miércoles, 20 de mayo de 2015

[ † ] Jueves del Santísimo Sacramento. 21/05/2015. Santos mártires Mexicanos del Siglo XX ¡rueguen por nosotros y para que todas las naciones reconozcan a Cristo como su Rey!

JA

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 17, 20-26

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, levantado los ojos al cielo, Jesús dijo:
"Padre, no te ruego solamente por ellos, sino también por todos lo que, creerán en mí gracias a su palabra.
Yo los he enviado al mundo, como tú me enviaste a mí. Por ellos yo me consagro a ti, para que también ellos se consagren a ti, por medio de la verdad. Pero te ruego solamente por ellos, sino también por todos lo que, creerán en mí gracias a tu palabra.
Te pido que todos sean uno lo mismo que lo somos tú y yo, Padre. Y que también ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado a ellos la gloria que tú me diste a mí, de tal manera que puedan ser uno, como lo somos nosotros. Yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a la unión perfecta, y el mundo pueda reconocer así que tú me has enviado, y que los amas a ellos como me a amas a mí. Padre, yo deseo que todos éstos que tú me has dado puedan estar conmigo donde esté yo, para que contemplen la gloria que me has dado, porque tú me amaste antes de la creación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido; yo, en cambio, te conozco y todos éstos han llegado a reconocer que tú me has enviado. Les he dado a conocer quién eres, y continuaré dándote a conocer, para que el amor con que me amaste pueda estar también en ellos, y yo mismo esté en ellos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu

El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

"El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?

Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).

Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?

Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html

Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).

 

 

Misal

 

jue 7a. Sem Pascua

Antífona de Entrada

Acerquémonos confiadamente a Dios, fuente de bondad, a fin de alcanzar su misericordia y su gracia en el tiempo oportuno.
Aleluya.

 

Oración Colecta

Oremos:
Señor, que el Espíritu Santo nos conceda abundantemente tus dones, para que podamos conocer tu voluntad y ajustemos a ella nuestra vida.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Tendrás que dar testimonio de mí en Roma

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 22, 30; 23, 6-11

En aquellos días, queriendo averiguar exactamente de qué lo acusaban los judíos, el comandante hizo que desataran a Pablo y mandó reunir a los sumos sacerdotes y a todo el Consejo; sacó después a Pablo y lo presentó delante de ellos.
Como Pablo sabía que parte de ellos eran saduceos y parte fariseos, gritó ante el Consejo:
"Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos, y me juzgan por creer en la resurrección de los muertos".
Al decir él esto, se produjo una discusión entre los fariseos y los saduceos, y se dividió la asamblea. Pues los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíritus, mientras que los fariseos creen en todo esto. Así que se produjo un inmenso griterío. Algunos escribas del partido de los fariseos se pusieron de pie y afirmaron enérgicamente:
"Nosotros no encontramos nada malo en este hombre. ¿Y si le ha hablado un espíritu o un ángel?"
Como la discusión se hacía cada vez más fuerte, el comandante tuvo miedo que hicieran daño a Pablo, y ordenó a los soldados sacarlo de allí y llevarlo al cuartel.
La noche siguiente, el Señor se le apareció y le dijo:
"Ten ánimo; pues tienes que dar testimonio de mí en Roma igual que lo has dado en Jerusalén".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial Sal 15, 1-2a.5.7-8.9-10.11

Enséñanos, Señor, el camino de la vida.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Yo digo al Señor: "Tú eres mi dueño, mi único bien".
Enséñanos, Señor, el camino de la vida.

Señor, tú eres mi alegría y mi herencia, mi destino está en tus manos.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida.

Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche instruye mi conciencia, Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha jamás fracasaré.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida.

Por eso se me alegra el corazón, hacen fiesta mis entrañas, y todo mi ser descansa tranquilo; porque no me abandonarás en el abismo, ni dejarás a tu fiel experimentar la corrupción.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida.

Me enseñarás la senda de la vida, me llenarás de alegría en tu presencia, de felicidad eterna a tu derecha.
Enséñanos, Señor, el camino de la vida.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno. Así el mundo creerá que tú me has enviado, dice el Señor.
Aleluya.

