesoro inviolable, y tiene una conciencia tan severa de su deber fundamental de defender y transmitir en términos inequívocos la doctrina de la fe; la ortodoxia es su primera preocupación; el magisterio pastoral, su función primaria y providencial (...); y la consigna del apóstol Pablo: depositum custodi (1 Tim 6, 20; 2 Tim 1, 14), constituye para ella un compromiso tal, que sería traición violar.

"La Iglesia maestra no inventa su doctrina; ella es testigo, custodia, intérprete, medio; y en lo que se refiere a las verdades propias del mensaje cristiano, se puede decir que es conservadora, intransigente; y a quien solicita de ella que haga su fe más fácil, más de acuerdo con los gustos de la mudable mentalidad de los tiempos, le responde con los Apóstoles: non possumus, no podemos (Hech 4, 20)"9. Esta enseñanza nos sirve también en el apostolado personal con aquellos católicos que querrían adecuar la doctrina, a veces exigente, a una situación particular falta de exigencia y de espíritu de sacrificio, consustancial con el seguimiento del Señor.

III. San Pablo recordaba a los primeros cristianos de Éfeso que habían de proclamar la verdad con caridad: veritatem facientes in caritate10, y eso debemos hacer nosotros: con aquellos que ya están cerca de la plena comunión de la fe y con quienes apenas tienen algún sentimiento religioso. Veritatem facientes in caritate con quienes nos vemos todos los días y con esas personas a las que encontramos incidentalmente en alguna ocasión. Comprensivos, cordiales con las personas, sin ceder en la doctrina. Es más, si por cualquier circunstancia hallamos un ambiente o debemos estar con alguien que nos trata con frialdad, seguiremos el sabio consejo de San Juan de la Cruz: "No piense otra cosa –exhortaba el Santo a una persona que le pedía luz en medio de tribulaciones y dificultades– sino que todo lo ordena Dios; y a donde no hay amor, ponga amor, y sacará amor..."11. En lo pequeño y en lo grande, tendremos sobradas ocasiones de llevar este consejo a la práctica. Y veremos muchas veces cómo, casi sin darnos cuenta, hemos cambiado aquel ambiente hostil o indiferente.

La verdad ha de presentarse en su integridad, sin falsos compromisos, pero de una manera amable; nunca agria ni molesta, ni impuesta a la fuerza o con violencia. Con independencia de que alguien esté o no equivocado, aun cuando se le haga una crítica legítima, toda persona tiene derecho a que se la mire con respeto, a que se valore lo que siempre hay de positivo en sus ideas o en su conducta. No debemos juzgar a nadie, y mucho menos condenar. La misma caridad que nos impulsa a mantenernos firmes en la fe, nos lleva también a querer a las personas, a comprender, a disculpar, a dejar actuar a la gracia de Dios, que no fuerza ni quita la libertad de las almas.

La comprensión nos lleva a querer saciar la necesidad más grande del corazón humano: la aspiración a la verdad y a la felicidad, que Dios ha impreso en cada criatura. Son diferentes las circunstancias en que cada uno se encuentra y el grado de verdad que ha alcanzado; y para que todos lleguen a la plenitud de la fe, nuestro cariño y nuestra amistad pueden servir como un puente del que muchas veces se vale Dios para entrar más hondamente en esas almas.

Si le pedimos su ayuda, Nuestra Señora nos enseñará a tratar a cada uno como conviene: con infinito cariño y respeto para con su persona, con inmenso amor por la verdad, que no nos llevará, por falsa comprensión, a ceder en la doctrina.

1 Cfr. Conc. Vat. II, Decr. Unitatis redintegratio, 4. — 2 1 Tim 6, 20. — 3 San Vicente de Leríns, Commonitorio, 22. — 4 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 456. — 5 Juan Pablo II, Homilía 25-1-1987. — 6 Ibídem. — 7 1 Cor 15, 1-6. — 8 Conc. Vat. II, loc. cit., 11. — 9 Pablo VI, Audiencia general 19-1-1972. — 10 Ef 4, 15. — 11 San Juan de la Cruz, A la M. María de la Encarnación, 6-VII-1591.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

San Fabián, Sumo Pontífice (250)

Fue Sumo Pontífice del año 236 al 250, por 14 años.

El historiador Eusebio cuenta que al morir el Papa San Antero, el clero de Roma se reunió junto con los fieles creyentes, para elegir al nuevo Papa, y que estando allí reunidos, vieron descender una paloma sobre la cabeza de Fabián. No habían pensado elegirlo a él porque todavía no era sacerdote. Pero ante esta señal, lo eligieron, y fue ordenado sacerdote y consagrado obispo. San Cipriano dijo de él: "Fue un hombre muy santo, y la gloria de su martirio correspondió a la gran pureza de su vida". El emperador Decio ordenó en el 250 una terrible persecución contra los cristianos y al primero que mandó matar fue al Papa San Fabián.

