JMJ
Pax
Venimos de Oriente para adorar al Rey
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 2, 1-12
Gloria a ti, Señor.
Jesús nació en Belén de Judá en tiempo del rey Herodes. Por entonces, Magos de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando:
"¿Dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer?
Hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarlo".
Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y todo Jerusalén con él; entonces convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron:
"En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel".
Entonces, Herodes llamó en secreto a los Magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén con este encargo:
"Vayan y averigüen cuidadosamente sobre ese niño; y, cuando lo encuentren, avísenme para ir yo también a adorarlo".
Después de oír al rey, los Magos se pusieron en camino, y la estrella que habían visto en oriente los guió hasta que llegó y se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con su madre María y postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le ofrecieron como regalo oro, incienso y mirra.
Y advertidos en sueños de que no volvieran donde estaba Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk
El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).
† Misal
Epifanía del Señor
Antífona de Entrada
Miren que llega el Señor del universo; en sus manos está el reino, la potestad y el imperio.
Oración Colecta
Oremos:
Señor, Dios nuestro, que por medio de una estrella diste a conocer en este día a todos los pueblos el nacimiento de tu Hijo, concede a los que ya te conocemos por la fe llegar a contemplar un día, cara a cara, la hermosura de tu inmensa gloria.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
La gloria del Señor amanece sobre ti
Lectura del libro del profeta Isaías 60, 1-6
¡Levántate y resplandece, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Es verdad que la tierra está cubierta de tinieblas y los pueblos de oscuridad, pero sobre ti amanece el Señor y se manifiesta su gloria. A tu luz caminarán los pueblos, y los reyes al resplandor de tu aurora.
Levanta los ojos y mira a tu alrededor: todos se reúnen y vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos. Al ver esto te pondrás radiante, palpitará y se emocionará tu corazón, porque derramarán sobre ti los tesoros del mar y te traerán las riquezas de los pueblos. Te inundará una multitud de camellos y dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Sabá, trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Sal 71, 2.7-8.10-11.12-13
Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Dios mío, da tu juicio al rey, tu justicia al heredero del trono, para que gobierne a tu pueblo con justicia y a tus humildes con equidad.
Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Que florezca en sus días la justicia y haya gran prosperidad mientras alumbre la luna; que domine de mar a mar, desde el Eufrates hasta los extremos de la tierra.
Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Que los reyes de Tarsis y de los pueblos lejanos le traigan regalos, y que le paguen tributos los monarcas de Arabia y de Sabá; que se postren ante él todos los reyes, y lo sirvan todas las naciones.
Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Porque él librara al necesitado que suplica, al humilde que no tiene defensor; tendrá compasión del necesitado y del abandonado, y salvará la vida de los necesitados.
Que te adoren, Señor, todos los pueblos.
Segunda Lectura
También los paganos participan de la misma herencia que nosotros
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 3, 2-3a. 5-6
Hermanos: Han oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha confiado en favor de ustedes.
Por revelación se me dio a conocer este misterio, que no fue manifestado a los hombres de otras generaciones y que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: un plan que consiste en que todos los pueblos comparten la misma herencia, son miembros del mismo cuerpo y participan de la misma promesa en Jesucristo, por medio del Evangelio.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Hemos visto su estrella en el Oriente, y venimos a adorarlo.
Aleluya.
Evangelio
Venimos de Oriente para adorar al Rey
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 2, 1-12
Gloria a ti, Señor.
Jesús nació en Belén de Judá en tiempo del rey Herodes. Por entonces, Magos de Oriente llegaron a Jerusalén preguntando:
"¿Dónde está el Rey de los judíos que acaba de nacer?
Hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarlo".
Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y todo Jerusalén con él; entonces convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron:
"En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá; pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel".
Entonces, Herodes llamó en secreto a los Magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén con este encargo:
"Vayan y averigüen cuidadosamente sobre ese niño; y, cuando lo encuentren, avísenme para ir yo también a adorarlo".
Después de oír al rey, los Magos se pusieron en camino, y la estrella que habían visto en oriente los guió hasta que llegó y se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con su madre María y postrándose lo adoraron. Abrieron sus cofres y le ofrecieron como regalo oro, incienso y mirra.
Y advertidos en sueños de que no volvieran donde estaba Herodes, regresaron a su tierra por otro camino.
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración de los Fieles
Celebrante:
Presentemos, hermanos y hermanas, nuestras oraciones al Señor, en este día santo en que Dios ha manifestado su poder a las naciones, la salvación a los pueblos y a nosotros la luz radiante de su gloria:
(Respondemos a cada petición: Escúchanos, Señor).
Por la santa Iglesia de Dios: para que ilumine a los hombres con la luz que resplandece en el rostro de Cristo, disipe las tinieblas de los que viven en el error y dé ánimo a los fieles, para que, con valentía, hagan brillar la luz del Evangelio ante todas las naciones, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor
Por las Iglesias que acaban de nacer en los diversos pueblos: para que su juventud y vigor sean levadura de vida para todas las comunidades cristianas, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor
Por los pueblos que aún no han sido iluminados por el Evangelio y por aquellos que, habiendo conocido a Cristo, han abandonado el camino de la verdad: para que confiesen a Cristo como Señor y le adoren como a Dios verdadero, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor
Por nosotros, que hemos sido llamados de las tinieblas a la luz admirable de Cristo: para que nos afiancemos en la fe verdadera y sigamos con fidelidad las enseñanzas del Evangelio, roguemos al Señor.
Escúchanos, Señor
Celebrante:
Escucha nuestras oraciones, Dios todopoderoso y eterno, y haz que los que hemos conocido y adorado a tu Hijo, Rey y Señor de todos los pueblos, vivamos siempre como hijos de la luz y nos esforcemos para iluminar con la luz de Cristo a todos los pueblos y naciones.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Señor, mira con bondad los dones de tu Iglesia que no consisten ya en oro, incienso y mirra, sino en tu mismo Hijo, Jesucristo, que bajo las apariencias de pan y de vino, va a ofrecerse en sacrificio y a dársenos en alimento, y que vive y reina por los siglos de los siglos.
Prefacio
Cristo, luz de las naciones
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque hoy has revelado en Cristo, para luz de los pueblos, el misterio de nuestra salvación; pues al manifestarse Cristo en nuestra carne mortal, nos hiciste partícipes de la gloria de su inmortalidad.
Por eso, con los ángeles y arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria.
Antífona de la Comunión
Hemos visto la estrella del Señor y venimos con regalos a adorarlo.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Que tu luz, Señor, nos guíe y nos acompañe siempre; para que comprendamos cada día más este sacramento en el que hemos participado y podamos recibirlo con mayor amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
EPIFANÍA DEL SEÑOR*
Solemnidad
— Correspondencia a la gracia.
— Los caminos que conducen a Cristo.
— Renovar el espíritu apostólico.
I. Hemos visto salir la estrella del Señor y venimos con regalos a adorarlo1.
La luz de Belén brilla para todos los hombres y su fulgor se divisa en toda la tierra. Jesús, apenas nacido, "comenzó a comunicar su luz y sus riquezas al mundo, trayendo tras sí con su estrella a hombres de tan lejanas tierras"2. Epifanía significa precisamente manifestación. En esta fiesta –una de las más antiguas– celebramos la universalidad de la Redención, Los habitantes de Jerusalén que aquel día vieron llegar a estos personajes por la ruta del Oriente bien podrían haber entendido el anuncio del Profeta Isaías, que hoy leemos en la Primera lectura de la Misa: Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz, la gloria del Señor amanece sobre ti. Mira: las tinieblas cubren la tierra, la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti; y caminarán los pueblos a tu luz; los reyes, al resplandor de tu aurora. Levanta la vista en torno, mira: todos esos se han reunido, vienen a ti: tus hijos llegan de lejos...3.
