J†A
JMJ
Pax
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 6, 36-38
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso. No juzguen, y Dios no los juzgará; no condenen, y Dios no los condenará; perdonen, y Dios los perdonará. Den, y Dios les dará: les darán una buena medida, repleta, apretada, desbordante.
Porque con la medida con que midan, Dios los medirá a ustedes".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Suplicamos tu oración: Esto es gratis pero cuesta. No sería posible sin tus oraciones: al menos un Avemaría de corazón por cada email que leas. Dios te salve María, llena eres de Gracia, el Señor es contigo; bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús; Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. ¡Recuérdanos en tus intenciones de Misa!
Aclaración: una relación muere sin comunicación y comunidad-comunión. Con Dios es igual: las "palabras de vida eterna" (Jn 6,68; Hc 7,37) son fuente de vida espiritual (Jn 6, 63), pero no basta charlar por teléfono (oración), es necesario visitarse, y la Misa permite ver a Jesús, que está tan presente en la Eucaristía, que Hostias han sangrado: www.therealpresence.org/eucharst/mir/span_mir.htm
Por leer la Palabra, no se debe dejar de ir a Misa, donde ofrecemos TODO (Dios) a Dios: al actualizarse el sacrificio de la Cruz, a) co-reparamos el daño que hacen nuestros pecados al Cuerpo de Cristo que incluye los Corazones de Jesús y de María, a Su Iglesia y nosotros mismos, b) adoramos, c) agradecemos y d) pedimos y obtenemos Gracias por nuestras necesidades y para la salvación del mundo entero… ¿Que pasa en CADA Misa? 5 minutos: http://www.youtube.com/watch?v=v82JVdXAUUs
Nota: es una película protestante, por eso falta LA MADRE.
Lo que no ven tus ojos (2 minutos): http://www.gloria.tv/media/y3hgYNp23xu
El Gran Milagro (película completa): http://www.gloria.tv/media/hYyhhps7cqX
Explicación: http://www.youtube.com/watch?v=eFObozxcTUg#!
"El GRAN tesoro oculto de la Santa Misa": http://iteadjmj.com/LIBROSW/lpm1.doc
Si Jesús se apareciera, ¿no correríamos a verlo, tocarlo, adorarlo? Jesús está aquí y lo ignoramos. Jesús nos espera (Mc 14,22-24) en la Eucaristía: "si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros" (Jn 6,53; 1 Jn 5,12). La Misa es lo mínimo para salvarnos. Es como si un padre dijera "si no comes, te mueres, así que come al menos una vez por semana". Si comulgamos en estado de Gracia y con amor, nos hacemos uno (común-unión) con el Amor y renovamos la Nueva Alianza de Amor. Si faltamos a las bodas del Cordero (Ap.19,7-10) con su Iglesia (nosotros), sabiendo que rechazamos el Amor de Dios, que está derramando toda su Sangre por nuestros pecados personales, nos auto-condenamos a estar eternamente sin Amor: si una novia falta a su boda, es ella la que se aparta del amor del Novio para siempre, sabiendo que Él da la Vida por ella en el altar. ¿Qué pensaríamos si un cónyuge le dice al otro: "Te amo, pero no quiero verte todos los días, y menos los de descanso"? ¿Le ama realmente?
Faltar a Misa viola los principales mandamientos: el primero ("Amar a Dios sobre todas las cosas") y tercero ("Santificar las fiestas"). Por nuestro propio bien y evitar el infierno eterno, Dios sólo nos pide que nos regalemos 1 de las 168 horas de vida que Él nos regala cada semana: 0,6% ¡No seamos ingratos! Idolatramos aquello que preferimos a Él: los "dioses" son el descanso, entretenimiento, comida, trabajo, compañía, flojera. Prefieren baratijas al oro. Si en la Misa repartieran 1 millón de dólares a cada uno, ¿qué no harías para asistir? ¡Pues recibes infinitamente más! "Una misa vale más que todos los tesoros del mundo"… Por todo esto, es pecado mortal faltar sin causa grave a la Misa dominical y fiestas (Catecismo 2181; Mt 16, 18-19; Ex 20,8-10; Tb 1,6; Hch 20,7; 2 Ts 2,15).
Si rechazamos la Misa, ¿cómo vamos a decir "Padre Nuestro" si rechazamos volver a la Casa del Padre? ¿cómo decir "Santificado sea Tu Nombre", "Venga a nosotros Tu Reino", "Hágase Tu Voluntad", "Danos hoy nuestro pan supersubstancial de cada día" y "no nos dejes caer en la tentación más líbranos del malo", si todo eso lo obtenemos de la Misa?
Estamos en el mundo para ser felices para siempre, santos. Para lograr la santidad, la perfección del amor, es imprescindible la Misa y comunión, si es posible, diaria, como pide la Cátedra de Pedro, el representante de Cristo en la tierra (Canon 904). Antes de comulgar debemos confesar todos los pecados mortales: "quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11,29; Rm 14,23). ¿Otros pecados mortales? no confesarse con el Sacerdote al menos una vez al año (CDC 989), no comulgar al menos en tiempo pascual (920), abortar (todos los métodos anticonceptivos no barrera son abortivos), promover el aborto (derecho a decidir, derechos (i)reproductivos, fecundación artificial), planificación natural sin causa grave, deseo o actividad sexual fuera del matrimonio por iglesia, privar de Misa a niños en uso de razón, borrachera, drogas, comer a reventar, envidia, calumnia, odio o deseo de venganza, ver pornografía, robo importante, chiste o burla de lo sagrado… ver más en http://www.iesvs.org/p/blog-page.html
Si no ponemos los medios para confesamos lo antes posible y nos sorprende la muerte sin arrepentirnos, nos auto-condenamos al infierno eterno (Catecismo 1033-41; Mt. 5,22; 10, 28; 13,41-50; 25, 31-46; Mc 9,43-48, etc.). Estos son pecados mortales objetivamente, pero subjetivamente, pueden ser menos graves, si hay atenuantes como la ignorancia. Pero ahora que lo sabes, ya no hay excusa.
† Misal
lun 2a. Sem cuaresma
Sálvame, Señor, ten misericordia de mí. Mi pie se mantiene en el camino recto, en la asamblea bendeciré al Señor.
Oremos:
Señor, Padre santo, que para nuestro progreso espiritual nos mandaste dominar nuestro cuerpo mediante la austeridad; ayúdanos a libranos de todo pecado y a entregarnos al cumplimiento filial de tus mandamientos.
Por nuestro Señor Jesucristo...
Amén.
Hemos pecado, Señor, hemos cometido iniquidades
Lectura del libro del profeta Daniel 9, 4-10
En aquellos días, imploré al Señor mi Dios, e hice esta confesión:
"Señor Dios grande y terrible, que mantienes la alianza y eres fiel con aquellos que te aman y cumplen tus mandamientos. Nosotros hemos pecado, somos culpables de innumerables delitos; hemos sido perversos y rebeldes y nos hemos apartado de tus mandatos y preceptos. No hemos hecho caso a tus siervos los profetas, que hablaban en tu nombre a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros antepasados y a todo el pueblo.
Tú, Señor, eres justo; nosotros en cambio, hombres de Judá y habitantes de Jerusalén, nos sentimos hoy avergonzados; así como todos los israelitas, tanto los que están cerca, como los que están lejos en los países a los que tú los arrojaste por haberse rebelado contra ti.
Nos sentimos, Señor, avergonzados, lo mismo que nuestros reyes, príncipes y antepasados, porque hemos pecado contra ti. Pero el Señor, nuestro Dios, es misericordioso y clemente, aunque nos hayamos rebelado contra él y no hayamos escuchado su voz ni practicado las leyes que nos dio por medio de sus siervos los profetas".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
Sal 78, 8.9.11 y 13
Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados.
