viernes, 12 de septiembre de 2014

[ † ] Domingo por la Santísima Trinidad. 14/09/2014. Excepto causa grave, no asistir a Misa dominical es pecado GRAVE (Catecismo 2042, 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). Precepto: Misa ENTERA. Víspera del Domingo comienza el Sábado a las 15 o 16:00 hs según diócesis

JMJ

Pax

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó:
"Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?"
Jesús le contestó:
"No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete".
Y les propuso esta parábola:
"El Reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que le debía mucho dinero. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo:
"Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo".
El rey tuvo lástima de aquel empleado, lo soltó y hasta le perdonó la deuda. Pero, al salir, aquel servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba mientras le decía:
"Págame lo que me debes".
El compañero se le arrodilló y le rogaba:
"Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo".
Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el rey lo llamó y le dijo:
"Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?"
Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Suplicamos su oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin sus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que lea. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdenos en sus intenciones y misas!

Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm

Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs

Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/?media=200354

Película completa (1 hora): http://www.gloria.tv/?media=417295

Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!

Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. Idolatramos aquello que preferimos a Él (descanso, comida, trabajo, compañía, flojera). Por eso, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15). "Te amo, pero quiero verte todos los días, y menos los de descanso". ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice eso a otro? ¿Le ama realmente? Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es necesaria la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, demorar en bautizar a los niños, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado, etc. Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.

 

Misal

 

24a. Dom Ord Ciclo A

Antífona de Entrada

A los que esperan en ti, Señor, concédeles tu paz y cumple así las palabras de tus profetas; escúchame, Señor, y atiende a las plegarias de tu pueblo.

 

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Míranos, Señor, con ojos de misericordia y haz que
experimentemos vivamente tu amor, para que podamos servirte con todas nuestras fuerzas.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Perdona la ofensa a tu prójimo, para obtener el perdón

Lectura del libro del Eclesiástico 27, 30; 28, 1-7

Cosas abominables son el rencor y la cólera; sin embargo, el pecador se aferra a ellas. El Señor se vengará del vengativo y llevará rigurosa cuenta de sus pecados.
Perdona la ofensa a tu prójimo, y así, cuando pidas perdón, se te perdonarán tus pecados. El que le guarda rencor a otro, ¿le puede acaso pedir la salud al Señor?
El que no tiene compasión de su semejante, ¿cómo pide perdón de sus pecados? Cuando el hombre que guarda rencor pide a Dios el perdón de sus pecados, ¿hallará quién interceda por él?
Piensa en tu fin y deja de odiar, piensa en la corrupción del sepulcro y guarda los mandamientos.
Ten presente los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo. Recuerda la alianza del Altísimo y pasa por alto las ofensas.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 102

El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice al Señor, alma mía; que todo mi ser bendiga su santo nombre. Bendice al señor alma mía, y no te olvides de sus beneficios.
El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor, perdona tus pecados y cura tus enfermedades; él rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor y ternura.
El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor no nos condena para siempre, ni nos guarda rencor perpetuo. No nos trata como merecen nuestras culpas, ni nos paga según nuestros pecados.
El Señor es compasivo y misericordioso.

Como desde la tierra hasta el cielo, así es grande su misericordia; como un padre es compasivo con sus hijos, así es compasivo el Señor con quien lo ama.
El Señor es compasivo y misericordioso.

Segunda Lectura

En la vida y en la muerte somos del Señor

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 14, 7-9

Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; si morimos, para el Señor morimos. Por lo tanto, ya sea que estemos vivos o que hayamos muerto, somos del Señor. Para esto murió y resucitó Cristo, para ser Señor de vivos y muertos.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado.
Aleluya.

Evangelio

No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete

† Lectura del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35

Gloria a ti, Señor.

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó:
"Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?"
Jesús le contestó:
"No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete".
Y les propuso esta parábola:
"El Reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus empleados. Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que le debía mucho dinero. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo:
"Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo".
El rey tuvo lástima de aquel empleado, lo soltó y hasta le perdonó la deuda. Pero, al salir, aquel servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba mientras le decía:
"Págame lo que me debes".
El compañero se le arrodilló y le rogaba:
"Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo".
Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el rey lo llamó y le dijo:
"Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?"
Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Celebrante:
Imploremos, hermanos y hermanas, la misericordia de Dios y pidámosle que escuche las oraciones de los que hemos puesto nuestra confianza en él:
A cada petición respondemos: Te rogamos, Señor, óyenos.

Pidamos al Señor, para los obispos, los presbíteros y los diáconos una vida santa, tal como corresponde a su ministerio, y el premio abundante de su trabajo, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Pidamos al Señor, para los que gobiernan las naciones y tienen bajo su poder el destino de los pueblos, el don de la prudencia y el espíritu de justicia, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Pidamos al Señor, para los enfermos e impedidos, la fortaleza necesaria a fin de que no se desanimen ante las dificultades y vivan alegres en la esperanza de los bienes eternos, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Pidamos al Señor, para nosotros mismos, para nuestros familiares, amigos y bienhechores, que nos conserve y aumente los bienes que con tanta generosidad nos ha concedido, roguemos al Señor.
Te rogamos, Señor, óyenos.

Celebrante:
Señor, Dios compasivo y misericordioso, que siempre perdonas a los que perdonan a sus hermanos; escucha nuestras oraciones y crea en nosotros un corazón nuevo, que, como reflejo del de Cristo, olvide las ofensas recibidas y recuerde a los demás hasta qué punto tú nos amas.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Oración sobre las Ofrendas

Acepta, Señor, con bondad, los dones y plegarias de tu pueblo y haz que lo que cada uno ofrece en tu honor, ayude a la salvación de todos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

Prendas de la Pascua eterna

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
En ti vivimos, nos movemos y existimos; y, todavía peregrinos en este mundo, no sólo
experimentamos las pruebas cotidianas de tu amor, sino que poseemos ya en prenda la vida futura, pues esperamos gozar de la Pascua eterna, porque tenemos las primicias del Espíritu por el que resucitaste a Jesús de entre los muertos.
Por eso, Señor,
te damos gracias y proclamamos tu grandeza cantando con los ángeles:

Antífona de la Comunión

Señor Dios, qué valioso es tu amor. Por eso los humanos se acogen a la sombra de tus alas.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Que la gracia de esta comunión nos transforme, Señor, tan plenamente que no sea ya nuestro egoísmo, sino tu amor, el que impulse, de ahora en adelante, nuestra vida.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén


Día 14/09 Exaltación de la Santa Cruz en Europa

Antífona de Entrada

Nosotros hemos de gloriarnos en la cruz de nuestro Señor Jesucristo: en él está nuestra salvación, vida y resurrección; él nos ha salvado y liberado.

