J†A
JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 14-29
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido tanto, llegó a oídos del rey Herodes el rumor de que Juan el Bautista era Elías; y otros, que era un profeta comparable a los antiguos.
Pero Herodes insistía: "Es Juan, a quien yo le corté la cabeza, y que ha resucitado".
Herodes había mandado apresar a Juan y lo había metido y encadenado en la cárcel.
Herodes se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía:
"No te está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano".
Por eso Herodes lo mandó encarcelar. Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería quitarle la vida; pero no sabía cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo.
La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea con motivo de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su baile les gustó mucho a Herodes y a sus invitados.
El rey le dijo entonces a la joven: "Pídeme lo que quieras y yo te lo daré". Y le juró varias veces: "Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".
Ella fue a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?"
Su madre le contestó:
"La cabeza de Juan el Bautista". Volvió ella inmediatamente
junto al rey y le dijo:
"Quiero que me des ahora mismo en una bandeja
la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a los convidados no quiso desairar a la joven.
Y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su madre. Al enterarse de esto,
los discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
Palabra del Señor.
Te alabamos, Señor.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
"El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
vie 4a. Ordinario año impar
Tengo los ojos puestos en el Señor, porque él me libra de todo peligro. Mírame, Dios mío, y ten piedad de mí, que estoy solo y afligido.
Oremos:
Nos acogemos, Señor, a tu providencia, que nunca se equivoca, y te pedimos humildemente que apartes de nosotros todo mal y nos concedas aquello que pueda contribuir a nuestro bien.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre.
Lectura de la carta a los hebreos 13, 1-8
Hermanos: Conserven entre ustedes el amor fraterno y no se olviden de practicar la hospitalidad, ya que por ella, algunos han hospedado ángeles sin saberlo. Acuérdense de los que están presos, como si ustedes mismos estuvieran también con ellos en la cárcel. Piensen en los que son maltratados, pues también ustedes tienen un cuerpo que puede sufrir.
Que todos tengan gran respeto al matrimonio y lleven una vida conyugal irreprochable, porque a los que cometen fornicación y adulterio, Dios los habrá de juzgar.
Que no haya entre ustedes avidez de riquezas, sino que cada quien se contente con lo que tiene. Dios ha dicho: Nunca te dejaré ni te abandonaré; por lo tanto, nosotros podemos decir con plena confianza: El Señor cuida de mí, ¿por qué les he de tener miedo a los hombres?
Acuérdense de sus pastores, que les predicaron la palabra de Dios. Consideren cómo terminaron su vida e imiten su fe. Jesucristo es e mismo ayer, hoy y siempre. Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del salmo 26
El Señor es mi luz y mi salvación.
El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién voy a tenerle miedo? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién podrá hacerme temblar?
El Señor es mi luz y mi salvación.
Aunque se lance contra mí un ejército, no temerá mi corazón; aun cuando hagan la guerra contra mí, tendré plena confianza en el Señor.
El Señor es mi luz y mi salvación.
Porque el Señor me procuró un refugio en Los tiempos aciagos; me esconderá en lo oculto de su tienda y él me pondrá a salvo.
El Señor es mi luz y mi salvación.
El corazón me dice que te busque y buscándote estoy. No me abandones ni me dejes solo, mi Dios y salvador.
El Señor es mi luz y mi salvación.
Aleluya, aleluya.
Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero y perseveran hasta dar fruto.
Aleluya.
Es Juan, a quien yo le corté la cabeza, y que ha resucitado
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 6, 14-29
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido tanto, llegó a oídos del rey Herodes el rumor de que Juan el Bautista era Elías; y otros, que era un profeta comparable a los antiguos.
Pero Herodes insistía: "Es Juan, a quien yo le corté la cabeza, y que ha resucitado".
Herodes había mandado apresar a Juan y lo había metido y encadenado en la cárcel.
Herodes se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía:
"No te está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano".
Por eso Herodes lo mandó encarcelar. Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería quitarle la vida; pero no sabía cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo.
La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea con motivo de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su baile les gustó mucho a Herodes y a sus invitados.
El rey le dijo entonces a la joven: "Pídeme lo que quieras y yo te lo daré". Y le juró varias veces: "Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".
Ella fue a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?"
Su madre le contestó:
"La cabeza de Juan el Bautista". Volvió ella inmediatamente
junto al rey y le dijo:
"Quiero que me des ahora mismo en una bandeja
la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a los convidados no quiso desairar a la joven.
Y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su madre. Al enterarse de esto,
los discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.
Palabra del Señor.
Te alabamos, Señor.
Confiados en tu misericordia, Señor, venimos a tu altar con nuestros dones a fin de que te dignes purificarnos por este memorial que estamos celebrando.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Restauración universal en Cristo
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo nuestro Señor.
A quien hiciste fundamento de todo y de cuya plenitud quisiste que participáramos todos. El cual, siendo Dios, se anonadó a sí mismo, y por su sangre derramada en la cruz, puso en paz todas las cosas. Y así, constituido Señor del universo, es fuente de salvación eterna para cuantos creen en Él.
Por eso,
con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Yo te invoco, porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras.
Oremos:
Padre Santo, tú que nos has alimentado con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, guíanos por medio de tu Espíritu a fin de que, no sólo con palabras, sino con toda nuestra vida podamos demostrarte nuestro amor
y así merezcamos entrar al Reino de los cielos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
Dia 6/02 San Pablo Miki y compañeros (mártires, rojo)
Antífona de Entrada
Aquéllos que siguieron en la tierra las huellas de Cristo, se alegran ahora en el cielo; y porque lo amaron hasta morir por él, con él se gozan eternamente.
Oración Colecta
Oremos:
Señor Dios, que quisiste llamar a la vida eterna por medio de la cruz a Pablo Miki y a sus compañeros, y les diste fortaleza para morir por ti; concédenos, por su intercesión, que sepamos vivir con honradez y sin miedo la fe que profesamos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Vivo, pero ya no soy yo el que vive; es Cristo quien vive en mí
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 2, 19-20
Hermanos: Por la ley estoy muerto a la ley, a fin de vivir para Dios. Estoy crucificado con Cristo.
Vivo, pero ya no soy yo el que vive; es Cristo quien vive en mí. Pues mi vida en este mundo la vivo en la fe que tengo en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del salmo 125
Entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor.
Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio, creíamos soñar: entonces no cesaba de reír nuestra boca, ni se cansaba entonces la lengua de cantar.
Entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor.
Aun los mismos paganos con asombro decían: "Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor". Y estábamos alegres, pues ha hecho cosas grandes por su pueblo el Señor.
Entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor.
Como cambian los ríos la suerte del desierto, cambia también ahora, nuestra suerte, Señor, y entre gritos de júbilo, cosecharán aquellos que siembran con dolor.
Entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor.
Al ir, iban llorando, cargando su semilla, al regresar, cantando vendrán con sus gavillas.
Entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Vayan y enseñen a todas las naciones, dice el Señor, y sepan que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo.
Aleluya.
Evangelio
Vayan y enseñen a todas las naciones
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28, 16-20
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban. Entonces, Jesús se acercó a ellos y les dijo:
"Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Recibe, Padre santo, las ofrendas que te presentamos en honor de tus santos mártires y concédenos permanecer firmes en la confesión de tu nombre.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Testimonio y ejemplo de los mártires
En verdad es justo darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro. Porque la sangre del glorioso san Pablo Miki y compañeros, derramada como la de Cristo para proclamar su fidelidad a ti, manifiesta tu admirable poder que convierte la fragilidad en fortaleza y al hombre débil robustece para que sea testigo tuyo.
Por eso,
como los ángeles te cantan en el cielo,así nosotros en la tierra te aclamamos diciendo sin cesar:
Antífona de la Comunión
Ustedes son lo que han perseverado conmigo en mis pruebas y yo les preparo un Reino, dice el Señor, para que en él coman y beban en mi mesa.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor y Dios nuestro, que admirablemente ilustraste el misterio de la cruz con el ejemplo de tus santos mártires, concédenos la gracia, ya que hemos sido alimentados con el Cuerpo de Cristo, de seguirlo con fidelidad en la Iglesia para la salvación de todos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
† Meditación diaria
4ª semana. Viernes
FORTALEZA EN LA VIDA ORDINARIA
— El ejemplo de los mártires. Nuestro testimonio de cristianos corrientes. La virtud de la fortaleza.
