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JMJ
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Dios no es Dios de muertos, sino de vivos
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 18-27
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús algunos de los saduceos, los cuales afirman que los muertos no resucitan, y le dijeron:
"Maestro, Moisés nos dejó escrito: "Si un hombre muere dejando a su viuda sin hijos, que la tome por mujer el hermano del que murió para darle descendencia a su hermano". Había una vez siete hermanos, el primero de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo se casó con la viuda y murió también, sin dejar hijos; lo mismo el tercero. Los siete se casaron con ella y ninguno de ellos dejó descendencia. Por último, después de todos murió también la mujer. El día de la resurrección, cuando resuciten de entre los muertos, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque fue mujer de los siete".
Jesús les contestó:
"Están en un error, porque no entienden las Escrituras ni el poder de Dios. Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni los hombres tendrán mujer ni las mujeres marido, sino que serán como ángeles del cielo. Y en cuanto al hecho de que los muertos resucitan, ¿acaso no han leído en el libro de Moisés aquel pasaje de la zarza, en que Dios le dijo: "Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob?" Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Están, pues, muy equivocados".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
El Misterio de la Misa en 2 minutos: https://www.youtube.com/watch?v=0QCx-5Aqyrk
El que no valora una obra de arte es porque necesita cultura: https://www.youtube.com/watch?v=mTKKaT-KaKw
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
San Leonardo, "El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Audio (1/5): https://www.youtube.com/watch?v=2NjKuVnxH58
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa (Jn 15,22).
† Misal
mie 9a. Ord. año impar desp Pentecostés
Confío, Señor, en tu misericordia; alegra mi corazón con tu auxilio. Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho.
Concédenos, Señor, ser dóciles a las inspiraciones de tu Espíritu, para que realicemos siempre en nuestra vida tu santa voluntad.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
El Dios de la gloria escuchó las súplicas de Sara y de Tobit.
Lectura del libro de Tobías 3, 1-11. 16-17
En aquellos días, Tobit, profundamente afligido, oró entre sollozos, diciendo:
"Señor, tú eres justo y tus obras también son justas. Siempre procedes con misericordia y lealtad. Tú eres el juez del mundo. Acuérdate de mí, Señor, y ten piedad de mí. No me castigues por mis pecados, no tomes en cuenta mis faltas ni las de mis padres.
Porque desobedecimos tus mandatos nos entregaste al saqueo, al destierro y a la muerte; nos hiciste objeto de las murmuraciones, las burlas y el desprecio de las naciones entre las cuales nos dispersaste. Señor, tu castigo es verdaderamente justo, porque ni mis padres ni yo hemos cumplido tus mandamientos ni hemos sido leales contigo. Haz de mí lo que quieras, Señor: quítame la vida, hazme desaparecer y volver al polvo, pues más me vale morir que vivir, porque me han llenado de insultos y estoy hundido en la tristeza. Líbrame ya, Señor, de esta desgracia, envíame al descanso eterno y no te alejes de mí. Pues más me vale morir que vivir sufriendo tantas desgracias y escuchando tantos insultos".
Aquel mismo día, Sara, la hija de Ragüel, que vivía en la ciudad de Ecbatan, en la provincia de Media, tuvo que soportar los insultos de una esclava de su padre, porque Sara se había casado siete veces y Asmodeo, el malvado demonio, había matado a todos sus maridos, apenas se acercaban a ella. Así pues, la esclava le dijo:
"¡Tú eres la que estrangulas a tus maridos! Te has casado con siete y no has disfrutado a ninguno. ¿Por qué te desquitas con nosotras por la muerte de tus esposos? Vete a donde están ellos y que nunca veamos ni un hijo ni una hija tuyos".
Sara se entristeció tanto, que comenzó a llorar y subió al segundo piso de su casa, con intención de ahorcarse. Pero reflexionó: "No lo haré, no vaya a ser que la gente insulte a mi padre, diciéndole que su hija única, tan querida, se ahorcó de dolor y sea yo así la causa de que mi padre se muera de tristeza. Más vale que no me ahorque, sino que le pida al Señor que me envíe la muerte, para que no tenga que escuchar ya tantos insultos durante mi vida". Entonces levantó sus manos hacia el cielo e invocó al Señor Dios.
En aquel instante, el Dios de la gloria escuchó las súplicas de Sara y de Tobit, y envió al ángel Rafael a curarlos: a Tobit, quitándole las manchas blancas de los ojos, a fin de que pudiera ver la luz de Dios, ya Sara, hija de Ragüel, librándola del malvado demonio Asmodeo, para darla como esposa a Tobías, hijo de Tobit, pues Tobías tenía más derecho a casarse con ella que todos los que la habían pretendido.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Del Salmo 24
A ti, Señor, levanto mi alma.