No recuerdes para castigarnos las culpas de otros tiempos; compádecete pronto de nosotros, porque estamos extenuados en la miseria.
Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados.
Ayúdanos, Dios salvador nuestro, por la gloria de tu nombre; líbranos y borra nuestros pecados, por tu nombre.
Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados.
Llegue hasta ti el lamento del cautivo, con el poder de tu brazo salva a los condenados a muerte. Y nosotros, que somos tu pueblo y ovejas que tú apacientas, te daremos gracias eternamente, cantaremos tus alabanzas de generación en generación.
Señor, no nos trates como merecen nuestros pecados.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. Tú tienes palabras de vida eterna.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Perdonen y serán perdonados
† Lectura del santo Evangelio según san Lucas 6, 36-38
Gloria a ti, Señor.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
"Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso. No juzguen, y Dios no los juzgará; no condenen, y Dios no los condenará; perdonen, y Dios los perdonará. Den, y Dios les dará: les darán una buena medida, repleta, apretada, desbordante.
Porque con la medida con que midan, Dios los medirá a ustedes".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
Recibe, Señor, favorablemente nuestras oraciones, y tú que nos concedes participar en esta Eucaristía, líbranos de las seducciones del pecado.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.
Los frutos del ayuno
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
Porque con el ayuno corporal refrenas nuestras pasiones, elevas nuestro espíritu, nos das fuerza y recompensa, por Cristo, Señor nuestro.
Por él,
los ángeles y arcángeles y todos los coros celestiales celebran tu gloria, unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces cantando humildemente tu alabanza:
Sean misericordiosos como su Padre es misericordioso, dice el Señor.
Oremos:
Señor, que esta comunión nos purifique de toda culpa y nos haga partícipes de las alegrías del cielo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén
† Meditación diaria
Cuaresma. 2ª semana. Lunes
LA CONCIENCIA, LUZ DEL ALMA
— La conciencia ilumina toda la vida. Se puede deformar y endurecer.
— La conciencia bien formada. Doctrina y vida. Ejemplaridad.
— Ser luz para los demás. Responsabilidad.
I. Si oís hoy la voz de Dios, no queráis endurecer vuestros corazones1, nos repite la liturgia todos los días de este tiempo litúrgico. Y cada día, de formas muy diversas, Dios habla al corazón de cada uno de nosotros.
"Nuestra oración durante la Cuaresma va dirigida a despertar la conciencia, a sensibilizarla a la voz de Dios. No endurezcáis el corazón, dice el Salmista. En efecto, la muerte de la conciencia, su indiferencia en relación al bien y al mal, sus desviaciones son una gran amenaza para el hombre. Indirectamente son también una amenaza para la sociedad porque, en último término, de la conciencia humana depende el nivel de moralidad de la sociedad"2. La conciencia es la luz del alma, de lo más profundo del ser del hombre, y, si se apaga, el hombre se queda a oscuras y puede cometer todos los atropellos posibles contra sí mismo y contra los demás.
Antorcha de tu cuerpo son tus ojos3, dice el Señor. Antorcha del alma es la conciencia, y si está bien formada, ilumina el camino, el camino que termina en Dios, y el hombre puede avanzar por él. Aunque tropiece y caiga, puede levantarse y seguir adelante. Quien ha dejado que su sensibilidad interior se "duerma" o "muera" para las cosas de Dios, se queda sin señales y desorientado. Es la mayor desgracia que le puede ocurrir a un alma en esta vida. ¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal -anuncia el profeta Isaías-, que de la luz hacen tinieblas y de las tinieblas luz, y truecan lo amargo por dulce y lo dulce por amargo!4.
Jesús compara la función de la conciencia a la del ojo en nuestra vida. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo está iluminado, pero si tu ojo está enfermo, también tu cuerpo queda en tinieblas. Mira, pues, no sea que la luz que hay en ti sea tinieblas5. Cuando el ojo está sano se ven las cosas tal como son, sin deformaciones. Un ojo enfermo no ve o deforma la realidad, engaña al propio sujeto, y la persona puede llegar a pensar que los sucesos y las personas son como ella los ve con sus ojos enfermos.
Cuando alguien sufre un error en los asuntos de la vida diaria, por haber hecho una falsa estimación de los datos, ocasiona perjuicio y molestias, que a veces pueden ser de escasa importancia. Cuando en el error se ve comprometida la vida eterna, la trascendencia no tiene límites.
La conciencia se puede deformar por no haber puesto los medios para alcanzar la ciencia debida acerca de la fe, o bien por una mala voluntad dominada por la soberbia, la sensualidad, la pereza... Cuando el Señor se queja de que los judíos no reciben su mensaje, afirma la voluntariedad de su decisión –no quieren creer6– y no pone la causa en una dificultad involuntaria: esta es más bien consecuencia de su libre negativa: ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis sufrir mi doctrina7. Las pasiones y la falta de sinceridad con uno mismo pueden llegar a forzar el entendimiento, para pensar de otra forma más acorde con un tono de vida o con unos defectos y malos hábitos que no se quieren abandonar. No hay entonces buena voluntad, el corazón se endurece y se adormece la conciencia, porque ya no señala la dirección verdadera, la que lleva a Dios; es como una brújula rota que desorienta a la propia persona, y frecuentemente a otras muchas. "El hombre que tiene el corazón endurecido y la conciencia deformada, aunque pueda tener la plenitud de las fuerzas y de las capacidades físicas, es un enfermo espiritual y es preciso hacer cualquier cosa para devolverle la salud del alma"8.
La Cuaresma es un tiempo muy oportuno para pedirle al Señor que nos ayude a formarnos muy bien la conciencia, y para que examinemos si somos radicalmente sinceros con nosotros mismos, con Dios, y con aquellas personas que en su nombre tienen la misión de aconsejarnos.
II. La luz que hay en nosotros no brota de nuestro interior, de la propia subjetividad, sino de Jesucristo. Yo soy –ha dicho Él– la luz del mundo; el que me sigue no anda en tinieblas9. Su luz esclarece nuestras conciencias; más aún, nos puede convertir en luz que ilumine la vida de los demás: vosotros sois la luz del mundo10. Nos pone el Señor en el mundo a todos los cristianos para que señalemos con la luz de Cristo el camino a los demás. Lo haremos con nuestra palabra y, particularmente, a través de nuestro comportamiento en los deberes profesionales, familiares y sociales. Por esto, debemos conocer muy bien los límites de nuestras actuaciones con arreglo a la honradez humana y a la moral de Cristo; ser conscientes del bien que podemos realizar, y hacerlo; tener clara conciencia de aquello que en la profesión no puede hacer un hombre de bien y un buen cristiano, y evitarlo; si hemos cometido un error, pedir perdón, corregirlo, y reparar si hubiese lugar a ello. La madre de familia que tiene como tarea santificadora su hogar, deberá preguntarse en su oración si es ejemplar en sus deberes para con Dios, si vive la sobriedad, si domina su malhumor, si dedica el tiempo necesario a los hijos y a la casa... El empresario debe considerar con frecuencia si pone todos los medios necesarios para conocer la doctrina social de la Iglesia, y si se empeña en llevarla a la práctica en sus negocios, en el mundo de su empresa, si paga los salarios justos...
La vida cristiana se enriquece al poner en práctica, en los asuntos diarios, las enseñanzas que el Señor nos hace llegar a través de su Iglesia. La doctrina cobra así toda su fuerza. Doctrina y vida son realidades de una conciencia bien formada. Cuando por ignorancia más o menos culpable se desconoce la doctrina o cuando, conociendo esta, no se lleva a la práctica, se hace imposible llevar una vida cristiana y avanzar en el camino de la santidad.