— Fortaleza para seguir a Cristo, para ser fieles en lo pequeño, para vivir el desprendimiento efectivo de los bienes, para ser pacientes.
— Heroísmo en la vida sencilla y normal del cristiano. Ejemplaridad.
I. El Evangelio de la Misa de hoy nos relata el martirio de Juan el Bautista1, que fue fiel, hasta dar la vida, a la misión recibida de Dios. Si en los momentos difíciles hubiera callado o se hubiera mantenido al margen de los acontecimientos, no habría muerto degollado en la cárcel de Herodes. Pero Juan no era como caña que se mueve con cualquier viento. Fue coherente hasta el final con su vocación y con los principios que daban sentido a su existencia.
La sangre que derramó Juan, junto a la de los mártires de todos los tiempos, se uniría a la Sangre redentora de Cristo para darnos un ejemplo de amor y de firmeza en la fe, de valentía y de fecundidad. El martirio es la mayor expresión de la virtud de la fortaleza y el testimonio supremo de una verdad que se confiesa hasta dar la vida por ella. El ejemplo del mártir "nos trae a la memoria que a la fe se debe un testimonio (...) personal, preciso, y –si llega el caso– costoso, intrépido; y nos recuerda, en fin, que el mártir de Cristo no es un héroe extraño, sino que es para nosotros, es nuestro"2: nos enseña que todo cristiano debe estar dispuesto a entregar su propia vida, si fuera necesario, en testimonio de su fe.
Los mártires no son solo un ejemplo incomparable del pasado; nuestra época actual es también tiempo de mártires, de persecución, incluso sangrienta. "Las persecuciones por la fe son hoy muchas veces semejantes a las que el martirologio de la Iglesia ha registrado ya durante los siglos pasados. Ellas asumen formas diversas de discriminación de los creyentes, y de toda la comunidad de la Iglesia (...).
"Hoy hay centenares y centenares de miles de testigos de la fe, muy frecuentemente desconocidos u olvidados por la opinión pública, cuya atención está absorbida por otros hechos; frecuentemente solo Dios los conoce. Ellos soportan privaciones diarias, en las más diversas regiones de cada uno de los continentes.
"Se trata de creyentes obligados a reunirse clandestinamente porque su comunidad religiosa no está ya autorizada. Se trata de obispos, de sacerdotes, de religiosos a los que les está prohibido ejercer el santo ministerio en sus iglesias o en sus reuniones públicas (...).
"Se trata de jóvenes generosos, a los que se impide entrar en un seminario o en un lugar de formación religiosa para realizar allí su propia vocación (...). Se trata de padres a los que se niega la posibilidad de asegurar a sus hijos una educación inspirada en la propia fe.
"Se trata de hombres y mujeres, trabajadores manuales, intelectuales y de todas las profesiones, los cuales, por el simple hecho de profesar su fe, afrontan el riesgo de verse privados de un porvenir brillante para sus carreras o sus estudios"3. Sin embargo, el Señor no pide a la mayor parte de los cristianos que derramen su sangre en testimonio de la fe que confiesan. Pero reclama de todos una firmeza heroica para proclamar la verdad con la vida y la palabra en ambientes quizá difíciles y hostiles a las enseñanzas de Cristo, y para vivir con plenitud las virtudes cristianas en medio del mundo, en las circunstancias en las que nos ha colocado la vida: es la senda que deberán recorrer la mayoría de los cristianos, que han de santificarse siendo heroicos en los deberes y circunstancias de cada día. El cristiano de hoy tiene necesidad de modo particular de la virtud de la fortaleza, que, además de ser humanamente tan atractiva, resulta imprescindible dada la mentalidad materialista de muchos, la comodidad, el horror a todo lo que suponga mortificación, renuncia o sacrificio...: todo acto de virtud incluye un acto de valentía, de fortaleza; sin ella no se puede ser fiel a Dios.
Enseña Santo Tomás4 que esta virtud se manifiesta en dos tipos de actos: acometer el bien sin detenerse ante las dificultades y peligros que pueda comportar, y resistir los males y dificultades de modo que no nos lleven a la tristeza. En el primer caso encuentran su campo propio de actuación la valentía y la audacia; en el segundo, la paciencia y la perseverancia. Todos los días se nos presentan muchas ocasiones para vivir estas virtudes: para superar los estados de ánimo, para evitar las quejas inútiles, para perseverar en el trabajo cuando comienza el cansancio, para sonreír cuando nos encontramos con menos facilidad de hacerlo, para corregir lo que sea necesario, para comenzar cada labor en su momento, para ser constante en el apostolado con nuestros familiares y amigos...
II. Poner la meta de nuestra vida en seguir de cerca a Jesucristo y en progresar siempre en ese seguimiento ya requiere fortaleza, porque nunca fue empresa cómoda seguir a Cristo. Es tarea alegre, inmensamente alegre, pero sacrificada. Y después de la primera decisión está la de cada tiempo, la de cada día. Fuerte ha de ser el cristiano para emprender el camino de la santidad y para reemprenderlo en cada una de sus etapas, para perseverar sin amilanarse a pesar de todos los obstáculos, internos y externos, que se presentan.
Tenemos necesidad de la fortaleza para ser fieles en lo pequeño de cada día, que es, en definitiva, lo que nos acerca o nos separa del Señor. Esta actitud de firmeza se manifiesta en el trabajo, en la vida familiar, ante el dolor y la enfermedad, ante los posibles desánimos que quitarían la paz si no hubiera una lucha decidida por superarlos, apoyados siempre en la consideración de que Dios es nuestro Padre y permanece junto a cada uno de sus hijos.
Necesitamos la virtud de la fortaleza para evitar el descamino, para dejar a un lado las baratijas de la tierra y no permitir que el corazón se apegue a ellas en una época en la que muchos las tienen como el fin de su vida y olvidan que su corazón lo creó Dios de manera que solo Él puede saciar su ansia de felicidad. Muchos cristianos parecen haber olvidado que Cristo es verdaderamente el tesoro escondido, la perla preciosa5, por cuya posesión vale la pena no llenar el corazón de bienes pequeños y relativos, pues "el que conoce las riquezas de Cristo Señor nuestro, por ellas desprecia todas las cosas; para este son basuras las haciendas, las riquezas y los honores. Porque nada hay que pueda compararse con aquel tesoro supremo, ni que pueda ponerse en su presencia"6, Para estar efectivamente desprendidos de los bienes que debemos utilizar, para no convertirlos en fines, debemos ser fuertes.
Esta virtud nos lleva a ser pacientes ante los acontecimientos y noticias desagradables y ante los obstáculos que cada día se presentan, a saber esperar el momento oportuno para hacer una corrección. No es propio de un cristiano que vive en la presencia de su Padre Dios el andar con un gesto agrio, malhumorado o triste ante una espera que se prolonga, ante planes imprevistos que ha de cambiar a última hora, o frente a los pequeños (o grandes) fracasos que lleva consigo toda vida normal. La paciencia nos lleva también a ser comprensivos con los demás, cuando parece que no mejoran o no ponen todo el interés en corregirse, y a tratarlos siempre con caridad, con aprecio humano y sentido sobrenatural. Quien tiene a su cargo la formación de otras personas (padres, maestros, superiores...) necesita particularmente de la paciencia, porque "gobernar, muchas veces, consiste en saber "ir tirando" de la gente, con paciencia y cariño"7. A todos nos puede ayudar este consejo para hacer hoy examen en nuestra oración personal: "Has de conducirte cada día, al tratar a quienes te rodean, con mucha comprensión, con mucho cariño, junto –claro está– con toda la energía necesaria: si no, la comprensión y el cariño se convierten en complicidad y en egoísmo"8. La caridad nunca es debilidad, y la fortaleza no debe tomar una actitud desabrida, áspera y malhumorada.
III. Son pocos, efectivamente, en comparación a todos los fieles que componen la Iglesia, los hombres a los que pide el Señor un testimonio de la fe derramando su sangre, dando su vida en el martirio (mártir significa testigo), pero sí nos pide a todos la entrega de la vida, poco a poco, con heroísmo escondido, en el cumplimiento fiel del deber: en el trabajo, en la familia, en la lucha por ser siempre coherentes con la fe cristiana, con un ejemplo que arrastra y estimula. Por esto, no basta con que vivamos interiormente la doctrina de Cristo: falsa fe sería aquella que careciera de manifestaciones externas. Por pasividad, por afán de no comprometerse, no pueden dar a entender los cristianos que no estiman su fe como lo más importante de su vida o no consideran las enseñanzas de la Iglesia como un elemento vital de su conducta. "El Señor necesita almas recias y audaces, que no pacten con la mediocridad y penetren con paso seguro en todos los ambientes"9. En ocasiones, pueden existir graves razones de caridad para confortar con el testimonio de nuestra fe a los que andan vacilantes: una confesión decidida como la del Bautista, sin complejos, que arrastre y remueva.