 

Se dice "Gloria".

Oración Colecta

Oremos:
Señor, Dios nuestro, que has querido realizar la salvación de todos los humanos por medio de tu Hijo, muerto en la cruz; concédenos, te rogamos, a quienes hemos conocido en la tierra este misterio, alcanzar en el cielo los premios de la redención.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.

 

Primera Lectura

Si alguno era mordido y miraba la serpiente de bronce quedaba curado

Lectura del libro de los Números 21, 4-9

En aquellos días, el pueblo se impacientó y murmuró contra Dios y contra Moisés diciendo:
"¿Por qué nos sacaste de Egipto para morir en el desierto? No tenemos pan ni agua y ya estamos hastiados de ese pan sin consistencia".
Entonces Dios envió contra el pueblo serpientes venenosas que los mordían, y murieron muchos israelitas. Entonces el pueblo acudió a Moisés diciendo:
"Hemos pecado murmurando contra el Señor y contra ti; ruega al Señor para que aparte de nosotros las serpientes".
Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió:
"Haz una serpiente de bronce y colócala en un estandarte: los mordidos por serpiente quedarán curados al mirarla".
Moisés hizo una serpiente de bronce y la levantó en un asta; cuando uno era mordido, miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.
Palabra de Dios.
Te alabamos Señor.

Salmo Responsorial

Del salmo 67

No olvidemos las hazañas del Señor.

Escucha, pueblo mío, mi enseñanza, presten oídos a las parábolas de mi boca. Abriré mi boca y les hablaré en parábolas; anunciaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo.
No olvidemos las hazañas del Señor.

Cuando Dios los hacia morir, lo buscaban y madrugaban para volverse hacía él. Se acordaban de que Dios era su auxilio; el Dios altísimo su redentor.
No olvidemos las hazañas del Señor.

Lo adulaban con su boca, le mentían con la lengua; su corazón no era sincero con él ni eran fieles a su alianza.
No olvidemos las hazañas del Señor.

Pero el sentía lástima de ellos, les perdonaba su culpa y nos los destruía. Muchas veces dominó su ira y apago el furor de su cólera.
No olvidemos las hazañas del Señor.

Segunda Lectura

Cristo se humilló a sí mismo, por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11

Cristo Jesús, siendo Dios, no consideró que debía aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el contrario, se anonadó a sí mismo tomando la condición de siervo, y se hizo semejante a los hombres.
Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por obediencia acepto incluso la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, el nombre de Jesús, todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

Aclamación antes del Evangelio

Aleluya, aleluya.
Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, porque con tu santa cruz redimiste al mundo.
Aleluya.

Evangelio

El hijo del hombre tiene que ser levantado

Lectura del santo Evangelio según san Juan 3, 13-17

En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo:

"Nadie ha subido al cielo, a no ser el que vino de allí, es decir, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés levantó la serpiente de bronce en el desierto, el Hijo del hombre tiene que ser levantado en alto, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo por medio de él".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

 

Se dice "Credo".

Oración de los Fieles

Celebrante:
Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre: él es nuestro único Mediador y Sacerdote, al ofrecer una vez y para siempre su sacrificio en la cruz; para que, ya resucitado, interceda ante el Padre por la Iglesia en la tierra:
A cada petición respondemos: Escúchanos, Padre.

Para que, por el poder de la cruz de Cristo, el Padre conceda a su Iglesia la firmeza en la fe, el valor en la esperanza y la entrega en el amor, oremos al Señor.
Escúchanos, Padre.

Para que, por la eficacia salvífica de la cruz de Cristo, el Señor conceda la paz y la reconciliación entre todos los seres humanos de buena voluntad. Oremos al Señor.
Escúchanos, Padre.

Para que, por la cruz salvadora, el Padre sostenga a los enfermos, dé fortaleza y aliento a los oprimidos y conforte a cuantos comparten la pasión de Cristo. Oremos al Señor.
Escúchanos, Padre.

Para que, por la cruz redentora, el Señor robustezca a cuantos predican el Evangelio en tierras lejanas y en los grupos más alejados de la Iglesia. Oremos al Señor.
Escúchanos, Padre.

Para que, por la fuerza de la cruz del Señor, el Padre otorgue a cuantos con ella hemos sido marcados el Espíritu de fortaleza y de paciencia, de paz y de amor. Oremos al Señor.
Escúchanos, Padre.

Celebrante:
Dios y Padre nuestro, que levantaste sobre todo a tu Hijo, obediente hasta la muerte, y muerte de cruz; escucha la oración de cuantos creemos en él y queremos seguir su camino de entrega, de sacrificio por amor a ti y a nuestros hermanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Oración sobre las Ofrendas

Señor, que nos limpie de toda culpa este sacrificio, el mismo que, ofrecido en el altar de la cruz, quitó el pecado del mundo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

 

Prefacio

La gloriosa victoria de la Cruz

nuestro Dios.
Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque has puesto la salvación del género humano en el árbol de la Cruz, para que, donde tuvo origen la muerte, de allí resurgiera la vida, y el que venció en un árbol, fuera en un árbol vencido, por Cristo, Señor nuestro.
Por él,
los ángeles y arcángeles y todos los coros celestiales celebran tu gloria, unidos en común alegría.
Permítenos asociarnos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:

Antífona de la Comunión

Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia m, dice el Señor.

 

Oración después de la Comunión

Oremos:
Fortalecidos con esta Eucaristía, te pedimos, Señor Jesucristo, que lleves a la gloria de la resurrección a los que has redimido en el madero salvador de la Cruz. Tú que vives y reinas, por los siglos de los siglos.
Amén.


Meditación diaria

Vigésimo cuarto Domingo
ciclo a

EL PERDÓN ILIMITADO

— Perdonar siempre con prontitud y de corazón,

— Si aprendemos a querer a todos y a disculpar, ni siquiera tendremos que perdonar, porque no nos sentiremos ofendidos.

— El Sacramento del perdón nos mueve a ser misericordiosos con los demás.

I. Dios concede su perdón a quien perdona. La indulgencia que empleemos con los demás es la que tendrán con nosotros. Esta es la medida. Y este, el sentido de los textos de la Misa de hoy. La Primera lectura1 nos dice: Del vengativo se vengará el Señor y llevará estrecha cuenta de sus culpas. Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. ¿Cómo puede un hombre guardar rencor y pedir la salud al Señor?