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San Sebastián, soldado mártir. Año 300.

Se dice de él que entró a la vida militar para poder ayudar a los cristianos que estaban prisioneros. Una vez un mártir estaba para desanimarse a causa de las lágrimas de sus familiares, pero el militar Sebastián lo animó a ofrecer su vida por Jesucristo, y así aquel creyente obtuvo el glorioso martirio. Dicen los antiguos documentos que Sebastián era Capitán de la Guardia en el Palacio Imperial en Roma, y aprovechaba ese cargo para ayudar lo más posible a los cristianos perseguidos.

Pero un día lo denunciaron ante el emperador por ser cristiano. Maximino lo llamó y lo puso ante la siguiente disyuntiva: o dejar de ser cristiano y entonces ser ascendido en el ejército, o si persistía en seguir creyendo en Cristo ser degradado de sus cargos y ser atravesado a flechazos. Sebastián declaró que sería seguidor de Cristo hasta el último momento de su vida, y entonces por orden del emperador fue atravesado a flechazos. En Roma le levantaron desde muy antiguos tiempos una basílica en su honor. Ha sido invocado por muchos siglos como su Patrono contra las flechas envenenadas y para librarse de plagas y enfermedades. San Ambrosio pronunció hermosos sermones acerca de San Sabastián. Es patrono de los arqueros, los soldados y los atletas.

El nombre "Sebastián" significa: "Digno de respeto. Venerable".

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Fuente: Franciscanos.org
Eustoquia (Esmeralda) Calafato de Mesina, Santa Abadesa, Enero 20  

Eustoquia (Esmeralda) Calafato de Mesina, Santa

Abadesa

Martirologio Romano: En la ciudad de Mesina, en Sicilia (hoy Italia), santa Eustoquia Calafato, virgen, abadesa de la Orden de Santa Clara, que se dedicó con todas sus fuerzas a restaurar la primitiva disciplina de la vida regular, en el seguimiento de Cristo según el ejemplo de san Francisco (1485)

Eustoquia Calafato (de seglar, Esmeralda) nació en Mesina il 25 de marzo de 1434, siendo la sexta de los seis hijos de Bernardo Cofino alias Calafato y Mascalda Romano, nobles y acomodados. El padre tenía una embarcación con la que ejercía el comercio por cuenta ajena, según los usos de aquel tiempo y de Mesina en particular.

La pequeña Esmeralda pasó los primeros años de su infancia sin sobresaltos ni acontecimientos notables, en su casa paterna, confiada a los cuidados de la madre, ferviente cristiana y admiradora entusiasta del Franciscanismo en su reforma peculiar de la Observancia que precisamente entonces se iba afianzando en la Orden de los Frailes Menores. El principal animador y exponente de aquel movimiento en Italia fue San Bernardino de Siena ( 1444), junto al cual, y siguiendo su ejemplo, floreció todo un conjunto de espíritus selectos, insignes por su santidad, doctrina y actividad social, entre los que destacan el Beato Alberto de Sarteano ( 1450), San Juan de Capistrano ( 1456) y San Jaime de la Marca ( 1476). El nuevo espíritu de reforma, que se proponía la estricta observancia de la Regla de San Francisco especialmente en materia de pobreza, invadió también la II Orden franciscana, es decir, la de las Clarisas, en cuyo seno muchos monasterios antiguos eran reconducidos a una observancia más estricta y a una vida religiosa más ajustada a la Regla, mientras se fundaban otros nuevos que adoptaban la Regla propia de Santa Clara y se ponían bajo la guía de los Hermanos Menores de la Observancia.

En Sicilia apareció el movimiento observante en 1421, pero oficialmente puede datarse desde 1425, cuando el Beato Mateo de Agrigento, que fue su eficaz organizador, obtuvo del papa Martín V la facultad de fundar tres nuevos conventos para los frailes que deseaban vivir según el espíritu de la nueva reforma. El primero de estos conventos se abrió precisamente en Mesina, donde el Beato Mateo, predicador afamado y admirado, había suscitado entre el pueblo con su palabra ardiente un gran entusiasmo y una viva participación en la reforma espiritual que él propugnaba.

A los sermones de aquel fervoroso franciscano asistió también Mascalda Romano, entonces joven esposa de dieciocho años, y, conquistada por las palabras del predicador, se inscribió en las filas de la Tercera Orden Franciscana, consagrándose a una vida de oración intensa y de ásperas penitencias, y dedicando parte de su tiempo y de sus haberes al prójimo necesitado. Mascalda infundió sus sentimientos y aspiraciones a la pequeña Esmeralda, iniciándola desde niña en la piedad y en el ejercicio de las virtudes cristianas, obteniendo de ello frutos que superaron las más halagüeñas y nobles expectativas de la virtuosa madre.