El honor de Dios está por encima de las conveniencias personales. No podemos permanecer pasivos cuando se quiere poner al Señor entre paréntesis en la vida pública o cuando hombres sectarios pretenden arrinconarlo en el fondo de las conciencias. Tampoco podemos estar callados cuando hay tantas personas a nuestro lado que esperan un testimonio coherente con la fe que profesamos. Ese testimonio consistirá unas veces en la ejemplaridad en el trabajo profesional, en la caridad y la comprensión con todos, en la alegría que revela la paz que nace del trato con Dios...; otras, en el silencio ante una injusta acusación, o en la defensa serena pero firme del Romano Pontífice o de la jerarquía de la Iglesia, en la refutación de una doctrina errónea o confusa... Siempre con serenidad y sin intemperancias, que no hacen bien y no son propias de un cristiano, pero con firmeza.
La fortaleza de Juan y su vida coherente es para nosotros un ejemplo a imitar. Si lo seguimos en los acontecimientos diarios, corrientes y sencillos, muchos de nuestros amigos verán el temple de nuestra vida y se moverán por ese testimonio sereno, de la misma manera que muchos se convertían al contemplar el martirio –el testimonio de fe– de los primeros cristianos.
1 Mc 6, 14-29. — 2 Pablo VI, Alocución 3-XI-1965. — 3 Juan Pablo II, Meditación-plegaria, Lourdes, 14-VIII-1983. — 4 Santo Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 123, a. 6. — 5 Cfr. Mt 13, 44-46. — 6 Catecismo Romano, IV, 11, n. 15. — 7 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 405. — 8 Ibídem, n. 803. — 9 Ibídem, n. 416.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
6 de febrero
Los Mártires del Japón
San Pablo Miki y Compañeros
"Llegado a este momento final de mi existencia en la tierra, seguramente que ninguno de ustedes va a creer que me voy a atrever a decir lo que no es cierto. Les declaro pues, que el mejor camino para conseguir la salvación es pertenecer a la religión cristiana, ser católico."
Fueron 26, martirizados el mismo día, 5 de febrero del año 1597.
En el año 1549 San Francisco Javier llegó al Japón y convirtió a muchos paganos.
Ya en el año 1597 eran varios los miles de cristianos en aquel país. Y llegó al gobierno un emperador sumamente cruel y vicioso, el cual ordenó que todos los misioneros católicos debían abandonar el Japón en el término de seis meses. Pero los misioneros, en vez de huir del país, lo que hicieron fue esconderse, para poder seguir ayudando a los cristianos. Fueron descubiertos y martirizados brutalmente. Los que murieron en este día en Nagasaki fueron 26. Tres jesuitas, seis franciscanos y 16 laicos católicos japoneses, que eran catequistas y se habían hecho terciarios franciscanos.
Los mártires jesuitas fueron: San Pablo Miki, un japonés de familia de la alta clase social, hijo de un capitán del ejército y muy buen predicador: San Juan Goto y Santiago Kisai, dos hermanos coadjutores jesuitas. Los franciscanos eran: San Felipe de Jesús, un mexicano que había ido a misionar al Asia. San Gonzalo García que era de la India, San Francisco Blanco, San Pedro Bautista, superior de los franciscanos en el Japón y San Francisco de San Miguel.
Entre los laicos estaban: un soldado: San Cayo Francisco; un médico: San Francisco de Miako; un Coreano: San Leon Karasuma, y tres muchachos de trece años que ayudaban a misa a los sacerdotes: los niños: San Luis Ibarqui, San Antonio Deyman, y San Totomaskasaky, cuyo padre fue también martirizado.
A los 26 católicos les cortaron la oreja izquierda, y así ensangrentados fueron llevados en pleno invierno a pie, de pueblo en pueblo, durante un mes, para escarmentar y atemorizar a todos los que quisieran hacerse cristianos.
Al llegar a Nagasaki les permitieron confesarse con los sacerdotes, y luego los crucificaron, atándolos a las cruces con cuerdas y cadenas en piernas y brazos y sujetándolos al madero con una argolla de hierro al cuello. Entre una cruz y otra había la distancia de un metro y medio.
La Iglesia Católica los declaró santos en 1862.
Testigos de su martirio y de su muerte lo relatan de la siguiente manera: "Una vez crucificados, era admirable ver el fervor y la paciencia de todos. Los sacerdotes animaban a los demás a sufrir todo por amor a Jesucristo y la salvación de las almas. El Padre Pedro estaba inmóvil, con los ojos fijos en el cielo. El hermano Martín cantaba salmos, en acción de gracias a la bondad de Dios, y entre frase y frase iba repitiendo aquella oración del salmo 30: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". El hermano Gonzalo rezaba fervorosamente el Padre Nuestro y el Avemaría".
Al Padre Pablo Miki le parecía que aquella cruz era el púlpito o sitio para predicar más honroso que le habían conseguido, y empezó a decir a todos los presentes (cristianos y curiosos) que él era japonés, que pertenecía a la compañía de Jesús, o sociedad de los Padres jesuitas, que moría por haber predicado el evangelio y que le daba gracias a Dios por haberle concedido el honor tan enorme de poder morir por propagar la verdadera religión de Dios. A continuación añadió las siguientes palabras:
"Llegado a este momento final de mi existencia en la tierra, seguramente que ninguno de ustedes va a creer que me voy a atrever a decir lo que no es cierto. Les declaro pues, que el mejor camino para conseguir la salvación es pertenecer a la religión cristiana, ser católico. Y como mi Señor Jesucristo me enseñó con sus palabras y sus buenos ejemplos a perdonar a los que nos han ofendido, yo declaro que perdono al jefe de la nación que dio la orden de crucificarnos, y a todos los que han contribuido a nuestro martirio, y les recomiendo que ojalá se hagan instruir en nuestra santa religión y se hagan bautizar".
Luego, vueltos los ojos hacia sus compañeros, empezó a darles ánimos en aquella lucha decisiva; en el rostro de todos se veía una alegría muy grande, especialmente en el del niño Luis; éste, al gritarle otro cristiano que pronto estaría en el Paraíso, atrajo hacia sí las miradas de todos por el gesto lleno de gozo que hizo. El niño Antonio, que estaba al lado de Luis, con los ojos fijos en el cielo, después de haber invocado los santísimos nombres de Jesús, José y María, se puso a cantar los salmos que había aprendido en la clase de catecismo. A otros se les oía decir continuamente: "Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía". Varios de los crucificados aconsejaban a las gentes allí presentes que permanecieran fieles a nuestra santa religión por siempre.
Luego los verdugos sacaron sus lanzas y asestaron a cada uno de los crucificados dos lanzazos, con lo que en unos momentos pusieron fin a sus vidas.
El pueblo cristiano horrorizado gritaba: ¡Jesús, José y María!
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Fuente: ar.geocites.com/misa_tridentina01
Amando de Maastricht, San Obispo, Febrero 6
| Amando de Maastricht, San | Obispo Martirologio Romano: En Elnon, también en la Galia Bélgica, sepultura de san Amando, obispo de Maastricht, que predicó la palabra de Dios por diversas regiones, llegando incluso a los eslavos, y finalmente, construido un monasterio, terminó allí su vida (c. 679).
Este gran misionero nació en el bajo Poitou, alrededor del año 584. A la edad de veinte años se retiró a un pequeño monasterio en la Isla de Yeu, cerca de la de Re. No había estado allí más de un año, cuando su padre lo descubrió y trató de persuadirlo para que regresara a su casa. Cuando lo amenazó con desheredarlo, el santo alegremente respondió, "Cristo es mi única herencia".
Amando fue después a Tours, donde se ordenó, y luego a Bourges, donde vivió quince años bajo la dirección del obispo San Austregisilo, en una celda cerca de la catedral. Después de una peregrinación a Roma, retornó a Francia y fue consagrado obispo sin sede fija en 629, y recibió el encargo de enseñar la fe a los paganos. Predicó el Evangelio en Flandes y en el norte de Francia, e hizo una breve visita a los eslavos de Carinthia y tal vez en Gascuña.