Evangelio

Que su unidad sea perfecta

† Lectura del santo Evangelio según san Juan 17, 20-26

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, levantado los ojos al cielo, Jesús dijo:
"Padre, no te ruego solamente por ellos, sino también por todos lo que, creerán en mí gracias a su palabra.
Yo los he enviado al mundo, como tú me enviaste a mí. Por ellos yo me consagro a ti, para que también ellos se consagren a ti, por medio de la verdad. Pero te ruego solamente por ellos, sino también por todos lo que, creerán en mí gracias a tu palabra.
Te pido que todos sean uno lo mismo que lo somos tú y yo, Padre. Y que también ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado a ellos la gloria que tú me diste a mí, de tal manera que puedan ser uno, como lo somos nosotros. Yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a la unión perfecta, y el mundo pueda reconocer así que tú me has enviado, y que los amas a ellos como me a amas a mí. Padre, yo deseo que todos éstos que tú me has dado puedan estar conmigo donde esté yo, para que contemplen la gloria que me has dado, porque tú me amaste antes de la creación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido; yo, en cambio, te conozco y todos éstos han llegado a reconocer que tú me has enviado. Les he dado a conocer quién eres, y continuaré dándote a conocer, para que el amor con que me amaste pueda estar también en ellos, y yo mismo esté en ellos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, estos dones que hemos preparado para el sacrificio eucarístico y transforma toda nuestra vida en una continua ofrenda.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

En la espera de la venida del Espíritu Santo

En verdad es justo y necesario que todas las criaturas, en el cielo y en la tierra, se unan en tu
alabanza, Dios todopoderoso y eterno, por Jesucristo, tu Hijo, Señor del universo.
El cual, habiendo entrado una vez para siempre en el santuario del cielo, ahora intercede por nosotros, como mediador que asegura la perenne efusión del Espíritu.
Pastor y obispo de nuestras almas, nos invita a la plegaria unánime, a ejemplo de María y los apóstoles, en la espera de un nuevo Pentecostés.
Por este misterio de santificación y de amor, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:

Antífona de la Comunión

Yo les aseguro: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy no vendrá a ustedes el Espíritu consolador, dice el Señor.

Aleluya.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Que esta Eucaristía, Señor, nos haga comprender tus designios, para que seamos dignos de recibir los dones de tu Espíritu.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén


Meditación diaria

Pascua. 7ª semana. Jueves
Decenario al Espíritu Santo

EL DON DE TEMOR DE DIOS

— El temor servil y el santo temor de Dios. Consecuencias de este don en el alma.

— El santo temor de Dios y el empeño por rechazar todo pecado.

— Relaciones de este don con las virtudes de la humildad y de la templanza. Delicadeza de alma y sentido del pecado.

I. Dice Santa Teresa que ante tantas tentaciones y pruebas que hemos de padecer, el Señor nos otorga dos remedios: "amor y temor". "El amor nos hará apresurar los pasos, y el temor nos hará ir mirando adónde ponemos los pies para no caer"1.

Pero no todo temor es bueno. Existe el temor mundano2, propio de quienes temen sobre todo el mal físico o las desventajas sociales que pueden afectarles en esta vida. Huyen de las incomodidades de aquí abajo, mostrándose dispuestos a abandonar a Cristo y a su Iglesia en cuanto prevén que la fidelidad a la vida cristiana puede causarles alguna contrariedad. De ese temor se originan los "respetos humanos", y es fuente de incontables capitulaciones y el origen de la misma infidelidad.

Es muy diferente el llamado temor servil, que aparta del pecado por miedo a las penas del infierno o por cualquier otro motivo interesado de orden sobrenatural. Es un temor bueno, pues para muchos que están alejados de Dios puede ser el primer paso hacia su conversión y el comienzo del amor3. No debe ser este el motivo principal del cristiano, pero en muchos casos será una gran defensa contra la tentación y los atractivos con que se reviste el mal.

El que teme no es perfecto en la caridad4 –nos dejó escrito el Apóstol San Juan–, porque el cristiano verdadero se mueve por amor y está hecho para amar. El santo temor de Dios, don del Espíritu Santo, es el que reposó, con los demás dones, en el Alma santísima de Cristo, el que llenó también a la Santísima Virgen; el que tuvieron las almas santas, el que permanece para siempre en el Cielo y lleva a los bienaventurados, junto a los ángeles, a dar una alabanza continua a la Santísima Trinidad. Santo Tomás enseña que este don es consecuencia del don de sabiduría y como su manifestación externa5.

Este temor filial, propio de hijos que se sienten amparados por su Padre, a quien no desean ofender, tiene dos efectos principales. El más importante, puesto que es el único que se dio en Cristo y en la Santísima Virgen, es un respeto inmenso por la majestad de Dios, un hondo sentido de lo sagrado y una complacencia sin límites en su bondad de Padre. En virtud de este don las almas santas han reconocido su nada delante de Dios. También nosotros podemos repetir con frecuencia, reconociendo nuestra nulidad, y quizá a modo de jaculatoria, aquello que con tanta frecuencia repetía San Josemaría Escrivá: no valgo nada, no tengo nada, no puedo nada, no sé nada, no soy nada, ¡nada!6, a la vez que reconocía la grandeza inconmensurable de sentirse y de ser hijo de Dios.