A ti, Señor, levanto mi alma; mi Dios, en ti confío, no quede defraudada mi confianza ni se burlen de mí mis enemigos.
A ti, Señor, levanto mi alma.
Nadie que haya confiado en ti ha quedado jamás decepcionado. Quienes a Dios traicionan por los ídolos, ésos sí quedarán decepcionados.
A ti, Señor, levanto mi alma.
Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina. Tú eres nuestro Dios y salvador y tenemos en ti nuestra esperanza.
A ti, Señor, levanto mi alma.
Acuérdate, Señor, que son eternos tu amor y tu ternura. Según ese amor y esa ternura, acuérdate de nosotros.
A ti, Señor, levanto mi alma.
Porque el Señor es recto y bondadoso indica a los pecadores el sendero, guía por la senda recta a los humildes y descubre a los pobres sus caminos.
A ti, Señor, levanto mi alma.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí no morirá para siempre.
Aleluya.
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos
† Lectura del santo Evangelio según san Marcos 12, 18-27
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús algunos de los saduceos, los cuales afirman que los muertos no resucitan, y le dijeron:
"Maestro, Moisés nos dejó escrito: "Si un hombre muere dejando a su viuda sin hijos, que la tome por mujer el hermano del que murió para darle descendencia a su hermano". Había una vez siete hermanos, el primero de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo se casó con la viuda y murió también, sin dejar hijos; lo mismo el tercero. Los siete se casaron con ella y ninguno de ellos dejó descendencia. Por último, después de todos murió también la mujer. El día de la resurrección, cuando resuciten de entre los muertos, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque fue mujer de los siete".
Jesús les contestó:
"Están en un error, porque no entienden las Escrituras ni el poder de Dios. Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni los hombres tendrán mujer ni las mujeres marido, sino que serán como ángeles del cielo. Y en cuanto al hecho de que los muertos resucitan, ¿acaso no han leído en el libro de Moisés aquel pasaje de la zarza, en que Dios le dijo: "Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob?" Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Están, pues, muy equivocados".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Que este sacrificio de acción de gracias y de alabanza nos ayude, Señor, a conseguir nuestra salvación eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Cristo, huésped y peregrino en medio de nosotros
Tú, en la etapa final de la historia, has enviado a tu Hijo, como huésped y peregrino en medio de nosotros, para redimirnos del pecado y de la muerte, y has derramado el Espíritu, para hacer de todas las naciones un solo pueblo nuevo, que tiene como meta tu reino; como estado, la libertad de tus hijos; como ley, el precepto del amor.
Por estos dones de tu benevolencia, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos con gozo el himno de tu gloria:
Proclamaré Señor, todas tus maravillas, me alegraré en ti y entonaré salmos a tu nombre, Dios altísimo.
Oración después de la Comunión
Que el Cuerpo y la Sangre de Cristo que nos has dado, Señor, en este sacramento, sean para nosotros una prenda segura de vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
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Dia 2/06 Santos Marcelino y Pedro (mártires, blanco)
Antífona de Entrada
El Señor es quien salva a los justos, él es su alcázar en el peligro.
Oración Colecta
Oremos:
Señor, que el triunfo de estos mártires nos llene de alegría, aumente el vigor de nuestra fe y nos consuele en la certeza de que todos ellos interceden por nosotros.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Primera Lectura
Somos "los moribundos" que estamos bien vivos
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios
6, 4-10
Hermanos: Continuamente damos pruebas de que somos servidores de Dios con todo lo que soportamos: sufrimientos, necesidades y angustias; golpes, cárceles y motines; cansancio, noches de no dormir y días de no comer. Procedemos con pureza, sabiduría, paciencia y amabilidad; con la fuerza del Espíritu Santo y amor sincero, con palabras de verdad y con el poder de Dios.
Luchamos con las armas de la justicia, tanto para atacar como para defendernos, en medio de la honra y de la deshonra, de la buena y de la mala fama. Somos los "impostores" que dicen la verdad; los "desconocidos" de sobra conocidos; los "moribundos" que están bien vivos; los "condenados" nunca ajusticiados; los "afligidos" siempre alegres; los "pobres" que a muchos enriquecen; los "necesitados" que todo lo poseen.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Salmo Responsorial
Del salmo 123
Nuestra alma se salvó como un ave de la trampa del cazador.