Reprendió al rey Dagoberto I por sus crímenes y por ese motivo fue desterrado. Pero Dagoberto pronto lo llamó otra vez, y le pidió que bautizara a su hijo recién nacido, Sigeberto, que después, fue rey y santo. La gente de Gante era tan ferozmente hostil, que ningún predicador se aventuraba a ir entre ellos. Esto movió a Amando a tomar aquella misión, durante la cual fue golpeado varias veces y arrojado al río. No obstante, su labor perseverante, que por mucho tiempo pareció estéril, al fin logró que la gente acudiera en multitudes a recibir de sus manos el bautismo.
Además de ser un gran misionero, San Amando fue el padre del monasticismo en la antigua Bélgica; se dice que fue fundador de una veintena de monasterios de la región. De hecho, fundó casas en Elnone (Saint-Amand-les-Eaux), cerca de Tournai, que se convirtió en su centro de operaciones; fundó también San Pedro en Mont-Blandin en Gante, pero probablemente no fue el fundador de St. Bravo que también está allí. Fundó además el de Nivelles, para monjas con la Beata Ida y Santa Gertrudis; Brisis-au-Bois, y probablemente tres más, incluyendo Marchiennes.
Se dice, aunque no con certeza, que en 646 fue elegido obispo de Maestricht, pero que tres años más tarde presentó su renuncia a dicha sede en favor de San Remaclus y volvió a sus misiones, que siempre tuvieron su predilección. Continuó sus labores entre los paganos hasta avanzada edad, cuando, quebrantado por las enfermedades, se retiró a Elnone. Allí estuvo como abad por cuatro años, siempre preparándose para la muerte que le llegó al fin poco después de 676. Ningún historiador serio, pone en duda que San Amando haya sido una de las figuras más imponentes de la época merovingia; no era desconocido en Inglaterra, y la capilla de la familia Eyston de East Hendred anterior a la Reforma, en Berkshire, está dedicada en su honor. |
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Fuente: Franciscanos.org
Pedro Bautista Blásquez Mártir, Febrero 6
| Pedro Bautista Blásquez | Mártir en Japón San Pedro Bautista nace en San Esteban del Valle el año 1542, tres siglos más tarde que San Francisco. No pudo conocerlo, naturalmente, pero posiblemente sí conoció al gran reformador de su Orden, Pedro de Alcántara.
Pedro Bautista profesa en 1568, al año de ingresar. Al venir con los estudios eclesiásticos ya hechos, incluso con la orden del diaconado, fue muy pronto ordenado sacerdote y destinado por los superiores al apostolado de la predicación y a la formación en la provincia. Parece que no le llenaba esta tarea. A un cierto momento debió de sentir la llamada del Señor: "Pedro, rema mar adentro". Y siguió la inspiración. El clima que se respiraba en toda la península favorecía este impulso. Tras un serio discernimiento, un buen día presentó su moción a los superiores, como ordena la Regla (cap. 12), y obtuvo el visto bueno para incorporarse a un grupo de religiosos que iban a partir rumbo a Nueva España (Méjico).
Era el año 1581. Para allí se embarcó y allí permaneció y trabajó por espacio de casi tres años. Fue como su noviciado misionero. Vio muchas cosas y la experiencia le serviría de gran ayuda para el resto de su vida. Pero él nunca pensó que Méjico era la estación terminal de su aventura. Su objetivo, como el de todos los hermanos de hábito fue siempre China y Japón. Filipinas, con respecto a su ideal, venía a ser como una escala para repostar, no para echar raíces.
Llegó a Manila como Comisario el año 1584. Cumplido su cometido, se entregó sin demora a la labor misionera con el celo y el entusiasmo que le permitían las circunstancias. ¡Tan cierto es que sólo el amor es misionero! El amor que arde en el corazón de los hombres. Este es el secreto del ardor misionero de Pedro Bautista. Pero ¿cómo predicar a los nativos sin apenas conocer su lengua? Recurre a las obras. Entra en contacto con los ambientes más pobres y necesitados. Visita y cura a los enfermos. Levanta para ellos residencias y hospitales y se convierte en médico de los cuerpos y de las almas. Los primeros destinatarios de este nuevo misionero y de sus compañeros de religión fueron los leprosos y los pobres, como lo fueron para San Francisco (cf. Test 3). Si esto causó impresión en Filipinas aun entre algunos cristianos y eclesiásticos empleados en la labor misionera, llegó a causar alarma entre los políticos cuando públicamente alzó la voz en defensa de los derechos conculcados de los pobres.
Su amor apostólico le llevaba a ser "estropajo de los leprosos" y abogado defensor de los sin voz, injustamente maltratados y explotados, a veces, por los colonizadores y encomenderos. Pedro Bautista ya había sido testigo de ello en Méjico y sabía de boca de los indígenas lo que marcaba la diferencia para ellos entre el misionero franciscano e incluso otros misioneros. Lo recoge el historiador mexicano Miguel León: "A los indígenas les gustan los franciscanos porque estos andan pobres y descalzos como nosotros, comen lo que nosotros, asiéntanse entre nosotros, conversan entre nosotros mansamente... Con su amor y caridad atraen tanto a ricos como a pobres..., mucho más a los indios pobres. Nunca se halló pleito ni quejas de los bienaventurados hermanos".
Los malolientes indios y leprosos que detestaban incluso algunos misioneros, les olían a cielo a los franciscanos en Méjico, Filipinas y Japón, sigue diciendo el mismo autor. Otro observador veraz de los hechos comenta: "Mientras nosotros en nuestras pesquerías damos muerte a los indios, estos hijos de San Francisco han preferido morir por ellos" (Rodrigo de Niebla, cronista). Esta ha sido otra constante histórica de la Orden.
Pedro Bautista conocía muy bien todo esto y lo había asimilado por ser y responder al método recomendado por San Francisco en la primera Regla, que dice: "... y los hermanos que van entre sarracenos y otros infieles, pueden comportarse entre ellos espiritualmente de dos modos. Uno, que no promuevan disputas y controversias, sino que se sometan a toda humana criatura por Dios, y confiesen que son cristianos. Otro, que cuando les parezca que agrada al Señor, anuncien la Palabra de Dios para que crean, se bauticen y hagan cristianos" (1 R 16).
Se trata no de imponer, sino de proponer, no tanto de demostrar con argumentos, cuanto de mostrar con la vida y las obras. El amor es praxis. San Pedro hizo experiencia en Filipinas de que el mejor soporte del misionero era la vida escondida con Cristo en Dios, es decir, la contemplación, la austeridad de vida expresada en la penitencia, la descalcez y, sobre todo, en la pobreza evangélica, elementos todos nucleares y vertebradores de las ordenaciones de la reforma Alcantarina profesada por el santo y sus compañeros.
Y aprendió, igualmente por experiencia, que el mejor púlpito para el misionero franciscano eran los hospitales y las escuelas erigidas al lado de las iglesias pobrecillas y los conventos para atender a los pobres y enfermos y para sacar a todos de las tinieblas de la ignorancia y el error.
Cuando sonó la hora de Dios y Pedro Bautista fue designado embajador de Felipe II ante el emperador del Japón Taikosama, trasvasó con él su metodología misionera al Japón también. Al emperador nunca le inquietó este nuevo modo de vivir y actuar de los nuevos misioneros; al contrario, le complacía, y por eso les prometió toda suerte de ayuda. A su oferta de hijos, él respondió que sería su padre.
La novedad introducida por Pedro Bautista y sus hermanos franciscanos de la descalcez causó profunda impresión en el ámbito japonés, no por la misión diplomática de Pedro Bautista, sino porque mostraban un talante propio, distinto del de otros misioneros, pues a ninguno de éstos habían visto los nativos descender a lavar a los leprosos, curarlos y hasta besar sus heridas, andar descalzos y con el hábito remendado, vivir de limosna y a la intemperie como los más pobres, menospreciar las riquezas, etc. Esto produjo necesariamente división de opiniones y posturas: en algunos, celotipia; en otros, incluso gentiles, admiración y estima.