La muchacha, en efecto, no sólo atesoró las enseñanzas maternas esforzándose, según su capacidad, en imitar los ejemplos de su progenitora y en orientar su vida religiosa según el espíritu franciscano, sino que, aspirando a metas más altas, se consagró a Dios entre las Clarisas y más tarde fundó un nuevo monasterio para poder seguir más intensa y profundamente su ideal de perfección cristiana.

Pero antes de iniciar y dar cumplimiento a sus aspiraciones, la pequeña Esmeralda tuvo que sufrir la prueba de un triste pero providencial acontecimiento, el único de un cierto relieve acaecido en su infancia. En diciembre de 1444, en efecto, cuando Esmeralda apenas tenía once años, su padre, sin pedirle siquiera su parecer y según las costumbres de aquel tiempo, la prometió en matrimonio a un viudo maduro de su misma condición social y económica; pero el convenido matrimonio se esfumó por la muerte imprevista y repentina del prometido esposo en julio de 1446.

Aunque no fuera plenamente consciente de lo que había sucedido, el acontecimiento tuvo que provocar en la pequeña Esmeralda un tremendo y comprensible trauma; pero la divina Providencia, que tenía unos designios muy otros sobre ella, se sirvió de lo ocurrido para atraer hacia los bienes celestiales su corazón, por lo demás ya bien dispuesto para las decisiones más intrépidas y sublimes. Y así la muerte de su prometido impulsó suave pero fuertemente a Esmeralda a considerar en su verdadera realidad y a la luz de lo sobrenatural la vanidad de las cosas terrenas y de los placeres mundanos, por lo que, no obstante las reiteradas presiones de los familiares y las óptimas ocasiones que se presentaban para un nuevo noviazgo, permaneció firme en su decisión de renunciar a tales ofertas, decidiendo a la vez consagrarse a Dios en la vida religiosa, decisión madurada a la edad de catorce años aproximadamente.

Los familiares, sin embargo, y especialmente el padre, no estaban dispuestos en absoluto a secundar las aspiraciones de aquella jovencita, por lo que se originó un inevitable conflicto familiar, que la empujó a ella incluso a intentar una fuga inútil de la casa paterna, pero que se resolvió finalmente a su favor cuando, hacia la mitad de 1448, durante uno de sus acostumbrados viajes comerciales, el padre falleció de repente en Cerdeña.

La espera se prolongó todavía un año, ya que sólo a finales de 1449 pudo Esmeralda saciar su ardiente sed entrando en el monasterio de las Clarisas de Santa María de Basicó en Mesina, donde le fue impuesto el nombre de Sor Eustoquia. Tenía cosa de unos 15 años y medio.

Desde el noviciado la joven hermana se distinguió por su piedad y virtudes sobresalientes. Era, en efecto, increíble el empeño, ímpetu y entusiasmo con que sor Eustoquia se aplicó a vivir su vocación dedicándose a la oración, a la meditación asidua de la Pasión de Cristo, a la mortificación, al servicio de las enfermas; sus progresos en la vida de perfección fueron tan conspicuos y evidentes, que le atrajeron la admiración, estima y veneración de las hermanas.

No contenta, empero, con atender a su perfección personal, sor Eustoquia deseaba ardientemente que todo el monasterio resplandeciese por la observancia ejemplar de la Regla. Por desgracia, en aquellos años precisamente, la abadesa, sor Flos Milloso, con una acción progresiva y tenaz y con fines no del todo laudables, había sustraído al monasterio de la dirección espiritual de los franciscanos Observantes, y, aunque no desatendiera las necesidades espirituales de las monjas, estaba demasiado inmiscuida e inmersa en asuntos terrenos y temporales. Todo eso había creado un cierto malestar y contrariedad profunda en las hermanas más sensibles y fervorosas, entre las que destacaba sor Eustoquia, y como no sirvieron de nada los esfuerzos e intentos de reconducir a una disciplina más severa la vida regular del monasterio, nuestra Santa y algunas otras hermanas decidieron buscar en otra parte lo que faltaba en Basicó; así maduró en ellas el propósito de fundar un nuevo monasterio según el genuino espíritu de la pobreza franciscana y bajo la dirección espiritual de los Hermanos Menores de la Observancia.

Obtenida la necesaria autorización pontificia, con los medios que le proporcionaron su madre y su hermana y la eficaz colaboración del noble de Mesina Bartolomé Ansalone, apoyada moralmente por una monja del monasterio de Basicó, sor Jacoba Pollicino, la única que la siguió en la difícil empresa y que permaneció fielmente junto a ella hasta la muerte, superando inmensos obstáculos, soportando violentas adversidades y contradicciones internas y externas, en 1460 sor Eustoquia se trasladó a los locales de un viejo hospital adaptados para monasterio. Allí la siguieron su hermana carnal Mita (Margarita) y una joven sobrina.