El Señor perfecciona esta ley extendiéndola a todo hombre y a cualquier ofensa, porque con su Muerte en la Cruz nos ha hecho a todos los hombres hermanos y ha saldado el pecado de todos. Por eso, cuando Pedro –convencido de que proponía algo desproporcionado– le pregunta a Jesús si debe perdonar hasta siete veces a su hermano que le ofende, el Señor le responde: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete2, es decir, siempre. La caridad de Cristo no es setenta veces superior al comportamiento más esmerado de los mejores cumplidores de la Ley, sino que es de otra naturaleza, infinitamente más alta. Es otro su origen y su fin. Nos enseña Jesús que el mal, los resentimientos, el rencor, el deseo de venganza, han de ser vencidos por esa caridad ilimitada que se manifiesta en el perdón incansable de las ofensas. Él nos alentó a pedir en el Padrenuestro de esta manera: Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Por eso, como recuerda hoy la Liturgia de las Horas3, cuando rezamos el Padrenuestro hemos de estar unidos entre nosotros y con Jesucristo, y dispuestos a perdonarnos siempre unos a otros. Solo así atraeremos sobre nosotros la misericordia infinita de Dios.

Para perdonar de corazón, con total olvido de la injuria recibida, hace falta en ocasiones una gran fe que alimente la caridad. Por eso las almas que han estado muy cerca de Cristo ni siquiera han tenido necesidad de perdonar porque, por grandes que hayan sido las injurias, las calumnias..., no se sintieron personalmente ofendidas, pues sabían que el único mal es el mal moral, el pecado; los demás agravios no llegaban a herirles.

Examinemos hoy si guardamos en el corazón algún agravio, algo de rencor por una injuria real o imaginada. Pensemos si nuestro perdón es rápido, sincero, de corazón, y si pedimos al Señor por aquellas personas que, quizá sin darse cuenta, nos hicieron algún daño o nos ofendieron. "Cincuenta mil enojos que te hagan, tantos has de perdonar (...). Más adelante ha de ir tu paciencia que su malicia; antes se ha de cansar el otro de hacerte mal que tú de sufrirlo"4.

II. A veces son cosas pequeñas las que nos pueden herir: un favor que no nos agradecen, una recompensa que esperábamos y nos es negada, una palabra que nos llega en un momento malo o de cansancio... Otras, pueden ser más graves: calumnias sobre lo que más queremos en este mundo, interpretaciones torcidas de aquello que hemos procurado hacer con rectitud de intención... Sea lo que fuere, para perdonar con rapidez, sin que nada quede en el alma, necesitamos desprendimiento y un corazón grande orientado hacia Dios. Esa grandeza de alma nos llevará a pedir por las personas que, de una forma u otra, nos ocasionaron algún perjuicio. "¿No suelen ser amados más tiernamente los enfermos que los sanos?", se pregunta un clásico castellano. Y a continuación aconseja: "Sé médico de tus enemigos y los bienes que les hagas serán brasas que pongas sobre sus cabezas y les enciendan en el amor (Col 3, 13). Piensa en los medios de perfección que te suministra el que te persigue... Más aprovechó Herodes a los niños (Mt 2, 16) con su odio que el amor de sus propios padres, pues los hizo mártires"5. La actitud del perdón cristiano y, cuando sea necesario, la defensa justa y serena de los propios derechos o los de aquellos que nos están encomendados, servirán para acercar a Dios a quienes hayan podido cometer injusticias. Así lo hicieron los primeros cristianos cuando hubieron de soportar calumnias y persecuciones. "Permitidles –aconsejaba San Ignacio de Antioquía a los primeros fieles, mientras él se encaminaba al martirio– que, al menos por vuestras obras, reciban instrucción de vosotros. A sus arrebatos de ira responded con vuestra mansedumbre. Oponed a sus blasfemias vuestras oraciones; a su extravío, vuestra firmeza en la fe; a su fiereza, vuestra dulzura, y no pongáis empeño alguno en comportaros como ellos. Mostrémonos hermanos suyos por nuestra amabilidad; en cuanto a imitar, solo hemos de esforzarnos en imitar al Señor"6. Él está dispuesto a perdonarlo todo de todos. San Pablo, siguiendo al Maestro, exhortaba así a los cristianos de Tesalónica: Estad atentos para que nadie devuelva mal por mal, al contrario, procurad siempre el bien Mutuo7. Y a los de Colosas les apremiaba: Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga queja contra otro; como el Señor os ha perdonado, hacedlo también vosotros8. Si aprendemos a disculpar ni siquiera tendremos que perdonar, porque no nos sentiremos ofendidos. Mal viviríamos nuestro camino de discípulos de Cristo si al menor roce –en el hogar, en la oficina, en el tráfico...– se enfriase nuestra caridad y nos sintiéramos ofendidos y separados. A veces –en materias más graves, donde se hace más difícil la disculpa– haremos nuestra la oración de Jesús: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen9. Otras veces bastará con sonreír, devolver el saludo, tener un detalle amable para restablecer la amistad o la paz perdida. Las pequeñeces diarias no pueden ser motivo para que –casi siempre por soberbia, por susceptibilidad– perdamos la alegría, que debe ser algo habitual y profundo en nuestra vida.

III. El Señor, después de responder a Pedro sobre la capacidad ilimitada de perdón que hemos de tener, expuso la parábola de los dos deudores para enseñarnos el fundamento de esta manifestación de la caridad. Debemos perdonar siempre y todo, porque es mucho –sin medida– lo que Dios nos perdona, ante lo cual lo que debemos tolerar a los demás apenas tiene importancia: cien denarios (un talento equivalía a unos seis mil denarios). De ahí que solo sepan perdonar las almas humildes, conscientes de lo mucho que se les ha remitido. "Del mismo modo que el Señor está siempre dispuesto a perdonarnos, también nosotros debemos estar prontamente dispuestos a perdonarnos mutuamente. Y ¡qué grande es la necesidad de perdón y reconciliación en nuestro mundo de hoy, en nuestras comunidades y familias, en nuestro mismo corazón! Por esto el sacramento específico de la Iglesia para perdonar, el sacramento de la penitencia, es un don sumamente preciado.

"En el sacramento de la penitencia, el Señor nos concede su perdón de modo muy personal. Por medio del ministerio del sacerdote, vamos a nuestro Salvador con el peso de nuestros pecados. Manifestamos nuestro dolor y pedimos perdón al Señor. Entonces, a través del sacerdote, oímos a Cristo que nos dice: Tus pecados quedan perdonados (Mc 2, 5): Anda y en adelante no peques más (Jn 8, 11). ¿No podemos oír también que nos dice al llenarnos de su gracia salvífica: "Derrama sobre los otros setenta veces siete este mismo perdón y misericordia"?"10. ¡Qué gran escuela de amor y de generosidad es la Confesión! ¡Cómo agranda el corazón para comprender los defectos y errores de los demás! Del confesonario debemos salir con capacidad de querer, con más capacidad de perdonar11. La tarea de la Iglesia y de cada cristiano en todos los tiempos, aunque ahora en nuestros días parece más urgente, es "profesar y proclamar la misericordia en toda su verdad"12, derramar sobre todos los que cada día encontramos en los diversos caminos la misericordia ilimitada que hemos recibido de Cristo.