De no estar el Señor de nuestra parte cuando nos perseguían nos habrían ahí tragado vivos; contra nosotros tanto ardía su ira.
Nuestra alma se salvó como un ave de la trampa del cazador.
Las aguas nos habrían arrollado, nos habría el torrente sumergido; tragado nos habría el turbulento río.
Nuestra alma se salvó como un ave de la trampa del cazador.
Las redes se rompieron y escapamos de ellas. Nuestra ayuda nos viene del Señor que hizo el cielo y la tierra.
Nuestra alma se salvó como un ave de la trampa del cazador.
Aclamación antes del Evangelio
Aleluya, aleluya.
Bendito sea el Padre, lleno de misericordia y Dios que siempre consuela, porque nos conforta en todas nuestras tribulaciones.
Aleluya.
Evangelio
Ustedes son la luz del mundo
† Lectura del santo Evangelio según san Mateo
5, 13-19
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Ustedes son la sal de la tierra. Si la sal se vuelve insípida, ¿con qué se le devolverá el sabor? Ya no sirve para nada y se tira a la calle para que la pise la gente.
Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad construida en lo alto de un monte; y cuando se enciende una vela, no se esconde debajo de una olla, sino que se pone sobre un candelero, para que alumbre a todos los de la casa.
Que de igual manera brille la luz de ustedes ante los hombres, para que viendo las buenas obras que ustedes hacen, den gloria a su Padre que está en los cielos.
No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley.
Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Oración sobre las Ofrendas
Recibe, Señor, esta ofrenda de tu pueblo en honor del martirio de tus santos, y, ya que en la persecución dio fortaleza a los gloriosos san Marcelino y san Pedro, nos dé a nosotros constancia para resistir la adversidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Prefacio
Testimonio y ejemplo de los mártires
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo, Señor nuestro.
Porque la sangre de tus gloriosos mártires Marcelino y Pedro, derramada como la de Cristo para proclamar su fidelidad a ti, manifiesta tu admirable poder, que convierte la fragilidad en fortaleza y al humano débil robustece para que sea testigo tuyo.
Por eso,
como los ángeles te cantan en el cielo, así nosotros en la tierra te aclamamos diciendo sin cesar:
Antífona de la Comunión
El que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará, dice el Señor.
Oración después de la Comunión
Oremos:
Señor, guarda intacto tu don en nuestros corazones y lo que de tu mano hemos recibido en la festividad de tus santos Marcelino y Pedro, sea para nosotros prenda de salvación y paz.
Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén
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† Meditación diaria
9ª semana. Miércoles
RESUCITAREMOS CON NUESTROS PROPIOS CUERPOS
— Una verdad de fe expresamente enseñada por Jesús.
— Cualidades y dotes de los cuerpos gloriosos.
— Unidad entre el cuerpo y el alma.
I. Los saduceos, que no creían en la resurrección, se acercaron a Jesús para intentar ponerle en un aprieto. Según la ley antigua de Moisés1, si un hombre moría sin dejar hijos, el hermano debía casarse con la viuda para suscitar descendencia a su hermano, y al primero de los hijos que tuviera se le debía imponer el nombre del difunto. Los saduceos pretenden poner en ridículo la fe en la resurrección de los muertos, inventando un problema pintoresco2. Si una mujer se casa siete veces al enviudar de sucesivos hermanos, ¿de cuál de ellos será esposa en los cielos? Jesús les responde poniendo de manifiesto la frivolidad de la objeción. Les contesta reafirmando la existencia de la resurrección, valiéndose de diversos pasajes del Antiguo Testamento, y al enseñar las propiedades de los cuerpos resucitados se desvanece el argumento de los saduceos3.
El Señor les reprocha no conocer las Escrituras ni el poder de Dios, pues esta verdad estaba ya firmemente asentada en la Revelación. Isaías había profetizado4: las muchedumbres de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán: unos para eterna vida, otros para vergüenza y confusión; y la madre de los Macabeos confortaba a sus hijos en el momento del martirio recordándoles que el Creador del universo (...) misericordiosamente os devolverá la vida si ahora la despreciáis por amor a sus santos lugares5. Y para Job, esta misma verdad será el consuelo de sus días malos: Sé que mi Redentor vive, y que en el último día resucitaré del polvo (...); en mi propia carne contemplaré a Dios6.
