JMJ
Pax
Lecturas abajo.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
"El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
Sábado Santo A
Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte, y se abstiene del sacrificio de la misa, quedando el altar desnudo por ello hasta que, después de la vigilia solemne o espera nocturna de la Resurrección, se desborde la alegría pascual, cuya exuberancia inunda los cincuenta días siguientes. Hoy no puede darse la sagrada comunión más que como viático.
1. Según una tradición muy antigua, ésta es noche de vigilia ante el Señor (Ex 12,42), de tal modo que, teniendo presente la exhortación evangélica (Lc 12, 35 ss), las velas estén encendidas en las manos de los fieles, para que se asemejen a quienes esperan el regreso del Señor, y así, cuando venga, los encuentre vigilantes y los haga sentar a su mesa.
2. La Vigilia se desarrolla de la siguiente manera: después del breve lucernario (primera parte de la Vigilia), la santa Iglesia medita los portentos que obró desde el principio el Señor Dios con su pueblo, que confiaba en su Palabra y en su promesa (segunda parte o liturgia de la palabra); luego, al acercarse el día de la resurrección, junto con los nuevos hijos nacidos por el bautismo (tercera parte), es invitada a la mesa que el Señor ha preparado para su pueblo por medio de su muerte y resurrección (cuarta parte).
3. Toda la celebración de la Vigilia Pascual se desarrolla durante la noche, de modo que no debe comenzar antes del principio de la noche, ni terminar antes del alba del domingo.
4. La misa de la noche, aunque se celebre antes de la media noche, es la misa pascual del Domingo de Resurrección. Los fieles que participan en la misa de Vigilia, pueden comulgar también en la misa diurna de Pascua.
5. El que celebra o concelebra la misa de Vigilia, puede también celebrar o concelebrar la misa diurna de Pascua.
6. El celebrante y los ministros se revisten con los ornamentos blancos de la misa.
Prepárense velas para todos los que participan en la Vigilia.
Primera parte
Bendición del fuego y preparación del cirio
7. Se apagan las luces de la iglesia. En un lugar adecuado fuera de la iglesia, se enciende el fuego. Allí se congrega el pueblo y allí va el celebrante con los ministros, uno de los cuales lleva el cirio. Cuando no se puede encender el fuego fuera de la iglesia, el rito se acomoda a las circunstancias.
8. El celebrante saluda, como de costumbre, al pueblo congregado y le hace una breve exhortación, con estas palabras u otras semejantes:
Hermanos: en esta noche santa, en que nuestro Señor Jesucristo pasó de la muerte a la vida, la Iglesia invita a todos sus hijos, diseminados por el mundo, a que se reúnan para velar en oración. Si conmemoramos así la Pascua del Señor, escuchando su palabra y participando en sus sacramentos, podremos esperar tener parte en su triunfo sobre la muerte y vivir con él siempre en Dios.
9. Seguidamente se bendice el fuego.
Oremos:
Dios nuestro, que por medio de tu Hijo has comunicado el fuego de tu luz: bendice † este fuego, y concédenos que la celebración de estas fiestas pascuales encienda en nosotros el deseo del cielo, para que podamos llegar con el espíritu renovado a la fiesta de la eterna luz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Del fuego nuevo se enciende el cirio pascual.
10. Bendecido el nuevo fuego, un acólito o uno de los ministros lleva el cirio pascual ante el celebrante, que con un punzón graba la cruz en el mismo cirio. Después hace sobre él la letra griega alfa, y debajo la letra omega, y entre los brazos de la cruz los números que expresan el año en curso, mientras dice:
1. Cristo ayer y hoy. (Traza la línea vertical.)
2. Principio y fin. (Traza la línea horizontal.)
3. Alfa. (Traza la letra alfa arriba de la línea vertical.)
4. Y omega. (Traza la letra omega debajo de la línea vertical.)
5. Suyo es el tiempo. (Traza el primer número del año en curso en el ángulo superior izquierdo de la cruz.)
6. Y la eternidad. (Traza el segundo número del año en el ángulo superior derecho.)
7. A él la gloria y el poder. (Traza el tercer número del año en el ángulo inferior izquierdo.)
8. Por los siglos de los siglos.
Amén.
(Traza el cuarto número del año en el ángulo inferior derecho.)
11. Después de haber trazado la cruz y los otros signos, el celebrante incrusta en el cirio cinco granos de incienso, en forma de cruz, mientras dice:
1. Por sus llagas
2. santas y gloriosas
3. nos proteja
4. y nos guarde
5. Jesucristo nuestro Señor. Amén.
12. El celebrante enciende el cirio pascual con el fuego nuevo, diciendo:
La luz de Cristo, que resucita glorioso, disipe las tinieblas del corazón y del espíritu.
13. Cuando por dificultades no puede encenderse una hoguera, la bendición del fuego se acomoda a las circunstancias.
Procesión
14. Seguidamente el diácono o -en su defecto- el celebrante toma el cirio pascual y, teniéndolo elevado, canta él solo:
Luz de Cristo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.
15. Después todos entran en la iglesia, precediéndoles el diácono o el celebrante con el cirio pascual. Si se emplea el incienso, entonces el turiferario va antes. A la puerta de la iglesia, el diácono o el celebrante, de pie y elevando el cirio, canta de nuevo:
Luz de Cristo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.
Y encienden sus velas de la llama del cirio pascual, y avanzan. El diácono o el celebrante, cuando hubiese llegado ante el altar, de pie y vuelto al pueblo, canta por tercera vez:
Luz de Cristo.
Y todos responden:
Demos gracias a Dios.
Y se encienden las luces de la iglesia.
16. Cuando el celebrante ha llegado al altar, va a su sede. El diácono o él mismo pone el cirio pascual sobre el candelabro colocado en medio del presbiterio o junto al ambón; seguidamente, una vez puesto el incienso -si se trata del diácono- pide y recibe la bendición del celebrante, que dice en voz baja:
El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que puedas anunciar dignamente su pregón pascual, en el nombre del Padre y del Hijo † y del Espíritu Santo.
Amén.
Esta bendición se omite, si el pregón pascual es anunciado por alguien que no sea diácono.
17. El diácono o el celebrante, una vez incensados el libro y el cirio, anuncia el pregón pascual en el ambón, estando todos de pie y con las velas encendidas en las manos.
18. Pregón Pascual
Alégrense por fin los coros de los ángeles, alégrense las jerarquías del cielo, y, por la victoria de Rey tan poderoso, que las trompetas anuncien la salvación.
Goce también la tierra, inundada de tanta claridad, y que, radiante con el fulgor del Rey eterno, se sienta libre de la tiniebla que cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante; resuene este templo con las aclamaciones del pueblo.
Por eso, queridos hermanos, que asisten a la admirable claridad de esta luz santa, invoquen conmigo la misericordia de Dios omnipotente, para que Aquél que, sin mérito mío, me agregó al número de sus sacerdotes, infundiendo el resplandor de su luz, me ayude a cantar las alabanzas de este cirio.
Prefacio
Las fiestas pascuales
En verdad es justo y necesario, aclamar con nuestras voces y con todo el afecto del corazón a Dios invisible, el Padre todopoderoso, y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre la deuda de Adán y, derramando su sangre, canceló la condena del antiguo pecado.
Porque éstas son las fiestas de Pascua, en las que se inmola el verdadero Cordero, cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
Esta es la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los hiciste pasar a pie el mar Rojo.
Esta es la noche en que la columna de fuego esclareció en las tinieblas del pecado.
Esta es la noche en la que, los que creen en Cristo por toda la tierra, son arrancados de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, son restituidos a la gracia y son agregados a los santos.
Esta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo.
¿De que nos serviría haber nacido si no hubiéramos sido rescatados? ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!
Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal redentor!
¡Qué noche tan dichosa! Sólo ella conoció el momento que Cristo resucitó de entre los muertos.
Esta es la noche de la que estaba escrito: "Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo". Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos.
En esta noche de gracia, acepta, Padre santo, este sacrificio vespertino de alabanza, que la santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda de este cirio, hecho con cera de abejas.
Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego, ardiendo en llama viva para la gloria de Dios. Y aunque distribuye su luz, no mengua al repartirla, porque se alimenta de esta cera fundida que elaboró la abeja fecunda para hacer esta lámpara preciosa. ¡Qué noche tan dichosa en que se une el cielo con la tierra, lo humano con lo divino!