Pidamos a Nuestra Señora un corazón grande, como el suyo, para no detenernos demasiado en aquello que nos puede herir, y para aumentar nuestro espíritu de desagravio y de reparación por las ofensas al Corazón misericordioso de Jesús.

1 Eclo 27, 33; 28, 1-9. — 2 Cfr. Evangelio de la Misa. Mt 18, 21-35. — 3 Liturgia de las Horas, Preces de las II Vísperas. — 4 San Juan de Ávila, Sermón 25, para el Domingo XXV después de Pentecostés, en Obras Completas, BAC, Madrid 1970, vol. II, p. 352. — 5 F. de Osuna, Ley del amor santo, 40-43, en Místicos franciscanos, BAC, vol. I, pp. 580-610. — 6 San Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios, X, 1-3. — 7 1 Tes 5, 15. — 8 Col 3, 13. — 9 Lc 23, 34. — 10 Juan Pablo II, Ángelus 16-IX-1984. — 11 Cfr. F. Sopeña, La Confesión, Rialp, Madrid 1957, p. 132. — 12 Juan Pablo II. Enc. Dives in misericordia, 30-XI-1980, 13.

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14 de septiembre

EXALTACIóN DE LA SANTA CRUZ*

Fiesta

— Origen de la fiesta.

— El Señor bendice con la Cruz a quienes más ama.

— Los frutos de la Cruz.

I. Por la Pasión de Nuestro Señor, la Cruz no es un patíbulo de ignominia, sino un trono de gloria. Resplandece la Santa Cruz, por la que el mundo recobra la salvación. ¡Oh Cruz que vences! ¡Cruz que reinas! ¡Cruz que limpias de todo pecado! Aleluia1.

La fiesta que hoy celebramos tiene su origen en Jerusalén en los primeros siglos del Cristianismo. Según un antiguo testimonio2, se comenzó a festejar en el aniversario del día en el que se encontró la Cruz de Nuestro Señor. Su celebración se extendió con gran rapidez por Oriente y poco más tarde a la Cristiandad entera. En Roma tuvo gran solemnidad la procesión que, antes de la Misa, para venerar la Cruz3, se dirigía desde Santa María la Mayor a San Juan de Letrán.

A principios del siglo VII los persas saquearon Jerusalén, destruyeron muchas basílicas y se apoderaron de las sagradas reliquias de la Santa Cruz, que serían recuperadas pocos años más tarde por el emperador Heraclio. Cuenta una piadosa tradición que cuando el emperador, vestido con las insignias de la realeza, quiso llevar personalmente el Santo Madero hasta su primitivo lugar en el Calvario, su peso se fue haciendo más y más insoportable. Zacarías, Obispo de Jerusalén, le hizo ver que para llevar a cuestas la Santa Cruz debería despojarse de las insignias imperiales e imitar la pobreza y la humildad de Cristo, que se había abrazado a ella desprendido de todo. Heraclio vistió entonces unas humildes ropas de peregrino y, descalzo, pudo llevar la Santa Cruz hasta la cima del Gólgota4.

Es posible que desde niños aprendiéramos a hacer el signo de la Cruz en la frente, en los labios y en el corazón, en señal externa de nuestra profesión de fe. En la Liturgia, la Iglesia utiliza el signo de la Cruz en los altares, en el culto, en los edificios sagrados. Es el árbol de riquísimos frutos, arma poderosa, que aleja todos los males y espanta a los enemigos de nuestra salvación: Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos, Señor, pedimos todos los días al signarnos. La Cruz enseña un Padre de la Iglesia "es el escudo y el trofeo contra el demonio. Es el sello para que no nos alcance el ángel exterminador, como dice la Escritura (cfr. Ex 9, 12). Es el instrumento para levantar a los que yacen, el apoyo de los que se mantienen en pie, el bastón de los débiles, la guía de quienes se extravían, la meta de los que avanzan, la salud del alma y del cuerpo, la que ahuyenta todos los males, la que acoge todos los bienes, la muerte del pecado, la planta de la resurrección, el árbol de la vida eterna"5. El Señor ha puesto la salvación del género humano en el árbol de la Cruz, para que donde tuvo origen la muerte, de allí resurgiera la Vida, y el que venció en un árbol, fuera en un árbol vencido6.

La Cruz se presenta en nuestra vida de muy diferentes maneras: enfermedad, pobreza, cansancio, dolor, desprecio, soledad... Hoy podemos examinar en nuestra oración nuestra disposición habitual ante esa Cruz que se muestra a veces difícil y dura, pero que, si la llevamos con amor, se convierte en fuente de purificación y de Vida, y también de alegría. ¿Nos quejamos con frecuencia ante las contrariedades? ¿Damos gracias a Dios también por el fracaso, el dolor y la contradicción? ¿Nos acercan a Dios estas realidades, o nos separan de Él?

II. La Primera lectura de la Misa7 nos narra cómo el Señor castigó al Pueblo elegido por murmurar contra Moisés y contra Yahvé, al experimentar las dificultades del desierto, enviándole serpientes que causaron estragos entre los israelitas. Cuando se arrepintieron, el Señor dijo a Moisés: Haz una serpiente de bronce y ponla por señal; el herido que la mirare, vivirá. Hizo, pues, Moisés una serpiente de bronce y la puso por señal, y los heridos que la miraban eran sanados. La serpiente de bronce era signo de Cristo en la Cruz, en quien obtienen la salvación los que lo miran. Así lo expresa Jesús en su conversación con Nicodemo, recogida en el Evangelio: Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna en él8. Desde entonces, el camino de la santidad pasa por la Cruz, y cobra sentido algo tan falto de él como es la enfermedad, el dolor, la pobreza, el fracaso..., la mortificación voluntaria. Es más, Dios bendice con la Cruz cuando quiere otorgar grandes bienes a un hijo suyo, al que trata entonces con particular predilección.

Muchas gentes huyen de la Cruz de Cristo como en desbandada, y se alejan de la alegría verdadera, de la eficacia sobrenatural que llena el corazón, de la misma santidad; huyen de Cristo. Llevémosla nosotros sin rebeldía, sin quejas, con amor. "¿Estás sufriendo una gran tribulación? -¿Tienes contradicciones? Di, muy despacio, como paladeándola, esta oración recia y viril:

""Hágase, cúmplase, sea alabada y eternamente ensalzada la justísima y amabilísima Voluntad de Dios, sobre todas las cosas. Amén. Amén".