Los Magos, en quienes están representadas todas las razas y naciones, han llegado al final de su largo camino. Son hombres con sed de Dios que dejaron a un lado comodidad, bienes terrenos y satisfacciones personales para adorar al Señor Dios. Se dejaron guiar por un signo externo, una estrella que quizá brillaba con distinto fulgor, "más clara y más brillante que las demás, y tal, que atraía los ojos y los corazones de cuantos la contemplaban, para mostrar que no podía carecer de significado una cosa tan maravillosa"4. Eran hombres dedicados al estudio del cielo, acostumbrados a buscar en él signos. Hemos visto su estrella, dicen, y venimos a buscar al rey de los judíos. Quizá había llegado hasta ellos la esperanza mesiánica de los judíos de la diáspora, pero debemos pensar que fueron iluminados a la vez por una gracia interior que les puso en camino. El que los guió -comenta San Bernardo también los ha instruido, y el mismo que les advirtió externamente mediante una estrella, los iluminó en lo íntimo del corazón5. La fiesta de estos Santos, que correspondieron a las gracias que el Señor les otorgó, es una buena oportunidad para que consideremos si realmente la vida es para nosotros un camino que se dirige derechamente hacia Jesús, y para que examinemos si correspondemos a las gracias que en cada situación recibimos del Espíritu Santo, de modo particular al don inmenso de la vocación cristiana.
Miramos al Niño en brazos de María y le decimos: "Señor mío Jesús: haz que sienta, que secunde de tal modo tu gracia, que vacíe mi corazón... para que lo llenes Tú, mi Amigo, mi Hermano, mi Rey, mi Dios, ¡mi Amor!"6.
II. Llegaron estos hombres sabios a Jerusalén; tal vez pensaban que aquel era el término de su viaje, pero allí, en la gran ciudad, no encuentran al nacido rey de los judíos. Quizá –parece humanamente lo más lógico, si se trata de buscar a un rey– se dirigieron directamente al palacio de Herodes; pero los caminos de los hombres no son, frecuentemente, los caminos de Dios. Indagan, ponen los medios a su alcance: ¿dónde está?, preguntan. Y Dios, cuando de verdad se le quiere encontrar, sale al paso, nos señala la ruta, incluso a través de los medios que podrían parecer menos aptos.
"¿Dónde está el nacido rey de los judíos? (Mt 2, 2).
"Yo también, urgido por esa pregunta, contemplo ahora a Jesús, reclinado en un pesebre (Lc 2, 12), en un lugar que es sitio adecuado solo para las bestias. ¿Dónde está, Señor, tu realeza: la diadema, la espada, el cetro? Le pertenecen, y no los quiere; reina envuelto en pañales. Es un Rey inerme, que se nos muestra indefenso: es un niño pequeño (...).
"¿Dónde está el Rey? ¿No será que Jesús desea reinar, antes que nada en el corazón, en tu corazón? Por eso se hace Niño, porque ¿quién no ama a una criatura pequeña? ¿Dónde está el Rey? ¿Dónde está el Cristo, que el Espíritu Santo procura formar en nuestra alma?"7.
Y nosotros, que, como los Magos, nos hemos puesto en camino muchas veces en busca de Cristo, al preguntarnos dónde está, nos damos cuenta de que "no puede estar en la soberbia que nos separa de Dios, no puede estar en la falta de caridad que nos aísla. Ahí no puede estar Cristo; ahí el hombre se queda solo"8.
Hemos de encontrar las verdaderas señales que llevan hasta el Niño-Dios. En estos hombres llamados a adorar a Dios reconocemos a toda la humanidad: la del pasado, la de nuestros días y la que vendrá. En estos Magos nos reconocemos a nosotros mismos, que nos encaminamos a Cristo a través de nuestros quehaceres familiares, sociales y profesionales, de la fidelidad en lo pequeño de cada día... Comenta San Buenaventura que la estrella que nos guía es triple: la Sagrada Escritura, que hemos de conocer bien; una estrella, que está siempre arriba para que la miremos y encontremos la justa dirección, que es María Madre; y una estrella interior, personal, que son las gracias del Espíritu Santo9. Con estas ayudas encontraremos en todo momento el sendero que conduce a Belén, hasta Jesús.
Es el Señor el que ha puesto en nuestro corazón el deseo de buscarlo: No sois vosotros quienes me habéis elegido, sino que Yo os elegí a vosotros10. Su llamada continua es la que nos hace encontrarlo en el Santo Evangelio, en el recurso filial a Santa María, en la oración, en los sacramentos, y de modo muy particular en la Sagrada Eucaristía, donde nos espera siempre. Nuestra Madre del Cielo nos anima a apresurar el paso, porque su Hijo nos aguarda.
Dentro de un tiempo, quizá no mucho, la estrella que hemos ido siguiendo a lo largo de esta vida terrena brillará perpetuamente sobre nuestras cabezas; y volveremos a encontrar a Jesús sentado en un trono, a la diestra de Dios Padre y envuelto en la plenitud de su poder y de su gloria, y, muy cerca, su Madre. Entonces será la perfecta epifanía, la radiante manifestación del Hijo de Dios.
III. La Solemnidad de la Epifanía nos mueve a renovar el espíritu apostólico que el Señor ha puesto en nuestro corazón. Desde los comienzos fue considerada esta fiesta como la primera manifestación de Cristo a todos los pueblos. "Con el nacimiento de Jesús se ha encendido una estrella en el mundo, se ha encendido una vocación luminosa; caravanas de pueblos se ponen en camino (cfr. Is 60, 1 ss.); se abren nuevos senderos sobre la tierra; caminos que llegan, y, por lo mismo, caminos que parten. Cristo es el centro. Más aún, Cristo es el corazón: ha comenzado una nueva circulación que ya no terminará nunca. Está destinada a constituir un programa, una necesidad, una urgencia, un esfuerzo continuo, que tiene su razón de ser en el hecho de que Cristo es el Salvador. Cristo es necesario (...). Cristo quiere ser anunciado, predicado, difundido..."11. La fiesta de hoy nos recuerda una vez más que hemos de llevar a Cristo y darlo a conocer en la entraña de la sociedad, a través del ejemplo y de la palabra: en la familia, en los hospitales, en la Universidad, en la oficina donde trabajamos...
Levanta la vista en torno a ti, mira: tus hijos llegan de lejos... De lejos, de todos los lugares y de todas las situaciones en las que se puedan encontrar, por muy distantes que parezcan estar de Dios. En nuestro corazón resuena la invitación que años más tarde dirigirá el Señor a quienes le siguen: Id, pues, enseñad a todas las gentes...12. No importa que nuestros familiares, amigos o compañeros se encuentren lejos. La gracia de Dios es más poderosa y, con su ayuda, podemos lograr que se unan a nosotros para adorar a Jesús.
No nos acerquemos hoy a Jesús con las manos vacías. Él no tiene necesidad de nuestros dones, pues es el Dueño de todo cuanto existe, pero desea la generosidad de nuestro corazón para que así se agrande y pueda recibir más gracias y bienes. Hoy ponemos a su disposición el oro puro de la caridad: al menos, el deseo de quererle más, de tratar mejor a todos; el incienso de las oraciones y de las buenas obras convertidas en oración; la mirra de nuestros sacrificios que, unidos al Sacrificio de la Cruz, renovado en la Santa Misa, nos convierte en corredentores con Él.
Y a la hora de pedir algo a los Reyes –porque son santos, que pueden interceder por nosotros en el Cielo– no les pediremos oro, incienso y mirra para nosotros; pidámosles más bien que nos enseñen el camino para encontrar a Jesús, cerca de su Madre, y fuerzas y humildad para no desfallecer en esta empresa, que es la que más importa.
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en marcha. Y he aquí que la estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta pararse sobre el sitio donde estaba el Niño. Al ver la estrella se llenaron de una inmensa alegría13. Es la alegría incomparable de encontrar a Dios, al que se ha buscado por todos los medios, con todas las fuerzas del alma.