Te rogamos, Señor, que este cirio, consagrado a tu nombre, para destruir la oscuridad de esta noche y, aceptado como perfume, se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, ese lucero que no conoce ocaso y es Jesucristo, tu Hijo resucitado, que, al salir del sepulcro, brilla sereno para el linaje humano, y vive y reina glorioso por los siglos de los siglos.
Amén.
19. En esta vigilia, "Madre de todas las vigilias", se proponen nueve lecturas: siete del Antiguo Testamento y dos del Nuevo (epístola y evangelio).
20. Por causas pastorales puede reducirse el número de lecturas del Antiguo Testamento. Pero siempre téngase en cuenta que la lectura de la Palabra es uno de los elementos fundamentales de esta Vigilia Pascual. Se leen, por lo menos, tres lecturas del Antiguo Testamento, que en casos muy especiales pueden reducirse a dos. Nunca puede omitirse el relato del capítulo 14 del Exodo (lectura tercera).
21. Apagadas las velas, todos se sientan. Antes de comenzar las lecturas, el celebrante exhorta al pueblo con estas palabras:
Hermanos: Con el pregón solemne de la Pascua, hemos entrado ya en la noche santa de la resurrección del Señor. Escuchemos, en silencio meditativo, la palabra de Dios. Recordemos las maravillas que Dios ha realizado para salvar al primer Israel, y cómo en el avance continuo de la historia de la salvación, al llegar los últimos tiempos, envió al mundo a su Hijo, para que, con su muerte y resurrección, salvara a todos los humanos.
Mientras contemplamos la gran trayectoria de esta historia santa, oremos intensamente, para que el designio de salvación universal, que Dios inició con Israel, llegue a su plenitud y alcance a toda la humanidad por el misterio de la resurrección de Jesucristo.
22. Después siguen las lecturas. El lector se dirige al ambón y lee la primera. Seguidamente el cantor dice el salmo, proclamando el pueblo la respuesta. Acabado el salmo, todos se levantan y el celebrante dice: "Oremos", y, después que todos han orado en silencio durante algún tiempo, dice la oración.
Primera Lectura
Vio Dios todo lo que había hecho y lo encontró muy bueno
Lectura del libro del Génesis 1, 1-31; 2, 1-2
En el principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era soledad y caos; y las tinieblas cubrían la faz del abismo. El espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas.
Dijo Dios:
"Que exista la luz".
Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena, y separó la luz de las tinieblas. Llamó a la luz "día" y a las tinieblas "noche". Fue la tarde y la mañana del primer día.
Dijo Dios:
"Que haya una bóveda entre las aguas, que separe unas aguas de otras".
E hizo Dios una bóveda y separó con ellas las aguas de arriba, de las aguas de abajo. Y así fue. Llamó Dios a la bóveda "cielo". Fue la tarde y la mañana del segundo día.
Dijo Dios:
"Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo lugar y que aparezca el suelo seco".
Y así fue. Llamó Dios "tierra" al suelo seco y "mar" a la masa de las aguas. Y vio Dios que era bueno.
Dijo Dios:
"Verdee la tierra con plantas que den semilla y árboles que den fruto y semilla, según su especie, sobre la tierra".
Y así fue. Brotó de la tierra hierba verde que producía semilla, según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla, según su especie. Y vio Dios que era bueno. Fue la tarde y la mañana del tercer día.
Dijo Dios:
"Que haya lumbreras en la bóveda del cielo, que separen el día de la noche, señalen las estaciones, los días y los años, y luzcan en la bóveda del cielo para iluminar la tierra".
Y así fue. Hizo Dios las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para regir el día y la menor, para regir la noche; y también hizo las estrellas. Dios puso las lumbreras en la bóveda del cielo para iluminar la tierra, para regir el día y la noche, y separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. Fue la tarde y la mañana del cuarto día.
Dijo Dios:
"Agítense las aguas con un hervidero de seres vivientes y revoloteen sobre la tierra las aves, bajo la bóveda del cielo".
Creó Dios los grandes animales marinos y los vivientes que en el agua se deslizan y la pueblan, según su especie. Creo también el mundo de las aves, según sus especies. Vio Dios que era bueno y los bendijo, diciendo:
"Sean fecundos y multiplíquense; llenen las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra".
Fue la tarde y la mañana del quinto día.
Dijo Dios:
"Produzca la tierra vivientes, según sus especies".
Y así fue. Hizo Dios las fieras, los animales domésticos y los reptiles, cada uno según su especie. Y vio Dios que era bueno.
Dijo Dios:
"Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine a los peces del mar, a las aves del cielo, a los animales domésticos y a todo animal que se arrastra sobre la tierra".
Y creó Dios al hombre a su imagen: a imagen suya lo creó; hombre y mujer los creó.
Y los bendijo Dios y les dijo:
"Sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos ser viviente que se mueve sobre la tierra".
Y dijo Dios:
"He aquí que les entrego todas las plantas de semilla que hay sobre la faz de la tierra, y todos los árboles que producen frutos y semilla, para que les sirvan de alimento. Y a todas las fieras de la tierra, a todos las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todos los seres que respiran, también les doy por alimento las verdes plantas".
Y así fue. Vio Dios todo lo que había hecho y lo encontró muy bueno. Fue la tarde y la mañana del sexto día.
Así quedaron concluidos el cielo y la tierra con todos sus ornamentos, y terminada su obra, descansó Dios el séptimo día de todo cuanto había hecho.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 103, 1-2a.5-6.10.12.13-14.24
Bendice al Señor, alma mía.
Bendice al Señor, alma mía; Señor y Dios mío, inmensa es tu grandeza. Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto.
Bendice al Señor, alma mía.
Sobre bases inconmovibles asentaste la tierra para siempre. Con un vestido de mares la cubriste y las aguas en las montañas concentraste.
Bendice al Señor, alma mía.
En los valles haces brotar las fuentes, que van corriendo entre montañas; junto a ellas vienen a vivir las aves, y entre las ramas cantan.
Bendice al Señor, alma mía.
Desde tu cielo riegas los montes y sacias la tierra del fruto de tus manos; haces brotar hierba para los ganados y pasto para los que sirven al hombre.
Bendice al Señor, alma mía.
¡Qué numerosas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con maestría!; la tierra está llena de tus criaturas.
Bendice al Señor, alma mía.
Bendice al Señor, alma mía.
23. Oración
Oremos: Dios todopoderoso y eterno, admirable siempre en tus obras; que tus redimidos comprendan cómo la creación del mundo en el comienzo de los siglos no fue obra de mayor grandeza que el sacrificio pascual de Cristo en la plenitud de los tiempos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Segunda Lectura
El sacrificio de nuestro patriarca Abrahán
Lectura del libro del Génesis 22, 1-2.9a.-13.15-18
En aquel tiempo, Dios le puso una prueba a Abrahán y le dijo:
"¡Abrahán, Abrahán!"
El respondió:
"Aquí estoy".
Y Dios le dijo:
"Toma a tu hijo único, Isaac, a quien tanto amas; vete a la región de Moria y ofrécemelo en sacrificio, en el monte que yo te indicaré".
Abrahán madrugó, aparejó su burro, tomó consigo a dos de sus criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que Dios le había indicado. Al tercer día divisó a lo lejos el lugar. Les dijo entonces a sus criados:
"Quédense aquí con el burro; yo iré con el muchacho hasta allá, para adorar a Dios y después regresaremos".
Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac y tomó en su mano el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos. Isaac dijo a su padre Abrahán:
"¡Padre!"
El respondió:
"¿Qué quieres, hijo?"
El muchacho contestó:
"Ya tenemos fuego y leña, ¿pero dónde está el cordero para el sacrificio?"
Abrahán le contestó:
"Dios nos dará el cordero para el sacrificio, hijo mío".
Y siguieron caminando juntos. Cuando llegaron al sitio que Dios le había señalado, Abrahán levantó un altar y acomodó la leña. Luego ató a su hijo Isaac, lo puso sobre el altar, encima de la leña, y tomó el cuchillo para degollarlo. Pero el ángel del Señor lo llamó desde el cielo y le dijo:
"¡Abrahán, Abrahán!"
El contestó:
"Aquí estoy".
El ángel le dijo:
"No descargues la mano contra tu hijo, ni le hagas daño. Ya veo que temes a Dios, porque no le has negado a tu hijo único".