"Yo te aseguro que alcanzarás la paz"9.

III. Cruz fiel, tú eres el árbol más noble de todos; ningún otro se te puede comparar en hojas, en flor, en fruto10.

El amor a la Cruz produce abundantes frutos en el alma. En primer lugar, nos lleva a descubrir enseguida a Jesús, que nos sale al encuentro y toma lo más pesado de la contradicción y lo carga sobre sus hombros. Nuestro dolor, asociado al del Maestro, deja de ser el mal que entristece y arruina, y se convierte en medio de unión con Dios. "Si sufres, sumerge tu dolor en el suyo: di tu Misa. Pero si el mundo no comprende estas cosas, no te turbes; basta con que te comprendan Jesús, María, los santos. Vive con ellos y deja que corra tu sangre en beneficio de la humanidad: ¡como Él!"11.

La Cruz de cada día es una gran oportunidad de purificación, de desprendimiento y de aumento de gloria12. San Pablo enseñaba con frecuencia a los cristianos que las tribulaciones son siempre breves y llevaderas, y el premio de esos sufrimientos llevados por Cristo es inmenso y eterno. Por eso el Apóstol se gozaba en sus tribulaciones, se gloriaba de ellas y se consideraba dichoso de poder unirlas a las de Cristo Jesús y completar así su Pasión para bien de la Iglesia y de las almas13. El único dolor verdadero es alejarnos de Cristo. Los demás padecimientos son pasajeros y se tornan gozo y paz: "¿No es verdad que en cuanto dejas de tener miedo a la Cruz, a eso que la gente llama cruz, cuando pones tu voluntad en aceptar la Voluntad divina, eres feliz, y se pasan todas las preocupaciones, los sufrimientos físicos o morales?

"Es verdaderamente suave y amable la Cruz de Jesús. Ahí no cuentan las penas; solo la alegría de saberse corredentores con Él"14.

El trato y la amistad con el Maestro nos enseñan, por otra parte, a ver y a llevar con una disposición joven, decidida, alejada de la tristeza y de la queja, las dificultades que se presentan. Las veremos, igual que han hecho los santos, como un estímulo, un obstáculo que es preciso saltar en esta carrera que es la vida. Este espíritu alegre y optimista, incluso en los momentos difíciles, no es fruto del temperamento ni de la edad: nace de una profunda vida interior, de la conciencia siempre presente de nuestra filiación divina. Esta disposición serena, optimista, creará en toda circunstancia un buen ambiente a nuestro alrededor en la familia, en el trabajo, con los amigos... y será un gran medio para acercar a otros al Señor.

Terminamos nuestra oración junto a Nuestra Señora. ""Cor Mariae perdolentis, miserere nobis!" invoca al Corazón de Santa María, con ánimo y decisión de unirte a su dolor, en reparación por tus pecados y por los de los hombres de todos los tiempos.

"Y pídele para cada alma que ese dolor suyo aumente en nosotros la aversión al pecado, y que sepamos amar, como expiación, las contrariedades físicas o morales de cada jornada"15.

1 Liturgia de las Horas, Antífona de Laudes. — 2 Cfr. Egeria, Itinerario, ed. preparada por A. Arce, BAC, Madrid 1980, pp. 318-319. — 3 Cfr. A. G. Martimort, La Iglesia en oración, Herder, 3.ª ed., Barcelona 1987, pp. 989-990. — 4 Cfr. P. Croisset, Año cristiano, Madrid 1846, vol. 7, pp. 120-121. — 5 San Juan Damasceno, De fide ortodoxa, IV, 11. — 6 Prefacio de la Misa. — 7 Num 21, 4-9. — 8 Jn 3, 14-15. — 9 San Josemaría Escrivá, Camino n. 691. — 10 Himno Crux fidelis. — 11 Ch. Lubich, Meditaciones, Ciudad Nueva, Madrid 1989, p. 32. — 12 Cfr. A. Tanquerey, La divinación del sufrimiento, Rialp, Madrid 1955, p. 18. — 13 Cfr. Rom 7, 18; Gal 2, 19-20; 6, 14; etc. — 14 San Josemaría Escrivá, Vía Crucis, Rialp, 2.ª ed., Madrid 1981, II. — 15 ídem, Surco, n. 258.

* La devoción y el culto a la Santa Cruz, donde Cristo dio su vida por nosotros, se remonta a los mismos comienzos del Cristianismo. En la Liturgia se tiene constancia desde el siglo iv. La Iglesia conmemora hoy el rescate de la Cruz del Señor por obra del emperador Heraclio en su victoria sobre los persas. En los textos de la Misa y de la Liturgia de las Horas la Iglesia canta con entusiasmo a la Santa Cruz, pues fue el instrumento de nuestra salvación; si el árbol a cuya sombra pecaron de desobediencia nuestros primeros padres fue causa de perdición, el Árbol de la Cruz es el origen de nuestra salvación eterna.

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Santoral               (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)

 

La Exaltación de 
la Santa Cruz



14 de Septiembre

La fiesta del Triunfo de la Santa Cruz se hace en recuerdo de la recuperación de la Santa Cruz obtenida en el año 614 por el emperador Heraclio, quien la logró rescatar de los Persas que se la habían robado de Jerusalén.

Al llegar de nuevo la Santa Cruz a Jerusalén, el emperador dispuso acompañarla en solemne procesión, pero vestido con todos los lujosos ornamentos reales, y de pronto se dió cuenta de que no era capaz de avanzar. Entonces el Arzobispo de Jerusalén, Zacarías, le dijo: "Es que todo ese lujo de vestidos que lleva, están en desacuerdo con el aspecto humilde y doloroso de Cristo, cuando iba cargando la cruz por estas calles".

Entonces el emperador se despojó de su manto de lujo y de su corona de oro, y descalzo, empezó a recorrer así las calles y pudo seguir en la piadosa procesión.

La Santa Cruz (para evitar nuevos robos) fue partida en varios pedazos. Uno fue llevado a Roma, otro a Constantinopla, un tercero se dejó en un hermoso cofre de plata en Jerusalén. Otro se partió en pequeñísimas astillas para repartirlas en diversas iglesias del mundo entero, que se llamaron "Veracruz"(verdadera cruz).

Nosotros recordamos con mucho cariño y veneración la Santa Cruz porque en ella murió nuestro Redentor Jesucristo, y con las cinco heridas que allí padeció pagó Cristo nuestras inmensas deudas con Dios y nos consiguió la salvación.