Muy pronto se unieron otras mujeres al pequeño grupo. Pero se les fueron acumulando dificultades materiales y morales, por lo que las monjas tuvieron que dejar el viejo hospital a la vez que encontraron generosa hospitalidad en la casa de una congregación de la Tercera Orden Franciscana, situada en el barrio Montevergine de Mesina, adonde se trasladaron a comienzos de 1464.

Con la ayuda de bienhechores, la nueva residencia pudo ser convenientemente ampliada y adaptada para monasterio. Y así tuvo su origen el monasterio de Montevergine, en el que muy pronto una multitud de almas nobles y generosas, entre ellas la madre misma de Eustoquia, solicitaron el ingreso para compartir allí la vida pobre y evangélica.

Convertida en madre espiritual de sus hijas, Eustoquia las instruyó, educó y formó en la vida franciscana, estimulándolas a la meditación de la Pasión de Cristo, comunicándoles los frutos de sus propias experiencias ascéticas, infundiendo en sus corazones el amor a las virtudes que ella misma practicaba con admirable constancia y heroísmo, empapando sus vidas en la espiritualidad simple y generosa del franciscanismo, espiritualidad que descansaba en el cristocentrismo, es decir en Cristo amante y sufriente, y en la devoción a la Eucaristía, sacando de una vida litúrgica intensa y sentida el alimento para las meditaciones diarias.

Sor Eustoquia murió en el monasterio de Montevergine (Mesina) el 20 de enero de 1485, dejando una ferviente y acreditada comunidad religiosa de cerca de 50 monjas, el perfume de sus virtudes y la fama de su santidad.

Días después de la sepultura se manifestaron en su sepulcro y en su cuerpo fenómenos extraordinarios que dieron origen a una popular y vasta devoción hacia ella. Impulsadas por aquellos acontecimientos y ante los ruegos de personalidades eclesiásticas y civiles, las monjas de Montevergine escribieron una biografía de su venerada madre y fundadora, mientras la fiel compañera de Eustoquia, sor Jacoba Pollicino, en dos cartas dirigidas a sor Cecilia Coppoli, abadesa del monasterio de Santa Lucía de Foligno, describía rasgos conmovedores y admirables de la Santa, en los que confirmaba o completaba cuanto de más interesante y virtuoso había notado en ella.

Por su parte, el pueblo de Dios experimentaba de diversos modos y en variadas circunstancias que sor Eustoquia tenía ante el Altísimo un eficaz poder de intercesión. El año 1782, Pío VI aprobó el culto inmemorial que se tributaba a la bendita monja. Y Juan Pablo II la canonizó en Mesina el 11 de junio de 1988.

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Fuente: Vatican.va
Basilio Antonio María Moreau, Beato Sacerdote y Fundador, Enero 20  

Basilio Antonio María Moreau, Beato

Sacerdote y Fundador
de la Congregación de la Santa Cruz

El Beato Basilio Antonio María Moreau nació en Laigné-en-Bélin, distrito de Le Mans (Francia), el 11 de febrero de 1799. Fue el octavo de catorce hijos de una familia piadosa. Con su párroco, el p. Julián Le Provost, aprendió las primeras nociones de latín. Prosiguió los estudios en el colegio de Château-Gontier, y los terminó en el seminario mayor de Le Mans. El 12 de agosto de 1821 recibió la ordenación sacerdotal. En su corazón ardía el celo por las misiones, pero su obispo, mons. De la Myre, que lo quería para profesor en el seminario diocesano, lo envió a realizar estudios superiores, primero en San Sulpicio, en París, y después en la "Solitude D´Issy", dirigida también por los sulpicianos. Allí permaneció de 1822 a 1823, y encontró a quien sería su padre espiritual, el p. Gabriel Mollevaut. Al volver a Le Mans, enseñó filosofía, teología dogmática y sagrada Escritura desde 1823 hasta 1836. Al mismo tiempo, desarrolló con fruto una intensa actividad pastoral.

En 1833 participó en la fundación del Buen Pastor de Le Mans, institución destinada a la reeducación de delincuentes juveniles. En 1835 su obispo, mons. Bouvier, le encargó la guía espiritual de la congregación de los Hermanos de San José, constituida por laicos fervorosos que tenían como misión instruir a la gente del campo de Le Mans. En ese mismo año fundó la sociedad de Sacerdotes Auxiliares, con la finalidad de ayudar a los párrocos mediante retiros espirituales, predicaciones de misiones populares y cursillos. El 1 de marzo de 1837 el p. Basilio unió los Sacerdotes Auxiliares con los Hermanos de San José en una única comunidad, que tomó el nombre de Congregación de la Santa Cruz.

Completó su obra en 1841, fundando la rama femenina de las Marianitas de la Santa Cruz. De ese modo, realizó su ideal de una única congregación religiosa con tres secciones, siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret: a los sacerdotes les dio el nombre de Salvatoristas; a los hermanos, el de Josefinos; y a las religiosas, el de Marianitas.