Todos tenemos necesidad de formarnos una conciencia recta y delicada que entienda con facilidad la voz de Dios en los asuntos de la vida cotidiana. La ciencia moral debida y el esfuerzo por vivir las virtudes cristianas (doctrina y vida) son los dos aspectos esenciales de la formación de la conciencia. En ocasiones, ante situaciones menos claras que se presentan en nuestra profesión deberemos considerarlas delante de Dios, y cuando sea necesario recabar el consejo oportuno de aquellas personas que pueden esclarecer nuestra conciencia, y luego llevar a la práctica las decisiones que hayamos tomado, con responsabilidad personal. Nadie nos puede sustituir ni podemos delegar esta responsabilidad.
En el examen general y particular de conciencia aprendemos a ser sinceros con nosotros mismos, llamando a nuestros errores, flaquezas y faltas de generosidad por su nombre, sin enmascararlos con falsas justificaciones o tópicos del ambiente. La conciencia que no quiere reconocer sus faltas deja al hombre a merced de su propio capricho.
III. Para el caminante que verdaderamente desea llegar a su destino lo importante es tener claro el camino. Agradece las señales claras, aunque alguna vez indiquen un sendero un poco más estrecho y dificultoso, y huirá de los caminos que, aunque sean anchos y cómodos de andar, no conducen a ninguna parte... o llevan a un precipicio. Debemos tener el máximo interés en formar bien nuestra conciencia, pues es la luz que nos hace distinguir el bien del mal, la que nos lleva a pedir perdón y recuperar la senda del bien si la hubiésemos perdido. La Iglesia nos proporciona los medios, pero no nos exime del esfuerzo de aprovecharlos con responsabilidad.
En nuestra oración de hoy podemos preguntarnos: ¿Dedico a mi formación espiritual el tiempo necesario, o me dejo absorber con frecuencia por las demás cosas que llenan el día? ¿Tengo un plan de lecturas, visto en la dirección espiritual, que me ayude a progresar en mi formación espiritual de acuerdo con mi edad y cultura? ¿Soy fiel a las indicaciones del Magisterio de la Iglesia, sabiendo que en él encuentro la luz de la verdad ante opiniones contradictorias en materia de fe, de enseñanzas sociales, etcétera, con las que frecuentemente me encuentro? ¿Procuro conocerlo y darlo a conocer? ¿Lo acato con docilidad y piedad? ¿Rectifico frecuentemente la intención ofreciendo las obras a Dios, teniendo en cuenta que los hombres tendemos a buscar el aplauso, la vanidad, la alabanza en lo que hacemos, y que por ahí entra muchas veces la deformación en la conciencia?
Necesitamos luz y claridad para nosotros y para quienes están a nuestro lado. Es muy grande nuestra responsabilidad. El cristiano está puesto por Dios como antorcha que ilumina a otros en su caminar hacia Dios. Debemos formarnos "de cara a esa avalancha de gente que se nos vendrá encima, con la pregunta precisa y exigente: —"bueno, ¿qué hay que hacer?""11. Los hijos, los parientes, los colegas, los amigos se fijan en nuestro comportamiento y hemos de llevarlos a Dios. Y para que el guía de ciegos no sea también ciego12 no basta saber como de oídas, por referencias; para llevar a nuestros parientes y amigos a Dios no basta un conocimiento vago y superficial del camino; es necesario andarlo... Esto es: tener trato con el Señor, ir conociendo cada vez con más profundidad su doctrina, tener una lucha concreta contra nuestros defectos. En una palabra: ir por delante en la lucha interior y en el ejemplo. Ser ejemplares en la profesión, en la familia... "Quien tiene la misión de decir cosas grandes –dice San Gregorio Magno–, está obligado igualmente a practicarlas"13. Y solo si las practica será eficaz lo que diga.
Jesucristo, cuando quiso enseñar a los discípulos cómo habían de practicar el espíritu de servicio unos con otros, se ciñó él mismo una toalla y les lavó los pies14. Eso debemos hacer nosotros: dar a conocer a Cristo siendo ejemplares en los quehaceres diarios, convertir en vida la doctrina del Señor.
1 Liturgia de las horas. Invitatorio para la Cuaresma, Sal 94, 8. — 2 Juan Pablo II, Angelus 15-III-1981. — 3 Mt 11, 34. — 4 Is 5, 20-21. — 5 Lc 11, 34-35. — 6 Cfr. Lc 13, 34; Jn 10, 38. — 7 Jn 8, 43. — 8 Juan Pablo II, Ibídem. — 9 Jn 8, 12. — 10 Mt 5, 14. — 11 San Josemaría Escrivá, Surco, n. 221. — 12 Cfr. Mt 15, 14. — 13 San Gregorio Magno, Regla pastoral, 2, 3. — 14 Cfr. Jn 13, 15.
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† Santoral (si GoogleGroups corta el texto, lo encontrará en www.iesvs.org)
San Cirilo de Jerusalén
Doctor de la Iglesia
(año 386)
San Cirilo nació cerca de Jerusalem y fue Arzobispo de esa ciudad durante 30 años, de los cuales estuvo 16 años en destierro. 5 veces fue desterrado: tres por los de extrema izquierda y dos por los de extrema derecha.
Era un hombre suave de carácter, enemigo de andar discutiendo, que deseaba más instruir que polemizar, y trataba de permanecer neutral en las discusiones. Pero por eso mismo una vez lo desterraban los de un partido y otra vez los del otro.
Aunque los de cada partido extremista lo llamaban hereje, sin embargo San Hilario (el defensor del dogma de la Santísima Trinidad) lo tuvo siempre como amigo, y San Atanasio (el defensor de la divinidad de Jesucristo) le profesaba una sincera amistad, y el Concilio general de Constantinopla, en el año 381, lo llama "valiente luchador para defender a la Iglesia de los herejes que niegan las verdades de nuestra religión".
Una de las acusaciones que le hicieron los enemigos fue el haber vendido varias posesiones de la Iglesia de Jerusalem para ayudar a los pobres en épocas de grandes hambres y miserias. Pero esto mismo hicieron muchos obispos en diversas épocas, con tal de remediar las graves necesidades de los pobres.
El emperador Juliano, el apóstata, se propuso reconstruir el templo de Jerusalem para demostrar que lo que Jesús había anunciado en el evangelio ya no se cumplía. San Cirilo anunció mientras preparaban las grandes cantidades de materiales para esa reconstrucción, que aquella obra fracasaría estrepitosamente. Y así sucedió y el templo no se reconstruyó.
San Cirilo de Jerusalem se ha hecho célebre y ha merecido el título de Doctor de la Iglesia, por unos escritos suyos muy importantes que se llaman "Catequesis". Son 18 sermones pronunciados en Jerusalem, y en ellos habla de la penitencia, del pecado, del bautismo, y del Credo, explicándolo frase por frase. Allí instruye a los recién bautizados acerca de las verdades de la fe y habla bellísimamente de la Eucaristía.
En sus escritos insiste fuertemente en que Jesucristo sí esta presente en la Santa Hostia de la Eucaristía. A los que reciben la comunión en la mano les aconseja: "Hagan de su mano izquierda como un trono en el que se apoya la mano derecha que va a recibir al Rey Celestial. Cuidando: que no se caigan pedacitos de hostia. Así como no dejaríamos caer al suelo pedacitos de oro, sino que los llevamos con gran cuidado, hagamos lo mismo con los pedacitos de Hostia Consagrada".
Al volver de su último destierro que duró 11 años, encontró a Jerusalem llena de vicios y desórdenes y divisiones y se dedicó con todas sus fuerzas a volver a las gentes al fervor y a la paz, y a obtener que los que se habían pasado a las herejías volvieran otra vez a la Santa Iglesia Católica.
A los 72 años murió en Jerusalem en el año 386.
En 1882 el Sumo Pontífice lo declaró Doctor de la Iglesia.