Fray Juan Pobre, excelente reportero de los acontecimientos, recoge en su Historia comentarios como éste: "... su ley es la mejor de todas, y que debía haber algún premio en la otra vida, pues en ésta curaban a los leprosos, que tanto en Japón aborrecían". Los frailes eran noticia en todo Japón. De todas partes llegaban al hospital de Miyako y al de Nagasaki sobre todo leprosos para comprobar cosa tan extrema. Al constatarlo con sus propios ojos, un testigo que aún era gentil comenzó a predicar a los leprosos diciendo: "Tened en mucho esta obra maravillosa que estos extranjeros blancos hacen con vosotros... Y mirad que seáis agradecidos, pues no hay padre ni madre que tal haga con sus hijos cuando están leprosos; cortarles sí y matarlos, mas regalarlos así, como éstos hacen con vosotros, nunca tal se ha visto en Japón".
Fácil es suponer la fuerza de atracción que paulatinamente comenzó a ejercer la vida y comportamiento de los nuevos misioneros. Lo que nos resulta difícil de comprender es que al mismo tiempo y por la misma razón fueran conminados a abandonar la misión de Japón. El historiador jesuita padre Frois tacha a los franciscanos de imprudentes y temerarios por su metodología misionera. Y el mismo obispo, Pedro Martínez, de la Compañía de Jesús, invocando la autoridad papal y la suya, les prohibió toda actividad apostólica y asistencial, y hasta la mendicación para sobrevivir, con objeto de que abandonaran su campo de misión en Japón.
Las causas y acusaciones eran tan infundadas que forzaron una réplica bien ponderada del pacífico embajador, Pedro Bautista, que revela la talla de su enorme personalidad humana y evangélica. En una carta preciosa dirigida al obispo le dice entre otras cosas: "Y también advierta vuestra Señoría que nuestros Breves (documentos pontificios) los han examinado doce teólogos y un doctor en leyes, y todos nos obligan, so pena de pecado mortal, a no dejar las almas del Japón. Y cuando V. Señoría por fuerza y, como dicen, nos quisiera tomar por hambre, como parece lo ha mandado vedándonos las limosnas, sepa que aunque coma hojas de árboles no tengo que dejar el Japón hasta que lo mande el Papa y el Rey muy bien informados; porque tanto como esto conviene hacer por las almas que Cristo nuestro Redentor con su sangre redimió" (Carta de finales de 1596).
Pedro Bautista y sus compañeros, animados por el espíritu, el celo y el amor, a pesar de tantas dificultades, no pasaron a la clandestinidad sino que se mantuvieron a cara descubierta junto al necesitado hasta el día en que les encarcelaron. La pobreza franciscana siembra amor y florece en bienaventuranza, pero tiene un precio. Pedro Bautista y sus compañeros lo comprobaron cuando por la causa del evangelio les pidieron la vida en el calvario de Nagasaki y generosamente la dieron. Les cerraron la boca, pero los pobres siguen gritando: "Pedimos con lágrimas y suplicamos que no solamente estos padres no se vayan, mas que antes, para nuestro consuelo, se multipliquen en Japón" (de la carta firmada por los pobres enfermos y leprosos de los hospitales de San José y Santa Ana, que son ochenta).
Pedro Bautista realizó el sueño acariciado por San Francisco: Rubricar con la propia sangre del martirio el anuncio del Evangelio como verdadero fraile menor. |
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Fuente: ACI Prensa
Mateo Correa Magallanes, Santo Presbítero y Mártir, Febrero 6
| Mateo Correa Magallanes, Santo | Presbítero y Mártir Mexicano Martirologio Romano: En Durango, ciudad de México, san Mateo Correa, presbítero y mártir, que en medio de la persecución desatada contra la Iglesia se negó a revelar el secreto de confesión, recibiendo por ello la corona del martirio (1927).
Nació en Tepechitlán el 22 de julio de 1866. Fue admitido en el seminario de Zacatecas, y por cuatro años fue el portero del plantel. Por su buena conducta y aplicación se le concedió una beca y así pudo ser admitido como alumno interno.
Fue ordenado sacerdote en 1893 y se desempeñó como capellán en diversas haciendas y parroquias. Fue nombrado párroco de Concepción del Oro donde mantuvo una estrecha amistad con la familia Pro Juárez; le dio la primera comunión al Beato Miguel Pro, y bautizó a Humberto Pro, su hermano y compañero.
Luego se desempeñó como párroco de Colotlán, al tiempo que estalló la Revolución Maderista de 1910. Fue perseguido por los revolucionarios y tuvo que refugiarse en León pero regresó al calmarse la revolución y siguió trabajando en diversas parroquias.
En 1926 llega como párroco a Valparaíso y poco después llegan también las fuerzas gobiernistas, al mando del general Ortiz. Las arbitrariedades de Ortiz causaron una revuelta en el pueblo y tuvo que huir, pero mandó que llevaran a Zacatecas al sacerdote y a los miembros de la A.C.J.M. El padre y los jóvenes fueron puestos en libertad, lo cual enfureció más a Ortiz.
En 1927 el sacerdote fue nuevamente arrestado, lo condujeron a Durango y lo encerraron en la jefatura militar. Días más tarde el general Ortiz mandó al Padre Correa a confesar a un grupo de personas que iban a ser fusiladas y después le exigió que le revelara las confesiones. Ante la rotunda negativa del sacerdote ordenó su ejecución. Hoy en día se veneran sus restos en la catedral de Durango.
Fue beatificado el 22 de noviembre de 1992 y canonizado por el Papa Juan Pablo II el 21 de mayo del 2000. |
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Fuente: LaVerdadCatolica.org
Francisco Spinelli, Beato Presbítero y Fundador, Febrero 6
| Francisco Spinelli, Beato | Presbítero Fundador del Instituto de Hermanas Adoratrices del Santísimo Sacramento Martirologio Romano: En Rivolta d'Adda, en la región de Crema, en Italia, beato Francisco Spinelli, presbítero, que, a pesar de vejaciones y dificultades persistentes, soportadas con paciencia, fundó y dirigió una congregación de hermanas dedicadas a la adoración del Santísimo Sacramento (1913).
Etimología: Francisco = el abanderado, de origen germánico.
Nació en Milán, Italia. Se ordenó de sacerdote en 1875. En Bérgamo fundó el Instituto de las Hermanas Adoratrices del Santísimo Sacramento, cuya consigna es adorar "...con el amor más ardiente el Santísimo Sacramento" y alimentar "en Él la llama de la caridad para con el prójimo". Recomendaba a sus hijas espirituales: "Caminad en la caridad; que se encienda por fin el fuego de la caridad en vuestras almas; amad a vuestro Dios, y no pongáis nada a su nivel o por encima de Él". Falleció en Rivolta. Se le beatificó e1 21 de junio de 1992, en el santuario de Caravaggio. Juan Pablo II se expresó así de él: "... tuvo como punto de referencia espiritual el binomio ´cuna´ y ´cruz´. Siempre, y sobre todo en los momentos tempestuosos de su existencia, se inspiró en el misterio de Belén y del Gólgota; por eso enseñó que ´Belén y el Calvario son la primera y la última nota, la primera y la última pagina de ese poema inmenso, divino e inefable de amor y sacrificio que es toda la vida de Jesucristo´ ". |
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Fuente: Vatican.va
Alfonso María Fusco, Beato Presbítero y Fundador, 6 de febrero
| Alfonso María Fusco, Beato | Presbítero Fundadora de la Congregación de Hermanas de San Juan Bautista Martirologio Romano: En Angri, cerca de Salerno, en la Campania, beato Alfonso María Fusco, presbítero, el cual ejerció su ministerio entre los agricultores, preocupándose sobre todo por la formación de jóvenes pobres y huérfanos, y fundó la congregación de Hermanas de San Juan Bautista (1910).
Alfonso María Fusco, primogénito de cinco hijos, nació el23 marzo 1839 en Angri, provincia de Salerno, diócesis de Nocera-Sarno, del matrimonio Aniello Fusco y Giuseppina Schiavone, ambos de origen campesino y educados desde el nacimiento en sanos principios de vida cristiana y el santo temor de Dios. Se casaron en la Colegiata de San Juan Bautista el 31 enero 1834 y por cuatro largos años la cuna preparada con tanto amor quedó desoladamente vacía.
En Pagani, a poca distancia de Angri, se conservan las reliquias de San Alfonso María de´ Liguori. En el año 1838 Aniello y Giuseppina fueron a su tumba para rezar. En esa circunstancia sintieron decir al redentorista Francesco Saverio Pecorelli: " Tendrán un hijo varón, lo llamarán Alfonso, será sacerdote y seguirá la vida del Beato Alfonso".