Hemos de fomentar en nuestras almas la virtud de la esperanza, y concretamente el deseo de ver a Dios. «Los que se quieren, procuran verse. Los enamorados solo tienen ojos para su amor. ¿No es lógico que sea así? El corazón humano siente esos imperativos. Mentiría si negase que me mueve tanto el afán de contemplar la faz de Jesucristo.Vultum tuum, Domine, requiram, buscaré, Señor, tu rostro»7. Ese deseo se saciará, si permanecemos fieles, porque la solicitud de Dios por sus criaturas ha dispuesto la resurrección de la carne, verdad que constituye uno de los artículos fundamentales del Credo8, pues si no hay resurrección de los muertos, tampoco resucitó Cristo. Y si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación, y vana es también nuestra fe9. «La Iglesia cree en la resurrección de los muertos (...) y entiende que la resurrección se refiere a todo el hombre»10: también a su cuerpo.
El Magisterio ha repetido en numerosas ocasiones que se trata de una resurrección del mismo cuerpo, el que tuvimos durante nuestro paso por la tierra, en esta carne «en que vivimos, subsistimos y nos movemos»11. Por eso, «las dos fórmulas resurrección de los muertos y resurrección de la carne son expresiones complementarias de la misma tradición primitiva de la Iglesia», y deben seguirse usando los dos modos de expresarse12.
La liturgia recoge esta verdad consoladora en numerosas ocasiones:En Él (en Cristo) brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección; y así, aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Porque la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el Cielo13. Dios nos espera para siempre en su gloria. ¡Qué tristeza tan grande para quienes todo lo han cifrado en este mundo! ¡Qué alegría saber que seremos nosotros mismos, alma y cuerpo, quienes, con la ayuda de la gracia, viviremos eternamente con Jesucristo, con los ángeles y los santos, alabando a la Trinidad Beatísima!
Cuando nos aflija la muerte de una persona querida, o acompañemos en su dolor a quien ha perdido aquí a alguien de su familia, hemos de poner de manifiesto, ante los demás y ante nosotros mismos, estas verdades que nos inundan de esperanza y de consuelo: la vida no termina aquí abajo en la tierra, sino que vamos al encuentro de Dios en la vida eterna.
II. Toda alma, después de la muerte, espera la resurrección del propio cuerpo, con el que, por toda la eternidad, estará en el Cielo, cerca de Dios, o en el Infierno, lejos de Él. Nuestros cuerpos en el Cielo tendrán características diferentes, pero seguirán siendo cuerpos y ocuparán un lugar, como ahora el Cuerpo glorioso de Cristo y el de la Virgen. No sabemos dónde está, ni cómo se forma ese lugar: la tierra de ahora se habrá transfigurado14. La recompensa de Dios redundará en el cuerpo glorioso haciéndolo inmortal, pues la caducidad es signo del pecado y la creación estuvo sometida a ella por culpa del pecado15. Todo lo que amenaza e impide la vida desaparecerá16. Los resucitados para la Gloria –como afirma San Juan en el Apocalipsis– no tendrán hambre, ni tendrán ya sed ni caerá sobre ellos el sol, ni ardor alguno17: esos sufrimientos que enumera el Apocalipsis fueron los que más dañaron al pueblo de Israel mientras atravesaba el desierto: los abrasadores rayos del sol caían como dardos, se desencadenaba con rapidez la corrupción, y el viento seco del desierto consumía las fuerzas18. Estas mismas tribulaciones son símbolo de los dolores que tendría que soportar el nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia, mientras dure su peregrinación hasta la Patria definitiva.
La fe y la esperanza en la glorificación de nuestro cuerpo nos harán valorarlo debidamente. El hombre «no debe despreciar la vida corporal, sino que, por el contrario, debe tener por bueno y honrar a su propio cuerpo, como criatura de Dios que ha de resucitar en el último día»19. Sin embargo, qué lejos está de esta justa valoración el culto que hoy vemos tributar tantas veces al cuerpo. Ciertamente tenemos el deber de cuidarlo, de poner los medios oportunos para evitar la enfermedad, el sufrimiento, el hambre..., pero sin olvidar que ha de resucitar en el último día, y que lo importante es que resucite para ir al Cielo, no al Infierno. Por encima de la salud está la aceptación amorosa de la voluntad de Dios sobre nuestra vida. No tengamos preocupación desmedida por el bienestar físico. Sepamos aprovechar sobrenaturalmente las molestias que podamos sufrir –poniendo con serenidad los medios ordinarios para evitarlas–, y no perderemos la alegría y la paz por haber puesto el corazón en un bien relativo y transitorio, que solo será definitivo y pleno en la gloria.