Durante la vida terrena, se da otro efecto de este don: un gran horror al pecado y, si se tiene la desgracia de cometerlo, una vivísima contrición. Con la luz de la fe, esclarecida por los resplandores de los demás dones, el alma comprende algo de la trascendencia de Dios, de la distancia infinita y del abismo que abre el pecado entre el hombre y Dios.

El don de temor nos ilumina para entender que "en la raíz de los males morales que dividen y desgarran la sociedad está el pecado"7. Y el don de temor nos lleva a aborrecer también el pecado venial deliberado, a reaccionar con energía contra los primeros síntomas de la tibieza, la dejadez o el aburguesamiento. En determinadas ocasiones de nuestra vida quizá nos veamos necesitados de repetir con energía, como una oración urgente: "¡No quiero tibieza!: "confige timore tuo carnes meas!" —¡dame, Dios mío, un temor filial, que me haga reaccionar!"8.

II. Amor y temor. Con este bagaje hemos de hacer el camino. "Cuando el amor llega a eliminar del todo el temor, el mismo temor se transforma en amor"9. Es el temor del hijo que ama a su Padre con todo su ser y que no quiere separarse de Él por nada del mundo. Entonces, el alma comprende mejor la distancia infinita que la separa de Dios, y a la vez su condición de hijo. Nunca como hasta ese momento ha tratado a Dios con más confianza, nunca tampoco le ha tratado con más respeto y veneración. Cuando se pierde el temor santo de Dios, se diluye o se pierde el sentido del pecado y entra con facilidad la tibieza en las almas. Se pierde el sentido del poder, de la Majestad de Dios y del honor que se le debe.

Nuestro acercamiento al mundo sobrenatural no lo podemos llevar a cabo intentando inútilmente eliminar la trascendencia de Dios, sino a través de esa divinización que produce la gracia en nosotros, mediante la humildad y el amor, que se expresa en la lucha por desterrar todo pecado de nuestra vida.

"El primer requisito para desterrar ese mal (...), es procurar conducirse con la disposición clara, habitual y actual, de aversión al pecado. Reciamente, con sinceridad, hemos de sentir –en el corazón y en la cabeza– horror al pecado grave. Y también ha de ser nuestra actitud, hondamente arraigada, de abominar del pecado venial deliberado, de esas claudicaciones que no nos privan de la gracia divina, pero debilitan los cauces por los que nos llega"10. Muchos parecen hoy haber perdido el santo temor de Dios. Olvidan quién es Dios y quiénes somos nosotros, olvidan la Justicia divina y así se animan a seguir adelante en sus desvaríos11. La meditación del fin último, de los Novísimos, de aquella realidad que veremos dentro quizá de no mucho tiempo: el encuentro definitivo con Dios, nos dispone para que el Espíritu Santo nos conceda con más amplitud ese don que tan cerca está del amor.

III. De muchas formas nos dice el Señor que a nada debemos tener miedo, excepto al pecado, que nos quita la amistad con Dios. Ante cualquier dificultad, ante el ambiente, ante un futuro incierto... no debemos temer, debemos ser fuertes y valerosos, como corresponde a hijos de Dios. Un cristiano no puede vivir atemorizado, pero sí debe llevar en el corazón un santo temor de Dios, al que por otra parte ama con locura.

A lo largo del Evangelio, "Cristo repite varias veces: No tengáis miedo... no temáis. Y a la vez, junto a estas llamadas a la fortaleza, resuena la exhortación: Temed, temed más bien al que puede enviar el cuerpo y el alma al infierno (Mt 10, 28). Somos llamados a la fortaleza y, a la vez, al temor de Dios, y este debe ser temor de amor, temor filial. Y solamente cuando este temor penetre en nuestros corazones, podremos ser realmente fuertes con la fortaleza de los Apóstoles, de los mártires, de los confesores"12.

Entre los efectos principales que causa en el alma el temor de Dios está el desprendimiento de las cosas creadas y una actitud interior de vigilia para evitar las menores ocasiones de pecado. Deja en el alma una particular sensibilidad para detectar todo aquello que puede contristar al Espíritu Santo13.