El niño demostró rápidamente un carácter suave, dulce, amable, amante de la oración y de los pobres. En la casa paterna tuvo profesores sacerdotes eruditos y santos que lo instruyeron y lo prepararon para su primer encuentro con Jesús. A los siete años recibió la Primera Comunión y en seguida la Confirmación.
A los once años manifestó a sus padres el deseo de hacerse sacerdote y el 5 noviembre 1850 "espontáneamente y solamente con el deseo de servir a Dios y a la Iglesia", como él mismo declaró mucho tiempo después, entró en el Seminario Episcopal de Nocera de Pagani.
El 29 mayo 1863 fue ordenado sacerdote por el Arzobispo de Salerno, Mons. Antonio Salomone, entre el regocijo de su familia y el entusiasmo del pueblo de Angri. Se distinguió bien pronto entre los sacerdotes de la Colegiata de San Juan Bautista de Angri por su celo, por su dedicación al servicio litúrgico y por la diligencia en administrar los sacramentos, especialmente la confesión, donde mostraba toda su paternidad y comprensión por el penitente. Se dedicaba a la evangelización del pueblo con una predicación profunda, sencilla e incisiva.
La vida diaria de don Alfonso era la de un sacerdote diligente que llevaba en su corazón un viejo sueño. En los últimos días de seminario, una noche había soñado que Jesús Nazareno le había pedido, apenas fuese ordenado sacerdote, fundar un Instituto de religiosas y un orfanato para niños y niñas.
Fue el encuentro con Maddalena Caputo en Angri, una joven de carácter fuerte y decidido, que aspiraba a la vida religiosa, lo que empujó a don Alfonso a acelerar el tiempo para la fundación del Instituto. El 25 septiembre, la señorita Caputo y otras tres jóvenes se retiraron al oscurecer, a una casa destartalada de Scarcella, en el distrito de Ardinghi en Angri. Las jóvenes querían dedicarse a su propia santificación, a través de una vida de unión con Dios, de pobreza y de caridad, y a través del cuidado e instrucción de los huérfanos pobres.
Así fue fundada la Congregación de las Hermanas Bautistinas del Nazareno; la semilla cayó en buena tierra, en aquellos cuatro corazones ardientes y generosos y a través de privaciones, luchas, oposiciones, y pruebas el Señor la hizo desarrollar abundantemente. La Casa Scarcella fue conocida rápidamente como la Pequeña Casa de la Providencia.
Empezaron a llegar otras postulantes y las primeras huérfanas y, con ellas, las primeras dificultades. El Señor, que hace sufrir mucho a quien ama mucho, no ahorró penas ni sufrimientos al Fundador y a sus hijas. Don Alfonso aceptó siempre las pruebas, a veces muy duras, manifestando una completa conformidad a la voluntad de Dios, una heroica obediencia a los superiores y una inmensa confianza en la Providencia.
La tentativa injusta del Obispo diocesano, Mons. Saverio Vitagliano, de remover, por culpa de una serie de acusaciones falsas, a don Alfonso como director de la obra; la negativa a abrirle la puerta de la casa en Via Germanico a Roma, de parte de sus mismas hijas, causado por un deseo de división; las palabras del Cardenal Respighi, Vicario de Roma: "Ha fundado una comunidad de hermanas competentes que han hecho su deber. ¡Ahora retírese!"; entre otros, fueron para él momentos de gran sufrimiento. Lo vieron rezar con un corazón angustiado, como Jesús en el huerto, en la capilla de la Casa Madre en Angri y en la Iglesia de S. Joaquín en Prati (Roma).
Don Alfonso no dejó mucho escrito. Preferiría hablar con su testimonio de vida. Las breves frases, ricas de sabiduría evangélica, que se pueden sacar de sus escritos y de los testimonios de los que lo conocían, son rayos que iluminan su vida sencilla, su gran amor por la Eucaristía, por la Pasión de Jesús y su filial devoción a la Virgen Dolorosa. Repetía frecuentemente a sus Religiosas: "Hagámonos santos siguiendo a Jesús de cerca... Hijas, si viven en la pobreza, en la castidad y en la obediencia, resplandecerán como estrellas arriba en el cielo".
Dirigía el Instituto con gran sabiduría y prudencia y, como padre amoroso, cuidaba sus Religiosas y las huérfanas. Tenía una ternura casi maternal para todos, especialmente para las huérfanas más necesitadas; para ellas había siempre un lugar en la Pequeña Casa de la Providencia, aún cuando el alimento era escaso o simplemente faltaba. Entonces don Alfonso tranquilizaba a sus hijas preocupadas, diciendo: "No se preocupen, hijas mías, ahora voy a ver a Jesús y Él proveerá". Y Jesús respondía con rapidez y gran generosidad. ¡Para quien cree todo es posible!
En el tiempo en que la instrucción era un privilegio de pocos, negada para los pobres y las mujeres, don Alfonso no ahorraba ningún sacrificio con tal de dar a los niños una vida tranquila, el estudio y la preparación necesarias para una ocupación digna, de manera que, una vez adultos, pudieran vivir como ciudadanos honrados y cristianos comprometidos. Quería también que sus Religiosas empezaran pronto a estudiar, para estar preparadas para enseñar a los pobres y, a través de la instrucción y evangelización, preparar los caminos de Jesús, especialmente en los corazones de los niños y jóvenes.
Su voluntad tenaz, totalmente anclada a la Divina Providencia, la colaboración sabia y prudente de Maddalena Caputo que, con el nombre de Sor Crocifissa, fue la primera superiora del naciente Instituto, el estímulo continuo por el amor de Dios y el prójimo, permitieron el desarrollo extraordinario de la obra en breve tiempo. Las muchas peticiones de asistencia para un número siempre mayor de huérfanos y de niños empujó a don Alfonso a abrir nuevas casas, primero en la región de la Campania y posteriomente en otras regiones de Italia.
El 5 febrero 1910 se sintió mal durante la noche. Pidió y recibió los Sacramentos, y la mañana del domingo 6 febrero, después de haber bendecido, con brazo tembloroso, a sus hijas que lloraban alrededor de su cama, exclamó: "Señor, te doy gracias, he sido un siervo inútil". Después se volvió hacia las Religiosas y dijo: "Del cielo no os olvidaré, rezaré siempre por vosotras". Y se quedó dormido tranquilamente en el Señor.
Rápidamente se difundió la noticia de su muerte, durante todo ese día, se formó una fila de personas que lloraban diciendo: "¡Ha muerto el padre de los pobres, ha muerto el santo!".
Su testimonio ha sido una fuente de vida y de gracia en particular para las Religiosas, hoy difundidas en cuatro continentes.
El 12 febrero 1976 el Papa Pablo VI reconoció sus virtudes heroicas y el Papa Juan Pablo II el 7 octubre 2001 proclamandolo beato, lo ofrece como ejemplo a los sacerdotes y lo indica a todos como modelo de educador y protector especialmente de los pobres y necesitados.
Fue beatificado el 7 de Octubre de 2001 por S.S. Juan Pablo II.
Si tiene información pertinente para la cononización del Beato Alfonso, contacte a: Suore di S. Giovanni Battista Circonvallazione Cornelia, 65 00165 Roma, ITALY |
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Fuente: ar.geociteis.com/misa_tridentina01
Guarino de Palestrina, Santo Obispo, Febrero 6
| Guarino de Palestrina, Santo | Obispo Martirologio Romano: En Palestrina, en el Lacio, san Guarino, obispo, notable por su vida austerísima y su amor a los pobres (1159).
San Guarino nació en 1080, en la noble familia boloñesa de los Guarini. Ordenado sacerdote y nombrado canónigo de la catedral de Bologna, a los veinticuatro años, decide seguir la Regla de san Agustín, convirtiéndose en canónigo regular lateranense, en el convento de la Santa Cruz en Mortara.
Antes de abandonar su ciudad, donó sus bienes para que se edificara un asilo. En la vida del convento, se distinguió por su obediencia, y su austeridad suscitó la admiración tanto del clero como del pueblo. La característica de su personalidad, era la bondad.
A los cincuenta y nueve años, fue designado Obispo de Pavia. Sintiéndose indigno, trató de que lo liberaran de tal nombramiento; no consiguiéndolo, permaneció escondido hasta que fue elegido otro prelado.
Durante el Adviento de 1144 el Papa Lucio II lo nombró obispo, esta vez de Palestrina. En esta ocasión no tuvo más remedio que aceptar, llegando a ser cardenal.