Y entrando en la casa, vieron al Niño con María, su Madre, y postrándose le adoraron; luego abrieron sus cofres y le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra14. Eran dones muy apreciados en Oriente. "Y ese mismo Niño que ha aceptado los regalos de los Magos sigue siendo siempre Aquel ante el cual todos los hombres y pueblos "abren sus cofres", es decir, sus tesoros.
"En este acto de apertura ante el Dios encarnado, los dones del espíritu humano adquieren un valor especial"15. Todo adquiere un valor nuevo cuando se ofrece a Dios.
1 Antífona de comunión. Cfr. Mt 2, 2. — 2 Fray Luis de Granada, Vida de Jesucristo, Rialp, 2ª ed., Madrid 1975, VI, p. 54. — 3 Is 60, 1-6. — 4 San León Magno, Homilías sobre la Epifanía, I, 1. — 5 Cfr. San Bernardo, En la Epifanía del Señor, I, 5. — 6 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 913. — 7 ídem, Es Cristo que pasa, Rialp, 1ª ed., Madrid 1973, 31. — 8 Ibídem. — 9 Cfr. San Buenaventura, En la Epifanía del Señor, en Obras completas, II, pp. 460-466. — 10 Jn 15, 16. — 11 Pablo VI, Homilía 6-I-1973. — 12 Mt 28, 19. — 13 Mt 2, 9-10. — 14 Mt 2, 11. — 15 Juan Pablo II, Audiencia general 24-I-1979.
* Epifanía quiere decir manifestación. En la Solemnidad de hoy la Iglesia conmemora la primera manifestación del Hijo de Dios hecho Hombre al mundo pagano, que tuvo lugar con la adoración de los Magos. La fiesta proclama el alcance universal de la misión de Cristo, que viene al mundo para cumplir las promesas hechas a Israel y llevar a cabo la salvación de todos los hombres.
La Solemnidad de la Epifanía, llamada también en la antigüedad Teofanía o fiesta de la Iluminación, nació en los primeros siglos del Cristianismo, en Oriente, y llegó a ser universal ya en el siglo iv. Desde sus orígenes se celebró el 6 de enero.
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Epifanía del Señor
6 de enero
LA ADORACIÓN DE LOS MAGOS
— Alegría de encontrar a Jesús. Adoración en la Sagrada Eucaristía.
— Los dones de los Magos. Nuestras ofrendas.
— Manifestación del Señor a todos los hombres. Apostolado.
I. Mirad que llega el Señor del señorío: en la mano tiene el reino, y la potestad y el imperio1.
Hoy celebra la Iglesia la manifestación de Jesús al mundo entero. Epifanía significa "manifestación"; y en los Magos están representadas las gentes de toda lengua y nación que se ponen en camino, llamadas por Dios, para adorar a Jesús. Los reyes de Tarsis y las islas le ofrecen dones, los reyes de Arabia y de Sabá le traerán presentes y le adorarán todos los reyes de la tierra; todas las naciones le servirán2.
Al salir los Magos de Jerusalén he aquí que la estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta pararse sobre el sitio donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría3.
No se extrañan por haber sido conducidos a una aldea, ni porque la estrella se detenga ante una casita sencilla. Ellos se alegran. Se alegran con un gozo incontenible. ¡Qué grande es la alegría de estos sabios que vienen desde tan lejos para ver a un rey, y son conducidos a una casa pequeña de una aldea! ¡Cuántas enseñanzas tiene para nosotros! En primer lugar, aprenderemos que todo reencuentro con el camino que nos conduce a Jesús está lleno de alegría.
Nosotros tenemos, quizá, el peligro de no darnos cuenta cabal de lo cerca de nuestras vidas que está el Señor, "porque Dios se nos presenta bajo la insignificante apariencia de un trozo de pan, porque no se revela en su gloria, porque no se impone irresistiblemente, porque, en fin, se desliza en nuestra vida como una sombra, en vez de hacer retumbar su poder en la cima de las cosas...
"¡Cuántas almas a quienes oprime la duda, porque Dios no se muestra de un modo conforme al que ellos esperan!..."4.
Muchos de los habitantes de Belén vieron en Jesús a un niño semejante a los demás. Los Magos supieron ver en Él al Niño al que desde entonces todos los siglos adoran. Y su fe les valió un privilegio singular: ser los primeros entre los gentiles en adorarle cuando el mundo le desconocía. ¡Qué alegría tan grande debieron tener estos hombres venidos de lejos por haber podido contemplar al Mesías al poco tiempo de haber llegado al mundo!
Nosotros hemos de estar atentos porque el Señor se nos manifiesta también en lo habitual de cada día. Que sepamos recuperar esa luz interior que permite romper la monotonía de los días iguales y encontrar a Jesús en nuestra vida corriente.
Y entrando en la casa, vieron al Niño con María, su madre, y postrándose le adoraron5.
"Nos arrodillamos también nosotros delante de Jesús, del Dios escondido en la humanidad: le repetimos que no queremos volver la espalda a su divina llamada, que no nos apartaremos nunca de Él; que quitaremos de nuestro camino todo lo que sea un estorbo para la fidelidad; que deseamos sinceramente ser dóciles a sus inspiraciones"6.
Le adoraron. Saben que es el Mesías, Dios hecho hombre. El Concilio de Trento cita expresamente este pasaje de la adoración de los Magos al enseñar el culto que se debe a Cristo en la Eucaristía. Jesús presente en el Sagrario es el mismo a quien encontraron estos hombres sabios en brazos de María. Quizá debamos examinar nosotros cómo le adoramos cuando está expuesto en la custodia o escondido en el Sagrario, con qué adoración y reverencia nos arrodillamos en los momentos indicados en la Santa Misa, o cada vez que pasamos por aquellos lugares donde está reservado el Santísimo Sacramento.
II. Los Magos abrieron sus cofres y le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra7. Los dones más preciosos del Oriente; lo mejor, para Dios. Le ofrecen oro, símbolo de la realeza. Nosotros los cristianos también queremos tener a Jesús en todas las actividades humanas, para que ejerza su reino de justicia, de santidad y de paz sobre todas las almas. También le ofrecemos "el oro fino del espíritu de desprendimiento del dinero y de los medios materiales. No olvidemos que son cosas buenas, que vienen de Dios. Pero el Señor ha dispuesto que los utilicemos, sin dejar en ellos el corazón, haciéndolos rendir en provecho de la humanidad"8.
Le ofrecemos incienso, el perfume que, quemado cada tarde en el altar, era símbolo de la esperanza puesta en el Mesías. Son incienso "los deseos, que suben hasta el Señor, de llevar una vida noble, de la que se desprende el bonus odor Christi (2 Cor 2, 15), el perfume de Cristo. Impregnar nuestras palabras y acciones en el bonus odor, es sembrar comprensión, amistad. Que nuestra vida acompañe las vidas de los demás hombres para que nadie se encuentre o se sienta solo (...).
"El buen olor del incienso es el resultado de una brasa, que quema sin ostentación una multitud de granos; el bonus odor Christi se advierte entre los hombres no por la llamarada de un fuego de ocasión, sino por la eficacia de un rescoldo de virtudes: la justicia, la lealtad, la fidelidad, la comprensión, la generosidad, la alegría"9.
Y, con los Reyes Magos, ofrecemos también mirra, porque Dios encarnado tomará sobre sí nuestras enfermedades y cargará con nuestros dolores. La mirra es "el sacrificio que no debe faltar en la vida cristiana. La mirra nos trae al recuerdo la Pasión del Señor: en la cruz le dan a beber mirra mezclada con vino (Cfr. Mc 15, 23), y con mirra ungieron su cuerpo para la sepultura (Cfr. Jn 19, 39). Pero no penséis que, reflexionar sobre la necesidad del sacrificio y de la mortificación, signifique añadir una nota de tristeza a esta fiesta alegre que celebramos hoy.