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero, enredado por los cuernos en la maleza. Atrapó el carnero y lo ofreció en sacrificio, en lugar de su hijo. Abrahán puso por nombre a aquel sitio "el Señor provee", por lo que aun el día de hoy se dice: "el monte donde el Señor provee". El ángel del Señor volvió a llamar a Abrahán desde el cielo y le dijo:
"Juro por mí mismo, dice el Señor, que por haber hecho esto y no haberme negado a tu hijo único, yo te bendeciré y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y las arenas del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades enemigas. En tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra, porque obedeciste a mis palabras".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Sal 15, 5.8.9-10.11
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
El Señor es la parte que me ha tocado en herencia: mi vida está en sus manos. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás tropezaré.
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
Por eso se me alegran el corazón y el alma y mi cuerpo vivirá tranquilo, porque tú no me abandonarás a la muerte, ni dejarás que sufra yo la corrupción.
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
Enséñame el camino de la vida, sáciame de gozo en tu presencia y de alegría perpetua junto a ti.
Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
24. Oración
Oremos: ¡Oh Dios, Padre supremo de los creyentes!, que multiplicas sobre la tierra los hijos de tu promesa con la gracia de la adopción y, por el misterio pascual, hiciste de tu siervo Abrahán el padre de todas las naciones, como lo habías prometido: concede a tu pueblo responder dignamente a la gracia de tu llamada.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Tercera Lectura
entraron en el mar sin mojarse
Lectura del libro del Exodo 14, 15-31; 15, 1a
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés:
"¿Por qué sigues clamando a mí? Diles a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú alza tu bastón, extiende tu mano sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en el mar sin mojarse. Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a expensas del faraón y de sus carros y de su caballería. Sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a expensas del faraón, de sus carros y de su caballería".
El ángel del Señor, que iba al frente de las huestes de Israel, se colocó tras ellas, también la columna de nube de delante se desplazó de allí y se puso a sus espaldas, colocándose entre el campamento de los israelitas y el campamento de los egipcios. La nube era tinieblas para unos y claridad para otros, y así los ejércitos no trabaron contacto durante toda la noche.
Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del este, que secó el mar y se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en medio mar como en tierra seca, mientras que las aguas formaban una muralla a su derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras ellos toda la caballería del faraón, sus carros y sus soldados.
Hacia el amanecer, el Señor miró desde la columna de fuego y humo al ejército de los egipcios y sembró entre ellos el pánico. Trabó las ruedas de sus carros, que apenas podían avanzar. Dijeron entonces los egipcios:
"Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto".
Entonces el Señor dijo a Moisés: "Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes".
Y extendió Moisés su mano sobre el mar; y al amanecer las aguas volvieron a su sitio. Al huir los egipcios se encontraron con ellas, y el Señor los derribó en medio del mar. Y volvieron las aguas y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del faraón que se había metido en el mar para perseguir a Israel. Ni uno solo se salvó.
Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar; las aguas les hacían muralla a derecha e izquierda. Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Israel vio la mano fuerte del Señor y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.
Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron un cántico al Señor.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Ex 15, 1-2.3-4.5-6.17-18
Alabemos al Señor por su victoria.
Cantemos al Señor, sublime es su victoria: caballos y jinetes arrojó en el mar. Mi fortaleza y mi canto es el Señor, él es mi salvación, él es mi Dios, yo lo alabaré; es el Dios de mis padres, yo le cantaré.
Alabemos al Señor por su victoria.
El Señor es un guerrero, su nombre es el Señor. Precipitó en el mar los carros del faraón y a sus guerreros; ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes.
Alabemos al Señor por su victoria.
El mar cayó sobre ellos; en las temibles aguas como plomo se hundieron. Extendiste tu diestra, Señor, y se los tragó la tierra.
Alabemos al Señor por su victoria.
Tú llevas a tu pueblo para plantarlo en el monte que le diste en herencia, en el lugar que convertiste en tu morada, en el santuario
que construyeron tus manos. Tú, Señor, reinarás para siempre. Alabemos al Señor por su victoria.
25. Oración
Oremos: Tus antiguos prodigios se renuevan, Señor, también en nuestros tiempos, pues lo que tu poder hizo con las aguas para librar un solo pueblo de la esclavitud del faraón, lo repites ahora por medio del agua del bautismo, para salvar a todas las naciones. Concede a los humanos del mundo entero contarse entre los hijos de Abrahán y participar de la dignidad del pueblo elegido.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Cuarta Lectura
Con amor eterno se ha apiadado de ti tu redentor
Lectura del libro del profeta Isaías 54, 5-14
"El que te creó, te tomará por esposa; su nombre es "Señor de los ejércitos". Tu redentor es el Santo de Israel; será llamado "Dios de toda la tierra". Como a una mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor. ¿Acaso repudia uno a la esposa de la juventud?, dice tu Dios.
Por un instante te abandoné, pero con inmensa misericordia te volveré a tomar. En un arrebato de ira te oculté un instante mi rostro, pero con amor eterno me he apiadado de ti, dice el Señor, tu redentor.
Me pasa ahora como en los días de Noé: entonces juré que las aguas del diluvio no volverían a cubrir la tierra; ahora juro no enojarme ya contra ti ni volver a amenazarte. Podrán desaparecer los montes y hundirse las colinas, pero mi amor por ti no desaparecerá y mi alianza de paz quedará firme para siempre. Lo dice el Señor, el que se apiada de ti.
Tú, la afligida, la zarandeada por la tempestad, la no consolada: He aquí que yo mismo coloco tus piedras sobre piedras finas, tus cimientos sobre zafiros; te pondré almenas de rubí y puertas de esmeralda y murallas de piedras preciosas.
Todos tus hijos serán discípulos del Señor, y será grande su prosperidad. Serás consolidada en la justicia. Destierra la angustia, pues ya nada tienes que temer; olvida tu miedo, porque ya no se acercará a ti".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del salmo 29
Te alabaré, Señor eternamente.
Te alabaré, Señor, pues no dejaste que se rieran de mí mis enemigos. Tú, Señor, me salvaste de la muerte y a punto de morir, me reviviste.
Te alabaré, Señor eternamente.
Alaben al Señor quienes lo aman, den gracias a su nombre, porque su ira dura un solo instante y su bondad, toda la vida. El llanto nos visita por la tarde; por la mañana, el júbilo.
Te alabaré, Señor eternamente.
Escúchame, Señor, y compadécete; Señor, ven en mi ayuda. Convertiste mi duelo en alegría, te alabaré por eso eternamente.
Te alabaré, Señor eternamente.
26. Oración
Oremos: Dios todopoderoso y eterno, multiplica, fiel a tu palabra, la descendencia que aseguraste a la fe de nuestros padres, y aumenta con tu adopción los hijos de la promesa, para que tu Iglesia vea en qué medida se ha cumplido ya cuanto los patriarcas creyeron y esperaron.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
Quinta Lectura
Vengan a mí y vivirán. Sellaré con ustedes una alianza perpetua
Lectura del libro del profeta Isaías 55, 1-11
Esto dice el Señor:
"Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua; y los que no tienen dinero, vengan, tomen trigo y coman; tomen vino y leche sin pagar. ¿Por qué gastar el dinero en lo que no es pan y el salario, en lo que no alimenta?
Escúchenme atentos y comerán bien, saborearán platillos sustanciosos. Préstenme atención, vengan a mí, escúchenme y vivirán.
Sellaré con ustedes una alianza perpetua, cumpliré las promesas que hice a David. Como a él lo puse por testigo ante los pueblos, como príncipe y soberano de las naciones, así tú reunirás a un pueblo desconocido, y las naciones que no te conocían acudirán a ti, por amor del Señor, tu Dios, por el Santo de Israel, que te ha honrado.
Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca; que el malvado abandone su camino, y el criminal, sus planes; que regrese al Señor, y él tendrá piedad; a nuestro Dios, que es rico en perdón.
Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos. Porque así como aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los de ustedes y mis pensamientos a sus pensamientos.
Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer, así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y cumplirá su misión".
Palabra de Dios.
Te alabamos Señor.
Salmo Responsable
Isaías 12
El Señor es mi Dios y salvador.
El Señor es mi Dios y salvador: con él estoy seguro y nada temo. El Señor es mi protección y mi fuerza, y ha sido mi salvación. Sacarán agua con gozo de la fuente de salvación.
El Señor es mi Dios y salvador.
Den gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los pueblos sus hazañas, proclamen que su nombre es sublime.
El Señor es mi Dios y salvador.