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Fuente: ar.geocities.com/misa_tridentina01
Anselmo II de Lucca, Santo Obispo, Marzo 18
| Anselmo II de Lucca, Santo | Patrono de Mantua Martirologio Romano: En Mantua, en Lombardía, tránsito de san Anselmo, el cual, siendo obispo de Lucca, en la controversia de las investiduras, fidelísimo a la Sede de Roma, puso en manos del papa san Gregorio VII el anillo y el báculo pastoral que, de mala gana, había recibido de manos del emperador Enrique IV, y expulsado de la sede por los canónigos que rechazaban la vida comunitaria, fue enviado a Lombardía como legado del Papa, de quien fue un valiente colaborador (1086).
Etimológicamente: Anselmo = Aquel que tiene la protección divina, es de origen germánico. San Anselmo nació en Mantua en el año 1036, y ya en 1073 su tío, el Papa Alejandro II, lo nombró candidato al obispado de Lucca, que había quedado vacante cuando el Pontífice ocupó el trono de San Pedro. Siguiendo la lamentable costumbre de su tiempo, el Papa mandó a Anselmo a recibir de manos del emperador Enrique IV el báculo pastoral y el anillo. Anselmo estaba tan convencido de que un poder secular no podía conferir dignidades eclesiásticas, que no aceptó recibir la investidura del emperador y regresó a Italia.
Más tarde, durante el papado del sucesor de Alejandro, el Papa San Gregorio VII, aceptó el báculo y el anillo de manos de Enrique el cruzado, y aún así lo hizo con escrúpulos de conciencia. Estas dudas le hicieron dejar su diócesis y entrar a una congregación de monjes cluniacenses en Polirone.
Era difícil encontrar un sucesor para este hombre que poseía puntos de vista tan claros, por lo que el Papa Gregorio lo llamó de su retiro y lo envió a Lucca para hacerse cargo, por segunda vez, de su diócesis. Era celoso en la observancia de la disciplina. Se esforzó en hacer cumplir entre sus canónigos la vida común ordenada por el Papa San León IX. Los canónigos se negaron a obedecer, a pesar de haber sido puestos en entredicho por el Papa y después excomulgados.
La condesa Matilde de Toscana se comprometió a expulsarlos, pero levantaron una revuelta y, ayudados por el emperador Enrique, expulsaron al obispo de la ciudad, en el año 1079. San Anselmo se retiró a Canossa, donde fue director espiritual de la condesa Matilde. Restableció el orden entre los monjes y canónigos que estaban en su jurisdicción. Decía que prefería que la Iglesia careciese de ellos y no que hubiese muchos con vida indisciplinada. Era muy austero y pasaba varias horas del día en oración; nunca tomaba vino y siempre encontraba algún pretexto para evitar manjares delicados y mesas bien servidas.
Aunque decía la santa misa diariamente, se conmovía hasta las lágrimas mientras la celebraba. Vivía en presencia de Dios tan continuamente, que ningún asunto secular le impedía olvidarla.
Fue muy perseguido por haberse contado entre los más fervientes partidarios del Papa Gregorio. Colaboró con el Pontífice en la supresión de las investiduras, que en aquel tiempo eran de importancia capital para el gobierno de la Iglesia. Este abuso se había incrementado gradualmente hasta que llegó a ser un escándalo, principalmente en Alemania. Todo se había originado en el sistema feudal. Los obispos y abades eran propietarios de tierras y a veces hasta de ciudades; naturalmente pagaban un impuesto al soberano, y recibían en cambio autoridad temporal sobre las tierras que gobernaban. En consecuencia, poco después se negociaban vergonzosamente las dignidades eclesiásticas y se vendían al mejor postor.
En su lucha contra este abuso, Gregorio no pudo encontrar apoyo más vigoroso que el de San Anselmo de Lucca, que también se oponía a tal situación. Después de la muerte de Gregorio, el Papa siguiente nombró a Anselmo legado en Lombardía, un puesto que abarcaba la administración de varias diócesis que habían quedado vacantes a consecuencia de la disputa sobre las investiduras. Anselmo era visitador apostólico, pero nunca llegó a ser obispo de Mantua, como algunos de sus biógrafos han dicho. Era hombre de gran saber; hizo un estudio especial de la Biblia y de los comentaristas. Si se le preguntaba sobre el sentido de alguno de los pasajes de la Biblia, gran parte de la cual sabía de memoria, podía citar los comentarios hechos por los Padres de la Iglesia. Entre sus escritos se puede mencionar una importante colección de cánones y un comentario sobre los Salmos que comenzó a petición de la condesa Matilde, pero que no terminó.
El santo obispo murió en su ciudad natal, Mantua, donde se le honra como patrono. |
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Eduardo II el Martir, Santo Rey de Inglaterra, Marzo 18
| Eduardo II el Martir, Santo | Rey de Inglaterra Martirologio Romano: En Wareham, en Inglaterra, san Eduardo, rey, que, todavía adolescente, fue asesinado dolosamente por los criados de la madrastra (978).
Etimológicamente: Eduardo = Aquel que es un glorioso guardián, es de origen germánico. Eduardo el Mártir nació en el año 962, siendo el primogénito de Edgar el Pacífico, rey de Inglaterra, y de su primera esposa Ethelfleda, hija del caballero Ordmaer.
A la muerte de su padre (8 de julio de 975) le sucede en el trono pese a la oposición de su madrastra Elfrida, la cual defendía los derechos de su hijo Etelredo alegando que había nacido de una reina ungida, mientras que la madre de Eduardo nunca fue coronada. Pero gracias al apoyo de Dunstan, logra ser finalmente proclamado rey por la Witenagemot.
Su política se orienta, apoyado por Dunstan, en defender los derechos de la Iglesia, menguados en los reinados anteriores. Por ello, muchos nobles deseaban poner en su lugar al joven Eduardo.
El 18 de marzo de 978, se encontraba cazando con sus perros y algunos caballeros en Wareham, Dorset, cuando decide visitar a su medio-hermano en el castillo de Corfe, cerca a Wareham, donde vivía junto a su madre. Separado del grupo que le acompañaba, llega solo al castillo. Aun montado en su caballo, su madrastra Elfrida le ofrece desde la parte alta del castillo una copa de vino, y cuando estaba por alcanzarla, fue acuchillado por la espalda por uno de los esbirros de la reina.
Según la leyenda, inmediatamente después del asesinato, hicieron que su caballo arrastrara el cuerpo deslizado de la silla de montar y con un pie en el estribo, cayendo en la base de la colina sobre la cual el castillo de Corfe se encontraba ubicado. La reina entonces ordena que se oculte el cuerpo en una choza cercana. Dentro de la choza, sin embargo, vivía una mujer ciega de nacimiento que la reina ayudaba por caridad. Durante la noche, una luz maravillosa apareció y llenó la choza entera y con gran temor, la mujer gritó: -"¡Señor, ten misericordia!"- recibiendo repentinamente la vista. Entonces descubrió a cuerpo del rey.
La iglesia de St. Edward en el castillo de Corfe ahora está construida sobre el sitio de este milagro. Al amanecer la reina supo de lo ocurrido, y asustada, recoge el cuerpo, y lo entierra un lugar de acuerdo a su rango cerca de Wareham. Un año después del crimen apareció un pilar del fuego sobre el lugar en donde el cuerpo había sido ocultado, encendiéndose encima del área entera. Esto fue visto por algunos de los habitantes de Wareham, que sacaron el cuerpo de la sepultura dada por la reina. Un brote claro de agua se originó inmediatamente en ese lugar, siendo conocida desde entonces como agua curativa. Acompañado por una muchedumbre de campesinos, el cuerpo fue llevado la iglesia de la Santa Madre de Dios de Wareham y enterrado en el extremo este de la iglesia. Esto ocurrió el 13 de febrero de 980.
Al año siguiente (13 de febrero de 981) el cuerpo fue trasladado a la abadía de Shaftesbury, en Dorset. En el camino de ser llevado el cadáver del rey a la abadía, ocurre otro milagro: dos jorobados que seguían el cortejo son increíblemente curados.