En ningún momento debemos olvidar hacia dónde nos encaminamos y el valor verdadero de las cosas que tanto nos preocupan. Nuestra meta es el Cielo; para estar con Cristo, con alma y cuerpo, nos creó Dios. Por eso, aquí en la tierra «la última palabra solo podrá ser una sonrisa... un cántico jovial»20, porque más allá nos espera el Señor con la mano extendida y el gesto acogedor.
III. Aunque sea grande la diferencia entre el cuerpo terreno y el transfigurado, hay entre ellos una estrechísima relación. Es dogma de fe que el cuerpo resucitado es específica y numéricamente idéntico al cuerpo terreno21.
La doctrina cristiana, basándose en la naturaleza del alma y en diversos pasajes de la Sagrada Escritura, muestra la conveniencia de la resurrección del propio cuerpo y la unión de nuevo con el alma. En primer lugar, porque el alma es solo una parte del hombre, y mientras esté separada del cuerpo no podrá gozar de una felicidad tan completa y acabada como poseerá la persona entera. También, por haber sido creada el alma para unirse a un cuerpo, una separación definitiva violentaría su modo de ser propio; pero, sobre todo otro argumento, es más conforme con la sabiduría, justicia y misericordia divinas que las almas vuelvan a unirse a los cuerpos, para que ambos, el hombre completo –que no es solo alma, ni solo cuerpo–, participen del premio o del castigo merecido en su paso por la vida en la tierra; aunque es de fe que el alma inmediatamente después de la muerte recibe el premio o el castigo, sin esperar el momento de la resurrección del cuerpo.
A la luz de la enseñanza de la Iglesia vemos con mayor profundidad que el cuerpo no es un mero instrumento del alma, aunque de ella recibe la capacidad de actuar y con ella contribuye a la existencia y desarrollo de la persona. Por el cuerpo, el hombre se halla en contacto con la realidad terrena, que ha de dominar, trabajar y santificar, porque así lo ha querido Dios22. Por él, el hombre puede entrar en comunicación con los demás y colaborar con ellos para edificar y desarrollar la comunidad social. Tampoco podemos olvidar que a través del cuerpo el hombre recibe la gracia de los sacramentos: ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?23.
Somos hombres y mujeres de carne y hueso, pero la gracia ejerce su influjo incluso sobre el cuerpo, divinizándolo en cierto modo, como un anticipo de la resurrección gloriosa. Mucho nos ayudará a vivir con la dignidad y el porte de un discípulo de Cristo considerar frecuentemente que este cuerpo nuestro, templo ahora de la Santísima Trinidad cuando vivimos en gracia, está destinado por Dios a ser glorificado. Acudamos hoy a San José para pedirle que nos enseñe a vivir con delicado respeto hacia los demás y hacia nosotros mismos. Nuestro cuerpo, el que tenemos en la vida terrena, también está destinado a participar para siempre de la gloria inefable de Dios.
1 Dt 24, 5 ss. — 2 Mt 12, 18-27. — 3 Cfr. Sagrada Biblia, Santos Evangelios, 2ª ed., Pamplona 1985, comentarios a Mac 12, 18-27 y lugares paralelos. — 4 Is 26, 19. — 52 Mac 7, 23. — 6 Job 19, 25-26. — 7 San Josemaría Escrivá, en Hoja informativa, n. 1, de su proceso de beatificación, p. 5. — 8 Cfr. Symbolo Quicumque, Dz 40;Benedicto XII, Const. Benedictus Deus, 29-I-1336. — 9 1 Cor 15, 13-14. — 10Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta sobre algunas cuestiones referentes a la escatología, 17-V-1979. — 11 Conc. XI de Toledo, año 675, Dz 287 (540); cfr. Conc. IV de Letrán, cap. I, Sobre la fe católica, Dz 429 (801), etc. — 12 Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración acerca de la traducción del artículo «carnis resurrectionem» del Símbolo Apostólico, 14-XII-1983. — 13 Misal Romano, Prefacio I de Difuntos. — 14 Cfr. M. Schmaus, Teología Dogmática, vol VII, Los Novísimos, p. 514. — 15 Rom 8, 20. — 16 Cfr. M. Schmaus. o. c., vol. VII, p. 225 ss. — 17 Apoc 7, 16. — 18 Cfr. Eclo 43, 4; Sal 121, 6; Sal 91, 5-6. — 19 Conc. Vat. II, Const. Gaudium et spes, 14. — 20 L. Ramoneda Molins, Vientos que jamás ha roto nadie, Danfel, Montevideo 1984, p. 41. — 21 Cfr. Dz 287, 427, 429, 464, 531. — 22 Gen 1, 28. — 231 Cor 6, 15.