Alaben al Señor por sus proezas, anúncienlas a toda la tierra. Griten jubilosos, habitantes de Sión, porque el Dios de Israel ha sido grande con ustedes.
El Señor es mi Dios y salvador.
27. Oración
Oremos: Dios todopoderoso y eterno, esperanza única del mundo que anunciaste por la voz de tus profetas los misterios de los tiempos presentes: atiende los deseos de tu pueblo, porque ninguno de tus fieles puede progresar en la virtud sin la inspiración de tu gracia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Sexta Lectura
Sigue el camino que te conduce a la luz del Señor
Lectura del libro del profeta Baruc 3, 9-5, 32-38; 4, 1-4
Escucha, Israel, los mandatos de vida, presta oído para que adquieras prudencia. ¿A qué se debe, Israel, que estés aún en país enemigo, que envejezcas en tierra extranjera, que te hayas contaminado por el trato con los muertos, que te veas contado entre los que descienden al abismo?
Es que abandonaste la fuente de la sabiduría. Si hubieras seguido los senderos de Dios, habitarías en paz eternamente.
Aprende dónde están la prudencia, la inteligencia y la energía, así aprenderás dónde se encuentra el secreto de vivir larga vida y dónde la luz de los ojos y la paz. ¿Quién es el que halló el lugar de la sabiduría y tuvo acceso a sus tesoros? El que todo lo sabe, la conoce; con su inteligencia la ha escudriñado. El que cimentó la tierra para todos los tiempos, y la pobló de animales cuadrúpedos; el que envía la luz, y ella va, la llama, y temblorosa le obedece; llama a los astros, que brillan jubilosos en sus puestos de guardia, y ellos le responden: "Aquí estamos", y refulgen gozosos para aquel que los hizo. El es nuestro Dios y no hay otro como él; él ha escudriñado los caminos de la sabiduría y se la dio a su hijo Jacob, a Israel, su predilecto. Después de esto, ella apareció en el mundo y convivió con los hombres.
La sabiduría es el libro de los mandatos de Dios, la ley de validez eterna; los que la guardan, vivirán, los que la abandonan, morirán.
Vuélvete a ella, Jacob, y abrázala; camina hacia la claridad de su luz; no entregues a otros tu gloria, ni tu dignidad a un pueblo extranjero. Bienaventurados nosotros, Israel, porque lo que agrada al Señor nos ha sido revelado.
Palabra de Dios.
Te alabamos Señor.
Salmo Responsorial
Del Salmo 18
Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante.
Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.
Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y eternamente justos.
Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Más precioso que el oro, más que el oro fino; más dulce que la miel de un panal que destila.
Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
28. Oración
Oremos: ¡Oh Dios!, que sin cesar haces crecer a tu Iglesia agregando a ella nuevos hijos: defiende con tu constante protección a cuantos purificas en el agua del bautismo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Séptima Lectura
Los rociaré con agua pura y les daré un corazón nuevo
Lectura del libro del profeta Ezequiel 36, 16-28
En aquel tiempo, me fue dirigida la palabra del Señor en estos términos:
"Hijo de hombre, cuando los de la casa de Israel habitaban en su tierra, la mancharon con su conducta y sus obras; como inmundicia fue su proceder ante mis ojos. Entonces descargué mi furor contra ellos, por la sangre que habían derramado en el país y por haberlo profanado con sus idolatrías. Los dispersé entre las naciones y anduvieron errantes por todas las tierras. Los juzgé según su conducta, según sus acciones los sentencié. Y en las naciones a las que se fueron, desacreditaron mi santo nombre, haciendo que de ellos se dijera: "Este es el pueblo del Señor, y ha tenido que salir de su tierra".
Pero, por mi santo nombre, que la casa de Israel profanó entre las naciones a donde llegó, me he compadecido. Por eso, dile a la casa de Israel:
"Esto dice el Señor: no lo hago por ustedes, casa de Israel. Yo mismo mostraré la santidad de mi nombre excelso, que ustedes profanaron entre las naciones. Entonces ellas reconocerán que yo soy el Señor, cuando, por medio de ustedes les haga ver mi santidad.
Los sacaré a ustedes de entre las naciones, los reuniré de todos los países y los llevaré a su tierra. Los rociaré con agua pura y quedarán purificados; los purificaré de todas sus inmundicias e idolatrías.
Les daré un corazón nuevo y les infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de ustedes el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Les infundiré mi espíritu y los haré vivir según mis preceptos y guardar y cumplir mis mandamientos. Habitarán en la tierra que di a sus padres; ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios"".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor
Salmo Responsorial
De los salmos 41 y 42
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Como el venado busca el agua de los ríos, así cansada, mi alma te busca a ti, Dios mío.
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Del Dios que da la vida está mi ser sediento. ¿Cuándo será posible ver de nuevo su templo?
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Recuerdo cuando íbamos a casa del Señor, cantando, jubilosos, alabanzas a Dios.
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Envíame, Señor, tu luz y tu verdad; que ellas se conviertan en mi guía y hasta tu monte santo me conduzcan, allí donde tú habitas.
Estoy sediento del Dios que da la vida.
Al altar del Señor me acercaré, al Dios que es mi alegría, y a mi Dios, el Señor, le daré gracias al compás de la cítara.
Estoy sediento del Dios que da la vida.
29. Oración
Oremos: Señor, Dios todopoderoso, poder inmutable y luz sin ocaso, prosigue bondadoso a través de tu Iglesia, sacramento de salvación, la obra que tu amor dispuso desde la eternidad; que todo el mundo vea y reconozca que los caídos se levantan, que se renueva lo que había envejecido y que todo se integra en Aquél que es el principio de todo, Jesucristo, nuestro Señor. Que vive y reina contigo por los siglos de los siglos.
Amén.
30. Después de la última lectura del Antiguo Testamento, de su salmo y oración, se encienden las velas del altar, el celebrante entona solemnemente el "Gloria", que todos prosiguen, mientras tocan las campanas de acuerdo con las costumbres de cada lugar.
31. Acabado el "Gloria", el celebrante dice la Oración colecta, como de ordinario.
Oración Colecta
Oremos:
Dios nuestro, que haces resplandecer esta noche santa con la gloria del Señor resucitado, aviva en tu Iglesia el espíritu filial para que, renovados en cuerpo y alma, nos entreguemos plenamente a tu servicio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
32. Seguidamente el subdiácono o un lector lee la epístola de san Pablo.
Epístola
Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya nunca morirá
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6,3-11
Hermanos: Todos los que hemos sido incorporados a Cristo Jesús por medio del bautismo, hemos sido incorporados a su muerte. En efecto, por el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que, así como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva.
Porque, si hemos estado íntimamente unidos a él por una muerte semejante a la suya, también lo estaremos en su resurrección. Sabemos que nuestro viejo yo fue crucificado con Cristo, para que el cuerpo del pecado quedara destruido, a fin de que ya no sirvamos al pecado, pues el que ha muerto queda libre del pecado.
Por lo tanto, si hemos muerto con Cristo, estamos seguros de que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya nunca morirá. La muerte ya no tiene dominio sobre él, porque al morir, murió al pecado de una vez para siempre; y al resucitar, vive ahora para Dios. Lo mismo ustedes, considérense muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
33. Terminada la Epístola, todos se ponen de pie y el celebrante entona solemnemente el "Aleluya" que todos repiten. Luego un salmista o un lector dice el salmo, al que el pueblo responde: Aleluya.
Salmo Responsorial
Salmo 117
Aleluya, aleluya.
Te damos gracias, Señor, porque eres bueno, porque tu misericordia es eterna. Diga la casa de Israel: Su misericordia es eterna.
Aleluya, aleluya.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra del Señor es nuestro orgullo. No moriré, continuaré viviendo para contar lo que el Señor ha hecho.
Aleluya, aleluya.
La piedra que desecharon los constructores, es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente.
Aleluya, aleluya.
34. Para el Evangelio no se llevan velas. Puede emplearse el incienso.
Evangelio
Ha resucitado e irá delante de ustedes a Galilea
Lectura del santo Evangelio según san Mateo 28, 1-10
Gloria a ti, Señor.
Transcurrido el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. De pronto se produjo un gran temblor, porque el ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose al sepulcro, hizo rodar la piedra que lo tapaba y se sentó encima de ella. Su rostro brillaba como el relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Los guardias, atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. El ángel se dirigió a las mujeres y les dijo:
"No teman. Ya sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí; ha resucitado, como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde lo habían puesto. Y ahora, vayan de prisa a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes a Galilea; allá lo verán". Eso es todo".