El don de temor se halla en la raíz de la humildad, en cuanto da al alma la conciencia de su fragilidad y la necesidad de tener la voluntad en fiel y amorosa sumisión a la infinita Majestad de Dios, situándonos siempre en nuestro lugar, sin querer ocupar el lugar de Dios, sin recibir honores que son para la gloria de Dios. Una de las manifestaciones de la soberbia es el desconocimiento del temor de Dios.

Junto a la humildad, tiene el don de temor de Dios una singular afinidad con la virtud de la templanza, que lleva a usar con moderación de las cosas humanas subordinándolas al fin sobrenatural. La raíz más frecuente del pecado se encuentra precisamente en la búsqueda desordenada de los placeres sensibles o de las cosas materiales, y ahí actúa este don, purificando el corazón y conservándolo entero para Dios.

El don de temor es por excelencia el de la lucha contra el pecado. Todos los demás dones le ayudan en esta misión particular: las luces de los dones de entendimiento y de sabiduría le descubren la grandeza de Dios y la verdadera significación del pecado; las directrices prácticas del don de consejo le mantienen en la admiración de Dios; el don de fortaleza le sostiene en una lucha sin desfallecimientos contra el mal14.

Este don, que fue infundido con los demás en el Bautismo, aumenta en la medida en que somos fieles a las gracias que nos otorga el Espíritu Santo; y de modo específico, cuando consideramos la grandeza y majestad de Dios, cuando hacemos con profundidad el examen de conciencia, descubriendo y dando la importancia que tiene a nuestras faltas y pecados. El santo temor de Dios nos llevará con facilidad a la contrición, al arrepentimiento por amor filial: "amor y temor de Dios. Son dos castillos fuertes, desde donde se da guerra al mundo y a los demonios"15.

El santo temor de Dios nos conducirá con suavidad a una prudente desconfianza de nosotros mismos, a huir con rapidez de las ocasiones de pecado; y nos inclinará a una mayor delicadeza con Dios y con todo lo que a Él se refiere. Pidamos al Espíritu Santo que nos ayude mediante este don a reconocer sinceramente nuestras faltas y a dolernos verdaderamente de ellas. Que nos haga reaccionar como el salmista: ríos de lágrimas derramaron mis ojos, porque no observaron tu ley16. Pidámosle que, con delicadeza de alma, tengamos muy a flor de piel el sentido del pecado.

1 Santa Teresa, Camino de perfección, 40, 1. — 2 Cfr. M. M. Philipon, Los dones del Espíritu Santo, Palabra, Madrid 1983, p. 325. — 3 Eclo 25, 16. — 4 Jn 4, 18. — 5 Santo Tomás, Suma Teológica, 2-2, q. 45, a. 1, ad 3. — 6 Citado por A. Vázquez de Prada, El Fundador del Opus Dei, Rialp, Madrid 1933, p. 383. — 7 Juan Pablo II, Carta de presentación del "Instrumentum laboris" para el VI Sínodo de Obispos, 25-I-1983. — 8 Cfr. San Josemaría Escrivá, Camino, n. 326. — 9 San Gregorio de Nisa, Homilía 15. 10 San Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, 243. — 11 Cfr. ídem, Camino, n. 747. — 12 Juan Pablo II, Discurso a los nuevos cardenales, 30-VI-1979. — 13 Ef 4, 30. — 14 Cfr. M. M. Philipon, o. c., p. 332. — 15 Santa Teresa, o. c., 40, 2. — 16 Sal 118, 136.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

Eugenio de Mazenod, Santo Obispo y fundador, 21 de mayo  

Eugenio de Mazenod, Santo

Obispo
y Fundador de los Oblatos de María Inmaculada

Carlos José Eugenio de Mazenod nació en Aix-en-Provence, Francia, el 1 de agosto de 1782. Su padre ocupaba un importante cargo político por lo que la familia gozaba de una posición acomodada. El pequeño Eugenio poseía un temperamento autoritario e irascible; pero también una gran nobleza de corazón: en una ocasión, movido por la compasión, cambió sus ropas con las de un niño carbonero.

En la primavera de 1794, la familia tuvo que abandonar el país por razones políticas estableciéndose en Venecia. Eugenio, siendo extranjero, no tenía amigos ni acudía a la escuela. Un sacerdote, el P. Bartolo Zaneli, lo tomó bajo su cuidado de modo informal. Gracias a esta amistad, Eugenio comenzó a sentirse atraído por el sacerdocio. Posteriormente, siempre por razones políticas, los Mazenod se trasladaron a Sicilia para volver más tarde a Francia. Durante este período, Eugenio llevó una intensa vida social, cuya frivolidad y superficialidad le aburría y hastiaba. Así, insatisfecho y deseoso de un sentido más profundo para su existencia, el 12 de octubre de 1808 llamó a las puertas del seminario de san Sulpicio. Debido a su madurez y celo por las almas, los superiores del seminario lo promovieron tres años más tarde a las sagradas órdenes.