Meditaciones sobre la Sagrada Eucaristía. 2
LA EUCARISTÍA, PRESENCIA SUBSTANCIAL DE CRISTO
— La transubstanciación.
— El Sagrario: presencia real de Cristo.
— Confianza y respeto ante Jesús Sacramentado.
I. Visus, tactus, gustus in te fallitur... Al juzgar de Ti se equivocan la vista, el tacto, el gusto, pero basta con el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios; nada más verdadero que esta palabra de verdad1.
Cuando la vista, el gusto y el tacto juzgan sobre la presencia –verdadera, real y substancial– de Cristo en la Eucaristía fallan totalmente: ven las apariencias externas, los accidentes; perciben el color del pan o del vino, el olor, la forma, la cantidad, y no pueden concluir sobre la realidad allí presente porque les falta el dato de la fe, que llega únicamente a través de las palabras con las que nos ha sido transmitida la divina revelación: basta con el oído para creer firmemente. Por eso, cuando contemplamos con los ojos del alma este misterio inefable debemos hacerlo «con humilde reverencia, no siguiendo razones humanas, que deben callar, sino adhiriéndonos firmemente a la Revelación divina»2, que da a conocer esta verdadera y misteriosa realidad.
La Iglesia nos enseña que Cristo se hace realmente presente en la Sagrada Eucaristía «por la conversión de toda la substancia del pan en su cuerpo y la conversión de toda la susbstancia del vino en su sangre, permaneciendo solamente íntegras las propiedades del pan y del vino, que percibimos con nuestros sentidos. La cual conversión misteriosa es llamada por la santa Iglesia conveniente y propiamentetransubstanciación»3. Y la misma Iglesia nos advierte que cualquier explicación que se dé para una mayor comprensión de este misterio inefable «debe poner a salvo que, en la misma naturaleza de las cosas, independientemente de nuestro espíritu, el pan y el vino, realizada la consagración, han dejado de existir, de modo que el adorable cuerpo y sangre de Cristo, después de ella, están verdaderamente presentes delante de nosotros, bajo las especies sacramentales de pan y de vino»4.
«Por la misma naturaleza de las cosas», «Independiente de mi espíritu»... Después de la Consagración, en el Altar o en el Sagrario en el que se reservan las Formas consagradas, Jesús está presente, aunque yo, por ceguera, no hiciera el menor acto de fe y, por dureza de corazón, ninguna manifestación de amor. No es «mi fervor» quien lo hace presente; Él está allí.
Cuando, en el siglo iv, San Cirilo de Jerusalén desea explicar esta extraordinaria verdad a los cristianos recién convertidos, se vale, a modo de ejemplo, del milagro que llevó a cabo el Señor en las bodas de Caná de Galilea, donde convirtió el agua en vino5. Se pregunta San Cirilo: si hizo tal maravilla al convertir el agua en vino, «¿vamos a pensar que es poco digno de creer el que convirtiese el vino en su Sangre? Si en unas bodas hizo este estupendo milagro, ¿no hemos de pensar con más razón que a los hijos del tálamo nupcial les dio su Cuerpo y Sangre para alimentarlos? (...). Por lo cual, no mires al pan y al vino como simples elementos comunes..., y, aunque los sentidos te sugieran lo contrario, la fe debe darte la certeza de lo que es en realidad»6; esta realidad es Cristo mismo, que, inerme, se nos entrega. Los sentidos se equivocan completamente, pero la fe nos da la mayor de las certidumbres.
II. En el milagro de Caná, el color del agua fue alterado y tomó el del vino; el sabor del agua cambió igualmente y se transformó en sabor de vino, de buen vino; las propiedades naturales del agua cambiaron... Todo cambió en aquel agua que llevaron los sirvientes a Jesús. No solo las apariencias, los accidentes, sino el mismo ser del agua, su substancia: el agua fue convertida en vino por las palabras del Señor. Todos gustaron aquel vino excelente que pocos momentos antes era agua corriente.
En la Sagrada Eucaristía, Jesús, a través de las palabras del sacerdote, no cambia, como en Caná, los accidentes del pan y del vino (el color, el sabor, la forma, la cantidad), sino solo la substancia, el ser mismo del pan y del vino, que dejan de serlo para convertirse de modo admirable y sobrenatural en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo. Permanece la apariencia de pan, pero allí ya no hay pan; se mantienen las apariencias del vino, pero allí no hay nada de vino. Ha cambiado la substancia, lo que era antes en sí misma, aquello por lo que una cosa es tal a los ojos del Creador. Dios, que puede crear y aniquilar, puede también transformar una cosa en otra; en la Sagrada Eucaristía ha querido que esta milagrosa transformación del pan y del vino en el Cuerpo y Sangre de Cristo pueda ser percibida solo por medio de la fe.