Ellas se alejaron a toda prisa del sepulcro y, llenas de temor y de gran alegría, corrieron a dar la noticia a los discípulos. Pero de repente Jesús les salió al encuentro y las saludó. Ellas se le acercaron, le abrazaron los pies y lo adoraron. Entonces les dijo Jesús:
"No tengan miedo. Vayan a decir a mis hermanos que se dirijan a Galilea. Allá me verán".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
35. Luego del Evangelio tiene lugar la homilía. Después comienza la liturgia bautismal.
Liturgia Bautismal
36. El celebrante con los ministros se dirige a la fuente bautismal, si es que ésta se encuentra a la vista de los fieles reunidos. De lo contrario, se pone un recipiente con agua en el presbiterio. Se llama a los catecúmenos, si los hay, los cuales son presentados por los padrinos, o si son niños llevados por los padres y padrinos ante toda la asamblea.
37. Después el celebrante exhorta a los presentes con estas palabras:
Si hay bautizandos:
Hermanos: Acompañemos con nuestra oración a estos catecúmenos que anhelan renacer a una nueva vida en la fuente bautismal y pidamos insistentemente todos juntos a Dios, nuestro Padre, que guíe y acompañe sus pasos hacia la fuente bautismal.
Si se bendice la fuente, pero no hay bautizandos:
Invoquemos, queridos hermanos, a Dios todopoderoso, y pidámosle que con su poder santifique esta agua, para que cuantos en ella renazcan por el bautismo sean incorporados a Cristo y contados entre los hijos de adopción.
38. Dos cantores entonan las letanías, a las que todos responden, estando en pie.
Si hay procesión, se organiza de esta manera: primero el cirio pascual, al que siguen los catecúmenos con los padrinos; después el celebrante con los ministros. Hágase la monición antes de la bendición del agua.
Bendición del agua
39. Si hay bautizandos, el celebrante bendice el agua bautismal, diciendo la siguiente oración:
¡Oh Dios!, que realizas en tus sacramentos obras admirables con tu poder invisible, y de diversos modos te has servido de tu criatura el agua para significar la gracia del bautismo.
¡Oh Dios!, cuyo espíritu, en los orígenes del mundo, se cernía sobre las aguas, para que ya desde entonces concibieran el poder de santificar.
¡Oh Dios!, que incluso en las aguas torrenciales del diluvio prefiguraste el nacimiento de la nueva humanidad, de modo que una misma agua pusiera fin al pecado y diera origen a la santidad.
¡Oh Dios!, que hiciste pasar a pie seco por el mar Rojo a los hijos de Abrahán, para que el pueblo liberado de la esclavitud del faraón fuera imagen de la familia de los bautizados.
¡Oh Dios!, cuyo Hijo, al ser bautizado por Juan en el agua del Jordán, fue ungido por el Espíritu Santo; colgado en la cruz vertió de su costado agua, junto con la sangre; y después de su resurrección mandó a sus apóstoles: "Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu santo".
Mira ahora a tu Iglesia en oración y abre para ella la fuente del Bautismo. Que esta agua reciba, por el Espíritu Santo, la gracia de tu Unigénito, para que el humano, creado a tu imagen y limpio en el Bautismo, muera el humano viejo y renazca, como niño, a nueva vida por el agua y el Espíritu.
Y metiendo, si lo cree oportuno, el cirio pascual en el agua una o tres veces, prosigue:
Te pedimos, Señor, que el poder del Espíritu Santo, por tu Hijo, descienda sobre el agua de esta fuente.
Y teniendo el cirio en el agua prosigue:
para que los sepultados con Cristo en su muerte, por el Bautismo, resuciten con él a la vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
40. Seguidamente saca el cirio del agua, y el pueblo proclama:
Manantiales, bendigan al Señor, alábenlo con himnos por los siglos.
41. Cada uno de los catecúmenos renuncian a Satanás, son examinados sobre su fe y son bautizados.
Los catecúmenos adultos, inmediatamente después del bautismo, si está presente un obispo, o un sacerdote que tiene la facultad de confirmar, son confirmados.
42. Si no hay bautizandos ni se bendice la fuente bautismal, el sacerdote bendice el agua con la siguiente oración:
Invoquemos, queridos hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que bendiga esta agua, que va a ser derramada sobre nosotros en memoria de nuestro bautismo; y pidámosle que nos renueve interiormente para que permanezcamos fieles al espíritu, que hemos recibido.
Señor Dios nuestro, escucha las oraciones de tu pueblo que vela en esta noche santa, en que celebramos la acción maravillosa de nuestra creación y la maravilla aún más grande de nuestra redención; dígnate † bendecir esta agua.
La creaste para hacer fecunda la tierra y para favorecer nuestros cuerpos con el frescor y la limpieza. La hiciste también instrumento de misericordia al librar a tu pueblo de la esclavitud y al apagar con ella su sed en el desierto; por los profetas la revelaste como signo de la nueva alianza que quisiste sellar con los humanos. Y cuando Cristo descendió a ella en el Jordán, renovaste nuestra naturaleza pecadora con el baño del nuevo renacimiento.
Que esta agua, Señor, avive en nosotros el recuerdo de nuestro bautismo, y nos haga participar en el gozo de nuestros hermanos bautizados en la Pascua.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Renovación de las promesas bautismales
43. Terminado el rito del bautismo (y de la confirmación) si ha tenido lugar, o después de la bendición del agua, todos, de pie y teniendo en sus manos las velas encendidas, renuevan las promesas del bautismo.
El celebrante se dirige a la comunidad con estas palabras u otras parecidas:
Hermanos, por el misterio Pascual hemos sido sepultados con Cristo en el bautismo, para que vivamos una vida nueva.
Por tanto, al terminar el tiempo de penitencia de la Cuaresma, renovemos las promesas de nuestro bautismo con las cuales en otro tiempo renunciamos a Satanás y a sus obras, y nos comprometimos a servir a Dios en la santa Iglesia católica.
Así pues:
Celebrante:
¿Renuncian al pecado para vivir en la libertad de los hijos de Dios?
Todos: Sí, renuncio.
Celebrante:
¿Renuncian a todas las seducciones del mal, para que el pecado no los esclavice?
Todos: Sí, renuncio.
Celebrante:
¿Renuncian a Satanás, padre y príncipe del pecado?
Todos: Sí, renuncio.
Celebrante:
¿Creen en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?
Todos: Sí, creo.
Celebrante:
¿Creen en Jesucristo, su Hijo único y Señor nuestro, que nació de Santa María Virgen, padeció y murió por nosotros, resucitó y está sentado a la derecha del Padre?
Todos: Sí, creo.
Celebrante:
¿Creen en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la comunión de lo santos, en el perdón de los pecados, en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?
Todos: Sí, creo.
Celebrante:
Que Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos liberó del pecado y nos ha hecho renacer por el agua y el Espíritu Santo, nos conserve con su gracia unidos a Jesucristo, nuestro Señor, para la vida eterna.
Amén.
44. El sacerdote rocía al pueblo con agua bendita.
45. Oración de los Fieles
Celebrante:
Supliquemos, hermanos, a Cristo, el Ungido de Dios, en cuyas manos el Padre ha puesto todas las cosas, y pidámosle que escuche nuestra oración: Para que todos los cristianos sepan seguir el ejemplo de humildad del Señor, que lavó los pies de sus discípulos, e imiten la bondad de Aquél que aceptó las lagrimas de Pedro, que lo había negado, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que el Papa N. y sus presbíteros, que en estos días han recordado el inicio de su ministerio y han renovado sus promesas, vivan plenamente conformes a Jesús y sean siempre fieles a lo que en su ordenación prometieron, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que el Señor, que se entregó a la muerte para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos, inspire sentimientos de conversión a los que por el pecado o por la indiferencia se han alejado de la Iglesia, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que los enfermos, al ser ungidos con el óleo de la salvación, experimenten la protección del Señor y sientan mejora en su enfermedad y alivio en sus dolores, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Para que el Señor, que con su humillación nos exalta, con su entrega nos merece el perdón, con su sangre nos purifica y con su cuerpo nos alimenta, ilumine también nuestras mentes para que comprendamos y amemos los misterios que hoy conmemoramos, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.