Eduardo fue finalmente canonizado en un concilio inglés en el año 1008, presidido por Alpagio, arzobispo de Canterbury -luego martirizado por los daneses en 1012-, y el rey Etelredo ordena que sus festividades sean de 3 días: el 18 de marzo (día de su muerte), el 13 de febrero (día de su milagrosa sepultura en Wareham) y el 20 de junio (en ese día, en el año 1001, sus restos fueron inhumados y se vio que estaba incorrupto). La abadía de Shaftesbury fue rededicada a La Virgen María y a Eduardo. Muchos milagros siguieron sucediendo en su sepulcro en los siglos venideros, incluyendo la cura de la lepra y la devolución de la vista a los ciegos.
En el siglo XVI, durante el reinado de Enrique VIII, cuando ocurre la destrucción en masa de monasterios y conventos, el cuerpo de Eduardo es escondido para salvarlo de la furia del rey. En 1931, las reliquias fueron recuperadas por el señor Wilson Claridge-Claridge durante una excavación arqueológica; su identidad fue confirmada por el Dr. T.E.A. Stowell, un osteologista. En 1970, examinaciones realizadas en las reliquias, sugerían que el joven había sido acuchillado en la parte posterior mientras montaba su caballo y después había sido arrastrado a lo largo de la tierra por el animal aterrorizado con su pie cogido en un estribo. En 1982, el señor Claridge-Claridge donó las reliquias a la iglesia ortodoxa rusa, que las puso en una iglesia en el cementerio de Brookwood, en Woking, Surrey. Organizaron a la fraternidad de monjes de la orden de Eduardo para custodiarlo allí. La iglesia ahora se llama Iglesia Ortodoxa de Eduardo el Mártir. |
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Fuente: Franciscanos.org
Salvador de Horta, Santo Franciscano Profeso, Marzo 18
| Salvador de Horta, Santo | Religioso Franciscano Martirologio Romano: En Cagliari, en Cerdeña, san Salvador de Horta Grionesos, religioso de la Orden de los Hermanos Menores, que para la salvación de cuerpos y almas se hizo humilde instrumento de Cristo (1567).
Etimológicamente: Salvador = Aquel que salva, es de origen latino. A principios del siglo XVI vivían en la aldea de Bruñola, de la diócesis de Gerona, dos esposos jóvenes, propietarios de una masía llamada Masdevall, y regularmente ricos y buenos cristianos. El porvenir se presentaba a sus ojos apacible y lleno de esperanzas; pero por circunstancias que ignoramos, los dos esposos se vieron completamente arruinados, y de allí a poco hubieron de ser admitidos por caridad, enfermos y sin recursos, en el hospicio de Santa Coloma de Farnés.
Sin embargo, como dice el apóstol San Pablo, a los que aman a Dios todo les viene a parar en bien; las pruebas cristianamente sobrellevadas se convierten en un manantial de riquezas eternas para el cielo, y hasta pueden, si así lo permite el Señor, atraer bendiciones en esta tierra.
Habiendo recobrado la salud los dos enfermos, pidieron a las autoridades de Santa Coloma que les permitieran consagrarse al servicio del hospital. Concedióseles este favor y se dedicaron a ayudar a los pobres y a los enfermos con alegría y con ejemplar caridad cristiana. Por entonces, es decir, hacia 1520, les concedió el Señor un hijo de bendición, al que pusieron por nombre Salvador, el cual, andando el tiempo, obraría incontables milagros. Diéronle cristianísima educación y el niño se mostró desde su infancia modelo de obediencia y de piedad.
Aprendiz de zapatero. Vocación religiosa
Llegado a la edad de la adolescencia, Salvador fue enviado a Barcelona con su hermana Blasa y fue colocado como aprendiz de zapatero, pero ignoramos si llegó a aprender completamente el oficio. Sintiendo en el fondo de su corazón la voz de Dios que le inspiraba el deseo de dejar el mundo, fue a suplicar a los franciscanos del convento de Santa María que le recibiesen en la comunidad en calidad de hermano converso.
Con gran alegría suya fue recibido y revestido del hábito de San Francisco. Pusiéronle de ayudante del hermano cocinero, religioso de mucha virtud, que se encargó de formar al recién venido en los ejercicios de la obediencia. Su tarea era fácil. Con una docilidad incansable, fray Salvador se entregaba a los más humildes oficios, encendía el fuego, fregaba los platos, limpiaba las ollas y hacía todo lo que le mandaba el hermano cocinero. Amigos del silencio, no salían de sus labios otras palabras que los dulces nombres de Jesús y María, a quienes invocaba durante el trabajo.
Los padres franciscanos, al ver la virtud de este joven hermano, novicio aún, decían que había de ser sin duda más tarde, por su santidad, una de las glorias de su Orden.
Un día, sin embargo, cayó en falta, pero muy a pesar suyo. Ocurrió esto con motivo de una de las fiestas patronales del convento. El canciller del reino, excelente cristiano y muy devoto de los franciscanos, les había anunciado que iría a comer con ellos, acompañado de varios personajes notables, amigos suyos. Todo el mundo sabe que los hijos de San Francisco viven de limosnas; así es que el inteligente canciller había cuidado de enviar de antemano abundantes provisiones, de forma que el hermano cocinero tuviera con qué preparar un buen festín.
Desgraciadamente, durante la noche, este buen hermano fue acometido de una recia calentura y encargó a fray Salvador que avisase al padre guardián; pero después de la comunión quedó absorto en una larga acción de gracias, a modo de éxtasis que duró varias horas.
Llegaba entretanto la hora de la comida y el padre guardián fue a la cocina para ver si todo estaba preparado con arreglo a sus órdenes. ¡Qué sorpresa! Ni siquiera estaba abierta la puerta. Envió inmediatamente a buscar al hermano cocinero, a quien encontraron enfermo en la cama; el pobre hermano se excusó diciendo que desde el oficio de media noche había encargado a fray Salvador que avisase al padre guardián y le entregase las llaves.
El padre guardián, indignado, corrió a la iglesia, hizo salir a Salvador, lo abrumó con los más humillantes reproches y declaró que semejante afrenta hecha a toda la comunidad y a sus nobles huéspedes merecía que lo echasen del convento. Arrebatándole las llaves, fue él mismo a abrir la cocina. Apenas hubo entrado, se ofreció a sus ojos un maravilloso espectáculo. Todo lo que habían mandado la víspera estaba muy bien preparado, sin que hubiese nada que desear. Era seguro, sin embargo, que nadie había podido entrar en la cocina. Dios había querido revelar la santidad de su joven servidor y, guardándole para sí mismo toda aquella mañana, había suplido su ausencia por medio de los ángeles, o de otro modo milagroso.
Fray Salvador no fue, pues, despedido del convento y aprovechó admirablemente el caso para practicar más y más la obediencia y la humildad. Cumplido el año de noviciado, fue admitido a pronunciar los votos solemnes.
Portero y hermano limosnero en Tortosa
El padre provincial lo envió a Tortosa, al convento de Santa María de Jesús, cuyos religiosos tenían fama por su observancia y austeridad. Fray Salvador continuó allí la vida de oración, penitencia y humildad que había empezado en Barcelona. Todas las noches azotaba cruelmente su cuerpo, quebrantado ya por el ayuno. Todas las mañanas se confesaba y comulgaba. Portero y limosnero sucesivamente, brillaron sus virtudes a los ojos de los habitantes de Tortosa, que pronto le conocieron y le veneraron como a un santo y se encomendaban a sus oraciones.
Por su cargo de portero había de recibir a los pobres que se presentaban y darles limosna. Su caridad era tan generosa que la comunidad llegó a asustarse y el padre guardián reprendió al Hermano. "Padre -respondió fray Salvador-, ¿por ventura no hay que dar limosna a los desventurados que nada tienen? Repare su reverencia que, con haber dado tanto, a nosotros no nos ha faltado nunca lo necesario".