En octubre de 1812 comenzó su ministerio sacerdotal en la región de Provenza, dedicándose especialmente a los pobres. Queriendo remediar el empobrecimiento espiritual de éstos a causa de la reciente revolución laicizante, fundó en Aix una asociación de sacerdotes seculares. Sus miembros recorrían la Provenza predicando en provenzal y de modo sencillo, buscando sobre todo la instrucción del pueblo en la doctrina cristiana. La asociación pronto se convirtió en la congregación de los Oblatos de María Inmaculada.

El Carisma Oblato

"Me ha enviado a evangelizar a los pobres, los pobres son evangelizados" Son las palabras que encontramos escritas en el escudo oblato. San Eugenio de Mazenod, tras haber experimentado el Amor de Cristo Salvador en la Cruz, se sintió llamado a una vocación singular y así lo transmitió a sus primeros compañeros, "llamados a ser los cooperadores de Cristo Salvador". En tan pocas palabras se encuentra recogido lo central del carisma.

León XII la aprobó, a pesar de la oposición de algunos obispos franceses, diciendo: "Me agrada esta sociedad; sé el bien que hace y quiero favorecerla".

Obispo de Marzella

La misión del P. Mazenod como fundador hasta cierto punto había terminado, pero aún le esperaba un nuevo encargo: la diócesis de Marsella. El P. Eugenio, o mejor, Mons. Eugenio Mazenod tomó posesión el 24 de diciembre de 1837. Todo el espíritu de la congregación por él fundada se derramó sobre Marsella. En su deseo de estar cerca del pueblo, todos los días recibía a las personas desde las 10:00 de la mañana hasta las 2:00 de la tarde, sin necesidad de cita. Realizaba frecuentes visitas pastorales y pidió a sus sacerdotes que predicaran de forma sencilla explicando el credo, la santa misa y el evangelio.

Luchó incansablemente por la libertad de enseñanza hasta lograr, con la promulgación de la ley Falloux, el derecho a la clase de religión. Creó 22 nuevas parroquias, edificó numerosas iglesias —entre ellas la misma catedral— y se establecieron 31 congregaciones religiosas en su diócesis.

A pesar de su intensa actividad apostólica y de los sacrificios que ésta imponía a su cuerpo, pudo gozar de una larga vida. El obispo que predicaba en provenzal y había hecho de los pobres sus hijos predilectos, partió para el abrazo con el Padre el 21 de mayo de 1861, a la edad de 79 años. Fue canonizado el 3 de diciembre de 1995 por el papa Juan Pablo II.

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Mártires Mexicanos de siglo XX (San Cristóbal Magallanes y compañeros) 25 Mártires Mexicanos, 21 de mayo  

Mártires Mexicanos de siglo XX (San Cristóbal Magallanes y compañeros)

Cristóbal Magallanes y 24 compañeros mártires

En 1917 fue promulgada en México una nueva Constitución, firmada por el presidente Don Venusiano Carranza. estaba inspirada en principios anticlericales y provocó una era de violenta persecución religiosa.

En 1926, bajo la presidencia de Don Plutarco Elías Calles, la persecución se hace más violenta, con la expulsión de algunos sacerdotes, la clausura de escuelas privadas y de obras de beneficencia.

Fueron muchos los fieles que sufrieron el martirio por defender su fe, de entre ellos presentamos ahora a veinticinco que fueron proclamados santos de la Iglesia por Juan Pablo II.

Los 25 santos canonizados el 21 de

Mártires Mexicanos de siglo XX (San Cristóbal Magallanes y compañeros)

mayo del 2000 fueron:

Cristobal Magallanes Jara, Sacerdote
Roman Adame Rosales, Sacerdote
Rodrigo Aguilar Aleman, Sacerdote

Julio Alvarez Mendoza, Sacerdote
Luis Batis Sainz, Sacerdote
Agustin Caloca Cortés, Sacerdote
Mateo Correa Magallanes, Sacerdote
Atilano Cruz Alvarado, Sacerdote
Miguel De La Mora De La Mora, Sacerdote
Pedro Esqueda Ramirez, Sacerdote
Margarito Flores Garcia, Sacerdote
Jose Isabel Flores Varela, Sacerdote

David Galván Bermúdez, Sacerdote
Salvador Lara Puente, Laico

Pedro de Jesús Maldonado Lucero, Sacerdote
Jesus Mendez Montoya, Sacerdote
Manuel Morales, Laico
Justino Orona Madrigal, Sacerdote