Celebrante:
Señor Jesucristo, ya que, mientras vivimos aún en este mundo, nos invitas a participar en la mesa que es imagen del banquete eterno, escucha nuestra oración y haz que los que ahora nos reunimos para celebrar el sacramento de tu triunfo podamos ser también tus comensales en el banquete de la Pascua eterna. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
Cuarta Parte
Liturgia Eucarística
46. El sacerdote va al altar y comienza la Liturgia Eucarística en la forma acostumbrada.
47. Es conveniente que el pan y el vino sean presentados por los neófitos, si los hay.
48. Oración sobre las Ofrendas
Acepta, Señor, los dones que te presentamos y concédenos que el memorial de la muerte y resurrección de Jesucristo, que estamos celebrando, nos obtenga la fuerza para llegar a la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
49. Prefacio
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación glorificarte siempre, Señor; pero más que nunca en esta noche en que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado.
Porque él es el verdadero Cordero que quitó el pecado del mundo; muriendo destruyó
nuestra muerte, y resucitando restauró la vida.
Por eso,
con esta efusión de gozo pascual, el mundo entero se desborda de alegría, y también los coros celestiales, los ángeles y los arcángeles, cantan sin cesar
el himno de tu gloria:
50. Antífona de Comunión
Cristo, nuestro Cordero pascual, ha sido inmolado. Así, pues, celebremos la Pascua con una vida de rectitud y santidad. Aleluya.
51.Oración después de la Comunión
Oremos:
Infúndenos, Señor, tu espíritu de caridad, para que vivamos siempre unidos en tu amor los que hemos participado en este sacramento de la muerte y resurrección de Jesucristo.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
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† Meditación diaria
Sábado Santo
Pasión de Nuestro Señor
LA SEPULTURA DEL CUERPO DE JESÚS
— Señales que siguieron a la muerte de Nuestro Señor. La lanzada. El descendimiento.
— Preparación para la sepultura. Valentía y generosidad de Nicodemo y José de Arimatea.
— Los Apóstoles junto a la Virgen.
I. Después de tres horas de agonía Jesús ha muerto. Los Evangelistas narran que el cielo se oscureció mientra el Señor estuvo pendiente de la cruz, y ocurrieron sucesos extraordinarios, pues era el Hijo de Dios quien moría. El velo del templo se rasgó de arriba abajo1, significando que con la muerte de Cristo había caducado el culto de la Antigua Alianza2; ahora, el culto agradable a Dios se tributa a través de la Humanidad de Cristo, que es Sacerdote y Víctima.
La tarde del viernes avanzaba y era necesario retirar los cuerpos; no podían quedar allí el sábado. Antes que luciera la primera estrella en el firmamento debían estar enterrados. Como era la Parasceve (el día de la preparación de la Pascua), para que no quedaran los cuerpos en la cruz, pues aquel sábado era un día grande, los judíos rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitasen3. Este envió unos soldados que quebraron las piernas de los ladrones, para que murieran más rápidamente. Jesús ya estaba muerto, pero uno de los soldados le abrió el costado con la lanza, y al instante brotó sangre y agua4. Este suceso, además del hecho histórico que presenció San Juan, tiene un profundo significado. San Agustín y la tradición cristiana ven brotar los sacramentos y la misma Iglesia del costado abierto de Jesús: «Allí se abría la puerta de la vida, de donde manaron los sacramentos de la Iglesia, sin los cuales no se entra en la verdadera vida...»5. La Iglesia «crece visiblemente por el poder de Dios. Su comienzo y crecimiento están simbolizados en la sangre y el agua que manaron del costado abierto de Cristo crucificado»6. La muerte de Cristo significó la vida sobrenatural que recibimos a través de la Iglesia.
Esta herida, que llega al corazón y lo traspasa, es una herida de superabundancia de amor que se añade a las otras. Es una manera de expresar lo que ninguna palabra puede ya decir. María comprende y sufre, como Corredentora. Su Hijo ya no la pudo sentir, Ella sí. Y así se acaba de cumplir hasta el final la profecía de Simeón: una espada traspasará tu alma7.
Bajaron a Cristo de la cruz con cariño y veneración, y lo depositaron con todo cuidado en brazos de su Madre. Aunque su Cuerpo es una pura llaga, su rostro está sereno y lleno de majestad. Miremos despacio y con piedad a Jesús, como le miraría la Virgen Santísima. No solo nos ha rescatado del pecado y de la muerte, sino que nos ha enseñado a cumplir la voluntad de Dios por encima de todos los planes propios, a vivir desprendidos de todo, a saber perdonar cuando el que ofende ni siquiera se arrepiente, a saber disculpar a los demás, a ser apóstoles hasta el momento de la muerte, a sufrir sin quejas estériles, a querer a los hombres aunque se esté padeciendo por culpa de ellos... «No estorbes la obra del Paráclito: únete a Cristo, para purificarte, y siente, con Él, los insultos, y los salivazos, y los bofetones..., y las espinas, y el peso de la muerte..., y los hierros rompiendo tu carne, y las ansias de una muerte en desamparo...
»Y métete en el costado abierto de Nuestro Señor hasta hallar cobijo seguro en su llagado Corazón»8. Allí encontraremos la paz. Dice San Buenaventura, hablando de ese vivir místicamente dentro de las llagas de Cristo: «¡Oh, qué buena cosa es estar con Jesucristo crucificado! Quiero hacer en Él tres moradas: una, en los pies; otra, en las manos, y otra perpetua en su precioso costado. Aquí quiero sosegar y descansar, y dormir y orar. Aquí hablaré a su corazón y me ha de conceder todo cuanto le pidiere. ¡Oh, muy amables llagas de nuestro piadoso Redentor! (...). En ellas vivo, y de sus manjares me sustento»9.
Miramos a Jesús despacio y, en la intimidad de nuestro corazón, le decimos: ¡Oh buen Jesús!, óyeme. Dentro de tus llagas, escóndeme. Nos permitas que me aparte de Ti. Del maligno enemigo, defiéndeme. En la hora de mi muerte, llámame. Y mándame ir a Ti, para que con tus Santos te alabe. Por los siglos de los siglos»10.
II. José de Arimatea, discípulo de Jesús, hombre rico, influyente en el Sanedrín, que ha permanecido en el anonimato cuando el Señor es aclamado por toda Palestina, se presenta a Pilato para hacerse cargo del Cuerpo del Señor. Se dispone a pedirle «la más grande demanda que jamás se ha hecho: el Cuerpo de Jesús, el Hijo de Dios, el tesoro de la Iglesia, su riqueza, su enseñanza y ejemplo, su consuelo, el Pan con que debía alimentarse hasta la vida eterna. José, en aquel momento, representaba con su petición el deseo de todos los hombres, de toda la Iglesia, que necesitaba de Él para mantenerse viva eternamente»11.
También en estos momentos de desconcierto, cuando los discípulos, excepto Juan, han huido, hace su aparición otro discípulo de gran relieve social, que tampoco ha estado presente en las horas de triunfo. Llegó Nicodemo, el mismo que había venido a Él de noche, trayendo una mezcla de mirra y áloe, como de cien libras12.
¡Cómo agradecería la Virgen la ayuda de estos dos hombres: su generosidad, su valentía, su piedad! ¡Cómo se lo agradecemos también nosotros!
El pequeño grupo que, junto a la Virgen y a las mujeres de las que hace especial mención el Evangelio, se hicieron cargo de dar sepultura al Cuerpo de Jesús, tienen poco tiempo a causa de la fiesta del día siguiente, que comenzaba al atardecer de ese día. Lavaron el Cuerpo con extremada piedad, lo perfumaron (la cantidad de perfumes que trajo Nicodemo era muy grande:como cien libras), lo envolvieron en un lienzo nuevo que compró José13 y lo depositaron en un sepulcro excavado en la roca, que era del propio José y que no había sido utilizado para ningún otro cuerpo14. Cubrieron su cabeza con un sudario15.
¡Cómo envidiamos a José de Arimatea y a Nicodemo! ¡Cómo nos gustaría haber estado presentes para cuidar con inmensa piedad del Cuerpo del Señor!: «Yo subiré con ellos al pie de la Cruz, me apretaré al Cuerpo frío, cadáver de Cristo, con el fuego de mi amor..., lo desclavaré con mis desagravios y mortificaciones..., lo envolveré con el lienzo nuevo de mi vida limpia, y lo enterraré en mi pecho de roca viva, de donde nadie me lo podrá arrancar, ¡y ahí, Señor, descansad!