La finalidad de la Congregación era: la educación, la predicación, sobre todo en las zonas rurales y en las misiones extranjeras, el ministerio parroquial, la difusión de la buena prensa, así como la dirección de casas destinadas a la acogida de delincuentes jóvenes o de personas abandonadas.

Entre los años 1840 y 1847 la Congregación, respondiendo al impulso misionero de su fundador, envió a algunos de sus miembros a Argelia, Estados Unidos y Canadá para establecer nuevas casas. Por deseo expreso del Papa Pío IX, el p. Basilio fundó en Argelia las primeras escuelas cristianas del país y contribuyó a la introducción y al progreso de la Iglesia católica en Estados Unidos. En 1853 la Congregación asumió la responsabilidad de la misión en Bengala (actualmente Bangladesh).

La vida del p. Basilio, como la vida de casi todos los fundadores, estuvo marcada por el sufrimiento y la incomprensión, pero él se sintió siempre un simple instrumento en las manos de Dios: "La obra de la Santa Cruz —escribió a sus hijos espirituales— no es obra del hombre, sino obra de Dios mismo. (...) Por eso os exhorto a renovar el espíritu de vuestra vocación, que es un espíritu de pobreza, castidad y obediencia".

Aunque el nombre elegido para la Congregación no fue fruto de su devoción particular a la cruz de Cristo, esta estuvo muy presente en su vida, e insistió a menudo en ella para formar la vida espiritual de sus miembros. Por eso dio como lema a su comunidad el verso de un himno litúrgico: "Salve, oh cruz, nuestra única esperanza".

El Beato vivió retirado durante sus últimos años en una casita junto al Instituto de la Santa Cruz; predicaba en las parroquias de los alrededores de Le Mans, donde murió el 20 de enero de 1873.

Las tres ramas de la Congregación, que han ido creciendo y extendiéndose por el mundo, están presentes en Francia, África y Asia. Desempeñan su misión en escuelas y universidades, en la pastoral y servicios sociales. La fase diocesana de la causa de beatificación del Beato comenzó en Le Mans en 1948; en 1994 prosiguió en Roma, en la Congregación para las causas de los santos. El 12 de abril de 2003 el Santo Padre Juan Pablo II declaró al p. Basilio Antonio María Moreau "venerable", reconociendo sus virtudes heroicas y S.S. Benedicto XVI lo declaró beato el 15 de septiembre de 2007 en ceremonia realizada en LeManas (Francia).

Reproducido con autorización de
Vatican.va


Si usted tiene información relevante para la canonización del Beato Basilio, contacte a:
Congregazione di S. Croce
via Framura, 85
00168 Roma, ITALY
- o -
Soeurs de Sainte-Croix
905, rue Basile-Moreau
Saint-Laurent, QC H4L 4A1, CANADA
- o -
Sisters of the Holy Cross
Saint Mary's
Bertrand Hall, Notre Dame, IN 46556, USA
- o -
Marianites of the Holy Cross
1011 Gallier Street
New Orleans, LA 70117, USA

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Fuente: Vatican.va
María Cristina de la Inmaculada Concepción (Adelaida) Brando, Virgen y Fundadora, 20 de enero  

María Cristina de la Inmaculada Concepción (Adelaida) Brando,

Virgen y Fundadora
de la Congregación de las Hermanas Víctimas Expiatorias de Jesús Sacramentado

Martirologio Romano: En la ciudad de Casoria, cerca de Nápoles, en Italia, beata María Cristina de la Inmaculada (Adelaida) Brando, virgen, que dedicó su existencia a la formación cristiana de los niños y fundó la Congregación de las Hermanas Víctimas Expiatorias de Jesús Sacramentado, con la cual promovió en gran manera la adoración a la Sagrada Eucaristía (1906).

Etimología: Adelaida = aquella que es de noble cuna, es de origen germánico

Nació en Nápoles el 1 de mayo de 1856. Su madre murió pocos días después. De carácter amable y dócil, recibió una buena educación religiosa. Pronto dio signos de una clara inclinación a la oración y a la virginidad. Atraída por las cosas de Dios, huía de las vanidades mundanas, amaba la soledad, acudía con frecuencia al sacramento de la penitencia y diariamente a la sagrada Comunión. Solía repetir: "Debo ser santa; quiero ser santa". A los doce años hizo voto de castidad perpetua ante una imagen del Niño Jesús.

En 1876 ingresó en la congregación de las Sacramentinas de Nápoles, tomando el nombre de María Cristina de la Inmaculada Concepción. Por motivos de salud tuvo que abandonar ese camino que había iniciado con tanto fervor.