"Mortificación no es pesimismo, ni espíritu agrio"10. La mortificación, por el contrario, está muy relacionada con la alegría, con la claridad, con hacer la vida agradable a los demás. La mortificación "no consistirá de ordinario en grandes renuncias, que tampoco son frecuentes. Estará compuesta de pequeños vencimientos: sonreír a quien nos importuna, negar al cuerpo caprichos de bienes superfluos, acostumbrarnos a escuchar a los demás, hacer rendir el tiempo que Dios pone a nuestra disposición... Y tantos detalles más, insignificantes en apariencia, que surgen sin que los busquemos –contrariedades, dificultades, sinsabores–, a lo largo de cada día"11.
Diariamente hacemos nuestra ofrenda al Señor, porque cada día podemos tener un encuentro con Él en la Santa Misa y en la Comunión. En la patena que el sacerdote ofrece, podemos poner también nuestra ofrenda, hecha de cosas pequeñas, y que Jesús aceptará. Si las hacemos con rectitud de intención, esas cosas pequeñas que ofrecemos obtienen mucho más valor que el oro, el incienso y la mirra, pues se unen al sacrificio de Cristo, Hijo de Dios, que allí se ofrece12.
III. Después, obedeciendo a la voz de un ángel, los Magos regresaron a su país por otro camino13, nos dice el Evangelista. ¡Qué transparente han debido tener el alma estos hombres hasta el fin de sus días por haber visto al Niño y a su Madre!
Nosotros vemos en estos singulares personajes a miles de almas de toda la tierra que se ponen en camino para adorar al Señor. Han pasado veinte siglos desde aquella primera adoración y ese largo desfile del mundo gentil sigue llegando a Cristo.
Mediante esta fiesta, la Iglesia proclama la manifestación de Jesús a todos los hombres, de todos los tiempos, sin distinción de raza o nación. Él "instituyó la nueva alianza en su sangre, convocando un pueblo entre los judíos y los gentiles que se congregará en unidad... y constituirá el nuevo Pueblo de Dios"14.
La fiesta de la Epifanía nos mueve a todos los fieles a compartir las ansias y las fatigas de la Iglesia, que "ora y trabaja a un tiempo, para que la totalidad del mundo se incorpore al pueblo de Dios, Cuerpo del Señor y Templo del Espíritu Santo"15.
Nosotros podemos ser de aquellos que, estando en el mundo, en medio de las realidades temporales hemos visto la estrella de una llamada de Dios, y llevamos esa luz interior, consecuencia de tratar cada día a Jesús; y sentimos por eso la necesidad de hacer que muchos indecisos o ignorantes se acerquen al Señor y purifiquen su vida. La Epifanía es la fiesta de la fe y del apostolado de la fe. "Participan en esta fiesta tanto quienes han llegado ya a la fe como los que se encuentran en el camino para alcanzarla. Participan, agradeciendo el don de la fe, al igual que los Magos, que, llenos de gratitud, se arrodillaron ante el Niño. En esta fiesta participa la Iglesia, que cada año se hace más consciente de la amplitud de su misión. ¡A cuántos hombres es preciso llevar todavía a la fe! Cuántos hombres es preciso reconquistar para la fe que han perdido, siendo a veces esto más difícil que la primera conversión a la fe. Sin embargo, la Iglesia, consciente de aquel gran don, el don de la Encarnación de Dios, no puede detenerse, no puede pararse jamás. Continuamente debe buscar el acceso a Belén para todos los hombres y para todas las épocas. La Epifanía es la fiesta del desafío de Dios"16.
La Epifanía nos recuerda que debemos poner todos los medios para que nuestros amigos, familiares y colegas se acerquen a Jesús: a unos será facilitarles un libro de buena doctrina, a otros unas palabras vibrantes para que se decidan a ponerse en camino, a aquella otra persona hablándole de la necesidad de formación espiritual.
Al terminar hoy nuestra oración, no pedimos a estos santos Reyes que nos den oro, incienso y mirra; parece más natural pedirles que nos enseñen el camino que lleva a Cristo para que cada día le llevemos nuestro oro, nuestro incienso y nuestra mirra. Pidámosle también "a la Madre de Dios, que es nuestra Madre, que nos prepare el camino que lleva al amor pleno: Cor Mariae dulcissimum, iter para tutum! Su dulce corazón conoce el sendero más seguro para encontrar a Cristo.
"Los Reyes Magos tuvieron una estrella; nosotros tenemos a María Stella maris, Stella orientis"17.
1 Antífona de entrada de la Misa. — 2 Salmo responsorial de la Misa, Sal 71. — 3 Mt 2, 10. — 4 J. Leclerq, Siguiendo el año litúrgico, p. 100. — 5 Mt 2, 11. — 6 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 35. — 7 Mt 2, 11. — 8 San Josemaría Escrivá, o. c., 35. — 9 Ibídem, 36. — 10 Ibídem, 37. — 11 Ibídem. — 12 Cfr. Oración de la Ofrenda de la Misa. — 13 Mt 2, 12. — 14 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 9. — 15 Ibídem, 17. — 16 Juan Pablo II, Homilía 6-1-1979. — 17 San Josemaría Escrivá, o. c., 38.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Epifanía del Señor
6 de enero
La Epifanía es una de las fiestas litúrgicas más antiguas, más aún que la misma Navidad. Comenzó a celebrarse en Oriente en el siglo III y en Occidente se la adoptó en el curso del IV. Epifanía, voz griega que a veces se ha usado como nombre de persona, significa "manifestación", pues el Señor se reveló a los paganos en la persona de los magos.
Tres misterios se han solido celebrar en esta sola fiesta, por ser tradición antiquísima que sucedieron en una misma fecha aunque no en un mismo año; estos acontecimientos salvíficos son la adoración de los magos, el bautismo de Cristo por Juan y el primer milagro que Jesucristo, por intercesión de su madre, realizó en las bodas de Caná y que, como lo señala el evangelista Juan, fue motivo de que los discípulos creyeran en su Maestro como Dios.
Para los occidentales, que, como queda dicho más arriba, aceptaron la fiesta alrededor del año 400, la Epifanía es popularmente el día de los reyes magos. En la antífona de entrada de la misa correspondiente a esta solemnidad se canta: "Ya viene el Señor del universo. en sus manos está la realeza, el poder y el imperio". El verdadero rey que debemos contemplar en esta festividad es el pequeño Jesús. Las oraciones litúrgicas se refieren a la estrella que condujo a los magos junto al Niño Divino, al que buscaban para adorarlo.
Precisamente en esta adoración han visto los santos padres la aceptación de la divinidad de Jesucristo por parte de los pueblos paganos. Los magos supieron utilizar sus conocimientos-en su caso, la astronomía de su tiempo- para descubrir al Salvador, prometido por medio de Israel, a todos los hombres.
El sagrado misterio de la Epifanía está referido en el evangelio de san Mateo. Al llegar los magos a Jerusalén, éstos preguntaron en la corte el paradero del "Rey de los judíos". Los maestros de la ley supieron informarles que el Mesías del Señor debía nacer en Belén, la pequeña ciudad natal de David; sin embargo fueron incapaces de ir a adorarlo junto con los extranjeros. Los magos, llegados al lugar donde estaban el niño con María su madre, ofrecieron oro, incienso y mirra, sustancias preciosas en las que la tradición ha querido ver el reconocimiento implícito de la realeza mesiánica de Cristo (oro), de su divinidad (incienso) y de su humanidad (mirra).
A Melchor, Gaspar y Baltasar -nombres que les ha atribuido la leyenda, considerándolos tres por ser triple el don presentado, según el texto evangélico -puede llamárselos adecuadamente peregrinos de la estrella. Los orientales llamaban magos a sus doctores; en lengua persa, mago significa "sacerdote". La tradición, más tarde, ha dado a estos personajes el título de reyes, como buscando destacar más aún la solemnidad del episodio que, en sí mismo, es humilde y sencillo. Esta atribución de realeza a los visitantes ha sido apoyada ocasionalmente en numerosos pasajes de la Escritura que describen el homenaje que el Mesías de Israel recibe por parte de los reyes extranjeros.