Uno de los principales habitantes de la ciudad tenía un hijo gravemente enfermo. Viendo pasar a fray Salvador, que iba a pedir limosna, fue a echarse a sus pies, suplicándole que pidiese a Dios la curación de su hijo. Conmovido hasta derramar lágrimas, el buen Hermano entró en la casa, bendijo al niño, rezó por él un Avemaría y se retiró. Antes de que acabase el día observaron los padres que el niño estaba curado.
En la aldea de Galera -cerca de Tortosa- curó a una niña que padecía cuartanas, tocándola con su rosario y rezando un Avemaría.
La fama de santidad de fray Salvador y las gracias que se obtenían por sus oraciones, llevó muy pronto a la puerta del convento de los franciscanos tan gran número de personas que querían verle y encomendarse a él, que los Padres vieron en esta afluencia continua un peligro para la paz del claustro y para el mismo Hermano. En consecuencia, suplicaron al padre provincial que enviase a fray Salvador a otro convento.
El santo fraile de Horta
A unas seis millas al norte de Tortosa, perdida entre los montes, se hallaba una aldea pobre y solitaria llamada Horta. En otro tiempo los Templarios, dueños del lugar, habían erigido allí una capilla en honor de la Santísima Virgen. Esta capilla había sido dada más tarde a los Hermanos Menores, y algunos vivían allí en un pequeño convento casi a modo de ermitaños. Aquel lugar parecía un retiro muy seguro para conservar a fray Salvador en la oscuridad y la soledad. Por orden del padre provincial, el Hermano dejó la ciudad de Tortosa y fue a ocultarse en Horta. Esto ocurría en 1559.
Pero Dios, que quiere servirse de instrumentos humildes para hacer resplandecer su gloria, no permitió que menguase ni en un punto el brillo de la santidad de su siervo ni aun a los ojos de los hombres; y esta aldea de Horta, oculta y desconocida hasta entonces, fue pronto célebre en toda España.
Un día las autoridades de la aldea tuvieron el pensamiento de pedir al humilde Hermano que rogase por ellos y por sus convecinos. Salvador, movido por una inspiración divina les respondió:
-- Preparad una gran hospedería con muchos alojamientos y víveres en abundancia, porque Dios quiere glorificar a su Madre que se venera aquí y obrar maravillas por su intercesión. La afluencia de gente será muy grande.
Retiráronse las autoridades harto pensativas e indecisas sobre lo que habían de hacer; unos daban crédito a la profecía y otros no, de modo que no prepararon nada. Algún tiempo después, se vio llegar a una multitud de unas dos mil personas, entre las que había muchos cojos, sordos, jorobados, paralíticos y gran número de enfermos que allí llevaban a pesar de las dificultades del camino. "¿Dónde está -preguntaron- aquel hombre santo que hacía tantos milagros en Tortosa?".
Los habitantes les enseñaron el convento de Santa María, y los peregrinos fueron a llamar a la puerta, pidiendo a gritos por fray Salvador. Hubiera sido peligroso no acceder a su petición; fray Salvador se presentó, pues, ante la multitud y dijo a los peregrinos que se confesasen, que comulgasen y que invocasen a la Santísima Virgen María.
Cuando hubieron cumplido este mandato, el Hermano apareció de nuevo, bendijo a la multitud en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, y todos los enfermos quedaron curados, excepto un paralítico.
-- No olvidéis -añadió Salvador, al despedir a la multitud-, no olvidéis de mostraros agradecidos a Dios por los favores que acaba de concederos por intercesión de su Santísima Madre.
-- Y yo -preguntó el paralítico-, ¿por qué no he sido curado como los demás?
-- Porque no te has confesado ni tenías confianza como ellos -respondió Salvador.
-- Quiero confesarme ahora -dijo el enfermo con humildad-, y pido perdón a Dios de todos mis pecados.
-- Si así es, levántate -repuso el hermano franciscano-, levantáte y ve a confesarte.
El enfermo obedeció, se levantó y fue por su pie a confesarse: estaba curado.
Los peregrinos se volvieron publicando por todas partes las maravillas de que habían sido testigos. A partir de aquel momento, y durante varios años, no pasó día en que no se viesen llegar a Horta centenares y aun millares de personas. El número de éstas aumentaba en la Semana Santa y en las festividades de la Santísima Virgen; un año, en la fiesta de la Asunción, llegaron a seis mil los peregrinos. Como la aldea no podía bastar para albergar a tantos forasteros, muchos acampaban bajo los árboles o en tiendas de campaña. Gracias a una providencia visible, nunca faltaron víveres a estas muchedumbres; los habitantes de la comarca llevaban de todas partes provisiones en tiempo útil y las vendían a los peregrinos.
Todos los días el santo religioso obtenía de la Santísima Virgen la curación de gran número de enfermos de toda especie. Las almas ganaban aún más, puesto que el Santo empezaba por pedir a los peregrinos que se confesasen y comulgasen.
El Inquisidor de Aragón y Fray Salvador
Hallándose en Alcañiz un dignatario de los principales de la Inquisición Real, había visto multitud de enfermos que partían para Horta, y quedó asombrado de verlos volver curados. En su calidad de Inquisidor resolvió abrir informe. Reuniendo a los que habían sido curados, les hizo prestar juramento de decir la verdad, y les ordenó que declarasen cómo habían obtenido la curación. Todos respondieron:
-- El santo Fraile de Horta nos mandó que purificásemos nuestra alma de todo pecado por medio de la confesión y recibiésemos el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo. Después nos bendijo y quedamos sanos.
En virtud de esta declaración, el Inquisidor se decidió a ir a Horta para ver lo que allí pasaba. Salió secretamente, vestido de pobre cura de aldea. A su llegada vio una multitud de peregrinos que le pareció no bajaría de dos mil. Púsose entre la multitud, observando todo con ojo atento; de esta suerte penetró en la iglesia del convento, se escondió en un rincón detrás de la gente y aguardó la entrada del "milagrero".
Al fin apareció el Santo e inmediatamente el pueblo se arrodilló para recibir su bendición. Pero Salvador, en lugar de bendecir a los peregrinos como de costumbre, les dijo:
-- Levantaos y dejadme pasar.
Apartáronse y él fue derecho al rincón de la iglesia en donde se ocultaba el Inquisidor. Le saludó, le besó la mano doblando la rodilla y le dijo:
-- ¿Viene aquí su Señoría a ver los milagros que obra Dios por mediación de la Santísima Virgen?
-- Equivocado está, Hermano, que no soy Señoría ni merezco tal honor -respondió el forastero-, ¿no ve que no soy más que un pobre cura de pueblo?
-- No me equivoco -repuso fray Salvador-. Su Señoría es el Inquisidor de Aragón, venido aquí para ver lo que pasa y examinar los milagros que obra la Santísima Virgen. Su Señoría tiene derecho a un puesto más respetable.
Dicho esto le llevó al presbiterio muy cerca del altar mayor. Volviéndose en seguida al pueblo, dijo como de ordinario:
-- Hermanos míos, arrepentíos de vuestros pecados y pedid perdón a Dios.
Después bendijo a los asistentes, y todos los que estaban enfermos fueron curados. El Inquisidor quedó lleno de admiración y permaneció varios días en el convento de los franciscanos.
El siervo de María. Humillación
Un día los peregrinos, en número de unos dos mil, reclamaban en vano al santo lego; éste había huido a una empinada sierra de los alrededores, para hacer oración con más sosiego, lejos de la multitud.
-- ¡Santísima Virgen María, soberana y patrona nuestra, haced que encontremos a vuestro siervo!
De pronto se vio bajar del monte una nube muy densa, pero de extraordinaria blancura. Llegada a Horta, disipóse la nube y dejó ver a fray Salvador. Éste dio su bendición, y los enfermos quedaron sanos.