Entonces comprendió que había llegado el momento de dar vida a un instituto, misión a la que se sentía llamada. En 1878 fundó las Religiosas Víctimas Expiadoras de Jesús Sacramentado, congregación que creció rápidamente, a pesar de las estrecheces económicas, las oposiciones y la salud precaria de la fundadora. Después de cambiar de sede varias veces, la comunidad, por consejo del siervo de Dios Michelangelo da Marigliano y del beato Ludovico de Casoria, se estableció en Casoria, cerca de Nápoles. El nuevo instituto afrontó numerosas y serias dificultades, pero siempre experimentó la ayuda de la divina Providencia, y pudo contar con el apoyo de muchos bienhechores y amigos eclesiásticos. La congregación se incrementó con nuevos miembros y casas, mostrando gran solicitud por la educación de niños y niñas. En 1897 la sierva de Dios emitió los votos temporales. El 20 de julio de 1903 la congregación obtuvo la aprobación canónica por parte de la Santa Sede, y el 2 de noviembre de ese mismo año la fundadora, juntamente con muchas hermanas, emitió la profesión perpetua.

Vivió su consagración con generosidad, con perseverancia y gozo espiritual, y desempeñó el cargo de superiora general con humildad, prudencia y amabilidad, dando a las hermanas continuos ejemplos de fidelidad a Dios y a la vocación.

Su vida siempre estuvo iluminada por una fe sencilla, firme y viva, que alimentó con la escucha de la palabra de Dios, con la fructuosa participación en los sacramentos, con la asidua meditación de las verdades eternas y con la oración ferviente. Cultivó particularmente la devoción a la Encarnación, a la pasión y muerte de Cristo, y a la Eucaristía. Para estar más cerca del Sagrario, con el espíritu y con el cuerpo, mandó construir una celda contigua a la iglesia.

Fue muy intensa su espiritualidad reparadora, hasta el punto de que se convirtió en el carisma de su congregación. "El fin principal de la Obra -afirma- es la reparación de los ultrajes que recibe el Sagrado Corazón de Jesús en el santísimo Sacramento, especialmente las muchas irreverencias y descuidos, comuniones sacrílegas, sacramentos recibidos indignamente, misas mal escuchadas, y, lo que amargamente traspasa aquel Corazón santísimo, es que muchos de sus ministros y muchas almas consagradas a él se unen a esos ingratos (...). A las Adoratrices perpetuas el divino Corazón de Jesús ha querido encomendarles el dulce y sublime oficio de víctimas de perpetua adoración y reparación a su divino Corazón horriblemente ofendido y ultrajado en el Sacramento del amor".

Recorrió con gran empeño el camino de la santidad y progresó ininterrumpidamente en la imitación del Señor, en la obediencia al Evangelio y en la perfección cristiana. Murió el 20 de enero de 1906.

Fue beatificada por S.S. Juan Pablo II el 27 de abril de 2003.

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Fuente: ocso.org
Cipriano (Miguel) Iwene Tansi, Beato Presbítero, Enero 20  

Cipriano (Miguel) Iwene Tansi, Beato

Monje y Presbítero

Martirologio Romano: En el monasterio de Mount Saint Bernard, cerca de Leicester, en Inglaterra, beato Cipriano (Miguel) Iwene Tansi, presbítero, de la Orden Cisterciense, que nació en el territorio de Onitsha, en Nigeria, y siendo aún niño, y en contra de su familia, abrazó la fe cristiana. Fue ordenado sacerdote, dedicándose con gran diligencia a la cura pastoral hasta que, hecho monje, mereció coronar con una santa muerte una vida santa (1964).

Iwene Tansi nació en Aguleri, cerca de Onitsha, Nigeria, en el año 1903. Fue bautizado a la edad de 9 años con el nombre cristiano de Miguel. Su bautismo le afectó profundamente a pesar de sus pocos años, y chocó con sus padres no-cristianos, al atreverse a destruir su ídolo personal, dado tradicionalmente a los niños varones en el momento de nacer.

Después de trabajar por varios años como maestro y catequista, entró en el seminario en 1925, donde dejó una impresión perdurable por su entrega, por su celo por el Reino de Dios y por su intenso espíritu de oración. Fue ordenado sacerdote en el 1937 para la diócesis de Onitsha.

Como sacerdote, trabajó sin reposo y con toda su alma durante 13 años para aliviar las necesidades espirituales y materiales de su pueblo. Tenía que caminar a pie para visitar las aldeas y las capillas de su grande parroquia. Luego pasaba días enteros en el confesionario. Prestaba atención especial a la preparación adecuada para el matrimonio, contra la tradición, muy difundida entre los paganos de aquel entonces, de "matrimonios provisorios". La gran cantidad actual de cristianos en muchas aldeas de la tribu igbo testimonia su celo sacerdotal.

Sin embargo y a pesar de todo lo que hacía, el P. Tansi sentía la llamada a servir a Dios de una manera más directa en una vida de oración y contemplación, con el deseo también de traer a Nigeria la vida monástico- contemplativa. Así, en el año 1950, su obispo le dejó libre para probar su vocación cisterciense en la abadía de Mount Saint Bernard, cerca de Nottingham en Inglaterra. En el monasterio se llamaba "Padre Cipriano". El cambio total de vida, especialmente el vivir bajo la obediencia después de haber sido un líder de su pueblo, el cambio de clima, de comida y, sobre todo, el cambio brutal de cultura ponían a prueba su vocación, pero estaba convencido de estar allí donde Dios lo quería. El Padre Mark Ulogu, que fue más tarde Abad de Bamenda, vino el año siguiente.