La Epifanía, como lo expresa la liturgia, anticipa nuestra participación en la gloria de la inmortalidad de Cristo manifestada en una naturaleza mortal como la nuestra. Es, pues, una fiesta de esperanza que prolonga la luz de Navidad.
Esta solemnidad debería ser muy especialmente observada por los pueblos que, como el nuestro, no pertenecen a Israel según la sangre. En los tiempos antiguos, sólo los profetas, inspirados por Dios mismo, llegaron a vislumbrar el estupendo designio del Señor: salvar a la humanidad entera, y no exclusivamente al pueblo elegido.
Con conciencia siempre creciente de la misericordia del Señor, construyamos desde hoy nuestra espiritualidad personal y comunitaria en la tolerancia y la comprensión de los que son distintos en su conducta religiosa, o proceden de pueblos y culturas diferentes a los nuestros.
Sólo Dios salva: las actitudes y los valores humanos, la raza, la lengua, las costumbres, participan de este don redentor si se adecuan a la voluntad redentora de Dios, "nunca" por méritos propios. Las diversas culturas están llamadas a encarnar el evangelio de Cristo, según su genio propio, no a sustituirlo, pues es único, original y eterno.
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Fuente: Wikipédia
Andrés (Alfredo) Bessette, Santo Religioso, 6 Enero
EL HERMANO ANDRE-PELICULA EWTN http://www.gloria.tv/media/3kTUWLZUfQv Documentales: Inglés http://www.gloria.tv/media/q3218Q3FpCS http://www.gloria.tv/media/rVn9iQMNKHK Francés http://www.gloria.tv/media/EdbJ2FhoL3i
Fue un religioso canadiense, perteneciente a la Congregación de Santa Cruz
Nació en Quebec, el 29 de noviembre de 1846; murió en Montreal, 6 de enero de 1937.
Su nombre real fue Alfred Bessette.
Hijo de una familia humilde y profundamente religiosa; su padre era armador de carretas, su madre se dedicaba a educar a sus diez hijos. Tenía nueve años de edad cuando su padre falleció en un trágico accidente de trabajo. Tres años más tarde muere su madre. Trabajó de zapatero, panadero, labrador, herrero, y a los veintiún años se fue a los Estados Unidos, donde trabajó en ranchos y molinos durante tres años.
Ingresó a la Congregación de Santa Cruz en 1863 e hizo sus votos religiosos en 1866. Se destacó no solo por su humildad, sino también por ser visionario (se le apareció San José en 1900), místico y taumaturgo (tenía el don de sanar enfermos). Tantos fueron sus milagros atribuidos en vida al Hermano Andrés, que no fue exento de polemicas y de ciertos malentendidos que lo afectaron emocionalmente.
Fue portero del convento de Montreal, y fue el gestor de la construcción de la Basílica Oratorio de San José, en 1904 y en la cual actualmente descansan sus restos.
Murió en Montreál, el 6 de enero de 1937, a la edad de 92 años, y su reputación de hombre milagroso se extendió universalmente, siendo beatificado por el Papa Juan Pablo II el 23 de mayo de 1982. |
Oración para obtener un favor espacial mediante la intercesión del Santo Hermano André
Santo Hermano André, alabamos tu presencia entre nosotros.Tu amor para con Jesús, Maria y José hace de ti un intercesor poderoso ante el Señor.
La compasión reúne tus palabras ante Dios, tus ruegos son atendidos y traen consuelo y alivio.
Junto a ti, nuestra boca se acerca al oído del Señor
para que atienda nuestro pedido...
Que nos permita participar igual que tu en la obra del Señor con un espíritu de oración, compasión y humildad.
Santo Hermano, André ruega por nosotros.
Amén.
Oratoire Saint-Joseph du Mont-Royal , Montreal , Canada
Se llamaba Alfred Bessette. Había nacido el 9 de agosto de 1845 y fue bautizado por sus mismos padres al día siguiente debido a la fragilidad de su salud. En 1849, huyendo del desempleo y de la pobreza, el padre de Alfred decide instalarse en Farnham (provincia de Québec, Canadá) esperando poder vivir de su oficio de leñador. Desafortunadamente, pierde la vida en un accidente al ser aplastado por árbol cuando Alfred tenía sólo nueve años.
Su madre queda viuda a los 40 años y con diez hijos a cargo. Tres años después, muere de
tuberculosis sin haber podido recuperarse nunca de la muerte de su esposo. El hermano André diría más adelante: "Pocas veces recé por mi madre pero muchas veces le recé a ella".
La familia quedó dividida y a los doce años Alfred tuvo enfrentarse a las penurias de la vida. Se vio obligado a dejar la escuela para aprender un oficio y encontrar trabajo. A esa temprana edad, Alfred se embarcó en una vid a errante que duró trece años, pasando de un empleo a otro, con poco equipaje y sin grandes conocimientos. Apenas era capaz de escribir su nombre y de leer su libro de oraciones.
El obrero
A pesar de su debilidad física, Alfred trató al principio de ganarse la vida como trabajador no calificado. Trabajó como aprendiz en varios puestos y se vio fácilmente explotado por aquellos que eran más fuertes que él. Por un tiempo, trabajó como jornalero en la construcción; más tarde, como granjero, hojalatero, herrero, panadero, zapatero y cochero. Siguiendo el flujo migratorio de los canadienses franceses de la época, decidió radicarse en los Estados Unidos y trabajó cuatro años en fábricas de hilado. Aún cuando su salud no era buena, volcaba todo su corazón en su labor: "A pesar de mi debilidad" comentaría, "no dejo que nadie me saque ventaja en el trabajo". En 1867, regresó a Canadá al igual que miles de canadienses.
En 1870, Alfred se presentó en el noviciado de la Congregación de la Santa Cruz, en Montreal. Su estado de salud hizo dudar a sus superiores sobre su vocación religiosa. Finalmente fue aceptado y designado portero del Colegio de Nuestra Señora adoptando el nombre de hermano André. "Cuando ingresé en la comunidad", nos cuenta con afecto, "mis superiores me mostraron la puerta y allí me quedé durante cuarenta años, sin abandonarla". Además de su responsabilidad de portero también debía lavar los pisos y las ventanas, limpiar las lámparas, ocuparse de la leña y oficiar de mensajero.
EL HERMANO AMIGO
Pronto, el hermano André comenzó a acoger a los enfermos y los débiles de corazón. Los invitaba a rezarle a San José a cambio de sus favores. Rápidamente, muchos fieles empezaron a contar que sus ruegos habían sido escuchados. Durante veinticinco años, pasó de seis a ocho horas diarias recibiendo a aquellas personas que se acercaban a él, primero en su pequeña oficina y luego en la estación de tranvías que se encontraba frente al colegio. Construyó la primera capilla con la ayuda de amigos y con el dinero que ganaba por cortarle el pelo a los niños del colegio. Tenía la certeza de que San José deseaba tener un lugar en la montaña; así, dedicó su vida a la construcción de un hermoso lugar santo digno de su amigo.
Al mismo tiempo, corría la voz acerca de curaciones que los médicos no podían explicar. El hermano André empezó a visitar enfermos de la región y viajaba con frecuencia a los Estados Unidos donde había hecho muchos amigos. Se había ganado la reputación de trabajador milagroso pero él rechazaba con vehemencia tal denominación: "Yo no soy nadie" decía, "...sólo una herramienta en las manos de la Providencia, un pobre instrumento al servicio de San José..." Y agregaba: "¡No sean tontos al pensar que puedo hacer milagros! Es Dios y San José los que pueden curarlos, no yo. Yo le pediré a San José por ustedes". El hermano André rezaba y las curaciones se multiplicaban.