A San Antonio Abad (año 300, fiesta el 17 de enero) le sucedió que el demonio lo atacaba con terribilísimas tentaciones y cuentan que un día, angustiado por tantos ataques, se le ocurrió hacerse la señal de la Cruz, y el demonio se alejó. En adelante cada vez que le llegaban los ataques diabólicos, el santo hacía la señal de la cruz y el enemigo huía. Y dicen que entonces empezó la costumbre de hacer la señal de la cruz para librarse de males.

De una gran santa se narra que empezaron a llegarle espantosas tentaciones de tristeza. Por todo se disgustaba. Consultó con su director espiritual y este le dijo: "Si Usted no está enferma del cuerpo, ésta tristeza es una tentación del demonio". Le recomendó la frase del libro del Eclesiástico en la S. Biblia: "La tristeza no produce ningún fruto bueno". Y le aconsejó: "Cada vez que le llegue la tristeza, haga muy devotamente la señal de la cruz". La santa empezó a notar que con la señal de la cruz se le alejaba el espíritu de tristeza.

Cuando Nuestra Señora se le apareció por primera vez a Santa Bernardita en Lourdes (Año 1859), la niña al ver a la Virgen quiso hacerse la señal de la cruz. Pero cuando llegó con los dedos frente a la cara, se le quedó paralizada la mano. La Virgen entonces hizo Ella la señal de la cruz muy despacio desde la frente hasta el pecho, y desde el hombro izquierdo hasta el derecho. Y tan pronto como la Madre de Dios terminó de hacerse la señal de la cruz, a la niña se le soltó la mano y ya pudo hacerla ella también. Y con esto entendió que Nuestra Señora le había querido dar una lección: que es necesario santiguarnos más despacio y con más devoción.

Mire a la gente cuando pasa por frente a una iglesia. ¿Cómo le parece esa cruz que se hacen? ¿No es cierto que más parece un garabato que una señal de la Cruz? ¿Cómo la haremos de hoy en adelante?

Como recuerdo de esta fecha de la exaltación de la Santa Cruz, quiero hacer con más devoción y más despacio mi señal de la Cruz.

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Fuente: Carmelnet.org
Alberto de Jerusalén, Santo Obispo, 14 de septiembre  

Alberto de Jerusalén, Santo

Obispo

Martirologio Romano: En Tolemaida (San Juan de Acre), cerca de la actual Haifa, en Palestina, san Alberto (de Castro Gualteri), obispo, que, trasladado de la Iglesia de Vercelli a la de Jerusalén, dio una Regla a los eremitas del monte Carmelo y, mientras celebraba la fiesta de la Santa Cruz, fue asesinado por la espada de un malvado, a quien había reprendido (1215).

Etimología: Alberto = Aquel de nobleza brillante. Viene de la lengua alemana.

No es carmelita en sentido estricto, pero la Orden del Carmen lo celebra con toda propiedad como a hijo querido por haber sido su Legislador.

Nació en Castel Gualtien, diócesis de Reggio Emilia (Italia), a mediados del siglo XII de la familia Avogadro o de los condes Sabbioneta.

En 1180 fue elegido Prior de los Canónigos Regulares de Santa Cruz de Mortara (Pavía). En 1184 es elegido obispo de Bobbio y al año siguiente de Vercelli, diócesis que gobernó por espacio de veinte años.

Durante este tiempo desempeñó, con gran acierto, delicadas misiones nacionales e internacionales, encargado por papas y emperadores. Todos acudían a él, sabedores de su prudencia, firmeza e independencia.

Fue lo que suele llamarse "experto árbitro" de los más intrincados litigios que tenían relación con la Iglesia.

Dadas sus cualidades y mirando el bien de la Iglesia universal, el papa Inocencio III lo nombró Patriarca de Jerusalén , aunque le dolió perder este sujeto, del que dijo en 17.2.1205:"... aunque nos eres muy necesario en la región de Lombardía, pues confiamos plenamente en ti para que nos representes incluso en los más dificiles asuntos"...

El 16.6.1205 anunciaba este mismo papa a los prelados de Tierra Santa que les enviaba a Alberto, "varón probado, discreto y prudente como legado suyo para la provincia eclesiástica de Jerusalén".

Llegó a Palestina a principios de 1206 y fijó su residencia en Accón (San Juan de Acre) porque Jerusalén estaba ocupada por los sarracenos.

Sus extraordinarias cualidades de experto mediador también las ejercitó con fruto durante los nueve años que duró su patriarcado.

Para nosotros - los carmelitas - su obra más benemérita fue la entrega de la Regla o Norma de vida que lleva su nombre y que aún hoy observa el Carmelo en todas sus múltiples Ramas.

El 14.9.1214, en Accón, mientras participaba San Alberto en una procesión, fue asesinado a puñaladas por el Maestro del Hospital del Espíritu Santo, al cual había reprendido y depuesto de su cargo a causa de su mala vida.

Su recuerdo, que comenzó a celebrarse en la Orden en 1504, celebramos ahora el 17 de septiembre con la categoría de fiesta.

Su espiritualidad

Por los años 1206-1209, a petición de los eremitas que moraban en el Monte Carmelo, entregó al "hermano e (rocardo) y compañeros" una Norma de vida o Regla, que llamamos "Regla de San Alberto".

Alberto codificó en breves trazos, ricos en citas bíblicas, la tradición monástica del Carmelo. Son normas concretas y prescripciones disciplinares. insiste, sobre todo, en la meditación de la Palabra de Dios para mejor servir a Jesucristo, en la oración, silencio,´ mortificación y trabajo.

La entregó en un solo cuerpo, pero hoy la tenemos dividida en un prólogo, dieciocho capitulillos y un epílogo.

Cantidad enorme de autores de dentro y fuera de la Orden han comentado durante estos más de siete siglos que cuenta de vida, este maravilloso documento legistavio-espiritual.

Muchos hombres y mujeres se santificaron observando esta Regla, que fue aprobada y transforada por varios Pontífices.

El himno del Oficio de Lecturas de su fiesta sintetiza su espiritualidad:

Alberto, sol refulgente, / pastor y legislador, / tus hijos hoy te celebran, / escucha su invocación./ De la paz y la concordia, Imensajero sembrador,/ eres faro que nos das / en fe y costumbres fulgor. / Patrias fronteras rebosa / de tu virtud el olor; / y llena Jerusalén / tu dignidad y tu honor./ Resplandeciendo en la Iglesia/santo y prudente rector, len santa Regla al Carmelo / guias por sendas de amor. / Haz que en nosotros aumenten / caridad, gracia, oración; / y contigo a Dios rindamos / sempiterna adoración.
Amén.