Sabas Reyes Salazar, Sacerdote
Jose Maria Robles Hurtado, Sacerdote
David Roldan Lara, Laico
Toribio Romo Gonzalez, Sacerdote
Jenaro Sanchez Delgadillo

David Uribe Velasco, Sacerdote
Tranquilino Ubiarco Robles, Sacerdote

Para ver las biografías de los Mártires Mexicanos del siglo XX

Haz Click AQUI

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Paterno de Vannes, Santo Obispo, Mayo 21  

Paterno de Vannes, Santo

Obispo

Martirologio Romano: En Dariorige (hoy Vannes), en la Bretaña Menor, conmemoración de san Paterno, obispo, de quien se cuenta que en este día fue ordenado obispo en el concilio provincial reunido por san Perpetuo de Tours en esta misma sede (c. 460-490).

Etimológicamente: Paterno = Padre, es de origen latino.

 

SAN PATERNO DE VANNES nació probablemente en Poitiers, Francia, y llegó a ser obispo de Vannes, en ese mismo país.

A diferencia de los demás obispos fundadores de diócesis en Bretaña, San Paterno no era de origen bretón. Por su nombre, su origen quizás haya sido galo romano. Sin embargo se desconocen muchos detalles acerca de su vida.

Al parecer, un concilio del año 465 celebrado por seis obispos resolvió la necesidad o la contingencia de nombrar un obispo para Vannes, y el cargo recayó en San Paterno.

Luego de fijar los límites del nuevo obispado, San Paterno enfrentó difíciles conflictos, tanto con los partidarios de un cristianismo local de tradición celta, como los de un cristianismo de corte más bien galo-romano.

Una inmigración de bretones que regresaba de la Gran Bretaña vino a complicarle la situación, pues tenía que conciliar a gente con ideas y experiencias distintas. Dentro de este contexto, San Paterno fue un artífice de la unidad, y durante un tiempo supo mantener el equilibrio con las distintas facciones en pugna.

Sin embargo, las intrigas y la incomprensión lo forzaron a dimitir y a exilarse, por lo que se retiró a la soledad de una ermita, donde murió en penitencia y en el olvido total.

En 1964, el papa Paulo VI declaró a San Paterno santo patrono de la diócesis de Vannes.

SAN PATERNO DE VANNES nos enseña la importancia de transmitir y mantener la unidad entre grupos con intereses distintos.

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Fuente: Vatican.va
Manuel Gómez González, Beato Sacerdote y Mártir, Mayo 21  

Manuel Gómez González, Beato

Sacerdote y Mártir

Nació el 29 de mayo de 1877 en As Neves (cerca de Tuy, provincia de Pontevedra, España). Al día siguiente fue bautizado en la iglesia parroquial. Era el hijo primogénito de José Gómez Rodríguez y Josefa González Durán. Recibió la confirmación el 20 de septiembre de 1878.

Después de los estudios de primaria en su pueblo natal, entró en el seminario menor diocesano de San Pelayo, en Tuy. Luego pasó al seminario mayor, donde hizo los estudios de filosofía y teología. Recibió la ordenación sacerdotal el 24 de mayo de 1902.

Durante el breve período de tiempo que permaneció en su diócesis, ejerció el ministerio sacerdotal como coadjutor en la parroquia de As Neves, pero en 1905, con los debidos permisos, se incardinó en la vecina archidiócesis de Braga (Portugal). Allí, su primer cargo fue el de párroco de Nossa Senhora di Extremo, en Valdevez (1906-1911). Luego fue trasladado a las parroquias de Taias y Barroças, en Monsão, donde estuvo hasta 1913 cuando, a causa de la persecución religiosa en Portugal, le permitieron partir para Brasil.

En este nuevo destino, después de una breve estancia en Río de Janeiro, monseñor Miguel de Lima Valverde, lo acogió en la diócesis de Santa María (Rio Grande do Sul). Cuando el párroco de Saudade, João Antônio Faria, también él de la archidiócesis de Braga, tuvo que volver a Portugal por enfermedad de su padre, don Manuel lo sustituyó durante varios meses; al regresar don João, le ayudó como coadjutor hasta que, a fines del año 1915, el obispo nombró al padre Manuel párroco de Nonoai.

En su parroquia, que tenía una extensión inmensa, promovió y organizó la catequesis; impulsó la participación de los fieles en las santas misas y en los sacramentos. Con tenacidad y gran celo apostólico logró vencer la indiferencia de mucha gente; asimismo, contribuyó a mejorar la calidad de vida de los fieles.