Su actitud distante en presencia de extraños contrastaba drásticamente con su actitud jovial y el buen humor que demostraba entre amigos. Le encantaba hacer bromas y con frecuencia decía: "No deben ponerse tristes, hace bien reírse un poco". El hermano André era muy alegre e intentaba siempre comunicar su alegría a los demás, especialmente a los pobres y desafortunados. Hacía buen uso de su humor compartiendo su alegría y deslizando discretamente algún buen consejo en medio de una conversación o para cambiar de tema cuando la conversación se volvía demasiado hiriente para alguna persona.
Era un hombre con determinación y de principios intransigentes. Sin embargo, la bondad y una sabiduría ligeramente maliciosa se reflejaban en sus ojos. Su gran respeto por los demás hacía que al mismo tiempo fuera muy respetado. Era un hombre muy sensible. Se lo podía ver llorar con los enfermos o emocionarse hasta las lágrimas al escuchar una experiencia particularmente triste de algún visitante.
Si el hermano André ha sido tan amado y aceptado por lo suyos, es porque era como ellos.
EL ARTIFICE DE UNA GRAN OBRA
Durante todos esos años, un proyecto de gran envergadura se estaba llevando a cabo y cada vez más gente se acercaba al Oratorio. La primera capillita había sido construida en 1904, pero muy pronto había quedado chica para recibir a la gente se acercaba hasta el lugar. Como resultado, la capilla fue ampliada en 1908 y luego en 1910. Sin embargo, seguía siendo insuficiente: hacía falta una iglesia más grande en honor a San José.
Capilla de 1904
En 1917, se inauguró una nueva iglesia con cripta y capacidad para acoger a mil personas. Este fue sólo el principio de un proyecto todavía más extraordinario. Durante toda su vida, el hermano André se abocó a la construcción de un oratorio, que se convertiría en el santuario más importante del mundo dedicado a San José.
Sin embargo, él jamás hablaba de "su obra". Por el contrario, cuando las multitudes llegaban al Oratorio para las grandes celebraciones, el hermano André se eclipsaba, prácticamente se escondía detrás del coro, para orar a solas.
La crisis económica de 1929 obligó a parar la construcción de la basílica. En 1936, las
autoridades de la congregación de la Santa Cruz, convocaron una reunión especial para decidir si el proyecto debía continuarse o abandonarse debido en particular a que la nieve y el hielo amenazaban con dañar la estructura sin techo del edificio. El provincial convocó al hermano André para pedirle su opinión al respecto. El anciano hermano, dijo entonces ante la asamblea reunida: "No se trata de mi obra, es la obra de San José. Coloquen una de sus estatuas en medio del edificio. Si desea que pongamos un techo sobre su cabeza, él proveerá".
Dos meses más tarde, la congregación lograba reunir los fondos necesarios para continuar con la obra.
UN HOMBRE DEVOTO DE GRAN CORAZÓN
El hermano André recibía y atendía a las personas con gran esmero. Pasaba largas horas en su oficina donde miles de personas iban a visitarlo y por las tardes, visitaba hogares y hospitales en compañía de algún amigo.
Uno de ellos contaría en una ocasión: "Naturalmente, el hermano André tenía buen corazón, pero creo que era más bien el amor a Dios lo que lo llevaba a ocuparse de los enfermos, de los pobres y de los desdichados". De hecho, ponía tanto empeño y buen humor en sus salidas diarias que algunos lo consideraban como "un viejo intrépido al que le gustaba pasear en el coche de algún amigo". Pero el hermano André replicó un día: "Hay quienes piensan que visito a los enfermos por simple placer. Después de una jornada de trabajo, está lejos de ser un placer..."
Su bondad y compasión se emparejaban con una notable lucidez. Ante los numerosos
pedidos de curación que recibía expresaría: "Es sorprendente como la gente viene a mí pidiendo curaciones, pero rara vez humildad y fe. Sin embargo, ambas son tan importantes..." y agregaba, "Si el alma está enferma, debemos empezar por curarla". Por lo tanto, con frecuencia preguntaba a las personas que venían a consultarlo: "¿Tiene usted fe en Dios? ¿Cree que puede hacer algo por usted? Vaya a confesarse, comulgue y luego vuelva visitarme".
El hermano André comprendía el sentido y el valor del sufrimiento y hablaba con sabiduría cuando se dirigía a sus fieles: "Las personas que sufren tienen algo que ofrecer a Dios y cuando logran sobrellevar este sufrimiento es cuando se produce ¡el milagro de cada día!..."
A una persona que estaba sufriendo le dijo: "No pidas que desaparezca el sufrimiento, agradece el poder soportarlo."
UN HOMBRE DE DIOS
A pesar de que muchas personas decían haber sido curados por el hermano André, él siempre negó que tuviera algún poder de sanación afirmando: "No tengo ningún don ni puedo ofrecer nada". Sugería siempre una novena a San José, frotarse con aceite o con una medalla del santo. Para él estos eran verdaderos "actos de amor y de fe, de confianza y humildad". Generalmente, el hermano André aconsejaba a las personas consultar a un médico para seguir un tratamiento. A los médicos, les decía: "Hacen un gran trabajo; su ciencia les ha sido otorgada por Dios. Por lo tanto, deben agradecerle y rezarle".
"Dios es amor y él nos ama: es el corazón de la fe cristiana. Él nos dio mandamientos y sólo observándolos sabremos si lo estamos amando. Recen para conseguir el verdadero amor de Dios. Dios nos ama tanto que quiere que lo amemos"
El hermano André sabía hablar tan bien del amor de Dios que lograba hacer germinar la esperanza en el corazón de los que se le acercaban. Uno de sus amigos recordaba: "Nunca llevé un enfermo al hermano André sin que éste volviera enriquecido. Algunos se curaron; otros murieron tiempo después, pero el hermano André les había transmitido paz y consuelo".
CAMINO AL CIELO
Para el hermano André, el cielo era vivir en la casa de Dios. Con frecuencia hablaba de la muerte como el último objetivo de la vida: "Se puede desear la muerte si el objetivo único es ir hacia a Dios. Cuando muera, iré al cielo y estaré más cerca de Dios. Tendré más poder para ayudarlos".
Algunos instantes antes de su muerte, los que estaban a su alrededor lo vieron llorar: "Dios mío, Dios mío, ¡cuánto estoy sufriendo!". Luego, en una voz muy débil, expresó: "He aquí la semilla...", refiriéndose al Evangelio según San Juan capítulo 12 versículo 24: "En verdad, en verdad, os digo: si el grano de trigo arrojado en tierra no muere, se queda solo; mas si muere, produce fruto abundante". Pasó su vida hablándole a Dios de los demás y a los demás de Dios". A través de este testimonio, presentado por uno de sus amigos, nos es posible apreciar lo que fue su vida impregnada de fe y de amor. Es difícil decir en qué momento terminó su vida laboral y en qué momento comenzó su vida de oración ya que ambas parecían fluir naturalmente en el mismo sentido.
Murió el 6 de enero de 1937, a los 92 años. Los periódicos informaron que más de un millón de personas asistieron a su velatorio y su funeral. Su cuerpo reposa en una sencilla tumba en el interior del magnífico santuario que hoy se eleva sobre el Mont-Royal, donde miles de visitantes se acercan cada día para recibir una bendición física y espiritual.
Corazon de Hermano André
El hermano André fue un hombre de nuestra tierra, enraizado en nuestro suelo que despertaba y entrenaba las almas. Para nosotros, él sigue siendo un símbolo vivo de renovación cristiana a la que todos estamos llamados. Al igual que el hermano André, nosotros también podemos recibir la gracia que Dios nos ofrece con tanta generosidad y convicción.
www.saint-joseph.org/en_1167_index.php
El Hno. Andrés aprovechaba esas curaciones, realizadas siempre de manera discreta, con apariencias de normalidad, para hacer un continuo apostolado: recomendaba la oración perseverante, sugería novenas, "recetaba" la aplicación del aceite de una lamparita que ardía ante una imagen de San José, o bien que llevaran encima una medallita suya, porque decía que "todo eso son actos de amor y de fe, de confianza y de humildad".