En el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces7, la substancia y los accidentes no sufrieron alteración alguna: pan y peces había al principio, y este mismo alimento fue el que comieron aquellos cinco mil hombres, quedando saciados. En Caná, el Señor transformó sin multiplicarla una cantidad de agua en otra igual de vino; en aquel lugar apartado donde le habían seguido aquellas multitudes, Jesús aumentó la cantidad, sin transformarla. En el Santísimo Sacramento, a través del sacerdote, Jesús transforma la substancia misma, permaneciendo los accidentes, las apariencias. Cristo no viene con un movimiento local, como cuando uno se traslada de un lugar a otro, al Sacramento del Altar. Se hace presente mediante esa admirableconversión del pan y del vino en su Cuerpo y en su Sangre. Quod non capis, // quod non vides // animosa firmat fides... Lo que no comprendes y no ves, una fe viva lo atestigua, fuera de todo el orden de la naturaleza...8.
Cristo está presente en la Sagrada Eucaristía con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. Es el mismo Jesús que nació en Belén, que hubo de huir a Egipto en brazos de José y de María, el que creció y trabajó duramente en Nazareth, el que murió y resucitó al tercer día, el que ahora, glorioso, está a la derecha de Dios Padre. ¡El mismo! Pero es lógico que no pueda estar del mismo modo, aunque su presencia sea la misma. «En orden a Cristo –escribe Santo Tomás de Aquino– no es lo mismo su ser natural que su ser sacramental»9. Pero la realidad de su presencia no es menor en el Sagrario que en el Cielo: «Cristo, todo entero, está presente en su realidad física, aun corporalmente, aunque no del mismo modo como los cuerpos están en un lugar»10. Poco más podemos decir de esta admirable presencia.
Cuando vamos a verle, podemos decir, en el sentido estricto de las palabras: estoy delante de Jesús, estoy delante de Dios. Como lo podían decir aquellas gentes llenas de fe que se cruzaron con Él en los caminos de Palestina. Podemos decir: «Señor, miro el Sagrario y falla la vista, el tacto, el gusto..., pero mi fe penetra los velos que cubren ese pequeño Sagrario y te descubre ahí, realmente presente, esperando un acto de fe, de amor, de agradecimiento..., como lo esperabas de aquellos sobre los que derramabas tu poder y tu misericordia. Señor, creo, espero, amo».
III. Al juzgar de Ti se equivocan la vista, el tacto, el gusto... En la Sagrada Eucaristía, en verdad, los sentidos no perciben la presencia más real que existe a nuestro alrededor. Y esto es así porque se trata de la presencia de un Cuerpo glorificado y divino: es, por consiguiente, una presencia divina, «un modo de existir divino», que difiere esencialmente de los modos de ser y de estar de los cuerpos sometidos al espacio y al tiempo.
La Eucaristía no agota los modos de presencia de Jesús entre nosotros. Él nos anunció: Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos11. Y lo está de muchas maneras. La Iglesia nos recuerda que está presente en los más necesitados, de la familia y de los que no conocemos; está presente cuando nos reunimos en su nombre12. De una manera particular, está en la Palabra divina...13. Todos estos modos de presencia son reales, pero en la Sagrada Eucaristía está la presencia de Dios entre nosotros por excelencia, dado que en este sacramento está Cristo en su propia Persona, de una manera verdadera, real y substancial. Esta presencia –enseña Pablo VI– «se llama real no por exclusión, como si las otras no fueran reales, sino por antonomasia, ya que es substancial, ya que por ella ciertamente se hace presente Cristo, Dios y Hombre, entero o íntegro»14.
Pensemos hoy cómo hemos de comportarnos en su presencia, con qué confianza y respeto. Meditemos si nuestra fe se vuelve más penetrante al estar delante del Sagrario, o si prevalece la oscuridad de los sentidos, que permanecen como ciegos en presencia de esta realidad divina. ¡Cuántas veces le hemos dicho a Jesús: «Creo, Señor, firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes; te adoro con profunda reverencia...»!