A veces era difícil al buen Hermano librarse del entusiasmo indiscreto de la multitud; arrancábanle jirones de su hábito, como reliquias, y en cierta ocasión, si los Padres no hubiesen acudido a tiempo, lo hubieran dejado medio desnudo.
Libró a muchos posesos, en particular a una joven que le llevaron atada y encadenada. No pudiendo lograr los que la llevaban que entrase en la iglesia, fueron a suplicar al Santo que hiciese el favor de salir a donde se hallaba la endemoniada; ésta, llena de furia, rompió inmediatamente las cadenas y se escapó de las manos de sus guardianes, que no supieron dar con ella. Fray Salvador les dijo: "Id a tal sitio y la hallaréis bajo una pila de leña". Halláronla, en efecto, donde les dijo el Santo, y no podían explicarse cómo no había muerto bajo un peso semejante.
--Espíritus inmundos -dijo entonces Salvador-, en el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os mando que salgáis de esa criatura.
--No saldremos -respondieron los demonios.
El fraile repitió la orden, y Dios obligó a los demonios a obedecerle y a dejar libre a la joven.
-- Ya estás curada, hija mía -le dijo Salvador-; mira cómo sirves a Dios en adelante, y evita cuidadosamente el pecado, si no quieres que los enemigos recobren su imperio sobre ti.
Al cabo de algunos años, los Padres del convento de Horta, como los de Tortosa, acabaron por cansarse de la incesante afluencia de gente. El padre provincial, estando de visita, fue del mismo parecer, aparte de que quería estar seguro de si la santidad de fray Salvador era de buena ley, probándola en una piedra de toque que nunca falla: la de la obediencia y la humildad.
Habiendo, pues, reunido a la comunidad en capítulo, el padre provincial habló en los siguientes términos:
-- Esperaba encontrar en este convento regularidad, silencio y paz, y ¿qué es lo que encuentro? Un mal religioso que trae aquí a las gentes del mundo y todo lo trastorna y desordena. A vos me refiero, fray Salvador. ¿De dónde os ha venido esa idea de hacer cosas tan extrañas y tan poco conformes con la humildad de un hermano lego? Y ¿cómo, sabiendo que sois tan mal religioso, podéis tolerar que la gente os llame el Santo de Horta? Es preciso que en adelante no se oiga siquiera vuestro nombre: desde este momento lo cambio por el de fray Ambrosio; como penitencia recibiréis la disciplina y muy de madrugada partiréis con el mayor sigilo para el convento de Reus.
El buen fraile se sometió a todo sin replicar: a las censuras, a la disciplina y a la partida. El convento de Reus distaba bastante de allí, pues se hallaba a tres leguas de Tarragona.
Un milagro a gran distancia. Su muerte
En los días que siguieron a la salida de San Salvador fue grande el dolor de los peregrinos. Un pobre paralítico, que se hacía llevar con gran trabajo desde Castilla, supo al llegar a Fuentes, villa de Aragón, que era inútil continuar el viaje, porque el santo religioso había salido de Horta. Desconsolado, mandó que lo llevasen a la iglesia del pueblo e hizo la siguiente oración:
-- ¡Oh santo hombre, Fray Salvador!, dondequiera que os halléis en este momento, tened piedad de mí y rogad a la Santísima Virgen que me cure.
Después se durmió y al despertar se encontró curado.
En Reus se renovaron las maravillas de Horta y empezaron a afluir peregrinos de todas las partes de España, contentos con haber descubierto la nueva residencia del santo lego. Salvador tuvo que ir a Barcelona para comparecer ante el Tribunal de la Inquisición. Su viaje fue una serie no interrumpida de milagros, y la sencillez del buen lego acabó por conquistar el ánimo de los jueces, que se encomendaron a sus oraciones.
Por último, el Comisario general de los Franciscanos en España resolvió alejar a fray Salvador de este reino y se lo llevó a Cagliari, en la isla de Cerdeña. Los dos años que San Salvador vivió allí fueron de felicidad para aquella ciudad, y murió en ella el día 18 de marzo del año 1567.
Los milagros continuaron en su sepulcro, y, cuando treinta y tres años después fue abierto con motivo del proceso de beatificación, se halló el cuerpo incorrupto. Fue beatificado por el papa Clemente XI el 29 de enero de 1711, y Benedicto XIII, el 15 de julio del año 1724, concedió que se celebrase su oficio con rito de doble en el día 18 de marzo, no sólo en toda la Orden franciscana, sino también en Cagliari, en Santa Coloma de Farnés y en Horta. La solemne ceremonia de su canonización tuvo lugar en Roma el 17 de abril de 1938, durante el pontificado de Pío XI. |
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Fuente: Escolapios.es
Celestina de la Madre de Dios (Mariana) Donati, Beata Fundadora, Marzo 18
| Celestina de la Madre de Dios (Mariana) Donati, Beata | Fundadora de la Congregación de las Hijas Pobres de San José de Calasanz Etimológicamente: Celestina = Aquella que es caida del cielo, es de origen latino. Nació el 26 de Octubre de 1848 en Florencia, Italia.
Mariana Donati desde jovencita había consagrado su corazón a Dios y al servicio de la Iglesia. En Florencia encontró al P Celestino Zini, escolapio, Provincial de Toscana, que fue su director espiritual y le ayudó a orientar su vida. A los 40 años, imbuida de espíritu calasancio, inició definitivamente su obra que se llamaría Congregación de las Hijas Pobres de San José de Calasanz, dedicada a atender a niños abandonados y de familias desestructuradas para educarlos "con corazón de madre".
Al fundar la nueva Congregación en 1889, Mariana tomó el nombre de Celestina de la Madre de Dios; sus compañeras comenzaron a llamarla afectuosamente "madrina" y así siguen nombrándola hoy las Calasancianas cuando hablan de su Fundadora. En el mismo año León XIII consagró personalmente como obispo al F Zini en la Basílica de San Pedro, nombrándole arzobispo de Siena. Cuando murió a los tres años, otros escolapios apoyaron la naciente Congregación: Mario Ricci, Giovanni Giovanozzi, Alfonso ML´ Mistrangelo...
Monseñor Zini dirigió numerosos escritos a las religiosas calasancianas. Después de su muerte, Madre Celestina los estructuró y completó preparando un precioso libro que se titula "Manuale Calasanziano" y que es como un amplio comentario espiritual de las primeras Constituciones. En dicho libro la Madre Fundadora describe así el carisma de su Instituto: "Las Hijas Pobres de San José de Calasanz, reunidas a la sombra del Tabernáculo, unidas entre sí con el vínculo sagrado de la caridad, teniendo un solo corazón y una sola alma, consideran como un deber sagrado edificar a quienquiera se les acerque, santificarse personalmente y dedicarse con celo a la educación de las niñas necesitadas que el Señor les confíe, uniendo a las riquezas de la contemplación las de una santa entrega".
Celestina fue una verdadera alma contemplativa entregada a hacer el bien a los pequeños, como Jesús. Escribió un libro de meditaciones sobre la Pasión del Señor, recientemente reeditado, y escribió páginas de gran riqueza espiritual en el "Manual" citado, en otro libro para sus religiosas titulado "Devote pratiche giornaliere" y en numerosas cartas. Ella instauró en 1900, en la iglesia de la casa madre de Florencia, la Adoración Eucarística cotidiana como forma de oración continua calasancia para sus religiosas y niñas. Un siglo después continúa diariamente esta plegaria a Jesús eucarístico, expuesto en el altar mayor, en cuyos laterales están enterrados respectivamente Madre Celestina y Monseñor Zini.
El 18 de Marzo de 1925 fué acogida santamente en el seno de Nuestro Señor.