En el año 1962 Mount Saint Bernard decidió hacer una fundación en Africa, pero, por varias razones, se estableció cerca de la ciudad de Bamenda en Camerún, país vecino del Nigeria. Aunque había sido nombrado maestro de novicios para la fundación, Padre Cipriano, ya muy enfermo, no pudo ir. Murió el 20 de enero de 1964, pocos meses después de la salida de los fundadores.

La reputación de santidad que había dejado en Nigeria antes de ir a Inglaterra no dejó de crecer. Muchas personas afirmaron haber recibido favores por medio de su intercesión, de tal manera que la causa de su beatificación, abierta en la diócesis de Nottingham, fue transferida en 1986 a la archidiócesis de Onitsha. El arzobispo de Onitsha era entonces Monseñor (luego Cardenal) Francis Arinze, que había sido entre los primeros niños bautizados por el Padre Tansi cuando era un joven párroco.

El 22 de marzo de 1998, en Onitsha, durante un viaje a Nigeria hecho precisamente para este fin, el Santo Padre Juan Pablo II beatificó al Padre Cipriano Miguel Tansi, al proponerlo como modelo de celo y de oración sacerdotales.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Neófito, Santo Mártir, Enero 20  

Neófito, Santo

Mártir

Martirologio Romano: En Nicea, ciudad de Bitinia (hoy Turquía), san Neófito, mártir (s. IV).

Fue un joven cristiano de Nicea, en Bitinia. Sus padres fueron cristianos, desde la época en que Diocleciano gobernaba el Imperio.

Como dato prodigioso de su vida, se cuenta que, a los nueve años, era capaz de instruir a los compañeros de su edad y que a los diez, se retiró a una gruta del monte Olimpo. Una extraña bestia roja se apartó de la cueva para hacerle sitio.

Cuando tenía quince años, en los momentos en que la persecución ardía con más furia, fue detenido por cristiano, en Nicea de Bitinia. Rehusó sacrificar a los ídolos y por este motivo fue azotado con varas y arrojado a un brasero ardiente. Como estos suplicios no hicieron ningún efecto en él, fue decapitado por la fe.

Baronio en sus Notes sur le martyrologe romain lo ha inscrito el día 20 de enero, según lo que dice de él el monologio griego.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Enrique de Upsala, Santo Obispo y Mártir, Enero 20  

Enrique de Upsala, Santo

Obispo y Mártir

Martirologio Romano: En Finlandia, san Enrique, obispo y mártir, nacido en Inglaterra, a quien se le confió la iglesia de Upsala, donde se dedicó con empeño a la evangelización de los finlandeses, siendo herido de muerte por un homicida, al que había tratado de corregir con la disciplina eclesiástica (c. 1157).

Etimología: Enrique = Aquel que es jefe de hogar, es de origen germánico.

Por falta de documentos contemporáneos de valor, sólo podemos dar un breve resumen de la vida de San Enrique. Si bien había nacido en Inglaterra, es posible que residiese en Roma, cuando el cardenal Nicolás Breakspear, que fue posteriormente Papa con el nombre de Adriano IV, partió como legado pontificio a Escandinavia, en 1151. Enrique parece haber formado parte de su comitiva, y no faltan razones para creer que el mismo legado pontificio le consagró obispo de Upsala, en 1152. El nuevo obispo se ganó la benevolencia del rey San Erico de Suecia. Cuando el monarca emprendió una especie de cruzada contra los paganos de Finlandia, el obispo le acompañó en ella. Los suecos obtuvieron una señalada victoria, lo cual tuvo como efecto la conversión de algunos finlandeses. Erico retornó a Suecia, pero el obispo se quedó en Finlandia para continuar el trabajo de las conversiones "con celo apostólico, aunque en algunas ocasiones, con poca prudencia apostólica".

San Enrique impuso penitencia a un convertido, llamado Lali, que había cometido un asesinato. Considerándola éste como una humillación, se puso al acecho del obispo y le asesinó. El santo realizó algunas curaciones y otros milagros. Aunque la afirmación de que el mártir fue canonizado por el Papa Adriano no descansa sobre ninguna prueba, lo cierto es que los holandeses le consideran como su santo patrono, desde épocas muy remotas.

Según se desprende de una carta de Bonifacio VIII, escrita en 1296, la catedral de Abo estaba ya dedicada a San Enrique; y cuando, en el siglo XVI, la serie de pinturas de los mártires ingleses fue colocada en el Colegio Inglés de Roma, el patrono de Finlandia figuraba en ella.