Fue obispo durante trece años, continuando en privado la austera vida monacal. Como cardenal, participó en tres cónclaves.
El 6 de febrero de 1158, a la edad de setenta y ocho años, entregó su alma al Señor.
Su cuerpo fue depositado en una urna de mármol, en la cripta de la Catedral de San Agapito. Un año después de su muerte, en vista de su gran fama de santidad, el Papa Alejandro III decretó su culto. En 1437 Palestrina sufrió una profanación, y, por precaución, se escondieron sus reliquias. Desde entonces no se conoce su paradero: algunos dicen que fueron llevadas por el Cardenal Giovanni Vitelleschi, a Cometo (en Maremma); otros, dicen que a Bologna, su ciudad natal. |
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Vedasto (Vaast) de Arras, Santo Obispo, Febrero 6
| Vedasto (Vaast) de Arras, Santo | Obispo Martirologio Romano: En Arras, en la Galia Bélgica, san Vedasto, obispo, que fue enviado por san Remigio, obispo de Reims, a esta ciudad devastada, y allí catequizó al rey Clodoveo, gobernó aquella Iglesia durante cuarenta años y llevó a cabo una importante labor evangelizadora entre los paganos de la región (c. 540).
San Vaast, o Vedasto, nació en Francia occidental aproximadamente en el 453; y murió en Arras en el 540.
Habiendo vivido durante algunos años como solitario en la Diócesis de Toul, fue ordenado sacerdote por San Remi (Remigio), Arzobispo de Reims, quien le delegó preparar a Clovis para la recepción del Sacramento del Bautismo. Después de esto permaneció en Reims y actuó como arcediano para San Remi.
En el 499 ese prelado lo consagró primer Obispo de Arras, y sus trabajos sembrando la fe en aquellas partes estaban bendecidos por muchos milagros. Diez años despues San Remi lo comprometió también al cuidado de la Diócesis de Cambrai, y estas dos sedes permanecieron unidas hasta el siglo XI.
A la muerte de San Remi fue escogido para sucederlo pero rechazó el honor. Su propia muerte ocurrió en el 540 y fue enterrado en su catedral en Arras.
En el 667 San Auburt, el séptimo obispo de esa sede, comenzó a construir una abadía para monjes Benedictinos en el lugar de una pequeña capilla que San Vedast había erigido en honor de San Pedro. Las reliquias de San Vedast fueron transferidas a la nueva abadía, que fue terminada por el sucesor de Auburt y dotados por el Rey Teodorico, que junto con su esposa fue enterrado posteriormente allí. |
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Fuente: ACI Prensa
Dorotea y Teófilo, Santos Mártires, Febrero 6
| Dorotea y Teófilo, Santos | Mártires Martirologio Romano: En Cesarea de Capadocia, santos mártires Dorotea, virgen, y Teófilo, estudiante (c. s. IV).
Etimología: Dorotea = Aquella que posee el don de Dios, es de origen griego.
Teófilo = Aquel que ama a Dios, es de origen griego.
En Cesarea de Capadocia a fines del Siglo III, nació Dorotea, cuando Diocleciano, a nombre del Emperador Maximiano Galerio, regía los destinos del imperio romano.
Dorotea era cristiana, amaba y servía al verdadero Dios y le honraba con el ayuno y la oración Era muy atractiva, mansa, humilde, pero sobre todo, prudente y sabia. Quienes la conocían, se maravillaban de sus dones y glorificaban a Dios por su sierva. Por su amor perfecto a Cristo alcanzó la corona de la virginidad inmaculada y la palma del martirio.
La fama de la santidad de Dorotea llegó a oídos del perseguidor de los cristianos Saprizio, el Prefecto, quien mandó a apresarla para interrogarla.
Cuando se instaló el tribunal, trajeron a Dorotea quien, después de haber elevado su oración ante Dios, se mantuvo firme delante del Prefecto. - ¿Cómo te llamas?" , le preguntó. - "Mi nombre es Dorotea", respondió la joven. Saprizio dijo: "He mandado traerte para que ofrezcas sacrificios a los dioses inmortales, según la ley de nuestros augustos príncipes". Respondió Dorotea: "El Dios que está en el cielo es la augusta Majestad, sólo a Él sirvo: Adorarás al Señor, tu Dios y a él sólo servirás. Los dioses que no crearon el cielo y la tierra, perecerán de la tierra. Pues bien, a qué emperador debemos obedecer, al terrenal o al celestial, a Dios o a un hombre. Los emperadores son hombres mortales como lo fueron también estos dioses, de los cuales adoráis sus imágenes".
Saprizio añadió: "Si quieres regresar sana y salva, cambia tu decisión y ofrece el sacrificio a los dioses, de lo contrario te haré castigar por las leyes más severas, para escarmiento de los demás".
"Ante esto -replicó Dorotea- daré testimonio de temor de Dios, para que todos aprendan a temer a Dios y no a los hombres airados que, como criaturas irracionales o perros rabiosos, se lanzan contra los hombres inocentes, se agitan, se inquietan, ladran insolentes y los desgarran con mordeduras". Saprizio dijo. "Veo que estás resuelta a mantenerte firme en tu confesión inútil y quieres morir. Escúchame, y ofrece sacrificios para que escapes del "potro" (caballete de torturas.). Esas torturas son pasajeras, pero los tormentos del infierno son eternos. Para escapar de la pena eterna, no temo estos sufrimientos, pues Jesús dijo: "No temáis los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma, temed más bien a Aquel que puede herir el cuerpo y el alma en el infierno" , dijo Dorotea. Saprizio replicó: "Entonces teme a los dioses y ofréceles sacrificios, para evitar el castigo de su ira". Pero ella dijo: "De ningún modo me convencerás, esos dioses son los espíritus de hombres vanos que vivieron torpemente y murieron como seres irracionales, porque no conocieron al Creador del cielo y de la tierra, del mar y de todas las cosas. Las almas de tus ídolos cuya imagen impresa en metales adoráis, arden en el fuego, donde también irán los que negaron al Creador". Saprizio se encendió en cólera y dijo a los verdugos: "Ponedla en el potro, atormentadla hasta que ofrezca el sacrificio a los dioses". La sierva de Dios inmutable y firme, le interpeló: "¿Qué esperas? Haz lo que debes hacer, así podré ver a Aquel por cuyo amor no temo la muerte ni los tormentos". Saprizio añadió: "¿Pero, quién es Aquel que tu deseas?". "Cristo, el Hijo de Dios", respondió Dorotea. Y ¿dónde está Cristo? preguntó Saprizio. Dorotea respondió: Si creemos en su Omnipotencia, Él está en todas partes; si miramos en cambio su Humanidad santísima, profesamos que el Hijo de Dios subió al cielo y está sentado a la diestra de Dios Padre omnipotente, desde allí, verdadero y único Dios con el Padre y con el Espíritu Santo, nos invita al Paraíso de sus delicias, donde los árboles siempre están cargados de frutas. En toda las estaciones florecen los lirios, las rosas, verdean los campos los montes, las colinas se adornan, el agua fluye dulcemente y las almas de los santos gozan en Cristo. Si creyeses lo que yo creo, también tú podrías entrar en el Paraíso de las delicias de Dios". Saprizio sentenció: "Olvídate de esas pequeñeces, ofrece incienso a los dioses, cásate y disfruta en esta vida sino perecerás como tus padres".