Los milagros de las bodas de Caná y de la multiplicación de los panes y de los peces que antes hemos considerado, nos pueden ayudar también a sacar mayor provecho para comprender mejor este prodigio del amor divino. En uno y otro milagro, Jesús requiere la colaboración de otros. Los discípulos distribuirán el alimento a la muchedumbre y quedarán todos satisfechos. En Caná, dirá a los servidores: llenad las vasijas de agua; y ellos las llenaron hasta arriba, hasta que ya no cabía más. Si hubieran estado remisos y hubieran puesto menos agua, la cantidad de vino también habría sido menor. Algo semejante ocurre en la Sagrada Comunión. Aunque la gracia siempre es inmensa y el honor inmerecido, Jesús pide también nuestra colaboración; nos invita a corresponder, con nuestra propia devoción, a la gracia que recibimos, nos recompensa en la proporción en que encuentra en nuestros corazones esa buena disposición que nos pide. El deseo cada vez mayor, la limpieza de nuestro corazón, las comuniones espirituales, la presencia eucarística a lo largo del día y de modo particular al pasar cerca de un Sagrario..., nos capacitarán para llenarnos de más gracia, de más amor, cuando Jesús venga a nuestro corazón.
1 Himno Adoro te devote, 2. — 2 Pablo VI, Enc. Mysterium fidei, 3-IX-1965. — 3 ídem,Credo del Pueblo de Dios, 30-VI-1968, 25. — 4 Ibídem. — 5 Cfr. San Cirilo de Jerusalén, Catequesis Mistagógicas, 4ª, 2. — 6 Ibídem, 4ª, 2 y 5. — 7 Cfr. Jn 6, 1 ss. — 8 Secuencia Lauda, Sion, Salvatorem. — 9 Santo Tomás, Suma Teológica, 3. q. 76, a. 6. — 10 Pablo VI, Enc. Mysterium fidei, cit. — 11 Mt 28, 20. — 12 Cfr. Mt 18, 20. — 13 Cfr. Conc. Vat. II, Const. Sacrosanctum Concilium, 7. — 14 Pablo VI, Enc.Mysterium fidei, cit.
† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
Santos Marcelino y Pedro |
El primero de estos dos santos mártires era un sacerdote muy estimado en Roma, y el segundo era un fervoroso cristiano que tenía el poder especial de expulsar demonios. Fueron llevados a prisión por los enemigos de la religión, pero en la cárcel se dedicaron a predicar con tal entusiasmo que lograron convertir al carcelero y a su mujer y a sus hijos, y a varios prisioneros que antes no eran creyentes. Disgustados por esto los gobernantes les decretaron pena de muerte.
A Marcelino y Pedro los llevaron a un bosque llamado "la selva negra", y allá los mataron cortándoles la cabeza y los sepultaron en el más profundo secreto, para que nadie supiera dónde estaban enterrados. Pero el verdugo, al ver lo santamente que habían muerto se convirtió al cristianismo y contó dónde estaban sepultados, y los cristianos fueron y sacaron los restos de los dos santos, y les dieron honrosa sepultura. Después el emperador Constantino construyó una basílica sobre la tumba de los dos mártires, y quiso que en ese sitio fuera sepultada su santa madre, Santa Elena.
Las crónicas antiguas narran que ante los restos de los santos Marcelino y Pedro, se obraron numerosos milagros. Y que las gentes repetían: "Marcelino y Pedro poderosos protectores, escuchad nuestros clamores".
Erasmo de Formia, Santo Obispo y Mártir, Junio 2
Obispo y Mártir San Erasmo de Formia, muerto hacia 303 d. C. también conocido como San Elmo, es el santo patrón de los marineros. |
Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Eugenio I, Santo LXXV Papa, Junio 2
San Eugenio I nació en Roma. Fue elegido por expresa voluntad del emperador Constante, un año antes de la muerte de Martín, mientras éste era conducido en cadenas a Constantinopla. El clero romano y el mismo Eugenio I no se opusieron a la voluntad de Constante, probablemente no por sumisión o miedo, sino por motivos de oportunidad. Tal vez no quería indisponer al emperador quien, por ejemplo, hubiera podido hacer elegir a un papa monotelista; o quizás dando muestras de condescendencia no se quiso comprometer aún más la ya precaria posición del Papa Martín. |
Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Nicolás el Peregrino, Santo Patrono de Trani, Junio 2
Contrariamente al más célebre San Nicolás, patrono de Bari, de este San Nicolás llamado El Peregrino, poseemos poquísimos datos. |
Fuente: Op.org.ar
Sadoc, Beato Mártir, Junio 2
Sadoc siendo aún joven recibió el hábito de manos de santo Domingo -según la tradición-. |
Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net
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