»Cuando todo el mundo os abandone y desprecie..., serviam!, os serviré, Señor»16.
No debemos olvidar un solo día que en nuestros sagrarios está Jesús ¡vivo!, pero tan indefenso como en la Cruz, o como después en el Sepulcro. Cristo se entrega a su Iglesia y a cada cristiano para que el fuego de nuestro amor lo cuide y lo atienda lo mejor que podamos, y para que nuestra vida limpia lo envuelva como aquel lienzo que compró José. Pero además de esas manifestaciones de nuestro amor, debe haber otras que quizá exijan parte de nuestro dinero, de nuestro tiempo, de nuestro esfuerzo: José de Arimatea y Nicodemo no escatimaron esas otras muestras de amor.
III. El Cuerpo de Jesús yacía en el sepulcro. El mundo ha quedado a oscuras. María era la única luz encendida sobre la tierra. «La Madre del Señor –mi Madre– y las mujeres que han seguido al Maestro desde Galilea, después de observar todo atentamente, se marchan también. Cae la noche.
»Ahora ha pasado todo. Se ha cumplido la obra de nuestra Redención. Ya somos hijos de Dios, porque Jesús ha muerto por nosotros y su muerte nos ha rescatado.
»Empti enim estis pretio magno! (1 Cor 6, 20), tú y yo hemos sido comprados a gran precio.
»Hemos de hacer vida nuestra la vida y la muerte de Cristo. Morir por la mortificación y la penitencia, para que Cristo viva en nosotros por el Amor. Y seguir entonces los pasos de Cristo, con afán de corredimir a todas las almas.
»Dar la vida por los demás. Solo así se vive la vida de Jesucristo y nos hacemos una misma cosa con Él»17.
No sabemos dónde estaban los Apóstoles aquella tarde, mientras dan sepultura al Cuerpo del Señor. Andarían perdidos, desorientados y confusos, sin rumbo fijo, llenos de tristeza.
Si el domingo ya se les ve de nuevo unidos18 es porque el sábado, quizá la misma tarde del viernes, han acudido a la Virgen. Ella protegió con su fe, su esperanza y su amor a esta naciente Iglesia, débil y asustada. Así nació la Iglesia: al abrigo de nuestra Madre. Ya desde el principio fue Consoladora de los afligidos, de quienes estaban en apuros. Este sábado, en el que todos cumplieron el descanso festivo según manda la ley19, no fue para Nuestra Señora un día triste: su Hijo ha dejado de sufrir. Ella aguarda serenamente el momento de la Resurrección; por eso no acompañará a las santas mujeres a embalsamar el Cuerpo muerto de Jesús.
Siempre, pero de modo particular si alguna vez hemos dejado a Cristo y nos encontramos desorientados y perdidos por haber abandonado el sacrificio y la Cruz como los Apóstoles, debemos acudir enseguida a esa luz continuamente encendida en nuestra vida que es la Virgen Santísima. Ella nos devolverá la esperanza. «Nuestra Señora es descanso para los que trabajan, consuelo de los que lloran, medicina para los enfermos, puerto para los que maltrata la tempestad, perdón para los pecadores, dulce alivio de los tristes, socorro de los que la imploran»20. Junto a Ella nos disponemos a vivir la inmensa alegría de la Resurrección.
1 Cfr. Mt 27, 51. — 2 Cfr. Heb 9, 1-14. — 3 Jn 19, 31. — 4 Jn 19, 34. — 5 San Agustín, Coment. al Evangelio de San Juan, 120, 2. — 6 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 3. — 7 Lc 2, 35. — 8 San Josemaría Escrivá, Camino, n. 58. — 9 Oración de San Buenaventura, citada por Fray Luis de Granada, Vida de Jesucristo, Madrid 1975, pp. 221-222. — 10 Misal Romano, Acción de gracias después de la Misa. — 11 L. de la Palma, La Pasión del Señor, p. 244. — 12 Jn 19, 39. — 13 Mc 15, 46. — 14 Cfr. Mt 27, 60. — 15 Cfr. Jn 20, 5-6. — 16 San Josemaría Escrivá, Vía Crucis, XIV, 1. — 17 Ibídem. — 18 Cfr. Lc 24, 9. — 19 Cfr. Lc 23, 56. — 20 San Juan Damasceno, Homilía en la Dormición de la B. Virgen María.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Fuente: Mercaba.org
José Benito Dusmet, Beato Obispo, Abril 4
Obispo de Catania Nació en Palermo, Sicilia, Italia el 15 de agosto de 1818, en una familia aristocrática. |
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Fuente: Franciscanos.org
Benito Moro, Santo Religioso Franciscano, Abril 4
Religioso A este San Benito se le llama de Palermo, por la ciudad en que murió, o de San Fratello o San Filadelfo por el lugar en que nació, o también el Moro o el Negro por el color de su piel y su ascendencia africana. De joven abrazó la vida eremítica, pero más tarde pasó a la Orden franciscana. No tenía estudios, pero sus dotes naturales y espirituales de consejo y prudencia atraían a multitud de gente. Aunque hermano lego, fue, no sólo cocinero, sino también guardián de su convento y maestro de novicios. |
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Platón, Santo Abad, Abril 4
Abad de Bitinia Etimológicamente significa "ancho de hombros". Viene de la lengua griega. |
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Fuente: ACI Prensa
Francisco Marto, Beato Vidente de Fátima, Abril 4
Nació en Aljustrel, Fátima, el 11 de Junio de 1908. Fue bautizado el 20 de Junio de 1908. |
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Fuente: Vatican.va
Cayetano Catanoso, Santo Fundador, Abril 4
Fundador de las Religiosas Verónicas de la Santa Faz Nació en Chorio di San Lorenzo, archidiócesis de Reggio Calabria, en una familia de agricultores profundamente cristianos, el 14 de febrero de 1879. Ese mismo día fue bautizado. En 1882 recibió el sacramento de la Confirmación. |
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26 de Abril
(4 de abril en Perú)
San Isidoro
Doctor de la Iglesia, Arzobispo de Sevilla
(año 636)
Isidoro significa: "Regalo de la divinidad (Isis: divinidad. Doro: regalo).
Nació en Sevilla en el año 556. Era el menor de cuatro hermanos, todos los cuales fueron santos y tres de ellos obispos. San Leandro, San Fulgencio y Santa Florentina se llamaron sus hermanos.
Su hermano mayor, San Leandro, que era obispo de Sevilla, se encargó de su educación obteniendo que Isidoro adquiriera el hábito o costumbre de dedicar mucho tiempo a estudiar y leer, lo cual le fue de gran provecho para toda la vida.
Al morir Leandro, lo reemplazó Isidoro como obispo de Sevilla, y duró 38 años ejerciendo aquel cargo, con gran brillo y notables éxitos.
Isidoro fue el obispo más sabio de su tiempo en España. Poseía la mejor biblioteca de la nación. Escribió varios libros que se hicieron famosos y fueron muy leídos por varios siglos como por ej. Las Etimologías, que se pueden llamar el Primer Diccionario que se hizo en Europa. También escribió La Historia de los Visigodos y biografías de hombres ilustres.
San Isidoro es como un puente entre la Edad Antigua que se acababa y la Edad Media que empezaba. Su influencia fue muy grande en toda Europa y especialísimamente en España, y su ejemplo llevó a muchos a dedicar sus tiempos libres al estudio y a las buenas lecturas.
Fue la figura principal en el Concilio de Toledo (año 633) del cual salieron leyes importantísimas para toda la Iglesia de España y que contribuyeron muy fuertemente a mantener firme la religiosidad en el país.
Se preocupaba mucho porque el clero fuera muy bien instruido y para eso se esforzó porque en cada diócesis hubiera un colegio para preparar a los futuros sacerdotes, lo cual fue como una preparación a los seminarios que siglos más tarde se iban a fundar en todas partes.
Dice San Ildefonso que "la facilidad de palabra era tan admirable en San Isidoro, que las multitudes acudían de todas partes a escucharle y todos quedaban maravillados de su sabiduría y del gran bien que se obtenía al oír sus enseñanzas".
Su amor a los pobres era inmenso, y como sus limosnas eran tan generosas, su palacio se veía continuamente visitado por gentes necesitadas que llegaban a pedir y recibir ayudas. De todas las ciencias la que más le agradaba y más recomendaba era el estudio de la Sagrada Biblia, y escribió unos comentarios acerca de cada uno de los libros de la S. Biblia. Cuando sintió que iba a morir, pidió perdón públicamente por todas las faltas de su vida pasada y suplicó al pueblo que rogara por él a Dios. A los 80 años de edad murió, el 4 de abril del año 636.