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Fuente: Archidiócesis de Madrid
Pedro de Tarantasia, Santo Obispo 14 de septiembre  

Pedro de Tarantasia, Santo

Obispo de Tarantasia

Martirologio Romano: En el monasterio de Bellevaux, en la región de Besançon, en Francia, tránsito de san Pedro, obispo, que, siendo abad cisterciense, fue promovido a la sede de Tarantasia, rigiéndola con fervorosa diligencia y esforzado fomento de la concordia entre los pueblos (1174).

Etimológicamente: Pedro = Aquel que es firme como la piedra, es de origen latino.

Fecha de canonización: Su canonización la realizó en 1191 el Papa Clemente III

 

Nació en Saboya, en el Bourg de Saint Maurice, cerca de Vienne. Fue hijo de labradores y también debería ser labrador en el futuro, ya que el primogénito Lamberto se dedicaría a los estudios, pero su inteligencia desde pequeño hizo que también ocupara los duros bancos del cultivo intelectual y se enfrentara con los pergaminos para leer latín y griego, adquirir las nociones de filosofía y familiarizarse con los escritos de los Padres antiguos, la Sagrada Escritura y los cánones de la Iglesia.

A los veinte años comunica a su padre los deseos de entrar en la vida contemplativa y dedicarse a las cosas de Dios en el silencio del recién fundado monasterio cisterciense de Boneval.

La primera generosidad del padre se ve premiada con la vocación de todos los miembros de la familia a la vida contemplativa; los varones se van incorporando sucesivamente al mismo monasterio, incluido el padre, y las hembras van pasando a ocupar el recoleto recinto del convento de religiosas, sin que falte la madre.

Proliferan las vocaciones; no hay sitio en el convento; nacen nuevos monasterios. El abad de Boneval establece una nueva casa en la ladera de los Alpes, donde confluyen los pasos y caminos, que recibe el nombre simbólico de Estamedio y allí va nombrado como abad Pedro. Pronto corren las voces que hablan de las virtudes del joven abad por el ducado de Saboya y por el contiguo Delfinado.

Al morir el obispo de Tarantasia (Tarentaise o Tarantaise) en la provincia saboyana en cuyo territorio está afincado el monasterio-hospital de Estamedio, el clamor popular clama porque ocupe la sede el abad; parece que el papa aprueba y nombra a Pedro que sigue resistiéndose a mudar la paz del claustro por los asuntos episcopales. Hace falta que el clero y el pueblo acudan al Capítulo General de la Orden del Císter para pedir a Bernardo que le mande aceptara

Así se ha convertido Pedro en obispo de la diócesis más abandonada del mundo que parece encerrar todos los males de la época: la dureza del régimen feudal, fermentos de herejía, hurtos, simonía, flaquezas, codicias y supersticiones. No queda otro remedio que ponerse a rezar, hacer penitencia y tener comprensión que es caridad; son necesarias energía y austeridad para servir de ejemplo a los orgullosos señores y hacerse respetar por los clérigos levantiscos, perezosos y aseglarados que han conseguido fabricar unos fieles indolentes. Piensa que el régimen conventual es la llave del secreto que va a propiciar un cambio a mejor; se levanta para maitines y ya no se vuelve a acostar; su dieta son legumbres cocidas y sin condimentar, aunque las puertas del palacio episcopal están abiertas para el indigente que llama; va y viene a pie de un sitio a otro por su diócesis buscando al pecador arrepentido, consolando al que está apesadumbrados y acompañando a los menesterosos; alguna vez da a un mendigo su propia ropa para mitigar su frío, porque no tiene otra cosa que dar. Deja tras de sí un reguero de paz, incluso monta dos refugios en los abruptos pasos alpinos y encomienda su custodia a los monjes de Estamedio para que sirvieran de abrigo a peregrinos y caminantes.

El fiel cumplimiento de su ministerio episcopal llevado con sacrificio continuado da el normal resultado con la gracia de Dios. El éxito en lo humano es tan grande que tiene miedo de dejarse prender en las redes de la soberbia y toma una decisión espectacular por lo infrecuente. De noche y a escondidas desaparece del palacio episcopal, pasa a Alemania y pide un sitio en una abadía de la Orden como un simple hermano converso, empezando a cargar con los oficios más sencillos y penosos de la casa. Sólo con el paso del tiempo se conoció la verdadera personalidad del famoso y misteriosamente desaparecido obispo de Tarantasia cuya historia llevaban los soldados, mercaderes y juglares por Europa, al ser descubierto por un joven tarantasiano que allí pidió albergue.

Cuando se reincorpora a la sede aún vacante de Tarantasia, interviene en la solución de las tensiones entre los monarcas de Francia e Inglaterra enfrentados por ambiciones personales y por el cisma provocado por el emperador Federico de Alemania a la muerte del papa Adriano IV, queriendo mantener al antipapa Víctor frente al legítimo papa, Alejandro III.

Murió en el 1174, cuando regresaba de una delicada misión encomendada por el papa, como legado suyo, en Francia, Saboya, Lorena e Italia. Enfermó gravemente en la aldea cercana al monasterio cisterciense de Bellvaux. Muy poco tiempo después, en el año 1191, el papa Celestino III lo canonizó.

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Materno Santo Obispo, 14 de septiembre  

Materno Santo

Obispo

Martirologio Romano: En Colonia Agripina, de Germania, san Materno, obispo, que convirtió a la fe de Cristo a gentes de Tongres, Colonia y Tréveris (post 314).

 

En la vida de este santo confluyen la leyenda con los datos históricos reales.

LA LEYENDA

Como es natural, muchas de las sedes más antiguas hicieron el intento de establecer su origen en tiempos de los Apóstoles o en el de los discípulos de los Apóstoles. Entre las que trataron de vincularse con San Pedro, están la de Colonia y la de Tréveris (la sede de Colonia tuvo a dos obispos con el nombre de Materno, uno en el siglo primero y el otro en el cuarto). La historia legendaria afirma que Materno era el hijo de la viuda de Naím resucitado por Jesucristo, y que, en el año 50, el propio San Pedro lo envió junto con San Eucario y San Valerio, a evangelizar las Galias. Cuando los misioneros llegaron a Ehl, en Alsacia, murió Materno y sus compañeros se trasladaron a Roma para informar a San Pedro. Este les hizo entrega de su báculo, con instrucciones para que lo pusieran sobre el cuerpo del muerto. Se ejecutaron las órdenes del Apóstol, y Materno resucitó por segunda vez y pudo predicar el Evangelio a "los pueblos de Tongrés, Colonia y Tréveris y otras comarcas vecinas". Casi exactamente la misma historia se cuenta sobre otros misioneros apostólicos de las Galias y, por supuesto, todas ellas son indignas de crédito.