De mayor interés y mérito artístico es el extraordinario bajorrelieve de bronce (c. 1440), todavía existente, que cubría las reliquias de San Enrique en Nousis, con nueve placas secundarias en las que estaban grabados los milagros y episodios de su vida. Las reliquias de San Enrique fueron trasladadas en 1300 a la catedral de Abo (actualmente Turku).

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Fuente: Enciclopedia Católica
Wulfstano (Wolstan) de Worcester, Santo Monje y Obispo, Enero 20  

Wulfstano (Wolstan) de Worcester, Santo

Obispo y Monje

Martirologio Romano: En la ciudad de Worcester, en Inglaterra, san Wulfstano, obispo, que, pasando del claustro a la sede, mantuvo las costumbres monásticas junto al celo pastoral. Visitó incansablemente las parroquias de su diócesis, ocupándose en erigir iglesias, fomentar los estudios y condenar la venta de esclavos (1095).

Benedictino y Obispo de Worcester; nació en Long Itchington, Warwickshire, Inglaterra, aproximadamente en 1008; murió en Worcester, el 19 de enero de 1095.

Fue educado en las grandes escuelas monásticas de Evesham y Pterborough. Resueltamente combabió y superó las tentaciones de su juventud, e ingresó al servicio de Brithege, Obispo de Worcester, quien le ordenó como sacerdote aproximadamente en 1038.

Rechazando todos las prerrogativas eclesiásticas, llegó a ser novicio en el gran priorato de Worcester, y luego de ocupar posiciones en varias oficinas en el monasterio llegó a ser prior de la catedral. Mantuvo esta posición de manera edificante, guiado por su sentido de caridad, santidad en su forma de vida, y estricta observancia de las normas, hasta 1062, cuando la Sede de Worcester tuvo como vacante el cargo de Obispo, debido a que quien lo ocupaba, el Obispo Aldred, fue para ser Arzobispo de York.

Dos cardenales romanos, recomendaron a Wolstan ante el Rey Eduardo para que llenara esta vacante. Estos dos cardenales habían sido huéspedes de nuestro personaje con anterioridad. El rey accedió y lo consagró el 8 de septiembre de 1062. No fue exactamente un hombre de aprendizaje especial, ni de gran intelecto, sin embargo se dedicó con devoción durante su vida completa al cuidado de su diócesis, visitando, predicando, y confirmando. Sin intermediarios, reconstruyó su catedral en el más puro estilo sajón, además de establecer iglesias en muchos lugares. En todo ello mantuvo su actitud y forma de vida caracterizada por los hábitos ascéticos que había adquirido en su vida enclaustrada.

No obstante ello, su vida estuvo llena de asiduas actividades, además de estar dedicada a la oración y meditación. Los Salmos estuvieron siempre en sus labios, y recitaba el Divino Oficio en voz alta, con los asistentes en lo que iba hacia el área rural a fin de cumplir con sus deberes episcopales.

Wolstan fue el último obispo inglés que fue nombrado por un rey sajón, el último representante episcopal representante de la Iglesia de Bede y de Cuthbert, y el enlace entre estas iglesias y la Iglesia de Lanfranc y Anselm. Luego de la conquista, cuando casi todos los sajones nobles y el clero fue despojado de sus oficinas y honores a favor de los normandos, Wolstan retuvo su sede, y gradualmente se fue ganando la estima y la confianza tanto de Lanfranc y del conquistador mismo.

Aelred de Rievaulx cuenta la leyenda de cuando se le pidió que renunciara a ser obispo, y de cómo colocó su cruz frente a la tumba de Eduardo El Confesor en Westminster. La cruz se mantuvo fija, como un símbolo del cielo de que el santo obispo debía permanecer en su cargo. Sobrevivió tanto a Guillermo el Conquistador, como a Lanfranc, y fue uno de los que consagró a San Anselmo.

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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando el santoral de este día, Enero 20  

Otros Santos y Beatos

Santa Ascla, mártir
En la ciudad de Antinoe, en la Tebaida (hoy Egipto), san Ascla, mártir, que no temió las amenazas del juez, dado que le causaba mucho más temor renegar de Cristo, y después de variados tormentos, fue arrojado al río (s. IV)

San Esteban Min Kuk-ka, mártir
En Seúl, ciudad de Corea, san Esteban Min Kuk-ka, mártir, que fue degollado en la cárcel por ser catequista cristiano (1840).

San Eutimio, abad
En Palestina, san Eutimio, abad, que, nacido en Armenia y consagrado a Dios desde la infancia, fue a Jerusalén y, después muchos años pasados en la soledad, al final de su vida, fiel y esforzado en la humildad y en la caridad, murió dejando ejemplo de observancia y disciplina (473).

Beato Benito Ricasoli, monje eremita
En el monasterio de Coltibuono, en la Toscana (hoy Italia), beato Benito Ricasoli, eremita de la Congregación de Valumbrosa (c. 1107).

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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