Allí llevó a cabo una labor pastoral tan intensa que en ocho años cambió el rostro de la parroquia, cuidando también de los indios. Recorrió a lo largo y a lo ancho el territorio de su vasta parroquia, fundando pequeñas comunidades. Dado que no había escuelas en aquellos lugares, abrió una en su propia casa; en ella enseñaba gratuitamente a niños y adolescentes. Además, como había gran carestía de todo, con espíritu de iniciativa, construyó un horno para la fabricación de ladrillos; así pudo edificar la casa parroquial y viviendas para la población, que destinó a los más pobres, los cuales no necesitaban pagar alquiler. Restauró la iglesia y se esforzó por fomentar el cultivo de arroz y patatas.

Como atestiguan quienes le conocieron, era un sacerdote alegre y caritativo. Sufría con los que sufrían. Hacía siempre el bien. Sepultaba a los muertos y ayudaba a las viudas.

Carmelinda Daronch Socal, hermana del acólito Adílio, muerto mártir con don Manuel, atestiguó: "Era muy amable y respetado por todos. Era considerado la persona más importante del lugar. Aconsejaba a las personas. Era caritativo. Poseía un carisma muy especial. Don Manuel enseñaba a orar, a leer y a escribir. Sus misas eran muy hermosas. Yo participaba siempre en las celebraciones con mi familia".

Otra hermana de Adílio, Zolmira, también da un testimonio de su admiración por el santo párroco: "Don Manuel era una persona muy amiga de mi familia. Él y mi padre dialogaban con frecuencia. Fue él quien me dio la primera Comunión. Todos los parroquianos lo admiraban porque era una de las pocas personas que se preocupaba de la gente e instruía a los fieles. Don Manuel era simpático, amable, humilde; tenía buenas relaciones con todos. Era un hombre trabajador, recorría todos los lugares a lomos de su asno".

En varias ocasiones debió ocuparse incluso de la vecina parroquia de Palmeiras das Missões, en calidad de administrador, en la región de Colônia Militar, cerca del río Uruguay, en las inmediaciones de la frontera con Argentina. Fue precisamente en el territorio de esta segunda parroquia encomendada a su cuidado pastoral donde sufrió el martirio.

En el mes de mayo de 1924, el obispo de Santa María, monseñor Àtico Eusébio da Rocha, le pidió que fuera a visitar a un grupo de colonos brasileños de origen alemán instalados en la floresta de Três Passos. El padre Manuel celebró la Semana santa en la parroquia de Nonoai; luego emprendió el viaje, acompañado del joven Adílio, sin preocuparse de los peligros de esa región, sacudida por movimientos revolucionarios.

La primera etapa fue Palmeiras das Missões —distante 80 km—, donde administró los sacramentos. Prosiguió después su viaje hasta Braga y, luego, a Colônia Militar donde, el 20 de mayo de 1924, celebró por última vez la santa misa.

Los fieles indígenas avisaron al sacerdote del peligro que correría si penetraba en la floresta, pero él no les hizo caso, porque ardía en deseos de llevarles la gracia divina.

Al llegar a un emporio, en busca de informaciones sobre cómo llegar a los colonos de Três Passos, se encontraron con algunos militares que, amablemente, se ofrecieron para acompañarlos. En verdad, se trataba de una emboscada organizada premeditadamente. El padre Manuel y su fiel monaguillo Adílio, que entonces sólo tenía dieciséis años, en realidad fueron llevados a una zona remota de la floresta, donde los esperaban los jefes militares para asesinarlos.

Un testigo narra: "No había pasado media hora cuando repentinamente se escucharon varios disparos procedentes del bosque, a poca distancia de donde nos encontrábamos. Eran las nueve de la mañana del miércoles 21 de mayo de 1924. Nos preguntábamos a qué habían disparado los soldados. Luego, cuando, media hora después, volvieron los militares, nadie se atrevía a decir nada, por miedo a los revolucionarios, y menos a ir al bosque a averiguar lo que había pasado. Podía haber sucedido cualquier cosa.

Al día siguiente, jueves, por la tarde, aparecieron dos asnos sin aparejos, comiendo. El campesino del lugar, al no conocerlos, los echó de allí; por la tarde, llegaron a la tierra del señor Diesel, el cual reconoció que eran los asnos del sacerdote y del muchacho. Sin perder un instante, montó a caballo y fue de prisa hasta la capilla católica de Três Passos. Al llegar, preguntó: ¿Ha llegado el padre Manuel para celebrar la misa? Le respondieron que no. Entonces dedujeron que los habían matado en la floresta de Feijão Miúdo".