Igualmente hacía hincapié en aclarar la verdadera causa de esas sanaciones que le atribuían, pues era el buen Dios quien hacía los milagros y San José quien los conseguía.
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1a Capilla a San José
www.reporterosinfronteras.com/.../la-capilla-del-hermano-andre.html ___________________________________________________________________________________________
Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Julián, Basilisa y compañeros, Santos Mártires, Enero 6
Mártires Martirologio Romano: En Antinoe, de la Tebaida (hoy Egipto), santos Julián y Basilisa, mártires (s. IV).
Etimología: Julián = Aquel que pertenece a la familia Julia, es de origen latino.
Basilisa = aquella que reina, es de origen griego.
Nació san Julián en Antioquía, de padres cristianos, a fines del siglo tercero.
Habiéndose desposado con una honestísima doncella llamada Basilisa, guardaron los dos, de común acuerdo, perfectísima continencia. Porque el mismo día de la boda, a la que había concurrido la nobleza de la ciudad, estando los desposados en su tálamo, se sintió en el aposento un olor suavísimo de rosas y azucenas. Quedó maravillada Basilisa de aquella extraordinaria fragancia y preguntó a su esposo, qué olor era aquel que sentía y de dónde venía, porque no era tiempo de flores. Respondió Julián: El olor suavísimo que sientes es de Cristo, amador de la castidad, la cual yo de su parte te prometo, como le he prometido a Jesucristo, si tú consintieres conmigo y le ofrecieres también tu virginidad. Respondió Basilisa que ninguna cosa le era más agradable que imitar su ejemplo.
Poco después llevó el Señor para sí a los padres de Julián y Basilisa, dejándolos herederos de sus haciendas riquísimas; y ellos comenzaron luego a gastarlas con larga mano en socorrer a los pobres.
Consagróse él a instruir en la religión cristiana a los hombres y ella a las mujeres en diversa casa. Arreciaban por este tiempo las persecuciones de Diocleciano y Maximiano, pero Basilisa pudo librarse de ellas, y acabó su vida santa y preciosa de muerte natural.
Su marido Julián fue quien alcanzó la palma de un glorioso martirio.
El bárbaro gobernador Marciano mandó prender al santo y abrasar su casa y a Julián le pasearon por la ciudad cargado de cadenas, y precedido de un pregonero que decía: Así se han de tratar a los enemigos de los dioses y despreciadores de las leyes imperiales. Encerráronle después en oscuro y hediondo calabozo, a donde fueron a visitarle siete caballeros cristianos, que, con un sacerdote llamado Antonio, lograron ser compañeros de su martirio.
Llegado el día de la ejecución, mientras el gobernador, sentado en público tribunal, interrogaba a Julián, acertaron a pasar por allí unos gentiles, que llevaban a enterrar a un difunto.
En tono de mofa le dijeron que resucitase al muerto. Entonces Julián, en nombre de Jesucristo, le resucitó lo cual llenó a todos de grande espanto, y más, cuando oyeron que aquel. hombre resucitado, públicamente confesaba a Jesucristo.
Atribuyó el gobernador tan estupendo suceso a la poderosa magia de Julián, y condenó al resucitado a los mismos suplicios. Encerráronles a todos en unas cubas encendidas, mas los condenados salieron de ellas sin la menor lesión; arrojáronles después a las fieras del anfiteatro, y las fieras no osaron hacerles daño alguno. Finalmente, avergonzado el cruel tirano, les hizo degollar, y así entregaron en este día sus almas purísimas al Creador. |
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Andrés Corsini, San Obispo, Enero 6
Obispo Martirologio Romano: En Fiesole, ciudad de la Toscana (hoy Italia), san Andrés Corsini, obispo, de la Orden de los Carmelitas, que se distinguió por su austeridad y por la asidua meditación de la Sagrada Escritura. Rigió sabiamente la Iglesia que se le había encomendado, repobló los conventos vaciados por la peste, prestó auxilio a los pobres y reconcilió a los disidentes (1373).
Andrés, de la noble familia florentina de Los Corsini, nació en 1301. Antes de nacer, su madre dijo que había vista en sueños a su hijo en figura de un lobo que se transformó luego en cordero. Parece que en su juventud Andrés fue arrogante, ocioso y pendenciero, pero después sintió un llamamiento irresistible a la mística paz del Carmelo.
Un tío trató de hacerlo volver a la casa con la promesa de un excelente matrimonio. Entonces le contestó: "¿De qué me servirían esos bienes, si no tengo la paz del alma?". Andrés llevaba debajo del hábito un cilicio, que todavía hoy se conserva, e iba de puerta en puerta pidiendo limosna, aun en las casas en donde antes hacía fiesta con los amigos. Después de la ordenación sacerdotal fue enviado a la universidad de París para completar sus estudios.
Regresó de París robustecido no sólo culturalmente, sine también en el espíritu. Sus biógrafos narran que durante el viaje de regreso hizo algunas curaciones prodigiosas. Cuando llegó a Florencia, la ciudad estaba invadida por la epidemia de peste descrita por Boccaccio. Fue elegido superior provincial de la Orden en 1348, y a los dos años fue elegido obispo de Fiesole, pues el anterior había muerto de peste. Trató de rehuir al cargo, porque se consideraba indigno, y por eso se escondió en un yermo lejano, pero allí fue descubierto por un niño.
Andrés interpretó ese episodio como una invitación a la obediencia, y aceptó el nombramiento. Dirigió la diócesis de Fiesole durante 24 años, no siempre con la mansedumbre del cordero, porque su rigor ascético y su total entrega al ministerio pastoral no siempre agradaba a los que no tenían excesivo celo en el servicio del Señor. Tuvo gran caridad para con los pobres. De su obra como pacificador se beneficiaron no sólo los combativos toscanos, sino también la ciudad de Bolonia, a donde el Papa Urbano V lo envió a poner paz entre los ciudadanos, que lo premiaron con la cárcel. Murió el 6 de enero de 1373 y fue enterrado en la iglesia del Carmen de Florencia. Fue canonizado en 1629. |
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Pedro Tomas, Santo Obispo, 6 Enero
Etimológicamente significa " roca y gemelo". Vienen de la lengua hebrea.
Tuvo un desarrollo espiritual estupendo. Gracias a él pudo afrontar con garantías todo lo que le esperaba después. Sin una preparación a fondo en lo religioso, es muy difícil para un creyente solventar todo lo que se le echa encima cuando menos lo piensa.
¿Qué hizo este joven para ser santo?
Nada de particular. Supo vivir en continuo contacto con Dios, el eje que da vida a toda persona de fe. Fue un mártir del siglo XIV. Si el nombre de Pedro lo creó Jesús para designar la primera "piedra de la Iglesia", desde entonces este nombre es de los más comunes a lo largo y ancho de las distintas lenguas.
Fue un monje que en su tiempo llegó a ser obispo, arzobispo y patriarca. Y por si esto fuera poco, también se le encomendaron altas y difíciles misiones diplomáticas.
Vino al mundo al inicio del siglo XIII en un pueblo del Perigord. Como joven de una densa perseverancia, se metió a carmelita para, de esta forma, observar mejor los consejos evangélicos de celibato, obediencia y pobreza.
Dadas sus cualidades, se convirtió con los años en el Superior General de la Orden Carmelitana y en uno de los miembros más cualificados de la entonces Curia pontificia.
El Papa Inocencio IV lo envió a Génova como embajador para que lograse que la paz entre la grandiosa ciudad de Milán y la República de Venecia se hicieran realidad.
Tras este éxito, el Papa lo mandó por motivos muy distintos a que trabajara por la unión entre la iglesia ortodoxa y la romana.
Tanto fue su éxito que, a su vuelta, lo nombraron legado universal para el Oriente y Patriarca de Constantinopla. Fue el Papa Urbano V.