Beatificada el 30 de Marzo de 2008 por su Santidad Benedicto XVI. |
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Fuente: santiebeati.it
Marta (Amada Adela) Le Bouteiller, Beata Religiosa, Marzo 18
| Marta (Amada Adela) Le Bouteiller, Beata | Religiosa Martirologio Romano: En el cenobio Saint-Sauveur-le-Vicomte, de Normandía, en Francia, beata Marta (Amada) Le Bouteiller, virgen de las Hermanas de las Escuelas Cristianas de la Misericordia, que, apoyándose sólo en Dios, cumplió los más humildes oficios siempre con toda paciencia (1883).
Etimológicamente: Amada = Aquella que es amada o deseada, es de origen latino.
Etimológicamente: Adela = Aquella de gran nobleza, es de origen germánico.
Etimológicamente: Marta = Señora, es de origen arameo. Amada Adela Le Bouteiller nació el 2 de diciembre de 1816 en Percy, Francia, fue la tercera de los cuatro hijos de Andrés Le Bouteiller y Maria Francesca Morel, ellos eran propietarios de una pequeña parcela de tierra, labradores y tejedores de telas.
En la escuela tuvo como educadora a la Terciario carmelita sor Maria Farcy; quien fuera maestra por 48 años y figura clave en la formación de la juventud de la parroquia y ciertamente inspiradora de la vocación religiosa de Amada Adela.
El 1 de septiembre de 1827 murió su padre, con tan sólo 39 años, desaforadamente morir a tan corta edad era cosa frecuente en aquella época, cuando bastaba una simple infección o una dudosa tuberculosis para provocar el fin de una joven vida; la madre quedó sola con los cuatro hijos, tuvo que criarlos y proveer su sustento con la ayuda de los hijos mayores, Amada que casi tenía once años, continuó los estudios y el resto del tiempo ayudaba en los quehaceres domésticos.
Los dos hermanos mayores se casaron en 1837, Amada con un poco más de 20 años, entró a trabajar como domestica para ganar que vivir.
Con sor Farcy, organizadora de la parroquia, cada año fue en romería a Chapelle-sur-Vire a unos 15 Km. de Percy y en esta localidad entró en contacto con la Congregación de las "Monjas de las Escuelas Cristianas de la Misericordia", fundada en el 1804 por Santa Maria Magdalena Postel, 1756 -1846, para la educación de la juventud.
Atraída por la espiritualidad de esa congregación, a los 25 años, el 19 de marzo de 1841, decide consagrarse totalmente a Dios y entró en la abadía de Saint Sauveur-le-Vicomte, acogida por la octogenaria fundadora, quien pese a su edad tenía gran vitalidad y dones del cielo.
Amada tuvo como maestra de novicias a la beata Plácida Viel, 1815 -1877, quien será la sucesora a la muerte de la Fundadora, llevando a la Congregación a un desarrollo asombroso.
Cuando Amada llegó, las cincuenta monjas estaban empeñadas en la construcción de la iglesia de la abadía y en la reparación de los antiguos edificios, que los habían encontrado en ruinas cuando llegaron; la vida era austera teniendo en cuenta los años de carestía que se vivieron, pero eso no asustó a Amada, acostumbrada a las estrecheces económicas de su familia después de la muerte prematura del padre.
El 14 de septiembre 1842 recibe el hábito religioso con el nombre de sor Marta; en el invierno siguiente siendo ya novicia, fue enviada, por decisión de la Madre Pastel, a la Casa de La Chapelle-sur-Vire, que sor Marta conocía bien, para ayudar en los servicios materiales de aquella comunidad.
Un día mientras lavaba la ropa en las aguas heladas del río Marquerand, la corriente arrebató de su mano una sábana, en la tentativa de retomarla resbaló en el agua helada lo que le causó un principio de parálisis en las piernas, por ello tuvo que regresar a la abadía.
Aquí tuvo un coloquio con madre Magdalena Postel que lo aseguró que no la tenía pensado regresarla a su casa, más bien apoyándole las manos sobre la rodilla le prometió que rezaría por ella; poco después Marta se curó y atribuyó su curación a la Madre.
El 7 de septiembre de 1843 hizo su primera profesión en la Abadía Casa-matriz de la Congregación; Marta se fue asignada a la cocina, al trabajo en los campos y luego al sótano, tarea que tuvo por unos cuarenta años hasta a la muerte; hizo todo con espíritu de obediencia, tanto que se ha dicho hizo de modo grande las pequeñas cosas.
Su vida de monja transcurrió al servicio de Dios y de sus hermanas de hábito, siempre simple y jovial realizando los servicios más humildes; entregada a la oración y la meditación, alimentó su espiritualidad con la lectura de autores de la así llamada "Escuela francesa de espiritualidad".
Se ocupó de los criados y de los obreros que facilitaron su mano de obra, además de los huéspedes de paso; también distribuyó el vino a 250 personas por día y durante la guerra ese número llegó a 500 personas.
Se cuenta que durante la guerra entre Francia y Alemania, cuando los suministros alimenticios de la abadía se agotaron espantosamente, entonces sor Marta colgó de la pared una imagen de Madre Magdalena, fallecida hace tiempo y rogó intensamente y desde aquel momento los suministros de 'sidra' (el vino), y de los demás comestibles no se agotaron.
En el invierno del 1875-76, sor Marta ya sesentona, cayó y se fracturó una pierna, la larga convalecencia, sumado a la muerte de la querida sor Plácida, su confidente, fueron para ella grandes pruebas que soportó fielmente. Siguió interesándose en la despensa, incluso sustentándose con un bastón, pero su decadencia fue evidente.
El 18 de marzo de 1883, Domingo de Ramos, mientras regresaba a la cocina las botellas después de la cena nocturna, cayó una primera vez y luego una segunda, golpeada por una congestión cerebral, se apagó después de haber recibido los Sacramentos, tenía cerca de 67 años.
Fue enterrada en el cementerio de la misma Abadía de Saint Sauveur-le-Vicomte; la causa por su beatificación inició en el 1933 y el 4 de noviembre de 1990 el papa Juan Pablo II la proclamó beata. |
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Fuente: Martirologio Romano
Otros Santos y Beatos Completando el santoral de este día, Marzo 18
| Otros Santos y Beatos | San Alejandro, obispo y mártir Conmemoración de san Alejandro, obispo y mártir, que, yendo de Capadocia a Jerusalén, recibió el encargo pastoral de la Ciudad Santa, donde fundó una preciosa biblioteca y abrió una escuela, y cuando destacaba por la venerable y longeva edad, fue conducido a Cesarea durante la persecución bajo Decio, completando con un glorioso martirio su confesión de Cristo (c. 250).
San Frigidiano, obispo En Lucca, en la Toscana, san Frigidiano, obispo, el cual, oriundo de Irlanda, reunió clérigos en un monasterio, desvió el río Sérculo por otro cauce para bien del pueblo, logrando un nuevo fértil territorio, y convirtió a la fe católica a los lombardos que habían irrumpido en su jurisdicción (c. 588).
San Leobardo, eremita En Tours, de Neustria, san Leobardo, que, recluido en la celda llamada Mayor cercana a un monasterio, brilló por su admirable abstinencia y humildad (c. 593).
San Braulio, obispo En Zaragoza, en la Hispania Tarraconense, san Braulio, obispo, que siendo amigo íntimo de san Isidoro, colaboró con él para restaurar la disciplina eclesiástica en toda Hispania, siendo su semejante en elocuencia y ciencia (651)
Santos Juan Thules y Rogerio Wrenno, mártires En Lancaster, en Inglaterra, santos Juan Thules, presbítero, y Rogerio Wrenno, oriundos de esa misma región, mártires de Cristo en tiempo del rey Jacobo I (1616). |
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Fuentes: IESVS.org; EWTN.com; hablarcondios.org, Catholic.net, misalpalm.com
Mensajes anteriores en: http://iesvs-org.blogspot.com/
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