LA

Materno Santo

HISTORIA REAL

San Materno fue el primer obispo de Colonia, Alemania, según documentos que constatan su participación en los sínodos de Roma (313) y de Arlés (314).

Materno fue el primer obispo de Colonia de quien se tienen noticias ciertas: se le menciona en relación con el controvertido asunto de los donatistas. Los obispos cismáticos del África presentaron una petición al emperador Constantino en contra del obispo católico Cecilio, para solicitar que su caso fuese juzgado por los obispos de las Galias, que no tenían ningún interés particular en el asunto. El emperador mandó llamar a tres obispos galos para que asistieran al proceso que se iba a realizar en Roma. Los tres prelados eran: Reticio de Autun, Marino de Arles y Materno de Colonia. Terminado el juicio, en el año de 313, Cecilio fue absuelto y reivindicado por unanimidad.

Los donatistas pidieron la celebración de un nuevo proceso y el emperador ordenó que se convocara a un Concilio para tratar la cuestión. Esta asamblea tuvo lugar el año siguiente, en Arles y, otra vez, San Materno fue uno de los obispos participantes. Es posible que en algún período de su existencia haya sido obispo de Tréveris.

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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Gabriel Taurino Dufresse, Santo Obispo y Mártir, 14 de septiembre  

Gabriel Taurino Dufresse, Santo

Obispo y Mártir

Martirologio Romano: En la ciudad de Chengtu, de la provincia de Sichuan, en China, san Gabriel Taurino Dufresse, obispo y mártir, degollado cruelmente después de una plena dedicación a la actividad ministerial durante cuarenta años (1815).

Fecha de canonización: León XIII le beatificó el 27 mayo 1900. Fue canonizado el 1 de Octubre de 2000 por Juan Pablo II junto a otros
119 mártires en China.

 

Después de las dificultades encontradas por los jesuitas en China en los siglos XVII y XVIII, se abre una nueva fase en el siglo XIX. Sacerdotes de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París, mártires en China, Vietnam y en Corea durante ese siglo, fueron beatificados en 1900 y en 1909. Desde el siglo XVII, la Sociedad de Misiones Extranjeras de París ha enviado a Asia más de 4500 sacerdotes.

El Beato Gabriel Taurino Dufresse, fue uno de ellos. Nació en el año 1750 en Lezoux (diócesis de Clermont), Francia. De familia católica, recibió una esmerada educación religiosa. Durante sus estudios de adolescente se enteró de las misiones extranjeras en París; esto lo motivó a definir su vocación e ingresar al seminario, hasta ser ordenado sacerdote en 1774. Después de ejercer por un año el ministerio en su país, fue enviado a China en misión evangelizadora.

Viajó a Macao en 1776, donde, disfrazado para evitar las persecuciones paganas, se adentró en territorio chino y, meses más tarde, llegó a Pekín, ciudad en la que fue descubierto, encarcelado y desterrado. Sin embargo, su celo pastoral lo hizo regresar en 1789 y, encubierto, continuó catequizando. Por sus méritos, fue consagrado obispo de Tabraca en 1800, continuando con su celosa dedicación al apostolado. Su vasta obra misionera, desde su primer viaje, se extendió por espacio de cuarenta años, incrementando el número de fieles y catecúmenos y fomentando el clero nativo.

Reunió un sínodo diocesano, cuyas deliberaciones tuvieron gran difusión entre los misioneros. Por todo lo anterior y la delación de un apóstata, las autoridades paganas lo apresaron en 1815, lo condujeron a Chengdu y lo sentenciaron a morir decapitado en Chengtu, coronando así con el martirio su trabajo misionero, sentencia que se cumplió el 14 de septiembre de 1815.

Se le reconoce como el "gran Obispo del oeste de China".

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Fuente: Enciclopedia Católica
Notburga, Santa Laica Virgen, 14 de septiembre  

Notburga, Santa

Patrona de los sirvientes y campesinos

Martirologio Romano: En la localidad de Eben, en el Tirol, santa Notburga, virgen, cuya dedicación a las labores domésticas y al servicio de Cristo en los pobres fue ejemplo de santidad para sus compatriotas (1313).

Fecha de canonización: Su culto fue confirmado por el Papa Pío IX el 22 de marzo de 1862.

 

Nació en 1265 en Rattenberg, y murió el 16 de septiembre del año de 1313. Ella fue una cocinera en la familia del Conde Henry de Rothenburg, y acostumbraba dar comida a los pobres. Pero Ottilia, su ama, le ordenó que alimentara a los cerdos con cualquier remanente de alimento que quedara. La santa por lo tanto, llegó a resguardar algo de su propio alimento, especialmente los días viernes, para darlo a los pobres.

Un día, de conformidad con la leyenda, su amo la encontró y le ordenó que le mostrara lo que ella estaba llevando. Ella obedeció, pero en lugar del alimento lo que él vio fueron tajadas, y el vino se había convertido en vinagre. A partir de esto, Ottilia la despidió, pero la ama cayó enferma, casi inmediatamente de esto. Debido a ello, Norburga permaneció como enfermera, a su lado, preparándola para la muerte.

Notburga entró luego al servicio de un campesino en el pueblo de Eben, a condición de que ella pudiera ir a la iglesia en las tardes o noches, especialmente domingos y días festivos. Una tarde su amo le requirió que continuara trabajando en el campo. Lanzando su hoz en el aire, ella dijo: "dejemos que mi hoz sea quien decida entre usted o yo", y se dice que la hoz se quedó suspendida en el aire. Mientras tanto el Conde Henry de Rothenburg, estaba llegando a tener muchas cosas desafortunadas, desde que se despidió a Norburga. En vista de esto, el conde volvió a tener a la santa y las cosas mejoraron en la casa.

Un poco de la muerte de la santa, ella le pidió a su amo que colocara su cuerpo en un vagón, que debía ser tirado por dos bueyes, y que se le enterrara en el lugar donde los bueyes se detuvieran. Los bueyes condujeron el vagón hasta la capilla de San Rupero, cerca de Eben, donde ella fue enterrada.

El culto de la santa fue ratificado el 27 de marzo de 1862, y su festividad se celebra el 14 de septiembre. A ella generalmente se le representa con una mazorca de maíz, o flores, y una hoz en su mano. A veces también se le representa con una hoz suspendida en el aire.

Su legendaria vida fue compilada en alemán, por Guarinoni en 1646.

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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; Colección Hablar con Dios de www.FranciscoFCarvajal.org de www.edicionespalabra.es , misalpalm.com, Catholic.net

 

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