El mismo rey de Chipre se lanzó a llevar a cabo una cruzada contra los turcos. El se unió a ella con la cruz, en lugar de con la espada.
Murió en Famagusta, Chipre, el 6 de enero de 1366. |
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Fuente: ACI Prensa
Juan de Ribera, Santo Obispo, 6 Enero
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Fuente: Vatican.va
Rita Amada de Jesús (Rita López de Almeida), Beata Fundadora, 6 de enero
Fundadora del Instituto de Religiosas de Jesús, María y José Rita Amada de Jesús nació el 5 de Marzo de 1848, en un pequeño pueblo de la parroquia de Ribafeita, Diócesis de Viseu, Portugal. Pocos días después fue bautizada con el nombre de Rita Lopes de Almeida.
Creció en un ambiente familiar de mucha piedad, donde en las noches se hacía lectura espiritual. Desde su niñez demostró una devoción especial a Jesús Sacramentado, la Santísima Virgen y S. José, así como cariño por el Santo Padre, quien en ese tiempo se encontraba en exilio.
La Iglesia en Portugal continuaba a ser perseguida por parte de la Masonería, que se apoderó de los bienes eclesiásticos, cerró los Seminarios, y Casas de Religiosos. A los Institutos de Religiosas, les prohibió la admisión de Novicias. Obispos y sacerdotes provenientes de familias de alto nivel económico fueron objeto también de ataques. Debido a esto no podían dedicarse a su ministerio completamente, ya que tenían que defenderse. Todo esto debilitó en parte la Iglesia.
Pero esta situación política no apagó el ansia de una auténtica vida cristiana que la familia de Rita experimentaba, en especial sus Papás, así como el deseo de comunicarla a los demás. En este ambiente familiar Dios suscitó en Rita la vocación misionera, para liberar la juventud del indiferentismo religioso, y fomentar los valores morales, y así con este apostolado pudo fortalecer la familia.
Su celo apostólico hizo de ella una itinerante. Iba de pueblo en pueblo y enseñaba a orar. A través del Santo Rosario y otras oraciones deseaba despertar en los corazones de quienes la escuchaban, la imitación de Nuestra Señora, Madre de Dios.
En su apostolado buscaba siempre las personas que llevaban una vida inmoral, y hacía todo lo posible para rescatarlas del mal y conducirlas a Dios. Este estilo radical de apostolado, la hizo objeto de amenazas de muerte.
A la oración unió la penitencia. Para llevar a cabo este objetivo, logró conseguir algunos "instrumentos de mortificación", en sus visitas a las Hnas. Benedictinas del Convento de Jesús a Viseu.
En este tiempo, con la ayuda de su Confesor, pudo discernir que Dios la llamaba a la Vida Consagrada. En esta Época no era posible entrar a ningún Instituto, debido a que las leyes masónicas prohibían la entrada de novicias. Por lo tanto, Rita siguió en el "mundo", entregada al apostolado y a las prácticas de mortificación, con la esperanza de poder consagrarse a Dios en el futuro. Durante este tiempo rechazó pretendientes, algunos de ellos ricos, pues según ella ya había hecho su consagración a Dios en el íntimo de su corazón.
Su consagración a Dios la llevó a la práctica frecuente de la Comunión Reparadora, que fomentó su fervor Eucarístico, y a la devoción al Sagrado Corazón. Dios hizo de ella un verdadero apóstol concediéndole una pasión por la salvación de las almas.
Colaborando con el apostolado de Rita, sus padres llegaron a albergar en casa mujeres muy deseosas de conversión.
Como a los 20 años de edad, su deseo de consagrarse a Dios aumentó considerablemente. Compartió con sus padres este su gran deseo. No obstante la fe y vida ejemplar cristiana de sus padres, sus padres no aprobaron su decisión. Rita no desistió, al contrario, continuó nutriendo la esperanza de realizarlo. Y a la edad de 29 años logró entrar a una Congregación.
Esta congregación era la única que existía en Portugal porque era extranjera, y se dedicaba solo a ayudar a los pobres. Pero como el carisma de este Instituto era diverso del tipo de celo apostólico que ardía en su corazón, Rita no se pudo identificar con el.
El Director Espiritual de la Comunidad, en quien Rita confiaba plenamente, vio que la Voluntad de Dios para ella, era: el recibir y educar niñas pobres y abandonadas. Rita salió de este Instituto, de origen francés, a la edad de 32 años.
De acuerdo con el Rev. P. Francisco Pereira, S.J. buscó los medios para prepararse y realizar su futura y urgente misión. Rita era dotada de muchos dones y virtudes y de naturaleza piadosa, y solo deseaba cumplir la voluntad de Dios.
Dócil a su Director Espiritual, logró vencer los conflictos político y religiosos y fundar un Colegio-Instituto de Jesús, María y José, en la Parroquia de Ribafeita, con la espiritualidad de la Sagrada Familia, el 24 de Septiembre, 1880.
En breve tiempo, este tipo de apostolado se extendió a otras diócesis de Portugal. En las diócesis de Viseu, Lamego y Guarda, las autoridades civiles trataron siempre de suprimirlo. Experimentó dificultades de carácter económico, así como con una religiosa de su Instituto.
Aún más, en el año 1910, se desencadenó una feroz persecución contra la Iglesia. Todos los Institutos fueron suprimidos, sus propiedades fueron expropiadas incluyendo el Instituto de Madre Rita, quien consiguió refugiarse en su tierra natal.
Es aquí donde poco a poco logró localizar sus religiosas dispersas debido a la situación política, y reagruparlas en una humilde casa de Ribafeita. Desde este lugar, envió varios grupos de ellas a Brasil, que perpetuaron el Carisma de la Fundadora. En esta forma su Instituto pudo sobrevivir.
Madre Rita, falleció el 6 de Enero de 1913, en Casalmendinho (Parroquia de Ribafeita), en olor de santidad. Su funeral, fue presidido por el Vicario General de la Diócesis, y fue una acción de gracias a Dios por el don de esta religiosa a la Iglesia y al mundo.
Fue beatificada el 28 de mayo de 2006. |
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Fuente: ACIprensa.com
Rafaela María del Sagrado Corazón, Santa Co-fundadora, Enero 6
Co-Fundadora de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús Rafaela María del Rosario Francisca Rudencinda Porras y Ayllón nació en Pedro Abad, Córdoba, el 1 de marzo de 1850.
Era miembro de una familia de once hermanos y dos hermanas. Al morir los padres, las hermanas pasaron un tiempo en las clarisas de Córdoba.
A la edad de 15 años habia hecho voto de castidad perpetua, e intensificó su piedad y obras de caridad.
Con la ayuda de Mons. Ceferino González, la santa y su hermana Dolores fundan el Instituto de Adoradoras del Santísimo Sacramento e Hijas de María Inmaculada, pero al poco tiempo se traslada junto con otras 16 religiosas a Madrid, donde se les concede la aprobación diocesana en 1877, y 10 años más tarde, el Papa León XIII apruebla la Congregación con el nombre de Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús.
Pronto se multiplicaron las fundaciones de nuevas casas: obras de apostolado y adoración reparadora. En la base de todo estaba la altísima y continua oración, que la M. Rafaela vivía e infundia en sus hijas, y sus heroicas virtudes, sobre todo la profundísima humildad, tanto que alguien llamó a la Madre "la humildad hecha carne".
Sin embargo, surgen pronto las desconfianzas, las incomprensiones, el arrinconamiento, el largo y absoluto olvido; graves dificultades que surgieron en el gobierno, la movieron a renunciar a favor de su hermana Dolores. Durante 30 años permaneció en el aislamiento, realizando duros trabajos y sufriendo pacientemente terribles humillaciones.
El Año Santo 1925, el 6 de enero, falleció.
Fue beatificada el 18 de mayo de 1952 y el 23 de enero de 1977 el Papa Paulo VI la canonizó.
En muchos santorales se la recuerda el 6 de enero y en otros el 18 de mayo. |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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