La Santa Sede de Roma lo declaró "Doctor de la Iglesia".
Benedicto XVI:
Queridos hermanos y hermanas: Hoy quisiera hablar de san Isidoro de Sevilla: era hermano menor de Leandro, obispo de Sevilla, y gran amigo del Papa Gregorio Magno. Esta observación es importante, pues constituye un elemento cultural y espiritual indispensable para comprender la personalidad de Isidoro. En efecto, le debe mucho a Leandro, persona muy exigente, estudiosa y austera, que había creado en torno a su hermano menor un contexto familiar caracterizado por las exigencias ascéticas propias de un monje y por los ritmos de trabajo exigidos por una seria entrega al estudio.
Además, Leandro se había preocupado por disponer lo necesario para afrontar la situación político-social del momento: en aquellas décadas los visigodos, bárbaros y arianos, habían invadido la península ibérica y se habían adueñado de los territorios que pertenecían al Imperio Romano.
Era necesario conquistarlos a la romanidad y al catolicismo. La casa de Leandro y de Isidoro contaba con una biblioteca sumamente rica de obras clásicas, paganas y cristianas. Isidoro, que sentía la atracción tanto de unas como de otras, aprendió bajo la responsabilidad de su hermano mayor una disciplina férrea para dedicarse a su estudio, con discernimiento. En la sede episcopal de Sevilla se vivía, por tanto, en un clima sereno y abierto.
Lo podemos deducir a partir de los intereses culturales y espirituales de Isidoro, tal y como emergen de sus mismas obras, que comprenden un conocimiento enciclopédico de la cultura clásica pagana y un conocimiento profundo de la cultura cristiana. De este modo se explica el eclecticismo que caracteriza la producción literaria de Isidoro, el cual pasa con suma facilidad de Marcial a Agustín, de Cicerón a Gregorio Magno.
La lucha interior que tuvo que afrontar el joven Isidoro, que se convirtió en sucesor del hermano Leandro en la cátedra episcopal de Sevilla, en el año 599, no fue ni mucho menos fácil. Quizá se debe a esta lucha constante consigo mismo la impresión de un exceso de voluntarismo que se percibe leyendo las obras de este gran autor, considerado como el último de los padres cristianos de la antigüedad.
Pocos años después de su muerte, que tuvo lugar en el año 636, el Concilio de Toledo (653) le definió: "Ilustre maestro de nuestra época, y gloria de la Iglesia católica". Isidoro fue, sin duda, un hombre de contraposiciones dialécticas acentuadas. E incluso, en su vida personal, experimentó un conflicto interior permanente, sumamente parecido al que ya habían vivido san Gregorio Magno y san Agustín, entre el deseo de soledad, para dedicarse únicamente a la meditación de la Palabra de Dios, y las exigencias de la caridad hacia los hermanos de cuya salvación se sentía encargado, como obispo.
Por ejemplo, sobre los responsables de la Iglesia escribe: "El responsable de una Iglesia (vir ecclesiasticus) por una parte tiene que dejarse crucificar al mundo con la mortificación de la carne, y por otra, tiene que aceptar la decisión del orden eclesiástico, cuando procede de la voluntad de Dios, de dedicarse al gobierno con humildad, aunque no quisiera hacerlo" (Libro de las Sentencias III, 33, 1: PL 83, col. 705 B).
Y añade un párrafo después: "Los hombres de Dios (sancti viri) no desean ni mucho menos dedicarse a las cosas seculares y gimen cuando, por un misterioso designio divino, se les encargan ciertas responsabilidades... Hacen todo lo posible para evitarlas, pero aceptan aquello que no quisieran y hacen lo que habrían querido evitar. Entran así en el secreto del corazón y allí, adentro, tratan de comprender qué es lo que les pide la misteriosa voluntad de Dios.
Y cuando se dan cuenta de que tienen que someterse a los designios de Dios, agachan la cabeza del corazón bajo el yugo de la decisión divina" (Libro de las Sentencias III, 33, 3: PL 83, col. 705-706). Para comprender mejor a Isidoro es necesario recordar, ante todo, la complejidad de las situaciones políticas de su tiempo, que antes mencionaba: durante los años de la niñez había tenido que experimentar la amargura del exilio.
A pesar de ello, estaba lleno de entusiasmo: experimentaba la pasión de contribuir a la formación de un pueblo que encontraba finalmente su unidad, tanto a nivel político como religioso, con la conversión providencial del heredero al trono, el visigodo Ermenegildo, del arrianismo a la fe católica. Sin embargo, no hay que minusvalorar la enorme dificultad que supone afrontar de manera adecuada los problemas sumamente graves, como los de las relaciones con los herejes y con los judíos.
Toda una serie de problemas que resultan también hoy muy concretos, si pensamos en lo que sucede en algunas regiones donde parecen replantearse situaciones muy parecidas a las de la península ibérica del siglo VI. La riqueza de los conocimientos culturales de que disponía Isidoro le permitía confrontar continuamente la novedad cristiana con la herencia clásica grecorromana. Más que el don precioso de la síntesis, parece que tenía el de la collatio, es decir, la recopilación, que se expresaba en una extraordinaria erudición personal, no siempre tan ordenada como se hubiera podido desear. En todo caso, hay que admirar su preocupación por no dejar de lado nada de lo que la experiencia humana produjo en la historia de su patria y del mundo. No hubiera querido perder nada de lo que el ser humano aprendió en las épocas antiguas, ya fueran éstas paganas, judías o cristianas.
Por tanto, no debe sorprender el que, al perseguir este objetivo, no lograra transmitir adecuadamente, como él hubiera querido, los conocimientos que poseía, a través de las aguas purificadoras de la fe cristiana. Sin embargo, según las intenciones de Isidoro, las propuestas que presenta siempre están en sintonía con la fe católica, defendida por él con firmeza. Percibe la complejidad en la discusión de los problemas teológicos y propone a menudo, con agudeza, soluciones que recogen y expresan la verdad cristiana completa. Esto ha permitido a creyentes a través de los siglos hasta nuestros días servirse con gratitud de sus definiciones. Un ejemplo significativo en este sentido es la enseñanza de Isidoro sobre las relaciones entre vida activa y vida contemplativa.
Escribe: "Quienes tratan de lograr el descanso de la contemplación tienen que entrenarse antes en el estadio de la vida activa; de este modo, liberados de los residuos del pecado, serán capaces de presentar ese corazón puro que permite ver a Dios" (Diferencias II, 34, 133: PL 83, col 91A). El realismo de auténtico pastor le convence del riesgo que corren los fieles de vivir una vida reducida a una sola dimensión. Por este motivo, añade: "El camino intermedio, compuesto por una y otra forma de vida, resulta normalmente el más útil para resolver esas cuestiones, que con frecuencia se agudizan con la opción por un sólo tipo de vida; sin embargo, son mejor moderadas por una alternancia de las dos formas" (o.c., 134: ivi, col 91B). Isidoro busca la confirmación definitiva de una orientación adecuada de vida en el ejemplo de Cristo y dice: "El Salvador Jesús nos ofreció el ejemplo de la vida activa, cuando durante el día se dedicaba a ofrecer signos y milagros en la ciudad, pero mostró la vida contemplativa cuando se retiraba a la montaña y pasaba la noche dedicado a la oración" (o.c. 134: ivi).
A la luz de este ejemplo del divino Maestro, Isidoro ofrece esta precisa enseñanza moral: "Por este motivo, el siervo de Dios, imitando a Cristo, debe dedicarse a la contemplación, sin negarse a la vida activa. Comportarse de otra manera no sería justo. De hecho, así como hay que amar a Dios con la contemplación, también hay que amar al prójimo con la acción. Es imposible, por tanto, vivir sin una ni otra forma de vida, ni es posible amar si no se hace la experiencia tanto de una como de otra" (o.c., 135: ivi, col 91C). Considero que esta es la síntesis de una vida que busca la contemplación de Dios, el diálogo con Dios en la oración y en la lectura de la Sagrada Escritura, así como la acción al servicio de la comunidad humana y del prójimo. Esta síntesis es la lección que nos deja el gran obispo de Sevilla a los cristianos de hoy, llamados a testimoniar a Cristo al inicio del nuevo milenio.
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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