Conversión y martirio de Crista y Calixta
Después de esto, Saprizio llamó a dos hermanas Crista y Calixta quienes, poco antes habían apostatado y les ordenó: "Así como vosotras abandonasteis la vanidad y la superstición cristiana y ya adoráis a los dioses invictos, por lo cual os recompensé; ahora debéis inducir a Dorotea a renunciar de su necedad, os premiaré con mejores regalos". Llevaron a su casa a Dorotea y trataron de persuadirle: "Acepta lo que te dice el juez, y te librarás del peligro de las penas como nosotras. No desperdicies tu vida con los tormentos y la muerte". Dorotea, con dulzura, les reprochó: "Oh, si escuchaseis mi consejo, os arrepentiríais de haber ido tras los dioses falsos, pero el Señor es bueno y misericordioso hacia quienes se convierten a Él de todo corazón". Crista y Calixta se conmovieron: "Pero si ya hemos matado a Cristo en nuestro corazón, cómo lo resucitaremos?". Dijo Dorotea: "Pecado más grande es desesperar de la misericordia del Señor que ofrecer sacrificios a los ídolos. No desesperéis porque el Señor puede curar vuestras llagas. No hay llaga que El no pueda sanar. Es Salvador porque salva; es Redentor porque redime; liberador porque no cesa de liberar. Arrepentíos de corazón, tened fe y seréis perdonadas". Las dos mujeres se arrojaron a sus pies, bañadas en lágrimas y le suplicaron su intercesión para ofrecer a Dios su arrepentimiento y alcanzar el perdón. Dorotea elevó su oración conmovida por las lágrimas: "Oh Señor que has dicho, "No quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva." Y "hay mayor fiesta en los cielos por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no han pecado", muestra tu piedad hacia quienes el Demonio te había arrebatado. Vuelve a llamarlas a tu grey para que con su ejemplo, regresen a Ti todos los que se alejaron de tu amor". Mientras así oraba, el Prefecto mandó traer a Crista y Calixta para averiguar si habían logrado replegar el ánimo de Dorotea. Ellas respondieron: "Estabamos equivocadas, habíamos obrado inicuamente al ofrecer sacrificios a los dioses falsos por miedo a las penas y dolores pasajeros; pero ya nos hemos arrepentido para alcanzar el perdón de Dios". Entonces Saprizio, se rasgó sus vestidos y ordenó furioso que las amarrasen juntas de espaldas y las pusieran en el suplicio de la copa, si no adoraban a los dioses, mas, ellas elevaron su oración: "Señor Jesús, acepta nuestro arrepentimiento y concédenos tu perdón." Y repitiendo esta confesión fueron torturadas y quemadas vivas. Dorotea les animaba: "Id al cielo, con la certeza del perdón de vuestros pecados, sabed que habéis recuperado la palma del martirio que habías perdido. Viene a abrazaros el Padre, alegre por el hijo perdido y hallado".
Muerte de Dorotea
Luego, Dorotea al ser torturada nuevamente, comprendió que había llegado por fin su anhelada aspiración. Subió feliz al tormento porque, aquellas almas que el Demonio había raptado de Dios, en ese momento, habían sido reconquistadas. Dijo a Saprizio "En el cielo hay una gran fiesta; gozan los Angeles, se alegran los Arcángeles, exultan los Apóstoles, los Mártires y todos los Profetas. Apresúrate, haz pronto lo que debes hacer, para poder unirme a la alegría y gozo de los santos".
Entonces Saprizio hizo aplicar en los costados de la joven, antorchas encendidas, y luego la hizo abofetearla hasta desfigurar la cara. Finalmente dictó la sentencia de muerte: "A Dorotea, joven muy soberbia que se negó a adorar a los dioses inmortales para salvar su vida y más bien, quiso resueltamente morir por no sé qué hombre que se llama Cristo, ordeno la pena de muerte a espada". Dorotea exclamó dichosa: "Te agradezco, oh Amado de las almas, porque me invitas a tu Paraíso y a las nupcias celestiales".
Mientras salía del pretorio, Teófilo, el abogado de Saprizio, en forma irónica le dijo: "Oh tú, esposa de Cristo, mándame rosas y manzanas del paraíso de tu esposo." Dorotea le respondió: "Sí, te las mandaré".
Al llegar al lugar del suplicio, oró un instante, y se realizó el prodigio: apareció un niño con tres manzanas y tres rosas. Dorotea le ordenó: "Llévalas a Teófilo y dile: "He aquí, te mando del Paraíso lo que me has pedido". Enseguida, la joven fue degollada, y, circundada con la gloria del martirio, fue al encuentro de Cristo.
Conversión y muerte de Teófilo
Teófilo, aún estaba burlándose de la promesa de Dorotea, cuando en ese mismo instante apareció el niño con las manzanas y rosas: "He aquí, Dorotea desde el paraíso de su Esposo te manda estos dones". Era el mes de Febrero.
Teófilo los tomó y exclamó en alta voz: "Cristo es el verdadero Dios, no hay en Él ningún engaño".
Le dijeron los compañeros: "¿Te has vuelto loco", Teófilo, o bromeas?; "No me he vuelto loco, ni intento bromear- dijo- tengo razones para creer en el verdadero Dios. Mirad, Capadocia está inmersa en un frío glacial, ningún arbusto está revestido de su verde follaje, de dónde creéis que vengan estas manzanas y rosas magníficas?".
Bienaventurados los que creen en Cristo; los que sufren por su Nombre. Él es el verdadero Dios y quien cree en Él, es un verdadero sabio".
Con estas palabras, los compañeros fueron ante el Magistrado: "Tu abogado Teófilo que luchó y persiguió a los cristianos hasta la muerte, está alabando y bendiciendo el nombre de no sé qué Jesucristo y muchos creen en su predicación".
Teófilo confesó: "Alabo a Cristo a quien hasta hoy, he negado". Le dijo el Magistrado: "Me sorprende que tú, hombre prudente, pronuncies ese nombre, si antes habías perseguido a cuantos lo nombraban". Teófilo respondió: "Ahora creo que Él es el verdadero Dios porque me sacó del error y me condujo a la vía recta."
Añadió el Magistrado: "Todos crecen en la sabiduría, los sabios llegan a ser más sabios; tú en cambio, de sabio te haces ignorante, llamas Dios a Aquel que fue crucificado por los judíos según dicen los cristianos".
Dijo Teófilo: "He oído que fue crucificado y por esto, en mi error, creía que no fuese Dios, pero me arrepiento de mis pecados y blasfemias, y profeso que Cristo es Dios". Continuó el Magistrado "Y dónde y cómo te has hecho cristiano, si hasta hoy habías adorado a nuestros dioses?". Contestó Teófilo: "Desde el momento en que he pronunciado el nombre de Cristo, he creído en Él, me he convertido en cristiano. Creo con todo mi corazón en Cristo inmortal, Hijo de Dios, predico su Nombre santo, inmaculado, en el cual no hay engaño como en tus dioses". "¿Quieres decir que nuestros dioses son impostores?" preguntó Saprizio.
Teófilo dijo: "Mentiría si digo que no hay falsedad en estos simulacros que el hombre ha tallado de la madera, ha fundido del bronce, ha limado del hierro, ha modelado del plomo, custodiados por los mochuelos, entretejidos por las telas de araña en cuyas partes cóncavas hacen nidos los ratones. Como no te miento, es justo que tú aceptes la Verdad y te liberes de la falsedad. Y como tú juzgas a los mentirosos, es necesario que te liberes de la mentira y te conviertas a la verdad que es Cristo".
El Magistrado dijo: "Infeliz Teófilo, quieres morir de una muerte execrable. Si persistes en tu necedad, ordenaré que te den una muerte con crueles suplicios ".
Respondió Teófilo: "Yo deseo encontrar la verdadera vida. Ya he tomado esta decisión y estoy resuelto a ello."
Cuando estuvo en el caballete de tormentos exclamó: "ahora soy verdadero cristiano porque estoy en la cruz. (la forma del potro era como una cruz) Gracias, Oh Cristo, porque me has concedido ser elevado en tu madero".
Luego laceraron sus costados con garfios de hierro y los quemaron con antorchas encendidas. Antes de ser decapitado entregó su espíritu con esta oración: "Oh Cristo, Hijo de Dios, creo en Ti: inscríbeme en el número de tus santos".
(Tomado de las Actas del Martirio) |
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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando el santoral de este día, Febrero 6
| Otros Santos y Beatos | San Antoliano, mártir En Arvernia, en Aquitania, san Antoliano, mártir (s. III).
San Silvano, obispo y mártir En Emesa (hoy Homs), en Siria, san Silvano, obispo, que presidió aquella Iglesia durante cuarenta años y, bajo el emperador Maximiano, fue arrojado a las fieras, junto con el diácono Lucas y el lector Mocio, obteniendo así la palma del martirio (c. 235/238).
San Melis, obispo En Ardagh, en Irlanda, san Melis, obispo (488).
Santa Renula o Reinildis, abadesa En Tongres, de Brabante, en Austrasia, santa Renula o Reinildis, abadesa del monasterio de Eiken (s. VIII).
San Brinolfo Algotsson, obispo En Skara, en Suecia, san Brinolfo Algotsson, obispo, célebre por su actividad eclesiástica y su ciencia (1317).
Beato Ángel de Furcio,presbítero En Nápoles, en la Campania, beato Ángel de Furcio, presbítero de la Orden de San Agustín, insigne en su celo por el reino de Dios (1327).
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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