Efectivamente, don Manuel Gómez González y Adílio Daronch, en un altozano, habían sido maltratados, y luego atados a dos árboles y fusilados, muriendo así por odio a la fe cristiana y a la Iglesia católica.

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Fuente: Vatican.va
Adilio Daronch, Beato Monaguillo Mártir, Mayo 21  

Adilio Daronch, Beato

Nació el 25 de octubre de 1908 en una familia descendiente de emigrantes de Italia. Sus abuelos, Sebastiano Daronch y Francesca Schena, llegaron a Brasil en 1890, junto con sus hijos Luigi, Vincenzo, Giovanna Maria y Pietro, el padre de Adílio. Se establecieron cerca de Río de Janeiro, pero Pietro, a la edad de 18 años, se trasladó a Dona Francisca (distante 30 km) para trabajar como aprendiz de zapatero y talabartero. El 15 de enero de 1905, se casó con Judithe Segabinazzi. El nuevo matrimonio se instaló en Dona Francisca, donde nacieron sus tres primeros hijos: Herminia, Abílio Francisco y Adílio. Sin embargo, algunos años después, la familia tuvo que trasladarse a Passo Fundo y luego a Nonoai.

Pietro y Judithe formaron un ambiente familiar unido y profundamente religioso. Eran muy caritativos. Dado que tenían una farmacia, aprovechaban la ocasión para ayudar a muchos enfermos que no tenían recursos: distribuían medicinas, sobre todo en el tiempo de la epidemia de fiebre española, en 1918, que mató a millones de personas en todo el mundo. Pietro murió el 5 de mayo de 1923 y Judithe el 23 de marzo de 1932.

Adílio era un niño sencillo y religioso. Le gustaba mucho orar y acompañar al párroco don Manuel. Sobre todo le ayudaba en las misas como monaguillo.

Cuando don Manuel recibió el encargo de dirigirse a la floresta de Três Passos, cerca de la frontera con Argentina, para realizar una visita pastoral a un grupo de colonos brasileños de origen alemán, tenía decidido llevar como acompañante a Cândido dos Santos, pero este se enfermó. Entonces pidió a Judithe Daronch que le permitiera llevarse a su hijo Adílio. Así la divina Providencia condujo al joven acólito hasta la gloria del martirio.

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Fuente: LaSalle.org
Juan Mopinot (Hno. León), Beato Mártir Lasallista, Mayo 21  

Juan Mopinot (Hno. León), Beato

El Hermano León, era también de la comunidad de Moulins y acompañó en la prisión al Hermano Roger, su Director.

Juan Mopinot, como se llamaba civilmente, había nacido en Reims, en la parroquia de Santiago, de tantos recuerdos en los orígenes del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, el 12 de diciembre de 1724. Fue bautizado por el Padre Huberto Vuyart, sacerdote de la parroquia.

Estudió con los Hermanos en la escuela de Thillois.
Ingresó en el noviciado de San Yon el 14 de enero de 1744, con 19 años.
Con el Hábito recibió el nombre de Hno. León.
El 1º de noviembre de 1749 emitió los votos perpetuos.
De su estancia en Moulins hay un testimonio que dice: "Casi todas las personas distinguidas de la ciudad habían recibido la primera instrucción con el Hno. León".

Fue también detenido, como el Hno. Roger, el 11 de junio de 1793.
En el acta de confiscación de la escuela, en 1792, se dice que en el cuarto del Hno. León había: "un somier, un jergón, un colchón, una manta, un armario pequeño con dos puertas y un cajón abajo, y una candela de cobre".

El Hno. León tenía 68 años cuando fue encarcelado. Como otros presos, había esperado que a causa de la edad avanzada no sería deportado. Pero las autoridades no tuvieron ninguna conmiseración.
En la "Positio", citando al abate Labiche, se dice:
"Figura en la lista de los que iban a ser deportados el 31 de marzo de 1794. Luego lo encontramos en Rochefort. Embarcado en "Les Deux-Associés ", su estancia fue corta en el navio, pues murió el 21 de mayo. Lo enterraron en la isla de Aix".
Y el abate Labiche añade:
"No puedo elogiar mejor al Hno. León que diciendo que era un santo. Tenía entre todos nosotros esa fama, y la merecía. La muerte, por lo demás, no hizo sino confirmar esta opinión favorable. Este santo hombre había conservado, en una edad muy avanzada, la jovialidad de la la juventud".

En medio de sus sufrimientos, el Hno. León había mantenido constantemente una serenidad sobrenatural y un deseo vehemente de ver a Dios.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com

 

Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/

 

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